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Esta serie de imágenes repetidas sirvieron para armar una secuencia de dípticos que hablan sobre la memoria, sobre las maneras de ver, registrar y recordar. Cada imagen tiene su reverso; su lado B. Las tomas se repiten invariablemente, pero parecería que no por un sentido de perfección, sino de búsqueda. Este proyecto es un cuestionamiento sobre la repetición, una revisión de archivo y memoria.

En la era analógica, el fotógrafo nunca estaba seguro de haber logrado una buena toma, por eso era común que la repitiera; pero aquí hay otra cosa: en este libro, el cambio de una imagen a otra es mínimo pero nunca insustancial. La variación infinitesimal como una propuesta epistemológica que advierte que no basta con mirar las cosas una sola vez: hay que mirar de nuevo para realmente poder decir que las hemos visto. Pequeñas variaciones que hablan de esa capacidad de la fotografía para capturar el instante: sólo que aquí el instante tiene su segunda oportunidad. Su espejo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 abr 2017
ISBN9786078176144
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    Transparencias - Tatiana Musi

    Tecnicolor

    I.

    Borges dijo alguna vez que lo que le gustaba no era viajar sino haber viajado. Es decir, que a final de cuentas lo que importa es el recuerdo que puede tenerse del viaje y no el viaje mismo. Y cuánta razón tenía. Para la mayoría de nosotros, simples mortales, viajar tiene un costado casi lastimoso. La distancia inhumana entre las filas de asientos del avión (que provoca un síndrome ad hoc: el de la clase turista), la azafata malencarada, la maleta perdida, el muro de ladrillos frente a la ventana del hotel, la almohada como saco de papas, la regadera que se inunda, el infame desayuno de siete a diez, las colas infinitas afuera de cada museo, de cada iglesia, las hordas de japoneses armados con sus cámaras último modelo, las trampas para turistas en las que irremediablemente se cae una y otra vez, el calor, los mosquitos, la dificultad para darse a entender, ¡y para entender!, hacen de viajar una costumbre por decir lo menos masoquista. Con todo, los turistas —optimistas sin remedio que somos— acabamos por darle a todas esas incomodidades —a ratos, francas humillaciones— el lugar de pelo en la sopa destinado a olvidarse nada más llegar a casa (tan es así, que al año siguiente reincidimos felices: de nuevo el avión, la azafata, el hotel, el horror pero ahora en otra

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