Escuela de espías en las nieves (Spy Ski School)
Por Stuart Gibbs
()
Información de este libro electrónico
El alumno de trece años, Ben Ripley, no es precisamente el mejor estudiante que ha pasado por la escuela de espías: no acaba de sacar adelante la asignatura de Autoprotección Avanzada. Pero fuera de la clase, Ben logra mantenerse vivo bastante bien. Sus enemigos lo han secuestrado, le han disparado, lo han encerrado en una habitación con una bomba de tiempo e, incluso, han tratado de volarlo con misiles. Y siempre ha logrado sobrevivir. Después de esos éxitos inesperados, la CIA ha decidido activar a Ben de verdad.
La Misión: Hacerse amigo de Jessica Shang, la hija de un criminal chino y averiguar todos los secretos de su padre.
Stuart Gibbs
Stuart Gibbs is the author of the FunJungle series as well as the New York Times bestselling Spy School and Moon Base Alpha series. He has written the screenplays for movies like See Spot Run and Repli-Kate, worked on many animated films, and developed TV shows for Nickelodeon, Disney Channel, ABC, and Fox. Stuart lives with his wife and two children in Los Angeles. You can visit him online at stuartgibbs.com.
Lee más de Stuart Gibbs
Escuela de espías (Spy School) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCampamento de espías (Spy Camp) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEscuela de espías malvados (Evil Spy School) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Autores relacionados
Relacionado con Escuela de espías en las nieves (Spy Ski School)
Libros electrónicos relacionados
Rompiendo el Orden: Rompiendo el Orden, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Venator Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesColonia Este: La Trilogía de Tucán — Libro 2 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesContactos peligrosos: Las Crónicas de Krinar, #1 Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Joe Devlin y el nuevo Guerrero Estelar Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMando Principal (La Forja de Luke Stone — Libro n° 2) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los olvidados. Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJ. F. K. Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRed Wall Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna muerte solitaria Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Ciudad de los Bastardos: Thriller Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMañana no estás: Edición Latinoamérica Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Archimago: Libro 2 de 14 del universo Just Cause Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesZona 1 La séptima partición Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn hombre del pasado CGDF 2032-2012: ciencia ficción Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesKhaos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDialogue Prompt; No Estamos Solos En El Universo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesParanoia: Lo que sucede cuando el gobierno espía a un adicto Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Mar De Tranquilidad 2.0: Libro Uno Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones2043 A.D. Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa esencia de la misión. El comienzo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacioneshAInds y la mente cuántica Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesZona 6: La zona, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Mandato De La Malicia: Malicia, #25 Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Navidad Chow Chow: Los Hart, #4 Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Niño Volador 4 (Libro Ilustrado): El Niño Volador, #4 Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El undécimo mandamiento Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos tres estigmas del piloto Jim: Piloto Jim Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLadrones de mundos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Sin fallos: Una novela de Jack Reacher Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Acción y aventura para niños para usted
El progreso del peregrino (edición para niños) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Harry Potter y la piedra filosofal Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Harry Potter y la Orden del Fénix Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Harry Potter y la cámara secreta Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Harry Potter y el prisionero de Azkaban Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Libro de cuentos infantiles: Cuentos para dormir para niños. Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La mala del cuento Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Correr o morir Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Mundo del Circo: Cuentos para niños, #2 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHarry Potter y el cáliz de fuego Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Donde surgen las sombras Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Heartsong. La canción del corazón Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Harry Potter y las Reliquias de la Muerte Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El león, la bruja y el ropero Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Despertar de los Dragones (Reyes y Hechiceros—Libro 1) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Harry Potter y el misterio del príncipe Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los escribidores de cartas Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Una Promesa De Gloria (Libro #5 De El Anillo Del Hechicero) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las pruebas del sol Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un Rito De Espadas Libro #7 De El Anillo Del Hechicero Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La guerra del bosque Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Un cuento de fuego Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Una Princesa Diferente - Princesa Pirata (Libro infantil ilustrado) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos para dormir a Elías Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Siete reporteros y un periódico Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Correr o morir (renovación) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEstas brujas no arden Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un Mar De Armaduras (Libro #10 De El Anillo Del Hechicero) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Virus letal - El comienzo (renovación) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Mundo de Sasha: Cuentos para niños, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Comentarios para Escuela de espías en las nieves (Spy Ski School)
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Escuela de espías en las nieves (Spy Ski School) - Stuart Gibbs
1
ACTIVACIÓN
Sala Bushnell
Academia de Espionaje de la CIA
Washington D.C.
6 de diciembre
11:30 horas
La llamada al despacho del director se escuchó en medio de la clase de Supervivencia Avanzada.
En general me habría alegrado tener una excusa para salir de SA, ya que era mi peor asignatura. Lo más que sacaba era una C, a pesar de que en la vida real había demostrado ser bastante bueno sobreviviendo. En los últimos once meses, mis enemigos me habían secuestrado, disparado, encerrado en una habitación con una bomba de relojería e incluso habían tratado de hacerme volar por los aires con misiles y, sin embargo, sobreviví a todo. Pero a mis instructores de la Academia de Espionaje de la CIA no les causaba buena impresión que siguiera vivo. Seguían empeñados en darme malas notas.
—Hay una gran diferencia entre huir y ser capaz de defenderse —explicó la profesora Simon, mi instructora de SA poco antes de que me llamara el director. Georgia Simon tenía unos cincuenta años y tenía el aspecto de alguien con quien mi madre hubiera jugado a la canasta, pero era una guerrera increíble, capaz de vencer en un combate a tres maestros de karate a la vez—. Hasta ahora lo único que has hecho en el terreno es correr.
—Hasta ahora me ha funcionado bastante bien —respondí.
—Has tenido suerte —dijo la profesora Simon. Y entonces me atacó con una espada de samurái.
Era una espada falsa, pero aun así era intimidante. (La academia había dejado de usar espadas de verdad hacía unos cuantos años, después de que un alumno perdiera un brazo en una clase). Me defendí lo mejor que pude, pero a los veinte segundos quedé tendido en el piso con la profesora Simon de pie sobre mí, espada en alto, lista para hacer de mí un pincho de carne.
Fue muy penoso, ya que ocurrió delante de toda la clase. La profesora Simon impartía SA en una gran sala de conferencias. Mis compañeros de clase estaban sentados en filas a mi alrededor, viendo cómo una mujer cuatro veces mayor que yo me daba tremenda paliza.
—Patético —declaró la profesora Simon—. Esto merece una D en el mejor de los casos. ¿Alguien quiere mostrarle al señor Ripley cómo se defiende un verdadero agente?
Nadie se ofreció. Mis compañeros de segundo año no eran idiotas; ninguno quería ser denigrado como yo. O herido. Por suerte para ellos, en ese momento el anuncio del director llegó a través de los altavoces de la escuela, distrayendo a la profesora Simon.
Existían muchas otras formas menos anticuadas de enviar mensajes urgentes a las aulas en la escuela de espías, pero el director no sabía cómo usar ninguna de ellas. De hecho, tampoco era muy ducho utilizando el sistema de megafonía. Se escucharon movimientos torpes durante unos segundos, seguidos de la voz del director murmurando: «Nunca puedo recordar con qué interruptor funciona esta cosa estúpida. Este maldito sistema me fastidia más que mis hemorroides». Entonces preguntó:
—¿Hola? ¿Hola? ¿Funciona esta cosa? ¿Pueden oírme?
La profesora Simon suspiró de una manera que sugería que respetaba al director aún menos que a mí.
—Sí, podemos oírlo.
—Muy bien —respondió el director—. ¿Está Benjamín Ripley en su clase? Necesito verlo en mi oficina inmediatamente.
Un coro de uuuhs recorrió la sala: respuesta universal de los alumnos de secundaria cuando se enteran de que otro alumno está metido en un lío.
La profesora Simon dirigió a la clase una mirada de advertencia y los uuuhs cesaron de inmediato.
—Se lo envío enseguida —respondió. Luego me miró y dijo—: Ve.
Me levanté de un salto y corrí hacia la puerta, deteniéndome solo para agarrar mi mochila del asiento. Zoe Zibbell, mi mejor amiga en la escuela de espías, que se sentaba junto a mí, me miró inquisitivamente con sus grandes ojos verdes, queriendo saber si yo sabía por qué me llamaban. Me encogí de hombros.
Al lado de Zoe, Warren Reeves se reía de mi desgracia. Yo no le caía bien. Él estaba enamorado de Zoe y me veía como un rival, por lo que siempre estaba deseando mi fracaso.
Fingí apresurarme mientras salía por la puerta y frené enseguida que estuve fuera del alcance de la vista de la profesora Simon. No tenía ninguna prisa por llegar a la oficina del director.
Desde que estaba en la escuela de espías el director me había llamado en cuatro ocasiones diferentes y siempre había sido para darme malas noticias. En la primera ocasión me envió a un régimen de aislamiento, después me puso en libertad condicional, en la tercera ocasión me informó que mis vacaciones de verano se habían cancelado para enviarme a un entrenamiento de supervivencia en la naturaleza y, finalmente, me expulsó de la escuela (pero después fui readmitido). Así que me entretuve preguntándome qué sería lo que me tenía reservado esta vez.
Salí de la Sala Bushnell y entré en el Cuadrángulo Hammond de camino hacia el edificio de la Administración Nathan Hale. Era la semana siguiente a Acción de Gracias. El otoño había sido suave en Washington D.C., pero el invierno había llegado con fuerza. Vientos gélidos estaban despojando a los árboles de sus hojas y una capa de nieve helada cubría el suelo.
Mientras avanzaba lentamente por el patio, mi teléfono vibró al entrar un mensaje. Era de Erica Hale:
deja de perder el tiempo y ven para acá. te esperamos.
Me quedé mirando el edificio gótico Hale, preguntándome si Erica me estaba observando o simplemente me conocía lo suficiente como para suponer que estaba perdiendo el tiempo. Cualquiera de las dos posibilidades era verosímil.
Erica era una alumna de cuarto año, pero era sencillamente la mejor espía en formación de la escuela. Nos aventajaba a todos los demás: descendía de una estirpe de espías. El edificio al que me dirigía llevaba el nombre de su familia. Sus antepasados habían sido espías de los Estados Unidos, remontándose al mismísimo Nathan Hale. Su abuelo, Cyrus, había ido enseñándole el negocio familiar desde que nació. Cuando yo estaba aprendiendo a montar figuras con Legos, ella estaba aprendiendo a montar ametralladoras semiautomáticas. Con los ojos vendados.
Aceleré el paso, corriendo hacia el edificio Hale. Si Erica me estaba esperando junto al director, probablemente significaría que no estaba metido en un lío. Además, estaba entusiasmado por verla.
Estaba muy enamorado de Erica Hale. Era la muchacha más hermosa, inteligente y peligrosa que había conocido en mi vida. Sabía que yo no le gustaba tanto como ella me gustaba a mí, pero el solo hecho de que yo le gustara, aunque fuera un poco, me bastaba. Erica miraba a la mayoría de sus compañeros y profesores con absoluto desinterés. Como si fueran rocas. Y ni siquiera rocas bonitas. Rocas grises y aburridas. Gravilla. Aunque el texto que me había enviado era brusco y frío, al menos era un texto de Erica Hale, lo cual era más contacto humano del que Erica tenía jamás con nadie. Había un montón de muchachos en la escuela que habrían matado por recibir un mensaje de Erica Hale. Literalmente.
Entré en el edificio Hale y subí las escaleras al quinto piso de dos en dos. Los agentes de seguridad me hicieron pasar rápidamente a la zona restringida.
—Adelante, señor Ripley —dijo uno—, estábamos esperándolo.
Me detuve y abrí los brazos y las piernas para el cacheo habitual, pero el segundo guardia negó con la cabeza:
—No hace falta. Quieren verlo cuanto antes —dijo y me señaló hacia una puerta.
La puerta era distinta a la que solía corresponder a la oficina de un director. Tenía un letrero que decía DRICTOR. Dado el error ortográfico supuse que lo había escrito el director mismo.
El director era seguramente la persona menos inteligente de todo el personal que trabajaba para los servicios de Inteligencia. Había muchos maestros aceptables en la escuela, la mayoría de los cuales habían sido espías aceptables. El director, en cambio, había sido un espía terrible. Había fracasado en todas y cada una de sus misiones. Nadie quería que impartiera clases de nada, por eso no le quedó más remedio que convertirse en un administrador. Principalmente se ocupaba del papeleo que nadie quería hacer.
El director no estaba en su oficina normal porque yo la había volado por los aires al dispararle un proyectil de mortero (fue un accidente). Los daños habían sido cuantiosos y, como el Gobierno era el encargado de las reparaciones, la cosa iba con mucha calma. El plazo oficial para la reconstrucción se fijó en tres años, una cifra optimista; mi dormitorio llevaba esperando la sustitución del sistema sanitario desde antes de la caída del Muro de Berlín. Mientras tanto, el director había sido trasladado al final del pasillo.
A un trastero.
Era un trastero bastante grande, pero seguía siendo un trastero. Dado el penetrante olor a amoníaco, supuse que hasta hacía poco se habían almacenado allí los artículos de limpieza. En lugar de un bonito e imponente escritorio, el director tenía ahora una mesa de juego. Estaba sentado detrás, en una chirriante silla plegable, mirándome bajo el peluquín más horrendo del mundo. Parecía como si un mapache se hubiera muerto sobre su cabeza y luego hubiese sido aplastado por un camión. Solo el director y yo habríamos bastado para hacer que el trastero luciera atestado, pero otras tres personas estaban hacinadas allí también, esperándome. Todas eran Hales.
Erica, de pie junto a su padre, Alexander, y su abuelo, Cyrus.
Alexander Hale había sido un espía muy respetado durante años, a pesar de ser un farsante absoluto. La agencia al fin se dio cuenta y lo despidió, pero luego él demostró su valía en una misión no autorizada y fue readmitido. Ahora estaba de vuelta con su habitual estilo elegante: vestía un traje de tres piezas con un pañuelo perfectamente doblado y una corbata bien anudada.
Cyrus, por su parte, era el verdadero ejemplar de un espía perfecto, tan bueno que ningún otro le hacía sombra en la CIA, a pesar de tener ya más de setenta años. Había estado retirado, pero se había reactivado recientemente. A Cyrus no le importaba usar trajes elegantes, que consideraba poco prácticos. Llevaba prendas y zapatillas deportivas, también una riñonera; parecía como si fuera a dar una vuelta por un centro comercial para hacer ejercicio.
Erica llevaba su ropa negra habitual, su cinturón multifuncional habitual y su expresión de aburrimiento habitual. Apenas me miró cuando entré.
—Me alegro de que por fin hayas llegado —me dijo.
—Siento haberlos hecho esperar —les dije y entonces me di cuenta de que el trastero no tenía ventana. Lo que significaba que Erica no me había visto perder el tiempo. Simplemente lo supo.
—No te preocupes, Benjamín —dijo Alexander con un tono alegre—. Yo acabo de llegar.
—No deberías estar orgulloso de eso —le dijo Cyrus con desaprobación—. Teniendo en cuenta que debías estar aquí hace media hora.
Alexander hizo una mueca de dolor, como solía hacer cuando su padre lo regañaba, y luego trató de salvar las apariencias:
—Estaba haciendo preparativos importantes para la misión.
—¿Qué misión? —pregunté. En el estrecho trastero apenas había espacio para moverse—. ¿Qué está pasando?
—¡Te van a activar! —anunció Alexander con entusiasmo.
Cyrus hizo una mueca, como si Alexander hubiera dicho algo que no debía.
—¿Qué? —exclamó el director y se levantó de golpe, atónito, obviamente ajeno a la noticia—. ¿Van a activar a este imbécil? ¿Para una misión de verdad?
—No tendría mucho sentido que lo activáramos para una misión de mentira ¿no? —preguntó Cyrus.
—¡Pues no puede ir! —declaró infantilmente el director—. ¡Hizo volar mi oficina por los aires!
Cyrus exhaló con calma, tratando de ser paciente.
—Como le he explicado muchas veces, eso no fue del todo obra de Ripley. Fue un montaje para hacer que nuestros enemigos de ARAÑA de verdad creyeran que había sido expulsado y lo reclutaran…
—¡Casi me mata! —protestó el director, inmune a la lógica de Cyrus—. Ya bastante tuve al tener que aceptarlo otra vez como alumno…
—Él fue decisivo para frustrar los planes de ARAÑA —señaló Alexander.
—¿…pero ahora van a enviarlo de nuevo a una misión? —continuó el director—. ¡Ni siquiera lleva un año en la academia! ¡No está calificado para una misión sobre el terreno!
—Lo está —dijo Cyrus—. Lo ha demostrado.
—Pero… —empezó a protestar el director.
—En realidad no importa si está de acuerdo conmigo en esto —interrumpió Cyrus—. Porque el jefe de la CIA lo aprueba. Y es él quien autoriza las misiones, no usted. La única razón por la que estamos teniendo esta reunión aquí es porque, como director de esta institución, usted tiene que ser informado oficialmente cuando se envían alumnos a misiones sobre el terreno.
Si hubiera habido algún lugar para sentarse en la oficina, lo hubiera hecho. Recibí una gran sorpresa al escuchar que la CIA me activaba. Pero sobre todo quedé completamente fascinado escuchando a Cyrus defenderme. Cyrus no repartía elogios con facilidad. De hecho, podrías apostar sin ningún temor que jamás le daría uno a Alexander.
El director se hundió de nuevo en su silla plegable, mirándome más rabioso aún.
Traté de evitar su mirada, dirigiendo mi atención a Erica.
—¿A ti también te han activado?
Erica levantó una ceja, pero no dijo nada.
—Lo pregunto porque te veo aquí —le expliqué—. Y tu abuelo acaba de decir que fueron activados alumnos. Así que no soy solo yo…
—¡Excelente trabajo deductivo, como siempre! —exclamó Alexander, dándome palmaditas en la espalda—. ¡Erica también te acompañará en la misión, al igual que mi padre y yo!
La expresión de Erica no cambió. No dejaba entrever si estaba o no contenta con todo esto. Le podrían haber dicho que necesitaba un tratamiento de conducto y tampoco dejaría traslucir ninguna emoción.
Sin embargo, yo sí estaba contento. Incluso más que contento; la idea de estar con Erica en una misión era emocionante. En primer lugar, no había ninguna persona en quien confiara más. En segundo lugar, era una buena excusa para pasar mucho tiempo con ella.
En teoría, debería tener muchas excusas para pasar tiempo con Erica, ya que ambos íbamos al mismo internado supersecreto. Pero Erica podía ser tan fría y distante como la Antártida. Mientras los otros niños de la escuela socializaban a través de juegos de capturar la bandera o de maratones de películas de James Bond, Erica se mantenía apartada. A pesar de que yo era considerado su mejor amigo en el campus, eso no significaba gran cosa. Unos meses antes, al final de nuestra última misión, cuando ambos estábamos sedados con analgésicos después de haber estado a punto de que un misil nos hiciera pedazos, Erica me había dicho algunas cosas bonitas mientras sostenía mi mano. Pero desde entonces se había comportado como si eso nunca hubiera sucedido. Incluso pasó semanas sin siquiera mirarme.
Así que estaba ansioso por tener una excusa para salir con ella, aunque mi vida pudiera estar en peligro. Para mí, valía la pena el riesgo.
—¿Cuál es la misión? —pregunté.
Cyrus sacó un sobre manila cerrado del bolsillo interior de su chaqueta deportiva y me lo entregó. Tenía una etiqueta donde se podía leer OPERACIÓN CONEJITO DE NIEVE y sellado con la frase SOLO PARA TUS OJOS. Me dio un vuelco el corazón. Recibir un «solo para tus ojos» en la escuela de espías era como ser elegido el rey de la graduación en una escuela normal.
Abrí el sobre y encontré varias fotos dentro. Extremadamente borrosas, como si hubieran sido tomadas desde muy lejos con un teleobjetivo. La primera era de un hombre con el pelo muy corto y gafas de sol.
—Es Leo Shang —me dijo Cyrus—. Es uno de los hombres más ricos de China. Su fortuna asciende a miles de millones.
—¿A qué se dedica? —le pregunté.
—No tenemos ni idea —admitió Cyrus—. La verdad es que no sabemos casi nada sobre él: dónde creció, qué formación tiene, qué posee. Simplemente apareció en escena hace cinco años, cargado de dinero.
Erica se acercó a mí para ver mejor las fotos. Como siempre, olía increíble, una combinación de lilas y pólvora. Se quedó mirando las fotos de una forma que indicaba que no las había visto antes, lo que era inusual. En general Erica lo sabía todo mucho antes que yo. Me pregunté por qué Cyrus no se las habría enseñado antes.
—Cualquier persona con un pasado imposible de averiguar y con tanto dinero es sospechoso —continuó Cyrus—. Así que la CIA ha tratado de investigarlo. Sin embargo, el hombre tiene la seguridad más férrea con la que me he topado nunca. Su organización es casi imposible de infiltrar. Se mantiene enclaustrado, interactuando sólo con unas pocas personas selectas, que también están extremadamente bien protegidas. Durante años hemos estado tratando de acercar algún agente a su entorno sin ningún éxito.
—¿Por qué? —preguntó Erica. Era la segunda vez que hablaba desde que yo había entrado en la habitación—. Si es un criminal chino, es problema de China, ¿no?
—Tenemos razones para creer que sus crímenes no se limitan solo a China —respondió Cyrus—. Parece estar tramando algo en los Estados Unidos. El último agente que lo investigaba nos informó que está trabajando en un plan llamado Operación Puño de Oro.
—¿Qué es eso? —pregunté.
—No lo sabemos —confesó Cyrus—. Nuestro agente no pudo averiguar nada más antes de que lo descubrieran y la misión se dio por terminada. Sin embargo, en su última transmisión nos indicó sus sospechas de que Puño de Oro podría ser una amenaza de Nivel Once.
Al escuchar esto último Erica se puso ligeramente rígida, que era su modo de expresar una gran preocupación.
—¿Nivel Once? —dijo.
—¿Qué es eso? —pregunté.
—Bueno —respondió Erica—, una amenaza de Nivel Diez sería extremadamente peligrosa, causaría el mayor caos y destrucción que puedas imaginar. Una amenaza de Nivel Once es aún peor.
Tragué saliva, inquieto ante esa idea.
—Dado esto, es de vital importancia que determinemos en qué consiste Puño de Oro —dijo Cyrus—. Ahí es donde ustedes entran en acción.
—¿Nosotros? —pregunté sin apenas poder respirar—. ¿Cómo se supone que vamos a acercarnos a ese tipo cuando toda la CIA no ha podido hacerlo?
—Porque todo el mundo tiene una grieta en su armadura —explicó Cyrus—. Ningún hombre es una isla. Y la debilidad de Leo Shang es su hija Jessica.
Pasé a la siguiente foto. Era de una niña que parecía tener mi edad. Esta foto estaba aún más borrosa que la primera, de tan mala calidad que apenas podía distinguir nada en ella, excepto que tenía pelo. Parecía estar horneando un pastel o sosteniendo un gato.
—Quieres que nos acerquemos a ella —dijo Erica.
—¡Exacto! —exclamó Alexander—. Leo Shang puede sospechar de cualquier adulto que intente acercarse a él, pero dudamos que sospeche que un adolescente sea un agente de la CIA. Y si logramos llegar hasta ella, quizá también sea posible llegar hasta su padre.
—Está bien, lo haré —dijo Erica—. No será fácil, pero podré arreglármelas. Si me das la identificación adecuada, puedo introducirme como una nueva alumna en la escuela de Jessica…
Hubo un cruce de miradas inquietas entre Cyrus y Alexander, como si hubiera un tema que ambos temieran abordar. Al final, Cyrus pareció darse cuenta de que tendría que hacerlo. Se aclaró la garganta y dijo:
—Erica, no es a ti a quien vamos a asignar la tarea de acercarse a Jessica.
—¿Ben es el agente principal? —preguntó Erica en tono enfadado—. Debes de estar bromeando.
—Cariño —dijo Cyrus haciéndole un gesto para que se calmara—, el objetivo aquí es hacer amistad con Jessica y la clave para hacer amistad con alguien es ser realmente, bueno… amistoso. Tú tienes muchas cualidades maravillosas, pero ser amable con las personas no es una de ellas.
—Las personas suelen ser idiotas —murmuró Erica.
—¿Ves lo que quiero decir? —dijo Cyrus—. Esa es exactamente la actitud a la que me refiero. Ahora, cuando se trata de espionaje, sé que tienes un talento tremendo, mientras que Ben no tiene mucho…
—¡Ey! —dije.
—Pero es bueno haciendo amigos —continuó Cyrus—. Le cae bien a la gente. Y eso no es nada despreciable. Por eso va a ser el agente principal en esta operación, mientras que tú serás su principal enlace.
—¡Él fue el agente principal en la última operación! —estalló Erica—. ¡Y yo su enlace! Apenas ha tenido entrenamiento, ¡mientras que yo he estado estudiando para esto desde que era un bebé!
—He aprendido algunas cosas —protesté.
—Hablo chino con fluidez —dijo Erica y fijó en mí su mirada furiosa—. Tanto el mandarín como el wu. ¿Puedes hablar chino con fluidez?
—Eh, no… —confesé tímidamente—. Pero puedo pedir la cena en un restaurante chino.
—Genial —gruñó Erica—. Cuando conozcas a Jessica Shang, puedes pedirle unos rollitos de primavera. Estoy segura de que te irá bien.
—Ya basta —le dijo Cyrus.
Erica se calló. Sin embargo, era evidente que seguía enojada. Lo cual era inquietante. Erica rara vez mostraba mucha emoción. Solía estar casi siempre tan calmada y relajada como una persona en un spa, incluso en medio de un tiroteo. Pero ahora estaba tan alterada que parecía como si hubieran subido la calefacción.
—Esta decisión no fue tomada con ánimo de ofenderte —le aclaró Cyrus—. Se tomó porque es la mejor para los intereses de nuestro país. Si no quieres aceptarla, estoy seguro de que podría encontrar otro alumno dispuesto a ser el contacto de Ben.
—Tú sabes que aquí no hay nadie mejor que yo —dijo Erica desviando la mirada hacia su abuelo.
—Bienvenida a bordo entonces —dijo Cyrus—. Y ahora, pasemos al asunto. Dentro de unas semanas, los Shang van a salir de China por primera vez desde que los venimos siguiendo. Mejor aún, vendrán a los Estados Unidos. Jessica Shang quiere aprender a esquiar.
—¿No puede aprender en China? —preguntó el director—. Allí también tienen nieve ¿no?
—Claro que tienen nieve —dijo Cyrus con sequedad—. Sin embargo, sus estaciones de esquí no son tan buenas como las nuestras, por eso Jessica quiere ir a Colorado. A Vail, concretamente. Ya han alquilado un hotel allí y…
—Una habitación de hotel —corregí.
—¿Qué? —preguntó Cyrus.
—Dijo que habían alquilado un hotel —le dije—. En lugar de una habitación de hotel.
—No se trata de un error —replicó Cyrus—. Alquilaron el hotel entero.
—¿Para una familia? —pregunté atónito.
—En realidad —dijo Alexander—, la señora Shang no viene. No sabemos por qué, pero sospechamos que ella es aún más reservada que su marido. O tal vez no le gusta el frío.
—¿Así que alquilaron un hotel entero solo para dos personas? —pregunté más asombrado aún.
—Y para su personal de seguridad, que es bastante numeroso —explicó Alexander—. A Leo Shang no le gusta estar rodeado de extraños. Y,
