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Ensayos sobre economía cooperativa, solidaria y autogestionaria
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Libro electrónico671 páginas9 horas

Ensayos sobre economía cooperativa, solidaria y autogestionaria

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La idea de una economía cooperativa, solidaria, asociativa, autogestionaria ha formado parte de un ideario crítico de los procesos de modernización dominantes. Distintas vertientes del cristianismo social, comunitarismo, socialismo democrático y descentralizado, liberalismo social, anarquismo y más recientemente del ecologismo y de las referencias indígenas sobre el buen vivir, expresan a través de aquella economía, sus propósitos libertarios y de formas de convivencia social. Otros modos de producir, distribuir y consumir son componentes claves para construir relaciones sociales y con la naturaleza, que abran alternativas a un “capitalismo real” y a un credo liberal que nos leen como “homus economicus”, competitivos e insaciables y que crean las instituciones para convertirnos en ese constructo. Esas alternativas existen en y desde el presente y su fomento, práctico e ideológico, permite bosquejar una economía plural que abra espacios anchos a expresar y experimentar racionalidades y sentires, como los que destaca el título de este libro.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 nov 2017
ISBN9789563383447
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    Ensayos sobre economía cooperativa, solidaria y autogestionaria - Raúl González

    ENSAYOS SOBRE ECONOMÍA COOPERATIVA,

    SOLIDARIA Y AUTOGESTIONARIA

    Hacia una economía plural

    Editor: Raúl González Meyer

    Editorial Forja

    General Bari N° 234, Providencia, Santiago–Chile.

    Fonos: 56–2–24153230

    www.editorialforja.cl

    info@editorialforja.cl

    Diseño y diagramación: Sergio Cruz

    Edición electrónica: Sergio Cruz

    Corrección de textos: Isabelle Ahués

    Primera edición: septiembre, 2017.

    Prohibida su reproducción total o parcial.

    Derechos reservados.

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o trasmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

    Registro de Propiedad Intelectual: N°280950

    ISBN: Nº 978-956-338-331-7

    eISBN: Nº 978-956-338-344-7

    Agradecimientos

    Este libro no hubiese sido posible sin el estímulo moral, el espacio académico y el apoyo práctico del Instituto de Humanidades de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad Católica del Maule.

    Apoyaron también actividades académicas relativas a la materia de este libro, que aportaron reflexiones para algunos de sus autores y artículos, la Delegación Valonia-Bruselas (Chile) y Caritas Chile.

    Indice

    Agradecimientos

    Presentación Senderos hacia una economía plural

    Economía cooperativa, solidaria y autogestionaria: constantes y emergencias (Una perspectiva histórica-analítica)

    Acerca del concepto de la economía solidaria y la emancipación social

    La economía solidaria, un modo de producción alternativo al capitalismo

    El sentido metautilitarista de la economía social y solidaria

    El comunitarismo y la economía solidaria: una convergencia necesaria para la superación del liberalismo y el capitalismo

    Un concepto de economía solidaria: organización ilimitada

    La experiencia boliviana y la organización comunitaria y cooperativa en el marco de la Economía Plural

    El sistema económico popular y solidario en Ecuador. Debate y alcances del proceso en el régimen del Buen Vivir

    El movimiento de la economía solidaria en Chile y la construcción de redes en el nuevo milenio

    Economía solidaria y derecho: aprendizajes sobre la formalización jurídica de los grupos de economía solidaria

    Las prácticas de la economía popular urbana revisadas desde su tecnología social

    El barrio como bien común: la producción no mercantil del espacio vecinal

    Mujeres y economía solidaria: iniciativas en Chile entre 1976 y 1990

    Historia, interpretación y teoría: la asociatividad económica en Valparaíso, 1850-1880

    Epílogo. ¿Una(s) alternativa(s) al capitalismo?

    Presentación Senderos hacia una economía plural

    Raúl González Meyer

    Lo social de la economía

    Debemos comenzar señalando, sobre todo para quienes no están en la discusión regular sobre la economía social y solidaria (ESS) u otras maneras de denotarla (Guerra; Trautmann; González), que este libro, más allá de su diversidad de estudios, ensayos y referencias histórico-geográficas, presenta una manera de imbricar lo económico con lo social –o de destacar lo social en lo económico– más allá de la filantropía y de los actos distributivos estatales –sin estar necesariamente reñida con estos. Planteado desde el lenguaje cotidiano, se pretende entender la economía al servicio de la persona (Guerra; Donoso) o, como se ha popularizado en el debate académico, encastrar lo económico en lo social (Gaiger).

    En los diversos trabajos se hace referencia importante a prácticas socioeconómicas de grupos populares (Gómez; Salazar; Carranza; Loza), pero no se las concibe como una reflexión y propuesta recluida a esos grupos, en términos de una economía solo de y para los pobres (Bajoit). Si bien se considera relevante para ellos –por sus idearios igualitarios, distributivos, democráticos–, a la ESS se la entiende como algo diferente de una economía paliativa o compensadora, aun cuando pueda a veces jugar roles de ese tipo (Salazar; Gómez; Huerta), y que también expresa prácticas de grupos medios (Trautmann; Huerta). Muchas prácticas económicas populares son vistas, además, como manifestaciones no solo de carencias o adaptación a circunstancias, sino de capacidad de acción colectiva creadora y de invención de su propia tecnología social (Gómez; E. Letelier).

    El capitalismo más puro tiende a aproximarse a la esfera de los problemas sociales desde el impacto virtuoso que sobre ellos tendría el crecimiento económico, pese a que los dueños del capital suelen ser conscientes de que ello a menudo no ocurre y ven los peligros de las diferenciaciones y exclusiones sociales exageradas, generando iniciativas paliativas, compensadoras o integradoras. Aunque diferentes entre sí, en esa línea están los empresarios sociales del siglo XIX, la búsqueda de formas de gestión más participativas en empresas capitalistas en el siglo XX, los planteamientos más actuales sobre la responsabilidad social empresarial, la idea del valor compartido o de objetivos éticos de las empresas b, señaladas transversalmente en este volumen.

    Aquí se explora una salida más avanzada relacionada con el fomento de prácticas económicas asociativas, sin división entre propietarios y no propietarios, donde se fortalece la existencia de bienes comunes, y que, según varios de los artículos, está presente en experiencias actuales que pueden ser fortalecidas (Pita, Trautmann, Carranza); no solo imaginadas para un horizonte utópico, sino materializadas desde el presente.

    Lo no mercantil, no monetario y lo metautilitarista

    En estas páginas se plantea un ensanchamiento de la comprensión del campo de lo económico, que se define como desmercantilizadora, al reconocer que también aquel campo está compuesto de prácticas no consideradas desde los enfoques convencionales aunque crecientemente descubiertas por otros enfoques más amplios. Estos pueden incluir modalidades no mercantiles y no monetarias, como las de reciprocidad y la economía doméstica (Gaiger), las que suelen proveer de una significativa cantidad de bienes y servicios y permiten incorporar en el análisis económico la dimensión del cultivo de los lazos sociales presentes en esos procesos. Se afirma así una mirada que observa nuevas cosas (Trautmann; E. Letelier) y valoriza, por otra parte, el lugar analítico y normativo de antiguas practicas comunitarias en espacios rurales y urbanos (Loza; Donoso). Un ejemplo es la economía barrial donde opera, con distintos tipos de condiciones y encuadres, una red de relaciones con intercambios o solidaridades no mercantiles que hacen parte de las formas de reproducción y progreso social (F. Letelier, Micheletti y Vanhulst).

    Pero también esta lectura compleja de lo económico distingue que, aun en las prácticas económicas mercantiles, se revela un conjunto de emprendimientos asociativos o comunitarios que estableciendo interacciones sociales, división del trabajo, mercados, relación con lo público (Loza; Carranza) –y poseyendo criterios de eficiencia, de gestión, objetivos cuantitativos, y una serie de otros aspectos instrumentales– en su funcionamiento y potencialidades, están infiltrados por valores y fines como solidaridad, fraternidad, equidad, entre otros. Es lo que da surgimiento a un amplio espectro de prácticas metautilitarias (Gaiger), no obstante que se puedan presentar muchas tensiones para materializar esos valores y fines en las prácticas concretas (Bajoit; González). Para comprender esas dimensiones complejas de lo económico, es necesaria una aproximación desde una socioeconomía que no reduce el análisis a los mercados y a la economía pública (González; Guerra) y que establece que las relaciones económicas no se limitan a los contratos mercantiles utilitaristas. Puede haber vínculos no vinculantes, como en una transacción esporádica, pero también hay muchos vínculos económicos vinculantes donde se define la calidad de la vida social por el tipo de lazos que se crean (Gaiger).

    Ello ha sido aprehendido desde corrientes de economía popular y solidaria de América Latina, así como desde los puntos de vista de la gratuidad y de la reciprocidad de la antropología económica de M. Mauss y K. Polanyi (Gaiger; Guerra; González). En estos enfoques amplios, se trata de superar la separación entre economía y solidaridad (Richards), propia del pensamiento académico y de parte del sentido común, en que se asimiló la supuesta universalidad de la racionalidad individual utilitarista con la lógica del desarrollo del capitalismo como escenario natural para su libre despliegue.

    Propiedad, relaciones sociales y democracia

    Esta compilación destaca el significado del tipo de propiedad y modo de gestión en el carácter que toma la actividad económica. Identificando la privada, estatal, y asociativa/comunitaria –cada una con variantes– como formas presentes en juego, propone otorgarles mayor importancia a las últimas en la organización y gestión de la producción, disminuyendo el peso de aquellas con centralidad en el capital o en el Estado y reforzando la existencia de grupos y colectivos cooperativos y autogestionarios. Afirma que estas formas asociativas de producción y gestión están presentes y son posibles en todo el campo de las prácticas económicas: la producción, la distribución, el consumo, el ahorro y la inversión.

    En un sentido amplio de la actividad productora de bienes y servicios, como señalamos, la propiedad y gestión colectivas pueden ser pensadas no solo para una empresa específica que vende algo; también está presente en la administración asociada de un conjunto residencial o en la experiencia de barrio como bien común, en que la propiedad y gestión colectiva es planteada como creación y posibilidad histórica, como posible práctica instituyente (F. Letelier, Micheletti y Vanhulst, citando a Castoriadis). Este análisis es puesto en contraste con la absolutización y naturalización de la propiedad privada individual o accionaria, en cuanto que su dominio se hace el germen y motor de concentraciones de la riqueza, diferencias de ingresos y de fragmentaciones sociales.

    De acuerdo con los artículos, la democratización propietaria y la gestión colectiva de las organizaciones productivas pueden tener una alta incidencia en la profundidad de la democracia de una sociedad (González; Almeida Pita). La democracia económica se reconoce como asociada a una mayor distribución de la propiedad en la sociedad y a una mayor gestión de ella desde colectivos. Por el contrario, la inequidad en la distribución de la propiedad y la absolutización de su modalidad privada capitalista son base de una asimetría de poder multidimensional.

    El acceso de los trabajadores a la dirección de las unidades y faenas en que se desenvuelven no fue resuelto por el socialismo real; este asfixió el espacio de la creatividad individual e hipertrofió lo colectivo fusionándolo con lo estatal (González). El estado de bienestar occidental, por su parte, trasladó lo social de la economía al solo ámbito de la redistribución de ingresos o bienes y servicios, separándolo de las formas en que los sujetos se relacionan en el terreno de la producción de bienes y servicios que están muy condicionados por las formas de propiedad y gestión. Este trabajo explora, rescatando historias, pero también para enfrentar problemáticas y desafíos presentes, la posibilidad de fortalecer o generar colectivos, caracterizados por obligaciones libres y redes asociativas, dentro del orden socioeconómico, que se muestre como alternativa a la primacía del solo interés individual o de la obligación estatal (Gaiger; Richards).

    Vínculos sociales en las prácticas económicas: individuo, persona, asociación y comunidad

    Central en esta obra es la preocupación por el vínculo social que se crea en y desde las prácticas económicas: ¿qué pasa con las personas a raíz de las relaciones que se generan en la actividad económica? (González). Se critican los límites impuestos a un potencial vínculo social creador, libertario y fraternal cuando el trabajo es concebido como mera mercancía y simple costo de producción. Desde una óptica crítica a esto último, se destaca el potencial vínculo libre y democrático de las prácticas de una ESS. Se favorece la idea de cultivar un lazo social inscrito en la gestión de empresas de propiedad común y que piensa los rigores de la eficiencia requerida en las prácticas productivas sin necesidad de la jerarquía y del castigo, sino de una gestión democrática. Hay una idea de ciudadanía laboral, de comunidad de trabajo, de vínculo democrático y de resolución asociativa de conflictos (Almeida Pita). Pero los textos también se interrogan sobre las dificultades de las prácticas asociativas para instaurarse y mantenerse (González; Bajoit). Esta adhesión a un vínculo cooperativo en las prácticas económicas se inscribe en la crítica a la direccionalidad individualista y jerárquica que cobra la modernidad en el espacio productivo. No obstante, en los mismos textos se observará que, en parte, para proponer alternativas, se apela a valores rescatados y difundidos desde la misma modernidad para fundamentar una economía con esos vínculos cooperativos (Huerta, Richards, Guerra).

    En los artículos, en filigrana, se intenta conciliar los procesos de individuación y una existencialidad más comunitaria (González, Donoso), y acceder a una cooperación subjetivada como tal, que vaya más allá de una cooperación cosificada –división del trabajo– al servicio de la racionalización técnica de las prácticas. Domina la idea de que no hay una suma cero entre lo individual y lo comunitario y eso puede darle fundamento a la noción de persona como cruce virtuoso (Donoso). Se enfatiza así el vínculo comunitario de pueblos, de territorios, como muestra de una economía más encastrada en lo social (F. Letelier, Micheletti y Vanhulst). Una realidad con déficit comunitario puede expresarse en soledad, angustia, patologías que, finalmente, son amenazas para la individuación (Donoso, tomando a Walzer). Se valoran asimismo las unidades económicas o las territorialidades económicas, concebidas como células –más allá del individuo productor (régimen individual) y más acá de la nación o corporación nacional (régimen estatizado)– unidas por redes y federaciones múltiples (E. Letelier; Salazar; Gómez).

    Esta conexión sinérgica entre individuo y comunidad, entre economía y vínculos solidarios, establece un puente con la consideración de lo indígena como forma comunidad diferente de la forma mercancía, usando la oposición propuesta por García Linera. En las dimensiones comunitarias que los pueblos indígenas desean mantener, reproducir y enriquecer se hace importante constatar un acercamiento con corrientes de la modernidad que le han dado valor a lo asociativo y con una filosofía comunitaria que ha buscado la combinación entre individuo y comunidad (Loza; Carranza). Tambien con prácticas sociocomunitarias contemporáneas en que una serie de aspectos son destacados: solidaridad frente a perturbaciones y crisis sociales, creatividades organizacionales, y esperanzas de una vida mejor. Allí, en ese fondo social, se despliegan con fuerza los aspectos no mercantiles de la economía y que son claves en nuestra reproducción social.

    Igualdad, libertad, solidaridad corta y larga

    Estos ensayos están atravesados por la idea de construir vínculos sociales que armonizan libertad e igualdad, y de escapar al concepto de suma cero con que suelen plantearse esos valores: el socialismo se preocupa de la igualdad y sacrifica la libertad; el capitalismo se preocupa de la libertad y sacrifica la igualdad. En la ESS, se entiende a la igualdad, que se pretende generar a través de una propiedad distribuida más democráticamente y del uso y distribución colectivos del excedente, como base de sujetos más libres y autónomos. Estos, dependiendo de las instituciones que construyen, pueden usar su libertad hacia una orientación más cooperativa y equitativa. No es un orden igualitario impuesto, sino experimentado y reproducido desde la libertad. Ello puede significar tensiones y permanentes ajustes; pero subyace la idea que combina una solidaridad desde la autonomía y una autonomía desde la solidaridad.

    Es cierto que la construcción de un orden más solidario debiese incluir una reflexión profunda sobre la realidad de la solidaridad nacional o global. Esta no es solo el resultado de la suma de solidaridades cortas, presenciales, dentro de las innumerables unidades económicas y no económicas en que existimos y actuamos, sino que debe articularse con orientaciones generales. Se abre así el propósito de la solidaridad larga, como la denomina Pierre. Rosanvallon: la que está más allá de las relaciones más directas, que implica una solidaridad global, en espacios extensos, y que obliga también al reconocimiento del rol de la redistribución, de pactos sociales, de reconocimientos de derechos, garantías y responsabilidades, que transforme el actual momento histórico, en que coexisten las mayores diferencias socioeconómicas de la historia y el más fuerte discurso igualitario.

    Por ello es interesante examinar los programas nacionales y articulaciones supranacionales que tengan la solidaridad en sus principios, develar las barreras y las tensiones para que dicho ideario se concrete, así como analizar y afirmar en esos procesos la participación de los sujetos de la ESS que los haga constructores de lo público y, finalmente, un sujeto histórico (Loza; Carranza; Almeida Pita; E. Letelier).

    La posibilidad de avanzar en las orientaciones igualitarias descritas desde la libertad está sustentada en una visión de los sujetos individuales –muy presente en varios artículos del libro– según la cual sus motivaciones no son puramente utilitarias. Siguiendo a algunos de los autores, la ESS es prueba de la existencia de un metautilitarismo (Gaiger), donde hay utilitarismo pero también generosidad, reciprocidad; donde los otros cuentan positivamente sin ser reducidos a instrumentos para lo propio. En muchas relaciones económicas también están presentes los deseos de mantención o reproducción de lazos sociales fraternos y equitativos que muestran que dichas relaciones están movidas solo parcialmente por el interés privado, individual, y que en gran medida este es fuerte porque los dispositivos institucionales lo incentivan y refuerzan.

    Pero los autores de esta compilación nos muestran otras motivaciones y modalidades de relación social en la actividad económica, como el don. Este es una forma que toma la relación social y la transacción económica. Suelen quedar fuera de la teoría económica y, simplemente, fuera de lo económico, pues representarían una racionalidad no económica para la teoría dominante. No obstante, la reciprocidad está presente en la vida moderna, expandiendo los círculos sociales determinados por el principio de comensalidad presente en colectividades restringidas, y que originan solidaridad familiar o comunitaria. La domesticidad como principio favorece la vida asociativa articulando la ayuda mutua, la cooperación social y la movilización reivindicativa (Gaiger; Richards). El libro nos hace visibles y conceptualiza los aspectos antiutilitaristas de la vida económica no solo en la historia sino también en el presente y nos los muestra como constituyentes del sujeto, tanto como el utilitarista; homo donator antes que homo economicus (Gaiger). Así, existen muchas situaciones híbridas entre el altruismo y el utilitarismo puros, y no es este último la tendencia primera y natural (Gaiger; Richards), al margen de las instituciones y leyes que encauzan concretamente la vida social e individual, sea en un sentido o en el otro (Almeida Pita; González).

    En la perspectiva de este trabajo se acepta la realidad de individuos utilitaristas, pero se muestra su no exclusividad y se evidencia la oposición efectiva, histórica y filosófica entre ese sujeto racional económico y una persona socioeconómica movida también por motivos solidarios de corto y largo espacio relacional (Donoso). Incluso se observan ventajas de esto último: la competencia individualiza y aísla, la cooperación construye comunidad; por su parte, el individualismo genera competencia y la comunidad, cooperación. Se revelan, además, las formas pervertidas que puede tomar la autenticidad desprovista de solidaridad: egocentrismo, narcisismo, individualismo posesivo. Se valora la libertad de la subjetividad, la búsqueda de autorrealización, pero también la búsqueda de la no disolución de lazos cooperativos y fraternales. (Guerra). En este plano, cabe reforzar la idea de que el sujeto neoliberal –en mero contacto contractual con los otros– no existe en el sentido de que todo acto es constructor de lo social y que siempre creamos lo social con el acto individual. Si bien son abiertos y cambiantes, somos partes de sistemas relacionales que ayudamos a reproducir y a alterar (Trautmann).

    Contenidos de la alternatividad

    Los textos recogen historias pasadas y presentes de la ESS y en ello van develando los contenidos de su alternatividad societal y epocal. Ya hemos visto que ello se expresa en el imaginar un otro modo de producción: otra manera de producir, de distribuir, de asignar excedentes e ingresos, de relacionarse; todo ello generado desde procesos democráticos y relaciones horizontales organizadas (Bajoit). Es una alternativa a una organización desde el capital y al trabajo convertido en mercancía y al servicio del primero; alternativa en que predominan las responsabilidades de las personas, el compromiso cooperativo, el servicio social y los organismos vivos, por sobre los mecanismos anónimos y la ganancia (Trautmann; Donoso). En términos de sistema social, en los presentes ensayos se exploran alternativas a la modernidad capitalista liberal y a la modernidad socialista estatal. (Guerra; Donoso; González). Esto se encarna en una variedad de aspectos que van desde las críticas a las fallas del mercado hasta la defensa de ciertos modos de vida tradicionales. Su espacio común es la búsqueda de alternatividades que a veces critican al mercado, a veces al Estado, al capitalismo, a la modernidad o al socialismo, con la intención de aportar otras lógicas y sentidos históricos contemporáneos. Es allí que queda ubicado el significado histórico y político de pensar la ESS.

    Esta emerge expresando brechas y contradicciones entre modernidad propuesta y modernidad real, en que esta última parece asociada a la direccionalidad que le dio el capitalismo, marcada por la centralidad organizadora de la sociedad de los procesos privados de acumulación de capital. Por ello se ha hablado de contraponerla a una lógica de reproducción de la vida. Expresa, también, el intento de conciliación entre una valorización de condiciones de vida materialmente dignas –eventual o estructuralmente amenazadas– presente en múltiples prácticas de economía popular y la resistencia a una sociedad moderna con demasiada preocupación por la acumulación económica (Salazar; Gómez; Carranza).

    En este orden de alternativas, al que la ESS pretende contribuir, la discusión no parece reducirse a una mayor racionalidad instrumental que busque mejorar el cálculo de costos y beneficios, o una mayor eficiencia y productividad en que tanto los otros como la naturaleza son solo medios o instrumentos. Varias fuentes diversas, y no sin tensiones entre sí, concurren a nutrir este propósito de reorientación societal sustantiva: la memoria y el realce de las experiencias solidarias obreras del siglo XIX y del naciente siglo XX (Huerta; Bajoit); el principio solidario o de la fraternidad de ciertas religiones y en el caso católico, que debió desplazar, al menos parcialmente, a la acción de caridad (Guerra; Richards; Salazar); las prácticas poblacionales territoriales (Gómez; F. Letelier, Micheletti y Vanhulst; Gaiger); las pequeñas empresas solidarias (Almeida Pita); las prácticas comunitarias indígenas (Loza; Carranza); las recientes sensibilidades ecológicas del consumo responsable y del comercio justo (Trautmann).

    En ese propósito se inscriben análisis críticos del mercado, reconocido como una institución más antigua que el capitalismo, pero profundamente alterado y reconstruido por él. El mercado es un escenario y a la vez un introductor de reglas y comportamientos. Esto da origen a un tratamiento ambiguo: el mercado aparece como lugar donde puede mostrarse la superioridad de la ESS y al mismo tiempo esta puede desnaturalizarse. Aquí se deja abierta, sin resolverla, la cuestión de cómo combinar mercado con otros principios como los de la reciprocidad, la redistribución y la economía doméstica (Gaiger; González; Loza; Carranza) en un orden socioeconómico. Por otra parte, la ESS aparece como potencialmente impulsora y beneficiaria de un mercado democrático, de un otro mercado contrario a la concentración propia del mercado cuando domina el sector privado capitalista (Carranza; Loza; Guerra).

    La alternatividad también abarca al Estado: cómo concebirlo dentro de y para una economía con presencia importante de la ESS. La respuesta consistente con los textos del libro está dentro de una franja entre un antiestatismo no neoliberal y un antineoliberalismo no estatista; es decir, una cierta sociedad asociativa, con capacidades y ejercicios autogestionarios en su centro, pero que tiene presencia de Estado y de mercado.

    Esta alternatividad se encuentra también en la idea de una economía descentralizada y autogestionaria que hace surgir de cualquier sitio personas asociadas que poseen iniciativas, autonomías relativas, responsabilidades autoconvenidas y capacidades instituyentes desde abajo hacia arriba (Almeida Pita; F. Letelier, Micheletti y Vanhulst), cuya magnitud y articulación –circuitos solidarios o redes asociativas– lleguen a significar no una manifestación periférica de la economía general, sino un real antídoto a la reproducción sin contenciones de la concentración y diferenciación de riquezas y de poder; actuando a la manera del jubileo que devuelve tierras conquistadas y libera esclavos cada cierto tiempo (Guerra).

    En este plano, se plantea que una ESS fuerte puede ser clave para una reproducción más igualitaria de la sociedad y, sobre todo en las sociedades nacionales actuales marcadas por un fuerte liberalismo, como un contrapeso a su dependencia del humor o de las confianzas entregadas a los capitalistas de los que se hacen rehenes (Richards). En medio de economías inciertas e inseguras, propias del capitalismo, la ESS podría ser entendida como expresión de autoorganización de la sociedad (Richards; Huerta; Gómez).

    Por último, esa alternatividad comienza claramente a bosquejarse en la creciente sensibilidad ecologista, que busca la experiencia solidaria en la producción, la distribución, el consumo (González). Esto se expresa en múltiples pequeñas experiencias de ese tipo, relativas al agua, a las formas de crianza de los animales, a la protección de semillas frente a los transgénicos, a experiencias de eco-aldeas, a prácticas de permacultura, a la agricultura orgánica, a la bio-construcción, a medicinas tradicionales (Trautmann; E. Letelier). A estas se añaden intersecciones discursivas y prácticas con experiencias de pueblos originarios, en que se comparte una percepción de amenaza de destrucción de bases ecológicas y sociales de sustentabilidad de la humanidad, que obligan a actuar en ambas dimensiones.

    La suma combinada de estos aspectos lleva a la discusión, presente en varios de los artículos, acerca de cómo ubicar la ESS dentro de la estructura y dinámica de la economía y la sociedad: ¿compensatoria?; ¿complementaria?; ¿(contra)hegemónica?; ¿constructora de una pluralidad? (Bajoit; Guerra; Gaiger; González; Trautmann; Almeida Pita; Loza). Más allá de diferencias conceptuales, proyectivas y de una sinfonía de corrientes inspiradoras (Guerra) que llevan a esas nociones, los trabajos se inclinan por un alto protagonismo de esta modalidad económica, cuestión que se entiende como un cambio estructural importante. Incluye dimensiones de regulación del capitalismo, pero tiene también dimensiones de transformación profunda, que interactúan y que están inscritas –o deben estarlo– en muchas prácticas actuales y no solo en un horizonte de ensueño o en el solo tiempo futuro (Almeida Pita; Donoso; González; Salazar; Gómez).

    Fuerzas y vías del asociativismo económico

    Este libro nos introduce también a los acontecimientos o factores que impulsan las experiencias de ESS y a las discusiones siempre presentes sobre sus posibilidades de expansión en la sociedad.

    Dichas expansiones representan, por un lado, momentos de la perturbación de relaciones socioeconómicas, una crisis en las condiciones de existencia de personas y grupos sociales que desequilibran la forma previa de reproducirse (Salazar; Gómez; Huerta). Por otro lado, expresan la activación de un imaginario: el de construir formas más fraternales y de camaradería para organizar la sociedad. Ese doble carácter parece constituir pares relacionados de resistencia/adaptación y de emergencia/fundación. En este sentido, y tomando como referencia el segundo componente de este par, sería reductor entender esos momentos expansivos de ESS únicamente como colchón histórico frente a perturbaciones o crisis, pues también contienen imaginarios superadores del presente (Salazar; Gómez; Huerta) y expresan vías alternativas que disputan los trayectos dominantes. Así, otras formas de vida económica han emergido y han persistido dentro del capitalismo: acantonadas, refugiadas, subordinadas, insurgentes (Gaiger).

    Es justamente en ese marco que ha estado presente permanentemente en la historia la discusión sobre cómo, con qué estrategia, hacer de esas experiencias componentes más decisivos en la configuración del carácter de la sociedad. Algunos ensayos y estudios presentes en este volumen trasmiten que la primera vía es el crecimiento desde sí, desde abajo y desde redes (E. Letelier; Almeida Pita; González). Aquí adquieren una fuerte importancia discursiva los circuitos locales de ESS, entendidos como espacios donde –y desde donde– construir presencia articulada de experiencias de ESS. Se considera que la economía puede ser construida densificando lazos entre unidades y emprendimientos solidarios, de manera federativa desde espacios locales (Almeida Pita; Donoso, recordando a Mounier).

    Esta densificación asociativa local es pensada posible aun cuando los diversos autores asumen que la realidad actual muestra una gran interdependencia entre unidades económicas, las que forman espacios económicos muy extendidos y hasta globales, determinando territorios locales a veces fragmentados y condicionados en su quehacer por el peso de grandes agentes trasnacionales, como lo son las corporaciones económicas de gran escala. Dentro de esa interdependencia asimétrica en términos de poder, la valorización de las dinámicas de ESS como parte de dinámicas endógenas en territorios locales incentiva a leer la sociedad desde una lógica heterárquica (no jerárquica), que obliga a comprender el rol de las microdeterminaciones en las estructuras más amplias y la influencia que también puede existir de abajo hacia arriba (Trautmann).

    Es en este terreno de la búsqueda de su visibilidad y presencia social a escalas nacionales o mayores que estos ensayos e investigaciones dejan abierto un debate sobre las experiencias de ESS, al que aportan con el análisis de experiencias nacionales en curso en América Latina, donde, al menos en el enunciado, la ESS ha sido expresamente mencionada como componente de las estrategias de desarrollo y ha adquirido un reconocimiento constitucional como una forma singular de propiedad y gestión (Bolivia, Ecuador). En el primero de los países, además, se distingue entre formas cooperativas y formas comunitarias indígenas. El análisis crítico de esas experiencias nacionales permite identificar dos temas fundamentales alrededor de la estrategia de una mejor posición de la ESS en la sociedad: por un lado, las relaciones complejas que se establecen entre el avance de la ESS, en cuanto a su mayor institucionalización y reconocimiento, y su posibilidad de mantener autonomía respecto del Estado; por otro lado, las modalidades, complementariedades y tensiones de la ESS con la economía pública y la economía privada capitalista (Loza; Carranza).

    La manera de enfrentar esas problemáticas ha sido y es parte configuradora del debate y de las estrategias y experiencias de la ESS (González). La relación con la institucionalidad estatal, por su parte, debe ser analizada considerando la subjetividad de los sujetos de la ESS y, junto a sus aspiraciones a cambios institucionales, lo que ellos visualizan como usos positivos de la institucionalidad presente y como positivo reconocimiento simbólico de dichos sujetos (Almeida Pita). Se infiere de los textos que se debe escapar a la cooptación estatal de estas experiencias de ESS y, al mismo tiempo, intentar que haya políticas públicas proclives al fomento de dichas experiencias, pues no se puede olvidar que las orientaciones del Estado dependen en buena medida del peso de los distintos grupos y corrientes sociales.

    Economía cooperativa, solidaria y autogestionaria: constantes y emergencias (Una perspectiva histórica-analítica)

    Raúl González Meyer

    INTRODUCCIÓN

    La economía cooperativa, solidaria y autogestionaria (CSA)¹ presenta algo distintivo en su forma de propiedad, de organización y de gestión, afirmando lo común y asociativo y sin la centralidad en el aumento del capital y las utilidades como orientación. En este sentido se muestra que la economía CSA no solo ha estado definida por el cómo se hacen las cosas, sino también por el por qué o para qué se hacen. En ella pueden ser comprendidas corrientes, experiencias e ideas provenientes del siglo XIX (mutualismo y cooperativismo); experiencias colectivas recientes surgidas de crisis socioeconómicas y de ruptura de lazos sociales previos; experiencias contemporáneas que proponen expresamente formas alternativas de producir y convivir; e, incluso, pueden leerse desde esa noción las prácticas de grupos comunitarios ancestrales. La economía CSA no está solo ligada a construir formas productivas, sino a una reproducción ampliada de la vida; hay en ella modos productivos, pero también modos de vida.

    Nos interesará en este artículo resaltar ciertas constantes en la historia de la economía CSA y, complementariamente, destacar fenómenos recientes que influyen en su coyuntura histórica actual, al menos en el plano de los grandes propósitos.

    LA CSA COMO FENOMENO Y CRÍTICA DE LA MODERNIDAD CAPITALISTA (Y DE LA MODERNIDAD SOCIALISTA)

    La economía CSA ha acompañado de manera crítica a la modernidad capitalista. A partir de la mitad del siglo XIX, ha sido parte constitutiva de ella desde su matización, oposición, resistencia o paralelismo. En esa historia se instalan momentos referenciales tan diversos, como Rochdale a fines del siglo XIX o Porto Alegre a principios del siglo XXI. El primer caso muestra la potencialidad del cooperativismo de consumo y la definición o maduración de los principios asociativos; el segundo, la constitución de movimientos y propuestas frente al neoliberalismo y la globalización reinantes desde fines del siglo XX. Ese acompañamiento crítico-alternativo ha estado presente en aspectos históricos, materiales, doctrinarios, valóricos.

    La economía CSA ha constituido un quehacer empírico y material, que se ha expresado en diversas circunstancias históricas. Por ejemplo, situaciones en que la sociedad y la economía se han visto profundamente perturbadas en términos de lazos, convivencia y sociabilidad, cundiendo un desasosiego e inseguridad, como lo fue la expansión del capitalismo industrial en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX o la desindustrialización y el empobrecimiento de la América Latina de los años 80 del siglo XX. En el primer caso, emergieron las mutuales y socorros mutuos y luego el cooperativismo, como el de trabajo y consumo; en el segundo, las llamadas, indistintamente, estrategias de sobrevivencia, economía popular o economía popular y solidaria², asociadas a la alimentación, la salud, la vivienda, la tecnología, la recreación. Se despliega, en esos casos, una solidaridad social hacia dentro y por abajo; en y hacia la sociedad. Estuvo también presente en los consejos obreros, a principios del siglo XX, ligada a un proyecto que no tiene como centro motor al Estado sino a trabajadores organizados como colectivos en las empresas a partir de la apropiación de ellas; esa fue una corriente importante en Italia y España, donde hubo empresas gestionadas por trabajadores bajo dicha forma (Arvon, 1982, p.63).

    También se han fomentado estas prácticas CSA desde arriba, desde la política y desde el Estado, como parte de una suerte variada de proyectos. Podemos pensar en ejemplos como la autogestión yugoslava de Tito de fines de los 1950, Velasco Alvarado en Perú a fines de los 1960, o Hugo Chávez en Venezuela a principios de la primera década de los 2000 (intento de creación de cooperativas). Allí emergen conceptos como el socialismo autogestionario, el cooperativismo, que se ubican en el centro del proyecto político y pretenden, en algún grado, revolucionar la sociedad y la economía. Asimismo podemos pesquisar experiencias de este tipo en los kibutz de Israel, ligados a un proyecto de colonización territorial, o en el intento de cierto socialismo africano, que se quiso construir como una cierta prolongación del comunitarismo rural (Tanzania o Mauritania, por ejemplo); o en las ideas de Gandhi de fortalecer a la India desde las comunidades rurales y aldeas, bajo principios de autosuficiencia y comunidad. En estos últimos casos, más que eliminar un orden comunitario preexistente, se planteaba salvarlo de su disolución por la fuerza del progreso, articulando comunidad con mejoramiento social y económico, a la manera de una otra vía de desarrollo o de modernización.

    En una mirada global de la economía CSA, que comprenda las aún vigentes formas comunitarias indígenas, también tendríamos que reconocer su materialidad en la fuerza de la tradición comunitaria y de la resistencia frente a modalidades más individualistas y privatistas de organización y funcionamiento económico, en sus formas de producir, distribuir y vivir. Estas experiencias representan una mixtura entre un tipo de modernización alternativa y una afirmación o revalorización de formas económicas y sociales anteriores a la modernidad.

    Estas prácticas y eventos son muestras de que la economía CSA ha tenido y tiene una materialidad que no puede entenderse solo como un fenómeno reactivo a circunstancias específicas o como algo pasajero o circunscrito en la historia y acotado a la sola economía; las propuestas y experiencias de economía CSA han estado ligadas a la defensa y protección (por negación) y también a las ideas de nuevos ordenes sociales (por afirmación).

    La economía CSA, junto con presentar una materialidad, ha formado parte del ideario moderno crítico de la modernización real, constituyendo una de sus fuentes y manifestaciones. Los llamados socialistas utópicos como Owen, Saint Simon y Fourier entendían que a través de esa economía se nutría a la sociedad de democracia, por medio de la democratización de la propiedad, la gestión y los frutos de la actividad económica (Owen, Lammenais, Blanc y Cabet, 1970). Variadas vertientes, como las del cristianismo social, del comunitarismo, del socialismo no estatista, del anarquismo comunalista, del liberalismo social (Arvon, 1982) y, más recientemente, del ecologismo, expresan, a través de su cercanía con las prácticas de la economía CSA, parte de la concreción de sus propósitos societales. Nuevas formas de relación de la sociedad y economía con la naturaleza (comunidades indígenas de América Latina) o ideas de progreso referidos a formas más convivenciales la han postulado o la comprenden implícitamente. En la actualidad, las ideas de CSA aparecen presentes en propuestas de posdesarrollo y en las del buen (con) vivir (González, 2013).

    En este campo de los idearios, inspiradores de la economía CSA le han dado específica importancia emancipatoria al trabajo en cuanto campo decisivo del carácter de las relaciones sociales y de la afirmación o negación de la experiencia de la libertad. Asimismo, se ha destacado la potencialidad realizadora del trabajo libre asociado y la idea del predominio del trabajo por sobre el capital. Fourier pone las prácticas económicas productivas en el centro de su propuesta de la organización de la vida social y habla de la necesidad de una sociedad societaria, en oposición a la situación del trabajador asalariado del capitalismo.³

    En la misma línea, las propuestas de economía CSA han relevado a la democracia económica como un componente esencial de la cuestión democrática.⁴ En Proudhon, la autogestión es expresamente vista como emancipación en cuanto libertad para gobernar la economía en cada una de las asociaciones que deben componerla. Llega a decir que la economía es sustitutiva de la política, pues la contiene en su propio acontecer (Arvon, 1982, p.16). Ello fue retomado en esos términos por autores marxistas contemporáneos protagonistas de experiencias socialistas con un propósito más autogestionario. Kardelj, en su propuesta en la Yugoslavia de los años 60, señala que los trabajadores no podrán detentar el poder político si no detentan el poder económico, lo que significa disponer del capital social, de todo su trabajo (Kardelj, 1976, p.73).

    Es claro que no todas las ideas señaladas tienen total correspondencia entre sí, o se articulan y complementan de manera automática, pero ayudan a introducir conceptos en el debate sobre las orientaciones de la modernidad.

    Los planteamientos de la economía CSA, ya sea expresa o tácitamente, han sido también parte de una discusión moderna acerca de la naturaleza y las motivaciones humanas, combatiendo una definición puramente egoísta y utilitarista de aquellas. Para la corriente CSA, esas motivaciones no expresan una realidad instalada en la naturaleza humana, en la cual el capitalismo y el mercado constituirían las formas institucionales que mejor las reciben y liberan. La economía CSA sostiene la idea de que ello depende de las instituciones que crea la propia sociedad. Es decir, los humanos también pueden construir prácticas que tengan un alto componente solidario en la medida que generen órdenes sociales que reconozcan, faciliten y valoricen la cooperación.⁵ Este punto de partida abre las puertas para postular la creación de condiciones institucionales que propicien relaciones de cooperación (Arvon, 1982).

    Analizando de manera sintetizada los grandes valores señalados como propios de las prácticas de una economía CSA, se puede decir que ellas expresan una especie de complementariedad y tensión entre el valor de un yo autónomo, liberado de sujeciones, no utilitarista, y el valor de lo comunitario y los lazos sociales. Se puede hablar de una búsqueda de conciliación entre individuación y comunidad, una alternativa a una individuación individualista y desarraigada y a una individuación tutelada por el Estado. Esta tensión es experimentada de manera distinta según tiempos y espacios.

    Por último, en su historia la economía CSA, como hecho empírico, ideal y axiológico, ha encarnado un sendero de alternativa en la modernidad, subalterna pero duradera, principalmente frente al capitalismo pero también al socialismo estatista, antes y después de su existencia material. Por ello ha sido también criticada desde los poderes u otras propuestas de cambio, ya sea porque no constituiría un cambio real, porque no tiene viabilidad o por tener un carácter idealista y romántico, no acorde con la realidad.

    La economía CSA, por su parte, desde ese lugar subalterno y contestatario, se ha negado a ser vista como algo solo de carácter provisorio o acotado; o a constituir una alternativa solo para la integración de pobres o de lucha contra la extrema pobreza; o a ser parte de la idea de que la posibilidad de una igualdad socioeconómica pueda ser enfrentada a través de la caridad o beneficencia. En el centro de las diferencias con unas y otras posturas, estas prácticas económicas han hecho del tipo de propiedad, organización y gestión asociativa, cooperativa y autónoma, y del tipo de relaciones sociales así constituidas, su distancia mayor respecto del capitalismo y su aspecto más fundamental de alternatividad.

    ALGUNOS PROBLEMAS CLÁSICOS DE CONCRECIÓN DE LA ECONOMÍA CSA

    En el análisis sobre las experiencias de economía CSA se han destacado problemas que tienen que ver con los aspectos definitorios de su naturaleza y que demuestran que su realización no es simple, ni el resultado directo de la sola voluntad. Algunos de esos problemas han sido las relaciones democráticas en la producción y el criterio de retribución a los integrantes por el trabajo aportado; la distribución de los excedentes económicos entre ingresos y mejoramiento de los equipos y condiciones de producción; y las relaciones entre las unidades económicas.

    Un aspecto que define la naturaleza diferente de las prácticas económicas CSA es el de las relaciones democráticas, horizontales, participativas entre los trabajadores.⁶ En principio esto no parece problemático, pues quienes realizan una experiencia asociativa parten de la igualdad entre ellos, en que no existe la división propietario/no propietario. Sin embargo, en la práctica histórica se ha mostrado la dificultad para reproducir relaciones democráticas en las experiencias económicas. Esto se suele expresar como una concentración del poder en dirigentes y una subordinación de parte del colectivo, explicada por una combinación del deseo de poder de los primeros o una menor voluntad de implicación de una parte importante de los asociados.

    Se ha planteado, también, que la gestión democrática se ve desafiada cuando las unidades económicas crecen, adquiriendo mayor complejidad. Esto llevaría a divisiones y especializaciones del trabajo más rígidas, limitando la participación en la dirección más global, quedando esta entregada a cuerpos específicos de trabajadores.⁷ Se agrega, además, que las tecnologías modernas imponen a la producción una forma que impide la autogestión y solo permitiría grados limitados de intervención de los trabajadores (Kardjelj, 1976). También se ha dicho que las competencias diferenciales para dirigir entre los miembros de una organización conducen necesariamente a una jerarquización (Michels, 1970). Esta sería un proceso natural de cualquier grupo humano. Además, la gestión, señala Michels, está asociada a la necesidad y existencia de figuras carismáticas que actúan como referencias que los grupos necesitan para que la organización funcione, y a las cuales se les confiere gran poder (Rodríguez, 1982).

    El análisis del debate y de las experiencias de los países socialistas permite mostrar también aristas de los problemas de generar unidades con alta horizontalidad y protagonismo, pues este puede ser apropiado por parte de la vanguardia política o por una tecno-burocracia que toma las decisiones. Ello, a pesar de que algunos socialistas preveían que con el tiempo podría avanzarse a una democracia mayor en el manejo de la economía.⁸ Lo que

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