Experiencias de trabajo social clínico en Chile
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El libro invita a que las y los lectores se posicionen desde la comprensión de la intervención social clínica a partir de diversas perspectivas aplicadas a distintos contextos y dividida en tres partes: análisis de casos, procesos de intervención y procesos de evaluación. Este material se presenta como una guía metodológica para el ejercicio profesional del trabajo social clínico y una invitación reflexiva a las disciplinas con las cuales se interactúa.
El contenido de esta publicación pretende favorecer el estudio por parte de trabajadores sociales en formación, profesionales de intervención en contextos clínicos, académicos/as e investigadores en la materia. Experiencias de trabajo social clínico en Chile ofrece una oportunidad para el debate, la concientización y visibilidad de esta disciplina no solamente en Chile, sino también en la región latinoamericana y el Caribe.
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Experiencias de trabajo social clínico en Chile - Milton Contreras Sáez
CAPÍTULO I
ENTRE MAPAS Y METÁFORAS: JUEGO Y RESONANCIAS PARA EL TRABAJO EN TRAUMA Y ABUSO SEXUAL INFANTIL
Alexis Bustos Villarroel
Introducción
El presente capítulo se enmarca en el contexto del trabajo con niñas, niños y jóvenes que han sido víctimas de maltrato infantil grave –en adelante MIG–, y abuso sexual infantil –en adelante ASI–, cuyas experiencias son trabajadas por dispositivos que intentan responder al fenómeno de la violencia en su amplia gama de expresión. En ese contexto y bajo una orden judicial se establece un tipo particular de relación terapéutica con las niñas, niños y jóvenes –en adelante NNJ–. La relación terapéutica va a estar mandatada por la instancia judicial, no es una instancia voluntaria a la cual las personas accedan libremente. Eso marca un primer y fundamental hito, ya que habrá que destinar los esfuerzos necesarios para que las y los terapeutas logren sedimentar un espacio de seguridad, un espacio nutricio y, sobre todo, que tenga un sentido para las NNJ que asisten a terapia por dichas experiencias traumáticas. En ese escenario se instala la política pública respecto de los programas de reparación de maltrato grave y abuso sexual, donde hay un mandato judicial que debe cumplirse y los distintos organismos colaboradores en materias de infancia, van a responder y estar supeditados al Tribunal de Familia y las decisiones que allí se tomen.
En este capítulo se revisarán dos experiencias de trabajo terapéutico con NNJ que han vivido ambas expresiones de la violencia hacia la infancia, a saber: ASI y MIG. Estas experiencias enmarcadas en las premisas de la terapia narrativa de Epston y White (1993), en relación con los principios de la Terapia de Juego y su especial relación con las narrativas (O’Connor et al., 2017; Freeman et al., 2011). De igual manera, se entenderán las experiencias de MIG y ASI como una forma particular de trauma, el cual provoca cambios en la neurobiología, el cuerpo, la emocionalidad y las relaciones sociales (van der Kolk, 2015; Ogden et al., 2009; Porges, 2016; van der Hart, 2011; Levine, 2016; y Ogden y Fisher, 2016). Esta comprensión neurobiológica del trauma contribuye a entender los cambios experimentados por las personas que atraviesan experiencias límites, intensas, adversas que pueden posicionarse como experiencias traumáticas, estos análisis pretenden situar y contextualizar los efectos del trauma en un contexto relacional y social, se podría entender como una mirada neurobiológica contextual-relacional del trauma.
Abuso sexual infantil como forma particular de trauma
Las experiencias de MIG y ASI pueden ser consideradas como un trauma singular, ya que, por lo general quienes perpetran estas acciones suelen ser familiares o personas cercanas a la familia (Echeverría y Guerricaechebarria, 2005; Cantón y Cortés, 2016; Sheinberg y True, 2001; UNICEF, 2012; UNICEF, 2021; CJS y DEJUC UC/UNICEF, 2021). Y desde ahí, la sensación de seguridad y la predictibilidad en la vida de los NNJ cambia rotundamente (van der Kolk, 2015; Finkelhor y Browne, 1985; y Finkelhor y Araji, 1986), de igual manera la sensación de confianza se verá sumamente impactada (Murillo, 2012), así como la relación vincular reflejada en los estilos de apego (Ogden et al., 2009; Barudy y Dantagnan, 1998 y 2009). Estas experiencias son consideradas una forma particular de trauma, ya que en su mayoría son propiciadas por las figuras de cuidado, generalmente padre o madre y es en esa especial relación de cuidado en la cual los adultos que debían proteger y acunar las experiencias de los NNJ en su desarrollo vital, se genera un quiebre y una transformación en la relación, ya que el mundo adulto se torna desconfiable e impredecible (Finkelhor, 1986), surgiendo la ambivalencia frente a las figuras de cuidado. De igual manera, se considera una experiencia traumática en tanto existe una irrupción en el continuo vital de los NNJ y esa irrupción es sumamente compleja de ser entendida, incorporada y asimilada; es una experiencia que tiene el potencial de fragmentar y compartimentalizar la vida de las personas (van der Kolk, 2015). De esta manera el problema central está constituido por la incapacidad de asimilar la realidad de experiencias con la consiguiente reactualización repetitiva del trauma en imágenes, comportamientos, sentimientos, estados fisiológicos y relaciones interpersonales (van der Kolk, 2015). Es decir, el trauma singular experimentado en las vivencias de MIG y ASI no son solo biología descontextualizada, sino, experiencias neurobiológicas situadas en un contexto social más amplio, siendo un espacio relacional en el cual también es posible rearticular relaciones de buenos tratos, espacios sanadores y nutricios, de colaboración social que tiendan a la agencia personal y a la construcción de significado de las experiencias vividas.
Bessel van der Kokl (2015), en un intento de agrupar constelación sintomatológica que producen las experiencias de trauma va a proponer el concepto de Trastorno Traumático del Desarrollo el cual pone especial énfasis en la exposición prolongada de los NNJ a situaciones adversas durante su desarrollo. Centra en foco del trauma en el desarrollo vital, puntualizando en las diversas manifestaciones de desregulación, tales como: desregulación afectiva y fisiológica, desregulación atencional y conductual, desregulación del self (sí mismo) y relacional, de igual manera contempla la emergencia de sintomatología de TEPT y los criterios descritos en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM IV ® y DSM V ®). Esta conceptualización incluye la dimensión social, a la cual denomina disminución funcional y abarca los siguientes sistemas de pertenencia: escuela, familia, grupo de semejantes, sistema legal, salud y profesional (van der Kolk, 2015).
Frente a las experiencias de violencia, trauma y agresión, ha sido Porges (2016), quien ha propuesto la teoría de las respuestas polivagales y el concepto de neurocepción. La neurocepción (Porges, 2020), es la capacidad de evaluar el peligro y la seguridad relativos en nuestro entorno, y en ese sentido se van a activar una serie de respuestas precognitivas, es decir, no están mediadas por la cognición o el espacio reflexivo, más bien, emergen en situaciones de amenaza real o sentida¹. Es decir, las personas que han experimentado trauma van a responder entre el ataque/huida o el congelamiento/hipoactivación frente a eventos potencialmente estresantes o amenazadores.
La teoría polivagal puede ser entendida como una serie de respuestas que se activan frente a la amenaza percibida, estas respuestas tienen una jerarquía u orden específico. Están implicadas varias estructuras cerebrales, principalmente el nervio vago, el cual se conecta con distintas partes del cuerpo (Porges, 2020, van der Kolk, 2015). La teoría polivagal propone la existencia de un sistema de respuestas jerarquizado basado en la evolución del sistema nervioso, por ende, las respuestas fisiológicas están preparadas mayormente para la defensa, no tanto así, para la interacción social (Porges, 2020). De esta manera, las respuestas frente a la amenaza pueden ser: ataque o huida, congelamiento o apaciguarse y tenderse o hacerse el amigo. Hay una cuarta respuesta que más bien es una zona de conexión social, conocida como la zona de activación óptima (Ogden et al., 2009).
Ogden et al. (2009), centran su análisis en relación con el procesamiento de la información y los tipos de respuesta polivagales expuestos por Porges (2016), reconociendo expresiones sintomatológicas vinculadas a cierto tipo de respuestas, por ejemplo: en la zona de hiperactivación –respuestas de ataque o fuga catalizadas por el sistema nervioso simpático–, la sintomatología estará centrada en el aumento de las sensaciones, reactividad emocional, hipervigilancia, imágenes intrusivas y desorganización del procesamiento. Por su parte, en la zona de hipoactivación, catalizadas por la respuesta vagal dorsal –respuestas de inmovilización o congelamiento–, la sintomatología estará centrada en la ausencia relativa de emociones, disminución del procesamiento cognitivo, reducción de movimientos físicos y tendencia a la rumiación (Ogden et al., 2009). Las respuestas posibles estarán relacionadas con los sistemas de procesamiento de la información, los cuales serían la esfera cognitiva, emocional y sensoriomotriz, y según las autoras todas ellas son posibles zonas de entradas terapéuticas, pero también, zonas de activación de las respuestas al trauma. Finalmente, Ogden et al., mencionan que la mantención en la zona de hiperactivación o hipoactivación, o bien, la oscilación constante entre ellas sostenidas en el tiempo pueden conllevar episodios de disociación.
Es en esa compartimentalización de la experiencia y de la vida cotidiana, en la emergencia de la constelación sintomatológica producto del trauma, los cambios neurobiológicos, neuropsicológicos, sociales y relacionales, que los NNJ son compelidos a asistir a terapia reparatoria
, y es en ese contexto coactivo y complejo dónde emergen los principales desafíos del trabajo social en su rol clínico o terapéutico.
Mapas y metáforas
La terapia narrativa (White y Epston, 1993), se ha posicionado en diversos ámbitos terapéuticos y en relación con el MIG, ASI y trauma específicamente existiendo una nutrida literatura al respecto (White, 2004, 2015 y 2016; Durrant y White, 2006; Denborough, 2013; Freeman et al., 2011; Epston, 1994). En este sentido, la terapia narrativa ha logrado poner en el centro de su praxis lo que es importante para los consultantes o personas con las cuales se establece una relación terapéutica, posicionándolas como expertas en sus propias vidas, en contraposición ética y política con la posición de terapeuta/profesional experto (White, 2002, 2015 y 2016 y Epston, 1994).
La terapia narrativa emerge desde el trabajo social y en un gesto se separación radical a las concepciones estructuralistas de la personalidad/identidad específicamente, se separan radicalmente del psicoanálisis y de las explicaciones biomédicas de la salud. De igual manera la terapia narrativa elabora sus planteamientos desde un territorio diferente y distante de la psicología y la psiquiatría, en tanto, tiene su origen en las lecturas que tuvieron Epston y White respecto de Bateson, Derrida, Myheroff, Geertz, van Gennep, Foucault, entre otros autores distantes a los modelos o enfoques de terapia (Bertrando y Toffaneti, 2004; Bustamente; 2010 y Bustos, 2020). La existencia de una diversidad de autores y de los campos de conocimientos a los cuales pertenecen hacen emerger a la terapia narrativa con fuerte componente ontológico y epistemológico situados en el construccionismo (Bertrando y Toffaneti, 2004). La diversidad teórica fundante en la terapia narrativa recorre desde la crítica literaria, el feminismo, las ciencias sociales, filosofía, antropología, entre otras disciplinas, que posibilitó una nueva forma de hacer terapia, en la cual, el eje político es fundamental. Lo político en la terapia narrativa dice relación con la relación existente entre el poder y conocimiento como constitutivos de la realidad social (Foucault, citado en Epston y White, 1993), por otra parte, intenta reconocer, visibilizar y horizontalizar las relaciones de poder existente en el contexto terapéutico.
En terapia narrativa los principios orientadores para el terapeuta están dados por identificar los conocimientos singulares, en contraposición al conocimiento hegemónico (White y Epston, 1993), se incluye también, la perspectiva sociohistórica, los fenómenos sociales, culturales, psicológicos o económicos, los cuales son producto de los diversos contextos temporales, históricos y socioculturales (White, 2015; Bustos, 2014).
Desde ese lugar, la terapia narrativa ha propuesto una serie de abordajes y mapas para el trabajo con personas que han experimentado abuso, trauma y opresión (White, 2004; Durrant y White, 2006 y Carey, 2016), teniendo el foco en el proceso terapéutico las conversaciones de reautoría, externalización, ceremonias de definición (White, 2016), en conjunto con el enfoque desculpabilizador (Durrant y White, 2006), entendiendo y cuestionando las tácticas de poder que ejerce la violencia patriarcal respecto y sobre los hombres que la experimentan, como también así, la reproducen (Bustos, 2016).
Los mapas narrativos propuestos por White (2016), son abordajes abiertos de conversación terapéutica, son un método estricto y genérico que deba seguirse de forma univoca, es más, White (2015), afirma que los mapas deben utilizarse de forma desordenada, que las conversaciones salten de mapa a mapa, no siguiendo lógicas lineales. Desde aquí se pueden intencionar preguntas de externalización para intentar identificar el problema o elementos de la historia saturada del problema; luego se pueden generar preguntas de reautoría explorando los panoramas de identidad y de acción, para que las personas identifiquen eventos específicos en los que han intentado luchar o enfrentar las situaciones que los aquejan, vinculando ello con sus deseos, sueños, esperanzas, anhelos y cualquier propósito importante que tengan en la vida. Es decir, saltar, danzar y mezclar entre mapas y metáforas, elementos que las personas atesoren, validen, protejan o anhelen para sus vidas. Entre mapas y metáforas desde las conversaciones de externalización, conversaciones de reautoría, conversaciones de remembranza, ceremonias de definición, conversaciones que iluminan desenlaces extraordinarios, conversaciones de andamiaje, entre otras.
El mapa de conversaciones de externalización tiene por finalidad que las personas logren diferenciar sus problemas o la historia saturada del problema de sus identidades (White y Epston, 1993; White, 2016), mediante una serie de preguntas denominadas de influencia relativa, en la cual se invita a la persona a merodear (Carey, 2016), los efectos del problema en su vida y en sus relaciones, posterior a ello, se generan conversaciones de evaluación de los efectos y justificación de dichos efectos del problema en la vida de la persona (White y Epston, 1993; White, 2016). Externalizar los efectos del abuso suele tener un efecto de alivio para las personas (White, 2004 y 2016), en el sentido de comenzar a sentir la sintomatología o los efectos del trauma con cierta distancia, la cual puede generar agencia personal.
Las conversaciones de reautoría pueden invitar a las personas a visitar sus historias no desde el problema como en externalización, sino a través de ciertos actos concretos o elementos que constituyan el mundo valórico (el panorama de identidad). Las conversaciones de reautoría invitan a las personas a identificar acciones concretas que hayan podido realizar y si ellas no han sido posibles aún, mediante la identificación de sueños, esperanzas, valores y anhelos, elementos que las personas pongan atención en su vida y pertenezcan al modo subjuntivo de la cultura (White y Epston, 1993; White 2016). De esta forma, se va entretejiendo una nueva trama de acciones, posibilidades y valores, que se contrapongan a la historia dominante del problema, es básicamente la oportunidad de reescribir la vida (White, 2002).
Uno de los fines que busca la terapia narrativa es la recuperación o revitalización de la agencia personal, a través de la cual, la persona es la que se siente partícipe de su propio mundo con la posibilidad de rehistoriar y reescribir su vida (White y Epston, 1993).
La agencia personal, luego, toma un sentido eminentemente social y colaborativo, en el cual, la participación de los otros será fundamental para recobrar la agencia personal:
La experiencia de agencia personal y la capacidad de acción responsable se basan en una forma peculiar de colaboración social –una colaboración social que ayuda a las personas a recorrer el espacio entre lo conocido y familiar y lo que podrían llegar a saber de sus vidas e identidades (White, 2016, p. 305).
De esta manera la agencia personal es entendida como un proceso que se entreteje en un contexto social más amplio, el cual es andamiado por otros que colaboran en el transito íntimo llamado terapia (Latorre, 2017).
Juego y narrativa
La terapia de juego brinda una opción diferente para abordar los procesos terapéuticos en ASI/MIG, ya que, se establece una relación lúdica con los NNJ, en este sentido,
La terapia de juego es el uso sistemático de un modelo teórico para establecer un proceso interpersonal en el que el terapeuta entrenado usa las propiedades terapéuticas del juego para ayudar a sus clientes a prevenir o resolver dificultades psicosociales y alcanzar un crecimiento y desarrollo óptimos (Association for Play Therapy, 1997 citado en O’Connor, Shaefer y Braverman, 2017).
Al mismo respecto, el modelo teórico de abordaje general para los fenómenos del MIG/ASI es la terapia narrativa. En este proceso interpersonal se aplican algunos fundamentos de la Terapia de Juego para el establecimiento de una relación interpersonal en base a los intereses lúdicos y propios de los NNJ con los cuales se trabaja, es decir, el enfoque de terapia de juego es la aplicación del juego libre y no directivo (O’Connor et al., 2017), bajo la ética del rol descentrado pero influyente de los terapeutas (White y Epston, 1993 y White, 2002). Los beneficios de la terapia de juego son múltiples y diversos (O’Connor et al., 2017), el reconocimiento de los poderes terapéuticos del juego
de igual manera es aceptado, al mismo respecto (Shaefer, 2012 citado en O’Connor et al., 2017), menciona veinte poderes terapéuticos en relación al juego, a saber: facilita la autoexpresión, posibilita espacios de enseñanza directa e indirecta, florecimiento de emociones positivas, contribuye a disminuir y manejar el estrés, potencia la relación terapéutica, explora las dimensiones del apego, facilita el desarrollo y potenciamiento de la empatía, contribuye a resolver los problemas de forma creativa, potencia la autorregulación y el autoestima, entre otros elementos.
En base a la práctica terapéutica, podemos entender la terapia de juego y los abordajes lúdicos se entienden como una relación interpersonal dinámica y transformadora, entre la niña, el niño o jóvenes –y también los adultos–, y un terapeuta, el cual facilita el desarrollo de una relación segura y bientratante, en la cual, esperamos explorar y expresar plenamente las experiencias, pensamientos y sentimientos a través de un lenguaje simbólico, que da cuenta de su experiencia más interna/intensa/no-verbal y a veces no situada (Bustos y Smith, 2017). Muchas veces, debido a los efectos del trauma, la niña o el niño no logran verbalizar sus vivencias mediante el uso de palabras, siendo el silencio su manera de enfrentar y adaptarse a la experiencia traumática, ello, como una forma más de afrontamiento, no como una patología o mecanismo exclusivamente evasivo, es por ello que, la importancia de generar un espacio lúdico, sensible, abierto y de confianza, podría contribuir a exteriorizar su mundo interno/simbólico y así poder representar sus propias experiencias (Bustos y Smith, 2017).
A través del juego y los abordajes lúdicos, podemos otorgar a esa niña o niño (o adulto) un espacio seguro y propiciar conversaciones de externalización de manera respetuosa, acordes con la etapa de desarrollo en la que se encuentra, evitando así prácticas revictimizantes que pudiesen permitir la reexperimentación del trauma (Bustos y Smith, 2017).
Los abordajes lúdicos desde la terapia narrativa posibilitan conocer a los niños al margen del problema, descubrir sus intereses y gustos, sus habilidades de sobrevivencia frente al trauma y el dolor, es decir, conocerlos en la diversidad de las múltiples historias que rodean y moldean a los NNJ (Freeman et al., 2011), no solo desde el sufrimiento, psicopatología, sintomatología y depositarios de las consecuencias del ASI y MIG.
De igual manera en la terapia de juego con énfasis narrativo se conservan los principios y éticas de las prácticas narrativas, es decir, los NNJ no serán en problema en sí mismos o sus identidades, sino, el problema es el problema (White y Epston, 1993, White, 2015 y 2016), se establecerá una relación horizontal en la cual se visibilicen las relaciones de poder y se intente distribuir ese poder que se replica en los contextos terapéuticos (White, 2002, 2004 y 2015), se rescatará en todo momento los sueños, esperanzas, valores, anhelos de los NNJ, inmersos en el modo subjuntivo de la cultura y el panorama de la identidad, explorando también las resoluciones alternativas a las dificultades, los eventos únicos o desenlaces extraordinarios frente a la adversidad y los efectos del MIG/ASI (White y Epston, 1993, White, 2016 y Freeman et al., 2011) y sobre todo, los expertos en ese espacio terapéutico serán los NNJ no los terapeutas (Freeman et al., 2011, White, 2002, 2004, 2015 y 2016).
Análisis desde un proceso terapéutico
Para ejemplificar las reflexiones teóricas que se han estado sosteniendo hasta el momento, se comentará –brevemente–, un proceso de terapia sostenido en el contexto de PRM.
Jugando Pokemón
Comenzamos con la situación de Juanito (nombre ficticio). Juanito de diez años ingresa al PRM por MIG de parte de la figura paterna, quien ejercía violencia en contra de todos los miembros de la familia, existiendo una medida cautelar de prohibición de acercamiento respecto de la figura del padre. Juanito mostraba elementos asociados a la hiperactivación, reactividad, irritabilidad (Ogden et al., 2009), de igual forma, sus respuestas ante los estímulos no amenazantes eran de ataque o lucha (Porges, 2016 y Ogden et al., 2009), los cuales generalmente se evidenciaban en el contexto escolar y en el hogar familiar.
El contexto familiar de Juanito se caracterizaba por el fuerte lazo emocional que sostenía con su madre y su hermano, de igual manera, la presencia de los abuelos maternos generaba una red de cuidados importante para Juanito y su hermano.
Juanito llevaba un proceso de terapia avanzado, pero aún persistían las manifestaciones de hiperactivación, reactividad, irritabilidad todas ellas identificadas como la emoción de la rabia. Frente a ello, se realizó un trabajo de externalización en la cual se logra separar la sensación de la rabia que totalizaba la experiencia de Juanito y se sondeaban los principales efectos en la vida personal y relacional del niño, tanto en el hogar familiar como en el contexto escolar.
En ese contexto de terapia avanzada y con la rabia externalizada, se decide realizar una sesión de juego libre, en la cual, Juanito podía elegir –de entre muchos juegos y posibilidades–, lo que él estimase conveniente y desde una caja plástica de gran tamaño escoge un mazo de cartas Pokemón² y se le solicita poder elegir algunas cartas que representen la rabia (externalizada). Él elige una serie de doce cartas, lo cual inicialmente dificultaba el trabajo de continuar con la externalización y juego. Posterior a ello, se le solicita que escoja solo tres cartas (desde la posición del terapeuta descentrada, pero influyente). Juanito elige tres cartas pokemones de agua³ y luego él solicita dibujarlas en un papel en blanco. Mientras se encontraba en esa acción, se intencionó una conversación para merodear los efectos del trauma (Carey, 2016), sedimentando así, un piso previo al juego desde un territorio seguro para Juanito.
Mientras Juanito seguía dibujando las cartas de agua, las cuales representaban la rabia, se genera el siguiente diálogo:
Terapeuta: De esas cartas que elegiste, las cartas de agua ¿Cómo es la rabia cuando viene? (pregunta de influencia relativa y externalizada).
Juanito: La rabia es y la siento como una ola
grande…
T: ¿Y qué te hace hacer esa ola?
J: Me hace golpear las cosas y tirar los juguetes
(Juanito ya había identificado alguno de los efectos de la rabia en su vida).
T: ¿Y eso te ha metido en problemas alguna vez?
J: Sí, con mi hermano, una vez él me pegó también
.
Luego de sondear y merodear los efectos de la rabia externalizada, se decide realizar un salto de mapa, cambiar el tipo de preguntas para encontrar la excepción o un desenlace extraordinario distinto del habitual (White, 2016).
T: Y ¿alguna vez has controlado esa ola? (pregunta que intenta rescatar la agencia personal y buscar la excepción).
J: Sí, una vez me mojé la cara y conté hasta diez…
Esa es una respuesta de excepción, una resolución que Juanito intentó realizar frente a los efectos del MIG que se depositaban en la ola de la rabia.
T: ¿Dónde pasó eso que me contaste? ¿El que te mojaras la cara cuando vino la ola?
J: ¡En el colegio!
T: ¿Y cómo fue posible que lo hicieras? ¿Cómo te preparaste o cómo supiste que necesitabas mojarte la cara?
J: Porque ya aprendí a sentir cuando viene la ola y no me quería poner rabioso…
T: ¿Y el profesor te dejó salir de la sala para mojarte?
J: Sí, porque él ya sabe lo que me pasa y me apoya…
La respuesta de Juanito y la colaboración del profesor por lo que le ocurre a su estudiante contribuyó a sedimentar un trabajo conjunto, colaborativo con el colegio, en tanto, se estaba en frente de un agente terapéutico fuera del box
, alguien que desde otro rol y responsabilidad podría contribuir en el proceso de terapia de Juanito, desde ahí se entiende que las prácticas narrativas son eminentemente sociales y que los espacios reparatorios
pueden estar en cualquier contexto donde las personas se sientan acogidas, escuchadas y contenidas.
Existiendo un primer salto de mapas desde la externalización hacia las preguntas de excepción o de desenlaces extraordinarios, era necesario dar un salto más, esta vez hacia las conversaciones de remembranza y reautoría.
T: Juanito ¿De dónde aprendiste eso? ¿Eso de mojarte la cara cuando viene la Ola?
J: Mi lela (abuela), me lo enseñó…
De esa forma se comenzó a explorar otros momentos de la historia de Juanito, no solo la rabia y sus influencias, sino, personas que le habían dejado aprendizajes importantes en la vida (conversaciones de remembranza), de igual manera sobre otros momentos en los cuales Juanito había logrado oponerse a la rabia y cómo se vería en el futuro cercano y lejano con esas acciones, explorando el panorama de acción y también el panorama de identidad, sus deseos, anhelos, sueños y esperanzas.
Es importante mencionar que, lo que partió como una sesión de juego libre, se transformó en sesiones que se extendieron por dos meses aproximadamente, en la cual se fueron entrelazando mapas y metáforas desde las prácticas narrativas en relación con los abordajes lúdicos.
En sesiones posteriores se continuó abordando el tema de la rabia externalizada como una ola grande, pero se intencionaron conversaciones para seguir merodeando esas emociones, frente a lo cual se exploraron a través de otros pokemones, uno en específico, cuyos poderes tenían que ver con el viento y los tornados. A través de ello, se logró matizar aún más la emoción de la rabia, la cual no se