Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Armario de letras
Armario de letras
Armario de letras
Libro electrónico614 páginas8 horas

Armario de letras

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

En un armario se esconde un centenar de historias de distintos países esperando ser descubiertas. En él se resguardan letras de: Venezuela, Paraguay, México, Colombia, Argentina, Perú, Ecuador, Nicaragua, Uruguay, Chile, Guatemala, El Salvador, Bolivia y Costa Rica.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 abr 2018
ISBN9781370304448
Armario de letras

Lee más de Caza De Versos

Relacionado con Armario de letras

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Armario de letras

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Armario de letras - Caza De Versos

    Armario de letras

    Smashwords Edition

    Publicado: 2018

    Categoría: Cuentos

    ARMARIO DE LETRAS

    En un armario se esconde un centenar de historias de distintos países esperando ser descubiertas. En él se resguardan letras de: Venezuela, Paraguay, México, Colombia, Argentina, Perú, Ecuador, Nicaragua, Uruguay, Chile, Guatemala, El Salvador, Bolivia y Costa Rica.

    Armariolimpio7

    AUTORES

    Agostina Aondio (Argentina)

    Rafael González (Venezuela)

    María Gabriela Pabón Hernández (Colombia)

    Luis Fernando Martínez Mena (Ecuador)

    Laura Estefanía Almeciga Avellaneda (Colombia)

    Luisa Fernanda Martínez Lozano (México)

    Carmen Sofía Herazo Saavedra (Perú)

    Estella Bellan Silvera (Venezuela)

    César Andrés Arguedas Morales (Costa Rica)

    Luz Romina Melgarejo Colmán (Paraguay)

    Diego Adolfo Gutiérrez Pérez (Nicaragua)

    Rosa del Valle Rivas Florenzano (Venezuela)

    David Alejandro Agama Mosquera (Ecuador)

    Serafina Paola Devia Herrera (Chile)

    Eric Abraham Romero Sardinas (Bolivia)

    Lizeth Guadalupe Uribe Navarrete (México)

    Esther Marisol Díaz Calvimontes (Bolivia)

    Jéssica Pamela Galarza Ortiz (Ecuador)

    Sofia Toro Osorno (Colombia)

    Loida Torres Quintanilla (El Salvador)

    Catalina Andrea Valenzuela Arce (Chile)

    Alejandra Percuoco Gunther (Venezuela)

    Angélica Marlene Sánchez Enríquez (México)

    Santiago Ramírez Couselo (Venezuela)

    Raiza Alexandra Arellano Delgado (Venezuela)

    Yoryina Blanco Martínez (Costa Rica)

    Felipe Rodríguez Pérez (Colombia)

    Greiyz Katherine Vallejo Cerón (Ecuador)

    Adrián Alejandro Chaviel Muñoz (Venezuela)

    José Uriel Sánchez Zepeda (México)

    María José Espinoza Vilela  (Perú)

    Fabrizio Jesús Huamán Lizama (Perú)

    Mathew Laverne (Paraguay)

    Abdiel Haniel Coico Lama (Perú)

    Bryan Duarte Lozano (México)

    Susana Maciel Obregón (Paraguay)

    María Fernanda López Vega (Bolivia)

    Solanger Lissette Crocker Schaffner (Uruguay)

    Junior Abdon Duque García (Venezuela)

    Orianna De Los Ángeles Sánchez Hernández (Venezuela)

    Jhon Elvis Zapata Santamaría (Perú)

    Odalys de la Cruz Paraguán Mora (Venezuela)

    William Lupercio Ruiz Zambrano (Ecuador)

    Melvy Valeria Vásquez Romero (Bolivia)

    Tiare Paola Portilla Marín (Chile)

    Osvaldo Edgardo Villalba (Argentina)

    Luján Divina Esperanza Brítez Antúnez (Paraguay)

    Carolina Pilar Llanos Gironda (Bolivia)

    Oscar Ignacio Huailla Ocsa (Perú)

    Gretel Diana Vera Amarilla (Paraguay)

    Efraín Esteban Calixto Salazar (Perú)

    Manuela Gaviria Hijuelos (Colombia)

    Lizza Gisselle Romero Acosta (Paraguay)

    Tania Celeste Velázquez Villalba (Paraguay)

    Yoryina Blanco Martínez (Costa Rica)

    Álvaro Andrés Crovo Godoy (Colombia)

    Edelweys Schaffner Rohrer (Uruguay)

    María Paula Calle Henao (Colombia)

    Karla Estefanía Páez Guillen (Venezuela)

    Dissavok Gamboa (Venezuela)

    Aryatna Sinay Paspuezán Cusme (Ecuador)

    María Fernanda Hernández Avellaneda (Colombia)

    Jhoisymar Eliana Tito Herrera (Perú)

    César Daniel Ortega González (Paraguay)

    Orlando Rosales Suárez  (Venezuela)

    Jessica Analía Mascareño Melgarejo (Paraguay)

    Valeria Cristina Barbecho Anguisaca (Ecuador)

    Tobias Joel Fernandez (Argentina)

    Damelis Julieta García (Venezuela)

    Kevin Xavier Obregón Polanco (Nicaragua)

    Luz Romina Melgarejo Colmán (Paraguay)

    Rosa del Valle Rivas Florenzano (Venezuela)

    Zoraida Ysabel Zambrano Sánchez (Venezuela)

    Rossi Nayeli García Montezuma (Ecuador)

    Wolfang Eduardo Solano Valencia (Colombia)

    Luis Carlos González Arrambide (México)

    Luz Romina Melgarejo Colmán (Paraguay)

    Xochitl Francisca Guerrero Banda-Mariposa Guerrero (México)

    Elida Beatriz Mesia Gutierrez (Perú)

    Marian Evian Urbina Rivas (Nicaragua)

    Javier Ronaldo Castillo Panique (Bolivia)

    Manuela Diosa Puerta (Colombia)

    Heber Antonio Hernández Grijalva (Guatemala)

    Nitzarandini Jimenez Reyes (México)

    Gabriel Armando González Giannotti (Venezuela)

    Javierlis Aliana Oviedo Liccien (Venezuela)

    Stephany Zuluaga Giraldo (Colombia)

    Tania Monserrat De La O Esquivel (México)

    Nelly Del Valle Pérez Acosta (Venezuela)

    Wilmer Omar Apolinar Maldonado (Venezuela)

    Milanllela Gómez (Venezuela)

    Dayana Liset Zambrano Ortega (Ecuador)

    Stefanie Deusinger (Paraguay)

    Ámbar Francisca Isabel Tobar Mena (Chile)

    Rosita Lucia Quiroz Catuto (Ecuador)

    Yording Alberto Rayo Torrez (Nicaragua)

    Nayda Yenifer Llallahui Bautista (Perú)

    Dayana Rada de Gomes (Venezuela)

    Alberto Antonio Vásquez Indriago (Venezuela)

    Mirna María Hernández Lima (Guatemala)

    William Pulido Cardozo (Colombia)

    Oscar Daniel Secaira Chamba (Ecuador)

    Pedro Ordaz (Venezuela)

    Sarai Jaimes Sierra (Venezuela)

    Angie Daniela Hernández Bejarano (Costa Rica)

    Alberto Alexander Robles Loaiza (Ecuador)

    Andrea Narváez (Venezuela)

    Fany Escarleth Rodriguez Jarquin (Nicaragua)

    Germán Arturo Arévalo Tovar-Hijo de la rabia (Colombia)

    Yerson Ariel Vargas Galeano-Reflex (Colombia)

    Marta Elena Crespo Pedroza (Venezuela)

    Dayann Alejandra Sánchez Granda (Ecuador)

    Mariajosé Jara Bravo (Perú)

    Angel Daniel Freire Izquierdo (Ecuador)

    Gloria Margarita Baltodano Marcia-Glow (Nicaragua)

    Mariela Nohely Yanez Rondon-La pluma Rosa Zenay (Venezuela)

    Camilo Armando Chavarría Mendoza (Nicaragua)

    Eliana Soza Martínez (Bolivia)

    Eliú José Viloria Sandoval (Venezuela)

    Sara Ramírez Posada (Colombia)

    Nathalia Rosmary Villagra Caballero-Nath Ross (Paraguay)

    Gabriela Niseth Garza Fernández (México)

    Agostina Aondio (Argentina)

    Andrés Felipe Zapata Betancur (Colombia)

    Fabián José Carrión Rivera (Ecuador)

    David Santiago Ortegón Trujillo (Colombia)

    Mariano Nicolás Lena (Argentina)

    Camila Alejandra Vera Chiluiza (Ecuador)

    Estefanía López (Colombia)

    Kimber Yeol Seong Martínez (Guatemala)

    Carina Henríquez Hernández (Venezuela)

    Agostina Aondio (Argentina)

    Evelio Francisco Romero Valles (Venezuela)

    Nicolas Baez (Paraguay)

    Víctor Benuri Guardado Núñez (Nicaragua)

    Fabiana Isabel Pérez Silva (Venezuela)

    Luz Marina Arellano Ramírez (Venezuela)

    Camila Alejandra Vera Chiluiza (Ecuador)

    William Lupercio Ruiz Zambrano (Ecuador)

    ARMARIO DE LETRAS

    Querida señorita Realidad

    Soy una persona fanática de los ensueños, por lo que, querida señorita Realidad, usted que al nombrarla, hace que mi boca tome un sabor cobrizo, que se burla de todo ser vivo que habita en el planeta, que se torna oscura con el paso del tiempo, que repele los abrazos, que es de pocos amigos. Quiero decirle que mi odio hacia su persona es demasiado grande como para caber en mi pobre alma y, que no hay día en que no me desilusione o me provoque una desdicha.

    A usted, que es poco amigable, quiero decirle que con el tiempo he aprendido a aceptarla, o al menos intentarlo, pero que no hay posibilidad de que pueda hacerlo completamente porque, querida, para cuando eso suceda, yo ya estaré muerta, y ni la verdad, ni la justicia, ni la política, ni las promesas que han quedado en el olvido, podrán salvarme de tal tragedia porque, seamos realistas, siquiera el señor dinero podrá hacerlo.

    ¿Quién es en verdad? ¿Por qué todo el mundo lo ama? Querida, dile que también lo odio, y que mi desprecio será infinito, que la avaricia consumirá al mundo que lo rodea, que sus amigos dejarán de ser amigos, y solo serán simples interesados. Y que jamás podrá salvar al mundo porque a esas alturas, habrá perdido su valor, como todo aquello que alguna vez existió.

    Agostina Aondio (Argentina)

    La piedra y la vela de carnaval

    En una conversación con la familia y amigos, Gustavo frena la desbocada carrera que trae su hijo de 11 años, quien pretende cruzar la sala gritando:

    -¡Tírale, tírale, tírale!

    Se refiere el niño al mandato que hace a sus amiguitos que están en el jardín principal de la vivienda lanzando bombitas de agua a quien camina por la calle de la urbanización.

    Comienza el carnaval, los estudiantes se alborotan; y casi siempre culminan en sus casas, lo que comenzaron en el liceo: lanzar bombas de agua a la gente que transita por el sector…o entre ellos mismos. Gustavito, vestido aún con el uniforme azul de su colegio, detiene la carrera y, en tono irreverente, pregunta a su padre:

    -¿Qué te pasa… ahora qué hice?

    El apenado padre voltea la mirada hacia los adultos, sin tener tiempo para recibir respuesta de ellos; pero retoma la condición de mando de la familia, y pregunta a su menor hijo:

    -¿Para dónde vas con esa carrera, por qué nos interrumpes?

    -Ay pa' ¿no ves que estamos jugando carnaval, mi hermanita, yo y mis amigos del colegio? Déjame tranquilo -dice Gustavito

    -¿Pero, qué llevas en las manos hijo? -dice el padre al sobreprotegido y envalentonado niño.

    -¿No ves?…Unas bombas -responde.

    El padre toma las bombas y se percata que están congeladas, duras como rocas. Vuelve la mirada nuevamente a los presentes que yacen apoltronados en los mullidos muebles, con actitud de desconcierto; dirige la mirada a Miriam, su esposa, madre de Gustavito; y dice:

    -Espera aquí, no te vayas -dándole la orden a su hijo.

    Gustavo padre va al patio trasero de su casa, toma una piedra y una vela, y regresa raudo y veloz a la sala donde lo esperan su esposa, sus amigos y su hijo menor.

    Al llegar frente al hijo le dice:

    -Toma hijo -le entrega la piedra y la vela.

    Gustavito toma aquellos implementos, aún más desconcertado que los adultos presentes. Los mira fijamente, frunce el ceño, ve la cara de su padre y pregunta:

    -¿Qué es esto, pa'?

    El padre, en tono seguro y parsimonioso le responde:

    -¿No querías lanzar esa bomba de agua congelada a una persona, sin darte cuenta del daño que podrías ocasionar? Bueno, anda, lánzale la piedra; con ella seguramente lo podrás matar al igual que con esa bomba congelada.

    -¡Gustavo…! -increpa la madre del niño en tono de reclamo.

    El esposo, moviendo la mano con la señal de alto, frena la participación maternal de la esposa y se queda mirando a su hijo, quien no termina de entender y mantiene los objetos en sus manos.

    De inmediato reacciona y hace una pregunta.

    -Bueno, pa'…y ¿la vela para qué es?

    El padre, con tono de vencedor, toma aire para responder.

    -Hijo, la vela es para que la lleves encendida cuando saquen mi cadáver de esta casa a causa del dolor que podrías ocasionarme cuando me vengan a informar que has matado a alguien con la piedra.

    El silencio cubrió la sala. Los adultos, atónitos por el mensaje se quedaron esperando la reacción de Gustavito.

    El niño, perplejo, confundido y asustado, echó a correr por el pasillo buscando su habitación y se lanzó en la cama… a llorar.

    Gustavo, su padre, lo siguió hasta su cuarto, y con la premonición de la escena que conseguiría se recostó en la cama, a su lado, y le interrumpió el sollozo diciendo:

    -¿Qué te pasa, qué te hice?

    Gustavito, entre el llanto y la vergüenza, levantó el infantil rostro y logró decir:

    -Pa' tú no te vas a morir por mi culpa; no lo hago más. Te quiero mucho -terminó diciendo bordeando el cuello de su padre con un abrazo de amor.

    Casi al mismo tiempo, cuando ocurría esta escena, salió Miriam al jardín, gritando.

    -¡Ya basta! Se acabó el jueguito con agua; no queremos una desgracia en esta casa -dirigiéndose a los niños que se quedaron esperando a Gustavito.

    La tertulia siguió en la sala, y la escena entre padre e hijo fue el tema principal de los adultos, mientras compartían el brindis por la llegada del carnaval.

    Rafael González (Venezuela)

    Ojo por ojo

    El aire estaba pesado, como respirar humo, aunque en verdad no podría estar más puro, eso es lo que ocurre cuando dejas de respirar por mucho tiempo, cuando lo haces de nuevo duele, y mucho. El ambiente era tétrico,  aunque ¿Qué se puede esperar de un cementerio? Miro a mi alrededor, asegurándome de que no haya nadie, estaba en una situación bastante comprometedora; mi ropa la más fina con la que nunca me logre vestir, estaba llena de tierra y ni hablar de mis manos que estaban sangrando,  hasta aquí no es tan raro, si omitimos que estoy sentado en una tumba abierta.

    -¿Qué hace un muchacho como tú en este lugar?…Tan tarde, en la noche.

    Ante mí está un hombre, bastante viejo y demacrado con una pala, supongo que es el sepulturero.

    -No me lo creerías si te lo contara.

    -Créeme, conozco historias más raras -el hombre se transforma en una bellísima dama de negro: la muerte.

    -Tengo que admitir que estoy impresionada, no todos los días alguien se escapa del infierno… aún menos después de una semana de muerto y enterrado, se supone que te debo llevar de regreso.

    Me recorre un escalofrió de solo pensar en regresar, a diferencia de la creencia popular,  el infierno es todo lo opuesto a caliente, podría decir que es la nada absoluta, lo describiría como estar  flotando en el vacío, sin agua, comida, ropa, o alguna persona, solo tú y el infinito… aterrador, la personificación de los miedos humanos.

    -No planeo regresar.

    -No planeo llevarte de regreso, no aún… te propongo un trato.

    -¿Qué quieres?

    -Mata a tu asesino y yo te dejaré vivir. 

    -Acepto -dije sin pensar– pero ¿qué ganas tú?...

    No me deja terminar antes de desaparecer dejando solo a su paso un sobre y un arma. Tomo la carta, leo el nombre y la dirección donde vive… sonrió y comienzo a caminar.

    Recuerdo el día de mi muerte; estaba de fiesta con mis amigos, admito que estaba algo tomado, pero esa no era razón para dejarme morir, recuerdo que estaba caminando por la calle, hasta que apareció el auto y me golpeó, es borroso. Solo sé que cuando desperté del golpe, estaba mi cuerpo inerte en el piso y el hombre que me mató salía corriendo, subía a su auto y desaparecía en la noche, estuve presente cuando encontraron mi cuerpo… Nadie lloró, no tenía a nadie esperándome en casa.

    Llego a la dirección, una hermosa casa, y desde la ventana veo a una niña que está jugando con su padre, el hombre que me atropelló, noto la foto en la pared; 

    una mujer sonriente sostiene un vientre abultado de la mano de su marido, lo curioso es que no veo más fotos de la ella.

    -Mi familia es linda, me quedo aquí a verlos día y noche –escucho decir a alguien que toca mi espalda- Morí en el parto de mi hermosa hija, pero su padre la cuida muy bien… no lo mates, ella no tiene a nadie más -aquí está la mujer de la foto- Sé lo que mi marido te ha hecho, pero también sé que es un buen hombre, no acabes con su vida.

    -Tengo que hacerlo.

    -Estás tan desesperado por volver a vivir, no has desperdiciado ya suficiente tu vida como para desperdiciar la de otro, no te queda nada en este mundo y aún así quieres regresar.

    -No quiero ir al infierno

    -Te aseguro que matando a un hombre solo lograrás regresar.

    Tomo el arma en mis manos, siento el peso de ella… he hecho muchas cosas malas en mi vida, pero nunca pensé en matar a un hombre, el arma poco a poco cae de mis manos.

    -Déjame llevarte a un lugar mejor -la mujer sonriente me toma del hombro.

    -No puedo entrar.

    -El perdón te puede hacer libre de muchas formas, y esta es una de ellas.

    La sed de venganza no me dejaba avanzar, sin embargo, no se tiene que pagar ojo por ojo ni diente por diente para poder olvidar.

    María Gabriela Pabón Hernández (Colombia)

    ¿Cómo encontrar el amor?

    Muchos tratan de buscar algo muy parecido a lo que son y esto puede resultar mal cuando no hay propósito.

    Una bella pareja de águilas muy dóciles cuidaban de un huevo, la pareja de aves estaba muy emocionada pues era el primer hijo que tendrían y posiblemente el último ya que estaban por llegar a los treinta y nueve años de edad. Como pocos saben, el águila puede llegar a ser el ave más longeva y vivir setenta años, pero a los cuarenta tiene sobrepasar una etapa muy dolorosa.

    Cuando eclosionó el huevo, salió un tierno polluelo muy cariñoso y amigable, sin duda trajo alegría a sus padres. Estos se esmeraron por cuidar de él y proveer el alimento necesario para que creciera grande y fuerte.

    Un día cuando el padre salió en busca de alimento fue atacado por un cazador y tras un disparo se desplomó sin vida al suelo. Al pasar de las horas la madre angustiada y hambrienta salió en busca de su pareja pero solo pudo encontrar el cuerpo, ella con tristeza buscó comida y regresó a su nido con dos cosas, alimento para su hijo y una mala noticia.

    Con el tiempo, la madre supo cuidar al polluelo hasta que se convirtió en una gran águila, ya podía sustentarse por sí mismo y salió del nido. Sin embargo, ella estaba empezando una dura etapa, sus plumas ya viejas y pesadas impedían su vuelo, además, su pico curvo que no le dejaba comer. La madre tenía dos alternativas: dejarse morir o arrancarse las plumas y golpear su pico hasta romperlo…Y optó por sobrepasar la etapa y seguir adelante.

    Por desgracia, un día cayó en una cueva, no había manera de que pudiera salir, anhelaba poder regresar al vuelo y probar el alimento que no consumía desde hace tres meses. Desahuciada y sin esperanza de vida, decidió dejar todo y morir.

    Inesperadamente, al salir el sol, se pudo ver un águila sobrevolando el área en busca de su primer amor. Aquel que cuidó de él cuando era indefenso. Era el polluelo que creció y volvió para protegerla.

    Al llegar a la cueva con comida en su pico pudo brindarle alimento. Buscó tanto en los alrededores y no se rindió hasta que la encontró.

    De esta forma, mostró gratitud y amor verdadero hacia su familia, hacia quien le dio la vida: su madre.

    Luis Fernando Martínez Mena (Ecuador)

    Un abuelo sabio

    Tras cincuenta años de no haber estudiado, Óscar (un anciano que superaba los setenta) decidió ir a la escuela para retomar sus estudios y revivir aquellos momentos de su infancia donde se divertía.

    Su primer día estuvo lleno de insultos por parte de los niños, hasta que una vez a uno se le murió su perro. En esa ocasión, Óscar le dio un consejo para superar el suceso, desde ahí todos los niños comenzaron a compartir sus historias con él.

    Un día, en el colegio realizaron un concurso y una niña de su grupo no se sentía muy bien al escuchar sobre este evento ya que pensaba que perdería al llevar su trabajo pues no estaba satisfecha con lo que había hecho durante días aunque todos le mencionaban que era perfecto.

    -Nunca debes sentirte derrotado antes de tiempo. Todo esfuerzo trae su recompensa, te darás cuenta de ello si confías en ti -le dijo Óscar.

    La niña ganó el concurso, y tiempo después, Óscar tuvo que irse de la escuela ya que estaba muy enfermo, necesitaba permanecer en casa. Lamentablemente, a la semana murió, pero dejó una gran lección. No se necesita ser doctor para salvar una vida, a veces solo basta empatía y amor.

    Laura Estefanía Almeciga Avellaneda (Colombia)

    El sueño de un doctor

    Se escuchaban las risas de un bebé otra vez, fuera de un niño o una niña, soltaba una carcajada que era contagiosa. Ahora se escuchan sus pasos, pero en un abrir y cerrar de ojos se alejan. Entonces comienzo a caminar para encontrarlo y abrazarlo, pero me doy cuenta de que estoy en un laberinto otra vez, busco el porvenir de la hermosa risa, de ese angelical sonido y camino por un largo pasillo, cuando de pronto las paredes se cierran y el bebé que por un momento se reía, ahora llora desesperadamente sin parar, como si alguien le estuviera haciendo algún mal, pero ¿Qué le estaba pasando? Yo quiero ayudarlo, sin embargo, solo despierto…abrumada y agotada otra vez, de haber tenido esa misma pesadilla. Es el momento en el que comienzo a sentir culpa, a pensar si había tomado la decisión correcta ¿Lo había hecho bien o mal? La vida está llena de decisiones y es desesperante dudar si había tomado el camino correcto. De pronto salgo de mis pensamientos cuando mi esposo se despierta también. 

    - ¿Estás bien amor? -dice acariciando mi mejilla. 

    -Tuve otra vez aquella pesadilla que te he estado contando -le digo con lágrimas en los ojos- ¿Qué horas son? 

    -Tranquila, ven a mí-me recarga en su pecho- Todo va a estar bien, solo son las cuatro de la madrugada, mañana es domingo descansaremos y recuerda que será un gran día. 

    -Está bien -le contesto limpiándome la nariz y sintiéndome más tranquila. Sin embargo, mis pensamientos regresan, no por favor.

    El sol salió iluminando y resplandeciendo aquel hermoso domingo, era 30 de noviembre, fecha en el que el otoño ya está a varias semanas de terminar y el frío se aproxima a la ciudad. Me paro y escucho en la cocina que Eduardo prepara algo, me llega el olor de un delicioso desayuno y con felicidad bajo anticipadamente. Llego a sus brazos y estoy tan agradecida por tenerlo. 

    -Buenos días -me dice sonriendo mientras estamos abrazados- ¿Ya te encuentras mejor? 

    -Vaya que sí, a pesar de estar pensando y pensando en el asunto, finalmente pude dormir.

    -Tranquila todo saldrá bien, aquí estoy… vamos a apresurarnos que tenemos cita con el Doctor.  

    Solo le asiento y en mis pensamientos llegan los mejores momentos que hemos vivido juntos. Llevamos dos años de casados y recuerdo el primer momento en el que le vi y acerté con pensar que sería mío; su paciencia, honestidad, caballerosidad y respeto fue algo que no pude ver en alguien más. Definitivamente soy afortunada. 

    Después de desayunar y arreglarnos, nos fuimos dispuestos al consultorio del doctor Roberto. Justo cuando llegamos la secretaria nos atendió con amabilidad, pero nos comentó que otro doctor nos atendería y esperamos en la sala. Lo más devastador fue escuchar que ya era mi turno, estaba tan nerviosa y ansiosa que di las gracias a Eduardo por pasar conmigo. 

    Al entrar al cubículo me vi incapaz de admirar aquel lugar, estaba tan bien diseñado, tenía un toque moderno y contemporáneo. El médico permanecía sentado tras su escritorio y con gusto se presentó. 

    -Buenos días, soy el doctor Carlos, un gusto. 

    Ambos estrechamos la mano y nos presentamos. 

    - ¿Qué tal cómo se encuentran? -pregunta el doctor. 

    -Muy bien - le contesta mi marido amablemente. 

    -Me da gusto…lo siento por el inconveniente, pero mi compañero Roberto no está hoy para atenderlos, sin embargo, yo mismo los consultaré -dijo volteándose hacia el archivero grande que estaba atrás de él, tomando una carpeta beige. 

    En ese preciso momento, mi corazón comenzó a latir a mil por hora sin querer escuchar una desagradable noticia. Pero para mi suerte… 

    -De acuerdo, nada más sería la revisión por el procedimiento -dijo el doctor cándidamente, cuando abriendo el documento su rostro de color se volvió pálido y pasando saliva volteó con espanto hacia nosotros. 

    -Temo decirle que su bebé…ya no está en su vientre. 

    -Pero si eso ya lo sabemos -contesta Eduardo con molestia- Hemos venido para verificar la salud de mi esposa, el aborto fue un éxito, ese niño venía con síndrome de Down, ¿Por qué tendría que venir a sufrir en este mundo? 

    Volteo hacía el joven doctor que se quedó congelado y comienzo a sentir una terrible culpa al analizar su expresión de angustia y espanto cuando me ve a mí, ¿Acaso no debí hacerlo? ¿Hice algo incorrecto? El doctor sólo se volteó y se fue de aquella sala, ni siquiera se despidió, sólo abrió la puerta y ahí nos dejó. Parecía como si hubiéramos tocado un espacio profundo de su corazón, como si hubiéramos destruido uno de sus sueños.

    El doctor decidió salirse de ese lugar, ni siquiera le hizo la revisión a aquella mujer, ¿Cómo podían haberle asignado consultar a esa persona? No podía contener las lágrimas, él soñaba con tener hijos, anhelaba sentir las patadas de un bebé en el vientre de su esposa, escuchar sus primeras palabras, ayudarlo a dar sus primeros pasos y acompañarlo en su primer día de clases, pero desgraciadamente era infértil, no podía dar a su mujer la oportunidad escuchar a un pequeño decirle mamá.

    Se sentía inútil; y que esta pareja abortara a un niño era como si alguien teniendo el cielo decidiera escoger el infierno. Ellos habían tenido en sus manos el sueño de su vida. Ese bebé era una bendición, un regalo de Dios y ellos, ellos sólo lo mataron.

    Luisa Fernanda Martínez Lozano (México)

    Ideas

    Con las ideas en la mano, asomándose a conocer mi inspiración, te vi llegar una tarde, no sabía quién eras, pero ellas sí, y cual mágico transporte, las sentí en mi mente, aconsejándome ser cortés, colocaron la risa en mi boca, el brillo en mis ojos, y la filosofía en las palabras, se vistieron de alegría, y pasearon por mis venas, dejando a su paso la gracia, el ingrediente inicial para una amistad.

    Me susurraban al oído, caminaban de la mano, cantaban, haciéndome participe de sus locuras, las vi tan felices, y reía con ellas todo el tiempo, era incomprendida como ellas.

    Desbordante felicidad, semejante invento, pensé -ellas corrigieron al unísono: es real.

    Insistí en mi mente que no existía un ser así, voltearon a mirarme a carcajadas, me sentí contagiada, aquella mirada que me lanzabas, la asimilaban como si se tratara de un chiste, y reía con ellas, reías conmigo.

    No siempre tenía la dicha de verte, sin embargo ellas se encargaban de mantener fresco tu recuerdo descubriendo virtudes a cada momento. Prodigiosa simpatía, circulaba en sus voces e imitaban tu mirada haciéndome sonreír, estaban decididas a no parar, eran alegres, incluso con fiebre espantaban el mal humor con canciones de optimismo tan solo para que a tu llegada haya transcurrido el día entre risas.

    Salían del portal de mi mente a nadar en los libros, en el tuyo, en el mío y nacía la conversación. Volvíamos a fijar la atención en las páginas, las ideas volaban a tu alrededor, no las vi, me contaron, te sugirieron que me abrazaras y obedeciste, solo cuando te fuiste, mientras ellas por primera vez guardaron silencio, cruzaste la puerta, y se aventuraron a pasear por mis venas, esta vez a una velocidad que no conocía.

    Las páginas me llamaban y me senté a leer el mensaje que tenían para mí, te seguí viendo, reíamos hasta que un día no regresaste, prefiero creer que eres un invento, como lo creí inicialmente, porque de creerte real, mis ideas se irán detrás de ti y la alegría con ellas.

    Carmen Sofía Herazo Saavedra (Perú)

    El cuento

    Amaneció de nubes bajas y horizonte incierto, y bloqueó mi apetito del alba. La modorra de la noche deshilachaba mi mañana torpemente y mi cabeza buscó la razón de mi bruma en la almohada cercana.

    Hoy me toca ir de duelo. Nadie me lo pidió, pero mi cuerpo lo reclamó. Mis piernas cortaron el aire pétreo de la habitación y se apoyaron, torpes, en el suelo. El torso erguido y la cabeza gacha; fui una sirena imposibilitada de andar.

    Bajé por fin de la imaginación a la sensibilidad y me levanté. Los brazos como estacas, empujaron mi resistencia a deambular por este día abandonando ese refugio fugaz que es la cama.

    La ducha, la ropa, el café, las llaves, la calle y el ruido disiparon la niebla de mi cabeza, todavía arropada por la tibia sensación de cobijo que recogemos con desgano cada mañana, al abandonar la casa.

    Mis piernas obedecieron y caminé hasta mi amigo muerto. Me despedí con cierta rabia.

    Ahí supe que había comenzado mi día nuevo. Vi los rayos del sol atravesando los arboles que él tanto amó. Ellos iluminaban los escalones que me llevaron hasta esa escena tantas veces repetida en la memoria de los hombres, iluminada como la pintura de Van Eyck o sombría como la de Caravaggio.

    Y otro día comenzó de la mano del adiós.

    Estella Bellan Silvera (Venezuela)

    Ser

    Hoy declaré la libertad a mi ser.

    Al ceremonial asistieron algunos fantasmas internos, que me invitaron a bailar el último vals. El dolor que agudizaba mis sentidos dejó una nota llena de recuerdos y se marchó a través de mis ojos, humedeciendo mis mejillas. El vacío de mi pecho, dejó una excusa piadosa de último momento y desapareció en el olvido. Mis miedos al parecer se aplacaron y se fueron al oír los tambores del positivismo y las trompetas de la esperanza. La felicidad decoró una sonrisa en mi cara. Y la vida me otorgó el título de la paz y las alas de la emancipación para llegar a mis anhelos. 

    Las cadenas caen y los sueños florecen.

    ¡Qué hermoso es ser libre!

    ¡Qué hermoso es amarse!

    César Andrés Arguedas Morales (Costa Rica)

    Mi amiga Beth

    Cuando yo era pequeña tenía una amiga que se llamaba Beth, así como una oveja, ¡Beth! Estaba conmigo todo el tiempo, en las horas de juegos de la escuela nos encantaba jugar en las hamacas, y apreciar como el suave viento movía las hojas de los árboles, las flores, y la bandera, en lo más alto del mástil en medio del patio. Los viernes en la escuela eran los días más relajados, habían niños jugando fútbol, corriendo, otros ayudando a limpiar las salas de clases… se podía observar el agua escurrir y al sol chocar con sus rayos sobre ella, creando un reflejo. Recuerdo todo así, tan intenso, tan bello, tan sereno…

    Yo solo tenía 7 años, y me daban miedo los cambios, no me agradaba que el año lectivo terminara para que diera inicio otro, pues cambiaríamos de sala, de profesores, y habría nuevos compañeros a los que no conocía, no sabía llegar a la gente, me costaba mucho hacer nuevos amigos pues era muy tímida, y el problema principal ese año era que mi amiga Beth iría a otro país. Eso cambiaba totalmente mis planes, porque desde luego ya teníamos todo planeado; el colegio al cual iríamos, la universidad, y hasta dónde serían nuestras casas después de casarnos (lógicamente una pegada a la otra).

    ¿Qué haría yo en los tiempos libres de la escuela, en las tardes libres en mi casa, a quién llevaría a pasear con mi familia, quién me acompañaría en las cenas y cumpleaños? Y lo más importante aún, ¿A quién le contaría mis proyectos, mis sueños?, ¿Quién idealizaría las fantasías de aquel mundo perfecto conmigo? Era eso lo que importaba en aquel entonces, tal vez no tanto la realidad, sino la utopía del mundo perfecto y vivir en sueños y en fantasías que sonaban tan reales cuando las imaginábamos juntas.

    Era octubre, faltaban tan solo dos meses, para la despedida, le escribí cartas y ella también a mí, me regaló un dulce y un tierno retrato mío, aunque impreciso, borroneado, y algo arrugado, mostraba características únicas, una bella sonrisa deseándome que nunca se me borrara del rostro, un corazón y un listón para el cabello color azul, mi color favorito.

    Las tardes se hacían pesadas, en donde antes había belleza ahora solo había tristeza, me imaginaba que los días sin ella serían como los días de lluvia, en los que no sales a jugar, solo esperas que la lluvia pase, pero no sabes cuándo va pasar, solo lo esperas. Así me sentía, y creo que ella se sentía de la misma manera, no sabíamos cuando iba a volver, ni siquiera si volvería, sería como esperar que la lluvia pase, sin saber si algún día volverá el sol. Ya lo sé, es algo que tal vez les parezca exagerado, pero díganme; ¿Acaso nunca se les ha marchado su mejor amiga?, y más en ese momento tan crucial de la vida que es la infancia, donde por primera vez experimentas una pérdida, cuando pensaba que las cosas eran infinitas, que la vida no acababa, que tras el episodio anterior de mi dibujo animado siempre vendría otro. Cuando creía que todo era para siempre.

    Y justamente, nos hicimos la promesa de ser mejores amigas por siempre, de mantener contacto, y por más que se fuera a otro país o a otro continente nada iba a cambiar.

    Llegó el día, como olvidarlo, era el último día de clases, hicimos un brindis y muchos carteles para desearle un buen viaje. Hicimos nuestra última caminata juntas de la escuela a nuestras casas, no pudimos evitar emocionarnos a mitad del camino, mientras hablábamos de nuevos planes, de cómo sería su regreso al país y las cosas que haríamos juntas, de que tal vez vendría a finales del próximo año, y que si así fuese me traería regalos, me contaría como es por allá, cómo le fue, y los amigos que hizo, pero claro la mejor amiga siempre sería yo, pues ese lugar ya me lo había ganado, no solo por los juegos y el tiempo compartido, sino porque las dos sentíamos por la otra un amor incondicional que no podría ser remplazado por nada ni por nadie. Y se fue.

    Pasó el tiempo, volvieron a empezar las clases, llegué al salón con prisas por si la encontraba. Sabía que no estaría allí, pero quería creerlo, quería pensar que fueron solo las vacaciones, que de vuelta a clases todo volvería a lo normal. Pero todo cambió, ya era otra mi sala de clases, estaba sentado junto a la mesa un nuevo profesor, y había unos niños nuevos acompañados por sus padres. Grande fue mi decepción, el toque de la realidad, aunque ya esperada, me agarraba de los brazos y frenéticamente me sacudía para que no quedara nada, para que no quedara una pizca de esperanza.

    Y entonces fueron los días de lluvia, los que a pesar del día soleado me esperaban, los que invadían mis tardes y me llenaban de añoranza por las mañanas cuando en la hamaca de la escuela veía al viento mover con dulzura las hojas de los árboles, las flores y la bandera allá en lo alto brillaba. La recordaba hasta en aquel reflejo del sol sobre el agua y en las gotas de lluvia o en las que caían sobre mi almohada. Releí las cartas que me había dejado, y mi amiga tan buena, era a la vez tan sabia, pues como nadie me reconfortaba.

    Hice nuevos amigos, aunque no era lo que quería, fue perfecto, conocí a fondo a Cami y ese año se integraba a nuestro grupo Luana, nos tornamos inseparables y la escuela volvió a brillar, volvió el color de las mañanas, el viento volvió a soplar con alegría, las tardes eran divertidas y las cenas especiales en casa tenían dos nuevas invitadas.

    Me di cuenta que el lugar de Beth nunca será suplido, hasta hoy no lo ha sido… pero eso no impidió que hubiesen otras amistades, pues cada una es especial a su manera y tiene un lugar propio y único. La amistad no se mide por el tiempo compartido sino por la intensidad de los sentimientos y los buenos deseos que nos imparten. A pesar de que el tiempo pasó y hasta el día de hoy no he vuelto a ver a Beth, la esperanza volvió, casi de la misma forma, como el último día que la vi. Podría volver mañana mismo, la estoy esperando, pero lo más importante es que esa espera ya no me causa dolor, ya no me angustia, sino que la recuerdo con cariño.

    Los días de lluvia son para recordar aquellos hermosos momentos. Y esté donde esté, yo la estaré esperando para que me cuente sus historias y todo lo que ha vivido por allí.

    Luz Romina Melgarejo Colmán (Paraguay)

    La coleccionista

    Incansable viajaba por el mundo. Buscaba sin saber lo que buscaba.

    Insaciable compraba todo lo que deseaba sin saber que deseaba.

    Hija única, muertos sus padres, heredera única. Poseía dinero a montones.

    Tenía tanto que en realidad no sabía cuánto era lo que tenía, así como nunca supo que era lo que quería. En su afán delirante por gastar el dinero y casi sin darse cuenta se convirtió en coleccionista.

    Coleccionaba de todo y con su dinero lo compraba todo, mas no se daba cuenta que quizás lo único que buscaba y lo que más deseaba era el amor, pero este no se compra, eso sí, también compraba sexo de todos los tamaños y colores. Placer, mucho placer.

    Era coleccionista de vestidos, lencería, zapatos, anteojos, joyas, perlas, diamantes, fantasías, antigüedades, pinturas y objetos raros, también coleccionaba vinos, mas nada le satisfacía.

    Hoy tiraba un collar, mañana un cuadro o un vestido, una perla, un diamante o un anillo, y aunque se bebía el vino, siempre estaba vacía como ánfora rota.

    También acostumbraba hacer fotografías, tomaba tantas fotos casi como tomaba vino.

    Pero, un mal día, para su desgracia, muy tarde se dio cuenta que el tiempo no perdona.

    Hoy tiene ochenta años. Sentada frente al mar, en su mansión, arrellanada en el amargo ocaso de su vida, el pelo completamente blanco y la cara surcada por el arado de los años que ningún maquillaje puede ya cubrir, sola y sin dinero, con sus cansados ojos que se esconden bajo caídos párpados, lentamente recorre un grueso álbum lleno de antiguas fotos.

    En unas aparece con un novio, en otras con un perro, o una amiga, pues también hubo mujeres en su vida, así como hubo perros, y en muchísimas otras con un hombre que con seguridad fue su amante de turno, y en algunas con el que ella creyó ser su primer amor, el único que quizás hubo en su vida, porque después se dedicó toda su juventud y aún su edad madura, a coleccionar hombres a los que ella llamaba sus amores, sin llegar nunca a comprender en qué consiste la esencia de la vida y mucho menos el verdadero amor.

    Siempre lo tuvo todo pero murió vacía. Con el álbum de fotografías sobre sus piernas se durmió para siempre.

    Descanse en paz la rica pero pobre coleccionista de obras de arte y falsos amores.

    Diego Adolfo Gutiérrez Pérez (Nicaragua)

    ¿Te vas o me voy?

    ¿Te vas o me voy?, es el dilema de toda reflexión que implica un desprendimiento.

    ¿Te vas o me voy?, es la disonancia que retumba sobre quien enfrenta definitivamente su pasado con un rotundo cuestionamiento. 

    ¿Te vas o me voy?, interrogante de las emociones al enfrentarse a los principios; entre la responsabilidad, la empatía, la culpa, la moral, la ética, la honestidad y el amor.

    Entre ¿Quién se va y quién se queda?, no se llega a un consenso y se llama a un juez. Donde la conciencia es ese juez implacable, que otorga una decisión final, donde ya no hay más fianza que pagar, donde el ultimátum es claro: avanzas porque avanzas.

    -¡Me voy! -dice la responsabilidad. 

    -¡Me voy! -dice el amor y lo acompaña también su asesor, la empatía.

    Apelará la culpa, la ética, la moral y la honestidad; al no encontrar entre ellas un propósito común.

    -Necesito que se retiren quienes ya decidieron irse. Partan ya y que nadie los detenga -dictamina el juez.

    -¿Y por qué se va la responsabilidad? Que asuma aquí con nosotros -apela la culpa.

    -La responsabilidad se va porque en este pasado donde están todos en conflicto, ya no es productiva. La responsabilidad se va porque no se irá sola. Ahora en el presente, le toca guiar al amor y a la empatía -dice el juez- El resto que decidió quedarse, tendrá que cumplir una sentencia. La honestidad, la moral y la ética tendrán que aprender de este pasado, fortalecerse con la experiencia para redimirse en futuras acciones. Y tú, culpa, serás su maestro, los guiarás, porque debes entender que para el presente y el futuro no debes ser causa de sufrimiento. Y cuando logres ese propósito y te conviertas en maestro, podrás salir en libertad y guiar efectivamente otras emociones. Soy la conciencia y esta es mi decisión final ¡Caso cerrado!

    Dedicado a la dama de azul.

    Rosa del Valle Rivas Florenzano (Venezuela)

    Este cuento no es para niños

    ¡Inútil! Se desdoblaba la palabra en la cabeza de Tomás, por su imaginación acontecía una pena, una larga vida sin fin. Cercano a su realidad conocía que con el solo hecho de cerrar los ojos no encontraría la muerte, de ningún arquetipo social. Suave, y lentamente por el umbral de su vida bajaba una gota de agua, sin necesidad de grisáceas nubes, simplemente de donde la vida toma sentido, en donde arremete la verdad, caía desde su lagrimal. En ella existía una historia que incluso los poetas no la pueden contar.

    La emoción por cambiar el mundo, sin conocer la austeridad de las personas, la insensatez de un mundo que se atreve a llamar locos, a aquellos que como Tomás, tienen una idea distinta, un deseo de soñar. Acostumbrado a dejar de lado el rencor, aquellos que siempre lo utilizaban, de un falaz discurso, opacados por su gran viveza, sin duda alguna le solían envidiar. Una envidia de doble cara, que a él lo solía agobiar, porque su vida daba por ellos, y no merecían su amistad.

    En casa, Tomás, solo se buscaba refugiar, sólo con un sonido y una letra que él solía recitar -insolente y agotadora soledad, desdén de inclusión social que no me suele importar, transformada en una canción- en su pensamiento absolutista, que de arraigada testarudez, huía del corazón; ocultaba lo más profundo y resaltaba aquel ser al que muchos admiraban, aquel Saturno, que en la tierra más árida podría sembrar amor. 

    Inconsecuente a su accionar, sus deseos de amar, eran irrelevantes, cayendo en una obsesión fatal. Pues que conciencia tiene la pasión al únicamente de lejos admirar, que desgracia tiene la vida de un poeta, que ante su entrañable razón no puede hablar. Día a día atormentaba una sutil sensación a Tomás, un fogoso calor interno, que no sabía cómo calmar. 

    Como segundos pasan días, sin saber lo que sucede, se va agotando un tiempo, que suelen decir que existe, un viento que arremete con vivir... Tomás distancia su mundo y regresa, regresa de aquel viaje sin fin en las contagiosas barreras inexistentes del amor y la amistad. Un relevante pero engañoso movimiento de querella entre el tiempo y la verdad, que le recuerda la simpleza de su poder, de que sin nadie no puede volar. 

    ¡Inútil! Es una palabra que a ojos del corazón lo suele motivar, porque el cerebro sabe de su incapacidad al acortejar, Porque por más historias qué rezumen sus ojos de tristeza, él sabe de felicidad. Tomás respiro hondo, y pensó en salir a ayudar, tal vez, quizá así su alma iba a liberar, necesitaba de ayuda y solo se disponía en amparar. Alzó la vista al cielo, observó una estrella gigante iluminar, salió de casa, y de la nada escuchó gritar -¡Sorpresa!- Tomás en ningún día solo tú estás, aquellos envidiosos con los cuales no podía contar, un enorme número de personas lo perseguían con destreza fugaz, y entre ellos una luz, una perfecta resonancia de vida que Tomás dejaría de tan sólo observar. Y así un relato sin comienzo ni final, deja algo en cierto, la crueldad de saber amar en un mundo sin niños, ni bondad.

    David Alejandro Agama Mosquera (Ecuador)

    Sobrenombre

    Hola, tengo seis años, voy a un curso especial y tal vez esa es la razón por la que soy víctima de bullying, desde hace un tiempo me han pasado cosas que no entiendo mucho, los niños mayores me llaman tonta y dicen cosas raras acerca de mi nombre, me llamo Serafina.

    -¡Sera, encera el piso! -escucho que me gritan en ocasiones a lo lejos. Al llamarme así se ríen mucho y me apuntan con el dedo, los niños que antes me decían eso ahora vienen con más de sus amigos a molestarme. Algunos se van y ya no vuelven pero los que siguen me molestan cada vez más.

    ¿Por qué lo harán?, ¿qué tiene de divertido?, ¿será que no les agrado? Mi profesora dice que mi nombre es bonito, así que no lo entiendo.

    Hasta hace poco, los niños ya no me han venido a molestar tan seguido, eso me hace sentir más tranquila. Uno de mis compañeros les dijo que si venían otra vez les iba a pegar, sinceramente eso no me hubiera gustado porque él es más pequeño que ellos, y al igual que a mí lo molestan.

    Me pregunto por qué los del curso especial somos diferentes a los demás, yo me veo igual que todos. El otro día le pregunté a mi profesora la razón y ella me dijo que no lo éramos, pero que muchas personas piensan que sí porque no poseemos las mismas cualidades e imaginan que no somos de mucha utilidad.

    Hace unos días, unas compañeras me miraban y se sonreían. Yo quería saber por qué, tal vez les caía bien y podríamos ser amigas.

    -Hola, ¿de qué se ríen? -me acerqué y las saludé amablemente. 

    -De ti.

    -¿Y por qué? -volví a cuestionar.

    -Porque eres muy divertida -respondieron.

    -¿De verdad?

    -Claro.

    -¿Podemos ser amigas?

    -Por supuesto que no. 

    -Pero soy divertida ¿no? 

    -Sin duda, tonta -me contestaron.

    -¿Tú eres Serafina, verdad? 

    -Sí. 

    -Entonces tú eres la tonta que encera el piso -se rieron a carcajadas ambas niñas, entonces sonó la campana y volvieron a clases.

    Mientras estaba en clases Serafina pensaba esas niñas que la pusieron un poco nerviosa de tanto que reían y seguía creyendo que tal vez podría ser su amiga.

    -Intentaré ser amiga de ellas.

    Al siguiente recreo Serafina fue donde esas niñas y les habló.

    -¡Hola!

    -Ya llegó Sera la tonta -las niñas la vieron y rieron- ¡Oigan chicas miren esto!, ¿Cómo te llamabas? Sera la tonta -se reían a carcajadas cuatro niñas.

    -Me duele el pecho, me siento muy rara, no debí hacer esto -salió corriendo.

    -Al rato su profesora la encontró llorando, ¿pero qué paso, Serita? -ella la llamaba Serita de forma amable.

    Entre tanto sollozo Serafina no podía hablar, por lo que la profesora la llevó a la sala de la psicóloga, le dio una leche y se calmó. Cuando Serafina ya estaba tranquila habló contestando las preguntas que le hacían.

    Al día siguiente cuando Serafina llegó a clases se encontró con todos los niños que alguna vez la

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1