El tiempo en un hilo: Reflexiones desde la adversidad
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La autora relata su conmovedora travesía por la vida entre crisis de fe, de pareja, y también de salud.
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El tiempo en un hilo - Maruja Moragas Freixa
MARUJA MORAGAS
EL TIEMPO EN UN HILO
Reflexiones desde la adversidad
Prólogo y epílogo de Nuria Chinchilla
Sexta edición
EDICIONES RIALP, S. A.
MADRID
© 2014 by JOAN, XAVIER e IGNACIO SAN MIGUEL MORAGAS Y NURIA CHINCHILLA
© 2014 by EDICIONES RIALP, S. A.
Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid
(www.rialp.com)
Fotografías interiores: Foto 1 tomada por Calafell, el resto de las fotografías cedidas por la autora.
Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN (versión impresa): 978-84-321-6136-0
ISBN (versión digital): 978-84-321-6137-7
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Índice
PORTADA
PORTADA INTERIOR
CRÉDITOS
MARUJA EN MI VIDA (Xavier Balagué)
PRÓLOGO
DEDICATORIA
AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN
1. UNA CARRERA DE OBSTÁCULOS
La llegada a urgencias
El sol, de nuevo
Un encuentro fortuito
Nuevos problemas a solucionar
Mi nuevo dormitorio
Mis amigas, siempre cerca
La operación
Las nuevas tecnologías
2. AFRONTAR LA ENFERMEDAD: ¿QUÉ TENGO EN LA MOCHILA?
El discurso de la fiesta de cumpleaños
Reubicación tras la operación del riñón
La actitud frente a la enfermedad: vivir aquí o vivir allí
Una legión de amigos
La vida y la muerte
Una luz en la oscuridad
El desarrollo de la enfermedad
Descubrimiento del sentido de mi enfermedad
La hora de los demás
Recursos en mi mochila para afrontar la enfermedad
3. El regreso a mis orígenes
La belleza y la enfermedad
La enfermedad y el paso del tiempo
El regreso a mis orígenes
La familia de mi padre
La familia de mi madre
La educación y el servicio
Recursos puestos por la familia en mi mochila
4. Recursos en la mochila de la niñez y de la adolescencia
El desarrollo de hábitos en una familia unida
Constructores de identidad
Recursos procedentes del colegio
Los esfuerzos educativos de la familia extensa
La confusión entre cristianismo y franquismo
Un entorno ordenado
Siguen los veraneos: las nuevas amistades
La vida a ritmo lento
5. Veintidós años casada, y con tres hijos
El noviazgo
El crecimiento familiar
De Sitges a Cadaqués
Mis suegros
La transmisión del legado familiar
6. La madre de todas las crisis
La tormenta
Mi norte: el amor incondicional
La decisión de vivir sola
La separación
Dios cierra una puerta y abre un portal
Los primeros años
Recursos de partida en la madre de todas las crisis
Los recursos intelectuales
Los recursos materiales
Los recursos sociales
Los recursos emocionales
Ungüentos para curar el dolor
La música y el silencio
El desarrollo de los sentidos
La naturaleza y sus contrastes
El valor de la vida cotidiana
7. Operación baldeo: del desorden al orden
Las grandes preguntas
Las respuestas procedentes del entorno
Operación baldeo: construir de forma sólida
El despertar de los recursos espirituales
La verdad: el fiel de la balanza
En busca de respuestas sólidas y definitivas
La fuerza de las Escrituras
La nueva toma de decisiones
La reconstrucción identitaria
Matrimonio civil y Matrimonio religioso
La fidelidad
Una única vida y una única persona
«Dios existe: yo me lo encontré»: el sentido de misión
Del desorden al orden
8. Obstáculos en mi camino
Sacar adelante un matrimonio atípico
La reconstrucción familiar
Una bajada masiva de brazos: «¡Es lo que hay!»
«Rehaz la vida»
«A rey muerto, rey puesto»: la plaga de los «ex»
El revoloteo de los buitres
La incomprensión del entorno
La entrada del buenismo en la Iglesia
La defensa del amor incondicional, ¿una provocación?
Saltando sobre las olas
Libre, por fin
9. El cambio de tendencia: educar para el amor incondicional
Las baldosas de Barberà
¿De dónde partimos para conseguir el cambio a mejor?
Conocer el pensamiento caótico contemporáneo
Cómo ayudar: uno a uno
La ausencia de límites
La anarquía en el «amor»: la desprotección de los débiles
La quiebra de las relaciones familiares
Historias de amigas
Nada nuevo bajo el sol: las nuevas viudas del siglo XXI
Redes
Las dificultades para educar hijos después de una separación
Muchos padres quieren recuperar su sitio
Enseñar a amar
Enseñar a perdonar
Distinguir entre persona y comportamiento
Llamar a las cosas por su nombre
10. El esplendor, a la carrera
El Centro Internacional Trabajo y Familia
Women’s lobby
Mi llegada al IESE
Desarrollo de la misión profesional y personal
Los nuevos recursos intelectuales
Los nuevos proyectos
Hacia un nuevo feminismo
La ONU
11. El futuro
De nuevo en la clínica
Diferencias entre las dos crisis
El tiempo, a la carrera
Afrontar las crisis y su repercusión en la biografía de uno mismo y de otros
EPÍLOGO
OTROS LIBROS RIALP
FOTOGRAFÍAS
MARUJA EN MI VIDA
Siempre dicen que lo difícil es cómo empezar a contar una historia, y puedo corroborar que así es. Mi especial conexión con Maruja no se debe precisamente a mis vivencias junto a ella, durante su vida. De hecho, el libro que tienes en tus manos me sirvió para descubrir al verdadero personaje en toda su grandeza.
Mi nombre es Xavi y soy amigo de los hijos de Maruja. Conocí a Joan, el hijo mayor, hace 25 años en un antiguo gimnasio que ahora ya no existe. Juan era y sigue siendo una persona muy extrovertida que fácilmente entabla conversación con la gente. Si no hubiera tomado la iniciativa para presentarse hace 25 años, nada de esto hubiera ocurrido. Parece increíble cómo pequeñas situaciones pueden tener una influencia tan grande en nuestras vidas.
Joan me presentó a sus hermanos, Ignasi y Xavi, quien ha acabado convirtiéndose en mi mejor amigo y a quien quiero como a un hermano. En esa época teníamos 19 años y los encuentros en casa de los hermanos Sanmi
eran frecuentes los fines de semana. Sus padres se iban a Bolvir y ellos tres se quedaban solos
en su casa, o, mejor dicho, bien acompañados:
mañana, tarde y sobre todo noche, la casa se llenaba de amigos, y montábamos unas fantásticas fiestas que aún recordamos con nostalgia.
A Maruja tardé tiempo en conocerla. Fue seguramente algún día entre semana, cuando quedábamos para estudiar en casa Sanmi
. Dentro del grupo de amigos de sus hijos yo era una cara nueva para Maruja, a diferencia de otros chicos a los que había visto crecer. Mi trato con ella era, por ese motivo, algo distante y respetuoso.
Con el paso de los años, a las fiestas de fin de semana en Barcelona se añadieron los fines de semana en su casa de Bolvir. Mi relación con Maruja fue creciendo, pero nunca más allá de lo que era: la madre de un buen amigo, por la que sentía un gran respeto.
De hecho, ella tenía mucha más confianza con otros amigos de sus hijos, para quienes era como una segunda madre. Mi relación con ella no alcanzó nunca esa familiaridad. Pero sí compartimos comidas y risas en Bolvir con sobremesas interesantes, pues Maruja era un pozo de sabiduría. Era la época previa a su paso por el IESE.
Pasaron los años, me casé y nació mi primera hija, Laura. Los encuentros con Maruja se limitaban a algún fin de semana en que subíamos a la Cerdanya. El último fue durante la fiesta de la Purísima de 2012. Aún recuerdo estar bailando un vals con Laura en brazos en el salón de la casa de Bolvir mientras Maruja decía: «Es la única niña que conozco que con un año canta el Danubio Azul».
Lo poco que la traté en vida hace más sorprendente aún la conexión que tengo con ella desde su fallecimiento. En abril de 2013, perdía su lucha contra el cáncer en la clínica Teknon de Barcelona. Todos sabíamos que eran momentos delicados y que en cualquier instante recibiríamos una llamada con la triste noticia. El domingo 27, poco después de comer, recibí un mensaje de Cristina la mujer de Xavi
diciéndome que fuera a la Teknon porque Xavi me necesitaría. Llegué en quince minutos, junto a los hermanos y al grupo de amigos más íntimos. Nos informaron del inminente desenlace y nos preguntaron si queríamos pasar a despedirnos de ella. Entramos en la habitación y permanecimos un rato a su lado, en silencio. Maruja estaba sedada. Cada uno fue despidiéndose como quiso, con una caricia en la mano, un beso en la frente…
Cuando salimos, sentí una opresión en el pecho y pregunté dónde estaba la capilla. Una vez allí, sin saber por qué, empecé a llorar como nunca antes lo había hecho. Me vacié. No entendía nada. Soy una persona poco o nada emotiva, de las que apenas sueltan una lágrima. ¿Por qué reaccionaba así? ¿Por qué me afectaba tanto? Al fin y al cabo, solo era la madre de mis amigos.
Falleció al día siguiente, por la tarde, a las 20:30 h.
Dos semanas después del funeral, sentí la necesidad de ir a visitar su tumba en el cementerio de Sant Gervasi (Barcelona). Frente a su lápida me sucedió lo mismo, volví a desmoronarme. Empecé a llorar, y me arrodillé. Desde entonces voy a menudo, y llevo flores. Paso ratos de reflexión junto a ella y le pido consejos sobre innumerables cosas. El vínculo que se ha establecido es tan especial que llevo en mi cartera una foto suya, junto a la de mi mujer y mis hijos. Y por más que me lo he preguntado, no entiendo el motivo de este sentimiento hacia Maruja.
Maruja y el nacimiento de Pau
Pasaron los años, y en enero de 2017 mi mujer se quedó embarazada de Pau, nuestro segundo hijo. Fue un embarazo muy complicado, con continuas pérdidas, reposos, ingresos en la Maternitat… hasta que el 23 de junio, en el quinto mes de embarazo, Bárbara empezó a tener contracciones y tuvo que permanecer ingresada.
Las doctoras nos informaron de lo delicado de la situación y de los riesgos de un nacimiento tan prematuro. Bárbara es una mujer excepcional y mantuvo un absoluto reposo, sin moverse de la cama, para ganar el máximo tiempo posible. Contábamos los días como victorias.
Pero el 26 de junio todo se precipitó. Me telefoneó a las 23:15 h llorando, diciéndome que la bajaban de inmediato a quirófano: Pau ya venía y no se podía esperar más... Salí de casa volando en dirección a la Maternitat, y llegué justo a tiempo para despedirla a la entrada del quirófano.
Pau nació a las 00:30 h del 27 de junio cuando debería haber nacido a mediados de octubre.
Era un prematuro extremo de tan solo 24 semanas de gestación, con un peso de apenas 700 gramos. Me lo dejaron ver fugazmente en el pasillo, camino de la UCI, metido en una incubadora repleta de aparatos y botellas de oxígeno.
A la mañana siguiente, en la UCI de neonatos, descubrí un mundo desconocido. La doctora me informó de la gravedad de la situación: entre otros problemas, a Pau no le funcionaban los pulmones. A diferencia del resto de incubadoras, la de Pau estaba llena de bombas por las que le administraban numerosos fármacos. A la respiración asistida se sumaban las botellas de óxido nítrico y, pese a todo, mantenía muy baja la saturación
de oxígeno en sangre, con continuas y graves apneas. La doctora me dijo que, si la madre aún no había visto a Pau, que bajara lo antes posible: el pronóstico era muy malo. Cuando apareció Bárbara, pude apreciar las miradas de compasión de todas las enfermeras mientras caminaba hacia la incubadora.
Pasaron 48 horas y Pau no mejoraba. Los médicos nos dijeron que no podían hacer nada más, que ya dependía de Pau el salir adelante, y que la noche siguiente sería determinante. Comprendimos que habían perdido toda esperanza de que Pau sobreviviera, y solo nos preparaban para lo peor.
De regreso a casa, se me llenaron los ojos de lágrimas mientras conducía la moto por la Ronda Litoral. Me vino entonces Maruja a la mente: «Maruja, si estás ahí arriba, ahora es el momento de que lo demuestres. Coge a Pau de la mano y tira de él para que salga de esta». A la mañana siguiente, de regreso a la Maternitat, no paraba de repetir ese mismo deseo.
Ya en la clínica, antes de entrar en la UCI, miré por una ventana la incubadora de Pau y el monitor que mostraba sus constantes vitales. ¡Su saturación de oxígeno estaba al 90 por ciento! Los médicos me informaron que durante la noche se había producido un punto de inflexión de manera inexplicable.
A partir de ahí la mejora fue continua. Pocos días después lo desentubaron y pasó de la respiración asistida a llevar un cpap. Las analíticas comenzaron a mejorar, y también las demás pruebas diagnósticas que le hacían diariamente. Tampoco se produjo ningún derrame cerebral, tan común en los niños prematuros extremos.
⁹⁸ días después de nacer, pudimos llevarnos a Pau a casa. Durante esos más de tres meses en la UCI habíamos visto cómo otros pequeños no habían tenido la misma suerte. Algunos niños presentaban a priori un pronóstico mejor que el de Pau, y murieron.
Quienes cuidaron de Pau en la Maternitat nos confesaron que, durante los primeros días, no veían posibilidades de que saliera adelante. Algunos habían llegado a despedirse de él. Todo ello quedó recogido en el informe médico de alta, donde indicaron que el caso de Pau era extraordinario. Una enfermera con más de 30 años de experiencia en la unidad de neonatología no recordaba un caso así, y lo calificó de milagroso.
Desde entonces, Pau no ha sufrido ninguno los usuales efectos secundarios pronosticados por los médicos. En el CDIAP (Centro de Desarrollo Infantil y Atención Precoz), estaba pautado que visitaran a Pau en los cinco primeros años de vida. Sin embargo, al año le dieron el alta diciendo que estaba perfecto, y que no recordaban un caso igual. De hecho, dijeron que era el único prematuro extremo sin efectos secundarios que habían tratado nunca.
Obviamente siempre cabrá la duda de qué hubiera pasado si no le hubiera pedido a Maruja que tirara de Pau. Yo solo sé lo que le pedí y lo que sucedió. No necesito más. Hay gente a la que Maruja le ha cambiado la vida, mientras vivía. A otros les pasara tras leer este libro. En mi caso fue entremedias. Y le estaré siempre agradecido por su ayuda en la milagrosa recuperación de Pau.
Xavier Balagué
PRÓLOGO
En este libro, es Maruja Moragas, mi amiga del alma, quien nos cuenta su historia. Nos conocimos cuando atravesó la que ella llama «la madre de todas las crisis»: su separación y divorcio. Desde el primer minuto se inició entre las dos una fuerte amistad. Vi en ella a una mujer honrada, buscadora de la verdad, con hambre de aprender, de ser mejor y, sobre todo, de dejarse ayudar.
Fue sin duda una gran directiva, en el sentido profundo del término: dueña de sus actos y responsable de sus decisiones. Su vida, sus escritos y su actividad profesional lograron inspirar a muchas personas. Licenciada en Filosofía y Letras, se doctoró en Dirección de Empresas por la Universidad Internacional de Cataluña (UIC). Se incorporó al IESE en 2004, donde pronto dirigió la Unidad de Español para la Empresa en el MBA y trabajó como profesora en el Departamento de Dirección de Personas en las Organizaciones. Fue para mí una colaboradora infatigable en el International Center for Work and Family (ICWF). Participó en numerosas conferencias y congresos y ejerció también como coach en programas para directivos. Juntas escribimos el libro Dueños de nuestro destino, así como diversos artículos de opinión en numerosos medios de comunicación. Además, impulsó el Women’s Lobby del IESE desde 1998.
Una tarde de diciembre me sugirió dar un paseo por el barrio gótico y recorrer las callejuelas que rodean la catedral de Barcelona: quería verlas engalanadas con las luces y motivos navideños. Fue un regalo encontrarnos con dos músicos con un violín y un piano eléctrico, en sendos recovecos de nuestro itinerario. «¿Crees de verdad que escribir mi vida va a ser útil para alguien?», me preguntó una vez más, mientras escuchábamos aquellas piezas del barroco. Yo sabía que sí.
El lector encontrará en estas páginas una vida semejante a la suya, con las mismas ilusiones, retos, alegrías y dificultades, cinceladas por el amor. Un amor vivido hasta sus últimas consecuencias y desde lo más profundo de uno mismo. Con sus reflexiones desde la adversidad, y con una pluma vigorosa y directa, Maruja pretende compartir un modo diferente de recorrer el camino.
Hace más de siglo y medio, Kierkegaard decía que «engañarse respecto al amor es la pérdida más espantosa, es una pérdida eterna, para la que no existe compensación ni en el tiempo ni en la eternidad: la privación más horrorosa, que no puede resarcirse, ni en esta vida... ¡ni en la futura!». El título El tiempo en un hilo, lo escogió tras descartar La luz del amor. Maruja había impartido clases sobre cómo gestionar el tiempo, y hablábamos de él con frecuencia. Supo aprovechar el tiempo, y trabar desde el presente ese hilo fino y frágil que nos une con la eternidad —«la puerta de al lado», como le gustaba decir en palabras de san Agustín—.
Fue un lujo tenerla como amiga, y sigue siéndolo ahora. Quizá más.
«El tiempo a la carrera» es uno de los apartados que incluyó en el capítulo XI. Su título denota una lucha contrarreloj contra un tiempo que comenzaba a faltar. Aunque algunas ideas aparecen repetidas, hemos querido mantener la agilidad y espontaneidad de su redacción. Solo hemos revisado las citas y hemos introducido alguna pequeña precisión.
NURIA CHINCHILLA
Profesora del IESE Business School
Universidad de Navarra
Septiembre de 2013
DEDICATORIA
La finalidad del libro se ha ido transformando a medida que han ido pasando las semanas y los meses. En los momentos duros de enfermedad, como los que atravieso ahora, pienso que es el mejor legado que puedo dejar a mis hijos. Todos formamos parte de la rueda de la vida, y una generación aprende para dejar sus experiencias a la siguiente. Ahí va, pues, parte de mi contribución al crecimiento de mis hijos y futuros nietos. En especial a mi nieta mayor, que ha aparecido como una flor de verano en medio de este tiempo de enfermedad.
Este libro es también para mi familia extensa y mis amigos. Se lo debo. Tengo la dicha de formar parte de una gran familia, que ha respondido como pocas ante la enfermedad de uno de los miembros del clan. Y tengo también un montón de amigas incondicionales, cuya amistad jamás podría pagar aunque viviera mil años. A todas ellas dedico estas líneas llena de agradecimiento por la inmensa compañía y el apoyo que me han dado. Todos forman parte de mi historia: son mi historia.
También dedico el libro a cualquier otro lector que pueda verse reflejado en estas páginas. Seguramente, y sin saberlo, comparto con él un modo de vivir y de entender la vida, a veces muy distinto del que está en boga. No hay caminos únicos para andar por ella, todos tenemos el nuestro. Sin embargo, la experiencia me ha mostrado que no todos valen lo mismo, ni se obtienen los mismos resultados si escogemos uno u otro: hay rutas mejores que otras. Para afrontar la mayor crisis personal que ha salido a mi encuentro, decidí optar por un camino alternativo, distinto a las costumbres sociales que hoy en día se suelen seguir. Por suerte, cuando necesitaba recursos abría mi mochila y ahí estaban: alguien los puso en algún momento de mi vida.
Por eso este libro también puede ayudar a que padres y madres sean conscientes de los tipos de recursos que sus hijos necesitarán para llevar vidas estables. Lo que les den o dejen de dar influirá en su futuro, porque repercutirá en sus vidas y en su felicidad. Me apena ver a gente joven con sus mochilas escuálidas. Tenemos la responsabilidad de ayudar y formar a nuestros hijos. Bien es cierto que ellos tienen su libertad personal y que pueden tirar su vida al pozo. Pero eso es harina de otro costal: es, literalmente, su problema. Nuestro drama sería dejar de contribuir a su formación y a que tengan recursos con los que afrontar la vida.
AGRADECIMIENTOS
A todos aquellos que me han ayudado a ser quien soy en las distintas etapas de mi vida.
INTRODUCCIÓN
Este es un libro que no pensaba haber escrito jamás: se ha colado entre mis planes. Aparece como resultado de sufrir una gran crisis de salud, que decido aprovechar para explicar cómo voy tratando de solucionarla. Sin embargo, me topo con un primer obstáculo: debo hacer referencia a otra gran crisis anterior, que padecí hace casi dieciséis años. La denomino «la madre de todas las crisis» por su gran complejidad, su virulencia y el enorme esfuerzo que representó superarla. El ingenio se me agudizó de tal forma que tuve que poner a trabajar mil y un recursos que desconocía, para aprender de cuantos retos y oportunidades se me pusieron por delante. Fue la única forma de no sucumbir en ellos y encontrar una salida. Sin esa primera experiencia, la que me ocupa ahora habría sido terriblemente más complicada de gestionar.
Empecé a escribir estas memorias animada por varias amigas. Me sugirieron hacerlo porque estiman que ahora dispongo de formación y experiencia para aportar algo que puede ayudar a otras personas. Acepté el reto entre divertida y escéptica, con cierta ambivalencia. Por un lado, porque aunque el cáncer que padezco tiene mal pronóstico, pensé que era una aventura nueva y que a lo mejor podía salir algo bueno de ahí. Por otra parte, yo no sabía la forma ni la dirección que iba a tomar este libro, pero es cierto que cada vez encuentro un mayor sentido a lo que hago. El libro va creciendo conmigo a medida que la enfermedad avanza: supero unas crisis y aparecen otras.
Escribir este libro es un reto para mí. Aunque el hecho de ser profesora especialista en temas de relaciones interpersonales en la empresa, en mujer y liderazgo, y competencias directivas facilita mi trabajo. También el disponer de formación antropológica y de una curiosidad y ganas de aprender de todo y de cualquier persona.
Debo decir que hay otros acicates que me empujan a situarme ante el ordenador en mi cama de enferma. En primer lugar, este libro representa luchar contra el tiempo y tener que correr. Sé que no voy a poder destinar el tiempo que me gustaría dedicar a su escritura porque, simplemente, no sé si dispongo de él. Pero, gracias a Dios, en este momento tengo todavía la cabeza clara y no puedo perder ni un solo minuto de los que me es posible escribir. De hecho, he tenido que dejar de hacerlo durante semanas, porque me encontraba muy mal: no podía ni pensar, y menos escribir. Me han hecho sesiones de radio y quimioterapia que me han dejado fuera de combate, y he estado ingresada un par de semanas con una neumonía doble.
Pero, en esta lucha contra el tiempo, me animé. Pensé que