La música de Brasil
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La música de Brasil - Ignacio Díaz González
AGRADECIMIENTOS
A la embajada de Brasil en Cuba, principalmente a su primera secretaria Izabel Cury, un alma sensibilizada con toda la grandeza de este mundo; a Olguita y a Susana por sus colaboraciones. A mis amigos Efraín Ríos y José Gregorich Hernández, Pipo, por sus valiosas y decisivas colaboraciones, y a todos los que de una forma u otra me brindaron su apoyo para la realización de esta obra.
PÓRTICO
Como una ráfaga divina que palpita en el espacio
«Un libro nuevo –escribía el Héroe Nacional José Martí– es siempre un motivo de alegría, una verdad que nos sale al paso, un amigo que nos espera, la eternidad que se nos adelanta, una ráfaga divina que viene a posarse en nuestra frente».
He recordado ahora el magisterio del más trascendente revolucionario e intelectual del siglo xix cubano, al concluir la lectura de La música de Brasil, este libro que firma Ignacio Díaz González.
En las páginas de esta obra, sustentada en una exhaustiva, profunda y documentada investigación, el lector encontrará un fresco de la génesis, desarrollo y esplendor de la música creada en el país sudamericano.
No se trata, como quizás algunos erróneamente imaginan al conocer la formación académica del autor, de un minucioso estudio musicológico de tan rica y fecunda manifestación cultural de Brasil.
El propósito de Díaz González es, por el contrario, ofrecer, a quienes se aventuren en la lectura de este libro, una visión informativa, didáctica, de la música, tanto clásica como popular, nacida en el Gigante Sudamericano.
Una música –explica el investigador– que «envuelve diversos estilos regionales que contribuyen a conformar una identidad cultural que se difunde de manera global aportando genuinas expresiones de buen arte».
De ahí que se muestre un amplio panorama entremezclado, en el que la música culta y la música popular interactúan, de tal manera que se torna difícil, casi imposible, determinar los límites entre una y otra.
Así, se comentan sinfonías, sonatas, óperas, preludios, fugas, misas, música coral, de cámara, para ballet, junto al jazz, el son, la salsa, el mambo, la bossa nova, la samba, el tango, el rock, la música pop…
Quisiera anotar brevemente la importancia del capítulo titulado «El jazz latino. Cuba, Estados Unidos y Brasil», en que el autor explica los vasos comunicantes que enriquecen un universo sonoro de incuestionable trascendencia.
De interés resulta, igualmente, el catálogo de músicos que enriquece este estudio, en que se reproduce la información imprescindible para conocer los más representativos creadores e intérpretes, a través de la historia, del arte musical brasileño.
Antes de La música de Brasil, Ignacio Díaz González ya había escrito un libro de similares empeños, fruto de su interés en estudiar y promover la música, obra favorablemente acogida por lectores y críticos.
El imperio del jazz, publicado en dos tomos (2017 y 2019), entrega una novedosa mirada al surgimiento de este género musical a fines del siglo xix en Estados Unidos, así como a su indudable influencia en el mundo.
Otros libros avalan, igualmente, su prestigio; obras que desarrollan un conjunto de líneas investigativas y sistemas metodológicos dirigidos a la modernización del análisis científico-pedagógico en la enseñanza de la música.
Entre esos títulos que contribuyen a la formación profesional en la esfera de la música, aparecen Técnicas de la armonía popular moderna (2003) y La armonía vanguardista. Sistemas, análisis y creación (2004).
Ignacio Díaz González (La Habana, 1955) es graduado en la especialidad de música en los siguientes centros docentes: Escuela Nacional de Instructores de Arte, Conservatorio Ignacio Cervantes y en el Centro para la Superación de la Enseñanza Artística (Censea).
Es, además, licenciado en Educación Musical por el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, y cursó estudios de posgrado en Armonía, Instrumentación, Orquestación y Composición.
Entre los profesores que contribuyeron a su formación académica, aparecen los prestigiosos maestros Rafael Lay, Norman Milanés, Vicente González Rubiera, Guyún; Enrique Bellver y Armando Romeu.
Durante su vida profesional se ha desempeñado, a lo largo de casi medio siglo, en diversas instituciones docentes y culturales, como profesor, metodólogo, asesor musical, arreglista, investigador y músico.
Vuelvo al legado del maestro José Martí quien, en 1875, en México, escribía que «el color tiene límites, la palabra: labios, la música: cielo. Lo verdadero es lo que no termina: y la música está perpetuamente palpitando en el espacio».
Los invito a leer La música de Brasil, esta investigación de Ignacio Díaz González, con la certeza de que podrán comprobar, se los aseguro, que este libro es como una ráfaga divina que palpita en el espacio.
Fernando Rodríguez Sosa
La Habana, 18 de agosto de 2023.
Al lector
He querido construir este libro como homenaje a la cultura de Brasil, este extraordinario país que admiro y respeto profundamente, y además porque lo aquí expuesto no está fácilmente al alcance de todos los interesados.
Después de haber escrito el libro El imperio del jazz, publicado por la Editorial Letras Cubanas en dos tomos, presentados en 2018 y 2019, respectivamente, en la Sala Rubén Martínez Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), no dudé un instante en adentrarme por completo en la música de Brasil, teniendo en cuenta que los Estados Unidos, Brasil y Cuba son tres de las grandes potencias de la música popular en el mundo.
Sobre Cuba se han escrito infinidades de textos relacionados con su cultura musical, que dan a conocer el esfuerzo considerable de intelectuales, investigadores, maestros, historiadores y escritores, tales como: María Teresa Linares, Alejo Carpentier, Argeliers León, José María Bidot, Radamés Giro (con su extraordinario Diccionario enciclopédico de la música cubana), por solo mencionar algunos, de manera que consideré, en esta ocasión, dirigir mis investigaciones a otros campos menos conocidos en nuestro país.
En este libro se encontrarán contenidos cruzados de música académica y música popular, y por ende se hace importante desvelar las definiciones de cada una de ellas, de la forma más explícita posible, teniendo en cuenta que este volumen está pensado para todo tipo de público. Se entiende música académica en su más amplia acepción genérica, como la línea del tiempo marcada por la música de concierto, cuyo desarrollo comienza a partir del siglo xv: Renacimiento (1400 a 1600); Barroco (1600-1750); Clásico (1750-1800); Romántico (1800-1910); Impresionismo (sus cimientos se ubican aproximadamente en 1875 con un período destacado hasta la primera mitad de 1920 aunque mantenido en lo sucesivo); Vanguardismo y todas sus tendencias contemporáneas, cuya música por lo general es disonante y atonal, las cuales veremos en el capítulo 3.
La música académica, llamada además clásica, docta o erudita, se define como la antítesis de lo popular, y es representada por múltiples géneros, estilos, estructuras morfológicas, didácticas musicales, conceptos y timbres que difieren de la panorámica popular. Por ejemplo, al hablar de música académica nos referimos a sinfonías, música de cámara, sonatas, preludios, fugas, misas, música para ballet, coral, entre otras, géneros que se diferencian de los de la música popular representada por el jazz, el son, el reggae, la salsa, el mambo, la samba, la bossa nova, el tango, el rock, la música pop y muchas más.
Quizás esta manera de deslindar qué es académico y qué es popular sea rudimentaria ante criterios especializados de musicólogos, académicos, historiadores y especialistas en general, pero si algo bueno tiene es que rápidamente la mayoría de las personas, sean conocedoras o no, convergen en un punto de comprensión que permite razonamientos certeros a la hora de simultanear temas de ambos universos sonoros y creativos.
Por dificultades de espacio no he podido incluir a todos los músicos que hubiera querido, pero sí seleccioné una buena parte de ellos, considerados grandes cultores del arte musical brasileño por profesores, analistas, historiadores y especialistas en general.
Es nuestro mayor anhelo que con este texto sobre la música de Brasil, los lectores queden complacidos y, sobre todo, amplíen sus conocimientos en relación con el desarrollo del universo musical de este país.
El autor
Introducción
Brasil es un país soberano de la América del Sur que abarca la mitad oriental del subcontinente y algunos grupos de pequeñas islas en el océano Atlántico. Tiene más de 8,5 millones de kilómetros cuadrados, por lo que representa el 47 % del territorio sudamericano. Esto lo convierte en el país más grande de América Latina y América del Sur, y el quinto de más extensión del mundo detrás de Rusia, Canadá, China y los Estados Unidos de Norteamérica. Sus más de 210 millones de habitantes hacen de Brasil la quinta nación más poblada a nivel mundial.
Su idioma oficial es el portugués,¹ y como idiomas coficiales se consideran el ñe’engatú, lengua indígena que se habla en los municipios de São Gabriel (estado de Río Grande del Sur) y Cachoeira (estado de Bahía); el alemán de Santa María de Jetibá (estado de Espírito Santo) y el de la ciudad de Pomerode (en el estado de Santa Catarina).
Existen además muchas lenguas minoritarias presentes en todo el país. Se revelan aproximadamente unas 180 lenguas indígenas predominantes en las áreas remotas, y otras que son habladas por los inmigrantes y sus descendientes, por ejemplo: el hunsrückisch, un dialecto del alto alemán, y el talian, de origen véneto en el sur del país, los cuales están influenciados por el portugués. Este idioma como lengua materna le proporciona a Brasil una cultura nacional diferente a la de sus vecinos de habla hispana.
La músical de Brasil, tanto académica como popular –que estuvo conformada en sus inicios de dos maneras: una tradición escrita y erudita, de raíz europea, y otra no escrita, popular, reconocida como medio de culturización entre las músicas europeas, africanas e indígenas–, comprende diversos estilos regionales que contribuyen a conformar una identidad cultural difundida de manera global y que aporta genuinas expresiones de buen arte.
En la «Lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad» de la Unesco –programa que tiene como objetivo garantizar la mejor visión del patrimonio cultural inmaterial de culturas diversas del planeta y la conciencia de su importancia– aparecen de Brasil:
Las expresiones orales y gráficas de los wajapi.
La samba de roda del Recóncavo bahiano, Bahía.
El frevo: arte del espectáculo del carnaval de Recife.
El círio de Nazaré: procesión de la imagen de Nuestra Señora de Nazaret en la ciudad de Belém (estado de Pará).
El círculo de capoeira.
También aparecen declarados por la Unesco otros treinta y ocho bienes culturales y naturales de Brasil.
Un dato a tener presente en todo momento sobre este notable país, nombrado por muchos el Gigante Sudamericano, es su riqueza musical, la que hoy por hoy ha alcanzado un lugar digno del más fervoroso reconocimiento (samba, bossa nova…). Junto a Cuba (son) y los Estados Unidos (jazz), ocupa un puesto cimero entre las grandes naciones representativas de la música popular en el mundo, con su ritmática, su caudal armónico y su inconfundible universo tímbrico. Por ello, antes de adentrarnos por completo en las especificidades de su cultura musical, desde sus orígenes hasta la actualidad, trataremos un tema que vincula estrechamente a estos tres países.
¹ Los nativos tuvieron una influencia taxativa en el idioma. De hecho, el portugués de Brasil no es el mismo que el de Portugal, sobre todo en su aspecto fonológico.
Capítulo 1
Apuntes Históricos Esenciales
Raíces culturales, colonización e influencias foráneas
Datos históricos han revelado que, en 1500, en la costa oriental de América del Sur, donde se ubica el actual territorio de Brasil, existía una gran masa poblacional de aproximadamente 1 900 000 amerindios (indios americanos) divididos en naciones indígenas, las que a su vez estaban compuestas por diferentes grupos étnicos: tupí-guaraníes, los macro-jê y los aruacos, todos con sus respectivas subdivisiones. Los tupís guaraníes, caracterizados por mantener fuertes batallas entre sí, estaban segmentados en tribus pertenecientes a la familia lingüística tupí-guaraní. Aún estaban en la Edad de Piedra, y por ese entonces su ubicación era entre los actuales territorios de los estados de Río Grande del Sur y Río Grande del Norte.
En general existen pocos datos que prueben a ciencia cierta cómo era el arte musical de estos indígenas, pero sí se sabe que sus instrumentos pertenecían principalmente a las familias de aerófonos (conchas de caracol y tipos de flautas muy rudimentarias) y las percusiones (tambores), y que la música era consustancial a las actividades religiosas y festivas.
Uno de los acontecimientos fundamentales de la historia universal fue el «descubrimiento» de América el 12 de octubre de 1492, cuando una expedición proveniente de España y al mando del navegante, cartógrafo, almirante, virrey y gobernador general de las Indias Occidentales al servicio de la corona de Castilla, Cristóbal Colón,² llega a la isla de Guanahani, actualmente en las Bahamas. Con este hecho, que representa el encuentro de dos mundos distantes que existían de manera independiente desde el origen de la humanidad, se comenzó la conquista de América por parte de Europa, algo que cambió el sentido natural y el curso de la historia. Poco tiempo después de que los españoles entraran en América, llegaron los portugueses, ingleses, franceses, holandeses (Países Bajos), entre otros, procedentes de otras regiones de Europa.
El primer europeo en llegar al territorio brasileño fue el español Vicente Yáñez Pinzón, quien lo hizo al recalar en tierra el 26 de enero del año 1500 en la actual región de Cabo de San Agustín (Pernambuco) y luego al Amazonas. Sin embargo, la historiografía portuguesa distingue al fidalgo, comandante militar, navegante y explorador portugués Pedro Álvares Cabral como el descubridor de Brasil, quien llegó a Porto Seguro, región perteneciente al sur del estado de Bahía en el nordeste brasileño, el 22 de abril de 1500.
Según Luís da Câmara Cascudo (1898-1986), historiador, folclorista, antropólogo, periodista, abogado y docente universitario brasileño, los tupís fueron la primera raza indígena que tuvo contacto con los colonizadores. Este acontecimiento propició dos hechos significativos: 1) La experiencia inicial de los habitantes de Brasil (amerindios) con los europeos. 2) el inicio, unos años después (1534), de un largo período de colonización que duró hasta el siglo xix.
Acciones militares, el maltrato a los nativos a trabajo forzado y otros regímenes, conjuntamente con el contagio de diferentes enfermedades traídas por los europeos (viruela, tifus), para las cuales los amerindios carecían de anticuerpos, provocó una rápida reducción de la población indígena.
Debido a que todos los planes de expansión del continente europeo en América exigían, sobre todas las cosas, mano de obra barata, y al desaparecer en una gran mayoría las naciones indígenas, que estaban compuestas por diferentes grupos étnicos, África fue una solución salvadora para todos los colonizadores. El negro africano era muy fuerte para el trabajo y más resistente a enfermedades, y esto fue una razón convincente para secuestrarlos y esclavizarlos. Este execrable sistema se aplicó en territorios de casi todo el África (occidental, central y oriental). Estos africanos reprodujeron en América sus músicas, sus danzas, cantos, idiomas y rituales, manifestaciones que fueron dándose a conocer en un nuevo contexto del que formaron casi al instante un nutriente esencial a tenerse en cuenta para la creación definitiva de lo que es hoy la música de Brasil.
La llegada de los negros de África es un punto de atención que debe destacarse cuando se abordan temáticas referidas a conformaciones culturales en América u otra parte del mundo; esto debido, fundamentalmente, a la riqueza significativa de sus originales percusiones ejecutadas en peregrinos instrumentos representativos de opulentas culturas musicales y religiosas.
Los países de América que recibieron esclavos de África, ya sea en mayor o menor cuantía, tuvieron la posibilidad de adquirir de ellos sus prácticas culturales, algo que sustanció significativamente los estilos musicales y danzarios de muchas regiones. Por ejemplo, algunos investigadores argentinos, en especial Beatriz Crisorio, plantean que el tango se formó debido a elementos multiétnicos, gracias a su pasado colonial (indígena, africano y criollo) y al sucesivo aporte inmigratorio. La cumbia de Colombia es un género musical en el que se aprecia un componente de danza folclórica tradicional que declara el resultado de la fusión musical de indígenas y negros esclavos en la costa del Caribe durante la conquista y la colonia. La rumba es un género de música tradicional originado en Cuba a finales del siglo xix con raíces africanas. De igual manera, la samba es un género musical también de raíces negras, surgido en Brasil, así como el maracatú, expresión músico-danzaria de connotación litúrgica que se remonta a los esclavos; la batucada, complejo músico-danzario brasileño que emana de la etapa colonial como expresión transculturada de la esclavitud africana; el lundu, género musical danzario brasileño, originado por los esclavos traídos de Angola (llegó a ser considerada la danza nacional de Brasil). El calipso en Trinidad y Tobago remonta sus orígenes en el África Oriental, y el jazz en los Estados Unidos se alimentó desde sus comienzos de la cultura africana y europea, y así muchos más.
En el libro El imperio del jazz hago la siguiente reflexión: «[…] África, unida a la tradición de Norteamérica compactó una cultura musical negra que al mezclarse con las tendencias europeas de los siglos xviii y xix, engendraron el híbrido que posteriormente definió el jazz».³
Danzas, cantos de trabajo, infinitas variedades de polirritmias, movimientos del cuerpo escenificando rituales de sus diversas religiones, entre otros, fueron confluyendo con las costumbres culturales de cada región y con la cultura europea, esta última representada por himnos, danzas, marchas, valses, espectáculos de ópera italiana y procedimientos didácticos-musicales. Y así cada territorio, con sus características autóctonas fue tomando su plena identidad.
A manera de conclusión, en Brasil se circunscriben múltiples géneros y estilos regionales donde las formas amerindias, africanas y europeas son componentes indefectibles que puntearon el camino en la conformación definitiva de su nacionalidad, representada por una gran diversidad de música académica y popular.
² Pudo haber nacido el 31 de octubre de 1451 y se sabe que murió en Valladolid, España, el 20 de mayo de 1506.
³ Ignacio Díaz: El imperio del jazz. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2017, t. 1, p. 38.
Capítulo 2