Viaje a Través De La Historia De La Danza
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VIAJE A TRAVS DE LA HISTORIA DE LA DANZA
Este pequeo libro surgi de la falta de un texto, accesible y en castellano, para que mis alumnos de historia de la danza pudieran ampliar sus conocimientos, por lo que ste podr servir a muchos lectores, artistas en formacin o profesionales o slo nefitos con inters en este hermoso arte, para conocer y disfrutarlo mejor, porque cuando se conoce de dnde surge una obra o cmo era su entorno, se la disfruta mejor.
La danza es un arte que est siempre presente en nuestras vidas, desde las cuevas en la comunidad primitiva, y ha estado indisolublemente ligada a cada etapa de la historia, ya sea como danzas religiosas, de saln o de escena o, sencillamente ldricas.
En este libro viajaremos por sus orgenes en la prehistoria, cuando el gesto y la necesidad de comunicarnos se unieron; conocerernos la danza mgica y "Los Misterios"; recorreremos el Renacimiento y los bailes de saln; pasearemos por el barroco hasta llegar al Ballet comique de la Reine; encontraremos a Noverre y Angiolini; llegaremos con La filie mal garde al Romanticismo y seguiremos con Giselle, ou Les willis; iremos a Rusia con el Clacisismo y Petipa y Tschaikovsky, disfrutando de El lago de los cisnes y Don Quixote; despus, asistiremos a la revolucin de Diaghilev-Fokin-Nijinsky-Stravinsky y admiraremos Petrushka y La consagracin de la primavera y conoceremos las distintas escuelas; y concluiremos nuestro viaje en las danzas moderna y contempornea.
Este libro es escrito para Ud., para que disfrute la danza. Es mi mejor deseo.
Jose Rafael Vilar
José Rafael Vilar Realizó estudios de historia del arte, marketing y ciencias aplicadas. Se ha dedicado a la docencia universitaria, marketing y publicidad, análisis político y electoral, comunicación social, edición de libros, crítica cultural e investigación en Bolivia, México, Perú y Cuba. En años recientes, ha publicado: El jardín de símbolos: poetas nacidos a partir de 1959 (Cuba, 1998); Manual para campañas electorales (Bolivia, 2002); Encuestas, medios y elecciones (Bolivia, 2003); Breve historia de la danza (Perú, 2010), y De encuestas y elecciones en Bolivia 2009 (Bolivia, 2010). También ha editó, entre otras, Entre ángeles y diablos (Bolivia, 2004). En documentales, «Giselle eres tú» (guión, Cuba, 1988) fue el más reconocido. En danza escénica, colaboró con el Ballet Nacional de Cuba y grupos de Cuba, Perú y Bolivia, escribió libretos para ballets dirigidos por Menia Martinez (directora del Ballet Royale de Wallonie, Bélgica) y ejerció la crítica y el periodismo en Bolivia, México, Cuba, Uruguay, España y Nicaragua. Perteneció al Comité Permanente para el Niño y el Joven del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana (Cuba), a los Comités Organizadores del Festival Internacional de las Artes Sucre-Potosí '92 e Intalaqhayay (Bolivia). Ha sido miembro de los Directorios de las Fundaciones Orquesta Sinfónica Nacional de Bolivia y de Teatro por la Paz (Bolivia), Director Ejecutivo del Cuarto Festival Internacional de Teatro de La Paz (Bolivia) y del Comité Organizador de Fiesta en Escena (Perú) y miembro invitado del Comité Organizador del Festival Internacional Porto Alegre em Cena (Brasil).
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Viaje a Través De La Historia De La Danza - Jose Rafael Vilar
Contents
Presentación
Introducción
Primera parte
Segunda parte
Tercera parte
Cuarta parte
Quinta parte
Sexta parte
Bibliografía
Dedicatoria
A Menia Martínez, una brillante artista y una gran
amiga, quien me enseñó nuevos horizontes.
A Emma Sintani, maestra y promotora irremplazable,
insustituible amiga y compañera de fructíferas e
inacabables tertulias.
A Yvonne von Möllendorff, una gran artista y una
clemente amiga, solidaria de Quijotes.
A Lauren María, para que desde ya aprenda a soñar.
A Felipe, que me ha soportado con harta paciencia.
Presentación
Quienes sostienen apasionadamente que la danza es metáfora de vida o vitalidad, seguramente cuentan con la aprobación de todos aquellos que amamos el movimiento en cualquiera de sus expresiones. Martha Graham sostenía que cualquier forma de movimiento era danza. Recostándonos en esa afirmación podríamos decir que el hombre nace bailando, que la historia se escribió danzando y que la primera manifestación de vida ha sido la danza.
En las culturas más ancestrales encontramos a la danza como lenguaje indispensable de integración social, guerrera o religiosa. El hombre de todos los tiempos ha traducido sus emociones y creencias a través del movimiento y en culturas como la andina las grandes festividades se realizan danzando, tanto que la fiesta se ha mantenido como sinónimo de baile hasta nuestros días.
La enorme diversidad de expresiones danzarias nos genera la necesidad de la documentación y es gracias a ella que investigadores y estudiosos desentierran tradiciones coreográficas de sorprendentes alcances. Hemos visto con respeto y un poquito de saludable envidia, la enorme producción bibliográfica sobre la danza en sus diversas manifestaciones que se publica principalmente en Europa y los Estados Unidos. Esta parte del mundo, sin embargo, no cuenta con una permanente producción de libros que documenten procesos, que descubran tradiciones, que nos devuelvan a los orígenes de la danza y sus variantes. Por estas razones iniciativas como la de nuestro respetado amigo D. José Vilar, son de gran importancia no solamente por lo que representan en términos de información, sino porque abren la puerta de la esperanza hacia la impostergable documentación de una forma artística que constituye a la vez un fenómeno social.
Vilar nos lleva en su recorrido por la historia de la danza desde los inicios hasta la contemporaneidad con la presencia de uno de los iconos más sobresalientes de la danza - el teatro Pina Bausch. En esta trayectoria nos encontraremos con momentos y personajes emblemáticos de la producción danzaria universal: la presencia del catolicismo frente a la danza, el origen del ballet, los grandes intérpretes, maestros y coreógrafos que construyeron las leyendas que cubren a la danza con su mágico sortilegio. Nijinsky y Diaguilev, Foquin, Balanchine y tantos otros que precedieron a la ruptura liderada por Isadora Duncan y su necesidad de volver al reencuentro con la pureza del movimiento. Toda esta fascinante trayectoria de la danza y sus variantes es retratada de forma directa y entretenida gracias a la capacidad comunicativa y a la prolija tarea de investigación llevada a cabo por el autor de este libro.
Fernando Torres
Miembro del Consejo Mundial de la Danza
Introducción
Este pequeño texto surgió, en 1996, de una necesidad perentoria: La falta de un texto, accesible y en castellano, que sirviera para que mis alumnos de historia de la danza de la Escuela del Ballet Oficial de La Paz —jóvenes principiantes— pudieran ampliar los contenidos de mis clases.
Hoy, ni esa clase existe ni la mayoría de esos educandos han seguido la carrera artística, al menos profesionalmente, ni yo vivo en La Paz; quizás por ello mismo, la carencia de un libro de este tipo es aún más notoria y espero que éste pueda servir a muchos lectores de cualquier parte del mundo, sean artistas en formación o ya profesionales o, solamente, neófitos con interés en este hermoso arte.
La danza es un arte que me ha dado muchas satisfacciones en mi vida: Durante años, me sirvió para explorar el mundo de las fantasías; otros más, para enhebrar sentimientos; muchísimos más, para comunicarme y transmitir mis ideas; también para amar. Hoy, es un puente, inconmovible, con mis raíces y mis recuerdos más preciados.
La génesis de sus páginas se la debo a muchas personas: A Alicia Alonso y a Menia Martínez, quienes me transmitieron nuevos horizontes; también a Jorge Lefebre y a Emma Sintani, ya fallecidos, y con quienes pude aprender a disfrutar sobre este fascinante arte; a Laura Alonso, a Josefina Méndez y a Loipa Araújo; pero, con mucho, a quien me impulsó a escribir su primera versión, mi gran amigo Fernando Ballesteros, en esa época Director de la Escuela del Ballet Oficial de Bolivia. A todos ellos, mi gran reconocimiento y mi deuda permanente.
A todos los lectores, a quienes deseo les aproveche y disfruten —un poco al menos— estas páginas, les agradezco su lectura.
Primera parte
Antecedentes
El ballet es un arte moderno; la danza es prehistórica. La historia del ballet es apenas un momento de toda la historia de la danza.
Arnold Haskell¹
En el principio era la danza, y la danza era el ritmo. Y la danza estaba en el ritmo. En el principio era el ritmo, todo ha sido hecho por él, y sin él nada ha sido hecho.
Serge Lifar
¿Qué es danza?
La danza, en su definición más elemental, podemos considerarla una coordinación estética de movimientos corporales. Movimientos corporales coordinados utilitariamente existen en determinados trabajos del hombre: dentro del movimiento cadencioso de los remeros, podemos encontrar elementos plásticos de la expresión que pueden ser incorporados a la danza; pero en su finalidad son solamente elementos, gestos² plásticos elementales.
Es en la danza —o cuando intentamos definirla a ella— donde aparecen los elementos plásticos inherentes a los grandes gestos o las principales posturas corporales y se los combina en una composición coherente y dinámica. El hombre realiza esa construcción plástica inspirado por sentimientos, donde la armonía —entendida en cualquier sentido— hace de la danza una obra categóricamente artística. Cuando un hombre danza o contempla la ejecución de una de ellas, se imbuye de un estado anímico, la sensación estética o de belleza. La danza es una creación en la que se refleja el placer de la belleza; pero, además, el hombre que danza y los que participan exteriormente del hecho, exaltan la emoción religiosa u otros sentimientos fundamentales como el amor, la alegría, el dolor, la angustia o el éxtasis.
El canto y la danza, desde sus inicios se rigieron por los mismos impulsos, por las mismas motivaciones: Se cantaba y se danzaba en alabanza de los dioses; para expresar un estado íntimo de sentimientos, el hombre danzaba parejamente con ellos: Hay cánticos y danzas de epinicio y de lamentación, de júbilo amoroso y de la desolación de la muerte. A través de las épocas, los estilos han cambiado de acuerdo con la evolución de las sociedades que los producen y en las que se reflejan, pero en todas las danzas el principio estético es el mismo.
Los principios en que se basa la danza —en similitud con los del canto— son el agógico, que estipula la lentitud o la rapidez de cada movimiento en el tiempo —el desarrollo del gesto en sí—, y el dinámico, que determina la sucesión de los gestos —la forma de actividad muscular que los determina, es decir, su fuerza—, estando ambos principios regidos por el ritmo: musical en el primer caso, plástico en el otro. Pero después de comprobar las identidades entre dos manifestaciones asentadas en elementos corporales diferentes —la danza y el canto—, encontramos un principio esencial de la danza que le es desconocido a la música, y el que es el principio específico de la danza: la construcción de los movimientos en el espacio, precisamente el ritmo plástico, al que quedan subordinados los dos principios musicales, el agógico y el dinámico —los que coadyuvan a la expresión sonora del gesto. Así, podemos expresar en forma plástica mediante movimientos la expresión agógica sonora —por ejemplo, la transición de un movimiento lento a otro rápido. La expresión dinámica sonora —manifestada en crescendos y diminuendos, tal como las concebimos musicalmente—, las gradaciones o contrastes bruscos de matiz, se expresan plásticamente a través de movimientos apropiados. La coincidencia de determinados gestos con determinados giros musicales ha hecho que se denomine a éstos como gestos sonoros. De hecho, existe una homología entre los gestos sonoros y los plásticos que los hace intertraducirse; así, la elevación de los brazos durante la imploración o las lamentaciones, la ondulación del busto en los ritmos pequeños que expresan un bienestar moderado o la elevación de piernas y brazos en los grandes ritmos exultantes, no son más que la sucesión armónica de gestos físicos que pueden expresarse mediante acordes de sonidos —los que acabamos de denominar como gestos sonoros.
Orígenes de la danza
La prehistoria
El origen del hombre —ya definido como el homo sapiens sapiens— se remonta a los períodos prehistóricos del Paleolítico y el Neolítico. Antes del descubrimiento de la utilización del fuego y de la elaboración de herramientas, los antecesores del hombre estuvieron totalmente desprovistos de cualquier defensa frente a su entorno: Cohesionados en grupos elementales vinculados por la consanguinidad, es precisamente el desarrollo de las capacidades de adaptar el entorno —expresadas en la utilización del fuego y de la fabricación de herramientas—, lo que representa el paso más importante de la evolución humana, no sólo social sino biológico por la adaptación de la mano homínida a nuevas actividades ya propias del hombre como tal. Si hasta ese momento estuvo en completa subordinación frente a las fuerzas naturales, provocada por su disgregación y por su bajo nivel de preparación técnica, es desde el momento en que empieza a evolucionar que adquiere una nueva y más importante capacidad de relacionarse con el medio y de alcanzar un superior desarrollo.
La transformación de actividades es también fundamental: El hombre pasa de mero recolector a cazador y de éste a agricultor, en una evolución que llevará a crear el concepto de sociedad tal como lo conocemos actualmente. La agrupación familiar evoluciona a otras mayores: al clan, a la tribu y al gens, llegando al final a la mayor de la nación, mientras el hombre —nómada en sus inicios—, empieza a asentarse, a la vez que pasa de la cueva a construir sus primeras viviendas y a unirse con otros para defenderse —primero— y aprovechar el entorno.
Ésta es la evolución esencial del hombre: De pequeños grupos familiares, va socializándose y agrupándose paulatinamente en grupos cada vez mayores; de aprovechar sin modificación la naturaleza —recolector— pasa a utilizarla más agresivamente —cazador y después agricultor—; de depender del entorno absolutamente, lo empieza a modificar —de cuevas,³ empieza a construir sus viviendas—; de utilizar las pieles sin elaborar, comienza a tejer.
Para muchos pueblos prehistóricos —y posteriores—, su concepción del mundo está muy relacionada con el movimiento, tanto humano como de los elementos: La historia de la danza nos permite comprender cómo los hombres han conocido el mundo, relacionando sus cuerpos y experiencias con los ciclos de la vida.
Sucintamente, ésta —la historia de la danza— es la historia de más de cien mil años de evolución humana. Es la Prehistoria del Hombre.
El gesto. La necesidad
Primero fue el gesto. El gesto simple y significativo, el gesto con carga expresiva que quería decir —y decía— lo que necesitaba el hombre transmitir: sentimientos, necesidades. Después ya —sólo después— fue el sonido gutural. Y más tarde la palabra.
Gestos Sonidos Palabras
Así surgió la danza, anterior a la palabra: una necesidad de expresar, de comunicar las experiencias y los pensamientos concretos que se necesitaba decir y que aún, por no haberse creado un lenguaje verbal, se volcaban a través del gesto. Éstos, si bien inicialmente fueron sólo resultado de una perentoriedad, paulatinamente devinieron dentro de un código expresivo, donde cada gesto o acción en sí determinaba la consustancialidad de un hecho o un sentimiento. Más que festiva —pero sin dejar de presentar también este elemento—, la danza surge como un lenguaje codificado, establecido primero dentro de una mímica elemental y después ya complejizada y abstractalizada.
El fenómeno es bien simple: El hombre debe comunicarse. Y en sus posibilidades elementales de la época primitiva, esa comunicación se establece gestualmente con todo el cuerpo: Es danza.
Para comprender la danza, debemos analizarla evolutivamente en estrecha interrelación con el mundo circundante y la época en la que existe, pues su evolución está indisolublemente ligada al desarrollo de la sociedad.
En su evolución, ya en estadios superiores la danza podemos dividirla en varias corrientes:
• Étnica - religiosa.
• Folclórica.
• Teatral.
La danza primitiva. La danza mágica
La arqueología ha determinado la aparición de la danza desde la Prehistoria mediante su registro simbólico en la pintura rupestre de Lascaux⁴ y otras cavernas.
La realización coordinada de movimientos corporales secuenciales —expresada en lo que puede considerarse danza rudimentaria o primitiva— aparece ya en los primeros testimonios gráficos dejados por el hombre prehistórico, ubicados en los finales de la última época glacial, entre diez mil y quince mil años atrás. Aparte de las mencionadas de Lascaux, otros ejemplos pictóricos rupestres del mismo período pueden encontrarse en cuevas de Alpera —Valencia— y en Cogull —Lérida—,⁵ así como en regiones muy remotas a aquellas, entre las que están África del Sur y Zimbabwe.⁶ En épocas relativamente posteriores a las mencionadas, en la región de Solutré —Francia— se representaron escenas de caza, en las que ya aparecían representados hombres con máscaras de animales; también son conocidos los diablillos enmascarados que aparecieron en unas excavaciones en la Dordoña francesa. Que las pictografías mencionadas son representaciones de escenas de danza, se deduce fácilmente al compararlas con otras propiamente de cacerías, donde los movimientos están admirablemente dibujados, como la que reproduce a arqueros rupestres en Valltorta, España.⁷
De las danzas simulatorias para hacer propicia la buena caza, el hombre primitivo pasa fácilmente a las danzas con disfraces de animales. Ya en el Paleolítico superior —período al que corresponden las antes mencionadas pinturas rupestres españolas—, es que empiezan a diferenciarse dos tipos de danzas: En una de estas formas, caracterizada por ser danzas en las que se empleaban disfraces de animales, encontramos una gran representación mimética, en la que los movimientos corporales están bien regulados y, por ende, predomina la danza plural o coral. En el otro tipo, faltan las danzas de representación e identificación animal, con una técnica inferior de danza, en la que se tiende al predominio de movimientos convulsivos y desordenados —epilepsoides—, constituyendo una danza unipersonal.
Si bien en los inicios de su surgimiento, la danza estuvo desprovista de connotaciones ajenas al hecho simple de comunicar algo específico en forma elemental, ya después sí podemos con certeza afirmar que ella comienza a transmitir ideas dentro de un nuevo código —o pudiéramos hablar de la transmisión evolutiva del anterior— más simbólico, distanciado del reflejo directo de lo comunicado.
Ritos danzario-expresivos a elementos, a fuerzas naturales, fueron los antecedentes de comunicar mensajes a dioses, como una forma de comunicarse con ellos y hacerles entender qué era lo que los mortales querían. Éste es el momento primario: El ser humano ha empezado su desarrollo intelectivo propio, ya evolucionado del estadio de los hombres de Neanderthal y Cro-Magnon, y empieza a interrelacionarse —aún elementalmente pero tendiendo a abstractalizar ese vínculo— con el entorno que le rodea y el cual aún no comprende. Este hombre está en completa subordinación frente a las fuerzas naturales, y debe subordinarse a ellas, por lo que le es necesaria su comunicación directa y continua con las fuerzas que le son fundamentales y, a la vez, incomprensibles. Debemos recordar que en este estadio evolutivo de la sociedad humana, el hombre aún está disperso a nivel de pequeñas familias —sin haber llegado a la etapa de tribu o de gens—, por lo que podemos considerarlo un estadio de comportamiento individualista frente al medio.
Es interesante comprobar cómo, más que en la palabra —siempre posterior al gesto y, por lo menos en sus formas menos sofisticadas, más limitada representativamente—, en la mentalidad expresiva mítico-religiosa el hecho comunicativo hombre-sobrenaturaleza —y no sólo en sus estratos primitivos— ha estado sustentado con determinante amplitud por el gesto abstractalizado y codificado simbólicamente a través de la danza, tal como si al receptor de los mensajes, sea cual fuere su representación, le era más fácil y más grato recibir éste a través de la danza.
Hay un elemento importante que nos ayudará a comprender esto: La danza es una expresión del cuerpo en su totalidad; por ello, será más amplio siempre el espectro de posibilidades de decir lo que se quiere comunicar con este medio: el cuerpo humano, que con el verbo, para no hablar aún de la palabra escrita. En este sentido, en la más antigua plástica griega encontramos ejemplos de simples gestos que expresan con espontaneidad la desesperación ante el dolor, los que se van convirtiendo en gestos estilizados cada vez más lejanos de su rudeza primitiva; estos gestos alcanzaron una estilización plásticamente elegante cuando los antiguos griegos —al igual que otros pueblos de la Antigüedad que alcanzaron un nivel elevado de sofisticación social— llegaron a organizar el duelo como una coordinada sucesión de movimientos, cuya continuidad armónica —concebida en su totalidad— ya era en sí danza.⁸ El acto importante de honrar a un cadáver —máxime si éste era ilustre— llegó a ser minuciosamente reglamentado, y su protocolarización se complejizó con el decursar de los siglos, hasta alcanzar su máxima expresión en tiempos de Solón, el célebre legislador griego:⁹ El difunto era expuesto entre los ciudadanos —prótesis—, que desfilaban en largas procesiones adoptando una posición especial de los brazos, mientras las plañideras o endechadoras¹⁰ cantaban y danzaban los trenos —trenoi.
Las formas paganas —y no me refiero al paganismo de la Antigüedad como religión en sí, sino a la falta de ella o a la desconnotación con la misma— o aparentemente no religiosas dentro de la danza fueron una derivación de las puramente religiosas, determinadas por una evolución de la necesidad. Así vemos cómo este hecho de la necesidad, categoría imprescindible en el análisis evolutivo de los lenguajes pues sólo ella —a través de la imprescindibilidad de interrelacionarse mediante hechos comunicativos— pudo ser la generatríz de los mismos, está presente en los mitos de la fertilidad y en su expresión simbólica, pero no por ello menos concreta, dentro de los ritos de la fertilidad.
Si bien la primera de las danzas estuvo relacionada probablemente con la fertilidad y la cosecha, no sólo la podemos circunscribir a estos dos aspectos. La caza fue también un elemento importante de invocación para la danza mágica, donde el hombre invocaba a sus dioses zoomorfizados¹¹ para rogarle su apoyo y beneficio en la próxima expedición, esto a través de relaciones de estrecha vinculación y simbiosis con los mismos animales objeto de interés.¹²
En las culturas agrícolas tempranas,¹³ podemos encontrar representado en la ornamentación —sea circular o sinuosa— de su cerámica cómo los danzantes solían formar dos o tres corros concéntricos, o agruparse en filas enfrentadas entre sí. Con el desarrollo de la economía basada en la agricultura, se inicia la observación y análisis de los fenómenos metereológicos y