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Escuela de Brujas - Libro 5 - Llamas
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Libro electrónico122 páginas1 hora

Escuela de Brujas - Libro 5 - Llamas

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Libros para niñas — Escuela de Brujas — Libro 5:  Llamas — Para niñas de 9 a 12 años  por Katrina Kahler

Libro 5 de nuestra serie más vendida de libros para niñas en edades de 9 a 12 años.  Escuela de Brujas.

El descubrimiento de un huevo de dragón en el bosque, trae consigo grandes cambios en la vida escolar de Molly.  Le asignaron la tarea de mantener seguro al dragón, y mantener un secreto es mucho pedir para una adolescente.  Al final, una de las estudiantes descubre el secreto de Molly.  ¿Ayudará ella en algo, o expondrá a Molly y a la Academia por no destruir a un dragón?

A las niñas de 9 a 12 años les encantará el libro número 5 de esta serie.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 mar 2020
ISBN9781547529476
Escuela de Brujas - Libro 5 - Llamas

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    Escuela de Brujas - Libro 5 - Llamas - Katrina Kahler

    Capítulo Uno

    El huevo de dragón era mucho más pesado de lo que parecía, y a Molly y la Señorita Moffat les estaba costando mucho llevarlo cargado.  Los árboles del Bosque Tenebroso eran como una pesadumbre interminable de corteza y verdor que parecían entrelazarse.  El sol de media mañana era implacable y los mechones de cabello suelto de Molly, se quedaban pegados a su cabeza con el sudor.  Sus brazos se sentían pesados y le dolían, por el peso del huevo.  Apretaba los dientes para tratar de soportar el dolor.

    La Señorita Moffat no estaba sufriendo por el calor, ni tampoco su peinado, que seguía perfectamente arreglado.  No mostraba señales de estar haciendo un gran esfuerzo por cargar el huevo; al contrario, iba tarareando mientras caminaba.

    Molly se imaginaba volando sobre los árboles con el huevo haciendo equilibrio en su escoba y el suave viento peinando su cabello.  Desafortunadamente, el huevo era demasiado pesado y delicado como para arriesgarse a llevarlo en sus escobas, así que no tuvieron otra opción, más que regresar caminando, el largo camino hacia la Academia.  Sus escobas y varitas mágicas iban flotando muy cerca, detrás de ellas.

    El huevo brillaba en el sol y no se puede negar que lucía bello. Aun así, en estos momentos Molly lo despreciaba, casi tanto como a las niñas tontas que provocaron que todo esto ocurriera.  Abrir el Libro de los Dragones, en serio, aparte de todas las cosas tontas que pudieron haber hecho, esa fue, por mucho, la peor.  Ella puso en blanco los ojos, de solo pensarlo, y siguió apretando los dientes.

    Los dedos de Molly se estaban resbalando, trataba de volver a agarrar bien el huevo, pero estaba húmedo en sus manos.  Miró a la Señorita Moffat, que no se daba cuenta de su sufrimiento.

    Señorita Moffat, graznó Molly, cuando el huevo empezó a resbalarse por sus dedos, pero ella estaba demasiado ocupada tarareando como para oírla.

    Señorita Moffat, gritó.

    Molly, no hay necesidad de gritar, se quedó viéndola duramente.

    Mis dedos, dijo en tono de ruego.  Necesito poner el huevo en el suelo.

    Muy bien, la Señorita Moffat dio un suspiro de frustración.

    Ambas bajaron el huevo con cuidado, hasta el suelo, y Molly inmediatamente empezó a restregarse las manos.  Tomó su varita flotante y apuntó con ella al aire.

    Speculo aqua, ella estaba sin aliento.

    Un vaso de agua apareció frente a ella, rápidamente lo agarró y se tragó toda el agua.

    Cuando estés lista, la Señorita Moffat le sonrió con superioridad.

    Molly asintió con la cabeza, luego se limpió las manos en su falda gris.  Ella no quería seguir cargando el huevo, pero sabía que el tiempo muerto no iba a permitir hacer el trabajo más rápido.

    Estoy lista, dijo Molly, mirando a la Señorita Moffat, que estaba con los brazos cruzados y con su expresión dura.

    Bueno, dijo, luego estiró los brazos y se agachó junto al huevo.

    Se comenzó a escuchar un sonido de agrietamiento, muy suave al principio, pero suficientemente fuerte como para que ambas dieran un paso atrás e intercambiaran miradas de preocupación.  Ambas observaron el huevo, que ahora tenía una gran rajadura por el medio, como si fueran los dientes de una sierra.

    Inmediatamente, Molly dio un paso atrás, pero la Señorita Moffat permaneció donde estaba, y con un movimiento de muñeca, hizo que su varita llegara a su mano.

    No hagas movimientos bruscos, le susurró a Molly.

    De adentro del huevo, venía un sonido sordo, y la rajadura se empezó a expandir.  La Señorita Moffat no hizo más que parpadear, mientras mantenía la vista en el huevo que se quebraba.

    De pronto, la parte superior del huevo se abrió, cuando una cabeza forzaba su salida de los confines del huevo, hacia el mundo.

    Una cabeza roja con escamas, cubierta con pedacitos de cáscara de huevo y una sustancia viscosa, apareció y observó a Molly y a la Señorita Moffat, con ojitos de bebé dragón.

    Statuam, la Señorita Moffat sacudió su varita mágica hacia el bebé dragón.

    El bebé dragón se volvió a meter al huevo, para evitar el hechizo.  Sacó su cabeza del huevo y siseó hacia la Señorita Moffat, y luego estiró sus alas y voló hacia Molly, aterrizando en su hombro.

    No te muevas, dijo la Señorita Moffat, cuando apuntaba su varita al dragón.

    El dragón siseó, luego abrió su boca y echó fuego directo hacia la varita de la Señorita Moffat, provocando que la punta de la varita comenzara a chamuscarse.

    La Señorita Moffat la tiró al suelo, y rápidamente zapateó sobre ella, antes de que se quemara más.

    Molly no pudo evitar reírse.  La Señorita Moffat se quedó viéndola.

    Al parecer, ustedes dos se conocen muy bien, así que puedes ir adelante, dijo la Señorita Moffat sarcásticamente.

    Molly observó al dragón; todavía estaba agarrándose fuertemente a su hombro.  Ella ya no le tenía miedo, más bien pensaba que era bonito.

    Sé bueno, le susurró, antes de continuar lentamente la caminata por el bosque.

    El dragón permaneció encaramado en el hombro de Molly, como una estatua.  Ocasionalmente, sacaba su lengua larga y seca y lamía su cara, lo cual le hacía cosquillas a Molly y la hacía reír.

    La Señorita Moffat caminó justo detrás de Molly, con su varita medio quemada, apuntando al dragón.  Molly se sentía aliviada de ya no tener que seguir cargando el huevo, solo esperaba que el dragón no chamuscara su cabello.

    Al fin, llegaron de regreso a la Academia.  El dragón miraba para todos lados, tratando de asimilar lo que le rodeaba, luego olfateó un rosal que había cerca, y dejó salir un estornudo.

    ¿Vamos a ir al libro?, Molly le susurró a la Señorita Moffat.

    No, la Señorita Moffat sacudió la cabeza.  Es demasiado joven, lo vamos a tener que criar aquí.  Conozco el lugar ideal, sígueme, salió caminando a zancadas por el patio.

    Molly parpadeó, no estaba muy segura de cómo se sentía con que la Señorita Moffat ya no estuviera apuntando su varita al dragón.  El dragón se veía lindo y amigable, pero aun así, ella llevaba a una criatura que echaba fuego, sobre su hombro y la directora iba diez pasos adelante de ellos.

    El gran vestíbulo de la Academia, estaba vacío, porque todas las maestras y estudiantes todavía seguían haciendo la búsqueda en el Bosque Tenebroso.  Una estatua de bronce, de una mujer con un vestido largo estilo griego, con una corona de hojas en el cabello, contuvo el aliento al ver al dragón.

    Nada que ver aquí, indicó la Señorita Moffat.  Solo un bebé dragón cortesía de mi personal, tratando de restarme autoridad.  Dejo entrar a estas niñas a mi casa, les doy un techo, les doy comida exquisita y la mejor educación en magia, y ellas tienen el descaro de hacerme esto, protestó.

    Molly siguió a la Señorita Moffat hasta el fondo de la Academia y la observó de manera

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