Guillo En Guapi: Aventuras De Un Colombianito
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Guillo En Guapi - William Jaramillo Giraldo
CONTENIDO
EL BAUTIZO
LA FAMILIA
GUAPI
TUYEO Y CHACO
LA CASA DEL FRANCES Y LAS TORCAZAS MORADAS
LA ESCUELA
LA ENFERMEDAD
EL PADRE JULIO
LA CACERIA
LA BRUJA PETUCA
LA ISLA
CARMELITA
EL ROBO
GUILLO Y LUIS
EL SUSTO
MOCO
EL LOCO
RUTICA
EL PARTIDO DE FUTBOL
VISITA MILITAR
LA MISA
EL MISTERIO DE LA CASA DEL FRANCES
EL VIEJO RAMON
LA FIESTA DEL DIABLO
UN AMIGO MENOS
SABU
EL CUMPLEAÑOS
LA DESPEDIDA
EPÍLOGO
Dedicatoria
Este libro es dedicado a mis padres, mi familia,
mi esposa Bertha y a mis hijos Alex, William y Jessica.
1authorpicture.JPGWilliam Jaramillo Giraldo. El autor es oriundo de Cali, Colombia. Ha vivido por muchos años en Estados Unidos y desde muy temprana edad mostró su inclinacion a las letras. Ha escrito ensayos, anécdotas y cuentos, más que todo para su satisfacción personal. A pesar de los años de ausencia nunca se olvidó de su niñez en su país natal y este libro es el fruto de las experiencias y aventuras vividas durante esa corta edad. Ojalá sea del agrado del lector.
2guillo.jpgGUILLO
EL BAUTIZO
La iglesia pertenecía a la orden de los Franciscanos. Se llamaba San Francisco y aunque en su exterior no tenía nada que destacar su interior era solemne y bellísimo. Los confesionarios eran de madera labrada, los vitrales de colores con efigies de todos los santos, el púlpito parecía construido de oro, las pinturas en el cielo raso recordaban episodios bíblicos. El altar estaba adornado con múltiples lirios blancos y candelabros con velas altísimas ya encendidas. Lo que mas impresionaba era el sonido del órgano y que según las leyendas si pudiera alcanzar la nota mas alta derrumbaría la iglesia.
En este recinto sagrado la familia de un recién nacido estaba preparada a bautizarlo. El padre del niño quería que lo bautizaran con el nombre de William. Por alguna razón este señor le tenía mucho afecto a todo lo gringo. El decía que si no fuera por los americanos nosotros todavía andaríamos en anaco. Los nombres de sus otros hijos eran Richard y Harold. Así pues que el quería a su nuevo hijo con el nombre de William. Con lo que el no contaba era con la mala disposición del cura quien era un comunista revolucionario y enemigo acérrimo de los Estados Unidos.
Todos los oficios preliminares se llevaron a cabo de acuerdo con las reglas de la iglesia, el cura con sus monagillos alrededor portando velas larguísimas y entonando cantos en latín y los padrinos cargando el niño todos con caras sonrientes y de santidad envidia de las efigies de santos que colmaban toda la iglesia.
El niño no paraba de llorar y el cura miraba a los padrinos con expresión suplicante para que hicieran algo ya que estaba a punto de comenzar la ceremonia. Por fin el muchacho se calló no se sabe si debido al chupón que le forzaron en la boca o un pellizco que le dieron en la nalga y entonces el sacerdote comenzó a hablar en latín. Cuando escuchó que el nombre del niño seria William, detuvo inmediatamente el servicio. Siento mucho dijo pero aquí estamos en Colombia y no en un país imperialista. El equivalente de William en español es Guillermo y así se llamará este niño si quieren bautizarlo aquí. El padre del recién nacido se abrió paso entre los invitados y enfrentó al sacerdote. Quién es el padre del niño, usted o yo. Preguntó. Me parece que yo tengo todo el derecho de nombrar a mi hijo como yo quiera o es que usted quiere que lo nombre Stalin. No hay necesidad de involucrar en esta conversación al camarada Stalin quien esta muy lejos. Lo que yo quiero decir es que el debe tener nombre colombiano porque estamos en Colombia. Siento mucho, pero el se llamará William quiera usted o no quiera, dijo el padre del niño. Pues yo no quiero, dijo el cura. Yo soy quien manda aquí en esta iglesia y a mi no me va a intimidar un pobre diablo como usted. No acababa de decir estas palabras cuando alguien lo tomó del cuello diciendo dos o tres palabras no propias de un recinto sagrado. El sacerdote se desmayó cayendo en el suelo cual largo era.
Las mujeres comenzaron a gritar y nadie sabia que hacer. Traigan agua bendita exclamaban algunos. Los monaguillos atacaban con las velas a los feligreses mientras tanto el cura continuaba en el suelo desvanecido. Señoras, exclamó alguien. Usen sus velos y dénle aire. Se oyó otra persona decir que todos los participantes en el bautizo se irían de cabeza al infierno. El caos reinaba por toda parte. Depronto el cura se levantó y hablando en lo que parecía ser latín maldijo a todo el mundo pero al mismo tiempo tomó en sus brazos al niño y echándole agua en la cabeza solemnemente le dió el nombre de William. La paz volvió a reinar en el recinto. Todo el mundo besó al niño y abrazó al cura. Este con movimientos nerviosos miraba alrededor buscando donde se encontraba el padre del bautizado. Este todavía estaba furioso y decía entre dientes cura comunista desgraciado. El cura en latín seguro le decía cosas peores que nadie podía entender.
Una vez terminada la ceremonia y estando todos en el atrio de la iglesia, el padre del niño con expresión de alivio exclama: Cómo les parece a ustedes todo el problemita que armó este cura, solo porque yo quería nombrar a mi hijo William. Que tal si le digo que el segundo nombre es Henry. Todos lo miraron y cogiéndole por los brazos y casi arrastrándolo le dijeron: Vámonos de aquí antes de que nos excomulguen a todos o nos metan a la cárcel. Posteriormente nadie llamaría al bautizado William o Guillermo. Todos lo conocerían como Guillo y este episodio de su vida siempre sería recordado por toda la familia y contado por él a todos sus descendientes.
LA FAMILIA
La familia de Guillo no era ni rica ni pobre. Era una familia acomodada, como se decía en ese entonces. Su padre don Ricardo Jaramillo era un viejo empleado del Banco de la República y su madre doña Rosmira Giraldo, como la gran mayoría de las señoras de esa época, permanecía en la casa haciéndose cargo de las obligaciones hogareñas. Aunque los dos tenían apellidos paisas, habían vivido muchos años en el Valle y no tenían ningún acento ni costumbres antioqueñas. El padre de Guillo era un hombre de temperamento bastante fuerte, pero al mismo tiempo amante de su familia, gran trabajador y más que todo una persona de una honradez acrisolada. Era muy conocida en el Banco la historia de la noche en que don Ricardo habiéndose quedado a trabajar se encontraba solo con el hombre que hacía la limpieza y quien era un viejo un poco retardado mental, lento en sus acciones y pensamientos. Con un trapo estaba limpiando escritorios, sillas, recibidores, etc. Cuando pasó por la caja principal o bóveda, accidentalmente tocó la manija de seguridad y esta dió vueltas. Como quien dice la bóveda había quedado abierta. Allí era donde se encontraba el dinero del Banco como también los lingotes de oro. Cada seis meses hacían inventario en esta bóveda y hacía sólo dos semanas habían hecho el último.
Como quien dice, quien hubiese querido sacar cualquier cantidad de dinero, lo habría podido hacer y solo a los seis meses seria descubierto el robo, siendo casi imposible saber que había ocurrido. El padre de Guillo llamó a esa hora, 11 de la noche al Gerente del Banco y le notificó lo estaba ocurriendo. Aún con la pijama puesta, este se apareció junto con la policía y con los nervios de punta procedió a cerrar la bóveda. Muchos años después Guillo para mortificar al papá le decía que si hubiera sido él, se habría guardado un par de millones que en esa época era una suma fabulosa. Esto era motivo para recriminaciones y alegatos más que todo muy cómicos y conducentes a exaltar la honradez que las personas deberían tener.
La madre de Guillo, doña Rosmira Giraldo, era una señora simpatiquísima, de un genio angelical y más que todo sumamente servicial. No había persona que no la quisiera. Era el epicentro de la familia y el paño de lágrimas de todo el mundo. Los otros miembros de la familia eran Richard y Harold hermanos mayores de Guillo y la hermanita menor María Teresa.
Cuando Guillo tenía 6 años su padre fué trasladado a Guapi, un pequeño pueblo en la costa del pacífico, enclavado en la