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Raúl el copado
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Libro electrónico126 páginas1 hora

Raúl el copado

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Raúl no es ni el tonto ni el tragalibros de su clase, es solo Raúl, el chico más copado del colegio Santo-Suplicio. Él está convencido que sus padres no estuvieron al momento de su nacimiento, que su vieja tía Gertrudis es todavía una espía en actividad y que su profesora de lengua es una incendiaria. A pesar de todo, Raúl encuentra su vida súper copada. Podría tener un montón de amigos, pero prefiere quedarse con Bart, su mejor amigo que le tiene fobia a las serpientes y a las arañas. Cuando Raúl y Bart conocen a Catalina y a Li Mei, dos chicas de su clase, es el comienzo de una gran amistad en un grupo verdaderamente copado.


Doctora en Ciencias de la religión de la Universidad de Montréal, Alain Ruiz es la autora de varias novelas y guías prácticas, vendidos más de 130.000 ejemplares, de los cuales la serie Ian Flibus (Ian Flix) conoció un enorme éxito en Quebec, e igualmente Las Crónicas de Braven OC, adaptadas en cómic.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento9 dic 2018
ISBN9781386758488
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    Raúl el copado - Alain Ruiz

    Raúl el copado

    Alain Ruiz

    ––––––––

    Traducido por Tamara Rodriguez Bastos 

    Raúl el copado

    Escrito por Alain Ruiz

    Copyright © 2018 Alain Ruiz

    Todos los derechos reservados

    Distribuido por Babelcube, Inc.

    www.babelcube.com

    Traducido por Tamara Rodriguez Bastos

    Diseño de portada © 2018 Agnès Ruiz

    Babelcube Books y Babelcube son marcas registradas de Babelcube Inc.

    Capítulo 1 - El arte y la manera de no convencer a los padres

    Ahora estoy seguro: ¡Mis padres no estuvieron presentes el día de mi nacimiento! ¿Sino cómo se podría explicar su total indiferencia a todas mis demandas? En lo más profundo de mi mente creo incluso poder recordar lo que me dijo la partera cuando nací, solo, sin la ayuda de nadie.

    —Lo siento, hermoso bebé, pero tus padres no pudieron venir a verte nacer. Ellos tenían algo más importante que hacer.

    Para mí, fui formado en un huevo, y después me pusieron en una incubadora hasta el momento de mi eclosión. Pero antes de encontrarme en la sala de maternidad por no sé qué milagro, mi madre probablemente tuvo que enterrar mi huevo en la arena, en una playa, como lo hacen las tortugas gigantes que dejan enseguida a su cría a la merced de la naturaleza. De pronto, sé perfectamente lo que pueden sentir las Tortugas Ninja por haber sido también abandonadas.

    Para mí es más que evidente. Si mi madre y mi padre hubiesen estado realmente ahí cuando entré en este bajo mundo, ellos no hubiesen podido resistir al escucharme lanzar mi primer grito, el primero de una muy muy larga serie. Todo padre digno de ser llamado así no puede sino emocionarse frente al sufrimiento de su hijo. O, ya llegué a la décimo tercera temporada de la telenovela de mi vida y mis papas todavía no entienden lo que espero de ellos. Bueno, el primer año, no puedo realmente hacerles reproches. Era todo nuevo. Les faltaba experiencia. Está bien, ellos ya tenían a mi hermana Clara, dos años más grande, pero eso no cuenta. Yo soy su único hijo ¡Punto final! Además, las necesidades de una niña son muy distintas a las de un niño. No hace falta hacer un dibujo. En fin, no importa, hermana mayor o no, mis padres tuvieron largo tiempo para acostumbrarse a todas mis cosas y mis gestos cotidianos para responder a la más mínima de mis necesidades. Pero después de trece años, ellos siguen en la primera etapa: quizás tiene hambre... a menos que tenga el pañal sucio... o sino serán sus dientes que le están saliendo.

    ¡Pfft! Honestamente, ellos se han perdido varios episodios de mi vida o no tuvieron acceso al Replay, porque no veo que sea tan difícil de entender cuando les digo que quiero el iPhone 6. Es más claro que el agua, me parece. Puedo gritarlo bien fuerte, deletrearlo para estar seguro de que no se confundan con un babyphone, pero nada funciona. Ellos ni siquiera notaron mis grandes esfuerzos de modulación después de todas esas sesiones pasadas en el fonoaudiólogo. Y decir que yo sólo los quería complacer. Bueno, es verdad que yo los empujé un poco haciéndome pasar por disléxico, simplemente porque mi amigo Bart me dijo que su fonoaudióloga es muy sexy. Yo lo quería verificar, nada más. Y reconozco que tenía razón el sinvergüenza. En fin, todo esto para decir que el origen del problema no soy yo, son mis papás. No es mi dicción la causa, sino más bien su audición. Quizás debería haberles pedido un megáfono para mi último cumpleaños. Está bien, probablemente en ese caso no hubiese tenido el último Call of Duty para mi Play 4 y me hubiera hecho enojar el tener que esperar hasta Navidad.

    Intenté jugarla de manera sutil. Especifiqué bien el iPhone 6 para que no haya malentendidos, porque el hecho de que me compren una versión más vieja no es una opción.

    — ¡Ustedes conocen el iPhone 6, ese justo después del 5, y antes del 7! —Les dije.

    Voluntariamente mencioné el 7 para prepararlos psicológicamente a que me compren el próximo cuando llegue el momento, pero no me demoré mucho en eso para evitar que mi papá me responda inmediatamente:

    — Esperaremos a que salga la versión 7 para comprarte la versión 6 que será, entonces, más barata.

    Atención, con mi papá, hay que ser inteligente, sino está preparado incluso antes de meter la comida en el horno. Yo lo que quiero es el iPhone 6, y lo quiero ahora. No quiero esperar hasta que salga el iPhone 7. Después, no se sabe lo que nos deparará el futuro. Hasta entonces, toda forma de vida puede desvanecerse de la Tierra si nos golpea un enorme meteorito. Podríamos también ser invadidos por extraterrestres saqueadores de tecnología subdesarrollada para sus museos de obras interestelares. La historia de la humanidad muestra que pueblos han sido saqueados de sus riquezas culturales por sus conquistadores, entonces, ¿Por qué los extraterrestres no harían lo mismo con la Tierra? Ellos también deben tener multimillonarios coleccionistas de objetos exóticos de otros planetas. En este mismo momento, ellos quizás ya se están preparando para invadirnos en seis meses o un año para arrebatarnos todos los iPhone. Podría ser incluso que se acaparen todos nuestros recursos naturales y todas nuestras tecnologías para impedir que se fabriquen más. De esta manera volveríamos a la Edad de Piedra. Hubiera esperado en vano para tener mi iPhone 6.

    Después de todos estos años de práctica frente al espejo para dominar mejor mis expresiones faciales de súplica, desde un temblor de labios hasta un mar de lágrimas, no logré convencer a mis padres. Ni mis gestos lo lograron. Y eso que no me hacía falta técnica gracias a mis largas horas pasadas mirando películas italianas y partidos de fútbol del campeonato de Italia. Pero sin lugar a dudas, sólo los verdaderos italianos tienen el poder de suplicar con sus manos. Sin embargo, no es por falta de intentos. Nadie me puede decir que abandoné rápido.

    En un último intento, grité de lo lindo que quería un iPhone 6, pero me terminé encontrando frente a la caja fuerte de banco con la puerta más gruesa del mundo. Ni el soplo del Gran Lobo Feroz, ni el grito de Carrie, sin ofender al señor Stephen King, podrían obtener la aprobación de mis padres. Su indiferencia hacia mí es más fuerte que Hulk y Superman juntos. Mi mamá y mi papá me miran siempre con el mismo aire pasmado, bastante típico, respecto a mis demandas un poco especiales.

    Por un instante, casi creí que ellos me iban a decir que sí por el iPhone 6, pero querían hacer de cuenta que lo estaban pensando. Sin perder el tiempo en ponerse de acuerdo, me dijeron: NO. Es como si hubiera recibido un golpe con el gran martillo de Thor.

    —Cuando dicen que no, ¿Quieren decir hoy no pero quizás mañana sí?—Les pregunté.

    —No para hoy, no para mañana y no para los días siguientes

    —contratacó rápidamente mi mamá.

    —¿Incluso si contribuyo con plata de mi bolsillo los próximos dos años?

    —¡NO!

    —¿Los próximos cinco años?

    —¡NO!

    ¡Ay cómo odio ese NO! Se les debería prohibir esa palabra a los padres. Nuestros gobernantes deberían hacer una legislación para tal fin. Después de todo, en muchos países las nalgadas están ahora prohibidas. En las escuelas, el reglamento prohíbe todo castigo corporal, tanto en los comedores escolares como en los recreos, incluso he oído que no se les debe impedir a los chicos molestar en clase. Favorece a la sociabilización, supuestamente. Entonces ¿Por qué no podrían obligar a los adultos a decirnos SIEMPRE SÍ, para el bien de nuestro desarrollo personal? Así la vida sería mucho más simple.

    —¿Puedo tener un iPhone 6?

    —SÍ. Te lo compramos esta tarde sin falta.

    —¿Puedo mirar la tele esta noche aunque tenga cole mañana?

    —SÍ. Incluso podés mirarla toda la noche si querés.

    -—No tengo ganas de ir a clases hoy ¿Puedo quedarme en casa?

    —SÍ. Podés así terminás tu partida de video-juego.

    —¿Puedo dejar mi habitación desordenada?

    —SÍ. Yo la ordeno en tu lugar.

    —¿Puedo jugar a la pelota en casa aunque corra el riesgo de romper algo?

    —SÍ. Justo tenemos un seguro contra rompeduras.

    La ventaja, es que así habría menos conflictos entre padres e hijos. Se viviría más en armonía. No estaríamos más obligados a hacerles pucheros durante días porque nos dijeron que NO.

    Lo mismo en la escuela. Las relaciones entre profesores y alumnos serían mucho más amistosas si se prohibiera el NO.

    —Señora, ¿puedo pegar mis mocos bajo la mesa?

    —SÍ. Así les puedo sacar fotos para mi álbum de recuerdos.

    —¿Puedo salir a tomar aire en el patio mientras usted resuelve mi problema de matemáticas?

    —SÍ con gusto. Yo te llamo cuando haya terminado.

    —¿Puede venir mi madre en mi lugar?

    —SÍ, o sino tu padre si

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