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El águila ha llegado
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Libro electrónico144 páginas1 hora

El águila ha llegado

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"Algún día todos seremos parte de una canción de Gustavo 'Ceramic' Guerber, la estrella de rock suspendida cuatro años en coma. Lo sabe Solange, que a través de sus 'intercepciones' epilépticas cree que puede llegar a ese lugar en la conciencia del músico donde todavía compone.
El Águila ha llegado se fragmenta en diversos planos, uno más alucinado que el otro, y los entremezcla para asomarse al lugar imposible de la creación. En esta admirable novela, pura imaginación lisérgica y agudeza chispeante, Bob Chow vuelve a encender sus antenas y muestra cómo la realidad se esfuerza por diferenciarse de la fantasía, y pierde" (Edmundo Paz Soldán).
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 may 2020
ISBN9789871959686
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    El águila ha llegado - Bob Chow

    Dalí

    UNO

    El sol ahuyenta la niebla de la mañana. Solange Segula despierta en su cama, una puerta que encontró en la calle. La reconocemos por las superficies y los instrumentos para escribir que orbitan su cuerpo. Escribe en lo que tenga a mano, incluyendo sus propias manos. En molesquines, papeles sueltos o alguna parte del cuerpo garabatea:

    ¿Ceramic? ¿Gustavo «Ceramic» Guerber? ¿Así te llamas? ¿Así te llama tu mamá? ¿Ceramic? ¿Cerati? ¿Cetarti? ¿Creati? Long live Gustavo Cerari!, ¿así pidió Bono por ti? ¿Por qué pidió Bono por ti? ¿Anticipó su propio cuerpo de estrella de rock convertido en una papa sagrada? ¿Cómo se puede pagar una entrada para ver a U2? La primera pregunta... la primera pregunta es ¿cómo te llamas?

    No puedes responder ahora. Deja que yo te ponga un nombre: te llamas Gustavo «Ceramic» Guerber y fuiste una estrella de rock hasta que entraste en coma. Recuerda una cosa: sigues siendo una estrella de rock. Aunque caigan, las estrellas brillan por muchos años.

    * * *

    Solange Segula separa una larga pollera. Toma una ducha, se mira al espejo, hace retoques. Sus ojos son brillantes como una cuchara. ¿Cuánto tiempo pasa una mujer frente a espejos? El bello sexo no suele verse bello. No sabemos si es linda o fea, blanca, negra o amarilla. O azul. O verde. Por ahora sabemos, que nuestra ignorancia termina con la muerte.

    El tren llega cargado de empleados colgados de sus corbatas. Solange busca el furgón, cruza las piernas sobre el duro estuche de su guitarra. La reconocemos porque siempre anda con un instrumento musical encima. Baja en Inquietante Colegiales donde siguen subiendo asalariados con sus contraseñas, sus créditos, su fe en el progreso material, su paciencia incontenible, sus perfeccionamientos. Si, en vez de sangre, es poliéster lo que recorre sus cuerpos, no nos sorprendemos. Se acabaron las sorpresas, el castigo no tardará en llegar. Una intensa amargura de inicio de semana corta el aire viciado con precisión quirúrgica. ¡Es una trampa! ¡Es un laberinto para ratas!

    Solange camina, nalgas en vaivén, hasta la Clínica Kimifusa, donde técnicamente nadie la espera. Por los largos pasillos de hospital sus pasos rebotan haciendo un ruido blanco. Su mano, escrita con bella caligrafía, abre la puerta 19 de la Unidad de Rehabilitación. En ese escenario se despliega otra curiosa pesadilla.

    —Escuchar, escucha —dice lacónicamente el Dr. Francis Nolan después de tomarle el pulso a su dócil, aletargado, disciplinado paciente.

    Ese muñeco de impacto sometido a las fuerzas de gravedad no es otro que Gustavo «Ceramic» Guerber, leyenda del rock iberoamericano que lleva cuatro años suspendido en coma. Escuchar, escucha, y esa es razón aceptable para que Solange Segula, que no quiere llamarse artista, ni cantautora, ni tampoco «telépata» y menos «antena», le toque hoy en guitarra 1 + 1 = 0 desde el pie de la cama.

    Uno más uno cero,

    las piezas fuera del tablero.

    Full rare version —dice Solange, después de unos minutos de mezclar acordes, repitiendo las mismas líneas, como si solo hiciera un precalentamiento.

    Llamamos a esto sesión de musicoterapia. No le gusta tocar los temas siempre igual. Le pasaba a Syd Barrett en sus últimos días con Pink Floyd. Have You Got it Yet? era una canción aparentemente simple que Barrett cambiaba en cada ensayo, hasta que se volvió imposible de tocar para los otros. Pink Floyd perdió la capacidad de seguir a Barrett.

    Aumenta que isso aí é viceral —dice el Dr. Nolan. Se está burlando, desde luego, mientras revisa los niveles de oxígeno, incompatibles con la conciencia.

    Si la canción también cae por muerte súbita, el silencio de la habitación 19 se vuelve atroz. 1+1= 0 es una canción de solo dos líneas, repetidas a lo largo de dos minutos. Se la puede tocar de nuevo, solo que las reacciones del ex faro del rock se ajustan a otra igualdad, algo más trágica: mil estímulos, cero reacciones. 1000 = 0. Así podría llamarse un nuevo disco: despertares milagrosos no ha habido ni medio. Solange Segula alisa su falda, alberga delicadas esperanzas. Estos cuatro años de semivida, Gustavo alias «Ceramic», alias «Coma», solo ha ofrecido minúsculos rictus, pulsaciones inesperadas, vagas y muy esotéricas oscilaciones de aguja.

    La cantautora Marina Gluten había tenido la ocurrencia de que al rockstar había que tocarle canciones en vivo. ¿Era posible que Ceramic despertara del coma por una cancionetta rasgueada en guitarra? Al Dr. Nolan no se lo conocía por tener muchos pelos en la lengua:

    —Yo creo que así lo estás sumiendo en un coma irreversible.

    ¡Aquella velada, Marina Gluten llegó a gritar que Ceramic había movido un párpado! El Dr. Nolan arqueó las cejas. No se podía decir que compartía aquel entusiasmo. Un párpado... un párpado no significa nada para un médico.

    * * *

    No, no es verdad que Ceramic se mantenga musculoso y bronceado. Su rostro empieza a parecerse a un pomelo podrido. Ni siquiera conserva un buen lejos. Todos los días, y hay que insistir, ¡todos los días!, su hermana Clara se dedica a asearlo y afeitarlo en un sillón topo agrisado estilo siglo XVIII. ¡Carajo! Una buena afeitada al ras, ¡eso sí se puede permitir aún Ceramic!

    Una canción de Solange Segula también entra dentro de lo permitido.

    Otra mañana tensa,

    el primo pobre de Killing,

    tiene su recompensa,

    ¡La virgen que llora!

    Es mucho más fácil hacer llorar a un muñeco sagrado que a un comatoso. Gustavo Ceramic podría pasar por un muñeco con un respirador y, para él, aún no llegaron los milagros. Puede permitirse llevar una remera que rece: AZAR. Es contigo la cosa, pero no te preocupes, es solo azar. Se metieron contigo, por azar.

    * * *

    Cuatro paredes de hospital extrañamente hogareñas. Cuatro paredes decoradas con la estética fortuita del tiempo. Cuatro paredes tapizadas con cartas de aliento, souvenires, regalitos de los fans que no solo, a su manera, están muriendo: algunos ya sellaron su lealtad abandonando el plano terrenal antes que el ídolo.

    —Solange, ¿por qué la gente cree que Walt Disney está hibernando —pregunta el Dr. Nolan, mientras se quita unos guantes de goma manchados—. ¿Lo van a despertar en el futuro? ¿En qué futuro?

    Solange entorna los ojos para dar con una respuesta. Nolan se apresura a responder.

    —Walt Disney vivía rodeado de comediantes —sigue Nolan—. Lo cremaron con risas enlatadas de fondo.

    Solange Segula escucha las risas no enlatadas de Nolan y se mantiene en silencio: considera todo tipo de futuros. En uno de ellos, Ceramic recobra la conciencia un poco tarde. La humanidad entera ha muerto. El astro se despierta para quedar universalmente solo, rodeado de miles de cartas de afecto fosilizadas, bajo un cielo de estrellas en declive, unas apagadas, otras apagándose. Ceramic se halla erguido ante la desgracia. Afuera, todo se ha extinguido. Los soles de las galaxias se han vuelto neutrones degenerados, agujeros negros. Gustavo «Ceramic» Guerber abre los ojos, tras eones de oscuridad, para encontrarse bajo un cielo SIN ESTRELLAS.

    * * *

    Entre las ofrendas amorosamente concebidas, ocupa un lugar central un disco que Solange Segula ha confeccionado artesanalmente con material «interceptado» de Gustavo Guerber. El disco ha sido colocado estratégicamente en la pared frente a la cama del astro. Solange Segula espera que, si alguna vez el comatoso de platino llegara a despertar, lo primero que vea sea el disco que hicieron «en colaboración». Al disco no le falta nombre. Se llama:

    EL VERDADERO CAMINO HACIA EL AEROPUERTO

    y tiene cerca de mil tapas. La que está frente al cuerpo inerte de Ceramic luce un pangolín malayo. Pangolín, pengguling, del malayo, «que se enrolla». Los ojos negros y vacíos de este animalito, con aspecto de haber sido arrojado desde un OVNI, esperan algún día mirar los ojos abiertos de Gustavo «Ceramic» Guerber.

    * * *

    ¿Y qué clase de colaboración es esa? Con un tipo en coma… ¿Solange Segula era esbelta? ¿Tenía largos cabellos lacios de hada y piel de durazno orgánico? ¿Recordaba a un maniquí, a una idol japonés bella y grácil? ¿A una modelo desamparada? ¿A la más luminosa de las escenas? ¿Hay algún busto que se note? ¿Brazos delgados? ¿Anteojos de femme fatale? ¿Evocaba acaso un sueño masculino del que no se quiere despertar? Nuestros ojos están abiertos y, aun así, no vemos nada.

    Fuera de los privilegios genéticos, la chica tenía acceso a una joya singular: el tesoro creativo de Ceramic. Conocía una forma de llegar hasta el limbo, el espacio mental, espiritual o plano de conciencia intangible donde el músico aún componía. Conocer es un decir. Das Ding, la cosa en sí, no podía convocarse de ninguna manera. Se llegaba o no se llegaba, como al orgasmo, como a dar en el exacto centro del blanco con la flecha. El acontecimiento irrepetible, one of a kind, tenía un método irrecordable. No había mapa, ni manera de transmitirlo. La fórmula era más bien inexplicable. Una enorme distancia entre electrones y protones, un espacio interatómico, cosa vacía, nadas, suspiros, humos disolviéndose en una playa infinita, las mentes. Las mentes no la pueden explicar.

    La Segula, la mujercita de las buenas polleras, tenía el don. El acceso, el tercer elemento, el espíritu santo.

    La «intercepción».

    DOS

    -fnolanMD:

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