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Libro electrónico130 páginas4 horas

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Este libro reúne un conjunto de catorce relatos que proponen una travesía por los senderos de la condición humana. Los temas universales y eternos que atañen al hombre son colocados en este libro bajo el prisma de la modernidad, otorgándoles a las historias variadas dimensiones y niveles de lectura. Los relatos, muy bien contados, con gran limpieza de estilo y lenguaje y buen dominio de las técnicas narrativas, a la vez que ofrecen un homenaje muy personal del autor a reconocidas figuras de la literatura universal, atrapan la atención del lector y son capaces de mantenerlo en vilo, desde el principio hasta el fin de estas páginas.

IdiomaEspañol
EditorialEmooby
Fecha de lanzamiento29 mar 2011
ISBN9789898493750
Elementos Comunes
Autor

Yonnier Torres Rodríguez

Yonnier Torres Rodríguez (Placetas, 1981). Sociólogo. Narrador. Ha obtenido entre otros premios: Premio Latinoamericano de Narrativa Breve “Tinta Fresca” 2010; Premio nacional de narrativa “El mar y la montaña” 2010; Premio nacional de narrativa de Ciencia Ficción “Luis Rogelio Nogueras” 2010; Premio Nacional de Narrativa “Félix Pita Rodríguez” 2010; Premio Nacional de Narrativa “Calendario” 2010. Tiene publicados los libros “El centro” (Atompress, 2010) y “Una estrategia diferente” (Atompress, 2010). Posee en proceso de publicación los cuadernos de cuentos “Delicados procesos” (Editorial Extramuros, Cuba) y “Esto funciona como una caja cerrada” (Editorial Abril, Cuba). Es miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), de la Red Mundial de escritores en español (REMES) y del consejo editorial de la web literaria URBANDINA (Bolivia).

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    Elementos Comunes - Yonnier Torres Rodríguez

    a Elaine Grenet, por la confianza.

    -Nombre

    -Gabriel

    -Apellidos

    -Torranzo Martínez

    -Ese nombre no funciona.

    -¿Cómo que no funciona?.

    -Entienda, acá intentamos establecer las bases de un nuevo movimiento. Nuestros nombres tienen que tener pegada, el suyo es muy común, si asciende no tendríamos dónde colocarlo. Nadie lo recordaría. Usted se llamará a partir de ahora, Joe Cash.

    -Pero ese es un nombre americano.

    -Es el objetivo. Ya veo que entendió. Llene este formulario.

    Al cerrar la puerta los ruidos desparecieron. Era tal el silencio, que durante unos segundos, se sintió desorientado. De la pared colgaba un mapa que señalaba el nombre y la ubicación de cada uno de los departamentos. Para ser una fábrica el lugar no estaba tan sucio, incluso habían colocado una alfombra verde en las entradas de los compartimentos y hasta los cristales lucían recién limpiados. En las líneas discontinuas del mapa buscó la oficina de aceptación e ingreso.

    -Tenemos que hacerle varios exámenes. Aquí no aceptamos a todo el mundo. Eso ya lo sabe. Solo le confiamos la misión creativa a los que están completamente distanciados y convencidos de su anónima condición. Tome este papel, diríjase al laboratorio. Allí le harán los análisis.

    Cada tres puertas se repetía el mapa incorporando nuevas rutas a lo largo del pasillo. Los cubículos estaban enumerados y fichados con un color distinto. Debajo de la leyenda resaltaba un letrero en rojo: Prohibida la entrada a la segunda planta. Le extrañó no tropezarse con nadie en la cafetería, en los baños o en la sala de fumar. ‹‹Aquí el trabajo debe ser intenso›› pensó y mantuvo el dedo sobre la raya azul que conducía a la zona de pruebas.

    -Lo siento mucho- dijo el enfermero- están agotados los tubos de ensayo. Hace un mes que hicimos la solicitud y aún no han llegado, pero no se preocupe, tenemos otra forma de hacerle los análisis. No tardaremos mucho, solo será un pinchacito. ¿Usted a qué se dedica, a la crítica o a la creación?.

    -A la creación.

    - ¿Narrativa o poesía?.

    -Narrativa.

    -Bien, extienda el brazo. Cierre los ojos y piense en una situación entre dos personajes. El enfermero extrajo una aguja de una pequeña caja y la colocó con cuidado en la jeringuilla, -escoja el contexto que mejor le parezca, quizás le duela un poco-, abrió una de las gavetas, tomó una vasija con alcohol y un pedazo de algodón, -esto arde- le dijo- pero solo al principio. El conflicto no puede omitirlo, ya sabe que para nosotros es imprescindible-, tiró el algodón manchado de sangre al cesto de la basura, -casi estamos terminando. Incluya tres técnicas y algún que otro párrafo donde establezca un juego con el lenguaje-, llevó todos los instrumentos para el fregadero y se sacó los guantes, -muy bien, ya puede retirar el brazo. Los resultados estarán dentro de veinte minutos.

    Joe se sentó a esperar en un banco del pasillo. Sintió una extraña atracción hacia la segunda planta. Desde donde estaba sentado se podía ver la entrada. Junto a las escaleras la luz se volvía tenue. Los escalones ascendían en forma de caracol y carecían de pasamanos. ‹‹Eso es un peligro›› pensó y se detuvo un rato al pie del primer peldaño. Miró hacia arriba tratando de distinguir el final, tuvo la intención de comenzar a subir, pero recordó las letras en rojo y caminó de vuelta. No era prudente romper las reglas el primer día de trabajo.

    -Felicidades- le dijo el enfermero. Usted ha sido aprobado. Por el momento comenzará a trabajar en el comité de correctores del lenguaje. Aquí tiene los resultados. Baje al sótano y allí le indicarán qué hacer.

    Hasta ese minuto pensaba que no se podía descender más. En el mapa el área soterrada era casi imperceptible. Solo aparecían señaladas dos compuertas en el suelo, eran tan estrechos los tablones que se necesitaba una para bajar y otra para subir. Los envíos, en sobres cerrados y grapados en volúmenes de veinte páginas, llegaban desde la planta alta por un conducto pegado a la pared. Después de la clasificación eran colocados en la cadena de montaje. Abajo solo se sentía el sonido de la polea que por contrapeso devolvía las obras ya corregidas hacia el tercer nivel, donde eran tasadas por el comité de calidad literaria y enviadas a la editorial. Las acarreadoras se movían con agilidad entre las mesas, repartían, en un carrito de supermarket, hojas sueltas para las correcciones, medialunas untadas de membrillo de zanahoria, tazas de café, y lápices de colores.

    -Acá está todo explicado- le extendieron un manual de solo tres páginas- tu mesa es aquella, por el momento vas a suprimir los gerundios, los tachas con color azul y colocas la nueva construcción verbal en amarillo.

    Joe cumplió la norma de las cien cuartillas en la primera jornada de trabajo. Durante el horario de almuerzo intentó simpatizar con los trabajadores, pero fue en vano, cada cual atendía a su bandeja, apenas le devolvían el saludo con un gesto de indiferencia.

    -El salario se entrega quincenalmente y depende del puesto de trabajo –le explicaron en la caja. -Aquí tienes el listado, consérvalo- y cerraron la ventanilla enrejada. Al principio no le alcanzaba prácticamente para sustentarse, suprimió los gastos al máximo y aprovechó cada vuelta de medialunas y café para engañar al estómago. Le hizo remiendos al pantalón, sustituyó el betún de los zapatos por el combustible que dejaban los carros en el parqueo frente a su edificio, apagó las luces de casa para que el suelo se viera menos sucio, hizo turnos extras y al sobrecumplir el plan por tercera vez, lo ascendieron a la planta media.

    -Según me han dicho es usted un trabajador eficiente -le dijo el jefe de colectivo y le estrechó la mano. – Tenemos un buró de lujo, acabamos de adquirirlo a buen precio en una tienda de antigüedades, según el tendero perteneció a un escritor importante. Nótelo: madera contrachapada, gaveteros bajo llave, y un pisapapeles con la cabeza de Marilyn Monroe. Por el momento se encargará de la construcción de diálogos. Conoce nuestra forma de trabajar, esto funciona como una caja cerrada.

    El salario de Joe se incrementó en un 150 %. El conducto por el cual llegaban las situaciones y los personajes era más estrecho y la polea hacía menos ruido que en el sótano. El jefe de colectivo le repartía los envíos al jefe de sala y éste a los trabajadores según la calificación de cada cual. De forma general se consideraban tres categorías: Obrero Superior, calificado para construir cualquier tipo de diálogo; Obrero Adecuado, calificado para construir diálogos entres seres sobrenaturales, espíritus celestiales o infernales y cosas con características humanas; Obrero Deficiente, calificado solo para construir diálogos entre dos humanos, preferentemente hombre y mujer.

    En la planta media la gente era menos áspera. Hizo algunos amigos, salió a un par de fiestas. Conoció a una chica del Área Descriptiva, según los comentarios era la mejor descriptora de edificios de toda la fábrica, la invitó a cenar a un restaurant de comida tailandesa donde gastó sin miramientos todos sus ahorros. Pidieron el mejor vino tinto, el camarero los atendió con exagerada amabilidad, el barman no les quitaba la vista de encima. Joe se sintió un poco contrariado, pero al rato se fue acostumbrando y con el postre ya se sentía el hombre más importante de la ciudad

    A los tres meses de trabajar en la planta media lo ascendieron a la cátedra de argumentos. Allí era amplia la oficina, tenía aire acondicionado, untaban las medialunas con membrillo de manzana y podía pedir café cuantas veces quisiera. Los autores lo saludaban cuando lo veían por el pasillo, una tarde hubo alguien, incluso, que le estrechó las manos con fuerza y casi le da un abrazo.

    A la salida de la fábrica dejó a la descriptora plantada y se fue a un concierto de los Rolling Stones Reload con la arquitecta de escenas. Compraron entradas para platea baja, afiches, pullovers, Coca Cola y rositas de maíz. Cuando terminó el concierto alquilaron un Mustang naranja para cruzar la ciudad, en cada gasolinera se abastecieron de cerveza y combustible. El amanecer los sorprendió sobre el puente interestatal y decidieron tomarse unos días de vacaciones, coger un poco de sol en las playas de Meath Beach y asistir, de paso, a algunas actividades literarias.

    Cuando regresó al trabajo le hicieron una fiesta de bienvenida y soltaron encima del buró la lista de títulos que necesitaban argumentos. Esa semana trabajó doce horas diarias. Completó toda una colección para las ventas del verano. La arquitecta de escenas se mudó a su apartamento y compró, según el último número de la revista The Sex Machine, un sofá recomendado para alcanzar orgasmos repetidos. Corrió por toda la fábrica el comentario de un ascenso a Jefe

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