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De la vista al oído
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Libro electrónico71 páginas55 minutos

De la vista al oído

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Cada vez son más los usuarios que se animan a escuchar y producir contenidos digitales en audio, lo que ha llevado a que el podcasting esté ganando popularidad en la región. De la vista al oído presenta las diferencias en el discurso de cuatro producciones en formato podcasts (dos de América Latina y dos de Estados Unidos) para visualizar las estrategias utilizadas, desde las dimensiones referenciales y enunciativas, en el análisis de películas y series de televisión comerciales.

IdiomaEspañol
EditorialCreaLibros
Fecha de lanzamiento17 mar 2021
ISBN9786124826580
De la vista al oído

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    De la vista al oído - Luis Enrique Mendoza

    LA ORALIDAD:

    LA BASE DEL PODCASTING

    En el origen está la palabra. Esta aseveración, que podría alcanzar matices religiosos, tiene un sentido muy terrenal para los fines de esta publicación: es lo que, a la larga, nos ha llevado al mundo tecnológicamente hiperconectado en el que estamos inmersos. Nunca antes en la historia de la humanidad tantas personas habían disfrutado el privilegio de hablar ─y ser escuchadas─ como ahora.

    Pero tal como sucedió cuando apareció la escritura ─que implicó que la oralidad se enriqueciera─, esa capacidad de adaptación del lenguaje nos ha llevado a prácticas particulares dentro de la comunicación: el podcasting es una de ellas. Y en este punto, representa no tanto una tecnología que se adaptó a un uso humano, sino más bien un acto humano que terminó adaptándose a una tecnología solo para tener más impacto con sus mensajes. Esta es una de las características más resaltantes de la electronalidad, la fase contemporánea basada en las redes y las nuevas tecnologías en la que vivimos: las personas replanteamos nuestra cultura ─lo que creemos y lo que sentimos─ a partir de lo que creamos a una velocidad sin precedentes, en una instantaneidad permanente. Sobre este punto, los especialistas peruanos Juan Biondi y Eduardo Zapata señalan en Nómades electronales que «el mundo oral y el mundo electronal coinciden en la simultaneidad y el discurrir continuo. Varias cosas son objeto de nuestra atención al mismo tiempo: operamos sobre varias ventanas» (p. 85). La simultaneidad a la que se refieren ambos autores se refleja en esa disposición para realizar tareas distintas en un momento específico, como esos jóvenes en los cafés que pueden charlar y a la vez compartir publicaciones en sus redes sociales.

    De hecho, la popularidad de plataformas como Facebook e Instagram, y la aparición de aplicativos que permiten crear material gráfico que sintetiza y sustituye al escrito ─como los memes─, propician que los usuarios no se limiten a ser solo consumidores, sino que más bien se aventuren a la generación de contenido propio, con lo que se convierten en productores que reelaboran lo que consumen: prosumidores. Ese contenido propio ─realizado muchas veces para compartir entre amistades como un guiño social─ no queda alojado necesariamente en un medio interpersonal ─como los GIF y audios que se envían por WhatsApp─, sino que muchas veces ganan viralización y se convierten en algo masivo a través de distintas plataformas, a veces hasta formar parte de la cultura popular de una época. Por otro lado, una conversación de amigos por medio de audios de voz puede convertirse, con una producción mínima, en un podcasting: solo se necesita un software de edición, algunas piezas musicales para incluir de fondo y una página web dedicada al alojamiento de archivos. Así es como la tecnología nos permite reafirmar ─y también reformular en una dialéctica infinita─ nuestros pensamientos en determinados momentos.

    El podcasting también refleja la disposición de la oralidad para involucrarse en fenómenos nacidos al calor de internet. Nuevamente Biondi y Zapata, en La palabra permanente, coinciden señalando que «las culturas orales ─que muchos consideran inmóviles─ se insertan con facilidad en el mundo de la electronalidad […], (porque) hablar de una cultura de la oralidad no significa hablar del pasado» (p. 61). Estos investigadores peruanos no son los únicos que creen que la oralidad se complementa con la electronalidad. También el historiador cultural y lingüista estadounidense Walter Ong comparte esa posición en el libro Oralidad y escritura: «Pese a lo que se dice a veces, los aparatos electrónicos no están eliminando los libros impresos, sino que, por el contrario, permite que se produzcan más: las entrevistas grabadas electrónicamente producen miles de libros y artículos hablados que nunca habrían llegado a ser textos impresos si no existiera la grabación» (p. 133).

    En tiempos de tecnología digital somos, entonces, tan electronales como orales. De hecho, cabe entender la fase de la electronalidad como aquella etapa de la historia humana en la que cualquiera puede comunicarse y producir contenido ─en cualquiera de sus formas─ en función a sus intereses. Así es como lo postula el psicólogo y doctor en ciencias del lenguaje Ernesto Reaño, en su libro El retorno a la aldea, cuando señala que «la electronalidad no tiene que ver con la simple digitación en un medio informático» sino más bien con «la etapa que privilegia la producción de sentido merced a las nuevas tecnologías» (p. 72). Para este investigador peruano, el sentido es lo que se pretende expresar con el mensaje, mientras que el significado es una interpretación literal de este.

    La definición de la electronalidad no se agota en el uso de las tecnologías digitales y en la facilidad para producir contenido. Basándose en las ideas del

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