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Violencia, imagen y literatura
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Libro electrónico162 páginas2 horas

Violencia, imagen y literatura

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En estos textos tratamos de preguntarnos por esta violencia que difícilmente es identificada como tal, sin embargo forma parte de nuestras relaciones sin que podamos identificar con la claridad deseada sus motivos. Su presencia en los cuentos y las novelas que trataremos nunca es explícita, tan sólo atraviesa la trama. Por tal motivo, nosotros hemo
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2021
ISBN9786074176605
Violencia, imagen y literatura
Autor

Carlos Mendiola Mejía

Carlos Mendiola Mejía es doctor en Filosofía por la UNAM. Ejerce desde 2000 como profesor investigador en la Universidad Iberoamericana. En la actualidad es director de la Revista de Filosofía de la Ibero. Entre sus publicaciones tiene El poder de juzgar en Immanuel Kant de 2008.

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    Violencia, imagen y literatura - Carlos Mendiola Mejía

    INTRODUCCIÓN

    Si tú eres el diablo, no soy quien cuenta esta historia. Ni soy Afuera en el Cobertizo, (1) así comienza la novela de Tom Spanbauer. Imaginar la violencia es el principio que guía esta obra. Aquella ante la cual no hay defensa, sólo queda tratar de desaparecer. Afuera en el Cobertizo es un muchacho quien sólo ha oído que lo llaman de esta manera. Cobertizo vive en un prostíbulo y la única manera que tiene de evitar la violencia es desaparecer. Todo el día juega Teruteru: Mis primeros recuerdos son de un juego que yo llamaba Teruteru. Jugué tanto a teruteru que llegué al punto de no ver diferencia entre el juego y yo. La verdad es que hoy en día sigo jugando a teruteru. (2) Este juego toma el nombre del pájaro Teruteru, que simula tener un ala rota para que el zorro o el coyote lo sigan y así alejarlos del nido: es un artista del engaño.

    El juego del teruteru nació de que yo buscaba algo sin saber qué estaba buscando. Lo que buscaba era teruteru. El engaño consistía en que si actuaba como si estuviera buscando teruteru, nunca encontrabas teruteru. Tenías que ser teruteru. Una cosa más sobre el juego de teruteru: si no querías que te vieran, no podían verte. No podían atrapar al pájaro, no podían encontrar su nido, no podían verme. (3)

    En los siguientes ensayos tratamos de preguntarnos por esta violencia que difícilmente es identificada como tal y que, sin embargo, forma parte de nuestras relaciones sin que podamos identificar claramente sus motivos. Su presencia en los cuentos, las novelas que trataremos nunca es explícita, tan solo atraviesa la trama. Nosotros hemos tratado de señalarla dentro de la literatura, las imágenes, las interpretaciones. A diferencia de Cobertizo, hemos tratado de estar presentes cuando esta violencia aparece.

    Agradezco a Luis Guerrero, quien aceptó este proyecto, y a Pablo Lazo, anteriores directores del Departamento de Filosofía, así como a el actual director, Francisco Castro.

    Carlos Mendiola Mejía

    1. Tom Spanbauer, El hombre que se enamoró de la luna. Trad. de Claudio López de Lamadrid. Barcelona, Aleph, 2002, p. 13.

    2. Ibid., p. 23.

    3. Ibid., p. 25.

    CASA TOMADA DE JULIO CORTÁZAR: LA VIOLENCIA ESPECTRAL

    Pablo Lazo Briones

    Departamento de Filosofía, UIA

    Dos hermanos viven tranquilamente en su amplia casa, viven de sus rentas y dedican su tiempo al ocio: ella teje con pasión, él lee libros de manera interminable. Un día imprevisto oyen ruidos extraños, algunos murmullos y pisadas en la parte del fondo de la casa. Asustado, él echa el cerrojo a un portón intermedio y declara: Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo. Con resignación pero sin pena, y sin el menor intento de echar a los intrusos, ponen el cerrojo y se autoclausuran en la parte segura de la casa. Pronto se acostumbran a vivir en la mitad disponible de la casa, cocinan en frío, inventan nuevos pasatiempos que no incluyen los objetos que quedaron en la parte tomada. Por algún tiempo creían ser felices, aun con las restricciones impuestas, él lo dice de modo revelador: Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar. (4) Pero en poco tiempo los sobresalta un nuevo ruido de pasos, más contundente, mucho más cercano, seguido de lo que parecen ser voces ahogadas en susurros, ahora de este lado de casa. Sobresaltados, echan a correr hacia la puerta de salida, con la certeza de que lo han perdido todo, sin tiempo de recoger al menos las cosas indispensables. En la calle, con la mirada triste, él echa el cerrojo a la puerta y tira la llave a una alcantarilla.

    Desde una perspectiva, el cuento de Cortázar nos abre a la preocupación respecto a la forma subrepticia que puede adoptar la violencia. Se trata de la forma predominante que adopta ésta como algo no visible, como una casa tomada por alguien que nunca se ve, que despoja de todo a sus dueños y, a la postre, los obliga a marcharse. Desde este punto de vista, interpretamos la violencia cotidiana como algo que entra en nuestra casa sin que nos demos cuenta, y ocupa nuestras vidas hasta hacernos perder lo más propio, lo que nos pertenece. Así, la metáfora de la casa tomada puede indicar la pérdida de un amplio espectro de cosas que se pretenden propias, desde los bienes y propiedades hasta la tradición cultural o la identidad de la propia cultura, de la nación y del Estado soberano. Se trata de la metáfora de la violenta invasión de lo extraño en lo propio.

    Pero esta interpretación puede pecar de cierto apresuramiento si no se toman en cuenta los detalles que da Cortázar sobre los habitantes de la casa que supuestamente está siendo usurpada. En efecto, siendo que los hermanos viven de sus rentas, que la casa es demasiado grande para ellos, que dedican su tiempo sólo a pasatiempos inocuos, la indicación es que se trata de miembros de la clase privilegiada que en tiempos del peronismo en Argentina ha dejado en la pobreza a las clases bajas de obreros y campesinos, mismos que tras el triunfo de Juan Domingo Perón en 1946 van recuperando fuerza política y poco a poco se van convirtiendo en una amenaza de penetración en la casa de la clase pudiente, esto es, constituyen una amenaza de recuperación de lo que les fue expoliado en un principio.

    Cortázar da cuenta de la amenaza que constituyen esos extraños que toman la casa, por ejemplo, con la alusión a la suciedad en la ciudad y lo difícil que es mantenerla en buen estado: Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiado polvo en el aire… . (5) Sólo los habitantes de la ciudad, los legítimos habitantes, según la perspectiva del terrateniente acomodado, saben limpiar la ciudad. El polvo y la suciedad viene de otros, los que invaden sin derecho esa ciudad limpia, aquellos que no son habitantes de ella sino intrusos, intrusos que comienzan a pulular e invadirlo todo como un polvo en el aire, como un espectro que nunca se ve pero que se presiente, diremos ya para conectar con la alegoría derridiana que explotaremos, un espectro de otro que comienza a ser temido.

    Entonces, reconsiderando este contexto político que es la clave de la alegoría que despliega el cuento, puede preguntarse: ¿pertenece de manera legítima la casa a los hermanos?, ¿no son ellos los usurpadores de un bien que debía pertenecer a otros, al menos también a otros? Dice el hermano: No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba la plata de los campos y el dinero aumentaba. (6) La interpretación de la usurpación de la casa se invierte cuando se piensa que estos otros que la toman debían ser sus legítimos ocupantes, y la expulsión de los hermanos en el desenlace de la narración es el verdadero gesto de justicia que plantea el cuento.

    Permítaseme transcribir la larga respuesta que da Julio Cortázar a Joaquín Soler Serrano en la entrevista que le hace en 1977 en el programa A fondo. Soler le pregunta: "Por ejemplo, ahí está lo de esos hermanos expulsados de su casa en Casa Tomada. Hubo un tiempo en que se dijo que ese cuento… era un cuento que quería ser como una alegoría del peronismo y de la situación en Argentina. ¿Es cierto o es una atribución de la calle?" (7)

    Cortázar responde sin dudar:

    No, no, es absolutamente cierto, sí, y fue para mí una sorpresa enterarme de que existía esa versión. Fue quizá la primera vez que yo descubrí una cosa que es muy bella en el fondo y es la posibilidad de una múltiple lectura de un texto, o sea, descubrir que hay lectores que te siguen como escritor, que se interesan en lo que tú haces, y que al mismo tiempo están leyendo tus cuentos o tus novelas desde una perspectiva totalmente diferente de la mía en el momento de escribirlas, que tienen una segunda o una tercera interpretación. Mi interpretación de ese cuento te la puedo decir, y ha sido ya dicho en otras entrevistas. Eso es el resultado de una pesadilla. Yo soñé ese cuento, sólo que no estaban los hermanos, había una sola persona que era yo, y me desplazaba… Algo que no se podía identificar me desplazaba poco a poco a lo largo de las habitaciones de una casa hasta echarme a la calle. Es decir, que había esa sensación que tienes en las pesadillas en que es el espanto total sin que nada se defina. Es simplemente el miedo en estado puro. Algo espantoso va a suceder en un segundo después, y, a veces, por suerte te despiertas antes de que eso se produzca. Bueno, en ese caso era lo mismo: había una cosa espantosa que avanzaba, indefinible, se traducía por ruidos, una sensación de amenaza que avanzaba así, entonces yo me iba creando barricadas, cerrando puertas, hasta que la última puerta era la de la calle. Y en ese momento me desperté, antes de salir a la calle, me desperté, y me acuerdo muy bien que inmediatamente me fui a la máquina de escribir y escribí el cuento de una sentada. O sea, que esa es mi lectura del cuento. Ahora, esa interpretación de que quizá yo estaba traduciendo mi reacción como argentino frente a lo que sucedía en la política no se pude excluir porque es perfectamente posible que yo haya tenido esa sensación que en la pesadilla se tradujo de una manera fantástica, de una manera simbólica. Entonces a mí me parece válida como posible explicación. (8)

    En esta respuesta están contenidos los principales soportes del andamiaje argumental que quiero levantar en este artículo: la literatura nos pone en el plano simbólico de representación de una realidad que se dice de forma oblicua mediante las imágenes narradas, pero en estas imágenes se encuentra su fuerza de penetración y transformación de las realidades sociopolíticas que encarnan. No se trata, pues, de un juego de mero divertimento y de evasión de la realidad mediante la ficción, como habitualmente se explica la literatura, sino de su necesaria representación cruzada en metáforas y alegorías que logran un impacto en el lector que, de otra manera, no se conseguiría. (9) Es a lo que se refiere Cortázar cuando insiste en la puesta en escena de la realidad social de Argentina de los años cuarenta del siglo pasado, inspirada en la redacción del cuento, en un primer momento en el lenguaje onírico de su propio sueño, y luego en el lenguaje literario que lo extiende y afina (en la entrevista, Cortázar hace referencia directa a la interpretación psicoanalítica del simbolismo onírico y del arte, que transfigura y presenta de una manera desviada los fenómenos de la realidad social).

    Pero estas herramientas literarias tienen en Casa tomada también la función de poner en juego la sensación de las pesadillas de que algo espantoso va a suceder, algo que se manifiesta como un miedo en estado puro. Esto es lo que resulta interesante articular con el tema político del otro que se infiltra en la casa. Los hermanos nunca se enfrentan a los invasores, al principio creen que pueden convivir con ellos, cada quien en su terreno, ellos en la parte de abajo, los intrusos en la parte de arriba, pero más adelante se paralizan por el miedo al comprender que ellos van avanzando, que se acercan sin ser vistos, hasta que un miedo de lo espectral los obliga a abandonar su propia casa. A lo largo de todo el cuento, ellos quedan indefinidos, y ésto no sólo por cuidar un buen recurso literario de un relato de suspenso o terror, sino que, jugando con la metáfora política de la que hablábamos, ellos se refieren al vecino innombrable, temible, incomprensible, que a pesar de su cercanía y reiterada aparición (justo

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