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Mitos griegos
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Libro electrónico160 páginas1 hora

Mitos griegos

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A lo largo de estas páginas conoceréis las innumerables y divertidas peripecias de los dioses del Olimpo, sus amoríos y metamorfosis, sus ataques de celos y sus terribles venganzas…

Para hallar respuesta a lo que no entendía –el paso de las estaciones, el más allá, la muerte…–, el hombre ha sido capaz de imaginar bellos relatos que conocemos hoy en día como mitos. Entre ellos, los de la Antigua Grecia han sido, sin duda, cuna de nuestra historia y cultura.

En esta selección, el lector –joven y no tan joven– podrá encontrar una selección de los más divertidos, amenos e interesantes mitos griegos: la guerra de Troya, los dioses y el Olimpo, los grandes héroes, como Teseo o Ulises, el rapto de Europa y un largo etcétera, iluminados todos ellos con maravillosas ilustraciones. Incluimos una guía de ejercicios para la comprensión de la lectura.
IdiomaEspañol
EditorialCASTALIA
Fecha de lanzamiento6 sept 2023
ISBN9788497409285
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    Mitos griegos - Isabel Gaviño

    P1

    EL REPARTO DEL UNIVERSO

    Debéis saber que primero existió Caos, un vacío muy muy sombrío y sin fondo sobre el que no había ni noche ni mañana. Sin saberse muy bien cómo sucedió, de pronto, ¡plaf!, nació Gea, la Tierra de amplio pecho. Un poco más tarde, Gea, sin tener relación alguna con nadie, dio vida ella solita al estrellado Urano, el cielo, a las montañas, morada de las ninfas y al Mar, de profundas corrientes. Luego se acostó con Urano y alumbró a los doce titanes, a los tres cíclopes y a los tres hecatonquiros. Todos estos hijos eran seres portentosos, por su aspecto y por su fuerza. Los cíclopes tenían un solo ojo en medio de la frente y a los hecatonquiros les salían sobre los hombros –no os lo podéis ni siquiera imaginar– ¡cien brazos y cincuenta cabezas!

    Pero Urano temía que alguno de sus hijos lo destronase, por eso los retenía ocultos en el interior de Gea sin dejarlos salir a la luz. La diosa, que estaba a punto de reventar, maquinó una trampa cruel. Fabricó una hoz de acero y se ganó la ayuda de Cronos, el menor de los titanes. Cuando el poderoso Urano fue de nuevo a echarse sobre ella, Cronos salió de su escondite, cortó los genitales de su padre y los lanzó al mar. De las gotas de sangre de Urano nacieron los Gigantes, y de sus genitales, caídos en el ancho mar, la dorada Afrodita. Entonces Cronos tomó por esposa a su hermana, la titánide Rea, y se sentaron en el trono los dos juntos, gobernando los cielos y la tierra.

    Igual que le ocurrió a Urano, también el dios Cronos temía a sus hijos, no fuera a ser que alguno de ellos se sublevara contra él y le arrebatara el poder. Por eso, a los cinco hijos que le dio su esposa se los tragó según iban viniendo al mundo: la soberana Hera, la fructífera Deméter, la venerable Hestia, el soberano Poseidón y el poderoso Hades. Por esta monstruosidad Rea sufría terriblemente, de modo que, cuando fue a nacer Zeus, su último hijo, Rea ocultó el parto y al recién nacido. Le dio a Cronos una piedra envuelta en pañales que éste cogió con ambas manos y se la introdujo en el estómago. ¡Desgraciado! No se dio cuenta de que quedaba vivo Zeus, el hijo que habría de vencerle y reinar entre los inmortales.

    Así fue salvado Zeus, quien creció en la isla de Creta y juró vengarse de su padre. Cuando se hizo mayor, su madre dio a Cronos una pócima que le hizo vomitar primero la piedra y luego a los hermanos, uno tras otro. Al frente de ellos y con ayuda de sus tíos los cíclopes y los hecatonquires, a los que liberó de sus cadenas, Zeus inició una larga y terrible lucha de diez años contra su padre, Cronos, y el resto de los titanes, la titanomaquia, hasta hacerse con el poder. Los cíclopes fabricaron el tridente para Poseidón; para Hades, fijaos bien, un casco que lo hacía invisible, y los rayos para Zeus. Armados con estas armas, el universo conoció violentas sacudidas, la tierra retumbó con gran estruendo, mientras volaban de la poderosa mano de Zeus abundantes truenos y relámpagos. Los tres hecatonquiros lanzaron con sus cien brazos cada uno trescientas rocas sin respiro, con sus M poderosas manos, y abatieron a los titanes, quienes fueron encadenados en las profundidades de la tierra.

    Terminada la batalla, los dioses echaron a suerte el universo. A Hades le tocó el reino de las sombras, a Poseidón el salobre mar, y a Zeus el cielo. Con el paso del tiempo y las uniones de unos dioses con otros fueron naciendo los demás: Atenea, diosa de la sabiduría; Ares, dios de la guerra; Hefesto, dios de la fragua; Apolo, dios de la música y de la adivinación; Artemisa, diosa de la cacería; Hermes, dios mensajero y Dioniso, dios del vino. Estos dioses vivían hermosos y fuertes en las cumbres del Olimpo, y se alimentaban de néctar y ambrosía. Bajo la dirección de Zeus proporcionaban los bienes a la humanidad y representaban el orden en el universo.

    P1_1

    ZEUS Y HERA

    Zeus, el padre de los dioses y de los hombres, era el soberano del universo, el dios del cielo, de la luz y del día. A él obedecían todos los dioses del Olimpo y todos los seres de la tierra, pues fue él quien liberó a sus hermanos del vientre de su padre, el dios Cronos, que se los había tragado para evitar ser destronado por alguno de ellos y él fue también quien los dirigió en la lucha que sostuvieron contra los titanes. Por eso, como era lógico, en el reparto de poderes se quedó con la mayor parte. Pero esto es ir muy deprisa.

    Inmediatamente, Rea tomó a su hijito Zeus y se lo llevó a una cueva de la isla de Creta, donde lo confió al cuidado de la ninfa Amaltea, que tenía una cabra, con cuya leche fue amamantado el dios. Un día que éste estaba jugando con la cabra, le rompió un cuerno sin querer y, mostrándose agradecido con la ninfa, se lo regaló y le prometió que ese cuerno siempre se llenaría de forma milagrosa de todos los frutos que ella quisiera. Ese es el Cuerno de la Abundancia que muchas veces vemos en las obras de arte. Zeus aprovechó también la piel de la cabra cuando esta murió, y con ella se fabricó su armadura, la égida, que solía agitar cuando estaba enfurecido y retumbaban el cielo y la tierra. Rea consiguió incluso que unos geniecillos, los curetes, bailaran alrededor de Zeus entrechocando sus armas y formando tal bullicio que los llantos del niño no llegaban a oídos de su padre; así creció sin que Cronos supiese nada.

    Una vez que derrotó a su padre con ayuda de sus hermanos y se hizo con el poder supremo, después de unirse a diferentes diosas, tomó en justo y solemne matrimonio legítimo a su hermana mayor, la diosa Hera, que también había sido tragada por Cronos y liberada por Zeus, como el resto de los hermanos. La Tierra, la diosa Gea, obsequió como regalo de bodas un precioso árbol que daba manzanas de oro y Hera lo colocó en un jardín que tenía en el Occidente, al borde del océano, al pie del monte Atlas, donde las ninfas del atardecer, las hespérides, se encargaban de vigilarlo para que nadie robase sus manzanas, ayudadas por un dragón de cien cabezas.

    Zeus y Hera engendraron varios hijos: Ares, dios de la guerra; Hebe, diosa de la juventud, e Ilitía, protectora de los partos. A veces, también se les añade Hefesto, dios de la fragua, aunque en otras ocasiones se dice que este dios era hijo exclusivo de Hera, envidiosa de que Zeus hubiese tenido él solo a Atenea.

    Hera protegía a las mujeres casadas, a pesar de que su propio matrimonio tuvo que sufrir en numerosísimos casos las infidelidades amorosas de Zeus, de ahí que se mostrara como una diosa celosa y vengativa y que Zeus, para evitar ser descubierto por ella al unirse con alguna divinidad o alguna mortal, transformase su aspecto ya en toro manso, ya en lluvia de oro, ya en cisne blanco.

    Una vez el dios Zeus se enamoró de la princesa Leda, que estaba casada con el rey Tindáreo y, para ocultar sus amores, Zeus se transformó al punto en un hermoso cisne blanco y así pudo conseguir los abrazos de la princesa. Pero esa misma noche Leda recibió la visita de su esposo. Inmediatamente, Leda quedó embarazada y, pasado el tiempo, no pudo hacer otra cosa más que poner dos huevos. En uno de ellos se gestaba el doble fruto de su relación con Zeus y, en el otro, el doble fruto de su relación con su marido. De este modo, de un huevo nacieron Helena y Cástor, los hijos de Zeus, y del otro Clitemnestra y Pólux, los hijos del esposo. ¡Importante prole la descendencia de Leda! Cástor y Pólux fueron divinizados por Zeus y dan vida a los hermanos que vemos en la constelación de Géminis. Clitemnestra se casó con Agamenón, rey de Micenas, quien asedió durante diez años la ciudad de Troya, que luego arrasó bajo las llamas. Respecto de Helena, ¿qué decir de esta mujer cuyo honor se comprometieron a defender por juramento los innumerables pretendientes que se presentaron a pedir su mano, subyugados por su divinal belleza?

    Atenea, Apolo, Artemisa, Perséfone, Ares, Hebe, Ilitía, Hefesto, Dioniso,

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