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Espectros: Antología (no convencional) de periodismo narrativo cubano
Espectros: Antología (no convencional) de periodismo narrativo cubano
Espectros: Antología (no convencional) de periodismo narrativo cubano
Libro electrónico498 páginas6 horas

Espectros: Antología (no convencional) de periodismo narrativo cubano

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El teórico Marc Weingarten sostiene que la crónica, el perfil y el reportaje surgieron por una necesidad histórica. Los datos convencionales se quedaban cortos a la hora de cubrir ciertos cambios culturales y sociales, como las guerras, los asesinatos, el rock, las drogas, las luchas raciales y el hippismo. “¿Cómo podría un reportero tradicional, que se ajustaba tan sólo a los hechos, proporcionar un orden claro y simétrico a semejante caos?”, se preguntaba. Al informar a través de relatos era posible traducir el significado profundo de la realidad y alcanzar eso que Weingarten llama “una mayor verdad filosófica dotada de contenido emotivo”.

“Contenido emotivo” es, justamente, algo que aflora en Espectros: textos de gran factura literaria que exploran con perspicacia la condición humana y dejan un testimonio sobre la Cuba de hoy. Hay de todo: textos lúdicos, relatos que plantean conflictos sociales, viñetas de tono humorístico, semblanzas bellamente escritas. En muchas de estas páginas hay una potencia narrativa que nos sobrecoge y una singular gracia Caribe.

Alberto Salcedo Ramos
IdiomaEspañol
EditorialGuantanamera
Fecha de lanzamiento31 oct 2016
ISBN9781524304119
Espectros: Antología (no convencional) de periodismo narrativo cubano
Autor

Yoe Suárez

Yoe Suárez (La Habana, 1990). Apasionado por lo que define como Periodismo Real: que investiga, revela o enfada. Publicó el libro de crónicas La otra isla (Finalista de la Beca Michael Jacobs de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, 2016), y en 2017 obtuvo Mención única en el Premio Casa de las Américas con un volumen sobre el escritor Humberto Arenal. Trabaja en la trilogía Cuba Crucis, sobre la comunidad evangélica en la isla y Tú no te llamas desierto (con cuatro reediciones en apenas un año, 2015). Ha publicado en medios como Vice, El Estornudo y La Segunda, del diario chileno El Mercurio. Comparte su vida profesional con el cine documental. Yoe es parte de una talentosa generación de reporteros cubanos nacidos entorno a la década de los 90. Ha conformado esta "antología espectral", la primera de Periodismo Narrativo en la historia del país. “Somos los Espectros, que llegamos cuando todo acababa -la historia, dijo un historiador-, los hacedores de un género que renace y se esfuma en la prensa cubana, que parece destinado a florecer para narrar las coyunturas definitorias de la isla”.

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    Espectros - Yoe Suárez

    paciencia.

    Prefacio

    La Historia con hache mayúscula siempre ha sido un asunto de vencedores: la dictan quienes están al mando. Por eso el poeta Manuel Alcántara decía que lo curioso no es cómo se escribe la historia, sino cómo se borra.

    Se borra a los perdedores, a los excluidos, a esos que Eduardo Galeano llama los nadies.

    Los nadies ―sigo con Galeano― cuestan menos que la bala que los mata. Nunca han significado nada para quienes redactan la Historia con hache mayúscula.

    Para la gran prensa, que a menudo escribe las noticias de primera plana con la misma tinta excluyente de los historiadores, los nadies solo existen como meras cifras de las tragedias.

    La crónica ―es decir, la historia con hache minúscula― intenta hacer menos dura tal injusticia. De modo que es un género político, como sostiene Martín Caparrós, porque se rebela contra la vieja idea de que informar consiste en decirles a muchos lo que les sucede a muy pocos: aquellos que tienen el poder.

    Estas reflexiones surgieron mientras leía la antología Espectros, que conocí en mi reciente viaje a Cuba.

    El teórico Marc Weingarten sostiene que la crónica, el perfil y el reportaje surgieron por una necesidad histórica. Los datos convencionales se quedaban cortos a la hora de cubrir ciertos cambios culturales y sociales, como las guerras, los asesinatos, el rock, las drogas, las luchas raciales y el hippismo. ¿Cómo podría un reportero tradicional, que se ajustaba tan sólo a los hechos, proporcionar un orden claro y simétrico a semejante caos?, se preguntaba. Al informar a través de relatos era posible traducir el significado profundo de la realidad y alcanzar eso que Weingarten llama una mayor verdad filosófica dotada de contenido emotivo.

    Contenido emotivo es, justamente, algo que aflora en este libro: textos de gran factura literaria que exploran con perspicacia la condición humana y dejan un testimonio sobre la Cuba de hoy. Hay de todo: textos lúdicos, relatos que plantean conflictos sociales, viñetas de tono humorístico, semblanzas bellamente escritas. En muchas de estas páginas hay una potencia narrativa que nos sobrecoge y una singular gracia Caribe.

    Alberto Salcedo Ramos

    Barranquilla, enero de 2017

    Scanning nosotros:

    Periodismo narrativo en Cuba

    El Nuevo Periodismo entró en la tercera edad. La prueba más fehaciente es el tono de academia, respeto, barbita bien cortada y espejuelos a media nariz, con el que mucha gente pronuncia la etiqueta.

    Luego de ser un odioso, acusado de pseudoperiodismo en la década del 60, luego de su apogeo en los años siguientes y su expansión por América Latina, luego de Sinatra has a cold, luego de eventos, luego de Juan Villoro, concursos y asignaturas para nuevos escribientes, al Nuevo Periodismo le han salido canas.

    Lo de Nuevos que se hacen Viejos es un mal que han tenido que asumir sabe Dios cuántos movimientos. Es parte de la petulancia de lo novedoso, de distinguir, de trazar una línea temporal precisamente con el tiempo: el único caballo sin marca al hierro vivo. Pero, ¿quién no ha sido petulante, ha querido distinguirse, ha tratado de domar al potro del calendario? ¿Habrá derrota o lección o triunfo sin intento?

    Precisamente esas variables acompañan a esta antología. El periodismo que se hace desde esta vertiente en la Cuba de hoy, es portador de las ideas, las polémicas y las historias más revolucionarias. Desde el Nuevo Periodismo se retrata un país más plural, real y contradictorio que desde cualquier otra manera de decir.

    Somos lo que el cine en los años 60, y la novela en los 90. Ellos acompañaron las veces que Cuba fue moda, y ahora lo hacemos nosotros. Yo digo: mejor pecar de insolente que de ciego.

    Nada de lo que hacemos es nuevo: pero en lo que va de siglo XXI reverdeció. Ocurrió en espacios crecientes de Internet, tanto de la prensa oficial como en nuevos medios de comunicación con capital extranjero o independiente, enfocados en la realidad cubana.

    Tom Wolfe, hacedor y teórico del Nuevo Periodismo, hablaba de una línea adoptada por los principales autores de esa corriente durante los años 60: la de la novela realista. Las técnicas que Honoré de Balzac y Gogol ―por mencionar dos ejemplos― incorporaron en su prosa llegó intuitivamente a los newjournalists. De esa metodología empírica emanaban en igual medida verosimilitud y capacidad para enganchar, comprometer y epatar a los lectores.

    El autor de Todo un hombre diseccionó en cuatro piezas fundamentales el éxito del movimiento. Levantar la narración escena por escena era el principal; y por otro lado, incorporar el diálogo (no en el sentido citador, sino de charla) para armar a la persona-personaje con rapidez.

    El tercer procedimiento, conocido como punto de vista en tercera persona, presenta cada escena desde la visión de un individuo particular, mete al público en distintas pieles y acerca las realidades emotivas.

    Ahora bien, eso supone un problema. El periodista escribe no-ficción, la raíz real lo hala cuando parece querer volar. ¿Cómo penetrar en las emociones y pensamientos de otra persona? Simple: entrevistando a la persona-personaje o a los allegados sobre sus emociones y pensamientos.

    Del cuarto procedimiento escribió Wolfe:

    Consiste en la relación de gestos cotidianos, hábitos, modales, costumbres, estilos de mobiliario, de vestir, de decoración, estilos de viajar, de comer, de llevar la casa, modos de comportamiento frente a niños, criados, superiores, inferiores, iguales, además de las diversas apariencias, miradas, pases, estilos de andar y otros detalles simbólicos que pueden existir en el interior de una escena. ¿Simbólicos de qué? Simbólicos, en términos generales, del status de la vida de las personas, empleando este término en el sentido amplio del esquema completo de comportamiento y bienes, a través del cual las personas expresan su posición en el mundo, o la que creen ocupar, o la que confían en alcanzar. La relación de tales detalles no es meramente un modo de adornar la prosa. Se halla tan cerca del núcleo de la fuerza del realismo como cualquier otro procedimiento en la literatura. En él radica la esencia misma de la capacidad para «absorber» de Balzac, por ejemplo¹.

    En resumidas: el texto ganaba en soltura y dejaba el empaquetamiento que casi se había hecho escuela en el reporterismo. Adiós a la máscara de la objetividad, hola a los colores.

    Y la crónica, género mayor nacido de esa revolución, se hizo lo que Martín Caparrós llama el periodismo que sí dice yo. Que dice existo, estoy, yo no te engaño².

    ***

    Cuba, donde alguien dijo una vez que hay muy buenos periodistas pero hay poco buen periodismo, tampoco escapó de la tentación de hacer el cuento diciendo Yo.

    Jose Martí lo hizo durante su estancia en Estados Unidos, en la serie de crónicas Escenas norteamericanas, de la segunda mitad del siglo XIX. Esa misma esencia narrativa se encuentra en su Diario de campaña, del que Lezama Lima dijo que era lo mejor de la literatura cubana. Pero eso fue antes de Gay Talese, de modo que no cuadra con la teoría repetida hasta el cansancio, y muestra la excepcionalidad martiana y la discapacidad de ciertos estudios.

    De cualquier modo, la llamada Generación del 50, que casi en su totalidad vivió fuera de Cuba y regresó imantada por la promesa del 59, llevó al semanario Lunes de Revolución a un feliz maridaje entre literatura y periodismo en los 60.

    Guillermo Cabrera Infante, Antón Arrufat, Pablo Armando Fernández y Humberto Arenal ―por mencionar a algunos de los principales hacedores de la publicación― vivieron largas temporadas en Estados Unidos, tenían entre sus paradigmas a Hemingway, Faulkner, Dos Passos, y aspiraban al oficio de la narrativa. Kaboom.

    El grupo de Lunes… vivió el sueño de todo joven periodista: las puertas abiertas para crear, los medios bajo su jefatura, medio millión de ejemplares, la atención de un país. Los viejos se habían ido y los jóvenes éramos los dueños de todo. Teníamos una concepción de la literatura que podíamos aplicar sin problemas³, recuerda Ambrosio Fornet.

    Irónicamente y tal vez sin saberlo, la Revolución Cubana propició que el Nuevo Periodismo se practicara de un modo sostenido por primera vez en la isla. Años después, el propio sistema de prensa que implantó, en el peor modelo de la época ―el soviético― se encargaría de matar la práctica.

    Ocurrió en Lunes… un proceso espontáneo. Eran los tiempos en que un reportaje se pensaba como un cuento, y la literatura no era solo un oficio, sino una actitud ante la vida⁴.

    Es con ese suplemento cultural que cuaja el Periodismo Narrativo, literario, el Nuevo, el personal o como quiera llamársele, en los medios cubanos. He ahí el parteaguas según Fornet:

    Quienes practicamos el periodismo en Cuba durante los 60 lo hicimos con una clara voluntad de comunicar y con la convicción de que la literatura aportaba los métodos para contar una historia de modo interesante. Compartíamos una estética que nos vinculaba directamente con la realidad, pero decir que teníamos una influencia grande de la narrativa y el periodismo cubano anterior sería mentir.

    Sin embargo, el poeta y reportero Luis Sexto, tiene una lista de autores que incursionaron felizmente en la sumatoria prensa-literatura. Entre ellos Pablo de la Torriente Brau con sus clásicos y escalofriantes Realengo 18 y Presidio Modelo. Y añade al carrito de la historia a los cuentistas Lino Novás Calvo y a Onelio Jorge Cardoso.

    Valga decir que uno de los más impactantes reportajes previos a 1959 corresponde a Novás, Guerra de nervios en Santa Lucía. Sobre la geofagia de una mega empresa azucarera en el Oriente del país, y el asesinato del líder campesino Sabino Pupo.

    Volviendo a los años finales de la década del 60, sería foul a la malla no mencionar a la revista Cuba, con Lisandro Otero al frente y un núcleo de destacados escritores. En el formato de la norteamericana Life seguía las pistas de una sociedad cambiante, efervescente.

    Para el narrador Rafael Grillo, la figura más notoria en el ámbito del reportaje dentro de esa revista fue Norberto Fuentes⁶.

    Por otro lado, Félix Contreras, uno de los sabuesos de aquella secta, generación consecutiva a Lunes…, reconoce sus influencias desde el boom latinoamericano hasta la literatura soviética de corte testimonial.

    El autor de El fulano tiempo, recuerda que desde los salones de la revista se vivió intensamente la energía, las locuras⁷ del período, así como su fin.

    Ya se habían destapado sarampiones románticos y cañonas ideoestéticas como la de eliminar los créditos de los autores en los textos porque eran actitudes de vanidad pero, por fortuna, fueron fugaces⁸, relata el también musicógrafo.

    La hecatombre vino con lo que se ha dado en llamar Quinquenio gris⁹ que, según Contreras, tuvo uno de los capítulos iniciales en Cuba poco antes de 1972:

    El acta de defunción se firmó una tarde cuando toda la burocracia de la Unión de Periodistas de Cuba, en asamblea en la propia revista, nos comunica que o hacíamos periodismo, o hacíamos literatura, y que nosotros éramos un mal ejemplo para estudiantes y jóvenes que comenzaban la profesión.

    Días después fuimos expulsados algunos cabecillas del periodismo literario. (…) hoy somos una secta desmembrada.¹⁰

    Eso en la revista Cuba, pero ¿cuándo acabó la magia del período? Fornet, que ya carga con ser el editor y el teórico de su generación, asegura que fue en 1968, cuando el supuesto Leopoldo Ávila, desde las páginas de Verde Olivo [la revista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias], aludió a esa separación. Decía que los escritores éramos unos desideologizados. Para él no tener ideología era no coincidir con los criterios de algún funcionario de turno, ha escrito el ensayista.

    Por otra parte, el libro, como espacio donde el Periodismo Literario se libera de los cuentalíneas, también dio frutos en la década. De aquella épica quedan, entre otros, Con las milicias (1962), de César Leante, y Girón en la memoria (1971), de Víctor Casaus.

    El primero, militante hasta el cansancio, es un claro ejemplo de reportaje cronicado en el que el ejército irregular cubano pasa de los días de entrenamiento en unidades secretas, hasta la lucha contra grupos terroristas en los bosques del centro de la isla.

    El segundo, clasificado como un clásico del género testimonial, puede leerse también como un extenso reportaje sobre el operativo-batalla de la CIA contra el gobierno cubano en Bahía de Cochinos.

    En la revista Revolución y cultura aparecieron los textos de otro lunero: Jaime Sarusky, quien se perdía en los pueblos más remotos de la isla a buscar historias de comunidades de emigrantes, a mostrar otro país. Indios, suecos, yucatecos, norteamericanos. Una rara avis en la literatura y la prensa del período.

    Compilados esos textos nació Los fantasmas de Omaja (1985), el más claro antecedente de la poca crónica de viaje hecha en la mayor de las Antillas.

    Si de crónica viajera hablamos, es imposible saltarnos al equipo que el diario Juventud Rebelde formó para escribir especiales de domingo. Desde ahí el jovencísimo Leonardo Padura creó una cantera de admiradores que esperaban como pan caliente sus entregas. Aquel fue el preludio del gran narrador que nos sorprendería.

    En los 80 se dio un mejunje social esperanzador. Hay una confluencia de aprendices de narradores que hacían periodismo; salimos de los 70, marcados por la ortodoxia política; aparece el Periodismo Narrativo como solución silvestre a la grisura, a tientas, con Hemingway como Mesías, de los pocos autores made in USA publicables en Cuba.

    En fin: se preferenciaron los asuntos olvidados o marginados por la prensa y los periodistas del momento¹¹, recuerda Padura.

    Caparrós, por su parte, entiende esta fórmula como un amaneramiento, una domesticación temática dentro del Nuevo Periodismo, "con cada vez más intentos por convertir los relatos en freak shows, textos cargados de giros elegantes, de formas bien torneadas que se regodean en la búsqueda de los personajes más extravagantes"¹².

    Si para el argentino esa clase de crónica en lugar de contar nuestras sociedades se dedica a contar sus rarezas, para Cuba ―que es en muchas cuestiones como un mundo paralelo― significó dejar de narrar un único país. Ya no era (exclusivamente) la isla de los donadores de sangre, de las marchas contra el Imperio, de las guardias pioneriles, de los comités-de-defensa-de-la-revolución, del discurso interminable, de los anuncios de productos racionados.

    El país pareció, de pronto, mucho más animado, complejo, colorido y real, pero solo se trataba de una ilusión: en realidad el país resultaba el mismo, solo que más completo¹³, apunta Padura.

    La extravagancia, digámoslo así, salvó a la prensa cubana de sus propias cadenas. Durante los 80, que junto a los 60 significaron una lluvia sobre el chato, reiterativo, cuasi propagandístico y desértico panorama del periodismo nacional, aparecieron en blanco y negro personajes estrafalarios (incluso de los que se pueden calificar como negativos), noticias perdidas en el tiempo o en rincones aislados, fenómenos emergentes en la sociedad cubana como fue el caso de la prostitución.

    En 1987 la revista Somos Jóvenes publicó El caso Sandra, que narraba las aventuras y desventuras de una jinetera (antes que fueran personajes del folklore patrio). Por entonces, ellas sólo habitaban como personajes literarios en los atestados policiales¹⁴, explica su autor, Luis Manuel García.

    Ese tipo de periodismo que ya no buscaba un entrevistado, sino un personaje; que intentaba delinear una psiquis, y no solo describir un conflicto; estuvo favorecido, eso sí, por un ―breve― espacio de libertad concedido por las direcciones y jefaturas de redacción para permitir aquellos experimentos formales y conceptuales que consiguieron el milagro de convertir a miles de lectores retraídos en asiduos buscadores¹⁵ de las publicaciones.

    En 1986 Fidel Castro orientó (ese verbo en Cuba adquiere ferrosas magnitudes) el llamado Proceso de Rectificacion de Errores, estableciendo una revisión de la política nacional sin dañar el socialismo.

    El periodista y escritor Amir Valle rememora los 80 de la siguiente manera:

    En el ámbito periodístico esos nuevos aires introducían términos como apertura hacia un periodismo crítico y militante, apuesta mayor por el ejercicio del criterio, necesidad del periodismo investigativo y de opinión para analizar mejor la realidad, todo ello como parte de una supuesta y nunca aplicada Nueva Política Informativa.¹⁶

    De cualquier manera, asegura Padura, la crisis económica de los 90 se encargó de sepultar la eclosión narrativo-periodística.

    El crack en la isla ante la caída del bloque comunista en Europa, nombrado como Período Especial, generó un acantonamiento en la prensa. La Unidad ante la amenaza volvía a sellar los medios cubanos.

    Inspirada en el buen y atrevido periodismo de los 80, una joven llamada Rosa Miriam Elizalde sacó en el diario Juventud Rebelde la serie de reportajes Flores desechables. Luego fue compilada en un volumen homónimo que publicara la Editorial Pablo de la Torriente, y hoy deambula en el imaginario del gremio como un libro-fantasma: se dice existió, pero es casi imposible hallar un ejemplar.

    Los textos retoman y profundizan en el fenómeno de la prostitución, vernaculizado ya en la sociedad cubana con la crisis económica.

    Luego lo haría también desde el libro Amir Valle con Habana Babilonia. El volumen del joven guantanamero ―de esos aprendices de narradores de los que habla Padura― hace su entrada a finales de los 90 y se consagra como un clásico de la no ficción en Cuba.

    Si para Pedro Juan Gutiérrez la literatura tiene que ser convincente y la realidad no tiene ese problema¹⁷, la magia de una buena crónica, asegura Caparrós, está en conseguir que un lector se interese en una cuestión que, en principio, no le interesa en lo más mínimo¹⁸. Con esas visiones el periodismo narrativo ha husmeado la realidad cubana en la segunda década del siglo XXI: descentrando bellamente el foco reporteril.

    Dice el autor de El hambre, que el periodismo de actualidad mira al poder. El que no es rico o famoso o rico y famoso o tetona o futbolista tiene, para salir en los papeles, la única opción es la catástrofe: distintas formas de la muerte. Sin desastre, la mayoría de la población no puede ―no debe― ser noticia.

    En una mezcla de Robin Hood y trapecista, al Periodismo Narrativo le ha tocado el trabajo que la mayoría no quiere.

    ***

    La libertad de prensa no existe. Es uno de esos mitos hacia los que caminamos porque necesitamos creer que hay algo mejor más allá de lo que ya tenemos. El ser humano funciona de ese modo lindo y bobalicón. Existe, eso sí, la diversidad de políticas editoriales. Y cuando tenemos eso sentimos que en el arcoiris habrá espacio para nuestras ideas. Sobre la silueta de la abundancia calcamos, sin saberlo, la de la Libertad.

    Lo que ocurre con los monopolios de la información y el totalitarismo mediático es que las políticas editoriales, acaso con matices temáticos, se orientan por un mismo carril hacia visiones muy predecibles. Cuba es un ejemplo de ello.

    Bajo la sempiterna amenaza de invasión yanqui ―real y nefasta en períodos como los 60, por ejemplo― la Unidad generó un hermetismo opinativo extendido ad infinitum, tomado como regla, y que no permite transpirar. La opción se convirtió en excusa. La trinchera en cárcel.

    Internet ―caótico, peligroso y más democrático que muchos países― posibilita posicionar las más diversas visiones de los más diversos asuntos. El nivel de penetración de la world wide web en la mayor de las Antillas es bajísimo. Un informe de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) la ubica en el lugar 125 de 166 países¹⁹. Razones de adentro y afuera.

    Hace un tiempo se hizo famoso en las redes sociales, un mapa en el que Cuba aparece rodeada de cables que interconectan la región; por cuentas del bloqueo norteamericano la isla no puede engancharse a ninguno. Eso es real. Y por otra parte, existe una reticencia ideológica entre los altos mandos de la Revolución, expresada en las palabras del vicepresidente cubano José Ramón Machado Ventura: el propósito de penetrarnos y hacer trabajo ideológico para lograr una nueva conquista²⁰. Y eso también es real.

    Sin embargo, las cosas han cambiado un poco. Sobre todo a partir de la apertura de más de 125 zonas wifi de aún caro y público acceso, y la posibilidad de que los médicos contaran con Internet en las casas.

    Ese paso forma parte en una serie de transformaciones que el gobierno de Raúl Castro ha implementado desde su llegada al Palacio de la Revolución en 2006. En ese año ascendió a la jefatura del Consejo de Estado y de Ministros a petición directa de su hermano Fidel.

    Algunas de las reformas son, en verdad, derogaciones de reformas anteriores. Reaparece en masa la actividad económica privada, los cubanos pueden salir del país sin permisos especiales, vivir fuera sin que eso signifique perder los bienes en la isla automáticamente, pueden comprar celulares, acceder a Internet, se limitan los mandatos presidenciales a un máximo de 10 años, queda reestablecido el correo postal entre Washington y La Habana, recibe la isla a un presidente gringo.

    Quizá por vivir de siempre en esta realidad asumíamos con normalidad la convivencia con lo derogado. No sabíamos algunos cuan limitados estábamos, hasta que llegaron los mandarriazos. Por ejemplo, la prohibición a los ciudadanos cubanos a entrar y salir de la isla vía cruceros.

    De esta época sinuosa, en que Cuba navega desorientada, cambiante, con velas inconcebibles en los años 90, aparece la tercera gran ola de periodistas con ánimos literarios en la isla.

    Tiene que ver en ello las posibilidades de una (entonces y aun hoy) discreta conexión a Internet, principalmente con la apertura de blogs que tocaban temas a partir de perspectivas y fórmulas ajenas al monocromatismo imperante en los medios oficiales.

    Luego, con la entrada en juego de medios como la web El Toque, Progreso Semanal y OnCuba (estos dos últimos alimentados por fondos de cubanos asentados en Estados Unidos), se ha propiciado el tratamiento de temas que la agenda oficial ignora desde un periodismo que busca colores.

    Otras iniciativas como Periodismo de Barrio (organización enfocada en el Periodismo investigativo) y El Estornudo (revista especializada en periodismo narrativo hecho desde/fuera/sobre la isla) generan oportunidades para producir textos de aliento literario y con cotos de extensión envidiables para la prensa impresa.

    ***

    Alejandra García vivió su último año de la universidad como a alguien que le entregan partes dispersas de un todo. Su tesis de quinto curso, en 2016, la graduó de periodista y de sastre social: unir 352 piezas, los 352 graduados de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana entre 2010 y 2015. Los que ya no son periodistas o lo son en otro sitio, o están fuera de Cuba o fuera de la Cuba que sale en los diarios y la TV.

    Alejandra quiso tomarle el pulso a su generación desde todas las caras de la moneda, que no siempre son dos.

    El 40 por ciento contestó a su extensa encuesta, sumándose empleadores, y especialistas en el tema de la Comunicación en el país. Si bien el entorno capitalino fue el objeto de estudio, el trabajo es también representativo de lo que ocurre en otras partes de Cuba.

    ―¿Qué te sorprendió más de todo lo que encontraste?

    ―Esta investigación desmitificó asuntos que se daban por hecho ―me dice―. Se tenía la percepción de que los recién graduados de la carrera estaban abandonando el campo profesional y se estaban desplazando tanto a otros sectores de la económica como a otros países.

    ―La verdad que lo parece, ¿no es así?

    ―Te dejo las estadísticas de casi un año de trabajo: el 85 por ciento de la muestra encuestada vive en Cuba y el 73 por ciento ejerce el Periodismo.

    No obstante, el estudio deja ver un nubarrón: el descenso en la motivación hacia el ejercicio periodístico al comparar la que sentían los jóvenes al iniciar la carrera y la que sienten en su actual desempeño.

    La tesis de Alejandra llegó en un momento que el periodismo cubano experimenta emergencias completamente independientes del Estado; y las críticas al modelo de prensa centralista, sometido a brumosos poderes son cada vez más fuertes. Los jóvenes, especialmente los que hacen su entrada en el último quinquenio, protagonizan el movimiento.

    Quizá porque, como sugiere la tesis, solo la mitad de los graduados de Periodismo se siente satisfecha con la ubicación laboral que se le otorga al culminar los estudios; reconocen que conviven con modelos de gestión y rutinas productivas disfuncionales, en un contexto en el que se asimilan débilmente las habilidades que adquieren durante la formación.

    ―Esto puede explicar ―me comenta Alejandra― que el 56 por ciento de los encuestados, además de ser plaza fija en un medio, colabore con otro u otros medios tanto estatales como privados.

    En el Pleno de la Unión de Periodistas cubana de 2016, esta situación adquirió relieve en el debate gremial cuando un grupo de jóvenes que ejerce el periodismo desde el semanario villaclareño Vanguardia, emplazó sincera y respetuosamente en carta colectiva a las autoridades que les prohibían colaborar con la revista OnCuba.

    Como un gran bostezo leninista, constitucionalmente los medios de comunicación en el archipiélago están bajo la égida monopólica del Estado (curiosa contradicción de un sistema que condena las posesiones monopólicas desde los libros de historia). Sin embargo, en el libérrimo y desregularizado páramo que es Internet, esas reglas se desvanecen con la misma facilidad que cierran caminos en el mundo físico.

    Una característica: la mayoría de los textos acá reunidos se publicaron en medios online. Quizá porque contrario a lo que se cree, la web no es prado predilecto para la brevedad, sino que es la oportunidad (a veces la única) para textos más extensos, zona franca para el periodismo en Cuba.

    ―Mientras los medios tradicionales se someten a una excesiva regulación y poco dinamismo de sus rutinas productivas, en estos sitios privados los recién egresados identifican una vía para dialogar con mayor libertad acerca de temas de interés que no siempre responden a las políticas editoriales de medios estatales ―agrega Alejandra.

    Los jóvenes que cometen bigamia laboral han aprendido a ser más atrevidos, generalmente gracias a la amante. La amante les dice, hay otra libertad, hay más, otras libertades. Los bigamos aumentan a diario por dos cuestiones fundamentales: la económica, y la realización profesional.

    ―Esta no es una generación frustrada con el Periodismo, y es gracias a las colaboraciones tanto con medios estatales como con medios privados. Por tanto, el espíritu generacional está marcado por ganas de hacer, contar eso que ven.

    ***

    Amén de que el espacio dominical de Ciro Bianchi en el diario Juventud Rebelde ponía colores al fin de la semana; que Juan Orlando Pérez soltaba ocasionalmente algún texto sobre la Cuba que abandonó; que Michel Contreras probaba en Cubadebate que el Periodismo deportivo es tan periodismo y no tan deportivo como se bromea en el gremio...amén de eso, el resultado de la renovación tiene un alma joven.

    Casi iniciando la segunda década del siglo XXI, en 2009, aparece Las armas y el oficio, que ganó en la categoría de Periodismo Literario del Premio Fundación de la ciudad de Santa Clara. El volumen de Rafael Grillo, publicado por Ediciones Capiro, gracias a textos como La noche que cazaron a Haroldo Conti, marcó un renacer del espíritu narrativo en el periodismo y en la visión del libro como alternativa para divulgar el género.

    Grillo, primer becario cubano de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (entidad que ha estimulado esa práctica en español), logró desde sus cursos en la Universidad de La Habana interesar a muchos egresados en esa corriente creativa.

    Fueron alumnos suyos, por ejemplo, algunos de los jóvenes que en 2016 fundan la revista independiente El Estornudo, primera cubana de neoperiodismo.

    Si hablamos de maestros no puede faltar Eduardo Heras León, entre los mejores cuentistas de la Cuba post-59. Desde sus cursos en el Centro Onelio Jorge Cardoso y el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, se ha dedicado a pulir el talento de ya varias hornadas.

    El poeta y periodista Luis Sexto, más amistado con la crónica hispana, es un ferviente promotor del estilo intimista, personal, en la prensa. A decir del profesor Jesús Arencibia Lorenzo su volumen Periodismo y Literatura. El arte de las alianzas, es la primera sistematización cubana sobre esa tendencia creativa que incluye teoría y ejemplos antológicos. Además, Sexto es el creador de la asignatura Taller de Estilo y Narrativa en la Universidad de La Habana, y quien impartió los primeros talleres sobre Periodismo Literario en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí en la década del 90.

    Sería injusto ignorar, desde la iniciativa oficial, la importancia de los Encuentros Nacionales de la Crónica Miguel Ángel de la Torre, celebrados en la ciudad de Cienfuegos a partir de 2005. Varios de los aquí antologados leyeron o fueron premiados en el evento de la ciudad sureña.

    Las páginas de El Caimán Barbudo han sido refugio en los últimos años para la experimentación creativa y los textos sin techo. Tanto así que en el cincuentenario de la revista auspició un concurso de prensa cultural, que estimuló la presentación de obras inéditas signadas por el aliento literario.

    En un editorial de esa publicación fundada en 1966 por Jesús Díaz, entre otros inexpertos brujos de la palabra, se sugería la existencia de un Nuevo Nuevo Periodismo cubano actualmente, usufructuario de aquel Nuevo de los años 60 y 80²¹. Sobre eso precisó Grillo:

    Pero pensamos que la añoranza suele tender sus trampas, y que el sentimiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor puede empujarnos hacia posiciones de resignación y de parálisis, o hasta de refocilamiento en lo que fuimos ayer y al mismo tiempo de recelo y prejuicio hacia el evento presente. Posturas estériles, que son justo lo contrario de las actitudes que precisamos hoy²².

    De esta generación, marcada en el proceso de cambio que vive Cuba, el reportero del diario El Mundo, José Fajardo, dijo que ha comenzado a poner voz a la nueva realidad. Reniegan de los medios oficialistas, pero tampoco se sienten parte de la disidencia. Su única meta es hacer periodismo, sin apellidos, demostrar que Cuba no es una unidad sino un mosaico donde conviven más de once millones de opiniones²³.

    En Cuba aún no existe un espejo para ver lo que acá ha nacido en esa corriente estética de la no-ficción. Una antología es un espejo. Este es el primero. No el sino un espejo. Ya bastante pretencioso es creer que algo hay que mostrarle al mundo.

    Como cualquier antología que se respete tiene cercado, con metodológico orgullo, el terreno sobre el que trabaja. Reunir gente distinta y distante es una magia que ahora nos permite el libro como unidad.

    Acá están los jóvenes que padecen de Columnismo (enfermedad senil del gremio y que en Cuba opera hoy a la inversa), los que han asumido especializaciones temáticas y estéticas como la crónica de viaje, la microcrónica, el perfil, y otros subgéneros jíbaros aún para la academia.

    Esta no es una selección generacional, aunque no escapa de la órbita de una hornada; es más bien una antología de confluencias: el Periodismo narrativo en la Cuba entre Las armas y el oficio, y el grupo de El Estornudo. Ese septenio dorado.

    Alrededor del sismo de los 60 nacieron los jóvenes que rehicieron la prensa de los 80; alrededor del de los 90, nació la mayoría de los antologados acá. Somos los Espectros, que llegamos cuando todo acababa, la historia, dijo un historiador; los hacedores de un género que reaparece y se esfuma en la prensa cubana, que parece destinado a florecer para narrar las definitorias coyunturas de la isla.

    En esa cuenta, la tercera generación de Espectros. Dicen que a la tercera va la vencida.

    Yoe Suárez

    La Habana, septiembre-octubre 2016

    Rafael Grillo

    La Habana (1970) Jefe de redacción de la revista El Caimán Barbudo y creador de Isliada, web de literatura cubana contemporánea. Premio Internacional de Periodismo Jorge Ricardo Masetti 2006 y 2007. Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008 de Periodismo Literario con el libro Las armas y el oficio. Imparte clases de Estilo y Narrativa a la carrera de Periodismo de la Universidad de La Habana.

    Cita en la azotea

    del Rey de La Habana

    0. En el camino (introducción)

    A la entrada del edificio de Leo están rompiendo la calle. Dicen que para reparar una tupición de los albañales. Eso dicen, pero lo más seguro es que no resuelvan nada. Como siempre. Hay montones de tierra, fango y mierda, y torrentes de agua sucia bajando por la calle. Leo se puso zapatos cerrados y aún así se queja. Qué dejamos para mí que ando en sandalias. Salgo dando brinquitos y mirando si ya me cagué los dedos.

    Para colmo llueve. Últimamente llueve todos los días de La Habana. Contagiada con el síndrome de Estocolmo, la cabrona capital de Suecia. Claro que no he visitado Estocolmo, la conozco por los documentales de Viajeros callejeros. Ahí llueve con cojones. Pero a la gente no le pasan ríos de mierda por los pies.

    Para suerte, el barrio está repleto de balcones que cubren del aguacero si uno va por las aceras. Aunque cualquiera de esos balcones ruinosos te puede caer en la cabeza y partirte la vida. Pero ni Leo ni yo estamos ahora para pensar en eso. Tenemos una cita nada menos que con el Rey de La Habana. A las 10 am y ya vamos tarde. Por culpa de la jodida lluvia.

    Vamos conversando por el camino, de literatura por supuesto, cuando podemos, porque tenemos que prestar atención a los charcos. Y a la gente que te puede sacar el ojo con el paraguas. Y a los chorros de agua puerca que caen por

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