Terapia
Por Mariana Soto
3.5/5
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Ana tiene 35 años y es oriunda de Concepción, Chile. Su vida ha cambiado desde que le afecta un trastorno bipolar. Recibir el diagnóstico ha sido una impresión terrible para ella y furiosa consigo misma, con su familia y con el mundo, decide encerrarse en sí misma y vivir recluida en una pensión de estudiantes.
Amargada y avergonzada de su enfermedad, Ana no quiere ver a nadie. Su principal contacto con el exterior son las cartas que escribe a su amigo David, un español que vive en Barcelona y quien le sugiere escribir un ensayo autobiográfico de sus episodios de depresión y locura.
Poco después y sin ella quererlo comienza a surgir una amistad con Eduardo, un estudiante de ingeniería de 19 años que practica aikido. A esta amistad le siguen Javiera y Natalia, y poco a poco Ana se va integrando a la vida de la pensión y al típico jolgorio estudiantil. Gracias a la amistad que le brindan sus tres amigos, Ana se reconcilia consigo misma y con su enfermedad, y decide volver al mundo.
Mariana Soto
Mariana Soto nació en Concepción (Chile) en 1970, y sus cuentos e historias a temprana edad hicieron que fuera llamada por sus padres y tíos “la Françoise Sagan de la familia”. Sin embargo, su hermana mayor se burlaba de sus escritos y ella dejó de escribir.Se diplomó de Educadora de Párvulos en la Universidad de Concepción en 1994, y en 1997 obtuvo el grado de Magister en Educación. Más tarde se especializaría en Ciencias de la Educación en la Universidad de París X – Nanterre obteniendo un Diplôme des Etudes Approfondies, y viviría en París por cinco años. En 2002 tuvo que dejar su doctorado sin terminar a causa de sus problemas de salud, volviendo a Chile y dedicando los años posteriores a su recuperación.El año 2011 se titula de Técnico en Cocina Internacional y Tradicional Chilena en el Centro de Formación Técnica Santo Tomás siendo Mejor Alumna, y desde entonces es asesora en el área de carta y menú.A pesar de esto, actualmente su principal interés es escribir y desarrollar la librería especializada en Ciencias Sociales que tiene en sociedad con su pareja.
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Terapia - Mariana Soto
Dedicatoria
A Jota.
A mis padres, que siempre creyeron que yo sería escritora.
Agradecimientos
Siempre hay muchas personas que permiten el desarrollo de un trabajo como éste, pero quiero agradecer en especial a Jota, por su apoyo incondicional y su permanente confianza en que mi novela llegaría a buen puerto.
También quiero agradecer a quienes audaz y gentilmente se atrevieron a leer el primer borrador, y por sus aportes que tanto me ayudaron. Vayan mis gracias a Jota, Osvaldo, David y Muñozcoloma.
Y sobre todo, quiero agradecer al Servicio de Psiquiatría del Hospital Guillermo Grant Benavente, de Concepción (Chile) por ayudarme y acogerme a lo largo de toda mi recuperación, que a la larga ha sido el factor que verdaderamente ha permitido que yo lleve una vida normal y sea capaz de abordar un trabajo de largo aliento.
Mil gracias a todos los que laboran en el Servicio, y en especial a quienes me han tratado a lo largo de estos últimos 10 años: el Dr. Álvarez y la Dra. Rocha, y en especial quiero mencionar el apoyo entusiasta del Dr. y Director, Sr. Benjamín Vicente Parada, que ha sido para mí invaluable.
Prólogo
En el hemisferio norte, especialmente en el mundo anglosajón, se encuentran con gran frecuencia agrupaciones de pacientes que comparten una misma dolencia y asociaciones de familiares de pacientes que integran esas agrupaciones, quienes en conjunto con los equipos de salud buscan recuperar la salud perdida y luego mantenerla, una vez superada la etapa aguda o más crítica.
En la parte sur de nuestro planeta esto no es habitual, aunque están progresivamente apareciendo indicios alentadores. Quizá la tradición latina, fuertemente centrada en la familia, ya no omnipresente como antaño, pueda explicar este relativamente escaso desarrollo. Algo semejante ocurre con la disparidad en el desarrollo de grupos y organizaciones de ayuda en general, más allá del ámbito de la salud, que han abundado siempre en países de tradición protestante y que tampoco son habituales en nuestro medio con una confesada tradición católica.
Desde otra perspectiva, ahora sin diferencias hemisféricas, ya nadie discute que en la recuperación y mantención de la salud la participación del individuo enfermo es central, la adherencia al tratamiento y los necesarios ajustes en estilo de vida son tan importantes como los agentes sanitarios y los medios terapéuticos utilizados, sean farmacológicos, psicoterapéuticos y otros.
Sin riesgo a exagerar podría decirse que un 50% del éxito de una intervención terapéutica radica en el propio sujeto víctima de la dolencia en cuestión.
Otro elemento de gran relevancia en el panorama descrito, son los libros de autoayuda cada vez más traducidos a nuestra lengua y por tanto disponibles en forma creciente para nuestros pacientes, y porque no decirlo, a veces también necesarios para los agentes sanitarios.
En suma conocimiento del cuadro, enfoque multidisciplinario, trabajo en equipo, adherencia a tratamiento y nuevos estilos de vida, son centrales en la recuperación de cualquier condición patológica, especialmente las del área de la psiquiatría.
Es precisamente aquí donde el aporte de Mariana Soto y su novela Terapia
cobra especial relevancia. Entrega de manera directa y entretenida la información necesaria para comprender de qué se trata una condición tan especial como el Trastorno Bipolar, nos muestra sus orígenes, curso, alternativas terapéuticas, logros y fracasos de las distintas intervenciones y del enorme peso que en el desenlace final tiene la subjetividad e intersubjetividad del propio paciente.
Esta obra resulta de gran interés y utilidad a pacientes que sufren la misma condición u otras parecidas, a sus familias y círculo de amigos y también al equipo sanitario que intenta ayudar a recuperar y mantener la salud mental de muchos, en particular de aquellos con dolencias de larga evolución y difícil estabilización.
Prof. Benjamín Vicente Parada
Profesor Titular, Universidad de Concepción – Chile (UdeC)
Médico Psiquiatra
Doctor en Filosofía, Mención Epidemiológica y Psiquiatría Social,
Director Departamento Psiquiatría y Salud Mental, UdeC
Director Rector Doctorado en Salud Mental, UdeC
Jefe Servicio Psiquiatría, Hospital Guillermo Grant Benavente
Concepción, 18 de Diciembre 2013.
16 Diciembre 2004
Querido David,
Lo hice, me cambié de casa. Dejé todo y me vine a vivir a una pensión, algo que sería lo más parecido a un piso de estudiantes allá en Barcelona. No fue una decisión que me costara, estoy tan enojada con el mundo que sería capaz de morder una mesa.
No quiero saber nada de nadie, ni de nada, no quiero que me molesten, no quiero molestar, no quiero dar explicaciones, no quiero que me expliquen, no quiero nada de nada.
Aquí estaré bien, podré llevar una vida tranquila y de sosiego, preocuparme sólo de mí, de mis citas con el médico, de los medicamentos, de toda esa inacabable serie de pastillas que tengo que tomar cada noche y cada mañana, de vigilar mis estados, de llevar una rutina de soledad. Sobre todo de soledad, no quiero ver a nadie ni que nadie sepa de mí.
Mi enfermedad es una piedra sobre los hombros. Me pesa mucho.
Pero venir a esta casa es un nuevo comienzo, pienso que aquí estaré segura. Podré enterrarme en vida y desaparecer, que es lo único que quiero desde que mi médico me diera tan triste diagnóstico.
Ya te contaré sobre la casa y la gente. Ahora tengo mucho sueño.
Buenas noches
Ana
18 Diciembre 2004
Querido David,
Comprendo lo que me dices, que debo ser positiva y mirar hacia adelante. En realidad es lo que hago. Mi futuro es vivir una vida retraída, una vida en solitario. Porque no quiero que nadie me vea y que nadie sepa de mí. Me avergüenza. No hay vuelta atrás, nunca seré normal otra vez.
Además debo llevar una vida reposada y tranquila, y eso en casa de mi madre no podía tenerlo, pues las relaciones entre nosotras no eran buenas. Eso me estresaba y me mantenía en un continuo estado de tensión.
Tampoco quiero ser una carga para nadie, y vivir sola me parece la única opción. Como no tengo demasiado dinero, una pensión está bien para mí. No me importa que sea una colocación modesta y que tenga que compartir el baño, en realidad nada me importa.
Sobre todo, no quiero ver a nadie. Quiero estar encerrada, no quiero hacer pública mi situación. Todavía tengo algunos amigos y eso me basta. Ellos me quieren y me aceptan a pesar de todo, es suficiente para mí. Quizás la distancia sea un problema, pero vamos, que para eso está internet.
David, no creo que mi vida mejore. Debo estar pendiente siempre de mis estados, de mis medicamentos, y me siento muy, muy enferma. No veo en mi futuro un trabajo, una pareja, una vida. Estoy absolutamente sola.
Eso es todo. Me siento bien aquí. Nadie me conoce, no hay historias, no hay prejuicios.
Estaré bien. No te preocupes.
Un beso. Ana
27 Diciembre 2004
Querido David,
La casa donde vivo es muy bonita, ya he contado seis dormitorios y piensan construir más. Esto es natural, es una pensión. Una pensión es un lugar donde alquilan habitaciones para estudiantes o personas que trabajan. Concepción es una ciudad universitaria y alojar a tantos chiquillos que vienen de otras regiones a estudiar es cosa complicada, pero muy lucrativa.
Tanto así, que hay familias que arriendan grandes casas para después subarrendar, como es este caso. De marzo a diciembre (aquí el año escolar coincide con el año civil) las pensiones están de bote en bote. Pero en verano, enero y febrero, todo está vacío.
Yo disfruto mi soledad y vago por habitaciones fantasmagóricas.
Si te asalta el impulso irrefrenable de mandarme una postal (adoro las postales) sólo debes enviarla a Los Boldos 2045. Concepción. Chile.
La patrona de la casa no me simpatiza, me parece una estúpida y me agota con lo mucho que habla. Pero como ama de casa no se puede decir nada, cada rincón de esta casa brilla de limpieza con luz propia y si pudiera encerar el patio lo haría también. Ya me cambiaron a la que será mi habitación definitiva, junto a la cocina. Es razonablemente amplia y tiene un ropero de tres cuerpos, de madera, que es completamente maravilloso.
Tampoco tengo tantas cosas como para necesitar espacio.
¿Te conté que salí de casa sólo con una maleta pequeña como todo bien terrenal?
Me costó muchísimo elegir los bienes que me acompañarían en esta etapa de mi vida, después de todo cuando uno ya se ha despedido de todo no tiene sentido andar con tanto cachureo a la rastra. No sabría traducirte cachureo, es algo así como trastos viejos.
La cosa es que mis trastos se redujeron al máximo y elegí con pinzas aquello que quería conservar: de mi exmarido un sello, de mi infancia unos dibujos, de mi antigua casa unas fotos.
Alguna vez tuve muchas cosas, pero he descubierto que no vale la pena y me deshice de todo. Todo lo que era se acabó, y todo lo que se esperaba de mí no resultó. Ahora sólo soy una vieja que intenta olvidar lo que fue.
En todo caso yo prometía mucho. Brillante postgrado en Chile y brillante e inconcluso postgrado en París (sí, inconcluso…. ¿qué fue de todos mi papeles una vez que me vine huyendo?) Tenía una carrera bien definida, era cuestión de esperar algunos años para que me convirtiera en una autoridad en mi área y asesorara ministros y universidades….
Y en realidad ni siquiera había que esperar: ya sabes que cuando todavía estaba estudiando la Universidad de Ginebra me pidió una asesoría específica en mi tema de tesis, y la hice con todo éxito. En fin, ya es pasado. No tiene sentido recordar grandes momentos cuando uno está en la miseria. Cuando ves tu vida y todo lo que tienes son tabletas de litio que te mantienen medianamente cuerda.
¿Qué te estaba contando?
Sí, la casa. El barrio donde se encuentra la casa es uno de mis barrios favoritos de Concepción, tiene verdaderamente sentido de barrio. Se llama Barrio Universitario, porque queda a un costado de la Universidad.
Esto haría pensar que Concepción tiene una sola Universidad, pero no es así. Tiene una infinidad de universidades e Institutos de Educación Superior donde se puede cursar lo que te dé la gana. Es sólo que los auténticos elitistas como yo, llamamos la Universidad
a la única, a la Universidad de Concepción, cuna del saber en la zona.
El Barrio Universitario es un barrio de gente pudiente, hay que decirlo. Es uno de los pocos conjuntos arquitectónicamente armónicos que pueden verse aquí, junto con el Barrio del cerro La Virgen o Pedro de Valdivia. Las casas son amplias y hermosas, en un estilo fundamentalmente clásico, con bonitos jardines y árboles hermoseando las calles.
Casi no hay edificios, y si los hay son muy discretos, de 4 ó 5 plantas. No como en otras partes de la ciudad, donde junto a una casa se eleva un edificio de 25 pisos.
Como te decía, es muy lindo y muy elegante. La casa donde yo vivo no es precisamente modesta, y como es barrio pudiente no hay mucha vida social entre vecinos. Aquí cada cual anda por su lado, pero en sectores pobres hay una intensa vida de vecinos y la gente es muy amistosa.
A mí me viene bien que la gente sea distante, no soporto cuando me hacen preguntas tales como ¿Y qué haces? ¿A qué te dedicas? ¿Y tu familia? Uy, lo detesto, me recuerda que ya nada tiene sentido para mí, y tampoco tengo respuestas.
Recuerdo mi primer día en la pensión…. recorrí la casa y salí al patio y ya estaba felicitándome de lo bien escondida que iba a estar, cuando del balcón de la casa vecina me saluda muy cordialmente un colega de mi exmarido, que también estuvo en París con su esposa aunque no tanto tiempo como nosotros. Con cara de funeral agité la mano y me encerré en la casa.
Maldita vecindad.
Espero que hayas pasado unas estupendas fiestas de fin de año, con muchos regalos.
¡Feliz Año Nuevo y que este 2005 venga pleno de cosas buenas!
Ana
3 Enero 2005
Querido David,
Me hace gracia que te haga gracia la palabra cachureo
.
En realidad es divertida de pronunciar.
No sé porque, pero los chilenos jugamos enormemente