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Cocino finales. Y más: Diario de un cuento
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Cocino finales. Y más: Diario de un cuento
Libro electrónico82 páginas1 hora

Cocino finales. Y más: Diario de un cuento

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Cocino finales presenta el proceso de creación en torno al nacimiento de un cuento. El autor revela a los lectores la intimidad de su "caja de herramientas", la forma en que una misma idea evoluciona y se diversifica, se transforma, se metamorfosea en el infinito juego de los espejos que dotan de un cariz particular las aristas de un mismo cuento.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 abr 2017
ISBN9789582603380
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    Cocino finales. Y más - Joaquín Peña Gutiérrez

    márquez

    Contenido

    Presentación

    Presentación.Otra. La misma

    Un sueño terrible y sus finales

    Consideraciones por fuera de los finales

    Consideración 1

    Consideración 2

    Apéndices

    Presentación

    El acto de la creación literaria cada vez llama a más gente, se hace más cotidiano y más consciente. En Colombia, algunas universidades le abren sus campos académicos.

    Las presentes notas dicen, a la manera personal mía, algunos de los aspectos acerca del creador y la creación narrativa que participan en el trabajo del escritor, y que Isaías Peña Gutiérrez ha descubierto, retomado y sistematizado de manera efectiva sobre el tema durante toda su vida.

    Cuanto se haga para impulsar el desarrollo de la escritura creativa, por principio, es legítimo. No cabe duda del valor decisivo de la creación literaria en la arquitectura cultural del ser humano. Estas notas, a su manera, desean colaborar en ella.

    Casablanca 32, 21 de enero de 2009

    Presentación.

    Otra. La misma

    Cuando las personas se llevan el pan a la boca, no se imaginan por las que ha pasado el panadero. No imaginan que ha tasado porciones, pulseado la masa, saludado la lata en su punto dorado. Tampoco se lo imaginan enunciando con una maldición el cumplimiento del viejo peligro: en la puerta del horno se quema el pan. Más o menos así le ocurre al lector con la obra literaria. El lector no sabe —por qué, para qué habría de saberlo— cómo llegó a hacerse el poema, el cuento, la novela que tiene ante el gusto de sus ojos. A no ser que quiera ser panadero.

    El acto de la creación literaria cada vez llama a más gente, se hace más cotidiano y más consciente. En Colombia, algunas universidades le abren sus campos académicos.

    Los aspectos acerca del escritor y la creación narrativa, aparte de los recientes estudios académicos que los han acogido, llegan a conocerse debido a que lectores interesados —críticos, profesores, amantes de la literatura, futuros escritores— los descubren en una indagación personal, a veces larga y dispendiosa, a través de la lectura de obras literarias —cuentos, relatos, novelas, poemas, dramas—; de biografías, autobiografías, entrevistas, crónicas, artículos, ensayos, diarios de escritores, o de memorias, casi siempre clandestinas, de los propios autores acerca de la escritura de su obra.

    Las presentes notas tocan algunos de los aspectos de la creación narrativa que participan en el trabajo literario del creador, y que Isaías Peña Gutiérrez ha retomado, descubierto y sistematizado de manera efectiva sobre el tema en el transcurso de su vida.

    Cuanto se haga para impulsar el desarrollo de la escritura creativa, por principio, es legítimo. No dudamos un instante en la existencia del valor decisivo de la obra literaria en la formación de la arquitectura cultural del ser humano; también, pan ineludible. Estas notas, a su manera, la mía, desean colaborar en ella.

    Casablanca 32, 2 de marzo de 2009

    Un sueño terrible

    y sus finales

    Un sueño terrible

    —Vieja, he tenido un sueño terrible —dijo el hombre.

    La mujer, de un golpe, le puso los ojos en la cara y lo encontró normal, calmado; incluso el semblante irradiaba frescura y un ánimo desconocido. Entonces preguntó:

    —Sueño o pesadilla.

    — Quién ha hablado de pesadillas. Sueño. Sueño, vieja. Al terrible, si quiere, colóquele comillas.

    Y, sin más, le habló, sí, con entusiasmo. Ana lo sabía. Las palabras, los ojos, la mirada se fugaban de su circunstancia, de la pieza, del cielorraso y desaparecían del todo en la historia que refería.

    —¿Tiene presente la loma que hay más allá de la Loma del Muerto? Sí. Los dos Cedros. La habíamos sembrado, y el verdor de la caña de azúcar se alzaba alto hasta casi tapar los ojos y el cielo, si el cielo no fuera tan grande. Me angustié. ¿No se me nota que haya sudado? Tóqueme por aquí. Cómo íbamos a transportar esa caña hasta el establecimiento. Además, cuál establecimiento. En qué la íbamos a moler, a cocinar, a convertir ese cañal en panela, en dulce, en aguadepanela, en coladas, en confites, en envueltos, en tortas, en desayunos al amanecer para afrontar el día; en refresco al mediodía para sostener la jornada; en caramelos de sobremesa para no me mire así, vieja. Le dije, le digo que fue, es un sueño. Un sueño terrible. Y, para peor, ni camino hay de aquí a la Loma de los dos Cedros, cuando se necesitaría es una brecha; un carreteable. Me paré en la baranda y escuché el tractor abajo, en la quebrada; luego, que rodeaba la Loma del Muerto; después vi bajar entre los dos cedros el tractor con el remolque cargado de caña a reventar. ¿No cree, vieja, que debemos hacer la carretera; al menos un camino? Si no con máquinas, con bestias o camellos. Con nuestro camello. ¿No cree, vieja, que ese sí sería un verdadero paraíso? (Pues con este estoy cansado. Dios otra vez se ha equivocado).

    Casablanca 32, 13 de enero de 2009

    Cómo termino este cuento. Y más.

    Lo anterior corresponde, ni más ni menos, a la versión manuscrita de un cuento tal como salió del horno. En adelante, conforme se verá, serán incesantes los cambios, en su mayoría pequeños, en busca de un buen resultado. En realidad, hasta aquí, hay seis finales. Fueron escritos uno detrás del otro en dos días¹.

    El primer final, doble

    El primero llega hasta verdadero paraíso, donde sentí que terminaba el texto. Sentí, además, que ese final alcanzaba contundencia. Como hasta hace algún tiempo se pedía que fueran los finales de los cuentos, provocaba, por sorpresa, una especie de conmoción interior en el lector: ¿cómo así que verdadero? ¿Luego el paraíso verdadero no es el ordenado y entregado

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