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Hamtub, el otro cielo
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Libro electrónico138 páginas1 hora

Hamtub, el otro cielo

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Tras una insospechada visita; un grupo de científicos que experimentan la manera de viajar en el tiempo quedan desoladamente congelados cien mil años atrás. Mientras son testigos de una invasión mefistofélica; seres de otras galaxias subyugan a una civilización muy avanzada, capaz de controlar a la misma naturaleza, "Los Hamtubnianos", quienes, en un acto genuino de prolongar la vida , deciden congelar al planeta, a costa de su aniquilación.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 oct 2018
ISBN9788417467449
Hamtub, el otro cielo

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    Hamtub, el otro cielo - Patricio Jacome Viteri

    Paz

    Introducción

    El escritor que te permite viajar en otras dimensiones está condenado a ser leído eternamente.

    Quien te permite conocer un amigo descrito, retratado o camuflado en una novela se gana tu aprecio inconmensurable, y más aún si está escrita en clave de ciencia ficción y cuando en la narración, van floreciendo inquietudes y sospechas, recuerdos de aspectos fascinantes en los caracteres de nuestros amigos, su humor y su paso por nuestras vidas, la novela adquiere una tonalidad multicolor, porque los colores son esenciales en esta narración y el vértigo como elemento de lectura.

    Para la mayoría estos personajes son ficticios pero no por ello dejan de ser subyugantes y únicos en el marco de la novela, me estoy refiriendo a Hamtub, el otro cielo de Patricio Jácome una descripción alucinante de acontecimientos en donde intervienen inverosímiles temas para recorrer junto a dos hombres, el camino del conocimiento y la búsqueda de la verdad.

    En el volcán Tayta Imbabura se hace presente un ser estrambótico, ante un prodigioso músico de Julliart y amante de la astrofísica, Matías Orozco, aparece con un sílex que cuando se desfragmenta en tres partes enseguida se vuelve a unir como una gota de mercurio momentáneamente separada. Con ella viaja a los EE. UU. para encontrarse con un amigo de la infancia que le ha conseguido una cita con un Premio Nobel, celebridad de la física moderna del siglo XXI, para hacerle la entrega de la mencionada piedra, con el propósito que gente preparada científicamente le brinde respuestas porque se considera un guerrero de las sospechas y junto, a su amigo pintor y al científico empiezan a vivir una aventura que, bien descrita, con destellos de cromática mestiza y un lenguaje depurado en detalles y alegorías nos introduce en múltiples escenarios históricos donde la turbamulta de la muerte se codea con los fenómenos sociales y las barbaries humanas en ciclos de imágenes que trastocan el discurso narrativo.

    La primera parte de la novela describe su encuentro con el amigo de la infancia y la atmósfera que rodea su vida en la gran manzana, su departamento, su estudio; Pablo Caviedes es un personaje entrañable, calvo, con importantes premios en el ámbito de la pintura y gran ser humano. La relación que se hace con el antes y el después del 11 de septiembre en Nueva York; su redacción creativa acerca de la ciudad y los diseños arquitectónicos que la inunda, nos transporta hacia callejones, rascacielos e inusitados portales, repentinamente.

    Pablo es trasladado a situaciones que tiene mucha semejanza con aquello que los zaparas ecuatorianos llaman nuestro Interlocutor onírico porque Matías Orozco el personaje principal viaja con él y otros científicos hacia circunstancias que por su intensidad, velocidad, variedad y caos puede producir una conmoción en la lectura, sin embargo cada etapa del discurso te enreda con la curiosidad propia de quién descubre por primera vez fenómenos paranormales de bilocación y tele transportación.

    El equipo cognitivo atrapa los sueños al vuelo y el mineral que encontraron en el volcán les permite ingresar a un pasado que integra todos los pasados en un solo aleph.

    Ingresan a mundos donde la comunicación tiene un papel vibrante pues la telepatía, las formas, nexos y secretos de la mente parecen sueños descritos por aquellos que suelen viajar por esferas mentales donde los espíritus tienen una importancia vital y los pensamientos son diálogos que se trasladan casi simultáneamente de razón a razón.

    Aventuras en medio de la desolación de tiempos incontrolados, poesía en la enumeración de sitios, números, épocas y espacios geográficos de nuestro país. Galápagos como núcleo de un descubrimiento que trasformará la historia de la humanidad y Pablo Caviedes como un personaje que va de la gloria al fracaso, de la quietud e inmensa calma a la afiebrada travesía internáutica de un pintor que atraviesa las dimensiones del tiempo para encontrarse con lo más profundo de su esencia moral.

    Libro para disfrutar sin restricciones pero que requiere atención absoluta para entender la naturaleza de sus personajes principales. No necesitan de títulos para ser recordados, son científicos de una historia extraordinaria que los ubica en atmósferas paroxísticas. Son ecuatorianos que entran en el universo de la fantasía con destreza y coherencia, con la autoridad que confiere este tiempo planetario de características globalizantes.

    El autor nos ofrece una visión desadaptada de la realidad, una metafísica deslumbrada por la ciencia y la locura de la belleza trasmitida por los colores, un retrato fugaz de un artista ecuatoriano cuya influencia se palpa en los acertijos y enigmas de la novela. El final es magistral, violento y audaz, tan fuerte que haremos una especie de mueca en forma de sonrisa para entender la voluntad de leer y escribir esta maravilla. ¡Pay Katurias!

    Jorge Luis Narváez Torres

    El universo de los venenos es tan variado como variados son los misterios de la naturaleza.

    Umberto Eco

    New York, 18 de octubre de 2014

    La cita

    Es una mañana fría y gris de Octubre; los primeros atisbos del amanecer, dibujan a Manhattan sobre el lienzo de una pesada neblina.

    Desde el avión, a mil pies de altura, se vislumbra Fire Island y a su erecto faro iluminando la pintoresca estatua de la libertad.

    Ante los ojos fugitivos de los turistas, un ejército de colosales rascacielos penetran en las alturas hacia las bóvedas del firmamento. Aquel instante seductor es acribillado en ráfagas fotográficas.

    Entre los flashes y la algarabía de los pasajeros, el eco de una voz tenue y delicada con acento irlandés, me solicita en inglés, que le tome una foto con el fondo de Manhattan, la proyección del lente registra unos radiantes ojos de azul ultramar, el primer plano de su rostro florece en los aterciopelados mechones de color caoba que descienden como llamas por sus rosadas mejillas, su esbelta silueta se esconde caprichosa tras el encuadre. Distraído por la fugaz sensualidad derrochada de aquella criatura, dedico una docena de fotos en honor a los besos imaginarios que le robo a sus labios de mariposa. El reloj marca las seis de la mañana y por la ventana del avión se deja ver el río Hudson cortando severamente en dos la prolífica ciudad de New York.

    En el aeropuerto John F. Kennedy, me espera un viejo amigo de infancia, tras vivir quince años en Nueva York, logró nacionalizarse como ciudadano norteamericano.

    Tomé contacto con Pablo después de dos décadas; no sabía mucho de él, a pesar del tiempo nuestra amistad sigue siendo afortunadamente entrañable.

    Pablo traía puesto un gabán verde oliva y en la mirada un leve destello de sosiego. En el pecho resaltaba un cartel que decía: Welcome cabezón. Había olvidado su peculiar y natural forma de bromear.

    Pablo vive en el Paramount Building en Times Square 1501 de Broadway; es un artista plástico, ecuatoriano cien por ciento, sus pinceladas son un placentero olor a velo de musa, agita sus alas de tinta y reinventa el caligrama de un poeta.

    Con un fuerte y prolongado abrazo, nos saludamos en la sala de espera. Aquel gabán de paño escondía a plenitud la famélica coraza llena de piel y huesos.

    —Llegas con la puntualidad de un gringo —Matías esbozó de su boca una bruma azulada y una especie de mueca como sonrisa.

    —Supongo que no he tenido otra opción —asistí devolviendo su sonrisa; mientras urdía la mirada en el mundo de la gran manzana.

    El ruido de las maquinarias inunda las calles llenas de almas en vértigo, los hombres que habitan esta inmensa arteria de hervor continuo caminan como hormigueros humanos de un lugar a otro. Arrastran el hastío en sus rostros por vivir deprisa.

    Eclécticas e invasivas publicidades flamean en lo alto de las cornisas de las imponentes estructuras arquitectónicas de Fine-arts.

    Un conjunto armonioso con insistencias barrocas y monumentos vistosos de nobleza algo teatral se dibujan entre enormes edificios abrazados de vidrio y hierro.

    Los escaparates genialmente diseñados para la cultura del consumo en las tiendas de moda vivifican los sentidos con todo el color posible de un encanto subyugador.

    Esta metrópoli de geometría masónica es Manhattan, la isla de hierro y como toda gran ciudad tiene sus vivos contrastes; anuncios para adelgazar, la moda del Fitnees, el pop art de Andy Warhol, el genial estreno de Christopher Nólan «Interestellar» Mac Donald´s, y un nacionalismo de indigentes que vive bajo el asfalto de las asimetrías sociales y muchas veces muere

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