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En la presente edición, tres partes integran diversos textos con destinatarios, tiempos y preocupaciones diversas: Ignacio el fundador, Ignacio el acompañante espiritual e Ignacio el estratega pastoral. En ellas accedemos a variados elementos tácticos y estratégicos que siguen siendo vigentes para desarrollar de la mejor manera y en las circunstancias más adversas nuestros propósitos más grandes.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 ene 2016
ISBN9789587810394
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    Textos escogidos - San Ignacio de Loyola

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    San Ignacio de Loyola

    Textos escogidos

    San Ignacio de Loyola

    Pontificia Universidad Javeriana

    Lista de abreviaturas y siglas

    Cons Constitutiones S. I., (MHSI).

    Epp Epistolae Sti. Ignatii de Loyola, 12 vols. (MHSI).

    IHS Monograma del nombre de Jesucristo, o también llamado cristograma. Símbolo de la Compañía de Jesús (Societas Jesu, S. J.).

    MI Monumenta Ignatiana (escritos de San Ignacio de Loyola, que también hacen parte de la MHSI, divididas en cuatro series: Cartas e Instrucciones, 12 vols.; Ejercicios y Directorios; Constituciones y Reglas, 4 vols. y Escritos sobre San Ignacio, 2 vols.).

    MHSI Monumenta Historica Societatis Iesu (colección de 157 documentos históricos de la Compañía de Jesús).

    Introducción

    Jorge Enrique Salcedo, S. J.

    Luis Alfonso Castellanos, S. J.

    Para este tercer libro hemos seleccionado una serie de documentos de San Ignacio de Loyola, quien plasmó sus experiencias espirituales en los Ejercicios espirituales y la Autobiografía, ya publicados en esta colección. Además de estos, San Ignacio redactó las dos Fórmulas del Instituto, el Examen General, las Constituciones de la Compañía de Jesús y más de 7000 cartas, escritos todos en los que se puede apreciar su profunda experiencia de Dios. Dicha experiencia lo convirtió en maestro y acompañante espiritual, hombre de gobierno, superior general y líder que, junto con los primeros jesuitas, en la deliberación de 1539 y en las dos Fórmulas del Instituto, propuso el ideal de la vida que anheló para aquellos hombres que se comprometieran a vivir el seguimiento de Jesucristo.

    Los documentos se presentan tal como los escribió San Ignacio. No se le ha hecho ninguna modificación al lenguaje de la época, el cual, con sus tonos arcaicos, evoca otros sentidos que enriquecen nuestro español contemporáneo.

    Igualmente conservamos para cada texto las divisiones y el aparato técnico que los estudiosos de la obra de San Ignacio han estandarizado en Monumenta Historica S. I. Para las cartas, mantenemos además el orden (número arábigo en el título de la carta) que dispuso la edición de las Obras completas de San Ignacio de Loyola de la Biblioteca de Autores Cristianos, el texto de divulgación y estudio más conocido en lengua castellana y que garantizará, a quien desee, mayor información.

    Con esta selección de documentos creemos que nos podemos adentrar en el profundo y rico mundo del espíritu y gobierno de San Ignacio, y que, al leerlo, reflexionarlo e interiorizarlo, podremos ponerlo en práctica en la vida espiritual personal y comunitaria de nuestra universidad.

     En la presente edición, tres partes integran diferentes textos con destinatarios, tiempos y preocupaciones diversas. En la primera, Ignacio, el fundador, incluimos aquellos textos que fueron escritos por él y sus primeros compañeros para darle estructura e institucionalidad a la Compañía de Jesús, y que, en el marco del ordenamiento canónico y eclesiástico, dan cuenta de su proyecto misional. En la segunda, Ignacio, el acompañante espiritual, recogemos algunas de sus cartas más conocidas y apreciadas en la tradición ignaciana, a través de las cuales vemos su manera de acceder a problemas concretos; en ellas, dirigiéndose a destinatarios específicos en casos particulares, genera horizontes de compromiso que han sido referentes fundamentales en la historia de los jesuitas y sus obras. En la tercera parte, Ignacio, el estratega pastoral, presentamos varias cartas e instrucciones que responden a desafíos particulares de la misión y que nos dan acceso a diferentes elementos tácticos y estratégicos que hoy día siguen siendo útiles para desarrollar de la mejor manera y aun en circunstancias adversas nuestros propósitos más grandes.

    En estos documentos, directivos, profesores, estudiantes y personal administrativo encontrarán elementos que les permitirán entender el modo de proceder de una universidad regentada por jesuitas, una institución que enseña, investiga y se proyecta socialmente para ayudar a transformar la realidad de cada uno de sus miembros dentro de una experiencia que no se reduce a los límites geográficos de la universidad, sino que trasciende a la sociedad colombiana y al mundo. Apropiándose de los ideales de San Ignacio, la Compañía de Jesús y la comunidad javeriana apuestan por la razón de ser de las facultades, institutos y centros de la universidad, cual es formar hombres y mujeres integrales que aporten verdaderamente a la comunidad.

    San Ignacio, hombre profundamente espiritual y a la vez sumamente práctico, nos enseña a usar los medios, tanto en cuanto que nos ayudan a encontrar la voluntad de Dios. Según Walter Kasper,

    * Walter Kasper.El papa Francisco. Revolución de la ternura y el amor. Raíces teológicas y perspectivas pastorales. Cantabria: SalTerrae, 2015, p. 25.

    Ignacio de Loyola no parte de la doctrina, sino de la situación concreta. Por supuesto, no pretende acomodarse sin más a la situación; antes bien, intenta juzgarla según las reglas del discernimiento de espíritus, tal como se formula en el libro de los Ejercicios Espirituales de Ignacio. Con la ayuda de tal discernimiento espiritual llega luego a concretas decisiones prácticas.*

    De acuerdo con la experiencia de Ignacio, Dios quiere que los hombres encuentren sentido en lo que hacen y lo pongan al servicio de los más vulnerables de la sociedad o, en palabras de su época, ayuden a las ánimas. Por ejemplo, en una sociedad como la nuestra es urgente apostar por las posibilidades para todos, por las oportunidades de acceso a la tierra, al techo y al trabajo, por la búsqueda del bien común, de la solidaridad, de la justicia. Solo desde esa perspectiva se entiende una universidad regentada por la Compañía de Jesús. En estos textos el lector encontrará elementos de discernimiento personal para crecer en la dinámica de la formación integral de la que hablan los documentos constitutivos de nuestra Universidad Javeriana. En ellos también encontrará experiencias vitales para acompañar todo proceso formativo en el cual se halle comprometido, ya sea como responsable o como beneficiario.

    San Ignacio parte de la realidad del ser humano. Quiere una formación integral, quiere que la totalidad del ser humano se encuentre con Dios. Quiere que el hombre busque el sentido de su existencia, que se logra en el encuentro con el Dios de la vida. Quiere una espiritualidad centrada en Jesucristo y que, con la ayuda del Espíritu Santo, salga a las periferias existenciales. Este encuentro personal con Dios exige que se parta de la realidad de lo que es el hombre: su contexto histórico, sus condiciones sociales, sus luces y sus sombras, para que, saliendo de sí, construya su proyecto de vida y se enriquezca en sentidos mayores.

    Para San Ignacio es muy importante el ejercicio del discernimiento, y con esta herramienta tanto los directivos como los profesores y el personal administrativo estamos llamados a coadyuvar en la formación de nuestros estudiantes. En el estilo epistolar ignaciano podemos ver a un maestro cercano y delicado que acompaña a jesuitas y amigos en la especificidad de cada caso. Sus inspiradoras cartas, sin duda nos ayudarán a crecer personalmente y a la vez a ejercer el acompañamiento personal, la cura personalis.

    A través de este legado seguimos alimentando nuestro interés por discernir los signos de los tiempos en medio de las alegrías y las tristezas de nuestro país, de manera que podamos darle a nuestra universidad el magis deseado, sabiendo que es una institución que se renueva continuamente. De igual manera, estos documentos nos permiten ver los trazos primeros que abrieron para el mundo el desarrollo de la Compañía de Jesús como una orden que privilegia y estima la educación universitaria. Estos lineamientos siguen inspirando nuestros compromisos actuales, si bien las estructuras presentes distan mucho de parecerse al contexto histórico vivido por San Ignacio, el cual podremos conocer en gran parte gracias a estas páginas.

    Invitamos a los lectores de estos escritos a realizar una lectura meditativa, reflexiva, libre de prejuicios; a dejarse interpelar por estas líneas, que provienen de una profunda experiencia espiritual, y a que, a través de un ejercicio de discernimiento, descubran cómo poner en práctica en la vida cotidiana, tanto a nivel personal como comunitario, este gran legado de San Ignacio de Loyola.

    PRIMERA PARTE

    Ignacio, el fundador

    1

    Deliberación de los primeros padres*

    *MI, Series Tertia, I, 15 abril de 1539, pp. 1-7.

    La deliberación de los primeros jesuitas, de 1539, llevada a cabo en la ciudad de Roma durante varios meses, nos muestra el proceso de discernimiento que siguieron para decidir sobre el modo de vida que debían llevar en adelante y la forma en que debían proceder los nuevos miembros de la que se llamaría Compañía de Jesús para buscar y hallar la voluntad de Dios. Para este discernimiento, durante el día Ignacio y los primeros compañeros se dedicaban a los ministerios apostólicos y a pedir limosna para su sustento. En las noches se reunían para orar y luego manifestaban sus pros y contras respecto a los asuntos relativos a la estructura de la nueva orden, a los votos que cada uno de los miembros haría, a la forma como se sostendrían y al cuarto voto de obediencia que harían al vicario de Cristo.

    La Cuaresma recién pasada, como se nos viniera encima el tiempo en que sería necesario dividirnos y separarnos unos de otros —lo que también esperábamos con los mayores deseos, para llegar cuanto antes al fin que habíamos prefijado y pensado de antemano, y con vehemencia deseado— determinamos reunirnos, por muchos días antes de separarnos, para tratar unos con otros de esa vocación nuestra y modo de vivir. Habiéndolo hecho ya muchas veces, y como unos de nosotros fuesen franceses [Paschase Broët, Jean Codure], otros españoles [Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simão Rodrigues (portugués)], otros saboyardos [Pierre Favre, Claude Jay], otros cántabros [Ignacio de Loyola, Francisco Javier], estábamos divididos en varias sentencias y opiniones sobre este estado nuestro, si bien todos teníamos una misma mente y voluntad común, a saber, buscar la voluntad de Dios que fuera perfectamente de su agrado, conforme al objeto de nuestra vocación; sin embargo, en los medios más acertados y de mayor fruto tanto para nosotros como para nuestros demás prójimos, había alguna pluralidad de sentencias. Y a ninguno debe parecer extraño que entre nosotros, débiles y frágiles, ocurriera esta pluralidad de sentencias, ya que también los mismos Príncipes y columnas de la Iglesia Santísima, los Apóstoles y muchos otros varones de elevada perfección, con los cuales somos indignos de ser comparados, ni de lejos, difirieron en pareceres y aún los tuvieron opuestos entre ellos, y consignaron por escrito sus sentencias contrarias. Así, pues, juzgando también nosotros de varios modos, y como estábamos solícitos y vigilantes para encontrar un camino plenamente abierto por el cual nos ofreciéramos todos nosotros en holocausto a Nuestro Dios, en cuya alabanza, honor y gloria cediera todo lo nuestro, determinamos, y de común acuerdo resolvimos ocuparnos con más fervor de lo acostumbrado en oraciones y sacrificios y meditaciones,

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