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Claroscuros del cerebro en la adolescencia y la juventud temprana: Una visión desde la psicología la psiquiatria y la neurobiología
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Claroscuros del cerebro en la adolescencia y la juventud temprana: Una visión desde la psicología la psiquiatria y la neurobiología
Libro electrónico341 páginas2 horas

Claroscuros del cerebro en la adolescencia y la juventud temprana: Una visión desde la psicología la psiquiatria y la neurobiología

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El cerebro humano es quizá la maquinaria más compleja y fascinante de la naturaleza y se trata, afirma la coordinadora de este volumen, "el verdadero protagonista de las emociones". Bajo estas premisas, Herminia Pasantes y un grupo de especialistas, psiquiatras, psicólogos, neurobiólogos, abordan los paisajes más luminosos de ese órgano que rige la conducta y el pensamiento, y visitan también sus parajes sombríos durante la adolescencia y la juventud: el estrés, la ansiedad, la depresión, las adicciones y los trastornos graves. Con un lenguaje sencillo, los colaboradores de este libro abordan esos "claroscuros" que perfilan la personalidad adulta y nos definen como individuos complejos y contradictorios. Se trata de una obra multidisciplinaria que nos ofrece una visión panorámica del cerebro y sus procesos en una etapa definitoria de la vida.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 feb 2024
ISBN9786073085533
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    Claroscuros del cerebro en la adolescencia y la juventud temprana - Georgina Cárdenas-Rodríguez

    La adolescencia: impulsiva, desafiante, conflictiva y asombrosa

    Andrómeda I. Valencia Ortíz

    Biológica y cronológicamente, la adolescencia representa la transición entre la infancia y la juventud, es el periodo que prepara a la persona de forma importante para la vida adulta. Aunque muchos estudios sobre el desarrollo enfatizan la edad como parámetro para identificar una y otra etapa, lo cierto es que delimitar el inicio y el término de cada una es más complejo que el simple conocimiento de la edad cronológica de los individuos, ya que se debe considerar también su edad mental o psicológica, entre otros factores. Así, la visión más integradora para comprender lo que sucede en esta maravillosa etapa es la propuesta biopsicosocial, en la que se identifica que lo biológico, lo psicológico (pensamiento, emociones y conducta) y la interacción social deben desarrollarse de manera paralela para lograr un proceso de maduración que resulte en el bienestar del adolescente.

    El cuerpo adolescente y sus cambios

    Para obtener una mejor ubicación de las características de cada etapa se pueden usar los parámetros que algunos estudiosos han marcado en relación con los cambios físicos que se observan típicamente en cada edad. De acuerdo con éstos, la pubertad se presenta entre los nueve y los 11 años, dando paso al inicio de la adolescencia temprana entre los 11 y los 13, la adolescencia media y tardía va hasta los 17-18 a 20 años, mientras que la juventud temprana puede prolongarse hasta los 24 o 25 años.

    Es indudable el papel que los cambios físicos tienen en esta etapa, en la que la maduración sexual del cuerpo da paso a una serie de cambios también conocidos como transformaciones puberales que se presentan especialmente en la adolescencia y que concluyen en la juventud. Tales cambios se pueden dividir en antropométricos, fisiológicos y endocrinos, cada uno acompañado, a su vez, de cambios en el pensamiento, las emociones y el comportamiento, es decir, de cambios psicológicos.

    Tabla 1. Tipos de cambios que se dan de la pubertad a la juventud temprana.

    Los cambios en el cerebro del adolescente son tan relevantes que más adelante se dedicará un capítulo completo para explorar más sus características.

    Los cambios psicológicos: los pensamientos, las emociones y la conducta

    El pensamiento en la adolescencia

    Los aspectos cognitivos, es decir, la forma de pensar y procesar la información que recibe el adolescente, también se encuentran en una etapa de ajuste. Los procesos de maduración le permiten enfocar su atención por más tiempo, y su percepción le ayuda a tener mejores habilidades para la solución de problemas. De igual forma, su memoria es capaz de recordar más información verbal y abstracta, por lo que puede hacer uso de recursos mnemotécnicos (asociar palabras, clasificar conceptos o jerarquizar información para recordarla mejor).

    El adolescente es capaz de realizar operaciones cognitivas utilizando conceptos científicos abstractos, sin necesidad de tener objetos concretos como sucedía cuando era pequeño. Es también más reflexivo y a la vez deductivo en sus pensamientos, ya que es capaz de moverse de lo general a lo particular. Estos procesos se denominan hipotético-deductivo, reflexivo-abstracto y científico-inductivo, y se observan claramente a partir de los 12 años, cuando ya es capaz de integrar, comparar y diferenciar. Todos estos cambios se ven reflejados en su desempeño académico, le dan oportunidad de interesarse en más temas, plantear aplicaciones prácticas del conocimiento que adquiere, y descubrir de manera fascinante la ciencia y sus aplicaciones (desde la programación que está detrás de un videojuego hasta la reacción química de sus productos de belleza), se abre la comprensión a la literatura, la poesía, la música y otras artes, como medios para la expresión de emociones complejas, lo que amplía su mundo intelectual al incrementar su vocabulario y experiencias personales. Sin embargo, para que esto suceda, el contexto familiar y el escolar deben favorecer que el adolescente tenga acceso a tales conocimientos.

    Por otra parte, el ambiente de enseñanza, tanto familiar como escolar, debe permitirle hacer uso de estas capacidades cognitivas para que pueda ir del pensamiento concreto al abstracto. Si el sistema escolar no le permite desarrollar un pensamiento creativo y abstracto, podrá caer en el uso excesivo de la memoria sin comprender los contenidos, lo que le dificultará la posibilidad de asimilarlos y utilizar dicha información en su vida práctica, o simplemente le hará imposible expresarse con ideas propias. Además, la motivación y el interés serán otras piezas relevantes para entender por qué puede saber tanto sobre algunos temas y tener dificultades para la comprensión en ciertas asignaturas. En algunos casos puede sentir más afinidad por el docente o su forma de impartir la clase (hacerla más divertida) que por los contenidos o la calidad de la enseñanza. También se sentirá menos motivado cuando se perciba poco capaz, o cuando no exista una buena relación con sus docentes. Por todo esto, los padres y maestros pueden observar una diversidad de actitudes que van desde el desinterés por la vida escolar hasta conductas de responsabilidad y orientación al logro académico. Así, factores externos como las relaciones sociales con los amigos o compañeros en la escuela pueden funcionar como elementos de distracción o apoyo para el éxito escolar.

    Debido a la presencia de pensamientos más reflexivos algunos adolescentes se hacen cuestionamientos sobre aspectos políticos, filosóficos e incluso pueden aparecer crisis religiosas, al analizar la información que les ha brindado su entorno respecto de nuevos conocimientos que tratan de integrar para poder comprender mejor el mundo que les rodea. En muchas ocasiones los adultos pueden confundir este cambio de pensamiento con actitudes rebeldes, sin embargo, si somos observadores podemos ver el maravilloso proceso de transformación de su propio pensamiento.

    Las emociones en la adolescencia

    Otro aspecto fundamental en el crecimiento del individuo es la capacidad de identificar, entender, utilizar y regular las emociones. Las emociones se presentan como un conjunto de cambios fisiológicos que experimenta el cuerpo ante distintos estímulos. Tienen una función adaptativa, permitiendo al adolescente reaccionar a las situaciones de su contexto. Los adolescentes capaces de entender las emociones en sí mismos y en los otros tienden a tener una mejor interacción social y se perciben más confiados en sus relaciones personales. El primer paso es reconocer la emoción y después lograr graduar su expresión. De esta manera puede utilizarse la experiencia emocional como una respuesta adaptativa, lo que permite que cada emoción cumpla con su objetivo.

    En esta etapa las emociones se viven de manera muy vívida y generan reacciones intensas que inician en el cerebro con cambios bioquímicos y se acompañan de pensamientos que tienden a ser extremos, generalizados y en ocasiones absolutos. Es decir, si la percepción física de estar molesto se acompaña con pensamientos como siempre me siento mal, no es justo, nadie me entiende, la respuesta emocional se intensificará y costará mucho trabajo regular la conducta que acompaña a esta reacción. Así, lo que finalmente, veremos es que el rostro, el tono de voz y el lenguaje corporal (como la postura y los gestos) serán no sólo de molestia sino de fastidio, hartazgo o ira, lo que claramente no ayudará a resolver la dificultad y, por el contrario, tenderá a empeorar la situación.

    En muchas ocasiones, a los adolescentes les puede resultar difícil comprender qué es lo que está provocando esta respuesta emocional y, por lo tanto, también se les dificultará regular o ajustar su intensidad; sin embargo, conforme van creciendo se hace más fácil reconocer los temas o situaciones que provocan reacciones negativas y positivas y, por lo tanto, pueden ajustar mejor las emociones y conductas que las acompañan.

    La desventaja de aquellas reacciones se compensa por la rapidez con la que un adolescente es capaz de pasar de una emoción a otra, quizá con la misma fuerza pero en sentido opuesto: así, al darse cuenta de que no tiene conexión wifi puede pasar de una molestia a sentirse frustrado e incluso iracundo; y de repente, al recuperar la señal y seguir en sus actividades en línea, rápidamente regresa a reír o experimentar alegría.

    Desafortunadamente, la volatilidad de las emociones en esta etapa de la vida resulta un reto para los adultos que se sienten enganchados por la primera emoción que les expresa el adolescente y tienen dificultad para soltar esa respuesta y cambiarla por otra. De igual forma, los estímulos que generan los cambios emocionales pueden pasar inadvertidos o ser poco valorados por los adultos, mientras que a los ojos del adolescente constituyen asuntos de vida o muerte. La canción que escuchan, la respuesta a un mensaje, que alguien especial dé un like o un corazón a una de sus publicaciones en redes sociales, su satisfacción (o insatisfacción) con su propia imagen o la simple posibilidad de ser criticados o juzgados, pueden generar una avalancha de emociones.

    Otro aspecto relevante es que, al ser las emociones una respuesta compleja que inicia con un cambio en nuestra respuesta física, cualquier cosa que altere el equilibrio en el cuerpo de la o el adolescente puede hacerlos más vulnerables a intensificar o disminuir las emociones que experimentan. Así encontraremos que los hábitos alimentarios, la higiene del sueño, el tipo y cantidad de actividad física y los cambios hormonales son sólo algunos de los elementos que más influencia tienen sobre las respuestas emocionales.

    Así como la intensidad de emociones negativas como la preocupación, el miedo, la ansiedad o la vergüenza empieza a generar problemas en este periodo, también es importante reconocer que la posibilidad de experimentar otras positivas con semejante fuerza hace que su presencia marque esta etapa como una de las mejores de la vida. En ella, emociones como el amor y la alegría serán cruciales para establecer relaciones que pueden llegar a ser duraderas. La adolescencia se caracteriza también por la capacidad de las personas para experimentar de manera recíproca emociones agradables, que fácilmente se transforman en miradas de complicidad, carcajadas, el intercambio de experiencias, bromas, intereses diversos y la posibilidad de sentir confianza para expresar sus propias emociones.

    Todo lo anterior prepara el terreno—emocionalmente hablando— para la llegada de los primeros amores o intereses románticos, con la idealización de muchas de estas relaciones. Cuando se inician estos primeros encuentros, se genera una intensa percepción de complementariedad, lo que hace que se identifiquen muchas características positivas en la otra persona, y se busquen espacios para pasar tiempo juntos, de manera presencial o a través dispositivos tecnológicos. Es así como el adolescente descubre que esas relaciones, que en un principio parecen fuertes e intensas, pueden ser en realidad muy frágiles, pues en muchas ocasiones, ante malos entendidos o problemas de comunicación, tienden a fracturarse. Es importante reconocer que en esta etapa las relaciones de pareja son principalmente de carácter exploratorio y se suman a la autovaloración y a la comprensión de la identidad sexual y de género con que se identifica cada persona.

    La conducta en la adolescencia

    Los cambios en los procesos de pensamiento y en la capacidad para experimentar las emociones durante la adolescencia se reflejan en comportamientos de riesgo, mediante los que se busca explorar nuevos límites y generar sensaciones placenteras.

    A veces, los adolescentes creen saberlo y conocerlo todo y ser ellos los únicos dueños de la verdad, mientras que sus padres o los adultos que los acompañan parecieran estar fuera de su contexto. Adoptan nuevas formas de hablar, usan de manera más frecuente palabras altisonantes o palabras clave como una especie de mensajes encriptados, ya sea en la comunicación verbal o en la escrita (sobre todo al usar mensajería instantánea), así como conductas enfocadas a mostrarse con ropa a la moda o más agresivos en sus reacciones. Sin embargo, también podemos observar el extremo opuesto, mediante conductas de aislamiento, timidez e inseguridad al hablar o entrar en contacto con personas nuevas, lo que incluso les plantea dificultades para abrir la cámara al tener reuniones escolares o sociales en línea.

    Tienden a relacionarse con los adultos en función de argumentos y contraargumentos, así como mediante la valoración de las cualidades morales de las personas que les rodean. Por lo tanto, muchos de sus cambios conductuales se matizan o se incrementan dependiendo de la reacción y respuesta de los adultos y de la confianza que estos les brinden cuando establecen comunicación basada en el diálogo y respeto mutuo.

    Una de las constantes banderas rojas o de alerta en la relación entre los padres y los adolescentes es la dificultad en la comunicación, pues estos últimos se encuentran en una etapa de individualidad e independencia que les da la oportunidad de poner en la balanza su propio sistema de creencias y valores, distinto al de aquéllos. Sin embargo, por su dependencia emocional y económica, en algunos casos estas diferencias pueden generar conflictos constantes. Una forma de mejorar esto es observando la comunicación entre ambos. Si existe la posibilidad de establecer una forma flexible de comunicarse, que permita la opinión de las dos partes y su relación—lo que se conoce como estilo de crianza democrático—, puede favorecer que entre ellos exista menos tensión y sea posible un ambiente mucho más sano de respeto y comunicación abierta al interior de la familia.

    Ahora bien, un aspecto clave en este proceso es que los padres estén orientados a estimular la iniciativa, la independencia y el sentido de responsabilidad en los adolescentes, permitiéndoles que en casa participen de forma activa en la toma de decisiones, que muestren su sentido de responsabilidad, lo mismo en pequeñas acciones cotidianas que en temas mucho más relevantes para la familia; de esta manera, los adolescentes incrementarán su sentido de confianza en sí mismos y podrán estar preparados para el momento en el que alcancen su independencia, lo que, además de esa confianza, incrementará su autoestima, con la seguridad de que sus padres y familiares creen en y apoyan sus decisiones.

    Para lograr una participación activa de los adolescentes es importante que los adultos a su alrededor, ya sean sus padres o sus maestros, se tomen el tiempo de explicarles el motivo de sus peticiones o exigencias y los beneficios mutuos que puede traerles llevar a cabo ciertas actividades como mantener una habitación limpia y ordenada, asumir la responsabilidad de manejar el automóvil familiar o del dinero que se les asigna semanalmente u otros aspectos que son vitales para su formación. Inclusive, es muy conveniente hablar sobre temas como la sexualidad, el comportamiento con las amigas y los amigos, el uso de drogas, el consumo de bebidas alcohólicas, etcétera, sin generar una idea de prohibición o imposición de parte de los padres, sino buscando formar y activar en ellos la capacidad autorreflexiva, que empieza a presentarse justo en esa etapa de la vida.

    La conducta de los adolescentes tiende a ser errática, complicada y a veces también puede llevarlos a situaciones de crisis, cuando no logran un balance entre los cambios biológicos, relacionados con las transformaciones corporales, y los aspectos emocionales, que generan una fuerte necesidad de independencia, autoafirmación e identidad en la definición de sus gustos e intereses. Otro elemento que puede contribuir a este desequilibrio es la presión social, puesto que, dentro de sus comunidades, los adolescentes ya no son considerados niños, pero tampoco son tratados como adultos, a lo que se suma la influencia de sus pares. Cuando estos elementos no están en equilibrio, se genera una situación de confusión y malestar físico y emocional que lleva a los adolescentes a buscar vías alternas para regular la presión que viven en este proceso de ajuste y de cambio.

    En esta etapa existe una gran necesidad de ser reconocidos y apreciados por los amigos, compañeros de escuela o personas de la misma edad. Esta necesidad de ocupar un lugar especial dentro de un grupo genera en los adolescentes un interés, a veces desmedido, por la atención y la opinión de los demás, y en algunas ocasiones hasta por complacerlos. De igual forma, pueden aparecer actitudes negativas o de oposición constante a los puntos de vista de otras personas, aun cuando se carezca de o no se tenga suficientes fundamentos. Tales actitudes reflejan justamente esta etapa del desarrollo, en la que la persona estructura y define su identidad, por lo que es importante reconocer que en este proceso la falta de reconocimiento y de aceptación de los grupos de amigos y compañeros a veces puede generar actitudes negativas, agresivas, comportamientos disruptivos, o bien, situaciones de riesgo.

    Debido a los cambios en el pensamiento y el comportamiento, en esta etapa los adolescentes tienden a imitar a figuras y personajes públicos como actores y actrices, cantantes, youtubers, tuiteros o personas a quienes admiran, aunque en la práctica sea difícil replicar los comportamientos de sus personajes favoritos.

    La sexualidad en la adolescencia

    El proceso de maduración biológica de los adolescentes los lleva a la búsqueda de nuevas experiencias. Los cambios corporales les producen inquietud, pues deben dar tiempo a que sus cerebros integren información actualizada sobre la forma y tamaño de sus cuerpos, para ajustar así su imagen física. Asimismo, experimentan un aumento del deseo sexual, encuentran atractivas a otras personas y se incrementa en ellos la necesidad de la autoexploración, lo que los lleva a experimentar nuevas sensaciones que son importantes para el propio descubrimiento. Otras conductas resultan de la activación de respuestas automáticas del cuerpo, como los llamados sueños húmedos de los varones, algo que puede generarles confusión y, en algunas ocasiones, vergüenza; sin embargo, se trata de una respuesta natural que forma parte del proceso de maduración y cuya frecuencia va disminuyendo con la edad. Las mujeres también pueden experimentar cambios mientras duermen: es posible que se incremente el flujo sanguíneo en la zona cercana al clítoris, lo que les provocará sensaciones placenteras e incrementará los fluidos vaginales.

    Pero durante la adolescencia no sólo se experimentan cambios corporales, sino que también se presentan importantes procesos a nivel emocional y psicológico, mediante los cuales se irán consolidando la identidad de género y la exploración de sentimientos de afecto y atracción sexual por otras personas, lo que da lugar a la orientación sexual. De esta manera, sus afectos y conductas pasarán por un proceso de exploración y autoconocimiento, sumándose al proceso de consolidación de su identidad.

    De la autoexploración y el autoconocimiento, los adolescentes pasan a las primeras interacciones que marcan el inicio de su vida sexual. Una de las grandes limitaciones que viven en esta etapa es que no cuentan con espacios propios o con los recursos que les permitan vivir esas experiencias de forma segura, por lo que en muchas ocasiones los primeros encuentros sexuales tienden a ser casuales, sin preservativos y en lugares con poca privacidad o inseguros (fiestas, casas de amigos, estacionamientos, etcétera). Estos encuentros, llenos de emoción y adrenalina ante el temor a ser descubiertos, la falta de planeación, el riesgo propio de los lugares donde se encuentran, pueden resultar en experiencias poco agradables. Estas condiciones tienden a mejorar en la medida en que se incrementa su independencia y los encuentros sexuales dejan de ser casuales para formar parte de relaciones más estables, en las que aumentan el autocuidado y la atención a la pareja y se adoptan mejores métodos anticonceptivos y de prevención de enfermedades de transmisión sexual.

    Desafortunadamente, la combinación de contexto, falta de información, impulsividad y la necesidad de exploración, entre otros factores, dan como resultado un aumento en el riesgo de embarazos adolescentes, lo que genera procesos de gestación para los que la madre o el padre ni están preparados, pues, emocional y económicamente, todavía dependen de sus padres y sus cuerpos aún está en proceso de maduración.

    Un embarazo en esta etapa representa uno de los mayores retos para las y los adolescentes; en el caso de las mujeres, incrementa el riesgo de no

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