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Louis-Ferdinand Céline en Dinamarca
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Libro electrónico99 páginas1 hora

Louis-Ferdinand Céline en Dinamarca

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Escritor maldito, colérico, cínico, delirante, Louis-Ferdinand Céline fue también un hombre condenado por traidor a su patria, colaboracionista y antisemita; escribió novelas terribles, grotescas, deslumbrantes. Pero sus ideas políticas lo llevaron a huir de su país durante la Segunda Guerra Mundial y a ser condenado a muerte y, aunque libró la ejecución, su legado literario quedó sepultado. En Louis-Ferdinand Céline en Dinamarca se ofrece un retrato poético de este escritor abominado: a través de sueños imaginados del novelista francés mientras estuvo preso en una cárcel danesa, se develan su rabia y su angustia por la guerra, sus evocaciones eróticas, su infancia en arrabales –es ilusorio decirlo, Céline escribió páginas ardientes dedicadas a la niñez de manera sublime– y la persecución fuera de los soldados.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 nov 2023
ISBN9786075029771
Louis-Ferdinand Céline en Dinamarca

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    Louis-Ferdinand Céline en Dinamarca - César Arístides

    sueño de bronca fe lengua de muerto

    oleaje de amargura sumidero

    de ilusiones pocilga del venero

    la siniestra mandrágora del huerto

    resguarda la amenaza del deceso

    los años de ilusión en la neblina

    también la llamarada de la ruina

    y el zafio testamento del poseso

    por los sueños la vida resquebraja

    con trémula piedad a los infiernos

    maduros por las ansias fatigadas

    de escapar ver la luz que se rebaja

    en el débil fulgor de los inviernos

    y dictan las matanzas alabadas

    el obús son labios de serpiente

    lamedura de momia hirsuta en la ventana

    penetran las estacas en las casas

    se cuelgan de farolas danzantes

    oratorios tienen clavados sólo pájaros

    y reposan en las sillas asustados

    abren la puerta donde gime una mujer

    una bala entre los muslos

    un libro teñido de violeta es almohada

    cruje el camastro murmura la tarde que la arropa

    la pared dice las palabras confesión

    pastor hondura calabozo temblor

    se advierte que las letras son cuadros viejos

    una choza bebedora del riachuelo

    la virgen somnolienta

    asustada por la silueta del resucitado

    la mirada camina por el pasillo

    observan las manos figuras cristalinas

    se preguntan inquietas las llamas de los dedos

    si la frialdad es un diamante

    la boca clausurada en el filo del deshielo

    el postigo de carne denegada

    una ventana es un párpado

    nos deja percibir el aroma de las charcas

    estoy desnudo oculto en el quicio de un edificio

    la calle queda hueca de subterfugios y pesares

    corro por la avenida infinita

    en un parpadeo estoy en un camión de pesarosos

    la gente me mira ignora mi pesadumbre

    el cielo es un río estrellado en el pudor del día

    soy una espiga trémula humillada en la distancia

    caigo y doy vuelta en las ruinas del templo

    cruzo el consulado donde las bailarinas traslúcidas

    dibujadas por el cortinaje ensayan los funerales

    a los lejos mi mujer me descubre con su pardo semblante

    ahíto en la vergüenza me alejo de su gesto

    abro la puerta para caer en otra habitación

    gime la penumbra con sus dedos en la vulva

    extraigo del armario el escalpelo el fervor y la bencina

    agobiado arranco la ropa de un muerto

    dormido con un balazo en la frente

    abre desmesuradamente sus ojos y me hundo en ellos

    sonríe y me desbarranco en las pupilas

    cierro mis párpados al alfiler y el alcohol suspira

    sólo mi cuerpo da tumbos en trombas seráficas

    al fin se detiene el descenso

    y en el cielo pútrido

    los ojos del difunto son astros de púas

    me vigilan clementes

    con la fijeza tensa de las calamidades

    estoy desnudo sobre la hierba

    corderos de dios balan su testamento

    bala su testaferro dios es su carnero

    me lamen aviesos revientan mi furia

    sus hocicos púrpuras rodean mis despojos

    muerden las campanas de los arbustos

    el tintineo es un llamado a misa miseria y misantropía

    la voz gutural de la madre feliz con sus telares y encajes

    el valle tinto es mostrador de hilos yerros y agujas

    cintas de fatuos fulgores y gasas para la contrición

    no puedo levantar mi herrumbre

    me abruman obcecadas las ovejas

    siento en los tobillos lameduras de satán

    la aspereza de sus días infinitos

    el puntual licor de sus mortajas

    muerden mi espalda hurañas

    casi apeñuscadas por el remordimiento

    me ahoga su blonda opresión

    su acoso tibio y salvaje

    retornan hoscas al balido

    calcinan el suspiro que bruñe la cobardía

    lamen inmensas mi rostro

    sus negros hocicos son parábola y predicción

    incrustan sus lenguas en mi boca

    me retuerzo en el punto más intenso de la campiña

    soy suyo y condenado de toda potestad

    rendido a su hambruna bestial e inmunda

    humilde y terrosa entonces despierto

    podrida oscuridad baladronada perra certeza de ahogar pelagra ladrido y ausencia sálvenme dragones retazos de infancia carcomida alejen las sombras albinas de este cascarón tenebroso metálico pestilente he olvidado la secreción solar y la compulsión matiza las horas arredran en esta cárcava de carcajadas putas sótano o quijada de jabalí convertido en camastro no sé más de lluvia y ahora atormentan los becerros visitan mis desmayos la única claridad la dibuja torpemente la visita turbia de las alucinaciones inyecciones en el vientre punzadura de cardos muerde corroe y llena de postillas el alma de por sí tumefacta olvido de los barcos donde mi padre estropeaba con sus lápices negritud de la tumba de mi madre en el inmundo père lachaise entonces en medio del bosque se asoma la duda dónde los castillos al borde de aquella castración quimérica de aquel acantilado olfateado por las humaredas y el horno de hielos al rememorar tanta escapada tiemblo de miedo pasión y orfandad celos y tumulto pues soy la fiebre más alta el vuelo de rencorosas estrellas desdeñoso estallido de luceros vísceras de celda moscardón y melodía de cuna muerta utopía sin navío ni parcela y ahora las pérfidas bestias con el rostro de la misericordia con el rastro de la ignominia entre las arboledas me estacan en vetustas noches donde hurgo el sosiego solo acerco a la condición fastuosa de estar luminosamente encerrado la negrura de mi risa violeta puntual en el resentimiento mis lágrimas reprimidas en el duermevela la orgía del furor y el asco pero dónde ahora los enfermos los atónitos ante mis manos de asqueroso condenado en sus cuerpos oxidados tendidos al rayo loar de la náusea dónde mis animales envueltos por el maullido tal vez en esa vereda triste en espera de mi sombra dolorida por no saber de mi deambular violento viril virulento vacilante lancinante por las calles destruidas donde los soldados solemnes ofician la tiniebla algo dirán sus ojos del hombre muerto del despojado por mí de sus ropas los pingajos en su vientre serán el significado de sus pupilas desbarrancadero de alelíes de cielo escrito con lámparas estúpidas incapaces de alumbrar redención y consuelo acaso sea la escrupulosa invitación de los pozos y las lozas abiertas en la degradación para dormir y ser un mártir sin honra ni nombre con túmida túnica arboleda leucémica lunar florido en la cintura de las muchachas o quizá la lluvia perenne evocada en el encierro el anhelo perruno del sabor de la niñez templaria arrogante perniciosa y cuzca con sus descalabros y pedradas al reloj escolar pero estoy tullido convertido

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