Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Una corona de laurel naranja. Aportaciones fundamentales de los Premios Nobel de Economia.
Una corona de laurel naranja. Aportaciones fundamentales de los Premios Nobel de Economia.
Una corona de laurel naranja. Aportaciones fundamentales de los Premios Nobel de Economia.
Libro electrónico857 páginas11 horas

Una corona de laurel naranja. Aportaciones fundamentales de los Premios Nobel de Economia.

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

En 1969 se crearon los Premios Nobel de Economía. ¿Sabrías citar el nombre de alguno de los galardonados?

 

Si lo primero que te viene a la cabeza es pensar en Adam Smith o en John Maynard Keynes, necesitas este libro. Con motivo del 50 aniversario del nacimiento del certamen, el Dr. Gómez Borrero combina en este libro dos de sus pasiones: la economía y la docencia, consiguiendo, gracias a su gran capacidad de comunicación y al enorme trabajo de documentación, presentarnos de forma concisa y clara, un perfil de cada uno de los 81 laureados en el que nos expone datos biográficos y la aportación a la economía por la que mereció el reconocimiento.

 

A través de las páginas de este libro recorremos vidas tan fascinantes como la de John Nash, a quien popularizó Russel Crowe en Una Mente Maravillosa; Paul Samuelson, de quien se dice que hacía escrito casi de todo pero lo había leído todo; Daniel Kahneman, el primer psicólogo en recibir un Premio Nobel en Economía, o Myron Scholes, de quien no es posible pensar sin acordarnos de las fórmulas de valoración de opciones. Tras leer el libro sorprende descubrir cómo muchos de los premiados con el Nobel de Economía, no son economistas, sino historiadores o incluso psicólogos. 

 

Siguiendo una estructura cronológica que comienza en 1969 y termina en el año 2018, el Dr. Gómez Borrero combina en este libro su pasión por la docencia y la divulgación científica, su experiencia profesional en la economía y las finanzas y su tremenda capacidad para comunicar.

 

Hay una razón por la que, décadas después, los alumnos del Dr Gómez Borrero siguen recordando las clases de su maestro, y se ve reflejada en cada una de las páginas de este libro. La capacidad del Profesor Gómez Borrero para presentar ideas y comunicar lo esencial de cada uno de los premiados está reflejada en cada página del libro.

 

Una corona de laurel naranja. Un libro de gran valor científico y de imprescindible lectura para cualquier economista o mente inquieta.  

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 abr 2020
ISBN9781393061090
Una corona de laurel naranja. Aportaciones fundamentales de los Premios Nobel de Economia.
Autor

José Carlos Gomez Borrero

José Carlos Gómez Borrero es Doctor Ingeniero Agrónomo y Licenciado en Económicas. La mayor parte de su vida profesional la ha dedicado al sector bancario, donde ocupó diversos puestos de responsabilidad, incluyendo la Presidencia de un banco nacional. Simultaneó durante más de dos décadas su trabajo en la entidad bancaria con la docencia en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma de Madrid. Su vocación docente le llevó a solicitar una excedencia de dos años (1981-1982) para asumir la jefatura del departamento de Teoría Económica de la Universidad de La Laguna en Tenerife. José Carlos combina en sus obras un enfoque técnico riguroso con un afán divulgador y facilitador encomiable, producto de su pasión por la enseñanza y el conocimiento. Entre sus obras encontramos trece piezas de teatro que además de entretener al lector casi siempre esconden un objetivo educativo o un propósito moralizante. Han sido publicadas por la Editorial La Mano Invisible en cuatro volúmenes titulados La Economía a Escena. En el año 2020, José Carlos sorprendió a sus lectores con la publicación de un libro íntegramente dedicado a presentar a todos los Premios Nobel de Economía, con ocasión del 50 aniversario de la institución del Premio, centrándose en sistematizar sus aportaciones fundamentales al mundo de la economía. El libro se titula Una Corona de Laurel Naranja, combinando en un ingenioso juego de palabras la idea del laurel que simboliza la excelencia y la distinción, con el color que en el protocolo académico se reserva a los graduados y posgraduados en economía. Ha sido publicado por la editorial La Mano Invisible y se encuentra disponible a través de los principales distribuidores de libros, tanto en su versión en papel como en su versión electrónica.  El Dr Gómez Borrero está casado y tiene cinco hijos y diez nietos. El autor puede ser contactado a través de correo electrónico -disponible en la contraportada de sus obras- y agradece todo el correo que recibe de sus lectores.

Lee más de José Carlos Gomez Borrero

Relacionado con Una corona de laurel naranja. Aportaciones fundamentales de los Premios Nobel de Economia.

Libros electrónicos relacionados

Liderazgo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Una corona de laurel naranja. Aportaciones fundamentales de los Premios Nobel de Economia.

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

1 clasificación1 comentario

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    Lenguaje claro para explicar conceptos que no son precisamente sencillos, el libro capta la esencia de cada uno de los Nobeles. Me ha gustado mucho su lectura.

Vista previa del libro

Una corona de laurel naranja. Aportaciones fundamentales de los Premios Nobel de Economia. - José Carlos Gomez Borrero

Una corona de laurel naranja

José Carlos Gómez Borrero

Editorial La mano invisible

Velazquez, 46 - 5º dcha

28001 Madrid (España)

(C) de la obra: José Carlos Gómez Borrero

josecarlos_gb@gmail.com

Todos los derechos reservados. All rights reserved.

Edición, diseño y maquetación: (C) Chisco de Ascanio

Cover design: (c) Chisco de Ascanio

Todos los derechos reservados. All rights reserved.

chisco.deascanio@gmail.com

Asistente de producción: Álvaro López de la Osa Gómez-Borrero

Distributed under licence. All rights reserved.

130422020 Primera edición, la Gran Cuarentena del 2020, Abril.

ISBN de la edición en papel: 978-1086112658

Este es un libro electrónico distribuido a través de vendedores internacionales. El formato puede diferir significativamente de la edición en papel. Algunas imágenes pueden verse mas grandes o mas pequeñas en algunos lectores de libros electrónicos, o no verse en absoluto. Aunque hemos tratado por todos los medios de ser fieles a la edición en papel, el medio electrónico tiene todavía lmitaciones que, que os voy a contar, seguro este no es vuestro primer eBook. Gracias por comprar nuestros productos.

Una corona de laurel naranja

Aportaciones fundamentales de los Premios Nobel de Economía.

Un recorrido a través de los premiados con el Nobel de Economía para conmemorar los cincuenta años de la creación del galardón.

José Carlos Gómez Borrero

Editorial La Mano invisible

Contenidos

Introducción

Prólogo

Jan Tinbergen

Ragnar Frisch

Paul Samuelson

Simon Kuznets

John Hicks

Kenneth Arrow

Wassily Leontief

Friedrich von Hayek

Gunnar Myrdal

Leonid Kantórovich

Tjalling Koopmans

Milton Friedman

Bertil Ohlin

James Meade

Herbert Simon

Arthur Lewis

Theodore Schultz

Lawrence Klein

James Tobin

George Stigler

Gérard Debreu

Richard Stone

Franco Modigliani

James Buchanan

Robert Solow

Maurice Allais

Trygve Haavelmo

Harry Markowitz

Merton Miller

William Sharpe

Ronald Coase

Gary Becker

Douglass North

Robert Fogel

John Nash

John Harsanyi

Richard Selten

Robert Lucas

James Mirrlees

William Vickrey

Myron Scholes

Robert Merton

Amartya Sen

Robert Mundell

Daniel McFadden

James Heckman

George Akerlof

Joseph Stiglitz

Michael Spence

Daniel Kahneman

Vernon Smith

Clive Granger

Robert Engle

Edward Prescott

Finn Kydland

Robert Aumann

Thomas Schelling

Edmund Phelps

Eric Maskin

Leonid Hurwicz

Roger Myerson

Paul Krugman

Elinor Ostrom

Oliver Williamson

Christopher Pissarides

Dale Mortensen

Peter Diamond

Christopher Sims

Thomas Sargent

Alvin Roth

Lloyd Shapley

Eugene Fama

Lars Peter Hansen

Robert Shiller

Jean Tirole

Angus Deaton

Bengt Holmström

Oliver Hart

Richard Thaler

William Nordhaus

Paul Romer

Introducción

Una corona de laurel naranja

Una corona de laurel naranja es el título del próximo trabajo de José Carlos Gómez Borrero, un autor prolífico que abandona temporalmente el campo del drama teatral, donde tradicionalmente se ha movido como pez en el agua, para adentrarse en la prosa tradicional con una obra que busca homenajear a los premios Nobel de Economía con motivo del 50 aniversario de la instauración de este prestigioso galardón.

La primera vez que le oí hablar de este proyecto, el Dr. Gómez Borrero comentaba sorprendido cómo, cuando les preguntaba al inicio del curso, ninguno de sus alumnos de la Facultad de Económicas era capaz de mencionar el nombre de algún Premio Nobel de Economía, a pesar de estar cursando unos estudios cuyos máximos exponentes intelectuales están habitualmente entre los galardonados. Él mismo no se excluía de forma tajante de ese grupo, y al acercarse la quincuagésima efeméride desde su creación se planteaba si tendría sentido escribir un perfil breve, afilado y preciso sobre cada uno de ellos que pudiese ayudar a los alumnos y estudiosos del tema a cubrir esta laguna.

En las tertulias de su casa en Ayala frecuentemente preguntaba a cuantos amigos, colaboradores y familiares participaban en ellas sobre si una obra así tendría algún interés para el público. Conocedor de la facilidad con la que mediante cualquier dispositivo conectado es posible acceder a mas información que la que es humanamente posible procesar no quería embarcarse, así por así, en un proyecto tan ambicioso. Pronto las tertulias y reuniones con José Carlos se salpicaron con anécdotas y detalles de los autores de los que comenzaba a documentarse, siendo posible saber con cuál de ellos estaba trabajando en función del contenido de sus comentarios y anécdotas. La disciplina e intensidad con la que se sumergió en la fase de documentación recordaba la de su etapa doctoral. ¿Qué le regalamos estas navidades? No había duda. Uno o varios libros sobre alguno de los premios Nobel de los que se planteaba escribir.

Al poco tiempo comenzaron a llegar las primeras cuartillas. Cualquier duda que nos pudiera quedar respecto al interés del proyecto se disipó nada mas leerlas. Recibir un correo electrónico con el nombre de un premiado como encabezado era sinónimo de abrirlo y leerlo de corrido y sin parar. Al leerlos te dabas cuenta que no estabas meramente acumulando datos biográficos, y en cada punto y aparte te sorprendía algo añadido por el Profesor Gómez Borrero. La sensación tras leer uno era que te sabía a poco. Los méritos de Friedman, Ohlin, Kahneman, Sen y muchos otros nos han ido acompañando desde entonces con frecuencia y regularidad casi de maquinaria suiza, sin prisa, pero sin pausa, a cualquier hora del día o de la noche, desde hace meses. En cada una de las líneas dedicadas a un autor es posible escuchar a José Carlos aportando sus acertados, ingeniosos y otras veces críticos comentarios sobre las teorías del premiado, su biografía o la forma cómo ese autor contribuyó a cambiar el pensamiento económico o nuestro entendimiento del mismo. Definitivamente hay algo de él en cada uno de los perfiles de estos autores.

Fue muy fácil animar a José Carlos -casi urgirle- a que acometiese este proyecto. Una de aquellas tardes y tras un delicioso almuerzo en compañía de su mujer Pilar y de su hija Paloma hicimos una tormenta de ideas para buscarle un título, el que encabeza estas páginas. No puedo dejar de desear que este proyecto sea sin duda una corona de laurel con la que culmine una vida dedicada a la banca, las finanzas y a la enseñanza de la economía, de la que ha hecho su pasión y guía durante décadas. Espero que disfrutéis de su lectura.

Chisco de Ascanio

Prólogo

Una corona de laurel naranja

Hace ya más de treinta años, se me ocurrió plantear un examen el primer día de clase a los alumnos del segundo curso de la licenciatura. Las protestas fueron inmediatas y tuve que aclarar rápidamente que se trataba de un examen de conciencia. Calmados los ánimos y después de pedirles que me indicasen los libros de economía que habían leído en los últimos años- no valían los manuales de texto-, les formulé la segunda pregunta. Ésta consistía en que apuntaran el nombre de los premios Nobel de economía que recordasen.

Justifiqué mi petición en que, puesto que estudiaban esta carrera y pretendían vivir de ella, parecía lógico que estuvieran interesados en conocer quiénes eran los grandes referentes de la profesión. De la misma forma que los aficionados al fútbol saben quiénes son Pelé, Di´Stefano, Maradona, o Messi, tampoco era descabellado suponer que ellos estuviesen interesados en conocer lo que habían dicho, o estaban diciendo, los que abrían el camino de su futuro laboral.

El resultado de la segunda pregunta fue casi tan decepcionante como el de la primera, aunque en esta ocasión al menos algunos mencionaron a Adam Smith, a David Ricardo y a Keynes, que, a pesar de que no recibieron el premio Nobel, sin duda lo habrían merecido.

Años más tarde, recordando aquella ocurrencia de juventud, me sorprendí al descubrir que ahora era yo el que no conocía quiénes eran y por qué se les había concedido el Nobel a los nuevos galardonados con el premio, además de que de los antiguos mis recuerdos estaban algo oxidados. Fue entonces cuando decidí acudir al rescate del tiempo perdido y responder a la arrogancia de aquel examen, con el humilde propósito de estudiar las aportaciones de los insignes economistas cuyas semblanzas se pueden consultar a continuación.

Se daba además la circunstancia de que en esa fecha se cumplían cincuenta años desde que el Banco de Suecia instituyese el premio de Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel. Por otra parte, un quincuagésimo aniversario era una efeméride suficientemente rotunda como para hacer un alto en el camino, tomar aliento y repasar las contribuciones académicas que se habían producido durante este medio siglo.

Al iniciar esta tarea no me imaginaba lo absorbente y apasionante que podía llegar a ser. Las trayectorias y el recuerdo de la obra de los 81 personajes que han sido distinguidos, hasta ahora, con un premio tan prestigioso, puede que no interesen a mucha gente, pero lo que sí puedo asegurar es que a mí sí que me han fascinado sus vidas y sus ideas. Han sido catorce meses de búsqueda de información, de lectura intensa de sus principales publicaciones, de visualización de videos, conferencias y entrevistas colgadas en internet o reproducidas en la prensa. En fin, una profunda zambullida en el mundo académico, que por supuesto apenas supone una mínima parte de lo que han publicado o se ha escrito sobre estas espléndidas cabezas.

Lo que he pretendido con este trabajo es acercar el pensamiento de estos ilustres personajes a la mayoría del gran público, procurando que sus ideas fuesen asequibles a los ajenos a la profesión y despierten en cualquiera que los lean el interés por profundizar en los conceptos y ampliar los planteamientos que han merecido ser destacados con tan brillante distinción.

Es verdad que en esta relación no están todos los que son, pero desde luego son todos los que están. Faltan algunos que se marcharon de este mundo antes de recibirlo, y otros, que lo merecieron, y aún lo merecen, y que, dado que no puede concederse a más de tres candidatos cada año, permanecen en un olvido injusto.

Todos los premiados son magníficos intelectuales y el ordenarlos por orden de importancia o notoriedad, aparte de subjetivo, sería claramente improcedente. El hacerlo por orden del año de concesión tiene el inconveniente de ofrecer una cierta redundancia, pues los motivos de distinción responden en gran medida a la preocupación por los temas relevantes del momento. Así, encontramos la fase de la Econometría, la de la Teoría de Juegos, La de la Economía de la Pobreza y, últimamente la relativa al cambio climático, la Innovación y el reto tecnológico.

Pero a pesar de la reiteración que resultaría leer sucesivamente a unos Nobeles que hablaban de lo mismo, aunque de diversas formas, creo que hay una ventaja de presentarlos precisamente en orden cronológico, y es el que finalmente he elegido.

No debo extenderme más, pues supongo al lector deseando entrar cuanto antes en el meollo de este libro, que lo constituyen sus auténticos protagonistas. Solo me queda manifestar mi agradecimiento a todos los que me han animado en este largo peregrinar de análisis y estudios. Citarlos a todos supondría una relación larguísima de amigos y conocidos que han soportado impertérritos mis peticiones de ayuda y consejo. Gracias a todos. Sin embargo, es de justicia recordar especialmente a mi entorno familiar, a mi mujer, Pilar, a mis hijos: José Manuel, Pilar, Paloma, Alberto y Victoria, que han seguido ilusionados la cuenta atrás de estos 81 relatos y han asistido estoicamente a mis casi monográficas conversaciones. Además, se han sentido obligados- unos más que otros- a leer, corregir y comentar las diferentes versiones de cada laureado. Por supuesto, tampoco puedo dejar de mencionar a mi editor, Francisco de Ascanio, constante animador de este proyecto, sin cuyo trabajo y dedicación la publicación de estas páginas habría permanecido en el limbo de las buenas intenciones.

Ya he mencionado la gran cantidad de fuentes de consulta existentes, pero en cuanto a ediciones específicas sobre el tema, solamente he encontrado cuatro libros editados en castellano; los escritos por Dominique Roux (Akal), Jóao César Das Neves (Pirámide), Ignacio Ferrero (Dossat) y Juan Carlos de Pablo (Sudamericana). Por supuesto he leído los cuatro y he apreciado sus diferentes aproximaciones al tema. El que ahora saco a la luz los actualiza con las concesiones de los últimos años y pretende aportar un enfoque diferente y complementario. En cualquier caso, la responsabilidad por los posibles errores y omisiones cometidos me corresponden en exclusiva.

José Carlos Gómez Borrero

Madrid. Diciembre de 2019

Premios Nobel de Economía

1969-2018

Jan Tinbergen

Premio Nobel de Economía 1969

Foto: Anefo / Croes, R.C. This file is made available under the Creative Commons CC0 1.0 Universal Public Domain Dedication.

Ciclos como telarañas

Al holandés Jan Tinbergen y al noruego Ragnar Frisch les corresponde el honor de inaugurar el medallero de los premios Nobel de economía. Una distinción que después de cincuenta años solo pueden exhibir las 81 personas que han conseguido subirse a tan prestigioso pódium. Todos ellos tienen su comentario específico a lo largo de esta relación de semblanzas, pero el hecho de haber sido elegidos en la primera votación para la concesión de este premio indica la talla de los galardonados. También cabe destacar la importancia que se daba en estos años a los planteamientos cuantitativos y a los esfuerzos que estaba realizando la profesión para pasar de construcciones teóricas, más o menos literarias, a verificaciones empíricas, con la utilización de numerosos datos, analizados con la ayuda de un fuerte aparato matemático y estadístico.

Tinbergen es uno de los principales pioneros de la Econometría y un abanderado de la necesidad de descubrir las razones de cualquier fenómeno empezando por los resultados. Dicho de otra manera, aunque pueda resultar muy atractivo estudiar las causas para deducir sus efectos, Tinbergen y los económetras en general parten de los resultados y a partir de ellos tratan de encontrar las razones que los provocaron.

De acuerdo con este planteamiento, Tinbergen procede a desarrollar su carrera de economista en la que se pueden distinguir tres etapas. La primera dedicada al análisis de datos, con una especial atención al estudio de los ciclos económicos, la segunda en la que aborda los problemas relacionados con la planificación del desarrollo y una tercera en la que se adentra en consideraciones de política económica que culminan con el conocido como Teorema de Tinbergen.

Desde el punto de vista humano, Tinbergen fue encarcelado en 1927 por negarse a hacer el servicio militar. No cabe acusarle de cobardía, pues aparte de que su objeción se producía durante uno de los raros periodos de paz europea de la primera mitad del siglo XX, demostró su valentía cuando, encontrándose su Holanda natal ocupada por el ejército nazi, se atrevió a publicar en una revista alemana un estudio académico en el que deliberadamente citaba como fuente de autoridad a numerosos investigadores judíos.

Tinbergen solía desplazarse en bicicleta y le gustaba conducir tranvías, algo que no supone gran mérito en un sitio tan llano como los Países Bajos. Posiblemente no habría despreciado tanto a los vehículos motorizados si hubiera vivido en ciudades como San Francisco, a pesar de sus tranvías, o si tuviese que moverse por las empinadas calles de la imperial Toledo, que por supuesto nunca dispondrá de este servicio de transporte público.

Los ciclos, la telaraña y los petroleros

No vamos a insistir aquí en lo que significan para la economía los trabajos econométricos, de ello hablaremos cuando nos refiramos a otros Nobel como Debreu, Klein, Haavelmo, Engle o Granger. En Tinbergen destacaremos sus trabajos relacionados con los ciclos económicos, de los que él identificó catorce entre las invasiones napoleónicas y la Primera Guerra Mundial, cada uno de ellos con una duración aproximada de ocho años.

Sin embargo, después de constatar las analogías de estos períodos, como fruto de sus observaciones se interesó por comprobar la racionalidad del llamado ciclo o teorema de la telaraña, que analiza el proceso de ajustes temporales entre la oferta y la demanda de determinados productos y la dinámica que desencadenan los retrasos más o menos largos con los que reaccionan productores y consumidores cuando las respuestas no pueden ser inmediatas.

De estos ciclos quizás los más populares son el relativo al ganado porcino y el conocido como ciclo de los petroleros, también llamado de la construcción naval. Cada uno de ellos es el exponente de una reacción diferente; en el primer caso rápida y explosiva y en el segundo lenta y de gran duración. El ciclo del ganado de cerda se inicia con la subida del precio de la carne de estos animales, tal vez debida a la aparición en alguna zona de una súbita epidemia, a lo que los ganaderos de porcino no pueden reaccionar con un inmediato crecimiento de la oferta, pues esta clase de ganado precisa de un periodo de gestación de tres meses tres semanas y tres días para que las cerdas alumbren una camada de seis o siete ejemplares. Durante todo este periodo de gestación y de maduración de los lechones, los precios siguen estando altos, pero cuando los nuevos animales salen al mercado los precios del porcino se desploman bruscamente, hasta el extremo de que los ganaderos sacrifican a las hembras fértiles, pues su precio no compensa el pienso que consumen diariamente.

Esta actuación será la causa de una futura elevación de los precios ante la nueva escasez de la oferta. El esquema que dibuja este proceso, con una demanda elástica, entre otras razones por la fácil sustitución del porcino por otras ofertas cárnicas, unido a una oferta rígida de animales, que una vez en su peso de sacrificio no generan ningún beneficio adicional y sí un coste diario ineludible, es lo que forma el consabido movimiento de ajuste parecido a una tela de araña.

De forma análoga, aunque por motivos diferentes, cuando los fletes están baratos, como consecuencia tal vez de una escasa actividad económica, no es fácil que alguien se arriesgue a realizar costosísimas inversiones en la construcción de buques, qué, entre proyecto, permanencia en el astillero y pruebas de navegación, pueden pasar más de dos años desde el momento en que el armador decide iniciar semejante aventura. En este caso la demanda de fletes es muy rígida, mientras la oferta es más elástica y reacciona con mayores retrasos. También en este caso el proceso de acomodación temporal dibuja otra tela de araña, aunque aquí la tendencia hacia el equilibrio es más problemática que en el caso del ganado porcino. Tinbergen analizó la existencia de estos y otros ciclos con la ayuda de multitud de datos y reconocía que una política anticíclica era muy difícil de implementar y de que fuese aceptada por los propios involucrados, pues equivalía a que, en plena fiesta, cuando más animada estuviese la reunión, el anfitrión apagara la música y retirase el alcohol. Por el lado contrario, Tinbergen se anticipó a Keynes y proponía animar una demanda insuficiente, pues decía que el sastre no compraba al zapatero, porque el zapatero no le podía encargar un traje. He ahí una precoz definición de la demanda efectiva.

Planificar el desarrollo y qué tecnologías aplicar

Tinbergen acumuló una notable experiencia con la reconstrucción de su país al término de la Segunda Guerra Mundial. Eso, unido a su sólida formación matemática, le condujeron a especializarse en la planificación del desarrollo. En un país devastado por la guerra estaba casi todo por hacer, pero era necesario saber por dónde empezar, establecer prioridades y reconocer cuales eran los cuellos de botella que había que desatascar.

No obstante, las prioridades no tienen que ser las mismas en todos los casos y su asesoramiento a numerosos países en vías de desarrollo le llevaron a distinguir las diferentes estrategias a seguir en cada uno de ellos. Es verdad que una máquina puede hacer las cosas mejor, más rápido y más eficazmente que un obrero no especializado, pero recolectar con cosechadora y hacer carreteras con sofisticada maquinaria de obras públicas puede ser contraproducente en un país con exceso de mano de obra que necesita una ocupación. La fase de los segadores y de los peones camineros puede ser necesaria durante una primera época. Los robots y la alta tecnología, por lo menos algunos de ellos, deberían llegar algo más tarde.

Tinbergen fue por lo tanto un holandés errante que viajó por Turquía, Venezuela, Surinam, Pakistán, los emiratos árabes, etc. impartiendo lecciones de desarrollo regional, de lo cual era un maestro indiscutible. Una actividad que siguió ejerciendo incluso después de haber recibido el premio Nobel, llegando a ser nombrado director del Comité de las Naciones Unidas para la Planificación del Desarrollo hasta su jubilación en 1975.

El teorema de Tinbergen

Finalmente, la tercera vertiente destacable de su actividad académica se refiere a sus recomendaciones de política económica, de las que su exponente más notorio es el teorema que lleva su nombre.

Tinbergen asegura que en economía no existen varitas mágicas ni recetas milagrosas que curen a la vez todos los males imaginables. De las múltiples ecuaciones que relacionan los diferentes parámetros de la actividad económica, su aludido teorema afirma que para conseguir un número n de objetivos, son necesarias, al menos, otras n medidas de política económica. Así, si se pretende conseguir el pleno empleo, la estabilidad de precios y el equilibrio exterior, la política económica tendría que implementar por lo menos otras tres acciones específicas para solventar los tres objetivos señalados.

La resolución de este sistema de ecuaciones nos advierte de que no todo es bueno para todo. El pleno empleo puede generar tensiones inflacionistas y una política cambiaria laxa puede producir desequilibrios de la balanza de pagos. Como diría un castizo: lo que es bueno para el bazo es malo para el espinazo, algo que Tinbergen proclama de forma mucho más académica, pero no menos contundente.

Para terminar con este apartado reproducimos aquí las cuatro recomendaciones que, basándose en su aquilatada experiencia, se atreve a formular a los aspirantes a investigador: 1.- Renuncie al dogmatismo y a las ideas preconcebidas. 2.-Permanezca cerca de los datos, los hechos siempre tienen razón. 3.-Busque la conexión con otras disciplinas; lo dice un físico que profesó en economía apoyándose en las matemáticas y 4.- No se ande por las ramas y dedíquese a los temas relevantes.

Tinbergen se quejaba de que se publicaban demasiadas cosas y además adornadas con excesiva verborrea ociosa. Abogaba por lo tanto a que, en lugar de redactar páginas de relleno, se limitasen los artículos a publicar resúmenes, o mejor aún, a destacar solamente lo que supusiese una auténtica novedad. Después de este alegato, este hombre, que murió con 91 años, se permitía el lujo de publicar artículos importantes cuando solo contaba con 89 magníficos y lúcidos años.

Ragnar Frisch

Premio Nobel de Economía 1969

Photo credit–Foto: Unknown. Public Domain.

La Econometría distinguida con el primer premio Nobel de economía

El primer premio Nobel de Economía, establecido para conmemorar el 300 aniversario de la fundación del Banco de Suecia, fue concedido conjuntamente en 1969 al noruego Ragnar Frisch y al holandés Jan Tinbergen por sus estudios sobre la aplicación de los modelos dinámicos al análisis de los procesos económicos.

En esta primera edición, el comité encargado de conceder el Nobel quiso premiar a los pioneros en integrar las matemáticas en la formulación de la teoría económica. Concretamente, a Ragnar Frisch se le considera el padre de una técnica, a la que él mismo bautizó con el nombre de Econometría. Su sólida formación matemática, unida a la aplicación de la estadística, dieron lugar a una nueva forma de interpretar los fenómenos económicos. A partir de entonces los adjetivos mucho, poco o regular, pasaron a ser sustituidos por coeficientes y cantidades que establecían relaciones y magnitudes formales y no simples juicios de valor.

La Econometría

La metodología empleada por Frisch presenta la novedad del aparente contrasentido de comenzar las cosas por el final. Si hasta entonces se buscaban las consecuencias de una determinada actuación, por ejemplo, que pasaba cuando se aumentaba un impuesto, lo que hacen los económetras es recopilar datos objetivos, para después tratar de explicar por qué se habían producido esos resultados.

La Econometría no pretende ser racionalista a priori, se limita a constatar hechos sin prejuzgarlos. Reconoce paladinamente que la realidad está de acuerdo consigo misma y trata de encontrar las razones que han conducido a ese desenlace final. Reivindica de alguna manera los descubrimientos y la ciencia de la antigüedad, que por medio de la observación de fenómenos recurrentes llegaron a establecer hitos tan importantes como el calendario y a predecir las crecidas del Nilo o las fases de la luna.

Ragnar Frisch fundó en 1930 la Sociedad Econométrica y dos años más tarde la revista Econométrica, de la que fue su redactor jefe durante 22 años. En ella se han publicado ininterrumpidamente trabajos de gran seriedad, que tenían que superar el rigor académico de un Frisch enérgico y vehemente. Exigía en todo lo que publicaba comprobaciones exhaustivas de los datos recogidos y no consentía interpretaciones frívolas con apariencias pseudocientíficas.

En este sentido, llamaba playometría a la pretensión de ocultar la ignorancia con la exhibición de un sofisticado aparato matemático, para deslumbrar al profano y adornarse con una inmerecida aureola de saber. El nivel de exigencia que aplicaba a sus propios trabajos supuso que algunos de los cerca de cuatrocientos artículos que escribió en su vida no vieran la luz hasta bastantes años después, pues repasaba y repasaba sus contenidos antes de hacer públicas sus proposiciones.

El prestigio alcanzado por Frisch era incuestionable, así como las expectativas depositadas en la nueva metodología, esperanzas que en gran parte fueron defraudadas al pretender aplicarla a prácticamente todo y de una forma excesivamente simplificada. El hecho de que aparezca un fenómeno después de otro no siempre constituye una relación de causa a efecto. El propio Frisch lo explicaba en su discurso posterior a la concesión del Nobel: El profesor Louis Álvarez, premio Nobel de Física de 1968, puede afirmar sin temor a equivocarse que, si aplicamos una fuente de calor a un cuerpo, éste empezará a estar más caliente. Sin embargo, en la economía intervienen tantos factores imprevisibles, aparte de que la materia prima con la que trabajamos son las personas, que no es fácil proponer lo que hay que hacer para mejorar las condiciones de la gente. Frisch se estaba refiriendo en aquella ocasión a la India y por supuesto la traducción que he hecho de la cita no es literal.

Además de acuñar la palabra Econometría, se le atribuye el haber diferenciado entre micro y macroeconomía, el establecer la distinción entre economía estática y dinámica, así como la existencia de variables endógenas y exógenas.

Del grado de responsabilidad y exigencia de su trabajo da cuenta la expulsión del país que tuvo que sufrir, cuando asesorando al gobierno egipcio, Frisch le comunicó al presidente Nasser que su ministro de planificación, además de incompetente, no era de fiar. El que conociese a Frisch no dudaría ni por un momento de la autenticidad de su diagnóstico, pero lo que no debió tener en cuenta el primer Nobel de Economía, es que, por encima de ello, el susodicho ministro era amigo personal del Rais.

El que paga la música en este caso no escoge las canciones

Aprovechando la circunstancia de que fuese un académico escandinavo el primer Nobel de Economía, me ha parecido oportuno salir al paso de posibles suspicacias, que acusen de favoritismo hacía los economistas de aquellas latitudes al jurado que otorga tan apreciado galardón. Hasta ahora de los 81 premiados solo son seis los que pertenecen a esos países, y de ellos, ni Dinamarca ni Islandia han conseguido colocar a ningún compatriota en tan deseado pódium.

Por otra parte, los seis premiados gozan de un prestigio incuestionable y ni a los suecos Bertil Ohlin o Gunnar Myrdal, al finlandés Bengt Holmström, o a los noruegos que acompañan a Frisch, Finn Kydland o Trygve Haavelmo, cabe ponerles ningún reparo.

El procedimiento

En el mes de Octubre, el comité Nobel solicita candidatos a unos 75 departamentos de Economía de distintas universidades de todo el mundo, entre ellas a todas las de Escandinavia. Además, cada año invita a otras seis universidades distintas para que ofrezcan su opinión. También son consultados los anteriores Nobel que sigan vivos-37 en la actualidad-, así como a una serie de científicos que el comité considere que su actividad pueda estar relacionada de alguna manera con el entorno económico.

Las candidaturas recibidas, acompañadas de sus respectivas exposiciones de méritos, son estudiadas por una comisión de la Real Academia Sueca de las Ciencias, que decidirá entre ellas. El máximo de candidaturas recibidas correspondió al año 1992, donde Gary Becker tuvo que competir con otros 143 colegas. Curiosamente, el menor número de candidatos se produjo precisamente en la convocatoria de 1969, tal vez por ser la primera vez que se concedía el premio y pilló desprevenidos a los electores. En esta ocasión solo fueron 30 los que optaron al generoso cheque, equivalente a un millón de dólares, con el que está dotado el Nobel de Economía.

Cabe decir también, que su reglamento permite conceder el premio cada año a un máximo de tres personas, aunque en el caso de ser más de uno los premiados, el dinero debe ser repartido entre ellos a partes iguales. Todo lo relativo a la concesión debe permanecer en secreto hasta que hayan transcurrido cincuenta años, así como la curiosa y tal vez ingenua disposición de que ninguno de los consultados puede proponerse a sí mismo.

Hoy, pasados ya esos cincuenta años, esperemos que el comité Nobel nos dé a conocer el nombre de esos 28 economistas que compitieron con Ragnar Frisch y con Jan Tinbergen en aquella primera elección. Empezaremos a conocer así a todos aquellos profesionales que se quedaron con la miel en los labios y que sin duda también serían merecedores de saborear las mieles del triunfo que solo han podido conocer en medio siglo 81 personas.

Paul Samuelson

Premio Nobel de Economía 1970

Photo credit: Innovation & Business Architectures, Inc. This file is licensed under the Creative Commons Attribution 1.0 Generic license.

El gran profesor, maestro de economistas

Probablemente sea Samuelson el más conocido de todos los distinguidos con el premio Nobel de Economía. Las razones de esa popularidad no solo se deben a sus extraordinarias aportaciones para el avance y comprensión de la ciencia económica, sino porque durante toda la segunda mitad del siglo XX, cualquier licenciado en Economía que se precie es muy posible que velase sus primeras armas sobre el libro que escribió Samuelson para los que se iniciaban en esta disciplina.

El Samuelson y la John Bates

De su Introducción al Análisis Económico, editado por primera vez en 1948, cuando Samuelson tenía 33 años, se han vendido cuatro millones de ejemplares y se ha traducido a cuarenta idiomas. En sus setecientas páginas se acerca al profano en la materia hasta los más variados problemas económicos, o como definía él la Economía a comprobar como los individuos y las sociedades utilizan los recursos escasos para producir y distribuir mercancías valiosas.

Una escasez que exige elegir entre producir cañones o mantequilla, y unas alternativas que nos conducen a través del concepto de preferencias reveladas a las curvas de indiferencia, o que nos explica el porqué de los ciclos, el multiplicador bancario, la estática comparativa, la oferta, la demanda, la competencia o los monopolios.

No contento con el éxito editorial de su manual, lo amplió en 1983 con otras trescientas páginas para poner al día los adelantos que se habían producido durante los últimos treinta y cinco años. Porque Samuelson murió al pie del cañón y con 94 años todavía se permitía dar entrevistas, o escribir alguna colaboración en su revista de siempre, el Newsweek, en la que publicó más de doscientos artículos. De él se ha dicho que había escrito sobre casi todo, pero que leer, lo había leído todo.

Se comenta que su célebre manual, El Samuelson, es consecuencia de su peripecia familiar. Después de sus tres hijos varones y tal vez con la esperanza de que llegase una niña, se encontró de golpe con la duplicación de sus vástagos en forma del nacimiento de trillizos; una circunstancia que le obligaba a realizar múltiples economías, pues comentaba que solo su presupuesto en pañales se había elevado de repente hasta más de cien unidades a la semana.

Su capacidad de trabajo y la notoriedad de la que daban cuenta la multitud de alumnos que habían aprendido a moverse en este mundo a través de su magisterio, hizo que cuando se instauró en 1969 el premio Nobel de Economía, y después de conceder el primero de ellos a los pioneros de la Econometría, el noruego Ragnar Frisch y el holandés Jan Tinbergen, al siguiente año resultaba inevitable que de todos los candidatos que permanecían remansados a la espera de su galardón, el que todo el mundo tenía en la mente era el de Paul Anthony Samuelson.

Por otra parte y para los que les guste pronosticar quienes serán los próximos laureados con el Nobel de la Economía, unas quinielas que se intensifican cuando llega Octubre, mes en el que se falla el premio, les voy a sugerir un método de adivinación bastante fiable. Desde 1947 la Asociación Estadounidense de Economía concede la John Bates Clark medal al norteamericano que con menos de cuarenta años haya hecho una gran contribución al pensamiento económico. Pues bien, durante los primeros veinte años se concedieron diez de estas medallas y, curiosamente algunos años más tarde siete de ellos alcanzaron el premio Nobel de Economía. Lo comento aquí porque Samuelson fue el primero en recibirla en 1947, ostentando hasta ahora el record de precocidad pues se le concedió cuando solo tenía 32 años.

Después de estos siete magníficos otros cinco más han alcanzado ambas distinciones, pero aún queda tiempo para que estos jóvenes talentos lleguen al máximo reconocimiento de la profesión. El último ha sido Paul Krugman, John Bates medal de 1991 y Nobel del 2008, aunque previamente, la clarividencia de la Fundación Príncipe de Asturias le concedió su premio de Ciencias Sociales en 2004.

El teorema de la autopista, la estática comparativa y los ciclos

Reseñar todas las aportaciones de Samuelson al mundo de la economía y de la política sería demasiado largo para el propósito de estas semblanzas; sin embargo, queremos dejar constancia de algunas muestras de su trabajo, aconsejando que aquellos que quieran completar esta muestra de referencias, evidentemente subjetiva, lean, o vuelvan a leer, la última versión de su Introducción a la Economía. Estoy seguro que no quedarán defraudados.

Se dice que Samuelson es el último keynesiano, o el primer postkeynesiano, pero en realidad lo que hizo fue realizar una síntesis entre la ortodoxia neoclásica y el intervencionismo estatal del keynesianismo. Como prueba de ello se puede aducir que siendo asesor del presidente Kennedy le aconsejó bajar los impuestos, algo que no pudo llevar a cabo el presidente asesinado, pero que sí realizó su sucesor Lyndon Johnson y a lo que se atribuye gran parte de la expansión americana de los años sesenta. Que un militante del partido demócrata americano aconseje reducir el gasto y bajar los impuestos no deja de ser una prueba de valentía y de independencia de criterio.

En cuanto a los tres ejemplos escogidos para recordar las enseñanzas de nuestro Nobel, los tres demuestran la sencillez y el sentido común de las propuestas de este gran maestro. El Teorema de la Autopista, The Turnpike Teorem plantea la mejor forma de alcanzar un cierto nivel de desarrollo, o si lo prefieren, de que los países menos avanzados recuperen un relativo retraso. Para ello nos pregunta qué haríamos nosotros si tenemos por delante un largo viaje y queremos llegar lo antes posible. Ante el mapa de carreteras podemos programar el trayecto más corto, aunque tengamos que atravesar puertos de montaña y conducir por peligrosos caminos sinuosos, o acercarnos rápidamente por una autopista hasta una salida próxima a nuestro destino final, recorriendo más kilómetros, pero en menos tiempo y reduciendo los tramos conflictivos solamente a los muy cercanos al destino final.

La analogía con los países en vías de desarrollo resulta oportuna. Busquemos, dice Samuelson, los factores limitantes que entorpecen los movimientos positivos y que dificultan el arranque y el avanzar. Cuando superemos esas barreras principales estaremos en condiciones de atacar de cerca los obstáculos que nos cierran el camino y que desde nuestra posición de partida no comprendemos, o se nos antojan tan inalcanzables y tan lejanos. No nos empeñemos en solucionar lo accesorio sin haber resuelto primero lo fundamental.

Lo de la estática comparativa no es más que la aplicación a la economía de lo que ya los romanos habían descubierto con el nombre de los ceteris paribus, es decir, dejando todo lo demás igual. Si pretendemos relacionar todo con todo, como ocurre en la realidad, nos perderíamos dentro de un laberinto del que no podríamos sacar grandes cosas en limpio. Sin embargo, si dejamos todo igual menos un par de cosas como son el precio de la carne y el consumo que se hace de ella, estaríamos avanzando por el camino de las preferencias reveladas hasta la curva de demanda, la de oferta, las curvas de indiferencia, la teoría del consumo y desde allí hasta bastantes etcéteras.

Finalmente, la teoría de los ciclos nos la explica Samuelson con la ayuda del multiplicador y del acelerador; con similitudes evidentes con las vicisitudes que sufren los automovilistas en las carreteras. Si por cualquier circunstancia aumenta la demanda de un producto, las fábricas se ampliarán para satisfacerla. Se comprarán nuevas máquinas, que a su vez habrá que fabricarlas, se contratará más personal y los dueños de estos negocios tendrán más beneficios que les animará a incrementar su consumo. Por el contrario, si la demanda se para, se despide a la gente, no se invierte pues existe capacidad ociosa y la gente se aprieta el cinturón del consumo.

Las consecuencias son inevitables y cualquier cambio en la situación de partida se transforma en aceleraciones y

¿Disfrutas la vista previa?
Página 1 de 1