¿Quién golpea las puertas?
Por Ileana Mulet
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Ileana Mulet
Ileana Mulet (Hoguín, 1952). Estudia Artes Plásticas en la Escuela de San Alejandro. Es graduada en Diseño de Interiores y Vestuario, especialidad donde se desempeña durante años. Posee treinta exposiciones personales de pintura, dibujo e instalaciones, y más de sesenta colectivas dentro y fuera del país. Ha obtenido menciones y premios, así como diplomas de honor por su labor artística.
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¿Quién golpea las puertas? - Ileana Mulet
A mi madre Iso,
que puso la brújula hacia el Oeste.
Por la maravilla y el desvelo.
A Claudia, que nació para colmar mis instantes.
A Isel, mi gemela.
A Pablo Armando, sencillez y talento.
Tras las puertas
Alerta, te mantienes tras las puertas. ¿Dormida? ¿Despierta? Esperas, no importa dónde te halles, a quienes golpeen solicitando les abran. Abrir las puertas clausuradas con la palabra y sus esencias espirituales, que irradian en la poesía, nos convoca al reencuentro. Nombras a tu hermana gemela Isela y su opción por el verso «para que retumben tus cantares / tus buenos ciudadanos me consuelen / recuerdos de la infancia me persigan / guarda una llave / un oculto talismán». La escucho, e inmediatamente me sacude la voz de mi hermano Alfredo, poeta. Esas proximidades fraternales nos acercan profundamente.
Nos adviertes que el interrogante ¿Quién golpea las puertas? proviene de César López. La respuesta que le otorgas incluye a los demás que tocamos. Abres las puertas y recibes a una de las voces que nos han acompañado con su luz, nuestro Regino Boti. El diálogo lo inicias recurriendo a uno de sus poemas. La presencia de Boti te anima a recibirnos: Eliseo Diego, César López y yo. Luego aparece Gabriel García Márquez. Cuando los demás dejan la casa, insisto en quedarme.
Deseo dialogar con la mujer imaginaria que en ti combina cada trazo de la Luz en el color con acentos y acepciones verbales. Ya sé que en la palabra la escritura mantiene activo el paso en nuestro andar, hasta hacerlo memoria.
Me respondes: «Pocos pueden sentir dentro / cómo se baten los colores del arco iris…»
¿Y es esta desazón intempestiva lo que deseas exponer en la palabra? «…para sacar a la luz / siempre que pueda / un canto al Amor… y a la Poesía!»
No obstante, el color reclama tu atención «para incinerar / el tejido deshecho / de Penélope / pinté / púrpura y… / con… / olor… / a… / tizón quemado».
Vacilas. Sin duda, quieres conservar el púrpura en todo su esplendor, como «un Perrito púrpura», y añades el verde a una Paloma y «un rubor de girasoles /…en un campo recién pintado por Van Gogh histérico, genial, enloquecido / festejos anuncian el color naranja enrarecido, la lluvia alquitranada…» Insistes en el verde que «en las verdes hojas tapan los pechos del frío / …y la hoja indiscreta / verdeando desnuda al rocío… / Sobrechorrera de colores húmedos… / buscando los rescoldos de la esencia divina / también el nervio de la hoja verde, ya madura».
Como Penélope en su labor continua, reflexionas: «costuras necesarias / puntadas imprescindibles son como ángeles / divertidos, inconscientes… / Los que estallan junto con los colores del arco iris / tienen derecho a ser cosidos / con largas puntadas de amor y bienestar… / –costuras anchas nos esperan– / Encontremos presurosos las agujas / con sus correspondientes ojivas / antes que vuele sin remedio / el tiempo…»
En «La barca» la ruta a seguir y el efecto que te causan sus desvíos se te imponen en plena desnudez: Trazas sus rumbos. He ahí composición y texturas, siguiéndola: «la punta de mis senos se erizan… / derramo un cantero / de agua / por mis mejillas».
Por fin el color que define y expone tu colorida mujer imaginaria se te hace imprescindiblemente presente en «Paisaje a través de un espejo»: «Sobre esa mesa azul / el marco tallado del espejo / me llena de sueños la pupila… / busco el paisaje de las últimas horas… / tú… ellos; hasta los que ya no existen… / pinto el mismo paisaje con cientos de colores / algo me mantiene detenida en el tiempo…! / el espejo solo refleja la imagen del momento!»
Es el azul,