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Violencia de género en relaciones de pareja
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Libro electrónico506 páginas7 horas

Violencia de género en relaciones de pareja

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La violencia de género en las relaciones de pareja aborda un tema sensible para la sociedad iberoamericana, como es la violencia contra las mujeres que en particular ocurre en las relaciones de parejas heterosexuales y que inician con el anhelo femenino de encontrar el amor; el cual funciona como una trampa para ellas porque desata una serie de violencias como la prostitución, la trata de personas y el feminicidio, por mencionar algunas.

De ahí la relevancia de este libro, que reúne catorce capítulos que analizan la violencia de género de manera interdisciplinaria y desde una mirada reflexiva y crítica que llevan al lector, de la mano en cada capítulo, a las investigaciones actuales acerca de la violencia contra las mujeres.

Este libro contribuye en el análisis de este fenómeno complejo que es la violencia de género en las relaciones de pareja, pues deja al descubierto los mecanismos de poder que subyacen en éstas; por lo tanto, el libro aspira a ser un aporte en la tarea de lograr una vida libre de violencia para las mujeres.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 jun 2024
ISBN9786075811819
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    Violencia de género en relaciones de pareja - Ma. del Carmen Dolores Cuecuecha Mendoza

    Imagen de portada

    Diálogos académicos

    Violencia de género en

    relaciones de pareja

    Violencia de género en

    relaciones de pareja

    Ma. del Carmen Dolores Cuecuecha Mendoza

    Oscar Montiel Torres

    Ángel Christian Luna Alfaro

    (coordinadores)

    Universidad de Guadalajara

    Dr. Ricardo Villanueva Lomelí

    Rector General

    Dr. Héctor Raúl Solís Gadea

    Vicerrector Ejecutivo

    Mtro. Guillermo Arturo Gómez Mata

    Secretario General

    Dra. Gloria Angélica Hernández Obledo

    Rectora del Centro Universitario de los Lagos

    Dra. Karla Noemí Padilla Martínez

    Secretaria Académica

    Dra. Irma Estela Guerra Márquez

    Jefa del Laboratorio Editorial

    Primera edición, 2024

    © Ma. del Carmen Dolores Cuecuecha Mendoza

    Oscar Montiel Torres

    Ángel Christian Luna Alfaro

    ISBN 978-607-581-181-9

    D. R. © Universidad de Guadalajara

    Centro Universitario de los Lagos

    Av. Enrique Díaz de León 1144, Col. Paseos de la Montaña, C.P. 47460

    Lagos de Moreno, Jalisco, México

    Teléfono: +52 (474) 742 4314, 742 3678 Fax Ext. 66527

    http://www.lagos.udg.mx/

    Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier sistema de recuperación de información, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, existente o por existir, sin el permiso previo por escrito del titular de los derechos correspondientes.

    Editado en México / Edited in Mexico

    La violencia de género en las relaciones de pareja

    se editó para publicación electrónica en abril de 2024 en

    CULagos Ediciones

    Av. Enrique Díaz de León 1144, Col. Paseos de la Montaña, C.P. 47460

    Lagos de Moreno, Jalisco, México

    Teléfono: +52 (474) 742 4314, 742 3678

    http://www.lagos.udg.mx/

    Comité editorial: Dra. Irma Estela Guerra Márquez

    Cuidado del texto: Celia Lizbeth Virgen Martínez

    Diseño cubierta: Alejandro Daniel López Romero

    Diagramación: Blanca Celeste Aguirre Hernández

    Imagen de cubierta: Caique Nascimento, CC BY-SA 4.0 / cambio en la colorización, unsplash; Mtenaespinoza, CC BY-SA 4.0 / alteración de estilo, wikimedia; Gloria, CC BY-SA 4.0 / alteración de estilo, wikimedia; Sombra Inquieta, CC BY-SA 4.0 / alteración de estilo, wikimedia; Juan Carlos Fonseca Mata, CC BY-SA 4.0 / alteración de estilo, wikimedia. Modificado por Alejandro Daniel López Romero

    La presente publicación pasó por un proceso de dos dictámenes (doble ciego) de pares académicos, miembros del Sistema Nacional de Investigadores del CONAHCyT, avalados por el Comité Editorial de la División de Estudios de la Cultura Regional del Centro Universitario de los Lagos de la Universidad de Guadalajara.

    Prólogos

    El amor romántico: trampas, mentiras y mandatos patriarcales

    Esperanza Bosch

    "El amor ha sido el opio de las mujeres como la religión el de las masas.

    Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban.

    Tal vez no se trate de que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para engatusar a la mujer y hacerla dependiente, en todos los sentidos."

    Kate Millet.

    Ante todo, quiero agradecer a la y los compiladores la oportunidad de participar con estas pocas líneas en un texto tan lleno de fuerza y compromiso con la investigación sobre la violencia contra las mujeres, en el marco de las relaciones de pareja. Violencia que representa un auténtico drama social y la flagrante vulneración de los más elementales derechos humanos de la mitad de la población mundial.

    Mi pretensión es ofrecer algunas reflexiones sobre la temática reflejada en el título de este prólogo: el amor romántico y todo su potencial tóxico y opresor, especialmente para las mujeres, y su vinculación, a modo de coartada, con la violencia basada en el género.

    Desde hace tiempo, muchas investigadoras vienen señalando este tipo de amor como un potente instrumento del patriarcado, bendecido por buena parte de la literatura, los cuentos infantiles, las canciones desde los lejanos trovadores hasta la actualidad, el cine y la publicidad, entre otros muchos agentes socializadores, convertido como ideal de vida, y objetivo para alcanzar la felicidad, más aún, vendido como el auténtico amor. Que todo ello sea básicamente falso, que la simple observación de la realidad cotidiana así lo demuestre, no altera el relato, y por tanto mantiene las expectativas de muchos hombres y mujeres a flor de piel, adheridos, ellos y ellas, al papel tradicional que se espera que representen en dicha historia de amor.

    Llegados a este punto, unas breves líneas sobre el concepto de patriarcado y la importancia de su conceptualización, como paso fundamental para poder analizar correctamente un mundo en el que la mitad de la población mundial, las mujeres, siguen viendo sus vidas condicionadas, sus proyectos vitales y legítimas expectativas truncadas, y con demasiada frecuencia su integridad, su salud y su vida en peligro, todo ello, por el hecho de ser mujeres. En algunos países esta violencia se manifiesta de una manera brutal y sin freno, pensemos, por ejemplo, en las mujeres bajo el régimen Talibán, o la valiente lucha de las mujeres iraníes. Pero, recordemos que las estimaciones mundiales publicadas por la OMS del año 2021 indican que alrededor de una de cada tres (30 %) mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida. Insiste el informe, que la mayor parte de las veces el agresor es la pareja. En todo el mundo, casi un tercio (27 %) de las mujeres de 15 a 49 años que han estado en una relación informan haber sufrido algún tipo de violencia física y /o sexual por su pareja.

    Pero tampoco podemos olvidar algunas otras formas de violencia, como son el acoso sexual y el acoso callejero que se convierten en una experiencia compartida por todas las mujeres, de cualquier condición, a todas las edades y en cualquier parte del mundo, que limita su libertad de movimiento en el espacio público y las pone en peligro frente a hombres desconocidos, que se creen con derecho a dirigirse y acceder a ellas, a través de comentarios soeces y obscenos, o proposiciones, acercamientos y tocamientos indeseados, ofendiendo, intimidando, humillarlo y atemorizando.

    En el caso de la violencia en el marco de la pareja, la más frecuente según las estadísticas, sabemos que, en muchos casos, ésta se puede desencadenar cuando la mujer se atreve con un simple ya no te quiero. De hecho, será en el momento de plantear la ruptura, cuando la vida de las mujeres puede correr más peligro.

    Pero, volviendo al concepto de patriarcado, recordemos que éste se analiza desde el feminismo a partir de la obra de intelectuales y activistas norteamericanas, en los años 70 del siglo XX.

    La gran Kate Millett, y su obra fundamental, Política sexual, cuya primera edición es de 1969, ofrece nuevas líneas de análisis social y político de la situación de opresión de las mujeres en todo el mundo. En este libro, la autora incluye dos componentes básicos, por una parte, una estructura social, que es el sistema de organización social que crea y mantiene una situación en el que los hombres tienen el poder y privilegios de los que las mujeres no disfrutan, y, por otra parte, una ideología que legitima y mantiene este poder, dando así la autoridad de los maridos frente a sus esposas, y que en buena medida justifican el control y la violencia contra aquellas.

    De hecho, en el momento de redactar estas líneas, se ha hecho público un informe del programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) realizado en alrededor de unos 80 países, y que corresponde al periodo 2017-2022, donde no solo queda patente la falta de avances en relación con los derechos de las mujeres, y la pervivencia de los más tradicionales estereotipos, sino que, además señala que un 25 % de la población, a nivel mundial, ve justificado que el marido pegue a su mujer. Seguramente, estos maltratadores, dirán que aman a sus mujeres, incluso que no pueden vivir sin ellas.

    Volviendo a nuestras grandes maestras, otra autora y texto de referencia será La dialéctica del sexo de Shulamith Firestone, así como las aportaciones de la politóloga islandesa Anna Jónasdóttir sobre el patriarcado y la utilización del amor como Instrumento de dominación, afirmando que en la actualidad éste, el patriarcado, se fundamenta, precisamente, en la explotación del amor de las mujeres por parte de sus compañeros sentimentales, debilitándolas y sometiéndolas. Abrumándolas con exigencias y chantajes emocionales, haciéndolas responsables de los cuidados, y más aún, esperando de ellas que se mantengan dóciles y que sean complacientes en todo momento, todo ello en nombre del amor, pero no de cualquier amor, sino del que llamamos y definimos como amor romántico.

    Así pues, tanto las aportaciones teóricas como el activismo social y político de estas valientes feministas, y otras tantas de muchas partes del mundo, y bajo el eslogan de «lo personal es político», señalaron como centros de la dominación masculina aspectos antes considerados propios de la vida privada, por tanto invisibles e inaccesibles; de este modo analizaron las relaciones de poder que estructuran la familia y la sexualidad, y situaron el amor romántico como la gran estrategia de dominación.

    Dicho de manera rápida y a modo de resumen, podemos afirmar que el patriarcado es un sistema de dominación de los varones sobre las mujeres en todos los diferentes ámbitos de la vida, tanto pública como privada, y se transmite a través de mecanismos sociales fuertemente arraigados y muy a menudo naturalizados. Es verdad que determinados colectivos de varones también serán víctimas directas de esta estructura de poder, pero en el caso de las mujeres, ésta nos afectará de una manera u otra, a todas, en cualquier parte del planeta, en todas las etapas de nuestras vidas, de cualquier cultura, credo, tradición, color de piel o estatus.

    La socialización diferencial de género será el mecanismo mediante el cual se programa desde el nacimiento a niños y niñas, manteniéndose durante toda la vida, y forzando a permanecer fieles a los roles y estereotipos impuestos: estilos cognitivos, actitudinales y conductuales, códigos axiológicos y morales y normas estereotípicas de la conducta asignada a hombres y mujeres, todo ello bajo amenaza de fuertes sanciones sociales para quienes los transgredan. Un mundo en rosa y azul. El mensaje implica la consideración social de que niños y niñas son en esencia (por naturaleza) diferentes y están llamados a desempeñar papeles y asumir responsabilidades diferentes en su vida adulta, y que, y esto será lo más relevante, esta diferencia está jerarquizada. Así, los diferentes agentes socializadores, algunos ya mencionados en párrafos anteriores, tienden a asociar tradicionalmente la masculinidad con valores de prestigio como el poder, la racionalidad y aspectos de la vida social pública, como el trabajo remunerado o la política. Mientras que la feminidad se asocia con valores de mucho menor prestigio, como la pasividad, la dependencia, la obediencia y docilidad, la intuición y otros aspectos de la vida privada, como los cuidados o el mundo de los afectos.

    Dentro de este entramado que, como hemos visto, llamamos patriar cado, una de las promesas lanzadas es que el amor —el que todo lo puede, el que promete la eterna felicidad si se encuentra la media naranja, o al príncipe azul, el que es para toda la vida y mueve montañas— es el único camino para alcanzar la plenitud personal, el buen encaje social y la auténtica felicidad. Por el contrario, no encontrarlo o no saberlo mantener se vivirá y se juzgará socialmente como un fracaso.

    Pilar Sanpedro (2005) caracteriza el amor romántico considerando que incluye como elementos prototípicos un inicio súbito (amor a primera vista), el sacrificio por el otro, las pruebas de amor, la fusión con el otro, el olvido de la propia vida, y las expectativas mágicas, como la de encontrar un ser absolutamente complementario (la media naranja), o la de vivir en una simbiosis que se establece cuando los individuos se comportan como si de verdad tuviesen necesidad uno del otro para respirar y moverse, formando así, entre ambos, un todo indisoluble. A todas estas características, y a otras tantas más, adheridas al concepto de amor romántico lo llamamos mitos.

    El Diccionario de la Lengua Española, dará estas definiciones de mito, que nos pueden ser útiles:

    Narración fabulosa e imaginaria que intenta dar una explicación no racional a la realidad.

    Conjunto de creencias e imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje o fenómeno y que le convierten en modelo o prototipo.

    Invención, fantasía.

    Los mitos son pues, un conjunto de falsas creencias, pero con una gran carga afectiva, de manera que eluden limpiamente las evidencias empíricas más elementales, es decir, no valoran la realidad, sino su propia construcción fantaseada.

    Por sus características son impermeables a la evidencia. Aunque auguran una tierra prometida inalcanzable, tienen tantos instrumentos de propaganda, que se vende como si en realidad fuera posible.

    Como ya hemos dicho, la socialización diferencial tiene efectos sobre el ámbito preferente de actuación de la persona, público y privado, y sobre todos los aspectos de la vida humana, entre ellos, las relaciones afectivas y de pareja.

    También en este ámbito, estos procesos son diferentes para mujeres y hombres. En el caso de las mujeres, y a pesar de los cambios acaecidos en las últimas décadas (al menos en las sociedades occidentales), todo lo que tiene que ver con el amor sigue formando parte con particular fuerza en su socialización, convirtiéndose en eje vertebrador y en parte prioritaria del proyecto vital desde la adolescencia. Así, conseguir una relación revestida con este ideal de amor, mantenerla, desarrollarla y luchar y sufrir por ella, si es necesario, siguen siendo un objetivo fundamental para muchas jóvenes, mientras que en la vida de los varones lo prioritario sigue siendo, mayoritariamente, el reconocimiento y éxito social y, económico; en todo caso, el amor o la relación de pareja suele ocupar un lugar más secundario, y más vinculado a las expectativas de recibir atención, cuidados, dedicación exclusiva y refuerzo permanente para su autoestima, así como el apoyo incondicional de la novia o la esposa en el desarrollo de su ambición personal.

    También en este caso se produce un alto grado de congruencia entre los mensajes emitidos por los diferentes agentes socializadores, de modo que serán muchos los mandatos recibidos por los niños y niñas, adolescentes y jóvenes en relación a los roles que deben asumir en las relaciones afectivas, lo que cada uno /a debe dar y esperar recibir. En el caso del amor y las relaciones de pareja, además, como señala, Coral Herrera (2011), las narraciones de los cuentos, las novelas, las películas, las canciones y otras producciones culturales influyen sobre las expectativas y creencias mediante un sistema de seducción, muy ligado al consumo, que aumenta aún más la influencia y penetración de los mensajes que contienen.

    ¿Pero qué pasa cuando las expectativas no se cumplen?, ¿cuándo las mujeres despiertan del sueño de la bella durmiente sin necesidad de ningún beso de ningún príncipe?, ¿cuándo se rebelan contra un destino que no les satisface, cansadas de dar sin recibir, o de dar y solo recibir desprecio, y más exigencias? Agotadas, heridas, desilusionadas o simplemente hartas, deciden romper el vínculo, utilizando argumentos, tan simples y tan lógicos como un ya no te quiero, y tú tampoco porque si me quisieras no me tratarías tan mal. Sin embargo, ese razonamiento no es siempre ni entendido ni aceptado por quien ha crecido y ha construido su masculinidad a partir de unos privilegios de género, que a su vez ha alimentado un ego que no permite lo que en muchos casos se considera una traición por parte de ella y un ataque a su hombría. Será, precisamente, en este momento cuando puede desatarse con más virulencia y peligrosidad la furia del varón, la violencia en cualquiera de sus formas, incluso el feminicidio.

    No se trata de denostar el amor, se trata de aspirar a amar de otra manera, más igualitaria, más cómplice, amar sin jerarquías ni prejuicios, dure lo que dure, crecer en un amor que empodere a hombres y mujeres, y no que debilite a las mujeres para el beneficio de los hombres. Amar libremente, sin prejuicios, deshaciéndonos de estereotipos opresores.

    Desde hace ya un tiempo, y en el marco de nuestras investigaciones sobre la violencia contra las mujeres en la pareja, venimos trabajando en el denominado modelo del laberinto patriarcal (Bosch, Ferrer y Alzamora, 2006), y que se refiere, dicho muy brevemente, al intrincado entramado que representa una relación afectiva de estructura patriarcal, con la historia, cultura, mitos y creencias que ello comporta, en el que entrar en él es fácil, ya que viene facilitado por los mandatos tradicionales sobre el amor, como ya se ha dicho, y del que es muy difícil escapar sin el concurso de factores favorables diversos.

    En estas investigaciones, entre otras cosas, analizamos el papel desempeñado por este amor romántico del que estamos hablando, y las expectativas adheridas a él.

    En nuestro análisis, relacionado con la perdida dentro del laberinto y la dificultad para dar con una salida, damos particular importancia a lo que denominamos la fuerza del amor, cuya evaluación se centraría en tres aspectos básicos: el proceso de idealización del hombre amado, y la pérdida de elementos críticos; el nivel de autorrenuncia por parte de la mujer y por último las expectativas vinculadas tanto al amor en general como al particular del caso concreto.

    Cuanta más inversión afectiva se realice por parte de la mujer, más difícil será reconocer la toxicidad de la relación, por tanto, más difícil será salir del laberinto. La fantasía del cambio de comportamiento del varón, algo así como el mito del diamante en bruto, entorpece la toma de decisión de muchas mujeres atrapadas en los pegajosos engranajes de un laberinto que les asegura que es el lugar en el que deben estar y resistir, pudiendo explicar, a su vez, la permanencia, más allá de lo aparentemente razonable, en una relación que solo produce dolor y sufrimiento, a la espero de un casi siempre inalcanzable premio final.

    Ya para terminar, y a manera de resumen, la relación entre la violencia contra las mujeres y el amor romántico forman parte de lo que venimos llamando teorías puente, es decir, son dos circunstancias que están conectadas; aunque no siempre se lleve a cabo el paso de una orilla a la otra, el puente está ahí, sólido y disponible, animando a ser cruzado, con grandes letreros que aseguran: si ella no cumple tus expectativas, castígala, estas en tu derecho.

    Y ahora, lectoras y lectores, pasen a lo importante del texto: las aportaciones de las autoras de los capítulos siguientes. Solo me queda agradecer de nuevo la oportunidad de compartir con ustedes estas pocas páginas que espero hayan podido tener alguna utilidad. Y permítanme acabar con unas palabras cargadas de futuro de la admirada Marcela Lagarde (2001): La experiencia amorosa es también una experiencia política. Porque el amor reproduce formas de poder. Y porque el amor es también un espacio para la liberación y emancipación políticas.

    Universidad Islas Baleares

    Junio 2023

    ¿Existe el amor?

    Marta W. Torres Falcón

    La fantasía

    Quería sentirlo. No le cabía la menor duda. Si algo deseaba con particular intensidad era conocer esa emoción, vivirla en cuerpo y alma. Huelga decir que no encontraba las palabras adecuadas para expresar esa mezcla de sensaciones que saturaba cada centímetro de sus fantasías adolescentes y dejaba una huella precisa en el desorden de sus sueños. ¿Por qué Francisco de Quevedo (2013) hablaba de hielo abrasador y fuego helado?, ¿cómo podía doler una herida que no se sentía?, ¿era posible una libertad encarcelada? En honor a la verdad, hay que decir que, aunque advertía la contradicción en cada una de esas metáforas, no le importaba gran cosa. Es más, justo ahí estaba la raíz de su deseo de enamorarse.

    Entre lecturas y conversaciones de distinta índole, se dio cuenta de que el amor ha sido fuente de inspiración de numerosos artistas: pintores, escultores, músicos, narradores y poetas. Paralelamente, se han producido estudios de varias disciplinas; la filosofía, la psicología y la sociología son algunos ejemplos. Han corrido ríos de tinta en torno a ese fenómeno tan claramente humano que, paradójicamente, sigue siendo difícil de definir. Sobre esa suerte de núcleo duro se han vertido diferentes discursos, símbolos y condicionamientos culturales. Se habla del amor con metáforas y aproximaciones, pero difícilmente se llega al fondo (Hooks, 2022).

    El amor es algo inherente a los seres humanos. Sólo quienes pertenecemos a esta especie —para bien o para mal, pensó con un toque de humor— podemos trascender de la mera sensación a la emoción profunda. En eso consiste ‘encontrar’ un sentido a la vida, diría Víctor Frankl (2016). El amor es entonces intuición y es también un motivo insuperable para vivir. Cuando llegó a este punto, se dio cuenta de que no bastaba la atracción física; era importante, sin duda, pero tenía que complementarse con algo más. De inmediato, llegaron a su mente numerosas palabras. Seguía atrapada en las palabras. La magia de las palabras.

    Con el enamoramiento, hay reacciones químicas indudables. El cerebro registra alteraciones que hacen que la persona sienta que se mueve a diez centímetros del piso. Flotamos en esa suerte de realidad contigua en la que nos internamos gracias al maravilloso proceso de enamoramiento. No hay lógica ni racionalidad alguna. Por ello es posible afirmar que todo mundo, en su sano juicio, desea enamorarse. Las personas concretas pueden variar, pero más allá del objeto / sujeto donde se depositan esas extrañas expectativas, la emoción en sí misma resulta fascinante. El atractivo es ese: enamorarse del amor.

    La elegida

    Hace casi cincuenta años, Kate Millet (2017) escribió que el amor era el opio de las mujeres como la religión lo era de los pueblos. Como toda construcción cultural, el amor se redefine por género. Para los hombres, es una de varias cosas importantes en la vida, junto con el trabajo y otros proyectos personales; para las mujeres, es la aspiración central. Aún en la actualidad, se ve con cierta lástima o incluso con franca desaprobación a las mujeres que no están casadas o no han logrado despertar el suficiente interés en un hombre, por exitosas que sean en su trabajo o cualquier otro aspecto de su vida. En los roles y estereotipos de género, pervive la idea de que los hombres son racionales y las mujeres emocionales; los hombres piensan, las mujeres sueñan. En los hombres, estar enamorado es signo de debilidad; en las mujeres, el estado ideal. Las expectativas que la sociedad coloca en unos y otras son totalmente distintas. De ellos se espera el trabajo, la provisión económica y el carácter recio y decidido. De las féminas, en cambio, se espera un buen matrimonio y la atención a la familia, independientemente de que también tengan un empleo remunerado.

    Junto con la fantasía adolescente de enamorarse, que permanecía más o menos intacta, apareció un proyecto fundamental: despertar ese mis mo sentimiento en un hombre. No importaban tanto las características individuales del sujeto en cuestión. En una sociedad patriarcal, tener un hombre al lado es garantía de respetabilidad y, por extraño que pueda parecer, de éxito. Decidió que sería la elegida. De entre todas las mujeres que él seguramente conocía, la escogería precisamente a ella sin dudarlo un solo segundo. Su corazón latiría desbocado ante la sola presencia de la mujer que lo amaba ya, incluso antes de conocerlo. Como es obvio, la idea no resiste el más somero análisis racional, pero sin darse cuenta había ya interiorizado esa creencia común: el amor existe incluso antes del primer encuentro.

    Su mente seguía tejiendo ilusiones y alegrías. No sólo conseguiría llamar la atención del hombre elegido, a quien ya idealizaba, sino que lo mantendría a su lado, lo despojaría de todos sus errores, de todos sus defectos y hasta de sus vicios, por una sola razón incontestable: lo amaría con todo su corazón. Además, ese amor sería eterno e imperturbable. El amor todo lo puede.

    En nombre de la pasión

    Si no se padece, no es amor. Cuántas veces había escuchado este enunciado absurdo y contradictorio. La palabra ‘pasión’ deriva del latín patior, que significa sufrir. Basta una ojeada superficial a las telenovelas, los refranes o las canciones, para advertir la asociación entre el amor y el sufrimiento. El común denominador parece ser la intensidad de las emociones, su profundidad indudable. Todavía en la actualidad, en el tercer decenio del siglo XXI, persiste la asociación del amor con el dolor.

    Cuando leyó La Cartuja de Parma, disfrutó las grandes virtudes de la novela y se dio cuenta de que, acaso sin proponérselo, Stendhal daba cuenta de costumbres vigentes en el siglo XIX. La construcción del amor cortés implicaba una suerte de prisión, donde sufría y gozaba el caballero, ante el desprecio intermitente de la dama. Paralelamente, se sostenía que la distancia hacía crecer el amor; la pasión se desbordaba ante la espera a veces interminable del momento en que la feliz pareja volvería a reunirse. Y había algo más: el desprecio, la distancia y la espera contribuían claramente a la idealización del ser amado. Se dio cuenta de que la musa que servía de inspiración a los poetas románticos ostentaba múltiples atributos que la colocaban fuera de este mundo; era una figura ideal de la que un artista podía enamorarse, pero no una mujer de carne y hueso, con sus propias ideas, sentimientos y malestares. Al ser una construcción imaginaria, no tiene voluntad propia, es decir, deseo. Se exaltaban como virtudes femeninas la belleza, la delicadeza, la bondad y la disposición al sacrificio. Se sienten halagadas con las declaraciones grandilocuentes, que pueden aceptar y eventualmente rechazar, pero nunca proponer.

    Aquí hay algo más que una evocación literaria. Al despojar a las mujeres de voluntad, se abren las puertas para asociar el amor no sólo con el sufrimiento sino también con la violencia. Los gritos, los insultos y hasta los golpes se interpretan como la consecuencia de una pasión incontenible. El enunciado me pega porque me quiere se coloca de manera sistemática en boca de las mujeres golpeadas. Entonces se construye la figura del crimen pasional en torno al hombre enamorado, rebasado por una potente energía que domina sus acciones; se le exime de responsabilidad —total o parcialmente— y se traslada la culpa a la mujer infiel, arrogante, desobediente. Curiosamente, la figura protagónica del crimen pasional es siempre masculina. Las mujeres homicidas de sus parejas suelen tener tras de sí largas historias de violencia; no los matan por infieles sino por salvar sus propias vidas (Azaola, 1996).

    Una vez que entendió todo esto, la siguiente pregunta le resultó muy inquietante.

    ¿Existe el amor?

    Hace más de dos siglos que el discurso del amor romántico ha impregnado diversos espacios y no sólo las novelas que ostentan el mismo calificativo. Se apoya en varios pilares que pueden resultar útiles y hasta interesantes en las obras de ficción, pero que en la realidad no sólo no se sostienen, sino que causan daños a veces irreparables: idealización, permanencia, pasión, sacrificio.

    El amor romántico idealiza no sólo al ser amado sino también al amor mismo. No se ven defectos ni debilidades. Todo transcurre entre besos, apapachos, ensoñaciones y la certeza de que la pareja permanecerá unida toda la vida. No hay experiencia más feliz ni delirante que encontrar una sola persona para compartir el resto de la vida. Como suelen terminar los cuentos infantiles: vivieron felices para siempre.

    La pasión, como sabemos, suele asociarse con comportamientos exaltados e incluso violentos. Y esto tiene como telón de fondo el mismo discurso anquilosado: amar es sufrir. Tanto los actos concretos como las emociones se redefinen por género. La violencia en la pareja se ejerce, fundamental, aunque no exclusivamente, por parte de los hombres hacia las mujeres. Las nociones de entrega, fidelidad y sacrificio son una pauta de comportamiento para ellas, pero no para sus compañeros. Entonces es posible observar que el mismo discurso del amor romántico es utilizado para someter y controlar. Ya no es el hombre subyugado por la belleza de una mujer acaso inalcanzable sino el varón que utiliza ese discurso como una estrategia; sabe que las mujeres desean enamorarse, que han interiorizado el mandato de conquistar a un hombre para estar con él el resto de sus vidas, que la relación de pareja y mejor aún el matrimonio les da un estatus indudable y que, en síntesis, ésa es la mayor aspiración de sus vidas. Está documentado que proxenetas y padrotes utilizan el discurso del amor romántico para enganchar mujeres a quienes después someten a explotación sexual. A veces, como señala Óscar Montiel (2009), la perversidad llega a tal grado que manipulan la situación para que sea la misma mujer quien ofrezca su solidaridad para ayudar a su marido, siempre en aras del amor, a resolver las dificultades económicas mediante el uso de sus cuerpos para el comercio sexual.

    En pocas palabras, el amor romántico termina siendo un mecanismo de opresión y violencia contra las mujeres.

    La pregunta seguía palpitando entre sus sienes. ¿Entonces no hay otras posibilidades de amar? El amor no se padece, se disfruta. Frente a los discursos decimonónicos, estaba la experiencia insoslayable de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, la pareja del siglo. Devoró los libros que habían escrito tan magistralmente; en algún momento se preguntó por qué no habían trabajado en común y se dio cuenta de que ahí estaba la respuesta. Sartre y De Beauvoir fueron una gran pareja precisamente porque los dos eran individuos. Tanto él como ella tenían sus propios proyectos, sus ambiciones, sus deseos. Una pareja entre iguales, con pleno respeto de la libertad del otro y también de la propia. Parafraseando a la propia Simone (2017), una pareja en la que ambos habían logrado afirmarse como sujetos.

    El amor sólo puede existir en un clima de total libertad. Por eso es incompatible con el control, la falsedad y desde luego la violencia. El amor exige reconocer a la otra persona como dueña de su voluntad. Por ello, en palabras de Octavio Paz (2018), posesión y entrega son actos recíprocos.

    La conclusión le pareció entonces bastante obvia. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Nombrar al amor como amor y violencia a la violencia, aunque utilice un cuidadoso disfraz. El amor romántico es el ropaje con el que se cubren variadas formas de opresión y violencia. No es romántico ni mucho menos amor.

    Ciudad de México

    Agosto 2023

    Referencias

    Azaola, E. (1996) El delito de ser mujer: Hombres y mujeres homicidas en la Ciudad de México. Historias de vida. CIESAS, Plaza y Valdez.

    Beauvoir, S. (2017). El segundo sexo. Cátedra.

    Frankl, V.(2016). El hombre en busca de sentido. Cátedra.

    Hooks, B. (2022). Todo sobre el amor. Paidós.

    Millet, K. (2017). Política sexual. Cátedra.

    Montiel, O. (2009). Trata de personas: padrotes, iniciación y modus operandi. Instituto Nacional de las Mujeres.

    Paz, O. (2018). La llama doble. Booket.

    Quevedo, F. (2013). Antología poética. Espasa.

    Stendhal. (2017). La Cartuja de Parma. Editorial Biblok.

    Introducción

    Este libro aborda un tema que ha golpeado y continúa golpeando a la sociedad mexicana, como es la violencia contra las mujeres que en particular ocurre en las relaciones de parejas heterosexuales y que inician con el anhelo femenino de encontrar el amor, el cual funciona como una trampa para ellas porque desata una serie de violencias, como la prostitución, la trata de personas, violaciones y el feminicidio, por mencionar algunas. De ahí la relevancia de este libro que reúne catorce capítulos que analizan la violencia de género de una manera interdisciplinaria y desde una mirada reflexiva que llevan al lector (es) en cada capítulo a las investigaciones acerca de la violencia contra las mujeres.

    En el primer capítulo titulado El deseo erótico femenino: ¿juego o prostitución? de Ma. del Carmen Dolores Cuecuecha Mendoza, la autora analiza la obra Jugaré contigo (2018) y plantea si la decisión de Susana, la protagonista de la novela, de prostituirse para disfrutar del deseo erótico es legítimo o está subordinado al deseo masculino. Por lo que la investigadora, apoyándose en las teorías de género, muestra que en una cultura patriarcal el deseo erótico femenino ha sido prohibido para las buenas mujeres que están destinadas a ser madresposas; mientras que para las malas mujeres es permito, pues es para el disfrute masculino. En ambos casos las mujeres son educadas para ser para los demás, no para ellas mismas. Cuecuecha Mendoza afirma que el deseo femenino no debería estar enmarcado en un contexto de prostitución ni subordinado al deseo masculino, como muestra en su trabajo.

    Oscar Montiel Torres, en el capítulo Amor y sistema proxeneta. Análisis de los poderes de dominio, muestra cómo el amor es empleado por tratantes rurales para enganchar a las mujeres jóvenes de zonas rurales con características específicas, como la violencia y desintegración en el seno familiar, por lo que son presa fácil de los tratantes rurales, quienes las cortejan y enamoran asegurándoles que desean una vida con ellas. De esta forma, las mujeres creen en ellos porque desean ser madresposas, sin embargo, una vez enamoradas, padecerán toda suerte de violencias, como física, emocional y psicológica. Montiel Torres analiza las costumbres patriarcales para hallar el mecanismo del sistema proxeneta que ha funcionado en el reclutamiento de mujeres para la prostitución y que va actualizándose en la manipulación psicológica para que sin golpear a las mujeres, accedan prostituirse.

    En el capítulo Los mitos del amor romántico en los entornos prostitucionales de Guadalajara y Puerto Vallarta, Jalisco. Un acercamiento etnográfico, Ángel Christian Luna Alfaro realiza un estudio comparativo entre mujeres en situación de prostitución y hombres que frecuentan los prostíbulos. A través de los testimonios de las y los sujetos de estudio, Luna Alfaro muestra cómo los mitos del amor romántico convencen a las mujeres, educadas para ser de los demás, a prostituirse en nombre del amor, tal es el caso de las mujeres que creen ayudar a salir de una deuda a su pareja. Por otro lado, los hombres, socializados para ser para sí, buscan no sólo placer en los cuerpos de las prostitutas, sino también de sus cuidados y de sus afectos.

    En el capítulo "Revolutionary Road: del amor romántico a la violencia conyugal" de María Rodríguez-Shadow y Blanca María Cárdenas Carrión, las investigadoras muestran cómo el modelo del amor romántico, la configuración esencial que moldea los vínculos emocionales entre las parejas en el mundo occidental, está asociado con la violencia que se ejerce sobre las mujeres, especialmente en el universo privado de la conyugalidad, a través del filme Revolutionary Road (2008). La hipótesis de trabajo que articula esta investigación consiste en, si la estructura social tiene un carácter patriarcal, las relaciones entre hombres y mujeres serán jerárquicas y propiciarán nexos de pareja basados en distintas formas de violencia: física, sexual y simbólica. Por tanto, la cinta, basada en la novela homónima de Richard Yates, presenta los elementos estructurales del patriarcado moderno, que posibilitan que las relaciones afectivas en las que se fundamentan los enlaces nupciales dan paso a las actitudes agresivas que el marido desarrolla hacia su esposa. En este capítulo, las autoras subrayan el papel que históricamente han desempeñado los vínculos sexuales y emocionales como base para la creación de la familia heterosexual, una institución social fundamental en distintas culturas.

    En el capítulo El bifronte erótico de la experiencia en Sensación tér mica de Adriana Sáenz Valadez, la investigadora analiza a los personajes femeninos de la novela Sensación térmica, y muestra cómo son socializados desde la infancia en el deber ser, la sumisión y el dolor. Asimismo, la autora de este capítulo reflexiona en las relaciones amorosas que sostienen los personajes femeninos con sus parejas, las cuales muestran la desigualdad entre mujeres y hombres que es distintivo del amor romántico.

    Amores ‘clavados en visto’: el complejo de Penélope de María Gabriela Córdoba nos entrega una reflexión crítica sobre los vínculos amorosos contemporáneos que se dan en redes sociales y medios tecnológicos. A partir del llamado complejo de Penélope, que se caracteriza por la espera, la abnegación y la fidelidad, nos lleva a reflexionar sobre el amor y la espera y cómo eso se transmite en las redes sociales; en un ir y venir entre el tradicional amor y el amor de redes sociales se actualizan las formas de poder y control en las relaciones afectivas, en las ideas de orfandad y desapego y cómo se pueden romper con esas arcaicas formas de control. Identifica cómo se actualizan esas formas de sujeción que ella identifica en frases como "me clavó el visto", o "no sé por qué no me contestó si está en línea"; ejemplos que la llevan a afirmar: …hoy las, los y les Penélopes se sumergen en ese malestar, que, aunque es torturante, parecieran hilos que se enmarañan, cada vez más difíciles de destejer y desenredar. Reflexiones que desde una perspectiva de género coloca las ideas y expectativas de mujeres y hombres en relación a su educación y vivencias del amor y que se materializan en las redes sociales que ella identifica como tensiones del amor fluido. La autora reflexiona y convoca

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