APRENDÍ A COMER COMIENDO
Cuando salí de Mieres para intentar ser un profesional de la canción, componer y encontrar mi lugar en el mundo, iba a cumplir 17 años. Mi universo gastronómico se reducía a la fabada, el pote asturiano,Ante mí, en aquellos primeros viajes profesionales, se abrió un horizonte nuevo: existían paellas diferentes de las que yo había conocido, jamones sabrosos que nada tenían que ver con los que había catado, frituras de pescados ignotos (acedías, chopitos, boquerones victorianos, pulpo en infinidad de variantes, mejillones, anchoas (de La Escala, de Santoña), bacalaos desalados y diversos en Cataluña, al pilpil en el País Vasco y en otros lugares). Y, también, caracoles, con setas, calderos en Murcia, bocadillos de en Sevilla...
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