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Cruce de miradas sobre la biblioteca escolar
Cruce de miradas sobre la biblioteca escolar
Cruce de miradas sobre la biblioteca escolar
Libro electrónico535 páginas6 horas

Cruce de miradas sobre la biblioteca escolar

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Cruce de miradas sobre la biblioteca escolar es el resultado de un esfuerzo colectivo en el cual convergen diversas perspectivas, experiencias y reflexiones en torno al papel de la biblioteca escolar como espacio de lectura, estudio, consulta, aprendizaje, encuentro y transformación.
La elección del título pone de manifiesto no solo la pluralidad de voces que han contribuido a su desarrollo, sino también la intención de generar un diálogo polifacético sobre las múltiples funciones y posibilidades de este espacio educativo en contextos actuales.
Esta obra reúne por tanto las miradas de expertos en biblioteca escolar y en la formación del profesorado que analizan la biblioteca escolar desde múltiples perspectivas, para revisarla, repensarla, darle visibilidad y reivindicar su valor como espacio esencial dentro de la escuela y del sistema educativo, desde la etapa de Educación Infantil.
También aspira, por otro lado, a servir como libro formativo para futuros docentes y profesionales de la educación, brindándoles una visión y comprensión profunda y actualizada sobre el potencial de la biblioteca escolar como un entorno de aprendizaje dinámico, inclusivo y transformador, y un espacio seguro para fomentar la alfabetización y el bienestar.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones Morata
Fecha de lanzamiento13 ene 2025
ISBN9791387510039
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    Cruce de miradas sobre la biblioteca escolar - Kira Mahamud Angulo

    SECCIÓN 1. A primera vista

    Qué es una biblioteca escolar hoy

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    Los modelos y ámbitos de la biblioteca escolar

    En este primer capítulo se propone un modelo de biblioteca escolar y se trata de definir qué ámbitos o dimensiones se consideran imprescindibles para la puesta en marcha y funcionamiento de este recurso educativo de primer orden. En un primer lugar se establece tanto desde la perspectiva de los expertos como desde los documentos maestros de los organismos competentes nacionales e internacionales cuáles son los principios y objetivos fundamentales a los que debe apuntar la biblioteca escolar. En segundo lugar, se analizan con cierta exhaustividad cada una de las cuatro dimensiones o ámbitos a través de los cuales se desarrollan esos objetivos: la biblioteca como un espacio, una colección, unos usos y, sobre todo, tiene un significado dentro del centro escolar.

    La biblioteca como espacio trata de presentar los requisitos mínimos y óptimos para el diseño y el acondicionamiento de un espacio para la biblioteca escolar, teniendo en cuenta que, más allá de la concepción tradicional, se considera la biblioteca un lugar de encuentro. La colección se explica como el conjunto de materiales, recursos y herramientas que deben constituir la respuesta a cada comunidad educativa por parte de la biblioteca escolar y que debe ser, esencialmente, una colección dinámica y en constante transformación. Todo esto acaba en la descripción de los principales usos que en la biblioteca pueden y deben desarrollarse, así como el significado que esta tendrá dentro del Proyecto Educativo de Centro y de las líneas didácticas y pedagógicas de cada comunidad escolar.

    Misteriosos grupos de hombres a caballo recorren los caminos de Grecia. Los campesinos los observan con desconfianza desde sus tierras o desde las puertas de sus cabañas. La experiencia les ha enseñado que solo viaja la gente peligrosa: soldados, mercenarios y traficantes de esclavos. Arrugan la frente y gruñen hasta que los ven hundirse otra vez en el horizonte. No les gustan los forasteros armados.

    Con estas sugerentes líneas da comienzo el prólogo de un libro apasionante, que recorre la historia de los libros, de la escritura y también de las bibliotecas. Se trata de El infinito en un junco, un texto con el que su autora, Irene Vallejo, ha conseguido un impresionante éxito de ventas y reconocimientos. Unas líneas más adelante, el texto continúa:

    Los campesinos que se sientan a fisgonear a la puerta de sus cabañas, los mercenarios y los bandidos habrían abierto unos ojos asombrados y una boca incrédula si hubieran sabido qué perseguían los jinetes extranjeros.

    Libros, buscaban libros.

    Era el secreto mejor guardado de la corte egipcia. El Señor de las Dos Tierras, uno de los hombres más poderosos del momento, daría la vida (la de los otros, claro; siempre es así con los reyes) por conseguir todos los libros del mundo para su Gran Biblioteca de Alejandría. Perseguía el sueño de una biblioteca absoluta y perfecta, la colección donde reuniría todas las obras de todos los autores desde el principio de los tiempos. (V

    allejo

    , 2019).

    No es objetivo de este libro el diseño de una biblioteca como aquella de Alejandría, absoluta y perfecta. No lo es tampoco el de una biblioteca pública, sino el específico y humilde de explicar qué es —o mejor sería decir qué podría ser— una biblioteca escolar hoy. Esta pretensión, con ser humilde, no será sencilla, pues una biblioteca escolar es algo suficientemente complejo, interesante y rico en matices como para hacer necesarias algunas explicaciones. Se trata de la relación entre dos mundos: el de la biblioteca y el de la escuela, cuya existencia ha ido siempre de la mano, pero no siempre con las mismas funciones, pretensiones o importancia respectiva.

    Es importante aclarar que en esta publicación, cuando hablamos de biblioteca escolar lo hacemos en el sentido más amplio, esto es, de modo que incluye a las bibliotecas de todas las etapas de la educación obligatoria, y aún más allá, pues los principios y fundamentos que se mencionarán a lo largo de este capítulo, y que se tratarán con mayor profundidad y extensión en los siguientes, son válidos también para las bibliotecas que incluyan a alumnado de educación infantil y, en su caso, de educación secundaria postobligatoria, bachillerato y ciclos formativos de formación profesional. Los fondos de la colección serán diferentes, las herramientas y recursos —algunos de ellos— quizá también lo serán, pero las respuestas a las preguntas grandes entendemos que son válidas y pertinentes para cualquier biblioteca de un centro educativo, con las necesarias adaptaciones puntuales que el profesorado sabrá, a buen seguro, tener en cuenta.

    Hechas estas salvedades iniciales, comencemos, pues, con este primer capítulo en el que viajaremos al lejano oriente, para conocer los mandamientos básicos que cumplirán la función de brújula en este viaje; continuaremos con una revisión de los grandes textos que servirán de mapa para encontrar el destino, que no es otro que delimitar, esbozar al menos un modelo de biblioteca, un ideal al que parecernos; algo así como la biblioteca escolar que queremos; ese destino al que quizá tardemos un tiempo en llegar, pero que guiará nuestros pasos en el camino. Veremos entonces con detenimiento cómo debería ser nuestra biblioteca, en todos sus planos y facetas, hasta tener una buena visión general, una primera vista que se ampliará en los siguientes capítulos.

    Pretendemos, pues, esbozar destino, mapa y brújula. Vamos a ello. Viajemos, en primer lugar, al lejano oriente, a la Universidad de Madrás, una de las más antiguas de la India. En aquella prestigiosa institución, hace ya casi un siglo, en 1931, un reputado matemático llamado Shiyali Ramamrita Ranganathan, al que se había encomendado la organización de su gran biblioteca, consignó en cinco leyes su visión de la bibliotecología. Desde entonces, las Leyes de Ranganathan, sencillas y breves, han servido como una magnífica guía para orientarse. Son estas:

    1.  Los libros son para usarse.

    2.  A cada lector su libro.

    3.  A cada libro su lector.

    4.  Hay que ahorrar tiempo al lector.

    5.  La biblioteca es un organismo en crecimiento.

    Vale la pena revisarlas con atención, pues suponen todo un paradigma, esto es, una forma de entender cuáles podrían ser las características que dan respuesta a la pregunta que sirve de título al presente capítulo. Cada vez que nos asalten las dudas en el proceso de construir una biblioteca escolar, siempre podremos volver a Ranganathan, a sus cinco leyes, para encontrar la necesaria inspiración. Veámoslas con algo más de detenimiento.

    Los libros son para usarse

    Esto que podría parecer una obviedad, no lo es en absoluto. ¿Cómo decidimos qué fondos deben configurar la colección de nuestra biblioteca? ¿Cuál sería la cantidad adecuada? ¿Cómo deben estar situados y señalizados los libros? ¿Podrán las personas usuarias acceder directamente a todos los fondos? ¿Cuál será la política de uso y préstamo? Para estas, y otras muchas cuestiones, convendrá recordar esta primera ley, para no olvidar cuál es la prioridad: los libros están para usarse; es importante la correcta gestión, catalogación y almacenamiento, pero sin olvidar que nuestro fin último es que los niños y las niñas, también el profesorado y las familias usen la biblioteca. Que los libros se usen.

    A cada lector su libro; a cada libro su lector

    La segunda y la tercera ley nos recuerdan la importancia crucial de las personas. De nuevo suponen una guía para la toma de decisiones que siempre resultará útil. En muchas bibliotecas escolares —aquellas que todavía no han sido renovadas— encontraremos colecciones que reflejen claramente la organización curricular del centro, sus asignaturas o ámbitos de conocimiento disciplinares; en otras, la colección se agrupa en torno a determinadas editoriales, colecciones, lecturas de carácter obligatorio... Y nuestras leyes nos recuerdan que nada de esto contribuye a que cada lector o lectora pueda encontrar su libro, aquel que le interesa, que necesita o que podría gustarle. Tampoco contribuyen a que cada libro, por especial que sea, encuentre a su lector. Las leyes segunda y tercera nos inspirarán para hacerlo de otro modo; nos ayudarán a construir bibliotecas accesibles e inclusivas, atentas a la diversidad de características, intereses, capacidades, lenguas, culturas, creencias... Nos interesará que todos puedan acceder y comprender nuestra biblioteca; que puedan encontrar lo que buscan, e incluso que sea fácil que se produzcan felices encuentros entre los libros y las personas. Nos recordarán, por ejemplo, que la colección debe estar abierta y acce sible.

    Hay que ahorrar tiempo al lector

    La cuarta ley necesita una aclaración, pues podría —y en ocasiones así sucede— provocar malentendidos. ¡Ahorrar tiempo al usuario o usuaria no debe entenderse de modo que justifique que debemos ahorrarle el trabajo! Antes, al contrario, debemos entender esta ley como un precepto que guíe todas las decisiones en cuanto a organización, gestión técnica y política de usos, y que sitúe al usuario en el centro de la toma de decisiones. Dicho de otro modo, si tengo dudas, me preguntaré: ¿qué decisión será más transparente para los usuarios? Esta ley también nos recuerda una de las más decisivas funciones de la biblioteca escolar, que es la formación de los usuarios y usuarias, y su educación documental. La cuarta ley de Ranganathan nos recuerda que cada decisión que tomemos debe promover la autonomía de los niños y niñas en el uso y disfrute de su biblioteca.

    La biblioteca es un organismo en crecimiento

    En efecto, es un organismo vivo, que crece y cambia, que se adapta a las circunstancias y transformaciones de la comunidad a la que sirve. Nuestra biblioteca escolar nunca está acabada. La colección necesita un proceso permanente de evaluación crítica y expurgo, una política de adquisiciones, de usos y préstamos; el mobiliario y el equipamiento serán objeto de permanente revisión y de cambios, que nos aseguren que la biblioteca está actualizada y dinamizada, que ofrece posibilidades para la lectura, el estudio, el acceso a la información, a los diferentes lenguajes, soportes, formatos... En caso contrario, si el trabajo está rematado, la biblioteca acabada, ya no crece ni cambia, entonces estaremos ante una biblioteca... ¡que se nos ha muerto!

    Recuerda entonces nuestras cinco leyes, pues, aunque los soportes de la lectura cambien permanentemente (madera, arcilla, pergamino, papel o datos y luz), lo que cuenta en definitiva es el contenido de estos soportes; eso es lo que crece, eso es lo que cambia, es lo que debemos cuidar y poner a disposición de la comunidad. Las Leyes de Ranganathan son la esencia misma de la bibliotecología; puedes volver a ellas siempre que tengas una duda esencial.

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    Imagen 1.1

    Nuestro capítulo contiene una referencia temporal que quizá precisa de una acotación. ¿Qué significa ese adverbio hoy de nuestro título? ¿Podríamos sustituirlo perfectamente por en el siglo XXI? Quizá, pero no lo hemos hecho, porque nos parecía algo pretencioso. ¿Quién sabe cómo evolucionará este organismo vivo y cambiante a lo largo de todo un siglo? Seguro que las leyes de Ranganathan seguirán teniendo vigencia, esto sí. En cualquier caso, este libro verá la luz en las postrimerías del primer cuarto de este siglo XXI, y a esta época nos referimos.

    De hecho, este primer cuarto de siglo es el marco temporal de una revolución en nuestro campo de estudio. Si hemos de mencionar un hito importante que sirva de punto de partida para la construcción de este modelo de biblioteca escolar que tratamos de explicar, debemos retroceder hasta 1999, año en que ve la luz un documento fundamental para entender el desarrollo de las bibliotecas escolares de entonces en adelante. Se trata del Manifiesto para las bibliotecas escolares, que publica la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (International Federation of Library Association and Institutions, IFLA), que se enmarca en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, las Ciencias y la Cultura (UNESCO). En este breve texto se propugnan unas bases muy sólidas, que comprometen a los gobiernos de los países a desarrollar políticas que aseguren la exis tencia, con algunas características esenciales, de bibliotecas modernas, actualizadas y activadas, en las escuelas. En la propia definición de biblioteca escolar se introducen características, fines y objetivos que son muy novedosos, y que promueven una importante revisión de la teoría y las prácticas previas en el ámbito de la bibliotecología escolar.

    La biblioteca escolar ofrece servicios de aprendizaje, libros y otros recursos, a todos los miembros de la comunidad escolar para que desarrollen el pensamiento crítico y utilicen de manera eficaz la información en cualquier soporte y formato (IFLA, 1999).

    El texto, como hemos mencionado, es muy breve, y sin embargo contiene importantes novedades que llevan a administraciones y cuadros técnicos a cuestionarse sobre qué debe ser una biblioteca escolar, cómo debe ser, cómo debería organizarse y qué colecciones habrán de ponerse a disposición de los centros educativos. La pregunta más importante de todas tiene que ver con para qué son las bibliotecas escolares, pues este manifiesto revolucionario plantea fines y objetivos muy novedosos.

    La biblioteca escolar proporciona información e ideas que son fundamentales para desenvolverse exitosamente en la actual sociedad de la información y el conocimiento. La biblioteca escolar dota a los estudiantes con habilidades de aprendizaje que les permitirá aprender a lo largo de su vida y desarrollar la imaginación, haciendo posible que lleguen a vivir como ciudadanos responsables. (IFLA/UNESCO, 2002).

    Inmediatamente después, la IFLA publica un nuevo documento, que desarrolla con detalle los postulados del manifiesto de 1999. Se trata de las Directrices de la IFLA/UNESCO para la biblioteca escolar. Este documento esencial, que pretende, según sus autores/as: (...) servir como ayuda para que las escuelas y gobiernos puedan desarrollar los postulados contenidos en el manifiesto, es todo un manual cuya lectura resultará muy clarificadora para quien se inicie en las tareas de renovación de la biblioteca escolar. Recientemente, en el año 2015, se ha publicado una nueva versión, revisada y actualizada, de las directrices.

    Una biblioteca escolar es el espacio de aprendizaje físico y digital de una escuela donde la lectura, la indagación, la investigación, el pensamiento, la imaginación y la creatividad son fundamentales en el viaje de la información al conocimiento de los estudiantes y para su crecimiento personal, social y cultural. Este lugar físico y digital se conoce por varios términos (por ejemplo, centro de recursos de la escuela, centro de documentación e información, centro de recursos de la biblioteca, biblioteca de aprendizajes comunes) pero Biblioteca escolar es el término comúnmente más utilizado y aplicado a las instalaciones y funciones. (IFLA/UNESCO, 2015)

    En nuestro país, la administración educativa se hizo eco del manifiesto de la UNESCO y puso en marcha equipos de personas expertas en bibliotecas escolares para comenzar a diseñar un marco de referencia para la necesaria revolución que se estaba promoviendo en todos los países del entorno en aquellos primeros años del siglo XXI. Estos equipos —que felizmente contaban entre sus miembros no solo con personas expertas en biblioteconomía y documentación, política educativa e investigación académica, sino también con docentes con experiencia en la dinamización de bibliotecas escolares de diferentes etapas— consiguieron publicar algunos documentos que son fundamentales para fijar de un modo nítido el modelo de biblioteca escolar al que podemos tratar de parecernos. El documento esencial en el que se puede conocer este modelo de biblioteca escolar y todas sus características y funciones es el denominado Marco de Referencia para las bibliotecas escolares, publicado por el Ministerio de Educación en el año 2011.

    Las bibliotecas escolares que se precisan en la actualidad son centros de recursos de lectura, información y aprendizaje: entornos educativos específicos integrados en la vida de la institución escolar. Apoyan al profesorado en el ejercicio de sus prácticas de enseñanza y facilitan al alumnado el aprendizaje de los contenidos curriculares, así como la adquisición de competencias y hábitos de lectura, en una dinámica abierta a la comunidad educativa.

    Estas bibliotecas deben permitir el acceso a materiales informativos actualizados, diversos, apropiados, suficientes en número y calidad, y contemplar todas las áreas del currículo. Son espacios, también, para la lectura, propiciadores de experiencias gratas de encuentro y convivencia con los libros y con los recursos culturales en general. Deben apoyar los programas del centro en su conjunto, especialmente aquellos que vayan enfocados a la formación en el uso crítico y ético de la información y en la transformación de esta en conocimiento.

    En una sociedad en la que abundan las desigualdades, las bibliotecas escolares son un factor de compensación social, al posibilitar el acceso a los recursos informativos y culturales a quienes carecen de ellos, procurando así paliar la brecha digital y social (CCB, 2011).

    Otros documentos publicados en el contexto del Ministerio en aquella fértil época, y que resultan complementarios y de enorme utilidad son los titulados Bibliotecas Escolares entre Comillas, y Bibliotecas Escolares entre Interrogantes, centrados uno en la ejemplificación y análisis de prácticas de diferentes escuelas y contextos, y el otro en establecer una potente herramienta de evaluación y diagnóstico para los equipos docentes implicados en procesos de renovación y actualización de las bibliotecas de sus centros.

    En el año 2021 se abre un proceso colaborativo para la redacción de un nuevo Manifiesto para las Bibliotecas Escolares, en el marco de la IFLA/UNESCO. Resulta muy interesante apreciar cómo sus propuestas ya no se centran en la existencia de bibliotecas escolares (dando esta por supuesta, entendemos, tras 20 años desde el anterior manifiesto), sino en el conveniente diseño de sus programas y planes de actividades, y sus equipos de profesionales cualificados, para velar por el cumplimiento de unos objetivos que se han ido transformando y complejizando.

    El programa de la biblioteca escolar y de sus profesionales cualificados se enfoca en el desarrollo de los estudiantes al brindar acceso equitativo a experiencias de aprendizaje, recursos y espacios de aprendizaje que permitan a todos los miembros de la comunidad escolar convertirse en pensadores críticos comprometidos, lectores competentes y usuarios responsables, evaluadores, y creadores de información en múltiples formatos (IFLA, 2021).

    Para contestar a esta pregunta, propondremos una mirada que preste atención a cuatro aspectos, a cuatro caras de un prisma, pues entendemos que una biblioteca escolar es una realidad compleja y que resultará útil atender a varias cuestiones, a saber:

    •  Que la biblioteca escolar es un espacio; un lugar en el centro educativo que, como tal tiene unas dimensiones y características específicas, un mobiliario y un equipamiento concretos, debe estar situado, organizado y señalizado de modo que pueda cumplir con eficacia sus funciones.

    •  Que la biblioteca escolar es, en esencia, una colección; un conjunto de recursos (de libros y de otros recursos y herramientas) para la lectura, el acceso a la información y el estudio, pero también para la manipulación, la experimentación, la creación, la colaboración... Estos recursos precisan de técnicas muy específicas de organización y gestión, de dinamización y formación.

    •  Que una biblioteca escolar pretende, como decía Ranganathan, que los libros se usen; los usos de la biblioteca son la esencia misma de su programa de funcionamiento, las actividades que organiza son las que modelan y configuran el espacio que diseñamos y la colección que se necesita. Todo gira en torno a los usos que pretendemos potenciar.

    •  Que una biblioteca escolar tiene un significado; representa, en definitiva, una determinada mirada hacia el hecho mismo de la educación; la biblioteca es una actitud, una apuesta por la innovación educativa, por las metodologías activas, por la conexión de la escuela con el mundo, por el desarrollo del pensamiento crítico y las competencias clave. La presencia de la biblioteca en la vida escolar es la cuarta y quizá más interesante de las miradas que se proponen en este texto.

    Procedamos pues a entrar en materia. Lo haremos a través de estos cuatro planos, de estas cuatro miradas hacia la biblioteca escolar, tal como se observan en la figura

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