Reporterismo de televisión: Guía de buenas prácticas del reportero audiovisual
Por Mikel Lejarza
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Reporterismo de televisión - Mikel Lejarza
Carles Marín (coord.)
Reporterismo
de televisión
Guía de buenas prácticas del reportero audiovisual
001-176_Reporterismo_TV.pdf001-176_Reporterismo_TV.pdfReporterismo
de televisión
Guía de buenas prácticas
del reportero audiovisual
Carles Marín (coord.)
gedisa.tif© Carles Marín, Javier Reyes, Miguel Ángel Oliver, Samanta Villar, Antonio Domínguez Torreadrado, Cecilia Encinas, Ángel Gutiérrez Morón, M.a Ángeles San Martín
© Del prólogo: Mikel Lejarza
Corrección: Rosa Rodríguez Herranz
© De la imagen de cubierta: Víctor A. Morillo
Montaje de cubierta: Juan Pablo Venditti
Primera edición: febrero de 2017, Barcelona
Derechos reservados para todas las ediciones en castellano
© Editorial Gedisa, S.A.
Avenida del Tibidabo, 12 (3º)
08022 Barcelona, España
Tel. (+34) 93 253 09 04
Correo electrónico: gedisa@gedisa.com
http://www.gedisa.com
Preimpresión: Moelmo, S.C.P.
Girona 53, principal
Tel. 93 507 55 58
08009 Barcelona
www.moelmo.com
eISBN: 978-84-16572-30-4
Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma.
Índice
Prólogo a cargo de Mikel Lejarza
1. Introducción y planteamiento
Carles Marín
2. El reportero de televisión en la práctica. De la vocación a la formación.
Formatos de reporterismo en la televisión actual
Carles Marín
2.1. Introducción
2.2. El reportero nace y se hace
2.3. Qué debe aprender un buen reportero
2.4. Tendencias de formatos de reporterismo televisivo actual
2.4.1. El reporterismo de televisión. El caso español
2.4.1.1. Los programas de reporterismo en cadenas públicas
2.4.1.2. Los programas de reporterismo en cadenas privadas
2.5. Bibliografía
3. La producción en el reporterismo televisivo
Javier Reyes
3.1. Introducción
3.2. Fuentes audiovisuales y documentales en la producción de reportajes
3.3. La cámara como herramienta de escritura audiovisual del reportero
3.3.1. Resolución
3.3.2. Modelos de cámara
3.3.3. Cámaras con dispositivo grabador incorporado
3.3.4. La importancia del tamaño del sensor
3.3.5. Cámaras DSLR
3.4. Conceptos tecnológicos asociados a la grabación en vídeo
3.5. Otros conceptos asociados a la producción de reportajes en vídeo
3.6. La compresión
3.6.1. Grupo de imágenes (GOP)
3.7. Presupuesto y plan de financiación
3.8. Plan de negocio
3.9. Epílogo
3.10. Bibliografía
4. El género de la noticia en la práctica. Edición, contenidos y escaleta del informativo de televisión
Miguel Ángel Oliver
4.1. Introducción
4.2. La escaleta informativa: el fruto de un trabajo en equipo
4.3. Escaleta: sus elementos más habituales
4.4. La noticia y la construcción de la realidad social
4.5. La noticia y la actualidad
4.6. La tarea del equipo de edición
4.7. Espacios informativos y programas de actualidad
4.8. Información televisada: un orden dentro del caos de la imagen
4.9. Empresas de comunicación y línea editorial
4.10. Las audiencias y su influencia sobre el contenido informativo
4.11. Conclusiones
4.12. Bibliografía
5. El género del reportaje en el factual y el docuentretenimiento. Guion y edición
Samanta Villar
5.1. Introducción
5.2. Encontrar una buena historia
5.3. Buenos personajes
5.4. Presentación, nudo y desenlace
5.5. El momento es crucial
5.6. Se busca la realidad
5.7. La intención y el guion
5.8. El reportero
5.9. Bibliografía
6. Técnicas narrativas de la imagen, montaje y posproducción
Antonio Domínguez Torreadrado
6.1. La captación de la imagen
6.1.1. Ajustes mínimos a realizar en el menú
6.1.2. Ajustes mínimos a realizar en la cámara
6.1.3. La importancia del balance de blancos
6.1.4. El manejo del iris
6.2. El montaje de la pieza informativa
6.2.1. Planteamiento del montaje según el género informativo
6.2.2. Montar una noticia
6.2.2.1. Acciones previas
6.2.2.2. La edición
6.2.3. El montaje del reportaje
6.3. Glosario
6.4. Bibliografía
7. El directo en televisión. Técnicas de expresión e imagen
Cecilia Encinas
7.1. El directo en televisión
7.1.1. Introducción
7.1.2. Objetivo del directo
7.2. Construcción del directo en televisión
7.2.1. El discurso: estructura y lenguaje
7.2.2. Entorno: planificación, interacción con objetos, paisajes o individuos
7.2.3. La entrevista en directo
7.3. Habilidades para comunicar
7.3.1. La actitud: la expresión de cuerpo y cara en el directo
7.3.2. La voz: proyección, respiración, entonación y dicción
7.4. Dominio del directo y el miedo a quedarse en blanco
7.4.1. Cómo prepararse el directo
7.4.2. Controlar los nervios
7.4.3. Qué hacer si el reportero se queda en blanco o se pierde
7.5. Estilismo
7.5.1. Vestuario
7.5.2. Maquillaje y peluquería
7.6. Bibliografía
8. La locución en televisión. Técnicas de voz en off y de entradillas en directo
Ángel Gutiérrez Morón
8.1. Introducción. La importancia de la voz
8.2. La voz. El gran invento
8.3. La respiración
8.4. La dicción
8.5. El lenguaje paraverbal. El método N
8.5.1. Naturalidad
8.5.2. Entonación
8.5.3. Énfasis
8.5.4. Intensidad
8.5.5. Intención
8.5.6. Concisión
8.6. La locución periodística audiovisual
8.6.1. Locución periodística en la radio
8.6.2. Locución periodística sobre vídeo
8.6.3. El voice over
8.6.4. La locución en piezas de carácter no informativo
8.6.5. Locución en directo
8.7. Conclusiones
8.8. Bibliografía
9. Ética y deontología en el reporterismo de televisión
M.a Ángeles San Martín
9.1. Introducción
9.2. Distintos modos de entender la ética
9.2.1. Factores éticos y deontológicos
9.3. La ética y el lenguaje audiovisual
9.4. La verdad y la objetividad en la imagen de televisión
9.4.1. La verdad
9.4.2. El principio de objetividad
9.5. La manipulación y la desinformación
9.6. La intimidad y la vida privada
9.7. Bibliografía
Sobre los autores
Prólogo
Mikel Lejarza
¹
Cuando el siempre inquieto y buen amigo Carles Marín me propuso escribir unas breves palabras a modo de prólogo del excelente trabajo que usted tiene entre manos, mi primer pensamiento se dirigió a algunos momentos clásicos que definen lo mejor del periodismo. No me siento capaz de mejorarlos en absoluto y, por tanto, pensé que recordar alguno de ellos sería el mejor modo de homenajear a quienes tan magníficamente han escrito este libro.
Hace años leí el texto que Joseph Pulitzer publicó en la North American Review (nº 178, mayo de 1904) y que, posteriormente, se publicó bajo el título «Sobre el periodismo». Fue escrito a principios del siglo pasado, en referencia al nacimiento de la Escuela de Periodismo de la Columbia University de Nueva York. En él, este húngaro que fuera uno de los más grandes periodistas y editores de la historia y que dio nombre al más prestigioso galardón de la profesión definía las claves esenciales de una profesión cuya salud emparejaba a la de la propia ciudadanía a la que se dirigía. Pero de aquel texto extraordinario siempre me atrajo la frase que lo encabezaba. Pertenecía a Theodore Roosevelt, y la pronunció el 7 de abril de 1904: «Aquel que escribe, aquel que cada mes, cada semana, cada día, produce el material que va a conformar el pensamiento del público es, en esencia, aquel que determina, más que nadie, el carácter de la gente y el tipo de gobierno que esa gente tendrá». Así es, el periodismo camina a la par que la sociedad, la acompaña, le cuenta lo que sucede y al mismo tiempo es a través de ese relato como sabemos lo que somos. De ahí cabe concluir que a mejor periodismo, mejor sociedad y viceversa, y en consecuencia la importancia de ejercer bien y con buenos profesionales esta tarea.
Vivimos tiempos en los que los cambios tecnológicos nos han dotado de un acceso en tiempo real a todo lo que acontece, y eso ha convertido a todo aquel con un smartphone en la mano en un periodista en potencia capaz de generar noticias que serán distribuidas a todo el mundo por las redes sociales. Tal acumulación de novedades provoca una encarnizada competición por lograr la notoriedad suficiente como para llamar la atención por encima de los demás, y en esa pelea la primera víctima es, en demasiadas ocasiones, la verdad. Porque lo importante dejan de ser los hechos y pasa a serlo cómo se cuentan éstos. Que hoy la noticia está más en los comentarios y opiniones —casi siempre interesadas— de algunos que en la realidad es fácilmente comprensible, al comprobar que alguien como Trump haya sido candidato electo a presidir el país más importante del mundo. Porque ha sido indiscutiblemente —incluso para los suyos— un pésimo candidato aun habiendo ganado; sin embargo basta con ver la notoriedad que alcanzan sus frases para concluir que como tertuliano en uno de los muchos programas de radio o televisión que hay en todo el mundo dedicados a analizar la actualidad sería difícilmente batible. Por eso, entre otras cosas, ha ganado. Porque lo que para muchos de nosotros es zafiedad, intolerancia y matonismo, para otros es energía, decisión y fortaleza. Detrás de un asunto así se esconde una realidad dolorosa: hoy en día se lleva más el estilo directo de conversación acalorada en un pub que el análisis informado de la realidad, lo que concluye en que hay más comentaristas que reporteros, más opiniones que periodismo, más palabrería y show que investigación. Vivimos tiempos en que las dudas, las preguntas, son casi sinónimo de carácter débil o personalidad triste, cuando si hay algo que nuestro mundo debe despertar es la conciencia de que siempre todo tiene más de un punto de vista, que no escribimos en hojas con una sola cara y que tolerarlo y comprenderlo forma parte esencial de nuestro oficio. De todas las causas que se achacan a la crisis del periodismo, innovación tecnológica, nuevos hábitos y costumbres, redes sociales... quizás la más rotunda es la propia ausencia de buen periodismo, el hecho de que en este momento se valora más a un buen comunicador, a un showman, a un provocador, que a un reportero capaz de contar lo que ocurre y explicarlo. Dijo Kapuściński que «en el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenéis también la explicación de por qué ha sucedido; en el mal periodismo, en cambio, encontramos sólo la descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico». Explicar, levantar argumentos, no la voz.
Nuestro oficio, en síntesis, consiste en contar historias. Pero para comunicarlas es preciso tenerlas, conocerlas, vivirlas. Y apasionarse por ellas. Decía el mencionado Kapuściński que éste no es un oficio para cínicos, porque las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Tenía razón, para serlo hay que intentar comprender las razones del otro, sus intenciones, sus intereses, sus dificultades y tragedias, y hasta su fe. Por eso, para contar buenas historias y hacerlo bien no sirven las personas vacías que llenan su tiempo buscando sólo poder, gloria y dinero. El verdadero periodismo es intencional... Se fija un objetivo e intenta provocar algún tipo de cambio. El deber de un periodista es informar de lo que nos sucede y sobre aquello que hacemos de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia. La noticia debe servir para aumentar el conocimiento del otro, el respeto del otro. Kapuściński dixit.
Este trabajo brillantemente coordinado por Carles Marín obedece a esa idea del reporterismo y está desarrollado por excelentes profesionales cuyo conocimiento y experiencia servirán para que aquellos que se incorporen a esta profesión disfruten y aprendan. De que lo hagan bien dependerá, como ha quedado dicho, que el futuro sea mejor para todos.
Madrid, diciembre de 2016
Notas:
1. Doctor en Comunicación y presidente de Atresmedia Cine.
1. Introducción y planteamiento
Carles Marín
Desde que británicos y alemanes se disputaran los inicios de la televisión en los años 30 hasta hoy, este medio de comunicación se ha ido transformado a medida que nuevos soportes, nuevas tecnologías y otras formas de comunicarse han ido apareciendo en los países más avanzados.
Vivimos en la llamada «sociedad de la información y del conocimiento», una sociedad que en las dos últimas décadas ha evolucionado hasta etiquetarse, además, de «digital». Ni la irrupción de internet —que revolucionó y cambió para siempre la comunicación entre personas en la década de los 90 del siglo pasado—, ni la aparición de la telefonía móvil más sofisticada, ni siquiera el concepto de multipantalla o la grabación y emisión de audio y vídeo en tiempo real han logrado que la televisión haya llegado a su ocaso y haya sucumbido a un nuevo medio adaptado y adaptable a las necesidades de estos progresos y de la ciudadanía del siglo XXI.
Es cierto que la llegada de internet lo ha cuestionado todo, pero la televisión ha salido indemne. En el caso de España, ni siquiera la malograda implantación de la Televisión Digital Terrestre (TDT), que ofrece múltiples canales gratuitos, e incluso la televisión de pago —asentada desde hace años en muchos países, sobre todo en América— han hecho menguar la aceptación, popularidad y credibilidad de este medio. Si bien la penetración de internet no ha parado de crecer en la última década (ya llega a más del 50% de la población española), la televisión sigue siendo el medio más consumido (el 90% de este país lo hace diariamente). Por esto, el medio televisivo tendrá larga vida y sólo la irrupción de nuevos soportes hará que se tambalee, pero no conseguirá que desaparezca. Sólo en el peor de los casos podría sustituirse por otro medio más evolucionado.
Si bien muchos jóvenes telespectadores de hoy en día se manejan en el anyone, anywhere y anytime que proporciona la tecnología digital, lo cierto es que el mayor consumo de productos generados para televisión se hace mediante las pantallas tradicionales, que se ubican desde hace tiempo en diferentes sitios de nuestros hogares. Además de esto, hay que tener en cuenta que ver televisión en una tableta, en un ordenador o en un móvil significa que se desplaza el cómo y el dónde, pero nunca el qué y el quién. Con esto queremos decir que mientras se sigan generando contenidos para el medio televisivo, ya sean informativos, espacios de infoentretenimiento, series, espacios documentales, de reportajes, de divulgación, de entrevistas, etcétera, éste seguirá existiendo. Y mientras haya demanda del telespectador, el medio no peligra.
Los formatos de programas de televisión van cambiando a medida que lo hace la sociedad, pero los más tradicionales, los que se configuran con la información como base, apenas han sufrido desgaste en los últimos tiempos, a pesar de la fragmentación de la audiencia. El telespectador tiene afán por informarse, por saber qué pasa en su entorno más cercano, pero también en el más lejano. El motivo es que está rodeado de una tecnología que se lo permite; en tan sólo unos segundos, puede estar conectado desde casi cualquier lugar del mundo y recibir información local, nacional e internacional.
En la última década, los formatos de programas de reporterismo televisivo han tenido una presencia importante en las parrillas de programación. De hecho, hoy en día existe una transversalidad del reporterismo y del género del reportaje en espacios que, conceptualmente, son muy diferentes. Así, por ejemplo, las franjas matinales de las cadenas de televisión que hace veinte años eran residuales porque no tenían audiencia, y porque los directivos de las televisiones no apostaban por ellas, ahora se han convertido en verdaderos caballos de batalla, sobre todo de las cadenas de ámbito nacional. Ha habido una clara concienciación por ofrecer información desde primera hora de la mañana, algo que siempre había sido potestad de las radios, por la inmediatez que generaba, y sigue generando, este medio. La fórmula que ha dado el éxito a unas y otras cadenas de televisión es el formato «contenedor», más conocido como «magacín de actualidad». Estos magacines impregnan las mañanas de las televisiones públicas y privadas, y llegan a tener una duración de hasta cuatro horas en riguroso directo. La evolución de la audiencia ha sido ascendente y se ha consolidado con los años, aunque el número global de espectadores sea reducido de por sí. El consumo televisivo de la mañana es bajo: está conformado principalmente por jubilados, desempleados, amas y amos de casa, y estudiantes universitarios.
Estos espacios son conducidos por presentadores «estrella» de las diferentes cadenas de televisión, y cuentan con periodistas especializados y colaboradores expertos en sucesos, política, salud y temas de la crónica social. Pero donde realmente se ha producido la lucha por la audiencia y por intentar marcar la agenda periodística del día ha sido en las secciones que tienen que ver con la política y con los sucesos. Ya es habitual observar cómo los informativos de sobremesa y de noche incorporan en sus escaletas «piezas», «colas» y «totales» de noticias que han generado estos programas magacines, a través de declaraciones de los protagonistas que son noticia durante la jornada y de exclusivas de investigación periodística que generan confianza y credibilidad al telespectador. Todo ello es posible gracias al trabajo en equipo de una redacción integrada por profesionales preparados y especializados que buscan ante todo la verdad de la noticia, además de los motivos por los que ésta se ha generado. Pero van más allá. Estos programas han incorporado la figura del periodista «todoterreno», el reportero, que realiza una ardua tarea de investigación periodística y que es capaz no sólo de coordinar su trabajo, hacer el seguimiento