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Sermones sobre el Evangelio de Juan (III) - Comed Mi carne y bebed Mi sangre
Sermones sobre el Evangelio de Juan (III) - Comed Mi carne y bebed Mi sangre
Sermones sobre el Evangelio de Juan (III) - Comed Mi carne y bebed Mi sangre
Libro electrónico291 páginas5 horas

Sermones sobre el Evangelio de Juan (III) - Comed Mi carne y bebed Mi sangre

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Hasta ahora muchos cristianos no conocen la verdad, sino sólo unos rituales religiosos heredados de la tradición. Desde el Evangelio a la sagrada comunión, los cristianos de hoy en día se mantienen en la ortodoxia pero no a través del conocimiento de la verdad, sino al hacer hincapié en los procedimientos formales y los ritos consagrados. Como resultado, cuando los cristianos de hoy en día se encuentran con el pan y el vino que representan la carne y la sangre de Jesús durante la comunión, están agradecidos sólo por el sacrificio de su sangre y siguen sin conocer el hecho de que Cristo tomó sobre sí mismo todos sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. Por tanto, les pido a todos los cristianos del mundo que aprendan, de ahora en adelante, lo que significa la carne y la sangre de Jesús dentro del Evangelio del agua y el Espíritu, que crean en él y así reciban la salvación y tomen parte en la sagrada comunión con la fe correcta.

IdiomaEspañol
EditorialPaul C. Jong
Fecha de lanzamiento20 sept 2018
ISBN9788928210800
Sermones sobre el Evangelio de Juan (III) - Comed Mi carne y bebed Mi sangre

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    Sermones sobre el Evangelio de Juan (III) - Comed Mi carne y bebed Mi sangre - Paul C. Jong

    Prólogo

    En la historia del cristianismos la controversia de la Eucaristía que se produjo sobre la interpretación de la Sagrada Comunión todavía no se ha solucionado. En otras palabras, hay distinto argumentos que dependen de cómo se interpreta el pan y el vino que se usan en la Comunión:

    1) Transustanciación. Una postura que mantiene la Iglesia Católica y que afirma que el pan y el vino de la Sagrada Comunión se transforman en la carne y sangre de Jesucristo.

    2) Coexistencialismo. Una postura defendida por Martín Lutero que afirma que Jesucristo está presente en el pan y el vino de la Comunión.

    3) Simbolismo. Mantenido por Ulrich Zwingli de Suiza, interpreta la Comunión como una conmemoración simbólica de la muerte de Jesucristo.

    4) La Doctrina de la Presencia Espiritual de Jesucristo de Calvino. Esta postura cree que Cristo está presente en el pan y el vino de la Comunión.

    Hasta hoy en día los cristianos creen en alguna de las posturas citadas anteriormente sin tener dudas. Sin embargo, estas cuatro afirmaciones, excepto la de la transustanciación, sostenida por la Iglesia Católica, son modificaciones parciales de la transustanciación. De hecho todos estos argumentos son nociones hipotéticas que se han inventado los hombres, ya que sus defensores no pudieron entender lo que el Señor quiso decir con: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros(Juan 6, 53) .

    Dicho de otra manera, todas estas contiendas surgieron porque sus defensores no conocían la razón por la que Jesús nos dijo que comiésemos Su carne y bebiésemos Su sangre. En la Última Cena Jesús dijo a Sus discípulos que recordasen Su carne y Su sangre con pan y vino, y este pan aquí representa el hecho de que Jesús tomó todos los pecados del mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, mientras que el vino representa que Jesús pagó el precio del pecado en nuestro lugar al ser crucificado y derramar Su sangre hasta morir.

    Nunca debemos dejar que sea en vano el amor y la salvación de Jesús manifestados en la Comunión. Todos debemos reflexionar una vez más sobre las intenciones del Señor cuando nos ordenó que comiésemos su carne y bebiésemos Su sangre y debemos tomar parte en la Comunión por fe. Cuando tomamos parte en la Sagrada Comunión, que constituye el testimonio de la salvación, debemos conocer correctamente la justicia de Dios que ha borrado nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en Su justicia.

    Repito que si participan en la Comunión creyendo en doctrinas como la transustanciación, les tengo que decir que su fe es incorrecta. Jesús dijo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53), pero ¿significa esto que debemos tomar la Comunión para comer y beber a Jesús literalmente porque se ha convertido misteriosamente en pan y en vino? Según algunos teólogos, cuando tomamos la Comunión, Jesuscristo está presente en el pan y el vino, y por tanto al comer y beber el pan y el vino estamos comiendo la carne y bebiendo la sangre de Jesús. Si esto fuera cierto, significaría que a no ser que participásemos en la Comunión no podríamos comer ni beber la carne y la sangre de Jesús. Pero esta afirmación es una estupidez. Es una desviación de la Verdad. ¿Es esto lo que Jesús dijo?

    ¿Acaso dijo que debemos tomar la Comunión para comer Su carne y beber Su sangre? No, nunca dijo tal cosa. Al creer en la Palabra de Dios somos salvados de nuestros pecados y recibimos la vida eterna. Si comemos la carne de Jesús y bebemos Su sangre sólo cuando tomamos la Comunión, entonces ¿no significa esto que nuestra fe está constituida por nuestras obras? Quien enseñe falacias como esta será juzgado por Jesús.

    Comer la carne de Jesús y beber Su sangre no se consigue mediante la Sagrada Comunión, sino que se consigue al creer en lo que Jesús hizo en Sus 33 años de vida en la tierra. Cuando Jesús vino al mundo, tomó todos nuestros pecados, ya que estábamos bajo la Ley, y tomó todas las maldicones de estos pecados de una sola vez. Para cargar nuestros pecados en Su cuerpo (carne), Dios mismo, que no tenía pecado, vino encarnado en la misma carne que nosotros y así aceptó todos los pecados del mundo de una sola vez al ser bautizado en Su cuerpo mediante la imposición de manos. Esta es la carne de Jesús que ofreció para cumplir la justicia de Dios. Al creer en el hecho de que nuestros pecados fueron pasados al cuerpo de Jesús a través de Su bautismo, debemos comer Su carne. Por fe comemos la carne de Jesús y bebemos su sangre al creer que Jesús cargó con estos pecados hasta la Cruz y fue condenado en nuestro lugar porque había tomado los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista.

    Hasta ahora muchos cristianos no conocen la Verdad, sino sólo unos rituales religiosos heredados de la tradición. Desde el Evangelio a la Sagrada Comunión, los cristianos de hoy en día se mantienen en la ortodoxia pero no a través del conocimiento de la Verdad, sino al hacer hincapié en los procedimientos formales y los ritos consagrados. Como resultado, cuando los cristianos de hoy en día se encuentran con el pan y el vino que representan la carne y la sangre de Jesús durante la Comunión, están agradecidos sólo por el sacrificio de Su sangre y siguen sin conocer el hecho de que Cristo tomó sobre Sí mismo todos sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. Por tanto les pido a todos los cristianos del mundo que aprendan, de ahora en adelante, lo que significa la carne y la sangre de Jesús dentro del Evangelio del agua y el Espíritu, que crean en él y así reciban la salvación y tomen parte en la Sagrada Comunión con la fe correcta.

    Me gustaría dejar claro que no intento atacar su fe, sino que deseo corregir sus errores y restablecer la fe correcta. Espero y oro para que protestantes, católicos y todos los que deseen creer en Jesús por todo el mundo entiendan la carne y la sangre de Jesús correctamente y crean en ellas dentro de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y así disfruten de la vida eterna.

    Que Dios les bendiga a todos.

    PAUL C. JONG

    SERMÓN 1

    ¿Qué son estos pocos panes

    y peces para tanta gente?

    < Juan 6:1-15 >

    «Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos. Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos. Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos. Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer. Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco. Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos? Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones. Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada. Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido. Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo. Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo».

    El capítulo 6 de Juan habla del pan de vida en su integridad. En el pasaje de las Escrituras de hoy se dice que cuando Jesús cruzó al otro lado del río Tiberias, una gran multitud le siguió. La razón por la que tanta gente siguió a Jesús es que había visto los milagros que hizo en los enfermos. Cuando Jesús subió a la montaña y se sentó con Sus discípulos, vio que la multitud se le acercaba y le dijo a Felipe: «¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?». Entonces Felipe dijo: «Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco».

    Otro discípulo, Andrés, le dijo a Jesús: «Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?». Felipe y Andrés le contaron a Jesús cuál era la situación en ese momento. Pero Jesús les dijo que le pidieran a todo el mundo que se sentase en la hierba. Entonces tomó los cinco panes y los dos peces que había traído aquel muchacho, los bendijo y los repartió a todos los que estaban sentados. Había más de 5,000 hombres, sin contar a las mujeres y los niños (Mateo 14, 21; Marcos 6, 44).

    Gracias a este milagro, la gente reunida allí intentó hacer que Jesús fuera su rey. El pueblo de Israel vivía bajo el dominio de Roma por aquel entonces y por eso aunque trabajaban la tierra, tenían muy poco para sobrevivir, ya que casi toda su cosecha se empleaba en pagar los impuestos del imperio romano. Así que era más que posible que intentasen hacer a Jesús su rey. Como no podían sobrevivir por sí mismos y no tenían dinero para tratamientos contra enfermedades, seguían a Jesús muy de cerca, ya que Él había curado sus enfermedades y había saciado su hambre.

    El pan del que se habla en el capítulo sexto de Juan simboliza la carne de Jesús

    La carne de Jesús significa que Jesús cargó con nuestros pecados en Su cuerpo al recibir Su bautismo, entregó Su cuerpo para ser crucificado, derramó Su sangre hasta morir, se levantó de entre los muertos y así se ha convertido en nuestro Salvador. Al tomar nuestros pecados sobre Su cuerpo de una vez y al pagar el precio de estos pecados de una vez, Jesús nos ha salvado perfectamente de nuestros pecados. El cuerpo de Jesús es el pan de vida.

    Y la sangre de Jesús es verdadera bebida. Desde un punto de vista, la Biblia puede parecer tan sólo un recuento histórico del pueblo de Israel, pero en realidad es la Palabra de Dios que habla de la carne y la sangre de Jesús que Dios nos ha dado para entregarnos la vida a toda la raza humana. Todos los capítulos de la Biblia contienen la Palabra de vida que Dios quiere decirnos. Así que si alguien conoce perfectamente lo que la Palabra de Dios le está diciendo, puede ser salvado de todos sus pecados.

    Andrés le dijo a Jesús: «Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?». Los dos pececillos se refieren a la Iglesia de Dios. Como estos peces, la Iglesia de Dios no es imponente en apariencia externa. Sin embargo, la Iglesia de Dios está predicando el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Gracias al Evangelio del agua y el Espíritu que estamos predicando, muchas personas de esta era pueden comer la carne de Jesús y beber Su sangre. Como estamos predicando este verdadero Evangelio a toda la población mundial, de los más de 6000 millones de personas que hay en el mundo, los que creen en este Evangelio están recibiendo la remisión de sus pecados. Algunas personas se preguntarán cuánto se puede conseguir mediante un grupo reducido de ministros y santos y unos pocos trabajadores repartidos por el mundo, pero como el Señor ayuda a la Iglesia de Dios y obra a través de ella, está salvando a todo el mundo de sus pecados. Nuestro Señor nos ha dado el pan de vida a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.

    Jesús dijo que la carne de Su cuerpo es pan de vida para nosotros

    Cuando participamos en la Sagrada Comunión, comemos pan y bebemos vino, y el pan simboliza el cuerpo de Jesús, mientras que el vino significa la sangre que Jesús derramó en la Cruz. Jesús nos dijo que le recordásemos con el pan y el vino de la Comunión (Lucas 22, 19-20). ¿Por qué? Porque nuestros Señor tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado en Su cuerpo y derramar Su sangre en la Cruz por nosotros. Como nuestro Señor tomó nuestros pecados sobre Sí mismo a través de Su bautismo, estos fueron pasados a Jesucristo, y así nuestros pecados pudieron ser borrados. Cuando Jesús nos dijo que comiésemos Su carne y bebiésemos Su sangre, nos estaba diciendo que creyésemos en la Verdad de que tomó nuestros pecados sobre Sí mismo al ser bautizado, que entregó Su cuerpo en la Cruz para derramar Su sangre, se levantó de entre los muertos y así ha borrado todos nuestros pecados de una vez por todas. Así que si tenemos esto en cuenta, ¿qué hubiera pasado si Jesús no hubiera cargado con nuestros pecados al recibir el bautismo sobre Su cuerpo? Nuestros pecados nunca hubieran sido borrados. Por eso debemos recibir la remisión de nuestros pecados por fe, al comer la carne de Jesús y beber Su sangre.

    Cuando estamos demasiado ocupados con nuestros propios asuntos, solemos olvidarnos de lo agradecidos que deberíamos estar porque nuestro Señor nos ha salvado de los pecados. En otras palabras, aunque deberíamos estar agradecidos eternamente por haber sido salvados a través de Su carne y Su sangre, cuando nuestras almas se llenan de oscuridad, no podemos sentir Su gracia. Y como resultado perdemos nuestra gratitud por Dios y Su gracia, del mismo modo en que la iglesia de Éfeso fue reprendida por haber perdido su amor inicial a pesar de haber trabajado sin descanso para Dios (Apocalipsis 2, 1-4). Sin embargo, cuando nos libramos de los asuntos que nos molestan durante un tiempo, lo dejamos todo de lado y pensamos en Dios, podemos ver lo agradecidos que deberíamos estar por la gracia de Dios. Cuando pienso en cómo el Señor vino al mundo, cómo fue bautizado para tomar mis pecados de una vez por todas, cómo cargó con esos pecados hasta la Cruz y cómo fue condenado por ellos, cómo murió y se levantó de entre los muertos, y cómo me ha quitado mis pecados, estoy lleno de gratitud. Cuando estoy inmerso en mi trabajo, estoy demasiado ocupado con lo que tengo delante de mí y tengo poco tiempo para estar agradecido. Pero cuando me presento ante Dios de nuevo, estoy muy agradecido de que haya salvado a alguien como yo.

    En ocasiones tanto los pensamientos carnales como los espirituales están mezclados en nuestras mentes y nos confunden. Sin embargo, cuando pensamos en lo que Dios ha hecho por nosotros, nuestros corazones se llenan de gratitud. Una vez más debemos recordar que no estamos sin pecado ante Dios por nuestros propios méritos porque somos demasiado insuficientes y débiles.

    Jesucristo es el Dios que nos creó. Jesús es el Creador que nos creó y que hizo el universo entero y por tanto es el Dueño del universo. Jesús es el Salvador que, cuando la humanidad que fue creada a imagen de Dios cayó en el pecado y fue destinada al infierno, nació en este mundo encarnado en un hombre a través del cuerpo de la Virgen María para salvar a Su pueblo de sus pecados; tomó esos pecados al ser bautizado en Su cuerpo; fue condenado por ellos en la Cruz y murió; se levantó de entre los muertos y así nos ha salvado completamente de nuestros pecados. No puedo estar suficientemente agradecido a Dios cuando pienso en el Evangelio del agua y el Espíritu.

    Cuando la gente se encuentra ante la muerte y la destrucción, se vuelve muy sincera. Si pensara que voy a morir ahora mismo, dejaría todos los asuntos mundanos y sólo pensaría en mi relación con Dios. Y antes de expirar, estaría en completa paz y lleno de gozo por haber comido la carne de Jesús y haber bebido Su sangre mientras estaba vivo.

    No hace mucho, un domingo de Pascua, dimos gracias al Señor por darnos vida eterna. Tras ser bautizado por Juan el Bautista y morir en la Cruz, nuestro Señor se levantó de entre los muertos y vivió de nuevo. Como la resurrección de nuestro Señor es nuestra resurrección, de los que creemos en Su Evangelio, al levantarse el Señor de entre los muertos, nuestros cuerpos serán transformados y también nosotros resucitaremos y obtendremos nuevos cuerpos que nunca perecerán. En otras palabras, del mismo modo en que el Señor se levantó de entre los muertos, nosotros, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nos levantaremos de entre los muertos. De hecho creemos en la resurrección del Señor y creemos que nosotros también resucitaremos.

    Cuando llega la Pascua, incluso los pastores que no han nacido de nuevo predican: «Como Jesús murió en la Cruz y se levanto de la tumba, deben vivir con la esperanza de la resurrección». La pregunta es si creen o no de verdad en la resurrección de Jesús. Dicho de otra manera, ¿están seguros de que resucitarán en el Día del Señor? No pueden estar seguros. Aunque dicen con sus labios: «Sí, creo», dudan en sus corazones y se preguntan: «¿Pasará de verdad?».

    Antes de nacer de nuevo, mi mente no podía entender el significado de la resurrección. Me preguntaba: «¿Cómo pudo levantarse Jesús después de morir? ¿Cómo puede un hombre muerto levantarse?». Sin embargo, como el Señor que cargó con los pecados del mundo a través de Su bautismo, es esencialmente Dios Todopoderoso, es posible que se levantase. El Señor dijo que del mismo modo en que Él se levantó de entre los muertos nosotros también viviremos de nuevo. Nos dijo: «Quien coma Mi carne y beba Mi sangre, se levantará el último día. Quien crea en Mí recibirá la vida eterna».

    Esto es cierto. Cuando llega la Pascua, los predicadores que no han nacido de nuevo hablan de cosas irrelevantes, pero debemos darnos cuenta de que el Señor nos ha resucitado y nos ha dado vida nueva, debemos creer en esto y darle gracias de todo corazón. Después de hacer la obra del Señor, debemos presentarnos ante Él.

    ¿Qué le pasará a nuestro cuerpo cuando estemos ante Dios? Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu creen que vivirán de nuevo. Los que no creen en este Evangelio no podrán participar en la primera resurrección (Apocalipsis 20, 5-6). ¿Cómo podrían esperar la resurrección de Jesús y la suya propia los que no comen la carne de Jesús ni beben Su sangre al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? La gente no puede creer de corazón que serán resucitados en el futuro porque no saben que Jesús quitó todos los pecados del mundo al tomarlos en Su cuerpo mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista, ni que derramó Su sangre hasta morir en la Cruz y se levantó de entre los muertos.

    Como Dios es esencialmente Dios pudo salvarnos al venir al mundo encarnado en un hombre, al tomar nuestros pecados sobre Sí mismo de una sola vez al ser bautizado por Juan el Bautista, al morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Si Jesús hubiera sido sólo un hombre, esto no hubiera ocurrido, pero lo consiguió porque es Dios. No hay ningún ser humano, que sea simplemente una de las criaturas de Dios, que haya nacido en este mundo sin pecado. Todos los seres humanos nacen siendo pecadores.

    Sin embargo, como Jesús es el Hijo de Dios Padre, como es quien creó el universo entero con Su Palabra y como es la voluntad de Dios Padre salvarnos de los pecados, Cristo vino al mundo en obediencia a la voluntad del Padre y nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro Señor nos ha resucitado de la muerte espiritual y física a los que creemos en esta Verdad. Como Jesús es su Salvador y mi Salvador, Él ha hecho todo esto por nosotros. Por eso en nuestros corazones tenemos fe en Dios y estamos profundamente agradecidos.

    Debemos entender y creer que Jesús es Dios (1 Juan 5, 20). Si Jesús fuera una criatura solamente, nadie podría ser salvado. Imaginemos que alguien virtuoso y respetado en este mundo cargase con nuestros pecados y muriese por nosotros. ¿Podríamos ser salvados? No, no podríamos. Esto se debe a que no hay nadie que no peque y por tanto aunque esta persona cargase con nuestros pecados y muriese en nuestro lugar, no podría salvar a otros pecadores porque él mismo es un pecador.

    Sólo Dios Todopoderoso puede salvarnos de los pecados y por eso vino a la tierra a salvarnos. Por eso nuestro Señor, que es Dios mismo, tomó los pecados del mundo sobre Su cuerpo al ser bautizado y así los borró. También como Jesús es Dios pudo ser condenado por nuestros pecados y morir en la Cruz en nuestro lugar y gracias a Su poder pudo levantarse de entre los muertos. Así Jesús nos ha salvado del pecado. Y por eso le damos gracias a Dios al creer en Jesús.

    Hay mucha gente en este mundo que viven vidas religiosas basadas en sus propios pensamientos. Sus vidas religiosas son obvias. Basándonos en el pasaje de las Escrituras de hoy, predican lo siguiente: «¿Cómo fue posible que se multiplicaran los panes y los peces milagrosamente? Al ofrecer un muchacho su comida a Jesús sin dudarlo, los mayores se sintieron conmovidos y ofrecieron también su comida y así reunieron todos los víveres y los repartieron por igual, y así hubo suficiente comida para todos, e incluso sobraron doce cestas». Pero en realidad esto convierte la Palabra de Dios en un sistema ético de normas humanas.

    La comida que el muchacho trajo sólo tenía cinco panes y dos peces. Probablemente sus padres le dieran ese almuerzo para asegurarse de que tenía algo de comer cuando fue a ver a Jesús. Pero el muchacho ofreció su comida al Señor. El Señor la bendijo e hizo el milagro de los panes y los peces. Este tipo de milagros no ocurren aunque nosotros bendigamos la comida. Todo el mundo lo sabe. En vez de aceptarlo tal y como está escrito en la Biblia, imaginen que fueran ustedes los que hicieron el milagro y piensen en ello. Si oraren sobre la comida y dijeran: «Que Dios bendiga esa comida», ¿se multiplicaría de repente para alimentar a todos los reunidos de manera que aún sobraran doce cestas? Por supuesto que no. No puede ocurrir ningún milagro por nuestro propio poder. Sólo Jesús puede hacerlo.

    Ahora mismo, estamos difundiendo el Evangelio de Verdad por todo el mundo. Hay mucha gente en este mundo que predica su propio evangelio. Pero los que predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu somos pocos. No hay otro Evangelio de Verdad aparte de este Evangelio del agua y el Espíritu. Este Evangelio del agua y el Espíritu en el que creemos y predicamos, este Evangelio que difundimos, es la Palabra de Dios que es capaz de salvar a todo el mundo. El Evangelio del agua y el Espíritu es el Evangelio bendito y el pan de vida que permite a la humanidad ser librada de todos los pecados y recibir nueva vida. Algunos de nosotros hemos escuchado este Evangelio del agua y el Espíritu recientemente, mientras que otros nacimos de nuevo hace mucho tiempo al creer en este Evangelio. Pero todos nosotros sabemos igualmente que este Evangelio del agua y el Espíritu es el único Evangelio de Verdad.

    El Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad que testifica que el Señor ha borrado todos nuestros pecados con Su bautismo y Su sangre derramada en la Cruz: al venir al mundo, tomar los pecados del mundo en Su bautismo, derramar Su sangre y morir en la Cruz, y al levantarse de entre los muertos, nuestro Señor se ha convertido en nuestro Salvador. Los cinco panes del pasaje de las Escrituras de hoy simbolizan la salvación de gracia que el Señor nos ha concedido, y esto implica el Evangelio del agua y el Espíritu. En la Biblia, el número cinco simboliza la gracia y las bendiciones de Dios.

    Mis queridos hermanos, en el Evangelio del agua y el Espíritu en el que creemos, están la bendición de la salvación, la bendición de la vida eterna y la bendición de la nueva vida. Es un Evangelio maravilloso. Es este Evangelio en el que creemos y que predicamos por todo el mundo a

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