En las sombras de la tradición: Una historia de la Escuela de Frankfurt en perspectiva feminista
Por VV.AA, Christina Engelmann, Lena Reichardt y
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Una lectura feminista, tal como se argumenta a lo largo de este libro, es hacer el desplazamiento de la narrativa histórica focalizada en el genio solitario hacia constelaciones de una cooperación más amplia.
Verónica Gago.
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En las sombras de la tradición - VV.AA
PRÓLOGO
Abrir la historia del Instituto de Investigación Social (Institut für Sozialforschung - IfS), conocido como la Escuela de Frankfurt (1923), y hacerlo desde las mujeres que lo construyeron y pasaron por allí en distintos momentos pero quedaron tapadas por la historia como esposas, asistentes, bibliotecarias, taquígrafas o secretarias es la tarea colectiva de este libro. Para producir luego algo más, un segundo movimiento: una lectura feminista de la(s) historia(s) del Instituto de Investigación Social. Este trabajo puede enmarcarse en las revisiones que el Instituto explicitó como gesto en su aniversario centenario, en 2023, como programa para futurizar
sus líneas de trabajo, tomando en serio las teorías críticas desarrolladas desde los anticolonialismos, los feminismos y los ecologismos no solo como áreas temáticas a incorporar, sino como fuentes intelectuales, políticas y epistémicas desde las cuales refundar la práctica teórica. Con el verbo futurizar se invitaba también a volver la vista hacia atrás, hacia las distintas generaciones de la Teoría Crítica (así con mayúsculas y en singular), para devolverla a sus zonas de conflicto, a sus invisibilizaciones, sesgos y contradicciones y, así, pluralizarla (y, por qué no, bajarla un poco del pedestal).
Futurizar, en términos de apuesta, es algo que ejercita este libro al exponer las líneas truncas, las posibilidades que no se desplegaron debido a acontecimientos históricos dramáticos, a disputas políticas y a jerarquías que organizaron la labor intelectual e institucional. Con este trabajo se elige contribuir al futuro con, junto a, las teorías críticas, en minúscula y en plural. Una posición autocrítica que parte de descentrar la erección de nombres-autoridad como único modo del reconocimiento de los logros de una de las escuelas de pensamiento europeo más famosas por sus contribuciones a un materialismo transdisciplinario.
Remarco, de este libro, la palabra tarea. Se trata, como lo señala Sarah Speck desde el inicio, no solo de dar visibilidad a trayectorias desconocidas (lo cual de por sí ya es importante para construir otra economía de la visibilidad desde esas trayectorias); también de hacer el esfuerzo de entender qué produjo –como visibilidad específica– esa oclusión. Dicho de otra manera, la invisibilidad de cierta trama efectiva de pensamiento permitió determinada forma de narración histórica del IfS como una historia basada en una figura intelectual bastante monocorde, según argumenta Speck: la del genio.
Las mujeres que formaron parte de distinto modo del IfS no fueron pocas como se puede aprender en este libro, lo que hace aún más llamativo su borramiento; pero es evidente que recuperarlas no se reduce a dar cuenta de algunos casos excepcionales, sino más bien relevar la multiplicidad de sus aportes y reforzar así el valor sintomático de su falta de protagonismo. Una lectura feminista, se argumenta en las páginas que siguen, es hacer el desplazamiento de la narrativa histórica focalizada en el genio solitario –y, a la vez, frondosamente asistido– hacia constelaciones de una cooperación más amplia. Se insiste en varios pasajes en que la figura del genio se transmitió, como marca reconocible de la Escuela de Frankfurt, a la hora de buscar identificar los referentes de las siguientes generaciones
, por lo tanto su estela devino marca distintiva del proyecto intelectual.
Remarco, también de la tarea de este libro, su carácter colectivo. Por un lado, por la forma coral de este volumen. Son distintas autoras investigando a mujeres y sus líneas de trabajo, varias enfocadas en el género, con recorridos disímiles, desde los inicios hasta la actualidad (la secuencia va dando ritmo al libro, con hitos clave en los 20, los exilios, los 70 y los 80 hasta llegar a hoy). Por otro lado, porque lo que emerge es una historia de lazos, redes y vínculos que no se asientan justamente en la figura individual del genio filosófico –como se insiste en distintas páginas: viga maestra de la historiografía androcéntrica–, sino en inteligencias colaborativas, procesos más zigzagueantes de cooperación y programas de investigación no siempre reconocidos institucionalmente.
Eso se traduce en el esfuerzo que cada contribución de este volumen despliega para revelar las condiciones de producción de investigaciones y de textos clave de la Escuela de Frankfurt, de donde proviene buena parte de su impacto histórico, y que contrastan con la imagen de producción monopólica de la mente maestra
. Desde aquí, donde ahora este texto se traduce y edita, esas condiciones de producción de la teoría deben una referencia clave a la figura de Felix J. Weil, el bolchevique de salón
y fundador argentino de la Escuela de Frankfurt
, para parafrasear el libro del historiador Mario Rapoport, quien financió el IfS con la riqueza producida por la exportación de cereales de Argentina que había iniciado su padre emigrado desde Alemania en 1890.
No voy a describir el contenido de cada capítulo y a cada una de sus autoras porque eso se hace en la introducción que está a continuación, pero sí resaltar que hay preguntas que deambulan por uno y otro texto: ¿cómo se relevan aportes teóricos que no siempre aparecen firmados, que toman como forma la correspondencia personal, que transitan por colaboraciones internacionales no del todo institucionalizadas?, ¿cómo se valorizan tareas que son fundamentales en la producción de conocimiento y que, sin embargo, quedan en la etiqueta de asistencia a la investigación, trabajo bibliográfico y trabajo de campo?, ¿cuál es el lugar de la agitación política de ideas de muchas de estas investigadoras y su traducción y puesta en valor en un área de estudios?
Las figuras de Elfriede Olbrich, más conocida como la secretaria de Adorno
y de Gretel Karplus, la esposa de Adorno
(además del chiste de su significado en castellano relativo a lo decorativo), son un prototipo de esa lengua lateral que dispone todo lo que rodea a la genialidad individual como elementos secundarios, sin nombre propio. Ni hablar de Elisabeth Lenk, su discípula que, como aprendemos en este libro, fue clave en la elaboración de su teoría estética y en su formulación utópica, aun si no es nombrada. En otro ángulo, conocidas pero no reconocidas son otras dos figuras políticas importantes que aquí deslumbran. Clara Zetkin, la militante feminista y comunista, cuyo vínculo cercano con Felix Weil y otros miembros del IfS desde su inicio evidencia su influjo en términos programáticos y de radicalización política. Y Käthe Leichter –judía, sindicalista y socióloga–, cuya investigación feminista, su trabajo político y la colaboración transnacional que establece entre Viena y Frankfurt permiten plegar a la Viena Roja (1919-1934), con sus experiencias cooperativas de vivienda y de socialización del trabajo reproductivo, como inspiración directa para una sociología económica empírica (encuestas obreras) con enfoque de género. Ninguna de ellas suele estar incluida en las historias del Instituto, justo cuando se trata de mujeres que fueron además de importantes teóricas, militantes políticas.
Surge la tentación de decir que lo que vemos en estos aportes es la cocina de la investigación: todo lo que hay que hacer, atender, preparar para que el producto final tome forma. Tal vez esa imagen sigue localizando dichas contribuciones de modo subalterno en términos espaciales y otorgando una inmadurez al momento anterior, como un pre
tiempo de la abstracción teórica. Hablar de la infraestructura de la investigación va un poco más allá; aunque no deja, de nuevo, de señalar lo que está abajo, subtiende y sostiene la investigación. ¿Cómo alterar entonces la noción misma de investigación, sus tentáculos perceptivos, y no solo reforzar metáforas que siguen poniendo el ojo en la división de ámbitos, tareas y reconocimientos? ¿Qué otras economías, que no son solo de la visibilidad e invisibilidad, se requieren? Esas preguntas quedan también como tarea colectiva.
Porque digamos que esa división se traslada a la investigación misma. Una de las innovaciones que con frecuencia se resaltan de la Escuela de Frankfurt es su combinación de trabajo teórico y análisis empírico: la pregunta por cómo suceden los fenómenos incrustada en una extensión de los análisis marxistas que combinan el psicoanálisis, la estética, la historia y, por supuesto, la filosofía y la economía. En los aquí muy discutidos Estudios sobre autoridad y familia
, esa dupla entre trabajo empírico y análisis teórico toma particular relevancia: en ellos se pone en acto la devaluación del trabajo de campo de varias de las mujeres que protagonizan este libro y de sus reflexiones que, nuevamente, quedan desplazadas del foco de atención. De hecho, el análisis de su producción revela un núcleo de investigadores centrales y una periferia de colaboradoras que se reparte, no casualmente, entre un núcleo de teoría y una periferia de análisis empíricos. La teoría está masculinizada y la empiria feminizada en el estudio que será clave para el análisis del autoritarismo y su vínculo con investimentos sexo-afectivos. Y, sin embargo, como aprendemos con Else Frenkel-Brunswik aquí, la dimensión psicológica de intolerancia o negación de la ambigüedad en la realidad social
deviene un teorema más que sugerente para pensar los aferramientos autoritarios y la represión emocional. Sin dudas, una tesis teórica que puede seguir debatiéndose.
Hay otra operación que se sigue de abrir la historia a fuerza de leer, por citar la recordada metáfora benjaminiana, a contrapelo la historia del propio IfS: ver el mapa de líneas de conexión de la Escuela de Frankfurt por fuera de sus recortes biográficos estelares habituales. En los distintos textos aparecen las corrientes subterráneas, las influencias de espacios de investigación extrauniversitarios, los seminarios de mujeres autogestionados en las universidades y, por supuesto, la socialización política en movimientos de muchxs de sus integrantes más jóvenes que impacta y hace también a las derivas del propio Instituto. Se podría ubicar allí a Angela Davis, quien estudió por mucho tiempo con Herbert Marcuse, y es una referencia central de la expansión de la crítica feminista, antirracista y clasista. El libro también subraya que parte de la confrontación con la narración de la historia del IfS debe reparar en que intelectuales fuera de Alemania nunca fueron realmente reconocidxs como parte de su tradición.
Podemos leer entonces en este volumen un trabajo de verdadera recolección de aportes, núcleos de discusión y preocupaciones que les permiten a las autoras aquí reunidas señalar anticipaciones que no fueron tenidas en cuenta pero que laten hoy para nutrir debates contemporáneos. La recolección, como método, rima con la constelación, como efecto deseado. Desde allí titila la búsqueda de la perspectiva feminista-materialista
, que reúne la preocupación por revalorizar el ámbito de la reproducción con la crítica a las cambiantes formas de la división sexista y racista del trabajo junto con el análisis minucioso de las condiciones de vida de la clase trabajadora. Por supuesto aquí queda en evidencia otro elemento que es transversal a los distintos capítulos: la preocupación por la utilidad de las investigaciones para la acción política. Aquí y ahora.
Por esto mismo se trata de dibujar una conexión intergeneracional de investigadoras que estuvieron en el IfS o en relación estrecha a él, nutriendo esa cita entre generaciones que fue impedida por los sucesos históricos pero también por la recurrente invisibilización de sus figuras en la propia historia de la institución. Es ese otro recorrido, por ejemplo, el que permite revisitar el lugar ya estabilizado, como se dice aquí, de ruptura entre las protestas de 1968 y la investigación de la teoría crítica. Dicho de otro modo: se sostiene que el movimiento feminista ligado al 68 tuvo repercusiones y vínculos concretos con la teoría crítica y así lo leemos en los trabajos aquí comentados de Christel Eckart, Ursula Jaerisch y Helgard Kramer. Respondiendo a la marginación que incluso la Nueva Izquierda practicó con los grupos feministas, estos se organizaron de manera autónoma. En 1971, la penalización de la interrupción voluntaria del embarazo movilizó a miles en Alemania. El primer proyecto de investigación sobre el trabajo femenino remunerado comenzó a desarrollarse en el IfS en 1973. Desde ese impulso se propone considerar la subjetividad más allá de su inscripción como fuerza laboral, en su entramado vital
, como otro modo de reformular la preocupación por la reproducción social y discutir la tesis marxiana de la subsunción real
trabajada por la sociología industrial en Frankfurt.
También es clave aquí la figura de Regina Becker-Schmidt, cuyo concepto doble integración social
analiza la doble socialización contradictoria de las mujeres trabajadoras a partir de la experiencia simultánea de trabajo remunerado y no remunerado, lo cual produce un aporte específico a la teoría de la reproducción social desde y contra la Teoría Crítica.
La habilidad conexionista –que practica este libro y que recupera de los nombres que pone de relieve– tal vez es un saber que suele ser clave para los proyectos y que requiere de un saber-hacer que en general no se cuantifica en los criterios académicos. Este aniversario en el que este libro se inscribe como ejercicio crítico de su memoria, como práctica activa de hacer de las historias subterráneas un humus para lo porvenir, se liga con una urgencia actual: entender y confrontar la emergencia de fascismos que hacen de la pulsión de aniquilación de los cuerpos feminizados, disidentes, racializados y migrantes un renovado proyecto global.
No es para nada menor ni casual que el cierre
del libro sea una conversación entre varixs investigadorxs sobre el devenir de estas problemáticas y los parentescos teóricos que se buscan propiciar en la actualidad. Conversan desde el círculo de trabajo Género, parentesco, sexualidad
dedicado a activar la alianza de teorías críticas y feministas, a auscultar otras zonas de interseccionalidad y puntos de fuga de la heteronormatividad en los conceptos, asumiendo las imbricaciones que producen los feminismos negros, el marxismo queer y los renovados materialismos arraigados en las luchas transfeministas recientes para el propio movimiento de las categorías. De ahora en más, cuando se lea, se enseñe y se discuta la Escuela de Frankfurt, se tendrán que conjugar nuevos nombres si se quiere también convidar a otras historias a entender los tiempos críticos del presente.
VERÓNICA GAGO
Buenos Aires, agosto de 2025
EN LAS SOMBRAS DE LA TRADICIÓN. INTRODUCCIÓN Y DIRECTRICES
Sarah Speck
Una lectura feminista de la(s) historia(s) del Instituto de Investigación Social
Sobre el pasado siempre es posible contar más de una historia. Con esta afirmación no pretendemos echar agua al molino del relativismo, sino subrayar la idea compartida en el ámbito académico de que, en la historiografía, perspectivas y planteos distintos echan luz sobre elementos diferentes y así también descubren aspectos diferentes. El Instituto de Investigación Social (IfS) celebró recientemente su centenario. Es probable que nadie discuta que es una de aquellas instituciones académicas envueltas en una cantidad especialmente notable de narrativas. Los protagonistas de esta tradición teórica, que suscribían al materialismo interdisciplinario y al proyecto de una crítica teórica del conocimiento y de la sociedad fundada empíricamente, son conocidos por investigadores e investigadoras de muy diversas disciplinas, y las problemáticas de sus investigaciones y sus escritos están representadas en planes de estudio de universidades de todo el mundo. Por consiguiente, son muchos los relatos que circulan sobre este lugar –a veces, de aire casi místico–, su fundación en el año 1923 y la Primera Semana de Trabajo Marxista
, sobre los años en el exilio forzoso en Ginebra, París, Londres, Nueva York y finalmente en Los Ángeles, sobre el retorno de los investigadores judíos a la Alemania de posguerra –después de los crímenes prácticamente inconcebibles que cometió este país– y también sobre los debates en la década de 1960 con aquellas nuevas generaciones que volvían a depositar esperanzas en la posibilidad de reconfigurar la política y la sociedad. Varios de estos relatos fueron plasmados por escrito y, con motivo del gran aniversario y la consiguiente atención esperable, se publicaron más historias sobre el Instituto.¹ A la gran mayoría las une el hecho de estar narradas como una historia de hombres.²
¿Dónde estaban las mujeres?
es la pregunta que el autor de uno de estos relatos androcéntricos, el periodista Stuart Jeffries, dice haberse hecho a sí mismo.³ Y a la importancia de la pregunta planteada se le contrapone la decepcionante respuesta del autor, que reproduce la tesis de la ausencia de mujeres en su biografía grupal Gran Hotel Abismo. Una biografía coral de la Escuela de Frankfurt sin el menor cuestionamiento.⁴ Como muchos otros que se sumergieron profundamente en la temática antes que él, también en este caso se ahorró el esfuerzo de echarles un ojo a las biografías de aquellas mujeres con las que debatían y/o colaboraban las figuras de la Escuela de Frankfurt
estudiadas por él.
El presente volumen, producto de un proyecto de investigación que surgió por iniciativa del órgano directivo del Instituto con motivo del aniversario, quiere narrar una historia diferente y ofrecer una perspectiva decididamente feminista sobre el Instituto.⁵ Se propone iluminar algo de lo que hasta ahora permaneció en las sombras o completamente oculto. A nuestro entender, para que una crítica de las condiciones de visibilidad
(Speck y Voswinkel en este libro) en perspectiva feminista alcance ese objetivo debe, en primer lugar, echar luz sobre personas que en las narrativas androcéntricas habituales no son mencionadas y cuya invisibilización o desvalorización lleva a que el trabajo de investigación en el Instituto así como el desarrollo y la consolidación institucional del programa teórico que luego fue denominado por tercerxs Escuela de Frankfurt
parezca una historia exclusivamente masculina. Esto no significa bajo ningún concepto desmentir la exclusión estructural de investigadorxs no masculinxs del trabajo académico, todo lo contrario: esta exclusión se muestra sin rodeos en las biografías de las intelectuales mujeres en el IfS y su entorno en la primera mitad y hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Pero nos parece importante mostrar que precisamente aquellas que pese a condiciones a tal punto adversas realizaron allí tareas académicas fueron, por así decirlo, excluidas a posteriori.
Esta manera de proceder, sin embargo, se enfrenta a una paradoja. A sabiendas de la invisibilización ubicua de determinadas actividades –en la sociedad en general, pero también en el marco del trabajo académico–, una historiografía feminista debe atenerse a una concepción del trabajo y de la producción del conocimiento en procesos colectivos y/o colaborativos que implican una división del trabajo. Pero si la intención es generar otras visibilidades, lo lógico –y así precisamente lo hace también este libro– es recurrir a los modos imperantes de la visibilización: destacar especialmente la obra de personas individuales y presentarlas como personalidades brillantes del campo de la investigación. Ocurre que de esta manera se reproduce la lógica que atribuye el trabajo intelectual a un individuo en la misma medida en que oculta determinadas actividades. Entonces, una historia feminista del Instituto, en segundo lugar, también debe poner al descubierto las condiciones de visibilidad y someterlas a una crítica: la conservación de la figura social del genio
, los modos de la división del trabajo de actividades compuestas por muchas facetas con las desvalorizaciones que traen consigo y la jerarquización patriarcal en el contexto del trabajo en el Instituto (cfr. Speck y Voswinkel en este libro). Y esto implica también –cuando es posible y las fuentes lo permiten– sacar a relucir la influencia que las reflexiones de otras investigadoras tuvieron en las obras de los protagonistas, cuyas huellas fueron borradas. Judy Slivi (2023) resaltó la importancia para Max Horkheimer⁶ de la relación intelectual de larga data, documentada en un intercambio epistolar, con Käthe Weil, posteriormente Katharina von Hirsch. Bruna Della Torre pone en evidencia en el presente libro la influencia que tuvieron sobre su Teoría estética las discusiones sobre las vanguardias de Theodor W. Adorno con su doctoranda Elisabeth Lenk; tampoco la colaboración de Gretel Adorno en la producción de muchos textos de Adorno –especialmente también en la Dialéctica del Iluminismo– debería ser subestimada, tal como mostraron ya varias personas (cfr. Boeckmann 2004; Avery 2019; Speck y Voswinkel en este libro). Ahora bien, todos estos trabajos muestran los desafíos también de orden metodológico que enfrenta una historiografía feminista de un instituto de investigación: precisamente por querer desbaratar la lógica dominante de la visibilidad y revelar lo que esta oculta, se ve forzada a recurrir a fuentes distintas de las habituales –entre las cuales las cartas desempeñan un papel central– y, en ocasiones, también a tomar en serio hechos anecdóticos, habladurías y chismes (cfr. Boeckmann 2004). Y tiene que desarrollar su comprensión del asunto a partir de biografías y de constelaciones históricas, personales e institucionales.
En tercer lugar, desde nuestro punto de vista es necesario examinar cuerpos de conocimiento; por un lado, para reconstruir aquellos propios del trabajo empírico y teórico realizado en el Instituto y su entorno que tengan como objeto las relaciones sociales entre géneros y que puedan ser concebidos como elementos de una Teoría Crítica de las relaciones de género (cfr. Umrath 2019; Stögner 2022a: 13). Porque la presentación sesgada de la Escuela de Frankfurt incluye también el relato de que esta no se hacía mayores problemas por la opresión de las mujeres y los moldeamientos al interior del orden de género existente. Si bien no corresponde exaltar a posteriori a los protagonistas del Instituto como flamantes feministas, la reconstrucción de las reflexiones sobre teoría de género y crítica del patriarcado de la primera generación de la Escuela de Frankfurt (cfr. p. ej. Kulke y Scheich 1992; Scheich 1993; Stögner 2022b; Umrath 2019 y Umrath en este libro) pone en evidencia que la falta de interés por las problemáticas de género no debe atribuirse tanto a los teóricos críticos mismos sino más a la recepción androcéntrica de sus textos (Umrath 2018: 49), que es necesario seguir desarticulando. Una recepción y transmisión de carácter androcéntrico del trabajo, o los trabajos, producido(s) y surgido(s) en el IfS también se muestra en el hecho de que, tanto en el campo germanófono como en el internacional, en gran medida se desconoce que precisamente acá surgieron las primeras grandes investigaciones feministas de corte empírico financiadas por el Estado en la década de 1970, y que colaboradoras del Instituto hicieron un aporte esencial a la preparación institucional y a la consolidación académica de los estudios de género y de mujeres en la República Federal de Alemania (cfr. Ricke y también Reichardt en este libro).
Además de ejercer una crítica de las recepciones androcéntricas, una historiografía feminista, por otro lado, también se ocupa de iluminar cuerpos de conocimiento que no fueron integrados al trabajo programático del Instituto, a pesar de que estaban a disposición: por ejemplo, una de las agentes más destacadas del movimiento feminista austríaco e investigadora social feminista de la primera hora, Käthe Leichter, trabajó en los años 1930 para el Instituto (cfr. Duma en este libro), algo que se desconoce casi por completo; en la fase temprana del Instituto existían vínculos con el ala socialista del movimiento feminista en Alemania (cfr. Engelmann en este libro) y era frecuente que los conocimientos obtenidos en el IfS en materia de teoría y práctica feminista ni siquiera en el Instituto se los retomara y en ocasiones, incluso, se los ignorara deliberadamente (cfr. Voswinkel en este libro). Al echar luz sobre determinados cuerpos de conocimiento y vínculos, sin duda también queda planteada la pregunta acerca de qué podría haber sido distinto en la historia.
Las tres dimensiones de una historiografía feminista de un instituto que mencionamos y consideramos importantes –la visibilización de las invisibilizadas, la crítica de las condiciones de visibilidad y la iluminación de cuerpos de conocimiento de teoría de género no transmitidos (en la recepción, pero también en el Instituto mismo)– son abordadas en el presente libro. De ninguna manera pretendemos narrar la única
historia feminista del Instituto, y menos aún con pretensión de exhaustividad, sino animar, con nuestra manera de abordarla, a continuar trabajando en el objetivo de elaborar una historiografía de estas características. Sin duda, habría mucho más para decir sobre una puesta en perspectiva feminista de los cuerpos de conocimiento de la Escuela de Frankfurt. Lo que no nos propusimos, sobre todo, es la tarea de escribir una historia sobre la relación entre Teoría Crítica y feminismo⁷ o una historia de las recepciones y re-visiones feministas de la Teoría Crítica. En ese caso, se trataría de una historia no situada, o itinerante, que debería ocuparse de lecturas feministas a lo largo y a lo ancho del planeta.⁸ Nuestro objetivo era atenernos, con motivo del centenario, a la historia del Instituto y, a modo de cierre, ofrecer un vistazo de los debates feministas y de teoría de género que se dan actualmente en el IfS.
Acerca de la estructura del libro
El libro está conformado por once artículos organizados en orden cronológico.
El primero, un texto historiográfico de Judy Slivi, se ocupa de las biografías y actividades académicas de mujeres en la fase temprana del Instituto de Investigación Social. Comenzando con la Semana de Trabajo Marxista
de 1923, generalmente considerado el primer seminario teórico, Slivi, basándose en nuevos datos sobre Margarete Lissauer, ilustra el hecho de que las participantes mujeres, hasta ahora descuidadas por la investigación, de ninguna manera acompañaron a sus maridos en mera calidad de esposas
, como suele sugerir la bibliografía. Las biografías de las siete mujeres, todas con una gran formación intelectual y políticamente muy activas, tienden a sugerir que su importancia en el contexto temprano del Instituto fue subestimada hasta el momento. Según este artículo, la división del trabajo en el marco de las investigaciones en el Instituto de la década de 1920 y de comienzos de la década de 1930 también presenta una imagen ambivalente: por un lado, la cantidad de mujeres empleadas para realizar tareas académicas era considerable, por otro, se encontraban en posiciones subalternas. Las mujeres solían ser desplazadas hacia los márgenes, y sus actividades se limitaban, por lo general, al trabajo como bibliotecarias o a realizar las tareas que les fueran solicitadas. Algunas recién pudieron profundizar su trabajo académico al interior del movimiento obrero, cuando abandonaron el Instituto. El hecho de que la mayoría de las mujeres permaneciera en
