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La educación del cachorro
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La educación del cachorro
Libro electrónico275 páginas2 horas

La educación del cachorro

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Un cachorro no debe ser tratado como un niño, pero su capacidad de aprendizaje debe ser aprovechada para el adiestramiento.
Esta obra le ayudará a descubrir diferentes aspectos del carácter del perro: las fases evolutivas de su desarrollo, qué es el imprinting, qué valor tiene la estructura jerárquica de la manada y por qué es tan importante iniciar su educación cuando todavía es un cachorro.
Todo lo que necesita saber sobre la elección de un cachorro y la llegada de este al nuevo hogar, las primeras órdenes, las prohibiciones, la educación alimentaria, las primeras experiencias con la correa, la importancia del juego...
Ejercicios básicos (la llamada, el aprendizaje de las órdenes «sentado», «espera»...) y consejos para iniciarse en las exposiciones o en una actividad deportiva.
Todos estos temas y muchos más en una guía fotográfica única, que le ayudará a comprender mejor a su cachorro
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 ago 2018
ISBN9781644615508
La educación del cachorro

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    La educación del cachorro - Valeria Rossi

    Bibliografía

    Schnauzer enano sal y pimienta

    INTRODUCCIÓN

    Cachorro y perro son dos realidades distintas, igual que niño y hombre.

    Del mismo modo que un niño no es un hombre en miniatura, el cachorro no es un perro bonsái.

    En la edad juvenil la psique es completamente diferente y reacciona a los estímulos de forma distinta a como lo hace en la edad adulta. La mente de un niño o de un cachorro es como una esponja, capaz de absorber millones de informaciones que el adulto tendría dificultades para asimilar o simplemente ignoraría. Por lo tanto, si se quiere tener un perro educado y obediente, habrá que empezar a trabajar con él cuando es cachorro.

    Tiempo atrás se solía esperar a que el perro tuviera un año de edad como mínimo para empezar a enseñarle cosas, porque se consideraba que antes era demasiado pequeño para hacerlo. Lo máximo que se le enseñaba al cachorro era que no hiciera pipí dentro de casa.

    Esto sería equivalente a empezar la escuela a los veinte años, aduciendo la falta de madurez para aprender. Probablemente los niños aplaudirían esta iniciativa, pero todos sabemos que este no es el buen camino.

    La época de la vida más adecuada para el aprendizaje es la juventud, aunque lógicamente es preciso adaptar las enseñanzas a las posibilidades de una mente que se encuentra en proceso de desarrollo.

    Cuando es joven, el perro también descubre el orden jerárquico. En el seno de la manada, el cachorro aprende que hay un jefe y que existen diferentes estatus. Si el animal no acepta estas reglas desde los primeros meses y no aprende a respetar a los superiores, se convierte en un individuo inadaptado, totalmente incapaz de vivir en grupo.

    En el momento en que entra en casa por primera vez, el cachorro tiende instintivamente a valorar el «grado jerárquico» de los miembros de la familia, para identificar al líder, saber en quién puede confiar, a quién debe seguir y con quién solamente puede jugar, sin esperar mucho más a cambio.

    Dogos arlequín y negro

    Schnauzer enano sal y pimienta

    Schnauzer blanco

    El cachorro necesita la figura del guía que le transmita confianza y seguridad. Dicha figura es un individuo humano que ocupa el lugar de la madre, primero, y el del líder de la manada, posteriormente.

    Si no lo encuentra, su condición de animal social le inducirá a ocupar él mismo el lugar vacante, por la sencilla razón de que una manada no puede sobrevivir sin la figura del líder.

    Sería como si un niño de diez años tuviera que desempeñar las funciones de alcalde en una ciudad, asumiendo las responsabilidades inherentes al cargo. Es evidente que no sería una persona feliz y realizada, sino todo lo contrario, el pobre niño acabaría profundamente desorientado y no lograría pegar ojo por las noches, sobrepasado por el peso de las responsabilidades con las que tenía que cargar.

    Esto explica por qué un cachorro debe ser dirigido y educado. También explica por qué no es en modo alguno correcto enseñarle solamente las normas que nos interesan a nosotros (como, por ejemplo, no orinar dentro de casa), y luego dejarle que haga lo que quiera.

    No hay que olvidar que el cachorro no sabe apañárselas solo y, lo más importante, no tiene ningún interés en hacerlo. Si se le permite hacer todo lo que le venga en gana, no vivirá feliz, sino que se convertirá en un animal preocupado y nervioso.

    Saber esto último es fundamental cuando se adopta un perro, porque al hacerlo se asume la responsabilidad de modelar y dirigir una mente inteligente.

    Naturalmente los cachorros no son todos iguales. El hombre ha interferido con el transcurso del tiempo en el proceso de selección natural y ha modificado, además del aspecto físico, las características psíquicas propias de las razas caninas.

    Actualmente hay perros que todavía conservan esquemas de comportamiento muy parecidos a los del lobo.

    Otros perros, por el contrario, se han apartado mucho (o, mejor dicho, los han apartado) de tales esquemas, hasta el punto de que no sienten como una necesidad la existencia de una jerarquía social y consideran que su «manada» se limita a ellos mismos y a su dueño.

    A causa de estas diferencias tan sustanciales parece difícil escribir un libro que hable genéricamente de la educación del cachorro, porque habría que especificar la raza concreta. Cada una tiene comportamientos, reacciones y apetencias muy diferentes.

    Sin embargo, no hay que olvidar un aspecto muy importante. Las razas caninas, muy seleccionadas y fijadas, en realidad no están tan afianzadas como parece.

    Si el hombre dejara de intervenir en la selección y todos los perros del mundo volvieran al estado salvaje, en dos generaciones no quedaría el menor rastro de «raza» canina y solamente existirían las grandes tipologías (molosoides, lebreloides, teckels, etc.) que había hace miles de años, antes de que interviniera la mano del hombre en el proceso de selección.

    Y si el hombre siguiera manteniéndose al margen, probablemente transcurridos unos años las tipologías empezarían a igualarse y los ejemplares se irían pareciendo cada vez más a los escasos perros salvajes que conocemos en la actualidad, que presentan características más adecuadas para la supervivencia.

    El fondo de la cuestión es que, pese a las enormes diferencias existentes entre razas, justo debajo del aspecto externo de cada una de ellas encontramos un único perro o, para ser más concretos, un único lobo.

    En el caso del cachorro, este lobo se hace todavía más patente porque el cachorro es un ser natural, es decir, que no ha sido influenciado todavía por el ambiente externo. Por tanto, es muy fácil llegar al pequeño lobo que lleva dentro, que es igual para todas las razas, colores y tallas. Es a él a quien tenemos que dirigirnos, desde el principio, instaurando una relación entre maestro y alumno que en el futuro convertirá al perro en un amigo inseparable y, sin ninguna duda, también en un valioso colaborador.

    Dogo de Burdeos

    Cavalier king charles spaniel

    DESCUBRIR Y CONOCER AL PERRO

    EL CARÁCTER DEL PERRO

    Educar a un perro significa modelar su carácter para que se ajuste a nuestras exigencias y a nuestras necesidades.

    Pero, ¿qué es, en realidad, el carácter de un perro? No se puede abordar el tema de la educación sin responder en primer lugar a esta pregunta. A continuación, aclararemos este concepto.

    Al igual que ocurre en el hombre, la palabra carácter tiene un doble significado.

    El primero define el conjunto de cualidades psíquicas del perro (valentía, temple, agresividad, curiosidad, etc.). Un perro que posee dichas cualidades en un alto grado es un perro «con mucho carácter», mientras que el que las tiene en menor medida o carece de alguna de ellas se considera que tiene «poco carácter».

    El segundo significado tiene un sentido más parecido al que se atribuye a los hombres, aunque con una diferencia sustancial. Cuando se habla del «buen carácter» de una persona, se piensa en un hombre simpático, amable y que reúne una serie de cualidades morales; en el caso contrario, se dice que alguien tiene un «carácter de mil demonios». El caso del perro, en cambio, es muy distinto: un perro de buen carácter es, en efecto, simpático, sociable y bueno, pero un perro de mal carácter no es un perro que carece de virtudes morales, por la simple razón de que el perro no tiene sentido moral.

    A diferencia del ser humano, ningún perro puede ser «malo», puesto que no obedece a reglas o leyes éticas. El perro se rige solamente por dos esquemas de comportamiento: el que le viene impuesto por la naturaleza (que denominamos instinto) y el que le impone el hombre.

    Pensemos, por ejemplo, en el caso del perro mordedor: ¿de dónde le puede provenir su «mal carácter»? De la naturaleza, está claro que no.

    Los milenios de domesticación no han alterado la mente del perro. Aunque exteriormente haya adoptado formas, dimensiones y colores muy diferentes, interiormente sigue siendo el mismo animal de hace doce mil años. El cerebro del perro, al menos al nacer, es exactamente igual que el del lobo.

    Schnauzer enano blanco

    Dogos, lagottos y mestizo

    Posteriormente interviene el ser humano, que «modifica» su desarrollo psíquico haciéndole creer que los bípedos somos sus congéneres, y enseñándole a respetar y a obedecer a un jefe de manada sin cola y que camina erguido.

    Este proceso recibe el nombre de imprinting, y se tratará más adelante. Por el momento nos conformamos con saber que sin imprinting el perro no siente ningún vínculo con el ser humano, y lo considera un ser ajeno y desconocido como podría ser un tigre o un elefante.

    Por tanto, el perro no tiene ningún «instinto natural» que pueda inducirlo a comportarse de forma agresiva contra el hombre,

    del mismo modo que tampoco tiene «instintos naturales» que le induzcan a comportarse con docilidad y afecto.

    Estas pulsiones nacen de la intervención humana durante el periodo del imprinting. Sin imprinting el perro tendría una única reacción instintiva: la autodefensa, que se materializa en la fuga.

    Todo el mundo debería saber que el lobo de Caperucita Roja es un invento literario: un lobo «de verdad», si encuentra a una abuelita en el bosque, no se la come, sino que huye, igual que haría un perro que no hubiera recibido ningún tipo de imprinting.

    Un lobo, o un perro salvaje, sólo podría elegir el ataque a la fuga en dos casos: cuando la hembra defiende a su camada y cuando el individuo que se siente amenazado no tiene posibilidad de huir. En estado natural casi nunca se da el

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