Momento a momento
Por Toni Packer
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Momento a momento - Toni Packer
Momento a momento
(The Work of this Moment,
Shambhala Publications, 1990)
© Editorial Maitri
ISBN Edición impresa: 978-956-8105-19-8
ISBN Edición digital: 978-956-8105-21-1
Traducción: Teresa Gottlieb M.
1ª edición: noviembre de 2018
Diagramación digital:ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
info@ebookspatagonia.com
El surgimiento y el despliegue de la comprensión,
el amor y la inteligencia no tienen nada que ver con las doctrinas, por antiguas e impresionantes que sean;
no tienen nada que ver con el paso del tiempo.
Se producen espontáneamente cuando un ser humano cuestiona, pregunta, investiga, escucha y observa en silencio, sin quedarse atascado en el miedo, el placer o el dolor. Cuando el egocentrismo se aquieta y se modera, el cielo y la tierra se despejan. El misterio, la esencia de la vida, no es más que la serena apertura de la simple percepción.
Toni Packer
Índice
Agradecimientos
Introducción. Lenore Friedman
Nota al lector
Escuchar y observar
Cuestionar
Conciencia sin contexto
Dependencia de un grupo
Doctrina y aislamiento
El origen y la división
Dolor y defensas
Ausencia de imágenes
Normas y falta de normas
Meditar tranquilamente, sin hacer nada
El silencio
Autoridad
Esfuerzo
Decisiones
Pensar y estar consciente
Asociaciones pacifistas
Rabia
Sufrimiento
Confianza
Aborto
Miedo a la muerte
Convivencia
Agradecimientos
Agradezco sinceramente a todos los que ayudaron a dar forma a este libro: a Lenore Friedman, por la introducción; a los amigos que nos autorizaron a citar sus cartas; a Peter Turner, de Shambhala Publications, por su compresión y su minucioso trabajo de lectura, organización y edición; a los antiguos y actuales integrantes del equipo de Springwater Center, cuya ayuda con el texto anterior publicado por el centro contribuyó en gran medida al presente volumen. Entre estos últimos, especialmente a Betsy MacLean por su trabajo de producción; a Kevin Frank por la coordinación de las primeras etapas; a Sally Fox, Stewart Glick, Deborah Kirsten-Hass, Susan McCallum y Doris Weber por la transcripción, la mecanografía y la revisión; a Sally Woodmansee y Matt Hass por sus muchos y valiosos consejos; a Kyle, mi marido, por estar siempre presente para lo que fuera necesario, y a todos los interesados en explorar el misterio que encierra cada momento y prestarle atención.
Introducción
Lenore Friedman
No es fácil hablar de Toni Packer, porque no se puede decir simplemente que es esto o lo otro, que no es esto ni lo otro. (La imagino sentada detrás de mi hombro izquierdo, sonriendo, cuestionando con la mirada y con humor lo que pueda decir.) Conocí a Toni en 1983, cuando era instructora de zen, aunque ya no se consideraba budista. Hoy ya no es instructora de zen. (¿O sigue siéndolo? Hay quienes sienten que transmite la esencia del zen.) De hecho, Toni asegura que no es instructora de nada. (¿Qué hace entonces? ¿Y por qué hay tanta gente que se sienta a escucharla?) A veces, Toni se define a sí misma y define a esa gente
como compañeros en la indagación
o amigos, que investigan juntos la naturaleza de las cosas. Suele decir observemos esto juntos
o partamos juntos de cero y veamos dónde nos lleva
.
El año antes de conocerla escuché muchas grabaciones de sus charlas. Cada cierto rato, se oía el eco del sonido mu…u…u…u
que salía de algún punto de la sala. Como ya llevaba varios años estudiando zen, sabía que mu
es uno de los primeros koans (relatos didácticos o problemas imposibles de entender racionalmente) que se les presentan a los estudiantes del zen tradicional con la instrucción de trabajar incansablemente en su comprensión. Nunca lo había oído pronunciado en voz alta, interrumpiendo la charla de un instructor. Aparentemente, era un hábito que algunos alumnos de Toni habían adquirido en el Rochester Zen Center (Centro Zen de Rochester); un vestigio que desapareció poco después cuando, junto con Toni, abandonaron la mayoría de los elementos tradicionales del zen (las reverencias, los cantos, el incienso, las estructuras jerárquicas). Toni sentía que esas prácticas interferían con lo que más le interesaba: la toma de conciencia; el proceso esencial de observar todo, estar atento a todo e investigarlo todo.
A fines de 1983, entrevisté a Toni (para mi libro Encounters with Remarkable Women, Encuentros con mujeres notables) en el Genesee Valley Zen Center (Centro Zen del Valle de Genesee) de Rochester, en el estado de Nueva York, que había fundado con algunos de sus alumnos a comienzos de 1982. Cuando llegué a verla, el centro era un lugar relativamente tranquilo, pero dos años antes había sido el foco de una serie de eventos que dividieron a los miembros de la comunidad budista de Rochester por la mitad. En esa época, todavía no se terminaban de asimilar las tormentas y los remezones que se habían producido, no solo en Rochester sino también en otros centros budistas de todo Estados Unidos.
En resumen, lo que pasó es que Toni Packer, elegida como sucesora de Philip Kapleau (el venerable roshi¹ del Rochester Zen Center), cortó todos los lazos con el budismo tradicional después de una dolorosa y paciente introspección y empezó a enseñar lo que entonces definía como proceso zen
, con un estilo original y mucha libertad. Desde entonces, se han producido hechos dramáticos en otras comunidades zen de este país, pero quizá ese sea el más trascendente y más profético. Sin insinuar que pueda haber una simple relación de causa y efecto, siento que hay una conexión entre lo que pasó en Rochester y el hecho de que en otros centros de todo el país se comenzara a analizar y plantear en voz alta una pregunta fundamental: ¿qué forma debería adoptar el zen actualmente?
Antes de ir a verla, ya me había enterado en líneas generales de lo que había pasado en Rochester y la voz grave y segura de Toni que había escuchado en las grabaciones me hacía sentir que era una persona brillante y con una fuerte personalidad. Tenía mucho interés en conocerla, pero también me sentía intimidada.
Ya había anochecido cuando llegué al Genesee Valley Zen Center, y la tierra y las plantas estaban húmedas por la lluvia que había caído poco antes. No se veían luces en las ventanas de la enorme casa de piedra y nadie respondió cuando golpeé la puerta después de subir los escalones de la entrada arrastrando la maleta. Recién entonces vi el cartel que apuntaba a una puerta lateral. Cuando iba dando la vuelta, vi dos siluetas en el camino que conducía al centro. Un hombre alto y joven se presentó y me dijo …y ella es Toni
. La saludé automáticamente (¡hola, Toni!
) y luego me detuve: ¿quieres decir Toni… Toni?
.
Los tres nos echamos a reír. Me había sorprendido, porque Toni, la de la voz segura, era una persona como cualquier otra, con un gorro tejido y una chaqueta acolchada, las mejillas rojas por el frío, una sonrisa acogedora, ojos azules muy brillantes y pelo canoso y corto que apenas se asomaba por debajo del gorro.
Una persona como cualquier otra. Reconocí la voz, pero su amabilidad me impresionó. Estaba cansada y me dolía la cabeza. Nos sentamos delante de una larga mesa de madera en medio de una cocina amplia y tibia, y poco después alguien se puso a hacer té.
Cuando empecé a relajarme, me di cuenta que Toni estaba sentada del otro lado de la mesa, muy tranquila, muy sencilla. Las palabras sobraban. Solo había silencio y un respetuoso estar presente. En los días siguientes, y en los encuentros fuera del centro, descubrí que Toni tenía la capacidad de crear ese tipo de ambiente, fuera donde fuera.
Al otro día, Toni y yo nos instalamos en su cómodo cuarto del segundo piso a conversar durante mucho rato por primera vez. Ahí me enteré que había nacido en Berlín en 1927 y de su dura niñez por los horrores de Hitler y el nazismo. Toni tenía apenas seis años cuando Hitler llegó al poder y, como su madre era judía, la familia vivía aterrorizada. Para protegerlos, los padres bautizaron a Toni, a sus hermanas mayores y a su hermanastro. Toni recuerda que el pastor luterano iba a su casa y los rociaba con agua bendita. También recuerda el auténtico fervor religioso que sentía después, el intenso deseo de que hubiera algo más allá de sí misma. La guerra y la persecución de los judíos la obsesionaban. Sus padres eran muy reservados y se cuidaban mucho de hablar con toda libertad delante de los niños, para que no fueran a repetir fuera de la casa algo que pudiera ponerlos en peligro. Los amigos y los compañeros de la escuela usaban el uniforme del movimiento juvenil. Toni los envidiaba y se habría sentido mucho más segura si hubiera podido usar el pañuelo con un nudo de cuero, aunque no sabía qué significaba. Luego vinieron los bombardeos, la pesadilla de violencia y destrucción. Toni se preguntaba cómo encajaba todo eso con la idea de un Dios cariñoso que se preocupaba por sus hijos y los protegía. Le parecía un sinsentido.
La sensación de culpa que la inquietaba en esa época nunca la abandonó. ¿Por qué seguía sintiéndose culpable si Jesús había muerto en la cruz para lavar los pecados del mundo? ¿Por qué no la liberaba de su culpa? Un día se armó de valor y le planteó esas preguntas al pastor, que le respondió con un comentario cortante, sin ninguna intención de contestarle.
Otro hecho que recuerda Toni es el primer bombardeo. Ella y su hermana estaban en cama con diarrea, pero cuando empezaron a caer las bombas se levantaron de un salto, ya sin diarrea y sin sentirse débiles. Hicimos lo que había que hacer con mucha energía, sabíamos perfectamente cómo reaccionar
. Las dos ayudaron a apagar incendios, pero cuando pasó la alarma volvió a sentirse llena de dudas. ¡Dios mío!, ¿qué pasó?, ¿qué puede haber pasado?
. En medio de un enorme desaliento, empezó a resonar una pregunta: ¿cuál es el sentido de la vida?
. Era una pregunta que la abrumaba, que la acompañaba día y noche, insistente, incitante. ¿Cuál era el sentido de esa vida tan absurda, tan incomprensible, tan cruel? ¿Cómo podía llegar a entender por qué hacemos lo que hacemos?
Más adelante, la familia se mudó a Suiza, donde Toni conoció a Kyle Packer, un joven estudiante estadounidense. Se casaron en 1950 y al año siguiente se trasladaron a Estados Unidos, al norte del estado de Nueva York, donde Kyle la animó a inscribirse en la Universidad de Buffalo. En 1958 adoptaron a un niño de una semana al que le pusieron Ralph. Toni comenzó un posgrado en psicología, pero se desilusionó al descubrir que el programa de estudios era muy conductista, casi exclusivamente centrado en pruebas, teorías del aprendizaje y experimentos con ratas. Nada de eso le interesaba y se retiró de la universidad poco después. Por su cuenta, leyó a Freud, Jung y Joseph Campbell, sobre todo los cuatro volúmenes de Las máscaras de Dios de Campbell.
Esos libros me permitieron hacer las paces con el tema de lo femenino, en parte porque entendí que también era un asunto cultural y que hubo épocas en que nada podía igualarse al poder de las diosas, antes de que aparecieran los guerreros y los conductores de cuadrigas y los jinetes, que hicieron uso de su fuerza para dominar e impusieron un orden religioso más masculino y, en muchos casos, opresor. Todo eso dejó de preocuparme. Entendí que la hegemonía y la opresión eran algo relativo y condicionado. Los dos bandos rivalizaban y se temían. Los hombres temían a las mujeres y las mujeres tenían miedo de ser oprimidas por los hombres, pero todo podía cambiar de un momento a otro
.
Fue en esa época cuando Toni entró en contacto con el budismo. Al igual que en mi caso y en el de mucha gente de mi generación, fue a través de los libros de Allan Watts. Toni los leyó todos y siguió con los de D.T. Suzuki y muchos otros autores. Cuando ya parecía que no había nada más que pudiera leer sobre filosofía budista, Kyle se apareció con Los tres pilares del zen de Philip Kapleau. Toni recuerda haber hojeado el libro sin mayor entusiasmo, como alguien a quien le ofrecen un segundo postre después de una comida muy abundante. Sin concentrarse mucho, buscó comentarios del autor sobre Allan Watts, que le parecieron muy críticos, y así fue como se encontró con las primeras instrucciones sobre meditación que había visto. Se sentó con la espalda bien recta. Eso era algo que sí podía hacer.
Poco después empezó a practicar zazen² en casa. Unos meses más tarde, se publicó la edición de bolsillo del libro de Kapleau y, al leer la contratapa, descubrió que dirigía un centro en Rochester, en el estado de Nueva