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Invisibles: La generación que cambiará el mundo
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Invisibles: La generación que cambiará el mundo
Libro electrónico147 páginas2 horas

Invisibles: La generación que cambiará el mundo

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Muchos han intentado cambiar al mundo pero sino estamos dispuestos a dar la vida, no vale de nada lo que hacemos. Fabián Liendo te desafiará a mirar más allá de la comodidad de tu iglesia o comunidad. No sirve de nada dar lo que te sobra. Debes entregarte por completo a la causa que Dios te ha llamado.

En este libro encontrarás una reflexión profunda y poco tradicional de quienes están transformando el mundo desde lo que no vemos. Serás inspirado a la acción, al servicio y a la justicia social a fin de reformar la realidad que vivimos. Fabián, te retará a despertar del sueño y ver que los "invisibles" están cambiando el mundo y tú querrás ser uno de ellos.

IdiomaEspañol
EditorialZondervan
Fecha de lanzamiento25 mar 2014
ISBN9780829764857
Invisibles: La generación que cambiará el mundo
Autor

Fabián Liendo

Fabián Liendo, es la voz líder de Kyosko. Junto a la banda han recorrido gran parte de Latino América en conciertos y cruzadas solidarias. Sus producciones se escuchan en las principales radios de nuestro continente. Han ganado una variedad de premios a nivel nacional e internacional. Fabián vive en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, junto a su familia.

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    Invisibles - Fabián Liendo

    D

    Todo empezó una madrugada, con una palabra de Dios que, sin darme cuenta, llegaba para cambiar mi vida para siempre: «Hijo, estoy construyendo mi iglesia, pero no es la iglesia que tú ves…»

    Soñé que me encontraba en una reunión, cuando de repente entró un amigo con un gesto de desesperación en su rostro, y me dijo: «¡¡Fabián, apúrate!! ¡¡Tu hijo tuvo un accidente!!». Mi reacción instantánea fue empezar a correr, en un estado emocional como el de quien acusa un violento golpe, luego del cual aunque no pierde la consciencia, sus pensamientos se agitan y se entrelazan. ¿Dónde está mi hijo? ¿Qué va a ser de mí si le pasa algo? ¡Señor, tú que estás con él, abrázalo! Señor, sé que no es mío sino tuyo… ¡es inmenso a mi vida pero no se haga mi voluntad, sino la tuya! Mientras intentaba acomodar mi corazón a la soberanía y al amor de Dios, llegué al lugar y comencé a ver los cuerpos de los amigos de mi hijo tirados en diferentes lugares de la calle, y el auto dado vuelta. En medio de todo eso, por la ropa y la silueta, distinguí a mi hijo, corrí hacia él, y mientras lo abrazaba comencé a orar, clamando a Dios por su vida. De pronto él abrió sus ojos y, en medio de las lágrimas, le pregunté: «Hijo, ¿por qué subiste a ese auto?». Él me respondió: «Porque me dijeron que si no subía era un cobarde». Cuando escuché esa respuesta en mi sueño, descendió sobre mí una clara visión de mi vida y de la iglesia de Cristo que me hizo temblar. Entonces le dije: «Hijo, que nunca jamás nadie te diga quién debes ser. Tú eres hijo del Rey de Reyes y Señor de Señores. ¡Esa es tu identidad!»

    Hoy en día una gran parte de la iglesia está pasando por una crisis profunda de identidad. El analfabetismo bíblico reinante hace de la iglesia un lugar propicio para que cualquier persona que se sienta fracasada o frustrada en la vida pueda hacer carrera en ella. La gente es conducida a cualquier tipo de lugar y circunstancia mientras estas alimenten sus deseos de una vida mejor. Las personas se buscan a sí mismas, y desean lo mismo que deseaban cuando estaban en el mundo, como si solo cambiaran de servidor y ahora fuera Dios quien debe concretarles lo que no pudieron lograr por sí mismas en el mundo.

    Cada vez que miro a la cruz siento vergüenza de ver en qué nos convertimos, en qué momento olvidamos o decidimos ignorar el hecho de que Dios no viene a restaurar nuestras vidas pasadas, sino a hacer todas las cosas nuevas. Que si no hay arrepentimiento no hay salvación, y que si no muero no hay nuevo nacimiento, y si no hay nuevo nacimiento no puedo ver el Reino de Dios…

    Los hijos de Dios deberíamos practicar una fe que nos ponga a nosotros al servicio de Dios, y no a Dios a nuestro servicio. Él vino a establecer un Reino. Sin embargo, se está construyendo la iglesia sobre la base de los deseos del corazón de las personas, sean estas pastores, líderes, o sobre la base de la misma demanda de las personas, siendo este el motivo por el cual van a Dios o peor, a las iglesias. ¡Hay que devolverle la Iglesia a Dios! Es una visible contradicción construir la iglesia como a nosotros nos gusta en lugar de hacerla como a Dios le gusta, esencialmente porque le pertenece a Él y es precisamente Él quien debe quedar satisfecho con su Iglesia, y como consecuencia o añadidura de un Dios que nos ama, como nadie puede amarnos, descienda su eterna bendición. Si la Iglesia es de Dios y Cristo es la cabeza, el único que «manda» en la Iglesia es Dios.

    Parece mentira que alguna parte de la iglesia piense que la Biblia no es aplicable en su totalidad… ¡Como si Dios exagerara, o no supiera en realidad lo que nos está pidiendo!

    Recuerdo muchas veces estar en la presencia de Dios con angustia, pensando «¡No puede ser! ¡Si esto fuera así, el primer impostor sería Dios! ¡Y si el evangelio no se puede vivir, todo esto es una gran mentira… Dios, el evangelio, la iglesia, y todo lo que nos rodea!». Sin embargo, la gran noticia para la humanidad de todos los tiempos es que Dios es real y que su palabra es la verdad. ¡Alguien tiene que levantar la voz y decir que Dios no es un impostor, que su palabra es verdad, que el evangelio se puede vivir! ¡que eso es lo que creemos y predicamos!

    Hace años Dios demolió todos mis argumentos para que definitivamente me encuentre con Él y comprenda que no se puede construir la iglesia sin Dios. Y eso es justamente parte de lo que quiero compartir en este libro con ustedes, mis hermanos de esta generación.

    No digo nada nuevo si digo que Dios no piensa como nosotros, que sus pensamientos no son los nuestros. Es por eso que Dios necesita que su palabra sea revelada en nuestros corazones, que el velo de nuestros ojos sea corrido, y podamos ver que Él está construyendo la Iglesia del fin de los tiempos, y esto es solo una pequeña parte de su revelación sobre ella.

    ELBISI VNI S

    La revelación sobre los Invisibles me llegó como un río inagotable de agua de vida, en medio de un desierto difícil de sobrellevar y para compartirles parte de ella tengo que remontarme en el tiempo.

    Me encontraba con la dificultad de discernir un profundo estado de desánimo, en medio de una carrera por alcanzar todo tipo de logro, muchos de los cuales estuvieron en mi vida por default cultural. Esto lucha me sumergió en un desierto tan extenso como el mismo desanimo. En esa época entendí que si no tenía mucho tiempo para orar, ahora tenía que inventarlo. De algún modo Dios tenía que hablarme, ¡tenía que decirme por qué me estaba pasando lo que me estaba pasando!

    Si después de haber pasado por desiertos tan importantes en mi vida y tan caros para mi, si después de haber aprendido con tanta claridad que Dios ama al dador alegre, el privilegio de deleitarme en Él, disfrutando paso a paso la alegría de servir y dar la vida por el bienamado, habiendo experimentado que el gozo en El es mi fortaleza… ¿Por qué, entonces, había perdido el deseo y ya nada parecía motivarme? ¿Qué me estaba pasando? ¿Qué estaba haciendo mal? Me estaba esforzando por ser el hijo que Dios esperaba de mí, pero algo no estaba resultando. ¡Yo tenía que saber de qué se trataba!

    Mi comunión con Dios comenzó a intensificarse más y más, tal vez impulsada por una herida que buscaba alivio. Los espacios de silencio comenzaron a ser un refugio de una búsqueda intensa de respuesta. Noche tras noche volvía la pregunta: «¡Dime por favor, Señor, de qué se trata todo esto!». De pronto, en lo que parecía una noche más, llegó su voz: «Hijo, estoy construyendo mi iglesia, pero no es la iglesia que tú ves…». «¡¡Por fin, Señor!!», pensé. Pero, ¿qué era eso? ¿Qué tenía que ver con lo que yo le había estado preguntando? Y si en definitiva era un mensaje para mí, la realidad es que no parecía venir para aliviarme… ¿Sería que yo no estaba siendo aprobado? «¿Qué pasa, Señor? ¿No estoy haciendo lo que esperas de mí? ¿No alegro tu corazón? ¿En qué momento me alejé de tu propósito?», pero la palabra que llegaba era un poco más amplia: «Estoy construyendo mi iglesia con personas que no necesitan prosperidad, aplauso, reconocimiento, posición, ser tenidos en cuenta, o recompensados para vivir la vida que yo diseñe para ellos». «Estoy haciendo mi iglesia con gente que se da a sí misma sin esperar nada a cambio, que ofrece la otra mejilla, que perdona a quien no merece ser perdonado, que ama con el mismo amor con que yo los amé…». Seguido a eso escuché: «Hijo, el deseo de realización personal es veneno para el corazón de mis hijos. ¡Yo NO los llamé al éxito sino a que me sean fieles, a dar la vida por los demás como mi Hijo lo hizo por ellos, porque para eso es el evangelio!».

    En ese momento me di cuenta que Dios me estaba devolviendo al lugar donde yo había nacido. Me estaba llevando de nuevo a los pies de la cruz, al lugar donde me había encontrado con Él por primera vez, para que recuperara la alegría por tan altísima salvación. Esa alegría que parecía haberse opacado por estar pasando más tiempo ocupado de la obra del Señor, que del Señor de la obra. ¡Dios me estaba diciendo que se trataba de mí, que Él quería mi corazón! Luego el Señor completó sus palabras diciendo: «Deseo que cuando la gente te vea, no sea a ti a quien vean, sino que reconozcan a mi hijo Jesús en ti». Entonces entendí que era completamente necesario morir para ser lo que Él esperaba de mí, ser un «Invisible».

    Me sentí agitado, una inquietud y una leve sensación de mareo como si me doliera todo. De repente todo era tan grande, tan inabarcable, y a la vez tan honesto y tan puro, que la alegría se paseaba por todos mis pensamientos para decirme: «¡Claro! ¡Sí, es así! ¡Nada se ha perdido! ¡El evangelio sigue siendo real! ¡Siempre fue real! ¡Su palabra es verdad, y aunque las iglesias hayan cambiado, Dios sigue siendo el mismo hoy, ayer y por los siglos! ¡Y si la Iglesia le pertenece a Dios, y es el cuerpo de Cristo, el cual es su cabeza, debe abrazar esta verdad! Debe tener el ADN de Jesús en todo».

    O Q

    Mi abuelo paterno era un hombre alcohólico y violento. Él se casó con quien luego sería mi abuela, por ese entonces una adolescente de quince años que estaba escapando de su casa y de su propia realidad. El resultado de esa unión fue un hogar lleno de violencia, en el cuál la joven madre era muchas veces golpeada y arrastrada de los pelos a la vista de sus hijos. Con las esperanzas de una vida mejor completamente perdidas, mi abuela tomó en sus brazos a mi padre, que en ese momento era un bebé, y comenzó a caminar hacia las vías del ferrocarril, con la decisión tomada de quitarse la vida. Tengo que confesar que aún me sigue emocionando el pensar, que en cada paso que ella daba Dios también estaba pensando en mí. Con las características propias de una escena minuciosamente diagramada por Dios, en el lugar se encontraba un hombre con una Biblia bajo el brazo, que no tardó en advertir la angustia que la oprimía y, acercándose a ella, le preguntó en qué podía ayudarla. Ella, intentando poner en marcha su corazón

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