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Ari
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Libro electrónico139 páginas2 horas

Ari

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El Programa Filosofía para Niños, creado en 1969 por Matthew Lipman, es ampliamente reconocido en el mundo por su significativo impacto en la excelencia académica de niños y adolescentes, al fomentar el pensamiento crítico y creativo mediante el desarrollo de la comprensión lectora, el razonamiento lógico y matemático, la dedicación al trabajo y la motivación por el saber. Tiene un notable efecto en el desarrollo de la autoestima y favorece el respeto y la tolerancia. Las narraciones que presentamos en esta serie tocan temas de la filosofía de todos los tiempos y estimulan las preguntas y la reflexión de los niños y jóvenes lectores para invitarlos a un diálogo filosófico y, mediante la guía activa del profesor, se convierten en una herramienta atractiva y extraordinariamente eficaz para conducirlos a un nivel de comprensión cada vez mayor sobre sí mismos, sus compañeros, la sociedad y el mundo que los rodea. Por estar distraído en clase, Ari comete un error y, al reflexionar sobre este, descubre una regla de la lógica aristotélica. Fascinado con su descubrimiento, logra embarcar a sus amigos y compañeros en una búsqueda de más reglas y de su aplicación a situaciones de la vida cotidiana. En sus discusiones tocan temas tan variados como el arte, la cultura, el sentido de la educación, la tolerancia religiosa, las falacias argumentativas o el sentido de pertenencia a una comunidad.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones UC
Fecha de lanzamiento9 jul 1905
ISBN9789561422001
Ari

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    Ari - Matthew Lipman

    Decimoséptimo

    CAPÍTULO

    PRIMERO

    Probablemente, nada de esto habría ocurrido si Ari no se hubiera quedado dormido ese día durante la clase de ciencias. Bueno, él realmente no se quedó dormido.

    Lo que pasó fue que su mente empezó a divagar.

    El profesor, el Sr. Bravo, había estado hablando sobre el sistema solar y cómo los planetas giraban alrededor del sol, y justo ahí fue que Ari dejó de escuchar, porque, en ese preciso momento, en su mente se formó la imagen de un inmenso y llameante sol, con todos los pequeños planetas que giraban constantemente a su alrededor.

    De repente, Ari se dio cuenta de que el Sr. Bravo lo estaba mirando fijamente. Ari tuvo que hacer un gran esfuerzo para aclarar su mente y poner atención a cada palabra de la pregunta: ¿Qué es lo que tiene una larga cola y se demora 77 años en girar alrededor del sol?.

    Ari se dio cuenta de que no tenía la menor idea de cuál era la respuesta que el Sr. Bravo esperaba.

    ¿Una cola larga? Por un momento pensó que podría contestar Can Mayor (acababa de leer en la enciclopedia que Sirio era la estrella más grande de la constelación de estrellas que se llamaba Can Mayor), pero se le ocurrió que a lo mejor al Sr. Bravo no le iba a hacer gracia esa respuesta. El Sr. Bravo no tenía mucho sentido del humor, pero tenía una gran paciencia. Ari sabía que tenía unos momentos para pensar, con lo cual tal vez se le ocurriría algo que decir. Se acordaba que el Sr. Bravo había dicho, Todos los planetas giran alrededor del sol. Y esta cosa con una gran cola, fuera lo que fuese, también giraba alrededor del sol. ¿Podría acaso ser un planeta? Nada perdía con probar. –¿Un planeta? –preguntó, lleno de dudas.

    No estaba preparado para las risas que se oyeron en la sala. Si hubiera estado poniendo atención, habría oído decir al Sr. Bravo que el objeto al cual se refería era el cometa Halley, y que, si bien es cierto que los cometas giran alrededor del sol, al igual que los planetas, no son planetas.

    Por suerte, justo en ese momento, sonó la campana que daba término a las clases del día. Pero, mientras Ari caminaba hacia su casa, se seguía sintiendo mal por no haber podido responderle al Sr. Bravo cuando este lo interrogó. Además, estaba confundido. ¿Cómo podía haberse equivocado? Trató de recordar cuál había sido el razonamiento que le había llevado a dar esa respuesta.

    Todos los planetas giran alrededor del sol, había dicho claramente el Sr. Bravo. Y esta cosa con cola también giraba alrededor del sol, pero no era un planeta.

    Así que hay cosas que giran alrededor del sol, pero no son planetas –pensó Ari–. Todos los planetas giran alrededor del sol, pero no todo lo que gira alrededor del sol es un planeta.

    Y fue entonces que a Ari se le ocurrió una idea. Una oración no puede ser invertida. Si la última parte de una oración se coloca en primer lugar, la oración deja de ser verdadera. Por ejemplo, si consideramos la oración: ‘Todos los álamos son árboles’, al darla vuelta, queda, ‘Todos los árboles son álamos’. Pero eso es falso. Del mismo modo, es verdad que ‘Todos los planetas giran alrededor del sol’. Pero si damos vuelta la oración y decimos, ‘Todo lo que gira alrededor del sol es un planeta’, deja de ser verdadera: es falsa.

    Esta idea lo fascinó tanto que decidió probar con otros ejemplos.

    Primero pensó: Todas las muñecas son juguetes.

    Eso es cierto, se dijo. Ahora, invirtámosla. Todos los juguetes son muñecas. ¡Al darla vuelta la oración era falsa! ¡Ari estaba feliz!

    Probó con otra oración. Todas las lechugas son verduras (a Ari le gustaban muchísimo las lechugas). Pero la oración invertida era falsa. ¿Todas las verduras son lechugas? ¡Claro que no!

    Ari estaba muy entusiasmado con su descubrimiento. Claro que si se hubiera dado cuenta de esto en la tarde, durante la clase de ciencias, se habría evitado la vergüenza de contestar un disparate.

    En ese momento vio a Elisa.

    Elisa también estaba en su curso, pero a Ari le pareció que ella era una de las personas que no se habían reído de él en clase. También le pareció que, si le contaba su descubrimiento, ella sería capaz de comprenderlo.

    –¡Elisa, se me acaba de ocurrir algo! –le anunció Ari, casi a gritos.

    Elisa le sonrió y se quedó esperando.

    –Cuando se invierte una oración, deja de ser verdadera –dijo Ari.

    Elisa arrugó la nariz. –¿Y por qué eso es tan maravilloso? –preguntó.

    –Mira –le dijo Ari–. Dime una oración cualquiera y te lo mostraré.

    –Pero, ¿qué tipo de oración? –respondió dudosa Elisa–.

    No puedo llegar e inventar una oración cualquiera.

    –Bueno –dijo Ari–, una oración que contenga dos clases de cosas, como perros y gatos, o helados y alimentos, o astronautas y personas.

    Elisa se puso a pensar. Luego, cuando estaba a punto de decir algo –y Ari esperaba impaciente a que dijera algo–, negó con la cabeza y siguió pensando.

    –Vamos, dos cosas, dos cosas cualesquiera –rogó Ari.

    Finalmente, Elisa se decidió y dijo –Ningún águila es un león.

    Ari tomó la oración de Elisa y, como un gato que se abalanza sobre un ovillo de lana, en un instante la tenía invertida. Ningún león es un águila. Se quedó aturdido.

    La primera oración decía, Ningún águila es un león, y era verdadera. Pero la oración invertida también lo era, porque era igualmente cierto que ningún león es un águila.

    Ari no se podía imaginar qué era lo que había funcionado mal. –Resultó con las otras… –comenzó a decir en voz baja, pero no pudo terminar la frase.

    Elisa lo miró con cara de pregunta. ¿Por qué le habría salido ella con una oración tan tonta? pensó Ari con resentimiento. Pero después pensó que, si en realidad hubiera encontrado una regla, debiera de haber resultado con las oraciones tontas y con las que no lo son. Así que, en realidad, Elisa no tenía la culpa.

    Por segunda vez en ese día, Ari sintió que había fracasado. Su único consuelo era que Elisa no se estaba riendo de él.

    –Realmente, creía haber descubierto algo –le dijo a Elisa–. ¡Realmente pensé que lo había logrado!

    –¿Trataste de comprobarlo? –preguntó ella. Sus lindos ojos negros estaban muy serios y atentos.

    –Por supuesto. Tomé oraciones como ‘todos los planetas giran alrededor del sol’, y ‘todas las muñecas son juguetes’ y ‘todas las lechugas son verduras’, y en todas ellas, cuando la última parte la ponía primero, las oraciones dejaban de ser verdaderas.

    –Pero la oración que yo te di no era como esas –dijo Elisa rápidamente–. Todas las oraciones tuyas comienzan con la palabra ‘todos’. Pero mi oración comienza con la palabra ‘ningún’.

    ¡Elisa tenía razón! Pero, ¿cómo podía una palabra cambiarlo todo? Solo podía hacer una cosa: probar con más oraciones que comenzaran con la palabra ‘ningún’.

    –Si es cierto que ningún auto es un caballo –comenzó Ari–, ¿qué pasaría con ‘ningún caballo es un auto’? –También es cierto –contestó Elisa–. Y si ‘ningún mosquito es una manzana’, también es cierto que ‘ninguna manzana es un mosquito’.

    –¡Eso es! –dijo Ari entusiasmado–. ¡Eso es! Si una oración es verdadera y comienza con la palabra ‘ningún’, la misma oración invertida también es verdadera. Pero si comienza con la palabra ‘todos’, la oración invertida es falsa.

    Ari estaba muy agradecido de Elisa por su ayuda, pero no sabía qué decir. Quería darle las gracias, pero en vez de hacer eso, murmuró algo en voz baja y se echó a correr hacia su casa.

    Entró como flecha a la cocina. Pero encontró a su mamá de pie frente al refrigerador, hablando con la vecina, la Sra. Olga. Ari no quiso interrumpir, así que se quedó parado ahí un rato, escuchando la conversación.

    La Sra. Olga estaba diciendo, –Le voy a contar algo Sra. María. La Sra. Berta, que se acaba de integrar al Centro de Padres, va todos los días a la botillería. Usted sabe lo que me preocupan aquellas infortunadas personas que no pueden parar de beber. Todos los días los veo ir a la botillería. Y por eso me pregunto si la Sra. Berta no será, bueno, usted sabe…

    –¿Si la Sra. Berta no será como ellos? –preguntó la Sra. María gentilmente.

    La Sra. Olga dijo que sí con la cabeza. De repente, algo hizo Clic en la mente de Ari.

    –Sra. Olga –dijo–, según usted, todas las personas que no pueden parar de beber son personas que van a la botillería todos los días. Pero eso no significa que todas las personas que van a la botillería todos los días son personas que no pueden parar de beber.

    –Ari –dijo su mamá–. No es un tema que te incumba.

    Además, estás interrumpiendo la conversación.

    Pero Ari se dio cuenta, por la expresión de la cara de su mamá, que ella estaba contenta con lo que él había dicho.

    Así que calladito sacó una manzana y se sentó cómodamente a comérsela, sintiéndose más contento de lo que se había sentido en muchos días.

    CAPÍTULO

    SEGUNDO

    A la mañana siguiente, mientras caminaba hacia el colegio, Ari se encontró con Toño Morales, que estaba a punto de atravesar la calle.

    –¡Oye, Toño! –lo llamó. En clases de matemáticas, Toño era casi siempre el primero en terminar los ejercicios que les daba el profesor. Ari pensó que quizás a Toño le interesaría el descubrimiento que él y Elisa habían hecho el día anterior. Así es que le contó cómo habían descubierto que las oraciones verdaderas que comienzan con ‘ningún’ se pueden invertir, pero las que comienzan con ‘todos’ no.

    –Y eso, ¿qué? –fue la respuesta de Toño.

    –¿Cómo que qué? –preguntó Ari.

    –Lo

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