Louis-Ferdinand Céline en Dinamarca
Por César Arístides
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Louis-Ferdinand Céline en Dinamarca - César Arístides
sueño de bronca fe lengua de muerto
oleaje de amargura sumidero
de ilusiones pocilga del venero
la siniestra mandrágora del huerto
resguarda la amenaza del deceso
los años de ilusión en la neblina
también la llamarada de la ruina
y el zafio testamento del poseso
por los sueños la vida resquebraja
con trémula piedad a los infiernos
maduros por las ansias fatigadas
de escapar ver la luz que se rebaja
en el débil fulgor de los inviernos
y dictan las matanzas alabadas
el obús son labios de serpiente
lamedura de momia hirsuta en la ventana
penetran las estacas en las casas
se cuelgan de farolas danzantes
oratorios tienen clavados sólo pájaros
y reposan en las sillas asustados
abren la puerta donde gime una mujer
una bala entre los muslos
un libro teñido de violeta es almohada
cruje el camastro murmura la tarde que la arropa
la pared dice las palabras confesión
pastor hondura calabozo temblor
se advierte que las letras son cuadros viejos
una choza bebedora del riachuelo
la virgen somnolienta
asustada por la silueta del resucitado
la mirada camina por el pasillo
observan las manos figuras cristalinas
se preguntan inquietas las llamas de los dedos
si la frialdad es un diamante
la boca clausurada en el filo del deshielo
el postigo de carne denegada
una ventana es un párpado
nos deja percibir el aroma de las charcas
estoy desnudo oculto en el quicio de un edificio
la calle queda hueca de subterfugios y pesares
corro por la avenida infinita
en un parpadeo estoy en un camión de pesarosos
la gente me mira ignora mi pesadumbre
el cielo es un río estrellado en el pudor del día
soy una espiga trémula humillada en la distancia
caigo y doy vuelta en las ruinas del templo
cruzo el consulado donde las bailarinas traslúcidas
dibujadas por el cortinaje ensayan los funerales
a los lejos mi mujer me descubre con su pardo semblante
ahíto en la vergüenza me alejo de su gesto
abro la puerta para caer en otra habitación
gime la penumbra con sus dedos en la vulva
extraigo del armario el escalpelo el fervor y la bencina
agobiado arranco la ropa de un muerto
dormido con un balazo en la frente
abre desmesuradamente sus ojos y me hundo en ellos
sonríe y me desbarranco en las pupilas
cierro mis párpados al alfiler y el alcohol suspira
sólo mi cuerpo da tumbos en trombas seráficas
al fin se detiene el descenso
y en el cielo pútrido
los ojos del difunto son astros de púas
me vigilan clementes
con la fijeza tensa de las calamidades
estoy desnudo sobre la hierba
corderos de dios balan su testamento
bala su testaferro dios es su carnero
me lamen aviesos revientan mi furia
sus hocicos púrpuras rodean mis despojos
muerden las campanas de los arbustos
el tintineo es un llamado a misa miseria y misantropía
la voz gutural de la madre feliz con sus telares y encajes
el valle tinto es mostrador de hilos yerros y agujas
cintas de fatuos fulgores y gasas para la contrición
no puedo levantar mi herrumbre
me abruman obcecadas las ovejas
siento en los tobillos lameduras de satán
la aspereza de sus días infinitos
el puntual licor de sus mortajas
muerden mi espalda hurañas
casi apeñuscadas por el remordimiento
me ahoga su blonda opresión
su acoso tibio y salvaje
retornan hoscas al balido
calcinan el suspiro que bruñe la cobardía
lamen inmensas mi rostro
sus negros hocicos son parábola y predicción
incrustan sus lenguas en mi boca
me retuerzo en el punto más intenso de la campiña
soy suyo y condenado de toda potestad
rendido a su hambruna bestial e inmunda
humilde y terrosa entonces despierto
podrida oscuridad baladronada perra certeza de ahogar pelagra ladrido y ausencia sálvenme dragones retazos de infancia carcomida alejen las sombras albinas de este cascarón tenebroso metálico pestilente he olvidado la secreción solar y la compulsión matiza las horas arredran en esta cárcava de carcajadas putas sótano o quijada de jabalí convertido en camastro no sé más de lluvia y ahora atormentan los becerros visitan mis desmayos la única claridad la dibuja torpemente la visita turbia de las alucinaciones inyecciones en el vientre punzadura de cardos muerde corroe y llena de postillas el alma de por sí tumefacta olvido de los barcos donde mi padre estropeaba con sus lápices negritud de la tumba de mi madre en el inmundo père lachaise entonces en medio del bosque se asoma la duda dónde los castillos al borde de aquella castración quimérica de aquel acantilado olfateado por las humaredas y el horno de hielos al rememorar tanta escapada tiemblo de miedo pasión y orfandad celos y tumulto pues soy la fiebre más alta el vuelo de rencorosas estrellas desdeñoso estallido de luceros vísceras de celda moscardón y melodía de cuna muerta utopía sin navío ni parcela y ahora las pérfidas bestias con el rostro de la misericordia con el rastro de la ignominia entre las arboledas me estacan en vetustas noches donde hurgo el sosiego solo acerco a la condición fastuosa de estar luminosamente encerrado la negrura de mi risa violeta puntual en el resentimiento mis lágrimas reprimidas en el duermevela la orgía del furor y el asco pero dónde ahora los enfermos los atónitos ante mis manos de asqueroso condenado en sus cuerpos oxidados tendidos al rayo loar de la náusea dónde mis animales envueltos por el maullido tal vez en esa vereda triste en espera de mi sombra dolorida por no saber de mi deambular violento viril virulento vacilante lancinante por las calles destruidas donde los soldados solemnes ofician la tiniebla algo dirán sus ojos del hombre muerto del despojado por mí de sus ropas los pingajos en su vientre serán el significado de sus pupilas desbarrancadero de alelíes de cielo escrito con lámparas estúpidas incapaces de alumbrar redención y consuelo acaso sea la escrupulosa invitación de los pozos y las lozas abiertas en la degradación para dormir y ser un mártir sin honra ni nombre con túmida túnica arboleda leucémica lunar florido en la cintura de las muchachas o quizá la lluvia perenne evocada en el encierro el anhelo perruno del sabor de la niñez templaria arrogante perniciosa y cuzca con sus descalabros y pedradas al reloj escolar pero estoy tullido convertido