Retratos de la amistad. Historia y filosofía de un vínculo social
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Retratos de la amistad. Historia y filosofía de un vínculo social - Raimundo Frei Toledo
Raimundo Frei Toledo
Retratos de amistad
Historia y filosofía de un vínculo social
LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL
© LOM Ediciones
Primera edición, 2012
ISBN: 978-956-00-0322-5
ISBN Digital: 978-956-00-0735-3
Diseño, Composición y Diagramación
LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago
Fono: (56-2) 688 52 73 • Fax: (56-2) 696 63 88
www.lom.cl
lom@lom.cl
Agradecimientos
Seis años fueron necesarios para terminar el recorrido de esta investigación. Su origen se remonta a una serie de conversaciones sostenidas desde finales del año 2005, sobre el lugar de la amistad en la sociología y su valor explicativo para el entendimiento de las sociedades modernas. Diversas interrogantes despertaron la suficiente inquietud y curiosidad intelectual para emprender las primeras lecturas sobre el tema. El siguiente paso fue el encuentro con la reflexión que la filosofía occidental ha llevado sobre el tema. Luego, el camino condujo a otra reflexión –insospechada en un comienzo– sobre la reciprocidad, la subjetividad, la igualdad y la democracia. En el marco de una tesis de sociología y otra de filosofía, el recorrido terminó dando como resultado diversos borradores que finalmente se hilaron y pulieron para convertirse en este breve libro. Innumerables han sido las personas que han salido al camino a prestarme su ayuda y apoyo. Sin ellos no hubiera sido capaz de emprender ni de terminar el vuelo.
Agradezco en primer lugar la confianza de mis supervisores de tesis, los profesores Rolf Foester desde las Ciencias Sociales y Carlos Ruiz Schneider desde la Filosofía Política. Ambos me brindaron la oportunidad de incursionar en algunas materias alejadas de sus disciplinas y me aportaron fructíferos diálogos y críticas. El libro tampoco hubiera sido posible sin el apoyo del lugar donde trabajé la mayor parte de esos años. Agradezco a los funcionarios del Programa de Naciones Unidas del Desarrollo (PNUD), especialmente a mis compañeros de equipo de los Informes de Desarrollo Humano. Agradezco también a la editorial LOM, por haber aceptado la publicación de mi primer libro.
Ya sea en el marco universitario, laboral o en las simples conversaciones cotidianas, diversa gente ha aportado a este trabajo con sus ideas, críticas y correcciones. Agradezco especialmente por ello a Juan Enrique Araya, Raúl Atria, Rodrigo Baño, Hadabell Castillo, Gonzalo Donoso, Patricio Domínguez, Inés Figueroa, Daniel Flores, Gonzalo Frei, Fernando Fuica, Florencia Henríquez, Cristóbal Maino, María Luisa Marinho, José Miguel Morales, Rodrigo Márquez, Mónica Gerber, Carolina Moreno, Macarena Orchard, Stefano Palestini, Raimundo Pérez, Felipe Ruz, María Luisa Sierra, Benjamín Silva, Alberto Toutin, Daniela Trucco, Nicolás Viel, Matías Valenzuela y Juan Pablo Venables. Muchas ideas contenidas en este trabajo reflejan sus inmensos aportes. Las imprecisiones y errores que se encuentren recaen obviamente en mi responsabilidad.
En la versión final, han sido fundamentales las finas correcciones de Paloma Baño y Cristóbal Rovira Kaltwasser. Paloma Baño me ha dado la seguridad para asentarme en los campos de la filosofía, a pesar de que muchas veces no tenía las competencias necesarias para abarcar ciertas temáticas en estos terrenos. Cristóbal Rovira ha estado desde los primeros esquemas aportándome con su clarividente y lúcida crítica desde una perspectiva impecable sociológicamente. Ambos han sido muy importantes para darle claridad a ciertas partes oscuras del texto. También agradezco especialmente a Soledad Godoy, quien me ha apoyado en la lenta y difícil etapa del cierre editorial.
Sin lugar a dudas, este libro no hubiera podido ser imaginado ni escrito sin el apoyo de Pedro Güell. Las innumerables conversaciones al inicio del proyecto, sus recomendaciones y comentarios, sus críticas a diversos borradores, fueron esenciales en todo el trayecto y su cierre. Fue él quien me encaminó a estos temas y animó en todo momento a la publicación del texto. Su prólogo –probablemente lo más lúcido que contiene este libro– es una muestra de su gran capacidad analítica y de la extraordinaria amistad que me ha concedido en estos años.
Por último, lejos de los círculos amistosos se encuentra mi mundo familiar. Mis padres Jorge e Isabel, todos estos años soportando mis largas ausencias, han sido fundamentales para encontrar un lugar de arraigo. Junto a mis hermanos, cuñadas y sobrinos, me han brindado su cariño y siempre me han apoyado a seguir adelante. A Eleonora, quien decidió acompañarme al viejo continente solo por el deseo de estar juntos, no me queda sino agradecerle que haya aceptado vivir –ad aeternum– conmigo.
Berlín, 27 de octubre de 2011
Prólogo
Este libro no es una arqueología de la palabra amistad. Tampoco es una historia de las diversas formas históricas o de las variantes culturales de las relaciones entre amigos y amigas. Es cierto que aquí se habla del Rey David, de Sócrates, de Tomás de Aquino, de Kant, de Carl Schmitt, de Derrida. Aun así, no es una historia, una reconstrucción de las nociones y usos de la amistad en sus distintos contextos temporales o sociales. Esos autores y sus épocas son interrogados por Raimundo Frei desde el presente, desde una preocupación actual. Este es un libro sobre la vida en sociedad de los modernos. ¿Por qué el autor eligió a la amistad como perspectiva para observarnos hoy? Porque su preocupación es la fundamentación del vínculo social, aquello que nos mantiene unidos al tiempo que nos hace diferentes y complementarios. Su apuesta es que en las relaciones de amistad, en el modelo moral que las sustenta, se encuentra una clave fructífera para enfrentar los desafíos actuales de la cohesión social. Aunque no siempre sistemáticamente explícito, el diagnóstico del presente que fundamenta este trabajo es la dificultad para pensar y representar el vínculo social desde una perspectiva estrictamente moderna; es decir, como un ideal regulativo, moral, que articule la autonomía de los individuos y la consistencia propia del orden social. Este diagnóstico recorre las páginas en forma de una ausencia intuida y de una solución deseada. Ya por esta razón este libro es sociológico en su sentido más profundo, como nostalgia de una convivencia propiamente moderna, de aquella conflictiva y nunca acabada realización del orden deseado
que señalaba Norbert Lechner. Al modo de Simmel y Sennett, este libro también es sociológico, pues interroga a la modernidad desde las formas básicas de la experiencia de las personas reales.
El libro transcurre en dos niveles. El primero es el de su organización formal. Este nivel se recorre a través de cuatro capítulos, interrogando acerca de las más importantes reflexiones sobre la amistad, desde la teología bíblica, pasando por la filosofía antigua y moderna, hasta los sociólogos y los politólogos actuales. La exposición en este nivel está organizada por una pregunta: ¿es la amistad solo la forma de un vínculo de intimidad entre dos personas o es, en el fondo, un modelo del vínculo social más amplio? Y si es esto último, ¿cuáles son sus potencialidades y debilidades para pensar los desafíos del vínculo hoy? ¿Puede concebirse la amistad como una manera de entender al individuo en su interdependencia social y no solo como pura intimidad; perspectiva esta última que es, precisamente, una de las fuentes que hoy vuelve problemático al vínculo social? En este primer nivel el libro tiene varios aciertos. Como buen lector del género policial, el autor nos revela una trama inesperada: la amistad no es un tipo de relación social que sirve de antídoto contra el ostracismo autosuficiente de la intimidad, ni es una reserva moral e intelectual para curarnos de los males del orden administrado del capitalismo moderno. En la amistad misma, en el desarrollo histórico de sus formas y en la comprensión filosófica de sus sentidos puede encontrarse la fundamentación de la superioridad del vínculo social, así como también de la intimidad moderna. La amistad es uno de los escenarios donde se ha jugado el despliegue de la forma moderna de ser sí mismo y las contradictorias consecuencias que eso ha tenido para pensar y fundar lo propio del vínculo social. Y es por eso, me parece, que Raimundo Frei quiere discutir sobre los desafíos actuales de la relación entre libertad y orden desde dentro de la historia de la amistad. No trata de proponernos la amistad, ya como cura del individualismo, ya como escenario de la individuación, sino como uno de los campos donde ha surgido y se ha procesado la tensión constitutiva de la modernidad entre autonomía subjetiva y autorreferencia del orden social. Siguiendo con la metáfora policial, el autor no hace una prédica moral sobre el crimen, sino que se interna en los barrios donde éste ha ocurrido e intenta develar los motivos interrogando a los testigos. Su pesquisa parte preguntándole al bíblico Rey David y a su íntimo amigo Jonatán qué es lo que estaba en juego en su amistad. Y desde ahí llega hasta el presente en un recorrido que, insiste Frei, no es lineal, sino que, como ciudadela medieval, se bifurca en callejuelas, se extravía y, a veces, retorna al punto inicial. Este desarrollo es ya por sí mismo un aporte muy valioso del texto: recupera para nosotros la densidad reflexiva y polémica de la amistad.
En este primer nivel se trata de una reconstrucción para nada academicista y sí muy sensible. Lo que se va mostrando es aquello que la amistad tiene de modelo de la interdependencia entre el sujeto y la forma social de su vínculo con los demás. El texto no impone sobre los autores analizados preguntas modernas, los lee en sus contextos, confiando en que las preguntas modernas no son algo externo a la historia de la amistad, sino que surgen desde ella. Y es esta lectura situada lo que le permite extraer varias de las conclusiones principales: la amistad no fue siempre lo que es hoy; la mayor parte del tiempo ella no fue el ámbito del vínculo privado, sino la forma ideal de lo social; y contiene desde siempre la pregunta que hoy nos parece exclusivamente moderna acerca de cómo es posible ser un sujeto autónomo e interdependiente a la vez. En este nivel el autor construye un escenario insospechado y muy productivo para interrogar a la modernidad: en la historia de las representaciones de la amistad está ya desde el inicio contenido y tratado lo que pareciera ser un problema exclusivamente del presente, la relación entre mismidad y sociedad.
En un segundo nivel el texto se interroga sistemáticamente por las formas de resolución de esa tensión entre yo y sociedad que se revela en la historia de la idea de la amistad. La pregunta que guía este segundo nivel es: ¿puede la amistad servir de modelo a una sociedad democrática moderna que debe albergar al menos los siguientes hechos: la autonomía subjetiva, la complejidad y abstracción del orden social, la diferencia de identidades y el conflicto de los intereses?
En esta lectura, el texto parte reconociendo la insuficiencia de las dos tradiciones opuestas que han marcado la historia de la idea de amistad. Por una parte, la amistad como modelo de la reciprocidad obligatoria en el don de sí mismo que funda el orden social. Por la otra, la amistad como relación limitada entre intimidades infranqueables. La primera se funda sobre la primacía del orden respecto de la subjetividad, por ello no puede albergar al individuo moderno. En ella la obligación prima por sobre la libertad. Frei nos recuerda que en el pensamiento clásico, o pre-intimista, sobre la amistad no existe la figura moderna del yo. Hay que recordar también que esa amistad excluye a las mujeres y a los extranjeros de la relación que funda el orden, lo cual la hace inadecuada para pensar el orden moderno. La segunda, basada en la primacía de las subjetividades respecto del orden y en la distancia entre las subjetividades, no tiene lugar para pensar la consistencia propia de los órdenes complejos, ni menos aún su carácter abstracto respecto de las subjetividades concretas. En la primera tradición, la afirmación de la subjetividad es una amenaza, en la segunda lo es la afirmación de la autonomía del orden social. El texto navega con obstinación entre esas alternativas, esas amenazas y las múltiples consecuencias teóricas que derivan de ellas. Y navega bien, aunque, como veremos, no necesariamente llega al puerto deseado; o más bien llega al puerto al que necesariamente llegan quienes navegan por estas aguas.
El puerto de partida de la navegación especulativa de Raimundo Frei es la relativización de algunos supuestos básicos de las dos tradiciones de la amistad. Por una parte, la idea de reciprocidad que funda la noción clásica de la amistad, afirma el texto, no tiene por qué contener necesariamente una idea de obligación. Se necesita una idea de reciprocidad para pensar el orden social en cuanto tal, pero de ello no debería derivarse el que toda reciprocidad se sostiene en una idea de obligación anterior a la relación de quienes se relacionan recíprocamente. A cambio de ella, y a contrapelo de la tradición de las ciencias sociales, Frei propone la idea reciprocidad voluntaria
como vía para evitar la contradicción entre vínculo social y libertad. En ella el vínculo de reciprocidad no resulta de una obligación previa, como el parentesco, ni deriva en una obligación, como en el contrato. En la reciprocidad voluntaria está siempre presente la posibilidad de la ruptura y la conciencia de la fragilidad. Lo que caracterizaría a la amistad es un intercambio que siempre puede ser roto o rechazado por alguna de las partes. Ese acto, una suerte de resistencia o de autoafirmación, funda en sí mismo al sujeto libre, aunque el texto no distingue bien entre la parte de la subjetividad que es condición de posibilidad de esa ruptura y la que surge como su efecto. Por otra parte, la idea de subjetividad que subyace a la noción moderna o intimista de amistad no tiene por qué suponer a un sujeto con una identidad a priori y estable. El sujeto moderno resultaría ser, entonces, una suerte de exageración. La pretendida autosuficiencia del yo no es más que la idea de que el mundo es una extensión o proyección de sí mismo. Pero en las condiciones del mundo real, aquel campo del cual Frei se esfuerza por no apartarse, la intimidad del yo consigo mismo es el resultado de la interdependencia con los otros y no existe al margen de ella. La individualidad es relacional, no solo relativa respecto de los otros, sino contingente a los momentos de interacción respecto de ellos. El yo es la historia de sus encuentros, con lo cual él se historiza. Hay que decir, de pasada, que el libro pone más atención a criticar los límites del orden, como se hace en la lúcida crítica acerca del sacrificio de los amigos ante el soberano como supuesto de la política centrada en el enemigo, que a escudriñar los límites de la idea occidental de sujeto.
Llegada a este punto, la reflexión del libro ha logrado desactivar la aparente oposición entre individuo y orden mediante una relativización de los términos: ni el orden es tan orden, ni el sujeto tan sujeto. Pero llegando ahí debe volver al punto de partida sin negar lo andado: ¿en qué sentido entonces el orden de la amistad es realmente un orden y el amigo un verdadero sujeto, de manera que en la amistad individuo y orden encuentran un horizonte de complementariedad? Esta es la operación básica del libro de Raimundo Frei, allí donde se juega su coherencia y la posibilidad de su naufragio. Se trata de elaborar, mediante la dialéctica que organiza su pensamiento, una síntesis a partir de la contradicción entre la amistad como reflejo del orden y la amistad como reflejo del yo.
La respuesta es tan arriesgada como la pregunta. El libro saca las consecuencias de manera coherente. Si el orden no puede ser pensado como pura obligación, pues la libertad del individuo se le interpone, entonces el orden es el resultado precario de las interacciones relativamente voluntarias ente los sujetos. Y para que esto sea compatible con una idea de sujeto libre, los sujetos que emergen de ahí no tienen más identidad que sus biografías, es decir, no tienen más sustento que la historia de sus interdependencias con otros. Es la precariedad de una identidad fundada en la libertad como posibilidad del rechazo del otro lo que la hace al mismo tiempo el fundamento de la dependencia del otro. De esta manera, Frei anuda de manera convincente la relación entre dependencia y libertad.
El argumento del libro da un paso más e intenta responder esta pregunta de cara al problema de la fundamentación de la democracia. Esta relación es una prueba más de que Frei quiere vincular la universalidad de la filosofía social con las particularidades y urgencias del presente. En primer lugar, se propone que la relación entre democracia y amistad es metafórica: ambas comparten el mismo problema de la relación entre libertad y orden. Pero la relación no se acaba ahí, en una mera oferta de lenguaje fresco para pensar el viejo problema de la política. Entre democracia y amistad hay, en segundo lugar, una relación de mutua fundamentación. La amistad no puede ser un modelo de la democracia, pues las diferencias de escala son inmensas. La amistad se define en el plano de la presencia, mientras la política democrática opera ineludiblemente en el plano de las relaciones abstractas entre ciudadanos. La amistad tolera altos grados de contingencia e inestabilidad, pues a un amigo puede reemplazarlo otro –lo cual funda de paso la posibilidad misma de la libertad–, pero un orden social no puede ser reemplazado por otro por un simple acto de la voluntad. Sin embargo, la amistad funda, en tanto experiencia, la subjetividad del ciudadano. De esta manera, la amistad no es un modelo, sino la condición de posibilidad de la democracia. La experiencia de sí en la amistad, como simultánea y precaria coexistencia de libertad y dependencia, funda la identidad del ciudadano en la democracia. Una democracia que se caracteriza por ser el lugar de construcción de un nosotros colectivo
precario, que no puede apelar ya a un individuo plenamente constituido, como en la teoría del contrato liberal, ni al a priori de la racionalidad del orden, ni al sacrificio colectivo ritual que exige la presencia inventada del enemigo. Subjetividad libre y democracia se requieren mutuamente porque ninguno de los dos puede fundarse a sí mismo, y sería contradictorio apelar a un tercero, sea Dios, la razón o el enemigo. Libertad y orden, son finalmente hijas de lo mismo: de la falta de fundamento, la una es su expresión en el campo del individuo, la otra en el campo de las relaciones. Y es esta comunidad en la precariedad lo que funda la complementariedad entre ambas.
No sé si era la intención del autor llegar a este puerto, pero la honestidad y tesón con que se hace cargo de las consecuencias de sus propias preguntas lo hacen arribar inevitablemente a él. La posibilidad de la vida buena, aquella que predicaba Aristóteles y que buscamos ahora en la democracia, supone el reconocimiento del carácter dramático de nuestra existencia. Agonía es el término griego usado para describir el momento en el cual la relación entre dos luchadores puede derivar en la vida o la muerte de uno u otro. La democracia fundada en los ciudadanos que han hecho la experiencia de la amistad es un modo de vida agonal, siempre en trance de decisión vital. Raimundo Frei retorna con ello al punto de partida de pensadores de la modernidad como Pascal, Simmel, Weber o Nietszche, cuyo descubrimiento de la tensión irresoluble entre el deseo de libertad de la subjetividad moderna y el deseo de ordenamiento social a través de la razón técnica, los llevó a definir la nueva época como tragedia. Este libro vuelve a ese punto de inicio, pero con una respuesta distinta: la vida de los ciudadanos modernos es, como sus amistades, una agonía, un permanente decidir y optar con consecuencias de vida y de muerte.
Quien espera que este libro le otorgue una perspectiva amable y tranquilizadora para abordar los conflictos