Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Semillas de futuro: Voces para el Chile 2030
Semillas de futuro: Voces para el Chile 2030
Semillas de futuro: Voces para el Chile 2030
Libro electrónico729 páginas10 horas

Semillas de futuro: Voces para el Chile 2030

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Pensar colectivamente a Chile y su destino marca el liderazgo de una generación y permite lograr objetivos comunes, compartidos como nación para enfrentar los desafíos que presenta el futuro. Así lo hicieron muchos de nuestros dirigentes en diferentes épocas de la historia y así también lo hacen países que han podido dar un salto cualitativo y cuantitativo en su desarrollo humano, convocando a distintos sectores de la población más allá de sus diferencias.

Nuestra situación política actual tiene limitaciones para realizar y tener una visión en prospectiva, que convoque a diversos actores sociales y académicos, con la finalidad de enfrentar los retos que presenta el mundo del mañana.

Esa ha sido exactamente la motivación inicial para desarrollar este libro, convocar a un amplio espectro de personalidades de las más variadas áreas, con el fin de pensar nuestro país en relación a los retos que debemos enfrentar para nuestro porvenir. Con ese fin he realizado por un periodo de más de 3 años las entrevistas que aquí se exponen. (Francisco Chahuan).
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 sept 2017
ISBN9789563243765
Semillas de futuro: Voces para el Chile 2030

Relacionado con Semillas de futuro

Libros electrónicos relacionados

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Semillas de futuro

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Semillas de futuro - Francisco Chahuán

    futuro.

    Agradecimientos 

    Este libro no hubiese sido posible sin el concurso de un grupo humano que me ayudó a producir y realizar las entrevistas, colaboró con preguntas y participó luego en la transcripción y edición de imágenes y textos. 

    A todos ellos mis agradecimientos, especialmente a Carolina Hernández, Felipe González, Felipe Ibáñez y Marcelo Sanhueza.

    A Francisco Martorell, en su calidad de editor.

    También a los entrevistados que prestaron su tiempo y sus mentes para este proyecto.

    A todos los que han sido parte del equipo de TV Senado en los últimos 7 años: directores, camarógrafos, sonidistas, maquilladoras, etc., que transmitieron los programas en la señal institucional.

    Al equipo del departamento audiovisual del Senado, especialmente a Rodrigo Basáez.

    Al personal del Senado.

    A mi amigo Jorge Frei.

    A todos los que, de una forma u otra, ayudaron y nos dieron su confianza para soñar juntos el 2030.

    LA MEJOR INVERSIÓN QUE PUEDE HACER UN PAÍS ES EN EL FUTURO

    Brian P. Schmidt¹

    Chile está expectante para dar forma a un futuro que permita a los chilenos tener una vida mejor, hacer del mundo un lugar mejor, compartir el escenario con el resto de los países desarrollados y abordar los problemas del futuro.

    El cambio climático y el medio ambiente, el alimento, las energías, son algunos de los principales problemas que enfrenta el mundo y creo que Chile tiene confianza, por primera vez, en que le corresponde jugar un papel en la escena internacional, para compartir esas responsabilidades.

    Esto se revela en el foco puesto en la educación, las universidades y la investigación, que son las cosas que le permitirán a Chile dar forma a su futuro. 

    Pensar en el futuro significa que las cosas están bien en el presente; si las cosas no están bien en el presente, la gente pasa todo el tiempo pensando en el ahora. Creo que la situación en Chile está lo suficientemente bien, lo que permite tener la disposición a pensar en el porvenir. Esto es importante, porque el futuro va a pasar y es bueno prepararse para enfrentarlo. Si no lo hacemos, puede que sea bueno o malo, pero ciertamente no podremos controlarlo. He ahí la importancia de invertir tiempo, esfuerzo y dinero para garantizar la prosperidad futura. Cada chileno debe eso a sus hijos, sus nietos y sus bisnietos.

    La mejor inversión que puede hacer un país es en el futuro. No cuesta mucho –es solo el 2% de lo que un país gasta– pero es la más valiosa. Es como ahorrar dinero para la jubilación, con la salvedad de que se trata de una contribución para la vida de nuestros hijos y nietos. Por eso es tan importante.

    Por otra parte, está el tema de la confianza. Cada generación tiende a desconfiar de sus gobiernos y su prójimo, pero la forma en que la humanidad avanza es en base a la confianza en los otros. Compartimos información. Los pensamientos. Cuando confiamos mutuamente, crecemos. Si no lo hacemos, tenemos guerras y retrocedemos. Ese es el peligro de desconfiar. Tenemos que recordar esto. Hay que fundar la vida sobre los cimientos de la buena fe y la confianza. 

    La gente debe creer que los gobiernos efectivamente quieren trabajar por el interés ciudadano general. Si dejan de hacer lo que necesitan hay que transmitirles que han provocado desconfianza. 

    Pero lo importante en primera instancia es confiar.

    Si un gobierno decepciona debe recuperar las confianzas, porque es la única manera de avanzar. Esa tiene que ser la meta. Es fácil decir no me fío, pero lo relevante es qué se hace al respecto. Hay que generar oportunidades para confiar. En el caso de Chile, donde se vota por las autoridades, hay que hacerlo por quienes se ganan nuestra confianza. Ese es uno de los fundamentos de la democracia. Hay que asumir que el gobierno votado está haciendo lo mejor para nosotros. Si no es así, la próxima vez hay que votar por alguien en quien se confía. 

    No confío no es una respuesta, es tal vez un punto de vista a partir del cual hay que hacer algo: seguir adelante para tratar de recuperar la confianza.

    EL FUTURO Y LA PROSPECTIVA 

    Paola Aceituno

    La inquietud e interés del ser humano por el futuro es, al parecer, como fue calificado en la década del sesenta por Bertrand de Jouvenel, un interés natural y una necesidad de la especie. Sin embargo, este interés ha ido variando conforme a la evolución del ser histórico y su pensamiento, por lo que si bien en tiempos pasados pudo estar más vinculado a productos o señales adivinatorias, míticas, proféticas y, por lo tanto, deterministas, en donde conceptos como el sino o el destino fluían por asociación, en la actualidad existe consenso respecto a que el futuro no es único o lineal, sino más bien múltiple, concibiéndolo mayoritariamente en plural, más que en  singular, es decir, el (o los) futuro (s), se entienden como posibles, probables y deseables, ante lo cual, -asumiendo la libertad humana como principio fundamental-, existe la posibilidad de influir en él; como consecuencia, el futuro es un espacio que se está por construir.

    Como mencionábamos, el cambio en la concepción del futuro ha evolucionado a lo largo de la historia, pero el interés por estudiarlo sistemáticamente, es una cuestión relativamente nueva, que se ha ido desarrollando en los últimos 70 años. 

    En concreto, los estudios de futuro, comenzaron a germinar y diseminarse formalmente, luego de la segunda guerra mundial y si bien su inicio puede  ubicarse al mismo tiempo tanto en Francia como Estados Unidos, existió una diferencia radical en la evolución de los mismos en ambos países, dado por el énfasis u orientación que cada uno le imprimió. 

    Pues bien, a partir de estas 2 corrientes, han surgido diversas escuelas y enfoques, que podemos identificar a grandes rasgos como Prospectiva (de origen francés) y Foresigth (de origen norteamericano). Sin embargo, en Latinoamérica, donde predomina el enfoque francés, se entiende de manera general a los estudios de futuro bajo el concepto de Prospectiva.  

    Nuestro país no estuvo ajeno a este proceso de evolución de los estudios de futuro, existiendo en décadas pasadas algunos esfuerzos aislados por planificar prospectivamente, sobre todo en políticas públicas, lo que fue liderado por el ex MIDEPLAN, hasta fines del 2000, pero esas iniciativas fueron decayendo paulatinamente, para terminar con la reorientación de dicho ministerio en 2011.

    Este alejamiento de los estudios prospectivos que se ha evidenciado en nuestro país, se ha asociado a la profundización del modelo económico, y a cambios de orden político, que manifiestan preferencia por resultados de tipo inmediatista y de corto plazo y por otro lado, a la confusión de los conceptos de estrategia y planificación, con táctica y con acciones o decisiones encaminadas al logro de objetivos caprichosos y movedizos, según la intuición individual o el interés de moda o de turno.

    Por ello, conviene mencionar que la Prospectiva es una disciplina que se ocupa del devenir a través de la anticipación, la previsión, la acción, el conocimiento y el consenso, por nombrar algunos ámbitos, y sus resultados buscan transformarse en un claro soporte para la toma de decisiones, permitiendo bajar la incertidumbre frente a las complejidades actuales, y por otro lado, descubrir tendencias que ayuden a la anticipación de planes y estrategias de mediano y largo plazo.

    En todo caso, este esfuerzo no se vincula con la óptica clásica de la planificación,  basado mayoritariamente en proyecciones, sino más bien, con procesos de difusión o gestión, a través de una metodología y visión innovadora como base, pretendiendo entregar un nuevo enfoque o paradigma a la planificación, poblándola con nuevas herramientas y por supuesto, integrando en ella, criterios centrados en la participación, la interdisciplinariedad, la construcción social de futuro, el mediano y largo plazo.

    Así, cualquier estructura que exista, ya sea de orden político, territorial, tecnológico, científico o empresarial etc., así como sus subsistemas, una localidad o territorio, pueden ser abordados con el sello distintivo de la Prospectiva. Esto significa que el trabajo metodológico y teórico que se lleve a cabo, estará caracterizado bajo los ejes de esta disciplina. 

    En síntesis, hoy cuando hablamos de Prospectiva, nos referimos derechamente a la disciplina como tal, que bajo un proceso que requiere de diferentes insumos, utiliza herramientas propias y otras no tanto, que permiten disminuir la incertidumbre frente a la toma de decisiones. 

    Precisamente en razón de estas características, el incremento de la utilización de los estudios de futuro  a nivel internacional ha sido exponencial, existiendo no sólo centros privados dedicados a la producción de investigaciones, sino también departamentos o áreas al interior de ministerios u organismos públicos, encargados de poblar con la mirada prospectiva, el quehacer del Estado.

    En este escenario mundial, nuestro país más que observar de cerca este proceso de valorización de la Prospectiva, debe dar señales claras para su incorporación. De hecho, la CEPAL ha propuesto adoptar la prospectiva como instrumento de planificación para la formulación de políticas, programas y proyectos,² lo que nos lleva a afirmar que es indispensable, que en Chile se transfieran capacidades en torno a los estudios de futuro, tanto en el ámbito institucional, académico y local, y comprender finalmente, por qué el pensamiento de largo plazo debe ser un componente a considerar en la gestión pública, el futuro no puede seguir ignorándose a la hora de pensar nuestras acciones en el presente. 

    Fijar la mirada más allá del hoy y el ayer, es la propuesta que se hace desde la disciplina, encontrándonos en el momento propicio para retomarla e incluirla en nuestro quehacer social y político.

    Quienes tienen a su cargo la responsabilidad de gobernar y administrar el país,  tienen un rol relevante como impulsores y promotores tanto del uso de la herramienta como de la concreción de los resultados prospectivos, ya que cualquier estudio de estas características, sólo queda en el mundo de las ideas si no es llevado a la acción.

    Junto con esto, es importante tener claro que la construcción del futuro no se logra desde la polarización, o la anulación del otro; el futuro no se construye sólo a través de la tecnología o de la ciencia, o sólo con voluntad, porque incluso la naturaleza tiene algo que decirnos. Si una sociedad no cree posible su organización conjunta, sea para el más mínimo debate, como para acuerdos a nivel nacional, se termina en juegos de suma cero, donde los perdedores se sienten no sólo perdedores, sino también marginados, y sin ser grandes analistas, es fácil sospechar cual es el resultado de la política de la marginación.

    Entonces, la invitación a imaginar y cimentar un horizonte común, nos obliga a pasar la prueba de madurez y confianza en nuestra sociedad, e indispensable para ello es realizar este ejercicio, a fin de no malgastar nuestro futuro, esperando pasivamente a que sean otros los que lo construyan por nosotros.

    Finalmente, las miradas y esfuerzos que buscan pensar a Chile más allá del presente, son iniciativas que ayudan en la instalación del pensamiento de largo plazo, generan valor y contribuyen a preparar el camino para la penetración de la metodología prospectiva en la gestión pública, dejando en evidencia la existencia de voluntades concretas por querer superar la contingencia y el inmediatismo, y nos brindan una oportunidad para reflexionar en la posibilidad de la construcción de un futuro colectivo.

    Paola Aceituno O.

    Directora Ejecutiva

    Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia

    El país que sueño

    Francisco Javier Chahuán

    Pensar colectivamente a Chile y su destino marca el liderazgo de una generación y permite lograr objetivos comunes, compartidos como nación para enfrentar los desafíos que presenta el futuro.

    Así lo hicieron muchos de nuestros dirigentes en diferentes épocas de la historia y así también lo hacen países que han podido dar un salto cualitativo y cuantitativo en su desarrollo humano, convocando a distintos sectores de la población más allá de sus diferencias.

    Sin embargo, nuestra situación política actual tiene limitaciones para realizar y tener una visión en prospectiva, que convoque a diversos actores sociales y académicos, con la finalidad de enfrentar los retos que presenta el mundo del mañana.

    Esa ha sido exactamente la motivación inicial para desarrollar este libro, convocar a un amplio espectro de personalidades de las más variadas áreas, con el fin de pensar nuestro país en relación a los retos que debemos enfrentar para nuestro porvenir. Con ese fin he realizado por un periodo de más de 3 años las entrevistas que aquí se exponen (1).

    Era necesario que asumiéramos este desafío, porque Chile lo demanda, fundamentalmente nuestras generaciones futuras.

    Hoy, sin duda, nuestro principal problema país es que se instaló en él una desconfianza que limita la convivencia. Primero, desde el punto de vista interpersonal, donde según la OCDE solo un 13 por ciento de los chilenos confía en su vecino. De la cultura barrial de los 50, en estos inicios del siglo XXI prácticamente no existe interacción o conocimiento con el que vive al lado (2). 

    Esa desconfianza interpersonal se fue plasmando en otra, la institucional, afectando a importantes entidades que antes eran consideradas fundamentales para los chilenos, como por ejemplo la Iglesia Católica, la actividad política o la empresa privada. Todo ello, profundizado a partir de 2011, como lo muestran estudios de opinión pública (3) de esos años, donde se refleja, además, el marcado individualismo de que da cuenta un informe realizado por Ellinor Owe y Vivian Vignoles, para la Universidad de Sussex, en el que Chile figura como el segundo país más individualista del mundo después de Estados Unidos (4).

    Esta desconfianza, entonces, sumada al individualismo, nos muestra que hemos estado construyendo una cultura sin horizontes, del metro cuadrado, de los ghettos, donde unos chilenos no saben cómo viven otros chilenos, y de lo desechable, pero que estamos a tiempo para revertirla y debemos hacerlo. Claro, hoy urge hacer algo. Y para ello, primero, debemos entender y aceptar, para combatirla, la gran diferencia que existe entre los varios Chiles que coexisten y muchas veces se ignoran o temen (5). 

    La política es una responsabilidad de todos y una tarea tan importante para nuestra convivencia que no puede quedar entregada solamente a las manos de los dirigentes políticos.

    Diseñar y trabajar por el destino de nuestro país es un deber que convoca e interpela a toda la sociedad, el punto es que los dirigentes políticos debemos tener la habilidad y capacidad de integrar, escuchar y convocar a todos en esa tarea.

    Una visión reducida de la política nos ha permeado el último tiempo como generación. Algunos ven a la función del político como una profesión especializada dentro de la sociedad. Una profesión que utiliza, por ejemplo, instrumentos modernos como son las encuestas para comunicarse y entender a la sociedad, lo que ha limitado la interacción y la participación en el desarrollo de desafíos y proyectos colectivos, y en donde por muchos se pierde la dimensión personalizadora y a escala humana de las políticas públicas. 

    Y por otra parte, sectores sociales, académicos, dirigentes profesionales ven a la política como algo distante, respecto del cual no existe interés alguno en acercarse y, ojalá, por ellos pudieran mantenerse lo más alejados del mundo político que ven como algo ajeno. Esas visiones son un tremendo error, con consecuencias y efectos limitantes para nuestra convivencia y nuestro desarrollo.

    La modernidad y la especialización, ha llevado a que la función política pierda la capacidad, tanto de representar como de convocar a otros actores para pensar la política como tarea integradora, horizontal y transversal.

    A estas realidades sociológicas, le sumamos un diseño institucional que restringe la transparencia y competencia del sistema político en su conjunto. La ley de partidos políticos, aspectos del ya modificado sistema electoral binominal, el hiperpresidencialismo de nuestro régimen político y el centralismo político, económico y fiscal exacerbado alimentaron la distancia entre la ciudadanía y sus representantes políticos.

    La Política y el Estado, especialmente los partidos políticos, no han sabido interactuar ni canalizar a un nuevo ciudadano. No fuimos capaces de anticiparnos a los problemas sobrevinientes y nos dimos cuenta de ellos, únicamente cuando nos explotaron en la cara, afectando la credibilidad y confianza en las instituciones que urge resolver, para construir un país donde todos quepan y se sientan parte, un país para todos.

    Y aquellas voces que veníamos alertando de este proceso no tuvimos la fuerza o el espacio para generar un punto de inflexión en forma oportuna, transformándose en una suerte de profecía auto cumplida. 

    El nuevo ciudadano sin interlocutor institucional suficientemente legitimado se ha transformado en un demandante de derechos y soluciones individuales, que prefiere supuestamente como canal, la calle o la rabia del silencio. Pero más grave todavía, es que el ciudadano contemporáneo, sin interlocutor político en quien confiar para canalizar sus necesidades sociales, olvida su sentido comunitario, así como sus deberes y obligaciones sociales. Ya nos dice Francis Fukuyama en estas páginas: La confianza es uno de los más importantes activos de un país, porque si usted no tiene confianza no consigue cooperación. Nada más cierto, pero también una prueba de la urgencia de nuestros problemas.

    Actualmente, los partidos políticos no han sabido adaptarse a este nuevo contexto y no han podido cumplir sus funciones naturales para encauzar opinión, jerarquizar problemas para que sean abordados y colocar los intereses y pretensiones dentro de una comunidad de intereses.

    En efecto, la falta de legitimidad y representación del sistema político genera distancia y lejanía con el mundo social, profesional y académico, lo cual limita la capacidad de nosotros, los dirigentes políticos, para entender el mundo, la realidad y los desafíos que demanda el futuro.

    El sistema político sufre hoy una crisis de representatividad, no por nada en la última elección fue el acto electoral donde menos personas participaron desde el retorno a la democracia con casi 5,7 millones de ciudadanos votando. Esto es un millón y medio menos de votantes con respecto a la segunda vuelta de la Presidencial del 2009.

    La desafección por la política tiene muchas causas, pero uno de los mayores costos y efectos es una limitación para nosotros los dirigentes del presente para poder hacer prospectiva y pensar cómo abordar los desafíos del futuro. Una de las mayores tareas pendientes que tenemos como clase dirigente del país, no solo la llamada clase política, sino los académicos, los gremiales y los estudiantes, es recuperar la capacidad de leer la realidad actual y anticipar, así, los desafíos del futuro. 

    Pero esto no ha sido siempre así, nuestra historia republicana tiene ejemplos notables de como dirigentes y líderes en distintos espacios de poder o influencia, pudieron pensar y entender el Chile de su época y proyectarlo al futuro. 

    Es el caso de Jose Miguel Carrera, por citar a alguno, que visualizó la importancia de fundar instituciones tan relevantes para el futuro como la Biblioteca Nacional, la imprenta, el periódico o el Instituto Nacional, siendo que algunos, en su momento, podían pensar que este naciente país tenía otras necesidades más básicas. Él entendía que la educación, la instrucción y la ilustración marcarían la impronta de este país. 

    También se puede relevar la visión de la clase dirigente en los orígenes de la República con Mariano Egaña o Diego Portales, por mencionar algunos que no solo buscan darle un Estado en forma a esta nueva nación en medio de un continente marcado de caudillos y liderazgos personales, lo que permitió que este país pudiera consolidar un desarrollo económico y político durante la segunda mitad del siglo XIX, también fueron capaces de atraer a figuras que iluminan el conocimiento como son Andrés Bello o Claudio Gay. 

    El primero permitió darle una sólida estructura jurídica a las relaciones privadas de nuestro país y proyectar a la Universidad de Chile como un centro del conocimiento robusto que le dio una impronta al Chile republicano desde ese instante. Gay, por su parte, abrió la puerta para explorar todas las potencialidades físicas y humanas que tiene nuestro rico territorio y pudo, mediante un viaje científico por el país, levantar un catastro de nuestra riqueza humana, geográfica y natural en flora y fauna, así poder visualizar las proyecciones que tenía nuestro país para su futura industria, comercio y administración.

    En el siglo XX se pueden identificar a dirigentes del Partido Radical que desde 1938 fortalecieron el desarrollo industrial creando instituciones que nos acompañan hasta hoy como son la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), la Empresa Nacional de Electricidad (Endesa), la Empresa Nacional de Petróleo (ENAP), la Industria Azucarera Nacional S.A., (IANSA), y la Compañía de Acero del Pacifico (CAP).

    Aprovechando la oportunidad que otorgó la reconstrucción después del terremoto de 1939, Chile es capaz de crear instrumentos e instituciones que levantaron el desarrollo industrial de nuestro país y que sin la mano del Estado quizás nunca podrían haber despegado. Fueron capaces de estimular y fortalecer el emprendimiento y capacidad de generar empresas por parte de las personas.

    De esta forma, la estructura energética y de la producción industrial se alza desde esa visión, entendiendo que nuestro país necesitaba generar una industria que le permita crecer y desarrollarse. 

    Esos son algunos ejemplos de nuestra historia de cómo liderazgos individuales y colectivos son capaces de visualizar en prospectivas las necesidades del país y proyectarlas para el futuro.

    Sin embargo, esta capacidad de prospectiva y construcción de proyectos futuros para el país, por razones históricas e ideológicas, se vio cargada durante los años 60 y 70 con proyectos políticos excluyentes, refundacionales y globales con poca capacidad de diálogo, consenso y acuerdo entre todos los sectores políticos.

    La guerra fría y las ideologías del momento en el mundo llevaron a que cada uno de los sectores políticos creara su propia prospectiva del futuro porque creían solo en su diagnóstico y solución para las próximas décadas. 

    La instalación de visiones políticas excluyentes que desdeñaron la tradición de entendimiento del país, truncó la capacidad de construir un proyecto consensuado por todos los sectores, lo que culminó en un desenlace por todos conocidos.

    Uno de los efectos o traumas de esa generación fue que en términos políticos, luego de recuperada la democracia, resultara difícil que actores políticos y sociales insinuaran ofrecer proyectos colectivos con prospectiva de futuro.

    También en esos años, en el mundo se derrumba el muro de Berlín, las economías centralmente planificadas abandonan sus modelos económicos y políticos, liberalizando sus estructuras. En ese sentido, cualquier esfuerzo de prospectiva podía ser entendido como revivir un fantasma de reinstalar un sistema de Planificación Centralizada en remembranza a las economías socialistas. Ese contexto histórico, explica la falta de capacidad para pensar estrategias de largo plazo para el desarrollo del país.

    Pero hubo elementos adicionales que limitaron más las posibilidades para pensar Chile en el largo plazo, como la reducción del mandato presidencial. La Reforma Constitucional de 2005 que acortó el período, pasando de 6 a 4 años, hace que los gobiernos sean más breves y su misma planificación, sus diseños y estrategias se focalicen prioritariamente en ese período de tiempo, esto aumentado por el excesivo presidencialismo que tenemos.

    Sin embargo, en estos últimos años existen ejemplos positivos donde acuerdos políticos y económicos han permitido desarrollar áreas de la economía que ya sea por las circunstancias políticas (o políticas públicas especificas) han exhibido logros relevantes. Un paradigma es el sector exportador de la economía que ha tenido la capacidad de proyectar una estrategia en base a un diseño, que sobre la marcha y fruto de esfuerzos colectivos pudo potenciarse y fortalecerse en sus mismas necesidades. 

    El desarrollo del sector exportador chileno, comienza en Chile desde los ’80, luego de la crisis económica. Chile proyecta su economía en forma abierta al mundo, donde las posibilidades de crecer se enfocan en su capacidad exportadora de materias primas, ya sea fruta, metales, celulosa o pesca, pero ese impulso luego en los ´90, se ve promovido y protegido mediante la suscripción de Acuerdos de Libre Comercio. El país aprovecha la oportunidad de su reinserción política en el mundo, colocando las capacidades de su aparato exterior para concretar condiciones más justas para sus productos y lograr un trato en el extranjero en situaciones más favorables. El Ministerio de Relaciones Exteriores en alianza con el sector privado logra concretar un plan sistemático de suscripción de Acuerdos o Tratados de Libre Comercio, convirtiendo a la economía chilena en una de las más abiertas del mundo. De esa forma los exportadores nacionales consiguen condiciones económicas más favorables pero también reglas comunes para que nuestros bienes y servicios no sean objeto de injusticias o arbitrariedades.

    Un ejemplo distinto es el sector energético, donde la falta de planificación y la improvisación nos tienen actualmente con una matriz energética concentrada en recursos con alta generación de CO2, carbono dependiente, con una alta fragilidad para mantener una producción y transmisión constante de energía para los próximos años. Pero más grave aún es que la falta de planificación ha llevado a que solo algunos lugares concentren y sufran el emplazamiento de esta industria que es profundamente contaminante, un ejemplo paradigmático es Quintero y Ventanas, que se han transformado injustamente en verdaderas zonas de sacrificio.

    No contar con una planificación estratégica nos ha conducido a que las empresas generadoras concentren sus instalaciones en ciertos sectores del país con riesgos de todo tipo y que las fuentes de generación sean poco eficiente pero rentables en un esquema que busca elevar el costo marginal de producción, y sobre todo donde las externalidades positivas y negativas no son compartidas o subsidiadas con los vecinos de las plantas de energía. 

    También, mirando experiencias comparadas, uno puede visualizar países que hoy son exitosos mediante acuerdos sociales y políticos, que involucran a todos los sectores y actores, permitiéndoles trazar proyectos colectivos con objetivos claros y comunes, dando en el mediano plazo un salto al desarrollo no solo económico sino social y fundamentalmente político. Casos como Nueva Zelandia, Irlanda y Finlandia son ejemplos de países afines que han seguido este modelo que muchas veces nos gustaría imitar. Pueblos que en un momento de su historia han sido capaces de alinear sus intereses y definir un norte claro de dónde quieren llegar en los próximos años. En base a esos acuerdos políticos, sociales, laborales y empresariales se modernizó su Estado, se potenció y desarrolló su educación, y se diseñó e implementó una estrategia de desarrollo que permitió en el mediano plazo mostrar claros frutos.

    El punto es que actualmente, si queremos dar el salto cualitativo y cuantitativo en nuestro desarrollo económico, pero fundamentalmente humano, necesitamos abrir el sistema político y dotarlo de mayor representatividad. Para eso no basta con cambios formales sino que hay que hacerlo en la forma como la dirigencia política nos estamos relacionando y comunicando con la ciudadanía. La falta de representatividad, la ausencia de canales de participación y la profesionalización de la política limitan las instancias para que los dirigentes políticos puedan convocar a líderes académicos y sociales para pensar en conjunto los desafíos que tiene Chile para el 2030.

    Muchos nos hemos dado cuenta que nos falta generar la instancia, el momento, la forma para convocar a los hombres de ciencia, de las artes, de la cultura, del conocimiento, a los empresarios y trabajadores, y juntos visualizar cuál es el país que queremos para el año 2030, cuáles son los desafíos que debemos enfrentar. La crisis de participación, de representatividad, limita nuestra capacidad para hacer esta política en prospectiva tomando en cuenta todos los elementos que los hombres y mujeres ven desde su lugar de trabajo o de conocimiento. 

    Pero existe otra brecha que dificulta adicionalmente el uso del conocimiento científico para la prospectiva colectiva. No solo tenemos un divorcio entre la política y la ciudadanía, sino que en Chile existe una cada vez mayor distancia entre la ciencia, el desarrollo del conocimiento científico con la sociedad en su conjunto. La educación de calidad, el conocimiento científico de punta, es un elemento cada vez menos accesible para la gran mayoría, y cada vez son menos los que mantienen ese privilegio.

    También producto de la especialización de una sociedad moderna más atomizada, el desarrollo del conocimiento científico, la ciencia y la sociedad se distancian y los espacios de interacción son cada vez más elitistas y ajenos. Este divorcio produce que no solo tengamos un incremento no razonable de la distribución del ingreso sino también que se incrementa la brecha de las oportunidades para el conocimiento, la calidad de la educación y las posibilidades de desarrollo personal.

    Muchos tenemos la convicción que necesitamos disminuir, reducir y atenuar fuertemente esas diferencias. Es clave que la sociedad chilena apueste por más ciencia, conocimiento y educación no solo por masificar el pensamiento y el avance tecnológico, sino también para contar con un desarrollo humano integral. 

    Vincular la ciencia y la innovación en Chile es clave para el desarrollo productivo y social de nuestro país, tener capital humano altamente capacitado para que el conocimiento sea el motor de nuestro desarrollo, y así poder pasar del cobre al conocimiento, y evitar que ocurra lo mismo cuando no tuvimos más salitre que ofrecer en forma competitiva. Lamentablemente, Chile invierte el 0,5% del PIB en ciencia y tecnología, y tenemos un bajo número de investigadores. Los problemas, el cómo estamos y qué debemos hacer, se encontrará en diversas ocasiones dentro de este libro.

    En esa convicción, este Senador junto con otros parlamentarios, académicos, líderes sociales y empresariales, buscamos facilitar para que todos nosotros, los ciudadanos, podamos tener mayor y mejor acceso a la información, democratizando aún más el conocimiento científico, por un lado para que reduzcamos la brecha del conocimiento y, por otro, para incorporar los avances científicos y tecnológicos en el debate parlamentario y en la aprobación de nuevas leyes. 

    Por eso, en base a esta preocupación hemos creado instancias como la Comisión de Desafíos del Futuro (6) y el Consejo del Futuro (7) para que podamos tener instancias donde se vinculen la visión de los grandes cambios que vive nuestra sociedad, en el conocimiento, en las relaciones sociales y humanas, con las decisiones políticas que debemos adaptar para tener una institucionalidad o políticas públicas que enfrenten esos cambios y desafíos.

    Solo por mencionar algunos ejemplos, muchas veces me pregunto: ¿cómo podremos proyectar los desafíos que tendremos en salud y en el régimen laboral o previsional sino nos percatamos de los avances que la ciencia tiene actualmente? 

    ¿Cómo no recoger la experiencia de los países que han institucionalizado el diálogo social, permitiendo generar visiones compartidas de la sociedad, dando el salto al desarrollo cualitativo y cuantitativo vigente?

    Los nuevos descubrimientos científicos, alargarán la esperanza de vida para las generaciones venideras. Ello tendrá profundos impactos demográficos en nuestra generación, que en los próximos años no podremos eludir y que debemos empezar a pensar ahora. Los cambios científicos extienden diariamente la esperanza de vida y esto obliga a repensar las políticas públicas dirigidas a la futura tercera o cuarta edad en materias de previsión, costo de la salud, empleo y capacitación de personas mayores. Mientras que el crecimiento demográfico del país plantea otros problemas desde la proyección a la baja de la fuerza laboral disponible en el futuro hasta temas de soberanía y la necesidad de generar una política migratoria dignificadora e integradora. 

    Por otro lado, las comunicaciones y las interacciones humanas y comerciales cambian con los avances en conectividad tecnológica, lo cual impone desafíos regulatorios y sociológicos para pensar las futuras relaciones donde la presencia física no será necesaria para llegar a contactar en forma concreta a otra persona.

    Las instalaciones de redes de telecomunicaciones rurales están acercando el campo al mundo, y pueden producir otros movimientos migratorios, esta vez del mundo urbano al rural. El uso masivo de teléfonos inteligentes por los niños genera nuevas habilidades, o también problemas a los que debemos poner atención.

    El cambio climático que sufrimos con cada evento adverso de la naturaleza, afecta y alterará nuestra geografía. Los cultivos se desplazarán en forma inexorable. Por eso no sería extraño pensar que las viñas de Casablanca en unas décadas o siglos más estarán en la Región de Los Lagos o de Aysén, que pudiera retrasarse si se adoptan medidas a tiempo de contención del avance de la desertificación, entendiendo que el cambio climático no es solo una cuestión ambiental, sino que también tiene dimensiones ecológicas, económicas, sociales y culturales.

    Si hay algo definitivo que tiene el mundo globalizado es que lo único constante y permanente es el cambio, y cuya velocidad se acelera vertiginosamente. Algo que existía en la imaginación, que era tener otra dimensión de las cosas, hoy existe realmente, porque no solamente tenemos el mundo físico sino que convivimos con el mundo virtual. Esto afectará o nos permitirá modificar los procesos de toma de decisiones y las habilidades necesarias para utilizar y modificar información. Tendremos, entonces, que mejorar los procesos de toma de decisiones y de planificación utilizando las nuevas posibilidades que nos abre el mundo de hoy. Una mejor información, mejores sistemas de educación e innovaciones tecnológicas que nos ayuden en nuestra labor político, social y colectiva.

    Ya no solo pensamos en aplicar la biotecnología sino que entramos a la edad de la nanotecnología. Ella y los aparatos como las máquinas, interfases inteligentes, se van a extender y penetrar en nuestra habitualidad, estarán presente en los automóviles inteligentes, robots y edificios, así como los servicios virtuales, y permitirán masificar la telemedicina y la educación virtual.

    Todas estas tecnologías implican cambios tan significativos como lo que fue la creación de la máquina de vapor, y eso ocurre todos los días y no lo estamos aquilatando.

    Contar con una visión en prospectiva de los desafíos que vienen para el futuro y de cómo los avances de la tecnología y la ciencia nos generan necesidades que antes no existían, como la disponibilidad de mayor conectividad no solo a través del teléfono sino de los artefactos que utilizamos diariamente, pueden crear nuevas necesidades para las relaciones sociales y humanas. 

    Estos son ejemplos que demuestran la necesidad que tenemos de interactuar con las ciencias y proyectar así nuestras políticas públicas del futuro que debemos enfrentar hoy.

    Por eso estamos creando instancias que nos permitan romper la inercia y generar los espacios de prospectivas. En efecto, la Comisión Parlamentaria de Desafíos del Futuro fue creada en abril de 2012. Es una instancia legislativa permanente, compuesta por 5 senadores y representa a las distintas bancadas presentes en el Senado. Ese espacio nos ha permitido reunirnos y encontrarnos con distintos representantes del mundo de la ciencia, la academia y las empresas. Uno de los objetivos que hemos tenido ha sido impulsar la generación de una nueva institucionalidad para la ciencia y la innovación en Chile, como por ejemplo crear un Ministerio de la Ciencia y Tecnología.

    En base a ese diagnóstico, es que en la actualidad ya hemos aprobado la idea de legislar respecto de la moción parlamentaria que crea el Consejo del Futuro de Ciencias y Tecnologías, el que se encuentra en primer trámite Constitucional en el Senado. Con este proyecto de ley buscamos entregarle al Congreso Nacional una instancia con rango legal, de asesoría a ambas cámaras del Congreso, dedicada al análisis y recomendaciones en torno a temas prospectivos en ciencia, innovación y tecnología.

    Actualmente, el Consejo del Futuro (8), cuenta con un staff administrativo pero solo asesora al Senado. Este Consejo nos ha permitido organizar eventos, seminarios, charlas y editar publicaciones para difundir las características de los avances científicos, los cambios sociales y la institucionalidad.

    En ese mismo marco, organizamos cuatro versiones del Congreso del Futuro (9). Estos encuentros nos permitieron contar con la exposición de destacadas y destacados representantes del mundo de la ciencia, las humanidades, la cultura y la política. Pudimos escuchar las exposiciones de Premios Nobel, de investigadores que están en la vanguardia de los descubrimientos en salud, geografía, biología, física, astronomía, astrofísica, política y filosofía entre otros.

    Los senadores, académicos y personalidades que impulsamos este Consejo del Futuro pretendemos con esto que, cuando regulemos, legislemos en prospectiva: tengamos presente y en consideración los avances científicos y tecnológicos, manteniendo una mirada holística de los procesos sociales. Solo así podremos anticiparnos a los desafíos que nos deparan los nuevos descubrimientos, pero también podremos tener conciencia de cómo se desplazan minuto a minuto las fronteras de posibilidades que la técnica y la tecnología nos ofrecen para abordar los problemas del presente.

    En base a este cúmulo ilimitado de datos, información y movimiento, los dirigentes políticos necesitamos anticipar los desafíos del futuro, identificar las potencialidades y oportunidades que tenemos para el porvenir, pero también las amenazas que se levantan con este constante cambio.

    Esta información y conocimiento constituyen una oportunidad de participación a la que pueden sumarse todos los actores sociales, académicos, profesionales y laborales para que juntos podamos hacer esta labor de anticipación del futuro y apoyar las políticas públicas que enfrenten estos desafíos y amenazas.

    La socialización de la información y conocimiento nos permite generar una red para involucrar, crear y construir visiones estratégicas de desarrollo futuro.

    Se trata adicionalmente de generar un espacio institucional para el diálogo social, donde todos están llamados a ser actores, encabezados por la sociedad civil, los trabajadores y la fuerza sindical, empresarios y gremios, los dirigentes políticos, académicos y el Estado, puedan generar acuerdos para el Chile del futuro. Y donde los medios de comunicación tienen un rol en términos de generar opinión pública activa y vigilante en torno a este proceso de cambio. 

    Estoy convencido que este proceso sinérgico generará un proyecto colectivo de Nación, alejado de miradas refundacionales y mesiánicas, permitiendo generar identidad cultural, territorial y social para iniciar el proceso de recuperación de las confianzas perdidas. Nos permitirá, sin duda, generar la capacidad colectiva de hacer prospectiva y enfrentar los retos del mañana.

    Un proyecto colectivo del cual todos nos sintamos y seamos parte, en fin, con sentido de pertenencia.

    Estas instancias que hemos creado y necesitamos consolidar, buscan en definitiva vincular nuestra labor, de legislar, con los ámbitos de conocimiento en aspectos como ciencias básicas, humanidades y ciencias sociales. Así integramos a actores de la sociedad civil y ciudadanía con las estrategias de desarrollo humano y material. Por eso queremos, para el Congreso, tener este foro de interacción permanente e intelectualmente autónomo. Solo así podremos entender el impacto de la ciencia en la sociedad y considerar tal autoridad al momento de hacer políticas públicas, como también crear un punto de encuentro que fomente el diálogo social y visiones compartidas respecto del futuro.

    Por eso queremos apoyar el desarrollo de la ciencia y la tecnología chilena no solo para difundir y democratizar el conocimiento; no solo para mejorar la innovación, productividad y competitividad de nuestra economía; no solo para visualizar los desafíos que tendremos en el año 2030, sino también de poder imaginar y concebir todas las alternativas y posibilidades tecnológicas que tenemos para proveer más bienes y servicios públicos para todos. Reducir, en definitiva, todo lo posible las brechas del conocimiento científico, porque el hábito del ciudadano con la legislación permitirá consolidar más nuestra gobernabilidad democrática, como también generar espacios institucionales para el diálogo y el acuerdo social.

    La idea del Consejo y Comisión del Futuro no es un invento o genialidad de unos senadores, sino es seguir el ejemplo de otros países que han comenzado a vincular en su desarrollo legislativo la prospectiva de pensar los desafíos futuros junto con la ciencia y la tecnología. Seguimos el ejemplo de Finlandia y su Comisión del Futuro; miramos con atención el caso de Gran Bretaña y su POST (Parlamentary Office of Science and Technology); nos fijamos en lo que ha hecho Dinamarca con consultas a la ciudadanía sobre opciones en cuanto a desafíos científicos, sociales, culturales.

    También revisamos y consideramos los instrumentos que tiene Europa con la European Parliamentary Technology Assessment (EPTA network) que reúne a todas las agencias parlamentaria de ese continente con el objeto de compartir conocimiento prospectivo. Oficinas de Evaluación Tecnológica, OET. Las OET implementadas en el ámbito parlamentario, aunque diferentes unas de otras en cuanto a su organización, dependencia, financiamiento y facultades, tienen por objeto entregar asesoría neutral a los legisladores sobre los posibles impactos sociales, económicos y medioambientales de las nuevas ciencias y tecnologías, asistiéndolos en la toma de decisiones en estas materias. También consideramos las Oficinas de Prospección Tecnológica (OPT), denominación genérica de los organismos o instancias de asesoría que han sido desarrolladas por los parlamentos de Finlandia, Escocia, Alemania y Hungría, para incorporar el diálogo social y sus comisiones.

    Estas instancias que se mencionan son ejemplos que hemos extraído donde institucionalmente los Estados integran conocimiento, ciencia con políticas públicas, anticipando desafíos futuros, desarrollo tecnológico y de las ciencias para realizar evaluación tecnológica y prospectiva. Algunos tienen instituciones internas dentro de los parlamentos, e incluso algunas integran a científicos en las instancias decisorias de los temas a investigar.

    También existen otras con modelos externos que dependen de órganos pertenecientes al Ejecutivo, pero que realizan labores de asesoría a los parlamentos respectivos. Y otros tienen sistemas o modelos híbridos o mixtos como las mencionadas OPT, entidades compuestas por órganos externos pero financiados por el parlamento respectivo.

    Quiero mencionar especialmente el caso finlandés, donde la labor de décadas de análisis del futuro entre el ejecutivo y el legislativo ha permitido elaborar políticas exitosas, de esa forma se entiende como ese país ha sobrellevado mejor que sus vecinos la actual crisis económica, manteniendo un alto grado de desarrollo.

    El comité para el futuro de Finlandia está promoviendo con fuerza el  crowdsourcing, implicando una apertura de las tomas de desiciones incorporando la inteligencia colectiva en procesos de redes abiertas, fomentando la transparencia, la credibilidad de la política, la inclusión como principio rector, y asumir la responsabilidad colectiva y el compromiso en la formulación de políticas públicas.

    Este es uno de nuestros desafios ante un mundo globalizado que requiere legitimidad en los procesos democráticos y mayores niveles de inclusión, en donde la sostenibilidad se transforme en un ícono no solo para adelantarse al cambio social, revitalizar las instituciones, entender que no solamente basta el crecimiento sino la calidad del mismo, 

    y que este es un proceso esencialmente dinámico donde la responsabilidad frente a las generaciones venideras implica hacer política para el futuro.

    Todo lo anterior requiere poner énfasis a la vez en una serie de propuestas de modificación legislativa que hemos presentado y que buscan institucionalizar sistemas o procedimientos de escucha activa y empoderamiento ciudadano en el proceso de formación de la ley, tanto en su origen, a saber iniciativa popular y consulta ciudadana, como durante su desarrollo, y de seguimiento posterior a su promulgación; de transparencia activa en la adopción de decisiones de política pública; de señales de pérdida de privilegios para estimular la horizontalidad, como el debate informado y responsable alejado de los populismos que debilitan el sistema democrático.

    Esta es la razón de ser de este libro, el cual es fruto de conversaciones con actores relevantes de distintos ámbitos para poder imaginar el Chile del 2030.

    Lo hice desde el Senado, el espacio republicano templado y activo donde se produce el diálogo ciudadano y convocante para proyectar el sueño que pueda asumir los desafíos del futuro.

    Es aquí donde tenemos que recomponer la capacidad que tuvo Chile y su clase política, décadas atrás, de proponerle al país un camino de desarrollo. Nuestro país ha sido fruto del esfuerzo y la inteligencia, pero a lo largo de la historia hemos tenido oportunidades fallidas para dar el salto al desarrollo económico y social, como le ocurrió a aquella generación de comienzos del siglo XX que gastó las riquezas del salitre, no supo darle una conducción sólida al problema social y laboral que se incubada y, especialmente, fue incapaz de anticiparse y hacer prospectiva del futuro que tenía el salitre en la economía mundial, producto que terminó siendo reemplazado por fertilizantes sintéticos.

    Hoy como generación dirigente somos interpelados para no cometer los mismos errores, visualizar los problemas sociales que tiene nuestra ciudadanía, los desafíos que enfrenta la minería, el cobre, la agricultura con el cambio climático y la adopción del conocimiento y del cambio tecnológico.

    La política debe ser la que traduzca los cambios en instituciones, leyes y acciones virtuosas para la sociedad. Es la que debe comprender y desentrañar la complejidad que surge de una sociedad global cuyas nuevas generaciones no imaginan su destino limitadas a una visión tradicional y encerrada en las fronteras formales sino, por el contrario, viven una sociedad abierta a las oportunidades que les ofrece el Mundo, no la localidad.

    Y la política debe estar a la altura de esa demanda, es un imperativo ético, pero insistiendo en no abandonar la identidad que es necesaria para que los procesos de cambio tengan sentido de pertenencia.

    Encontrar soluciones presupone aceptar responsabilidad que tenemos con el país y la sucesión de las generaciones futuras. Supone como pilar la revolución del diálogo y abandono de la política de trinchera con miradas refundacionales y excluyentes que peligrosamente se han tomado la relación de los actores políticos y sociales, generando una polarización creciente del debate.

    Los invito entonces a ser parte de este trabajo y aportar desde el pensamiento crítico, cualquiera sea su posición en el mundo, para recuperar las confianzas y trabajar en pos de un país que crezca y se desarrolle con mayor integración e igualdad y no desperdicie, por falta de prospectiva, la oportunidad que hoy se le presenta.

    Este libro recoge muchas voces, de distintos campos, con el único objetivo de convertirlo en un grito que alerte las conciencias. No es un punto de partida, porque como lo hemos visto, son muchos los que día a día trabajan pensando en cómo debemos actuar hoy para enfrentar el mañana. Es solo una contribución, tal vez un nueva energía o impulso, para acelerar el tranco y dinamizar el debate y la acción

    Los saltos cualitativos al desarrollo de países similares a Chile, contienen en su origen el acuerdo político y social sobre dónde se quiere ir y en cuántos años, cómo se quiere ir y con quiénes se quiere ir, asumiendo que este es un proceso permanente y dinámico. Hablar ya sobre ello es un regalo que le haremos a las próximas generaciones.

    REFERENCIAS

    1.- Casi la mitad de las entrevistas fueron realizadas en el marco del programa del canal del senado Diálogo Ciudadano sin Pauta, el código QR al final de las transcripciones llevan a su versión extendida en la web.

    2.- Society at a Glance 2011, OCDE. 

    3.- Barómetro de la Política CERC-MORI Marzo 2015, Registros Históricos de las encuestas CEP y Adimark.

    4.- Culture and Self-Construals: Clarifying the Differences, Ellinor Owe and Vivian L. Vignoles, 2011.

    5.- En rígor, a juicio del autor, existen 4 Chiles. El modelo centralista y concentrado que se resiste a atomizar, distribuir, descentralizar y desconcentrar el poder y el acceso a las oportunidades ha generado desigualdades en el territorio. Existe el Chile de las cifras macroeconómicas, o primer Chile, que no se condice por la vergonzosa e inmoral distribución del ingreso con el Chile de las realidades (segundo Chile). El tercer Chile es el de las regiones que reproduce el modelo centralista respecto de las ciudades más alejadas del centro de la toma de decisiones. Y, el cuarto Chile, que ni siquiera le alcanza para sentirse parte de un proyecto colectivo de Nación, es el de los extremos, de frontera, donde se comienza a desdibujar la identidad cultural, social e incluso a veces idiomática.

    6.- La primera iniciativa para crear una Comisión Permanente de Futuro, Desarrollo Sustentable y Superación de la Pobreza, fue presentada el 8 de agosto de 2007, como una modificación al Reglamento de la Cámara de Diputados, y fue suscrita por los entonces Diputados Marco Enríquez-Ominami, Álvaro Escobar, Enrique Accorsi, Esteban Valenzuela, Tucapel Jiménez y Francisco Chahuán. Esta comisión tenía por objeto dotar a la política de la capacidad de generar prospectiva, futuro, de generar un norte, de abrir espacios institucionales para el diálogo social y la construcción de un proyecto colectivo de país, tal como lo hizo el Parlamento de Finlandia, que a través de su Comisión Parlamentaria de Futuro logró obtener un cambio radical a lo largo de los años, en la implementación de una matriz energética y una educación de gran calidad, que exhibe uno de los mejores resultados del mundo.

    Lamentablemente dicha moción no tuvo mayor acogida en la Cámara de Diputados, ya que ni siquiera fue debatida en la Comisión de Régimen Interior, instancia que debió hacerlo.

    7.- Con posterioridad a su elección como Senador, el autor inició conversaciones con otros parlamentarios, logrando consensuar la idea de crear una instancia de carácter más amplio, lo que se tradujo en el proyecto de ley que presentaron el 6 de septiembre de 2011, junto a la entonces Senadora Soledad Alvear, los actuales Senadores Guido Girardi, Hernán Larraín, Juan Pablo Letelier y el suscrito, mediante el cual se crea el Consejo Parlamentario de Futuro en Ciencia y Tecnología, que bajo el Boletín Nº 7906-07, pudo avanzar en su trámite legislativo, siendo aprobado en general, el 26 de noviembre de 2013, restando solamente su discusión en particular, para ser remitido en segundo trámite a la Cámara de Diputados.

    Se concibió a este Consejo como un órgano bicameral, integrado por los presidentes de ambas cámaras y dos miembros de cada una de ellas, y representantes del mundo científico, con varios objetivos, siendo el principal de ellos, la vinculación parlamentaria con el mundo de la ciencia, a fin de contar con un foro permanente de interacción que asuma los temas de futuro, en aras de eliminar las brechas existentes entre el conocimiento experto y la ciudadanía para adoptar en forma óptima las decisiones legislativas que correspondan, en los distintos ámbitos, todo lo cual permitirá robustecer nuestra democracia.

    8.- Los Senadores Guido Girardi, Andrés Zaldívar, Hernán Larraín y Francisco Chahuán presentaron el 14 de marzo de 2012 un proyecto de modificación de Reglamento del Senado para crear la Comisión de Desafíos del Futuro, con carácter permanente, la que fue aprobada en esa misma fecha. Ha funcionado ininterrumpidamente hasta ahora, actuando como órgano ejecutor de los encuentros que conforman el Congreso del Futuro. Esta Comisión está actualmente integrada por los senadores Guido Girardi, quien la preside, Carolina Goic, Jaime Orpis, Alfonso de Urresti y Francisco Chahuán.

    9.- Mientras se tramitaban proyectos de ley alusivos al tema, con el fin de que esta idea no perdiera su objetivo, se estimó necesario llevar a cabo unos encuentros de carácter científico con la ciudadanía, los que han sido denominados Congreso del Futuro, de los cuales ya se han realizado cuatro versiones con gran éxito, y participación de destacados científicos y expertos en todo tipo de materias, tanto de Chile como del extranjero.

    Lorenzo Agar Corbinos

    Hoy en día tres de cada cien personas vive en un lugar distinto del que han nacido

    Sociólogo y Doctor en Ciencias Sociales, Agar se desempeña como Profesor del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Es, además, Consultor Residente del Programa Regional de Bioética OPS/OMS.

    Chileno, de origen paterno sirio, tiene una amplia experiencia como investigador de temas migratorios árabes.

    Los árabes –cuenta– se dispersaron a través de todo el territorio chileno y prefirieron residir y ejercer sus actividades económicas en las ciudades secundarias más que en las principales a nivel de provincia. En cambio, los judíos que no vivían en Santiago se localizaron en mayor medida en las ciudades principales de cada región.

    Fue el coordinador del proyecto sobre Diálogo Intercultural entre la comunidad árabe y judía en Chile desarrollado en 2007-2008. Asegura en esta entrevista que la convivencia de árabes y judíos en Chile es un ejemplo para el mundo y que debiera tener un efecto demostrativo para la tolerancia e integración de los nuevos inmigrantes tales como coreanos y peruanos, quienes viven hoy en día situaciones muy similares a las vividas por árabes y judíos durante la primera parte del siglo XX.

    ¿Hay vínculos entre las colectividades árabe y judía en Chile?

    Si y muchos. Ellos datan desde los inicios de ambos procesos migratorios, los cuales se iniciaron a fines del siglo XIX y continuaron con fuerza hasta mediados del siglo XX, interrumpidos por cierto por las dos guerras mundiales. Luego de un siglo de inmigración, árabes cristianos y judíos orientales y europeos, han forjado en Chile colectividades que actualmente están formadas casi exclusivamente por descendientes. Estos ya alcanzan la cuarta generación de nacidos en el país y han seguido caminos de cohesión social muy semejantes. Ha sido un aporte migratorio positivo, puesto que muestran indicadores de progreso material y social bastante más elevado que el promedio nacional.

    ¿Han sido, a su juicio, un aporte al país?

    Chile debe parte de su desarrollo a ambas comunidades, las que además detentan un grado de convivencia armónica, reveladora, entre otros aspectos, de un esfuerzo por luchar en contra de los prejuicios de esta u otras sociedades receptoras. Ambas comunidades compartieron una forma de emigración definitiva muy distintas a las actuales en donde las comunicaciones, la globalización y el reconocimiento de la diversidad comunitaria hace posible vivir la propia identidad lejos de la tierra natal, donde se era consciente que el éxodo era definitivo y su instalación en un nuevo lugar de destino sería una lucha por la supervivencia, sin vuelta atrás.

    ¿Por qué y cómo llegaron a Chile?

    La presencia en Chile de población árabe y judía, coincide con el masivo desplazamiento humano en el contexto mundial y regional. La inmigración de ultramar en América fue intensa, aunque fluctuante durante el período comprendido entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. Este patrón migratorio contribuyó significativamente a la configuración de varias sociedades nacionales de la región. Los flujos migratorios tuvieron como destino preferente aquellos países que exhibían condiciones favorables para la inserción de personas provenientes principalmente del sur de Europa.

    Durante la segunda parte del siglo XIX y la primera mitad del XX, llegaron al continente americano cerca de unos 9 millones de inmigrantes europeos. La gran mayoría se instaló en los Estados Unidos, Brasil y Argentina. Estas tierras atraían por su baja densidad poblacional, generosidad en recursos naturales, relativa apertura religiosa y una clara disposición a poblar sus vastos territorios inexplorados. La inmigración generaba cierta preocupación en la sociedad chilena, por las implicancias en materia de mestizaje que conllevaba. Dicha aprensión estuvo acompañada por una selectividad humana, desde los primeros años de vida republicana, que ha sido bien documentada por nuestros historiadores y cronistas. Por ejemplo, Joaquín Edwards Bello expresaba en 1935 su consternación por la inmigración de árabes, sirios y judíos, pues aseguraba, era la causa de que el chileno de los barrios de Recoleta, San Pablo y San Diego, mostrara un color de piel más oscuro.

    ¿Entonces no les fue fácil adaptarse?

    Ambos grupos llegaron en un momento en donde las políticas oficiales que promovían el desplazamiento hacia Chile de extranjeros decaían. La sociedad chilena y fundamentalmente los grupos sociales dominantes, ejercieron una presión discriminatoria contra aquellos grupos cuyo origen escapaba al patrón cristiano occidental. Árabes y judíos entraban en alguna de estas categorías. Por lo mismo el proceso inicial de adaptación fue difícil y no exento de prejuicios

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1