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Horror En Grove Hill
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Libro electrónico127 páginas1 hora

Horror En Grove Hill

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La presente obra recorre la historia de un pueblo pequeo imaginario cerca la gran urbe de Chicago. El autor, Humberto Paez comienza a narrar la tragedia y el horror en que se ve envuelto este pueblo gracias a una catstrofe ambiental que culmina en fuga de prisioneros y sus hechos delictivos.

En la presente novela se incluye una serie de captulos de suspenso que el lector puede disfrutar para luego descubrir en detalle: El Horror en Grove Hill.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento1 oct 2013
ISBN9781463365905
Horror En Grove Hill

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    Horror En Grove Hill - Humberto Páez

    CAPÍTULO 1

    Comenzaba a amanecer, todavía las penumbras de la noche, cubrían parte del pequeño pueblo, pequeño comparado con las enormes ciudades, construido a unas millas de un hermoso lago.

    En otros tiempos fue un pueblo con gran movimiento urbano. Muchos turistas y viajeros pasaban por allí. El lago atraía a los extraños por su belleza y leyendas que se contaban sobre él.

    Pero un día comenzó la decadencia, todo terminó. La carretera que por el pasaba uniendo las grandes ciudades, ya no servía para los tiempos de la velocidad y otra más corta y ancha se construyó a un centenar de kilómetros de distancia. El flujo mermo casi un 97 %.

    Poco a poco fue quedando en el olvido, sus moradores solo visitaban la ciudad en ocasiones de necesidad o algún que otro negocio de propiedades, o compra y venta. El solitario Grove Hill, se detuvo en el tiempo.

    En la aun latente semioscuridad del amanecer una diminuta bola de fuego, cruzo el espacio. La trayectoria dejó una casi imperceptible estela de gases cósmicos en el cielo, que ya comenzaba a tornarse de gris a un tenue azul.

    Justo donde cayera en el apacible lago, se levantó una gran columna de agua y barro. Minutos después la superficie se tornó violeta y después de un rojo carmesí. Los cambios de colores se sucedieron por espacio de algunos minutos. Después recobro su color habitual, pero un fuerte olor comenzó a invadir el lugar, mezclándose con el viento que batía hacia el pueblo.

    - ¡Hay un olor extraño en el aire!, no te parece Joe – exclamó el viejo Pat, olfateando en el aire.

    - Si hermano ya lo había sentido, huele a tragedia, puedo asegurártelo.

    - El aire está muy raro esta mañana, no me gusta nada- murmuro Pat meneando la cabeza.

    - Entremos a desayunar, ya está listo.

    - Debemos darnos prisa, si queremos estar de vuelta para la noche.

    Los dos viejos hermanos como de unos 60 años cada uno pero aun fuertes y robustos, curtidos por los años de incansable trabajo, abandonaron el porche de la roída casa campestre.

    Uno de ellos dirigiéndose al otro murmuró.

    - Todas las jaulas están encima del camión.

    - Espero, poder vender todas esas liebres hoy, el camión necesita reparación, no crees?- preguntó Pat mirando a su pareja.

    - Andando hermano, ese condenado olor me ha quitado el apetito- exclamo Joe levantándose bruscamente de la silla.

    La mañana continuaba como otra cualquiera, excepto, por aquel extraño aroma que a todos comenzaba a molestar.

    No muy lejos de allí.

    - Buenos días Freeman - saludó Smith acercándose al viejo profesor de la única escuela del pueblo.

    - ¡Hola! Smith, ¿Qué crees de este olor?

    El joven se quedó pensativo unos segundos y luego exclamo.

    - ¿Sabe qué creo profesor?, que es otro de esos nuevos inventos del gobierno, y que dejan caer desde los aviones para aniquilar a los insectos, o tal vez, algún experimento de los chinos, o alguna invisible invasión alienígena para exterminarnos.

    El viejo catedrático sonrió, por lo expuesto por el joven, quien era conocido en el pueblo por sus extravagantes conjeturas. Momentos después se despidieron y cada uno continúo su camino.

    CAPÍTULO 2

    - ¿Dónde puedo hallar al jefe, Sherman?

    - Al final del pasillo- señalo con la mano, apoyando mecánicamente la respuesta, el oficial sin levantar la vista después continúo con los papeles que tenía delante. El joven de civil abrió la puerta de la oficina.

    - ¿Jefe?, soy el sargento Weed, Stand Weed.

    - Lo esperaba sargento, ya me lo habían notificado - respondió el jefe del departamento de homicidios.

    - Aquí tiene usted, la orden de traslado.

    - Bien, oficial Weed, por favor sírvase una taza de café.

    - Gracias, Capitán - respondió el agente- Desea una?- añadió.

    El Capitán movió negativamente la mano en señal de respuesta, mientras se dirigía a un fichero.

    - Tome sargento sus expedientes.

    - Listo, ¿Dónde tiene a los reos jefe?

    - Sígueme. Mucho ojo principalmente con Walter, es un criminal, ya era un sádico mucho antes de haber nacido, el muy embustero.

    Los dos representantes de la ley salieron de la oficina, el más viejo le hizo señas a otro que se unió al dúo, dirigiéndose los tres hacia los calabozos del recinto. En una celda dos hombres recostados en unos sucios camastros descansaban con aparente calma.

    - ¡Eh!, ustedes, de pie y de cara a la pared. Muévanse rápido- ordenó el Capitán Sherman

    Los dos prisioneros se miraron y de mala gana obedecieron en silencio. Los tres policías penetraron en el calabozo, arma en mano, esposando con las manos atrás a los prisioneros.

    - Vamos, carroña, se van de paseo, vaya si me alegro de librarme de ustedes- añadió el viejo Capitán, empujando salvajemente a los detenidos.

    Uno de los procesados, se viro bruscamente, con un destello siniestro en la mirada que clavo en la del viejo, diciendo:

    Algún día, volveré por ti o por tu esposa, imagino que aunque ya este pasadita, todavía tengo los gluteos firmes, y entonces…

    No terminó la frase, una bofetada de Sherman le hizo ladear la cabeza salvajemente, de la boca brotó un hilo de sangre. Una sonrisa feroz, asomó en los labios maltrechos de Walter, se pasó la lengua por ellos y escupió una mezcla de saliva y sangre.

    - ¡Estúpido!, Ya no volverás a dañar a nadie- bramo el enfurecido Capitán.

    - Ya veremos, viejo, ya veremos- fue la respuesta del asesino.

    El jefe del departamento levantó la mano para descargarla nuevamente sobre el rostro de Walter, que lo miraba desafiándolo, pero, la bajo lentamente.

    - ¿No sé por qué, pierdo mi tiempo con este sujeto?- terminó por exclamar.

    Después de haberlos conducido hasta el auto que le aguardaba, el agente Weed, regresó a la oficina del viejo Capitán.

    - Bien jefe, ha sido un placer conocerlo.

    - Lo mismo hijo.

    Se estrecharon la mano, el sargento se disponía a abandonar la oficina cuando el viejo policía le contuvo.

    - Tenga mucho cuidado sargento, son asesinos sin escrúpulos, no confié, trataran de escaparse a cualquier precio.

    - Pierda cuidado Capitán- contesta sonriendo el agente.

    - No se confié- volvió a repetir el viejo.

    - Estaré alerta- respondió el sargento- No es la

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