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Tal Vez...
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Libro electrónico486 páginas7 horas

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Información de este libro electrónico

La sociedad en que vivimos sufre un deterioro irremediable, los focos rojos se encendieron hace mucho, pero seguimos permaneciendo insensibles a las voces de alarma y queda muy poco tiempo el final est prximo Qu suceder ese da? Nadie lo sabe, slo el autor se atreve a imaginar a partir del fin, surge una nueva humanidad Ser sa la posible consecuencia de no saber conducirnos en armona?
Hombres y mujeres de distinta raza son protagonistas de esta historia, ellos en su singular quehacer terrenal son los elegidos para despedir, sin saberlo, el mundo en que vivieron
Sufrimientos, alegras, temores, preocupaciones y amor se entrelazan en una historia actual, en la que usted podra, sin duda ser el protagonista.
Se sorprender el lector, cmo de una historia comn en nuestros das, llena de emocionantes odiseas surge la simiente para una nueva civilizacin.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento4 oct 2013
ISBN9781463366490
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    Tal Vez... - Jose Antonio Villarreal Acosta

    Tal vez…

    Jose Antonio Villarreal Acosta

    Copyright © 2013 por José Antonio Villarreal Acosta.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 28/09/2013

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    490294

    Contents

    Por qué…

    Nota preliminar

    Presentación

    Tal vez…

    I

    II

    III

    IV

    V

    VI

    VII

    VIII

    IX

    X

    XI

    XII

    XIII

    XIV

    XV

    XVI

    XVII

    XVIII

    XIX

    XX

    XXI

    XXII

    XXIII

    XXIV

    XXV

    XXVI

    XXVII

    XXVIII

    XXIX

    XXX

    XXXI

    XXXII

    XXXIII

    XXXIV

    XXXV

    XXXVI

    XXXVII

    XXXVIII

    XXXIX

    XL

    XLI

    La imaginación suele ser tan

    Importante como el conocimiento…

    Albert Einstein

    No es saludable estar bien adaptados

    A una sociedad profundamente enferma…

    Jiduo Kishnamourti

    Una cultura es tan grande, como los sueños

    Que son soñados por artistas.

    L. Ron Hubbard

    Pregúntate, si el sueño del cielo y de la grandeza

    está esperando por nosotros en nuestras tumbas…

    O debe ser lo nuestro aquí y ahora en la tierra

    Ayn Rand

    Por qué…

    E N EL VERANO DE 1987 me encontraba en el café Mozart en la ciudad de Salzburgo, Austria, contemplando la parte vieja de la ciudad, de pronto sucedió algo extraño, tuve un déja vu , y sentí despertar de un prolongado sueño vivido en ese entorno.

    Visualicé una historia que de inmediato comencé a escribir lo que hice a ratos por algún tiempo, así fue formándose este libro hasta que lo dejé y los manuscritos fueron archivados.

    En 1994 sufrí un infarto, fui operado a corazón abierto en San Antonio, Texas; me vi cerca de la muerte. Salí bien de la intervención y en la convalecencia volví a retomar el manuscrito, escribí durante algunas semanas y el texto regresó al archivo.

    Me dediqué algunos años a estudiar filosofía y obtuve un diplomado en ética, estos estudios me brindaron una nueva perspectiva sobre la vida. Le agradezco a L. Ron Hubbard sus enseñanzas sobre la comprensión en el arte de vivir y el comportamiento humano.

    Superada mi antigua visión de estar entrampado en el misterio y la zozobra me hizo emprender un camino nuevo hacia la libertad interior.

    En ese concepto de ir por la vida construyendo, erigí empresas y cosas materiales, pero también enmendé faltas y errores, aprendiendo que la vida a cada día ofrece la oportunidad de ser mejores.

    En 2009 mis riñones dejaron de funcionar, estuve cerca de un año en hemodiálisis en un salón con 40 personas con semejantes padecimientos, que en ciertos casos suelen ser fatales.

    Vino el milagro; mi hijo, de manera espontánea me regaló uno de sus riñones y me hicieron el trasplante; con ese gesto caritativo de mi hijo, retribuía a quien le había dado la vida, dándome él la oportunidad de continuar viviendo.

    Valoré que esta nueva etapa de mi vida me daba la oportunidad de terminar el libro. Ese mismo año conocí a John Parsonson, director, escritor y productor de cine en Hollywood, y en unas charlas que tuvimos le platiqué el tema de la novela, me pidió que la terminara, tradujera al inglés y se la enviara para ver que podía hacer.

    De ese modo me comprometí a terminar el texto y me puse a trabajar de manera responsable.

    Regresé a Saltillo; le pedí orientación a Luis Fernando Hernández, un apreciado amigo relacionado con la política y el periodismo para que me ayudara a estructurar un plan de trabajo que me llevara a la conclusión de la novela.

    Luis me contactó con Conrado Charles Medina a quien le platiqué la historia, le di manuscritos y algunas grabaciones no muy claras; él se dedicó a ordenar al texto, pulió el estilo y le dio sentido literario. Valoro la contribución de Conrado y me siento complacido con el auxilio que me prestó en el desarrollo del libro.

    Fue fascinante trabajar con ellos y les doy las gracias por su colaboración, entusiasmo y estímulo para la ejecución de este proyecto. Es necesario decir que se consultaron numerosos libros, revistas, artículos e información cibernética que dieron claridad a las ideas.

    El concurso de todos estos elementos, bajo mi dirección, contribuyó para que este trabajo fuera una realidad.

    Gracias a ellos

    José Antonio Villarreal Acosta

    Nota preliminar

    L A VIDA ES EFÍMERA y el oficio de vivirla es difícil, cuando empiezas a entenderla y aprender de las experiencias, llega el momento de abandonar la materia. ¿Quién no quiere caminar por senderos cuidados por ángeles de manera segura? Pero la vida no siempre es así, ni está exenta de riesgos y obstáculos; la vida no es un juego insignificante; vivir no es solo dejar pasar el tiempo; vivir es tomar la responsabilidad de tus actos y tu futuro depende de lo que hagas aquí y ahora.

    Si vemos ogros a punto de devorarnos, no son pesadillas, es el reflejo del subconsciente que forjamos a base de odios y agresiones; la incapacidad de valorar para que fuimos creados nos hunde; nuestro desastre es despreciar la ética, la comunidad y la vida; si traicionamos nuestros principios nos equivocamos en el juego de sobrevivir.

    Este es un universo difícil, la apariencia social lo hace parecer sencillo, donde incluso las fieras la pasan mal.

    No todo está perdido; cuando sólo conoces y recorres un camino todo parece igual; esto crea un problema porque sin apreciación propositiva de la vida, jamás encontrarás la felicidad extraviada; la clave está en modificar la forma de ver y hacer las cosas; actuar bajo patrones diferentes a los que siempre has estado acostumbrado… eso puede llevarte por un sendero de concordia, a un prometedor futuro, a un estado físico y espiritual que no conoces pero que siempre soñaste…

    6.jpg

    Presentación

    L OS LECTORES ENCONTRARÁN EN esta novela, lugares comunes y situaciones fantásticas; los protagonistas trascienden al tiempo y al espacio en escenarios necesariamente actuales. La atmósfera inverosímil de la odisea no lo es tanto porque lo extraordinario ya forma parte de nuestra realidad.

    Se ha tomado como punto de partida el inconsciente proceder de las generaciones actuales que irremediablemente se apresuran a su fin físico, condición irreversible que permitirá en el porvenir el surgimiento de una humanidad responsable de sí misma, de su entorno y en colectividad.

    La evolución es parte de la naturaleza de todas las especies, suponiendo que camináramos a la perfección, pero sucede lo contrario, estamos inmersos en guerras, epidemias y catástrofes; las profecías se cumplen cabalmente, está aquí la inevitable depuración de un planeta sumido en el caos, la violencia, la desigualdad y el odio.

    El hombre como máxima creación del universo no pudo lograr la plenitud para la que fue concebido; fue Homo Erectus, Homo Habilis y Homo Sapiens pero no supo alcanzar ese proceso de perfeccionamiento porque se quedó en la barbarie a pesar de su progreso; pero ya vendrá la realización del proyecto destinado al ser humano, de llegar a Homo Spiritualis. Probablemente eso no lo veamos nosotros porque la humanidad camina irremediablemente hacia la aniquilación.

    ¿Sobrevivirá alguien al desastre final…? eso usted lo verá aquí…

    Sin duda, surgirá un nuevo ser que vendrá de algún lugar hasta ahora desconocido…

    Tal vez…

    … haya otra oportunidad…

    D ESDE LAS PRIMERAS MANIFESTACIONES humanas existe noticia de misteriosos seres que llegaron de las estrellas y se quedaron aquí con propósitos inéditos; de esa presencia intangible sólo se conoce que florecieron mentes privilegiadas que influyeron en distintas etapas. Hubo héroes que liberaron pueblos y descubrieron continentes; pensadores que dieron rumbo a la evolución de las sociedades; hombres justos al servicio de Dios y del prójimo; líderes que fueron guía de pueblos hacia la libertad; genios que dieron luz a las ciencias y las artes; tiranos que se creyeron invencibles, desafiaron leyes terrenas y divinas… muchos, cómo éstos, no entendieron el mensaje de vivir en armonía… causa y efecto del porqué las civilizaciones de todos los tiempos han encontrado en la discordia, el odio y la violencia su forma de vida… pero el último don de Pandora, la esperanza, sigue vigente… hasta el último día…

    ***

    No se sabe si fue al principio o al final de los tiempos, lo cierto es que después de un intenso resplandor que iluminó los horizontes, un hombre apareció sobre la faz de este planeta; si ese ser descendió de las estrellas, surgió de las entrañas de la tierra o de las profundidades del mar, se desconoce.

    El albo atuendo del luminoso personaje contrastaba con las tinieblas que se aglomeraban a sus espaldas; contempló la desnudez de ese universo y comenzó a darle signos vitales; el agua, la tierra, el aire y el fuego tomaron el destino de los cuatro puntos cardinales, germinó la vida.

    Con el firmamento por testigo el hombre lanzó el conjuro que seguiría predominando en el destino de la humanidad: el hombre creará sus propios demonios, esclavo eterno de la ambición y el odio; en los colores del sol y de la noche, la raíz de la discordia; escudriñará las entrañas de la tierra y con el barro fabricará sus ídolos; perderá la noción de la conciencia, vagará por los pasillos de su laberinto por todos los tiempos…

    En unos segundos transcurrió la eternidad y el extraño personaje no tuvo tiempo para más y se evaporó.

    ***

    Lejos de las conglomeradas urbes, la sucesión de acontecimientos cifrados seguían manifestándose sin que nadie pudiera interpretarlos.

    Sucedió en una olvidada provincia situada tras la áspera cordillera de levante, adonde cierto día llegó un andante que alteró el sosegado quehacer de sus habitantes; con fantásticas demostraciones el peregrino convirtió la lluvia de un atardecer en multicolor confeti, luego juntó la luna con el sol y se oscureció.

    En su breve estancia el personaje habitó una caverna donde dejó escritos y signos indescifrables que los aldeanos al no entenderlos les dieron la calidad de maldición; para evitar las calamidades que de ella pudieren sufrir, con pesadas rocas clausuraron el antro.

    Intrigados por desconocer el significado de los símbolos, dejaron de pescar y celebraron ritos a la primera estrella del día como ofrenda para ganar indulgencias. Lo único que pudieron sacar en conclusión del extraño grabado que representaba el mar y una estrella grande y brillante en lo alto, fue el maléfico presagio de que la vida acabaría bajo las aguas por obra de una gran estrella o una bola de fuego que caería del cielo…

    ***

    A otra recóndita región próxima a la Antártida arribó otro singular hombre de lánguido aspecto; los habitantes se extrañaron de la forma casi fantasmal como apareció. Con curiosidad los aldeanos, que no habían visto un extranjero en mucho tiempo, intentaron familiarizarse con el visitante pero no pudieron interrelacionarse ni entendieron el dialecto con que se expresaba.

    Le vieron construir una caverna que habitó en un bloque de hielo y tras algunos días no le vieron más. De la curiosidad pasaron al asombro cuando apreciaron los extraños grabados que dejó. ¿Qué querrían decir los símbolos de un frondoso árbol y un sol? Ambos elementos ciertamente inusuales en su ambiente.

    Con el auxilio de un grupo de exploradores del ártico se propusieron interpretar su significado y se alarmaron ante los subjetivos pensamientos que los asaltaron porque creyeron que quizá su destino y salvación estaría en sitios boscosos y soleados. Tanto influyó la colectiva concepción de los dibujos que temieron perder la vida en la próxima tormenta boreal que se convirtieron en un pueblo errante en busca del sol y el bosque…

    ***

    Los moradores de una arcaica aldea, con temerosa curiosidad, siguieron con la mirada al misterioso personaje que surgió del camino de levante; en muchos años nadie había llegado por la vereda de los pioneros. Ese hombre arrastraba pausadamente los pasos y de su arcano rostro de blanca barba, dos ojillos atisbaban fijos al frente entre la cortina de plateados hilos que de la cabeza colgaban.

    El enigmático ser desvió su andar y enfiló al norte, se detuvo en medio del camino, miró a los cuatro puntos cardinales, inspeccionó los alrededores y se entregó a detenida contemplación; como una ráfaga pasó por su mente el reflejo de las ruinas de una civilización destruida por sí misma.

    El hombre levantó su rostro al cielo y encontró respuesta en la posición del sol que se encontraba en el cenit. Esbozó un raro signo en el piso, se sentó al centro de los cuatro caminos, fijó su atención en dirección al poniente y alargó la mirada hasta perder la visión en la difusa lejanía.

    El lento transcurrir de las horas no inquietó al hombre, pero se estremeció cuando los últimos rayos del sol tiñeron de rojo el horizonte. Con ambos brazos trazó al aire extraños símbolos y se dispuso a despedir al moribundo ciclo que a su espalda se desvanecía; sin moverse avanzó al ritmo del ocaso hasta alcanzar el porvenir para tornarse eternamente presente en la estela luminosa del poniente.

    Se cobijó como siempre con el lúgubre manto de la noche, tocó la luna y las estrellas mientras viajaba por el infinito hasta el momento de develar la cortina por donde surgiría el sol.

    Al alba, el viejo levantó la vista al cielo y pronunció incomprensibles palabras; un destello se desprendió de la bóveda celeste e iluminó el firmamento; se acercó un niño hasta el ágora donde él se encontraba; el hombre tomó sus manos, tocó la cabeza y dibujó con sus dedos los finos rasgos infantiles; lo sentó al frente y habló pausadamente hasta que transcurrió el día.

    Al final de la jornada se levantó el pequeño y emprendió el retorno rumbo a la morada donde nunca se oculta el sol, lo que no ocurriría sino hasta el fin de los tiempos. La blanca túnica resplandeciente del pequeño, movida por el viento, se fue empequeñeciendo hasta perderse en la lejanía.

    Alargó tanto el sueño de la vida que no le quedó tiempo para sentenciar el porvenir; su permanencia en la Tierra era un instante de eternidad. El extraño hombre había cumplido una vez más; dirigió sus pasos rumbo al camino viejo de oriente hasta convertirse en pasado…

    ***

    ¿Sería la revelación de seres divinos que vinieron con la misión de salvar al hombre del extravío en que se encuentra…? Es inobjetable que la simiente celestial, en los primigenios tiempos fecundó el aire, el mar, la tierra y dio al humano la facultad de edificar su porvenir… dejó todo en perfecta armonía pero el hombre en su degradación se deshumanizó y aceleró los pasos hacia su aniquilación…

    Pasarán los siglos… terminarán los tiempos… comenzarán otros con una nueva oportunidad de enmienda… los augurios apocalípticos seguirán tatuados en la conciencia de la civilización deshumanizada, que adquirió por principio natural la virtud de ser libre y espiritual, pero no encuentra, en la colectiva enajenación, el camino de la felicidad, la armonía… lo que podría suceder cuando el hombre se conozca a sí mismo y corrija su proceder…

    I

    C UANDO MARTIN MONTEVERDE SE aproximó al dintel de la eternidad era un espléndido amanecer,… el viento cálido…

    La metáfora derrumba el muro… la realidad está al otro lado… como la verdad en lo ignoto.

    Ese apacible amanecer no augurada nada anormal, el viento cálido de los últimos días de verano alentaba el quehacer cotidiano; a las 8 de la mañana, Nueva York aceleraba sus movimientos; las oficinas se iban poblando de empleados y las calles de automóviles y transeúntes.

    Martin Monteverde, desde su llegada a la gran urbe no había tenido punto de reposo, cuatro días entregado al placer disfrutaba sin reserva las noches de safari en antros poblados de especies femeninas de todas las nacionalidades. Nativo de Francfort, Alemania; derrochaba su juventud a plenitud, lo hacía desde muy joven, vivía al máximo cada momento como si fuera el último; la diversión no tenía punto de reposo y ese amanecer aún sentía en la piel la deliciosa sensación de las compañías casuales.

    Arquitecto de profesión, pretendía abrir una boutique en la gran urbe y esa mañana se encaminaba a uno de los monumentales edificios del comercio; a las 08:21 abordó el elevador que lo llevaría al piso 76 del edificio norte, una de las Torres Gemelas, era el 11 de septiembre de 2001.

    A Martin, joven esbelto de 1.85 metros de estatura, le apasionaba el futbol, lo había practicado en la universidad y era un dique en la defensa, pero inquieto e indisciplinado; supo que en el deporte no estaba su porvenir.

    Resintiendo un poco la resaca, necesitó reponer energías e hizo escala en el piso 63, donde la cafetería que se alzaba sobre una hermosa vista panorámica del centro de la isla de Manhattan. Desde ahí se veía esa clara mañana el río Hudson, el barrio de Brooklyn y la Estatua de la Libertad (el regalo de Francia a Estados Unidos en 1886). Pidió un omelette, café y hot cakes con miel… era temprano, apenas las 08:46 de la mañana… y el tiempo se detuvo, porque un ensordecedor estruendo cimbró el edificio… entonces la eternidad se quedó ahí.

    Tras la sacudida inicial sobrevino el caos y el terror; en la confusión de lo inesperado, imperó en Martin el instinto desesperado de ponerse a salvo pero un piadoso impulso lo detuvo ante las escenas desgarradoras de la tragedia. El alarido de los heridos y los gritos del desconcierto iban más allá de la conciencia aturdida y sin que nadie se explicara lo ocurrido la anarquía se apoderó del interior del edificio colapsado.

    Martin quedó atrapado en la compasión que despertaron en él las víctimas de la histeria y del terror; auxilió con decidida lealtad a los heridos a quienes con gran esfuerzo condujo hacia las escalerillas y recostó en el suelo lejos de los grandes ventanales del abismo urbano de las alturas, porque los elevadores se habían paralizado y la iluminación artificial escapaba del interior. La penumbra y el intenso humo que emanaban los ductos del aire acondicionado hacían irrespirable el ambiente.

    El tiempo, efectivamente se paralizó y en esa eternidad, Martin cruzó el umbral de las puertas del infierno. Sin imágenes, sólo con el sórdido sonido del vacío, el joven alemán, sin conciencia del abrumador momento, obedecía instintivamente al reclamo del prójimo necesitado de auxilio.

    Innumerables fueron las veces que el incansable joven subió y bajo escalerillas con cuerpos desmadejados; los servicios de socorro no llegaban hasta ellos porque la tarea era en todos y cada uno de los pisos de la torre. Apenas tuvo tiempo de preguntarse qué había sucedido, tenía la certeza de una fuerte explosión en el edificio, ¿provocada por qué?, quizá la acumulación de gas en una de las fuentes de energía, ¿un bombardeo, un ataque terrorista? ¿pero cómo? ¿o qué más podría suceder a esas alturas?

    La explicación venía por los aires, un segundo avión de pasajeros se precipitaba contra la segunda torre y otra enorme explosión que, aunque vecina, no podía dejar de cimbrar el edificio impactado minutos antes. La precisión de los choques conmocionó al mundo y dio un zarpazo a ese universo comercial simbolizado en dos torres.

    Los ojos de las naciones no daban crédito a lo que siguió: el desplome de los dos gigantescos edificios del Centro Mundial del Comercio, hecho que conmocionó la conciencia universal. Todos vieron caer como castillos de arena los majestuosos edificios construidos para toda la vida.

    No se volvió a saber más de Martin, el inquieto joven alemán hizo lo que tenía que hacer y no dejó tiempo para más; 21 años intensamente vividos y si algo le faltó, eso no lo sabría nadie … ya sólo predominaría el sordo mensaje del silencio, el hijo mayor de los Monteverde Stern desapareció ese fatídico día.

    La familia sabía que esa mañana el inquieto joven se encontraba desde primera hora en alguno de esos edificios en el tramite de permisos para la importación de ropa europea que pondría en exhibición y venta en la boutique que estaba instalando en esa urbe, la que pensaba inaugurar con una exposición de las novedades de las casas Valentino, Ralph Lauren, Cloe y Victoria’s Secret; la noche anterior, el mismo Martin notificó a su madre de los últimos papeleos.

    Había una gran confusión en la casa de los Monteverde; tenían llamadas del celular de Martin antes y posteriores a los funestos acontecimientos, algunas de teléfonos desconocidos; sonidos sin voz ni identificación, sólo el indicativo subliminal de hacer saber una imprecisa presencia, pero todo fue tan ambiguo que quedó en el alma la íntima esperanza de que esas llamadas fueran del joven alemán evidenciando su estado incólume.

    Al paso de los días, ante la ausencia de testimonios dieron por cierto que el inquieto hijo mayor había quedado entre los escombros de las precipitadas Torres Gemelas aquel 11 de septiembre de 2001, lo que se confirmó meses después cuando en las labores de limpieza fueron hallados los documentos (el pasaporte alemán y la visa de ingreso a Estados Unidos), pero no el cuerpo de Martin.

    Ferguie, la madre, tomó con nostalgia un paquete de fotografías de un reciente viaje de Martin a un recóndito lugar asiático, donde su hijo contó haber descubierto un hombre misterioso y muy sabio en la cima de una Montaña Sagrada.

    Con las fotos en la mano, Ferguie notó que en la serie de estampas donde Martin posaba con otra persona, una alba aureola rodeaba sus cabezas; ella lo atribuyó a un defecto del rollo o la errónea impresión fotográfica, pero en esos momentos de congoja, no le concedió importancia al detalle, menos a esas pequeñeces; besó las imágenes donde aparecía el desaparecido hijo, las depositó en el baúl donde archivaba los objetos de mayor estimación y no dejó de pensar en las historias por él contadas: … tan loco, inventaba cada cuento… bueno así era él… te amamos… los recuerdos del aventurero joven quedaban en un vacío difícil de soportar.

    Se preguntaba el porqué había inventado un ser fantástico y misterioso que le hablaba sobre los misterios de la vida y de la muerte. Qué ideas habrá metido ese hombre en la cabeza de mi hijo…

    En esos difíciles momentos, la atribulada madre no encontraba la forma de apartar de su pensamiento la historia contada con mucho entusiasmo por Martin sobre el viaje por aquel ignoto lugar… donde encontró un hombre sabio…, se repetía.

    Con preocupación, Ferguie se preguntó muchas veces la razón del por qué Martin frecuentó al hombre misterioso con quien pasó largos períodos; desconocía lo que significaba ese personaje para la estirpe Monteverde; de él, su hijo adquirió la enseñanza de una memoria a largo plazo cargada de experiencias sobre vidas anteriores experimentadas en otros cuerpos.

    Esa metamorfosis lo condujo, como ser transportado por una máquina del tiempo, a etapas de Egipto, de Grecia, a la mítica Babilonia, Ur en Mesopotamia, la tierra del patriarca bíblico Abraham; incluso a las culturas prehispánicas donde conoció el calendario profético maya que se ha cumplido con precisión.

    Hasta entonces muy pocos tuvieron acceso a la sabiduría contenida en El libro de los muertos el legado de los egipcios; El despertar del niño de Nabucodonosor rey de Babilonia; el Códice de Mummy de los sumerios; y al gran caudal de conocimientos de culturas primigenias no estudiadas comúnmente en la historia.

    En este aleccionador recorrido, Martin transitó por senderos inéditos para el hombre; viajó por las entrañas de la humanidad y tuvo conocimiento de planos antiquísimos que no figuran en la conciencia contemporánea… pero ese viaje llegó a su fin…

    ***

    Martin Monteverde en la vorágine del desastre, en cierto momento sintió la presencia del hombre sabio, quien, en medio del estruendo ambiental, lo elevó de entre la espesa tolvanera y lo trasladó a la luz extraviada en la catástrofe; el enigmático personaje desde su estado etéreo estaba cumpliendo con el principio de su misión…

    El joven alemán había tocado los extremos y hacia el horizonte infinito se había transportado, atravesando el umbral que separa lo tangible de lo virtual: … de las llamas infernales un torbellino te tomará en los brazos y trascenderás….

    7.jpg

    II

    L A CIENCIA Y LAS religiones defienden sus teorías acerca del origen del hombre y, aunque no coinciden, concluyen en que el germen vital vino del cielo, adonde finalmente aspiran ir las almas después de su misión en la Tierra.

    Si primero fueron las plantas, luego los animales y finalmente el hombre, no importa el orden, la esencia de la vida está en la aurora y en el crepúsculo de cada día, límite de la luz… el hálito vital va más allá de la comprensión humana…

    Pero, si se desentrañara el misterio del vértice de unión del génesis divino y las teorías de la ciencia en el surgimiento de la vida, ¿podría servirnos para encontrar el destino armónico de la humanidad…?

    ***

    Las cotidianas tolvaneras del verano en el extenso territorio palestino confunden las veredas; en el mapa de esa convulsionada zona, la arena volátil oscila al unísono de los grupos políticos y religiosos que se aniquilan en perenne conflicto; no son páginas del pasado, el emblema del desastre sigue recorriendo los nebulosos caminos de este hemisferio.

    Entre ellos, extendiéndose más allá del valle del Nilo y lo que comprende el Cercano Oriente Asiático, arqueólogos de todas las categorías, turistas de todo el orbe, saqueadores de tumbas y curiosos nativos conforman una masa en permanente competencia. El mapa que comprende la Tierra Santa posee misterios y tesoros sagrados que son objeto de ambición; unos y otros disputan los quiméricos privilegios del patrimonio de la humanidad, mientras el pueblo elegido de Dios aún no encuentra la Tierra Prometida.

    Las Sagradas Escrituras hacen referencia a un antes y un después de nuestros orígenes. Desde el Paraíso al Apocalipsis, del principio al fin; travesía existencial hasta la Parusía, la esperanza de salvación de los justos al termino de los tiempos; y si ya hubo un cataclismo ¿dónde están los vestigios? La misión de dar con éstos sigue manteniendo ocupado al hombre.

    Arqueólogos de todas las latitudes, permanentemente horadan la tierra del Cercano y Medio Oriente sin dejar un rincón inexplorado; la infructuosa búsqueda de reliquias sagradas, particularmente del Santo Grial ha convertido este territorio en suelo minado y en un abanico de fantasiosas historias.

    En el siglo XX la arqueología tuvo momentos cumbres al concretar hallazgos que ilustraron al mundo, como los que inquietaron y plantearon nuevas interrogantes a la humanidad. Está en tela de juicio la autenticidad, por ejemplo, de la Sábana Santa de Turín, que se supone fue el lienzo en que fue envuelto el cuerpo de Jesús luego de su crucifixión; la legitimación de la supuesta lanza que hirió el costado de Jesús en la cruz, los manuscritos del Mar Muerto y se realizan estudios para justificar la existencia de tesoros sagrados resguardados por los Templarios durante una etapa convulsiva de la historia cristiana.

    Pero, de acuerdo con un grupo de exploradores, el mundo estaba a punto de conmoverse con una importante excavación en el Monte Ararat, en Turquía, donde, según estudiosos del Antiguo Testamento, se encuentra el Arca de Noé. Después de muchos años de intensa búsqueda, investigadores europeos y estadounidenses, capitaneados por Bernard Parodi, desenterraban con asombro y entusiasmo algunos trozos de derruida madera que tras el riguroso escrutinio de los peritos de la expedición, decretaron que se trataba de auténticas reliquias que se remontaban a tiempos anteriores a la era cristiana.

    Bernard Parodi era un entusiasta aficionado a la arqueología, quien a la muerte de su padre Dimitri, heredó una inmensa fortuna que destinó para sufragar los gastos de su pasión por las reliquias; por un tiempo administró ese caudal, pero fue más fuerte la seducción que ejercieron en él los misterios de la historia que lo dejó todo y a eso se dedicó. Dimitri fue un acaudalado magnate naviero de origen marroquí que obtuvo prestigio y riqueza en las rutas comerciales y turísticas del mar Mediterráneo.

    En Parodi imperaba más el espíritu aventurero que de empresario, así que dejó la administración de los negocios en manos de su hermano Antonie, quien en forma responsable mantenía en auge la flota de naves que seguían surcando las aguas del Mediterráneo. Desde Tánger, Marruecos rendía buenas cuentas, patrimonio que permitía a Bernard mantener con solvencia su emocionante afición por los tesoros ocultos de la historia.

    El arqueólogo, junto al grupo que lo acompañaba en la expedición, se llenó de júbilo con el hallazgo de algunos restos arcaicos que precipitadamente atribuyeron a partes de la mítica Arca de Noé, nave que preservó la vida de las especies del mundo tras el Diluvio.

    Eran fragmentos que a simple vista no representaban nada, sin embargo, por sus características, evidenciaban una antigüedad de etapas bíblicas; eran unas cuantas piezas de regular tamaño, cuyos restos por efecto del tiempo y el movimiento terreno a través de muchos siglos, dedujeron, se diseminaron en una amplia área.

    La expedición comandada por Parodi gozaba de permisos oficiales y privilegios crediticios concedidos por la Sociedad de Cultura y Ciencias de Turquía; cuidadosamente empacaron las valiosas piezas para su traslado a la Academia de Ciencias de Inglaterra la que, con el apoyo de la Universidad de Oxford, avalaría, éste que, seguramente sería el mayor descubrimiento bíblico de los inicios del siglo XXI.

    La euforia estaba desbordada en el grupo, imaginaban acaparando los titulares de la prensa mundial y al fin darían rumbo verosímil a uno de los misterios narrados en el Antiguo Testamento; estudios científicos confirmaron que en el remoto pasado sí hubo un gran diluvio, pero estaba en tela de juicio la autenticidad de la versión del Antiguo Testamento sobre la odisea de Noé.

    El hallazgo fue de pequeños fragmentos, pero ¿qué significaban esas pequeñeces para lo que se suponía era una embarcación de monumentales dimensiones? Bernard Parodi desmenuzaba el acontecimiento, frenó el entusiasmo y reflexionó: La nave debió ser del tamaño de una cordillera, solamente así podía explicarse la capacidad para salvar tantos ejemplares del mundo viviente de la época: humanos, plantas y animales…. En su repentina cavilación se planteó otras interrogantes: ¿Diluvio o deshielo polar? ¿cordillera, una isla o qué?

    Le daba capital importancia al descubrimiento, sin embargo, pragmático como era, se permitía la libertad de dudar sobre lo que a simple vista podía apreciarse a pesar de la voz de los expertos que le dieron valoración milenaria. Necesitaba el testimonio oficial de la Academia de Ciencias para proceder a la clasificación y continuar con las exploraciones, porque habría que ampliar el área de excavaciones, tramitar los permisos con las autoridades turcas y concretar el financiamiento de universidades e instituciones científicas.

    Bernard Parodi era el tipo de hombre afortunado que pocas cosas dejan al azar respondiendo con profesionalismo al prestigio ganado en el campo de la investigación arqueológica, sin embargo no estaba exento de lo imprevisible, aún en el mismo sendero del que ya era autoridad; la comodidad con la que se desenvolvía estaba a punto de sufrir un giro.

    En ciertos momentos cedía al sortilegio de la incertidumbre a pesar de la resistencia interna que lo resguardaba de las influencias ajenas a su voluntad y a su conocimiento; buscaba la razón del desconcierto y terminaba asociándolos al laberinto que un extraño asceta le mostró; el sendero de los acertijos que por destino le correspondía al arqueólogo.

    En esa incomodidad, Parodi evocaba al mensajero como nombró al enigmático hombre que en un viaje a la India halló. No se explicaba porqué fuerza invisible fue empujado esa vez hasta la cumbre de una montaña que no figuraba en ningún mapa orográfico; lo que presenció fue fantástico:

    Al inusitado resplandor de un relámpago que transparentó el cielo apareció el arcano personaje y Parodi se entregó a sensaciones incomprensibles que en ráfagas cruzaron por su mente; los sucesos que se desencadenaron lo transportaron a un estado de embeleso: Una tenue llovizna plomiza no paró en días. No hizo ríos ni lagunas porque los tiernos hilos metálicos fertilizaron los campos, y ante su asombro contempló cómo en el árido monte germinaba una inusual vida material colmada de raros objetos.

    Las impactantes imágenes pararon al retomar de golpe el presente; el arqueólogo se encontraba en una palpitante realidad y separó una cosa de la otra porque creyó que no tenían relación, sin embargo, la esencia del misterioso encuentro con el Mensajero, habría de tenerla presente en los momentos apremiantes e inesperados.

    Si estaba en el rumbo de los elegidos, Bernard Parodi lo ignoraba; en su interior afectivo se estaba experimentando una metamorfosis; era hombre de retos; tenía conciencia de los sucesos no comunes que le ocurrían y estaba sobreponiéndose a las causas que convirtieron su alma en ruinas. Premeditadamente colocaba un paréntesis en su vida sentimental supliendo los asuntos del corazón con las conquistas materiales, aunque no estaba exento ni ajeno al amor ni al dolor.

    Días después, mientras se encaminaba al encuentro con su mediato porvenir, Bernard Parodi exhibía en el semblante el coraje, en los pasos la prisa, sin proponérselo reflejaba toda la profundidad de su desasosiego y no podía ocultarlo. Una sucesión de acontecimientos lo colocaban en el marco de la vulnerabilidad, a él que era tan sobrio, calculador y analítico; estaba contra el paredón de la crítica; él, que pocas veces caía en las redes de la desesperación, agotaba el último rasgo de su estabilidad y en el desconcierto su mente refutaba:

    ¡Ya lo temía, pero no lo puedo creer…!

    La firmeza de su carácter no admitía tropiezos, ni contradicciones porque sus pasos eran certeros y ahora se encontraba en entredicho su capacidad de experto; estaba seguro de que su descubrimiento se remontaba al Génesis; las pruebas de campo, la composición geológica y un estudio somero con instrumentos portátiles de laboratorio así lo revelaban y aunque tenía ciertas dudas confiaba de que se trataran de auténticos vestigios de una embarcación milenaria, un hallazgo que podría llevar hasta la mítica nave que sobrevivió al Diluvio. Una y otra vez se adentraba en la confusión interior tratando de explicarse la brusca transformación de eventos que lo colocaban en el tapete de la controversia.

    Los hechos inverosímiles que a través de su existencia había presenciado ya formaban parte de su cotidianidad. Por momentos creyó estar al borde de la locura, porque algunas cosas sólo él las veía, visiones que eran tan palpables que las vivía; muchas de ellas extravagantes sucesos que no correspondían al entorno catalogado como normal.

    Vio en su adolescencia la película El Exorcista, y por su natural incredulidad no le impactó; después conocería la realidad de ese estado de cosas que desdeñaba desde niño; tuvo fantasías que lo llevaron muchas veces de la mano por senderos tenebrosos, experimentó el miedo imaginario que es el más aterrador e incontrolable, pero se acostumbró; creyó que lo había visto todo.

    Pero ahora, con plena conciencia del terreno que exploraba, de las cosas que tocaba y que sometía al análisis científico ¿quién querría burlarse con algo tan serio y verosímil? Volvió a reflexionar por toda explicación ¿qué sucedía…? Ya sólo pretendía identificar lo irreal porque lo real no lo parecía; todo es subjetivo –meditaba-, cada quien tiene su versión de lo que ve, oye y toca.

    El pensamiento de Parodi era un laberinto: "¿Dónde está la diferencia de lo que es y lo que parece ser? Lo fantástico ha dejado de ser la manifestación insólita… ¿es un efecto natural contemplado

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