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Etnografía para el internet: Incorporado, personificado y cotidiano
Etnografía para el internet: Incorporado, personificado y cotidiano
Etnografía para el internet: Incorporado, personificado y cotidiano
Libro electrónico396 páginas5 horas

Etnografía para el internet: Incorporado, personificado y cotidiano

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¿Cambió nuestra vida el internet? ¿Nos cambió a nosotros? ¿Emparejó el terreno en cuanto a la desigualdad social, o surgieron nuevos privilegios? ¿Fortaleció, enriqueció o cuestionó nuestro sentido de comunidad? ¿Creó nuevas formas de identidad? ¿Nos permite ser mejores?

El internet hoy está -o es- incorporado, personificado y cotidiano, y en su horizonte promete: computadoras portátiles de vestir; internet móvil a más gente y en más actividades; internet de las cosas expandido, incorporado y capaz de decidir sobre objetos y tareas; big data aplicados a la vida cotidiana y, en fin: reducir la frontera entre lo digital y lo cotidiano.

Ante un desarrollo vertiginoso e impredecible del internet, cabe preguntarse cuál es el futuro de la etnografía, un método que busca llegar al corazón del significado para entender -en conjunto y a profundidad- cómo la gente da sentido a su vida.

Este libro de Cristine Hine, socióloga de la ciencia y la tecnología, aporta -con vastas descripciones­ nuevos métodos etnográficos para abordar la sociedad contemporánea, en condiciones de creciente saturación de la vida cotidiana por múltiples formas de comunicación mediante computadoras. A través de estudios de caso, ilustra adaptaciones creativas en el método etnográfico, acordes a los acomodos sociales contemporáneos que surgen en y en torno del internet.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 nov 2023
ISBN9786078923687
Etnografía para el internet: Incorporado, personificado y cotidiano

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    Etnografía para el internet - Christine Hine

    Etnografía para el internet contemporáneo

    Este libro es una exploración de algunos pasos para adaptar el ya complejo y difícil proceso de efectuar etnografía en busca de descripciones abundantes que se ajusten a las condiciones de la sociedad contemporánea, en particular a las condiciones creadas por la creciente saturación de la vida cotidiana con variadas formas de comunicación mediada por computadoras. La etnografía se precia de ser un método para llegar al corazón del significado y permitir entender, en conjunto y a profundidad, cómo la gente da sentido a su vida. Así, este libro promete ciertamente abrir un camino hacia la comprensión de algunos temas recurrentes y relevantes. ¿Nos cambió la vida el internet? ¿Nos cambió a nosotros en lo fundamental? ¿Emparejó el terreno de juego en cuanto a la desigualdad social, o surgieron nuevas formas de privilegios? ¿Nos adaptamos más, o menos, a las normas sociales en la era del internet? ¿El internet fortaleció, enriqueció o cuestionó nuestro sentido de comunidad? ¿Engendró el internet nuevas formas de identidad o nos permitió ser mejores? El interés etnográfico en la comprensión holística parece adecuado para responder estas preguntas y contribuir a evitar una frívola simplificación. También es muy adecuado para darnos una postura crítica respecto de suposiciones demasiado generalizadas sobre el impacto de las nuevas tecnologías. Adoptar una postura multifacética, como hacen los etnógrafos, y centrarnos en cómo se vive la vida, cómo se adoptan y se adaptan a la vida las tecnologías, así como de qué manera están conformadas las estructuras sociales, parece una forma prometedora de captar lo distintivo de nuestra forma de vida contemporánea, y lo que es perdurable de los desafíos que enfrentamos y nuestros medios para afrontarlos.

    Sin embargo, lo que a primera vista parece obvio –que los etnógrafos proporcionen explicaciones útiles de los modos de vida que surgen en torno a comunicaciones mediadas por computadora– se complica cuando comenzamos a reflexionar sobre a qué lugar enviar a nuestros etnógrafos y qué es lo que harán cuando lleguen allí. La sensación de que quizá las cosas hayan cambiado motiva el interés etnográfico, pero, al mismo tiempo, genera desafíos para la formulación de proyectos etnográficos que de verdad cumplan la promesa en cuanto a la profundidad de comprensión que la etnografía puede brindar. La proposición fundamental de este libro es que para vencer estas dificultades y cumplir esa promesa es necesario realizar algunas adaptaciones creativas en el método etnográfico. Tales adaptaciones pueden alejarnos de una forma convencional de etnografía, pero, aunque cambiemos nuestras estrategias, aún será posible, en el proceso, conservar un compromiso con algunos principios fundamentales de la etnografía, como modo distintivo de producción de conocimiento. En el resto de este libro delinearé por qué se requieren estas estrategias, mostraré dónde son novedosas y cómo se relacionan con los principios metodológicos fundamentales, e ilustraré, con estudios de caso, cómo estas estrategias adaptables nos ayudan a aclarar los acomodos sociales contemporáneos que surgen en y en torno del internet.

    En el resto de esta Introducción se presenta la estructura de esta obra y se describe el internet contemporáneo, que proporciona el estímulo y el desafío para hallar nuevas formas de ser etnográfico. Este internet es muy distinto, de muchas formas, al internet sobre el que escribí en Virtual Ethnography en 2000 (Hine, 2000), sin embargo, es también reconociblemente el mismo. Por tanto, a lo largo de estas páginas iré destacando algunos puntos clave donde el enfoque aquí elaborado tiene que ver con el texto anterior, y también donde se desvía de él, en tanto que fue un texto escrito para una era previa de internet.

    Debo decir, desde el principio, que rechazaría cualquier noción de que la comunicación mediada es de alguna manera inadecuada o insuficiente como medio para efectuar un estudio etnográfico. La etnografía, sin duda, se fundó en su origen a partir de la premisa de que es importante ir a donde está la gente y dedicarle tiempo, interactuar con ella y vivir entre ella, y generar un entendimiento de primera mano sobre su forma de vida. La comprensión etnográfica se desarrolló en proximidad, en cercanía, y los primeros etnógrafos evitaron la noción de que se podía depender únicamente de testimonios de oídas y relatos secundarios. Este compromiso fundamental con la participación y la construcción de conocimiento de primera mano, puede hacer ver un tanto problemático el prospecto de efectuar un estudio etnográfico con comunicaciones mediadas. De hecho, depender solo de un medio cuando los participantes tienen muchas maneras de comunicarse y representarse entre sí, puede ser problemático y poner en riesgo ese entendimiento holístico y exhaustivo que los etnógrafos pretenden lograr. Pero esto no significa, en sí mismo, que los etnógrafos no deban tomar parte en comunicaciones mediadas, cuando eso es lo que hace la gente a la que estudian. Cuando las comunicaciones mediadas son una parte significativa de lo que hace la gente, creo que debe ser obvio que el etnógrafo necesite tomar parte en esas comunicaciones mediadas, junto con cualesquiera interacciones personales que pudiesen ocurrir, así como tomar nota de cualesquiera otras formas de documentar y de registrar que realicen los participantes. En los siguientes capítulos exploraré las diversas clases de contribución que la participación de un etnógrafo en comunicaciones mediadas puede hacer para desarrollar entendimiento, y cómo se reconcilian, o mantienen en tensión productiva, las diversas formas de entendimiento que se obtienen de diferentes medios.

    Así, es importante que los etnógrafos tomen parte en las distintas formas de comunicación e interacción que emplean aquellos a quienes estudian, y que no descarten ninguna de estas formas de comunicación como algo menos informativo o no etnográfico. Sin embargo, aceptar este punto causa algunos problemas para un proyecto etnográfico, porque desafía la capacidad del etnógrafo de comprender situaciones como un conjunto unificado. Las comunicaciones mediadas son problemáticas para los etnógrafos porque, a menudo, parecen dejarnos incapaces de entender una situación como una entidad singular, con todas sus ramificaciones, y descubrir lo que significa para sus participantes. No podemos estar, al mismo tiempo, con ambos participantes en una conversación telefónica, y así solo veremos las cambiantes expresiones faciales, las múltiples actividades simultáneas y la respuesta posterior a la conversación desde alguna perspectiva particular. Cuando uno de nuestros informantes actualiza su estado en Facebook, quizá nos revele lo que quiere decir con eso, pero no podemos estar del todo seguros de lo que sus amigos entienden por lo que escribe, ni tampoco podemos saber cuál de sus amigos pudo haber visto la actualización de estado, más allá de lo que entendemos –como nos lo recuerda Geertz (1973)– a partir solo de la observación de la acción, cuando alguien cercano hace un guiño. Cuando observamos una pelea en Twitter, no podemos estar seguros si alguno de los seguidores de los involucrados está viendo la misma pelea al mismo tiempo y la entiende de la misma manera que nosotros. La noción misma de una situación singular como objeto preexistente colapsa cuando se observa de cerca. El internet nos ha reunido en miríadas de nuevas formas, pero gran parte de la labor interpretativa que tiene lugar para incorporarse en la vida de la gente aún no es visible desde el mismo internet, dado que sus usuarios tejen patrones muy individualizados y complejos de significado, a partir de estos hilos de interacción públicamente observables. Un etnógrafo en tales circunstancias debe acostumbrarse a una sensación perpetua de incertidumbre, de preguntarse qué es lo que pasó por alto, e intentar elaborar interpretaciones de sucesos con base en evidencia incompleta.

    Desde luego, siempre ha sido cierto que los etnógrafos tienen una capacidad limitada de ver y participar en actos. Incluso en una aldea, al efectuar un estudio convencional basado en interacciones personales durante un periodo prolongado, un etnógrafo establecerá conexiones cercanas con una familia, mientras se pregunta qué sucede en la casa de al lado. Incluso sin una comunicación mediada, los etnógrafos tienen una capacidad limitada de abarcar la totalidad de la situación: la etnografía se lleva a cabo en una escala determinada por la capacidad de percepción humana. Por más que se esfuerce el etnógrafo, no puede ser omnisciente, y siempre escaparán a su comprensión algunos aspectos de la situación que estudia. Tal preocupación es de larga data, y precede a la llegada de la comunicación mediada. Sin embargo, el giro a la comunicación mediada en una escala tan dominante agrega efectivamente una nueva complejidad a las actividades etnográficas, y genera una preocupación real de que las restricciones de percepción dentro de un paisaje mediado amenacen la contribución que puede realizar la indagación etnográfica, o limiten la capacidad del etnógrafo para llegar a conclusiones sólidas. Los etnógrafos no pueden evitar verse afectados por la corriente cultural general de preocupación respecto de que las comunicaciones mediadas pueden no ser tan claras y efectivas como las reales, y por tanto generar duda sobre la solidez de las formas de conocimiento que puede adquirirse con estos medios.

    De esta forma, parece que los etnógrafos contemporáneos están atrapados en una situación extraña. Culturalmente hablando, están sucediendo algunas cosas muy significativas, y los etnógrafos deben estar bien ubicados para, en cada caso, elaborar explicaciones perspicaces, detalladas y complejas de lo que sucede con exactitud, y de lo que significa. La comunicación mediada es una parte altamente significativa de muchos fenómenos contemporáneos de interés, y si bien la etnografía convencionalmente se ha inclinado por la comunicación personal, los etnógrafos que exploren estos fenómenos contemporáneos en general deberán aceptar la comunicación mediada, y entender cómo estos diversos modos de interacción contribuyen al entorno cultural. Sea lo que sea que haga la gente, un etnógrafo generalmente desea observarla haciéndolo, y si es posible, hacerlo con ella. Sin embargo, aceptar la comunicación mediada significa aceptar los límites a la percepción que implican diversas formas de mediación, y asumir alguna consecuente pérdida de capacidad de producir un entendimiento holístico y detallado. Hacer etnografía con interacciones mediadas significa la pérdida de un sentido de seguridad de un objeto de estudio geográficamente determinado, o implica abandonar la noción de que se estudia a un grupo o comunidad social definidos, conforme los patrones de comunicación van atravesando espacios geográficos y fronteras sociales. La etnografía es muy necesaria para entender el internet en toda su profundidad y detalle, y no obstante es difícil elaborar maneras de efectuar estudios etnográficos que acepten toda esa comunicación mediada, sin dejar de brindar ideas sólidas y confiables de un tema en particular.

    De este modo, la etnografía de comunicaciones mediadas aparece como necesaria, y al mismo tiempo, como condenada al fracaso. Necesitamos la etnografía con el fin de entender qué sucede, pero la naturaleza misma del cambio que está teniendo lugar parece evadir la comprensión etnográfica. No obstante, hay optimismo, porque la etnografía es, en su escencia, un enfoque flexible que se ajusta a las condiciones que encuentra. Un estudio etnográfico no puede diseñarse por entero anticipadamente, pues los métodos de indagación que elabora un etnógrafo se ajustan de manera única a la situación específica que se estudia. Es un método de enganche, que se elabora desde cero en cada ubicación, con base en la comprensión que el etnógrafo obtiene de la situación. Por tanto, si aceptamos que en algunas circunstancias vivir con falta de certidumbre y una ambigüedad permanente sobre lo que significan las cosas, es parte inherente de las condiciones en las que los participantes se encuentran, entonces experimentar y aceptar esa incertidumbre se convierte en el trabajo del etnógrafo, y buscar alguna forma de certeza sólida y absoluta sobre una investigación singular se convierte en un despiste, e incluso en una amenaza, para la meta más significativa de averiguar cómo se vive la vida en esas condiciones en las cuales esa estabilidad es, en el mejor de los casos, un logro muy temporal. Así, la paradoja se esfuma: un etnógrafo se concentra mejor en entender los modos de vida mediante la sumersión en ellos, aprendiendo sus valores y prácticas desde dentro, y centrándose en elegir, de manera activa y estratégica, qué estudiar y cómo estudiarlo.

    Este libro se centra en etnografía para el internet y no en una etnografía del internet, porque el internet no puede entenderse como una entidad completa que se pueda estudiar en su totalidad. No se puede hacer etnografía del internet como investigación significativa en sí misma, aunque a partir de él hay muchos objetos de investigación potenciales, ya sea contenidos en él, o conectados a él, de alguna manera. Asimismo, este libro no se centra únicamente en una etnografía a través del internet, pues con el fin de entender las comunicaciones mediadas a menudo es menester estudiar las ubicaciones personales en las cuales se producen y consumen, y comprender los escenarios en donde están incorporadas. Esta obra se centra en cambio en la etnografía para el internet, porque la etnografía es un enfoque flexible que es distinto en cada circunstancia en la que se encuentra, y para ello analizo las estrategias que pueden ser útiles en una etnografía adaptada a las circunstancias que proporciona el internet contemporáneo. En la siguiente sección describo brevemente algunos aspectos significativos de este internet contemporáneo, antes de pasar a una exposición más detallada de las formas distintivas de conocimiento que ofrece una aproximación etnográfica al internet contemporáneo.

    El internet contemporáneo

    Conforme entramos en la segunda década del siglo xxi, el internet devino fenómeno de masas. De acuerdo con la Oxford Internet Survey (Encuesta de internet de Oxford) bienal, que se basa en una muestra representativa de la población del Reino Unido, la proporción de individuos británicos con acceso a internet alcanzó 78 por ciento de la población mayor de 14 años en 2013 (Dutton et al., 2013). Esta cifra aumentó de manera sostenida desde que comenzaron las encuestas de internet de Oxford, en 2003, cuando 59 por ciento de la población afirmó ser usuaria de internet. Sin embargo, permanece un pequeño porcentaje de personas que nunca han usado internet ni prevén hacerlo, y también una cantidad pequeña pero significativa de exusuarios de internet. En 2003 había asimismo una brecha de género importante, con 64 por ciento de varones y 55 por ciento de mujeres usuarios de internet. Para 2013 esta brecha de género ya no era discernible estadísticamente: 79 por ciento mujeres y 78 por ciento varones en la encuesta de usuarios de internet, una diferencia dentro del margen de error de los datos. No obstante, hay algunas desigualdades más duraderas, con probabilidad de que el uso de internet se correlacione con la edad, el grado de escolaridad formal y el ingreso. En Reino Unido la demografía de internet, como la capta la encuesta de internet de Oxford (Dutton et al., 2013), refleja una población nacional para la cual diversas clases de oportunidades se estructuran por educación y accesos a recursos. El internet es un fenómeno de masas, pero no está disponible universalmente, y aún existen algunas desigualdades subyacentes que estructuran el acceso.

    En todo el planeta se presenta una panorámica semejante de población de internet sostenidamente creciente, si bien la proporción de usuarios en diferentes países sí difiere ampliamente, según factores como recursos económicos, infraestructura tecnológica y niveles de alfabetización. La itu, International Telecommunications Union, estimó que en 2011 la penetración global de internet fue de 32.5 por ciento de la población, pero que esta estadística general se dividió en penetración de internet de 70.2 por ciento en países desarrollados y 24.4 por ciento en países en desarrollo (International Telecommunications Union, 2012). Las diferencias son en realidad profundas. Los datos de la itu de 2012 presentan una penetración de internet en Escandinavia de 90 por ciento de la población, mientras muchas naciones en África y Asia tenían menos de 20 por ciento de su población conectada. En ese mismo informe de la itu también se calculó que menos de dos por ciento de individuos en Somalia, Etiopía, Sierra Leona y Guinea tenía acceso a internet (International Telecommunications Union, 2012). El internet es en efecto un fenómeno de masas en América del Norte, Europa y Australia, pero mucho menos en África y gran parte de Asia, y en muchas áreas del globo aún es algo por completo fuera de alcance como propuesta práctica para un gran sector de la población.

    Así, en una amplia parte del mundo el internet es un fenómeno de masas, pero esto aún depende del contexto nacional. Hay lugares en el mundo donde tal vez pueda suponerse con certidumbre un acceso a internet entre casi toda la gente que uno conozca, mientras que en otros países sería difícil encontrar a alguien, fuera de las ciudades principales, con acceso a él. Para un etnógrafo es importante advertir que el internet no siempre se ve como un fenómeno accesible, así como estar consciente de que habrá una diversidad de connotaciones culturales del acceso y de la falta de acceso a esta red. En algunas áreas la norma es no tener acceso a internet, mientras que en otras partes esto quizá se vea como indicador de pobreza extrema o acto deliberado de rechazo a la era moderna.

    Incluso en las áreas en las que el internet es un fenómeno de masas, esto no implica que todo mundo tenga la misma experiencia ni espere lo mismo de él. En su informe de la encuesta de internet de Oxford de 2011, Dutton y Blank (2011) identificaron el surgimiento de la siguiente generación de usuarios de internet como un grupo de personas que tienen una relación marcadamente diferente con la tecnología de la que tuvieron los usuarios de primera generación (quienes coexisten con la siguiente generación). La siguiente generación de usuarios de internet constó de 44 por ciento de los usuarios de internet de Reino Unido en la encuesta de internet de Oxford de 2011 y 67 por ciento de usuarios en la encuesta de 2013 (Dutton et al., 2013); este grupo se define como quienes acceden a internet desde múltiples lugares y múltiples aparatos. Este grupo de usuarios se distingue por lo que hace en internet: sube más contenido que el grupo de usuarios de primera generación, quienes están más apegados a ubicaciones y equipos únicos, y tienen integrado el internet de manera más completa a su tiempo de ocio y entretenimiento, frecuentemente para bajar música y ver videos en línea. Aunque hay muchas similitudes entre los usuarios de primera generación de internet y los de la siguiente generación, como la de que ambos grupos cada vez ven más el internet como su primera opción para buscar información, también hay indicadores de que hay algunas diferencias fundamentales entre sus expectativas del internet y sus experiencias con él.

    Así, el internet es escaso en algunas partes del mundo, pero en muchos lugares es ya un fenómeno de masas que se acepta sin mayor cuestionamiento. Incluso en los lugares donde está disponible para la mayoría, también es potencialmente un fenómeno fragmentado, con los diversos sectores de la población accediendo a él en una variedad de equipos, para hacer distintas cosas y también esperar de él cosas diferentes. Junto con la tendencia a la masificación que se ha presentado en muchos países y va en camino de presentarse en otros, hay una tendencia a la fragmentación en diferentes clases de experiencias. La etnografía para el internet tiene que, en consecuencia, proceder con mucha cautela para determinar lo que representa el fenómeno internet para el grupo particular de personas objeto de interés en cualquier estudio dado. Es importante reflexionar con particular cuidado sobre el grado en que el uso de internet es estándar en una población, sobre cuáles son sus connotaciones culturales y sobre la forma en que los aparatos disponibles para acceder a él moldean su significado para la gente. No hay una solución única para hacer etnografía para el internet, pues lo que es el internet puede variar drásticamente.

    En áreas en donde el internet se convirtió en un fenómeno de masas, en cierta medida también se volvió algo ordinario y común, se banalizó. Puede ser difícil encontrar gente que hable sobre internet en sí en escenarios cotidianos, porque ya forma parte de la vida diaria, es decir, es un medio que se da por sentado para ser y hacer, socializar, comprar y pasar el tiempo, en vez de una actividad denominada conectarse a internet. El internet es a menudo una infraestructura que apoya las cosas que la gente hace, en lugar de ser una actividad particular que se emprenda como algo aparte. La gente suele hablar de modo mucho más natural sobre aplicaciones individuales, como Facebook, Twitter o correo electrónico, que del internet como tal. Conforme, poco a poco, se acepta en general que las cosas que se hacen en internet son actividades reales y socialmente significativas, es menos notable el hecho de que esas cosas sucedan en internet. En los primeros días de internet era común hablar de él como un ciberespacio lejano de la experiencia cotidiana. En ese momento aún era asunto de debate y comentario si las actividades que la gente efectuaba ahí eran realmente formas de actividad social. En esos días tempranos del internet aún se consideraba inquietante si alguien hablaba de amigos de internet, y sin duda habría provocado muchos comentarios si dos personas anunciaban que se habían conocido y enamorado por internet. Aún puede darse tal estigmatización del hecho de intimar en línea, pero sucede junto con una aceptación rutinaria de comprar un libro por internet, descargar una canción, revisar costos de seguros o inscribirse en un sitio de citas, como cosas muy comunes que todos pueden hacer sin necesidad de destacar que las hicieron por internet.

    Así, el internet es con frecuencia banal o común y corriente en la vida cotidiana, al grado de que, en contextos en los que su uso es un lugar común, no solemos destacarlo mientras lo aplicamos en nuestras actividades diarias. La tecnología subyacente que permite las diversas formas de circulación, acumulación y comunicación de datos se aleja mucho de la experiencia cotidiana. Algunos expertos se han propuesto colocar de nuevo en primer plano al internet y las diversas tecnologías que lo posibilitan, destacando el grado de ordenamiento y diferenciación sociales que proporciona. Sostienen que existe el riesgo de que este proceso de banalización (Graham, 2004) nos pueda volver ciegos ante los elementos indeseables de la nueva infraestructura, nos involucre en la aprobación involuntaria de aspectos no deseados de estas nuevas formas de circulación de datos (Beer, 2013), o nos lleve a aceptar sin el debido cuestionamiento nociones particulares de la forma como deberían organizarse las relaciones sociales, las cuales están incorporadas en el software (Mackenzie, 2006). Estos expertos destacan aspectos de nuevas infraestructuras tecnológicas que pueden estar realizando un trabajo invisible en un nivel social, moldeando conductas e implantando desigualdades.

    El internet ahora con frecuencia se da por sentado sin mayor recelo, y pasa inadvertido en la existencia cotidiana; estas actividades de especialistas académicos asumen la responsabilidad de destacar o poner de relieve aspectos potencialmente significativos del mismo. Otra forma más ampliamente accesible de destacarlo, o de darle relevancia, se da en las noticias. Los medios noticiosos contemporáneos, de televisión e impresos, tienden a suponer que el internet es algo conocido y disponible para su público. Refuerzan la noción de un internet común y corriente, dando por sentado que es el modo de acceder a información y entretenimiento. Al mismo tiempo, el internet no deja de ser una fuente fructífera de historias para los medios de masas, los cuales suelen destacar las cualidades notables del internet como sitio para actividades sociales. En la figura i.1 se presenta una muestra pequeña y no sistemática de encabezados que abarca diversas circunstancias en las que los periódicos dieron relevancia al internet en el verano de 2013. Estos encabezados de periódicos sobre internet destacan las preocupaciones sobre el grado de acceso a internet y el potencial de exclusión social, junto con preocupaciones sobre pederastia en línea y pornografía en internet, sobre la posibilidad de controlarlo y ejercer censura en otras partes del mundo, y sobre el papel del internet como apoyo, o como una potencial amenaza para las relaciones íntimas.

    Figura

    I.1. Selección de encabezados en periódicos británicos en el verano de 2013.

    En estos encabezados el internet es puesto en un sitio de relevancia, y se le considera un lugar tanto de oportunidad como de riesgo, y como agente significativo en varias situaciones sociales. La forma precisa que adoptan los problemas es específica del internet en 2013 como fenómeno de masas, con persistentes y significativas desigualdades y una tecnología cada vez más global. Sin embargo, los problemas no son drásticamente diferentes de los que surgieron con relación al internet de 2000, en una época en que solo 28 por ciento de los adultos en Reino Unido afirmó tener acceso a internet en su hogar de acuerdo con una encuesta Oftel (Oftel, 2000).

    Figura

    i

    . 2. Selección de encabezados de periódicos británicos en el verano de 2000.

    En la figura i.2 se presenta una muestra no sistemática de encabezados de periódicos del verano de 2000. Un aire de novedad invade esta cobertura, como se denota por un interés en promover confianza y aprender habilidades, y una preocupación respecto de si el internet está alcanzando ya todo su potencial o punto máximo de importancia.

    Los encabezados tienden a centrarse en Reino Unido, en contraste con la importancia global del internet como se describe en los de 2013. Las nociones de riesgo y de oportunidad son, no obstante, familiares. El internet de 2000 y el internet de 2013, con base en esta muy burda comparación, no son radicalmente distintos. Persisten temas semejantes en cuanto a la asociación del internet con varias formas de oportunidades económicas y sociales, y con diversos riesgos y peligros, acompañados de preocupaciones persistentes respecto de quién tiene acceso y quién tiene o debe tener el control de lo que sucede en línea.

    Mientras tenemos un internet ordinario o banal que muchos de nosotros usamos para nuestras actividades diarias, también tenemos un internet extraordinario o puesto en relevancia, que deviene un foco de atención para expresiones de esperanza y ansiedad, y un lugar para lanzar juicios morales acerca de la clase de mundo en el que debiéramos vivir. Algunas de nuestras expectativas de lo que el internet puede significar para nosotros provienen de experiencias muy localizadas, conforme aprendemos a usarlo a partir de amigos, compañeros de trabajo y familiares, y aprendemos de ellos no solo qué hacer, sino lo que se considera aceptable, normal y deseable hacer. No obstante, más allá de nuestras experiencias individuales, los medios de masas hacen mucho por devolver un reflejo del internet bajo la forma de un objeto cultural, el internet, investido de esperanzas, temores y expectativas.

    De este modo, el internet existe como un objeto cultural en tanto es una forma práctica de hacer lo que se desea. Este objeto cultural es un tanto reconocible como objeto estable en el transcurso de la década pasada

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