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La alteridad en el debate ético contemporáneo
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Libro electrónico374 páginas5 horas

La alteridad en el debate ético contemporáneo

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La alteridad (del latín alter que significa otro') es la existencia humana que se vive en relaciones de generosidad, gratuidad y reconocimiento mutuo del otro. Esta fascinante experiencia vital es sistematizada por la ciencia ética filosófica y teológica. Si en la humanidad corriéramos por esta senda, dejaríamos de estar agobiados por las desgarradoras realidades que marcan nuestro mundo contemporáneo. Superar esta angustiosa y monstruosa hecatombe solo es posible si cambiamos nuestra manera de comportarnos, es decir, si asumimos una nueva ética, no halada por los absolutos del dinero y el poder, sino animada en profundidad por la alteridad. Como humanidad, vivimos en un mismo espacio constituido por nuestra casa común: el planeta Tierra. Esta convivencia nos exige un acuerdo, que la ciencia moral actual denomina consenso ético mínimo universal, construido entre todos, con el fin de garantizar una vida plena y feliz para todos los seres humanos, sin ningún tipo de discriminación. La alteridad en el debate ético contemporáneo argumenta y sistematiza, desde la experiencia y la ciencia moral, una propuesta de construcción de tal consenso que nos urge en demasía. Para ello, fundamenta su opción por la alteridad desde la ética teológica cristiana y diez escuelas ético-filosóficas contemporáneas: la alteridad, la acción comunicativa, Kant, el neocontractualismo, la hermenéutica, el iusnaturalismo, la posmodernidad, el utilitarismo, la analítica, y el pragmatismo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 mar 2023
ISBN9789587818055
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    La alteridad en el debate ético contemporáneo - Carlos Justino Novoa Matallana

    La alteridad en el debate ético contemporáneo

    La alteridad en el debate ético contemporáneo

    Carlos Justino Novoa Matallana, S. J.

    Reservados todos los derechos

    © Pontificia Universidad Javeriana

    © Carlos Justino Novoa Matallana, S. J.

    Primera edición: Bogotá, D. C.,

    abril de 2023

    ISBN (IMPRESO): 978-958-781-804-8

    ISBN (DIGITAL): 978-958-781-805-5

    DOI: HTTPS://DOI.ORG/10.11144/JAVERIANA.9789587818055

    Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.

    Hecho en Colombia

    Made in Colombia

    Editorial Pontificia Universidad Javeriana

    Carrera 7.ª n.° 37-25, oficina 13-01

    Teléfono: 3208320 ext. 4752

    www.javeriana.edu.co/editorial

    editorialpuj@javeriana.edu.co

    Bogotá, D. C.

    Corrección de estilo:

    Carlos Arias

    Diagramación:

    Carlos Arango Vieira

    Montaje de cubierta:

    Carlos Arango Vieira

    Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada

    Mineducación. Reconocimiento como Universidad:

    Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964.

    Reconocimiento de personería jurídica: Resolución

    73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de

    Gobierno.

    Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J.

    Catalogación en la publicación

    Novoa Matallana, Carlos Justino, S.J., 1954-, autor

    La alteridad en el debate ético contemporáneo / Carlos Justino Novoa Matallana, S. J. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2023.

    ISBN: 978-958-781-804-8 (impreso)

    ISBN: 978-958-781-805-5 (electrónico)

    1. Ética 2. Filosofía y religión 3. Moral social IV. Religión y creencias V. Conducta (Ética) VI. Otro (Filosofía) II. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá

    CDD 171.2 edición 21

    Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

    Autor

    Carlos Justino Novoa Matallana, S. J. nació en Bogotá en 1954. Es sacerdote jesuita, profesor titular y doctor en Ética Teológica de la Pontificia Universidad Javeriana. Tiene dos carreras: Filosofía y Teología, que estudió en la misma universidad. Es magíster en Ética Teológica de la Universidad Gregoriana (Roma) y profesor de Ética en la Escuela Superior de Guerra de las Fuerzas Militares de Colombia (2000-2006). Lleva cincuenta años como miembro de la Compañía de Jesús y veintiocho como docente investigador de tiempo completo de Ética en la Pontificia Universidad Javeriana. Ha sido decano de la Facultad de Teología (1996-2002) y director de la Maestría y el Doctorado en Teología (2016-2019) de la Pontificia Universidad Javeriana. Es profesor en los doctorados de Teología y Jurisprudencia. Ha publicado dieciocho libros y cuarenta artículos en revistas indexadas. Recibió el Premio Nacional de Periodismo Inter Mirífica de la Conferencia Episcopal de Colombia en el 2008. Actualmente, es investigador principal de la pesquisa interdisciplinar: Una Nueva Sociedad y Economía para Colombia de la Pontificia Universidad Javeriana.

    Imagen de cubierta:

    Carlos Arango a partir de Freepik

    Contenido

    Introducción

    Escuelas ético-filosóficas

    La teoría de la acción comunicativa: entre todos construimos la ética

    La alteridad: hoy el dolor del otro no nos importa

    La posmodernidad: el fin de la metafísica y la razón instrumental deificada

    El pragmatismo: por sus hechos los conocerán

    El utilitarismo: el mayor bien placentero para el mayor número de personas

    Immanuel Kant: el absoluto de la dignidad humana

    El iusnaturalismo: el imperio del legalismo en la moral

    El neocontractualismo: una pretensión de justicia

    La filosofía analítica o del lenguaje: las personas somos palabra

    La hermenéutica: no existen hechos, solo interpretaciones

    La ética cristiana: no hay mayor amor que el de aquel que da la vida por los amigos

    El aporte del diálogo entre las éticas filosófica y la teológica cristiana al consenso moral mínimo en la alteridad

    Anexo: O muere el capitalismo salvaje o muere la civilización humana

    Referencias

    A los jesuitas, mis hermanos del alma

    Introducción

    Como lo verificaremos a lo largo de este escrito, el debate de la ciencia ética contemporánea es fascinante y determinante para el presente y futuro de la humanidad, pero al mismo tiempo posee un talante intrincado y complejo. Con el ánimo de contribuir a este debate, en el presente libro analizaré algunas, ya que todas es imposible, relevantes escuelas morales filosóficas actuales, la ética cristiana, la confluencia de estas en la alteridad y los aportes de todas ellas en la construcción del consenso ético mínimo universal en torno a la otredad que tanto nos urge.

    La escuela ética filosófica y teológica de la alteridad certifica que el bien moral por excelencia radica en el encuentro personal con el congénere, con el otro, en una dinámica gratuita, desinteresada y de reconocimiento mutuo, con el fin de construir nuestra autentica realización humana como sujeto y sociedad. El termino alteridad viene del latín alter, que significa ‘otro’, cuyo sinónimo es el vocablo otredad, el cual procede de la expresión ‘otro’.

    La experiencia y la ciencia ética¹ hacen referencia al comportamiento humano personal y social desde su valoración en términos de bien y mal. He aquí entonces tres elementos capitales de la moral: valoración, bien y mal. La comunidad humana siempre ha captado que se dan actitudes y comportamientos que nos plenifican o nos dañan, y aprehende cómo hay que optar por cultivar los primeros y desechar los segundos.² Esta es la evaluación a la que nos referimos.

    Si incluimos en la filosofía moral toda la historia de la ética al menos desde Sócrates, el tópico de la bondad y maldad de todo comportamiento humano constituye la columna vertebral de la ciencia ética. Aunque en los últimos cien años el escepticismo acerca de la posibilidad de la verdad moral y su objetividad ha liderado a los filósofos, poniendo su atención en los temas semánticos éticos, trabajando cuestiones como el significado de los vocablos bien, mal, u obligatoreidad, muchos eticistas han estado y están debatiendo y criticando las substantivas concepciones en lo que se refiere al bien y mal morales.³

    El vocablo bien posee una gran equivocidad, ya que se puede hablar de un buen vestido, una buena comida, un buen día, una buena idea, etc. "En nuestro caso la expresión bien se refiere al dominio de la moralidad, es decir de la conducta, de los comportamientos humanos intersubjetivos designando el valor específico de tales actuaciones".⁴ En este sentido, el bien es el objeto de la ética como experiencia y ciencia.⁵

    El mal ético es el sufrimiento producido por las erráticas elecciones morales humanas, especialmente cuando nos hallamos de cara a una notable falta comportamental. Este tipo de mal puede ser contrastado con el mal de la naturaleza, como puede ser el sufrimiento y la muerte causados por un terremoto u otro desastre natural.⁶ El mal moral es generado por el egoísmo humano. La realización del egocentrismo a expensas de los otros es una forma común de proceder indebido, y cuando a los demás se les hace sufrir de manera grave, entonces nos hallamos en la esfera del mal ético.⁷

    Ética y moral son dos términos sinónimos que vienen del griego ethos y del latín mos, moris, respectivamente, los cuales significan conducta humana personal y social. Ambos términos son usados indistintamente por notables escuelas éticas filosóficas y teológicas, asimismo hacemos en este escrito.

    El término ética es muy cercano al de moral, e incluso es tomado como equivalente en muchos textos. El uso no ha producido una distinción unívoca y constante entre estas dos nociones. […] La ética es el hecho de una comunidad estructurada, […] la ética está más cercana a las determinaciones de comportamiento de la subjetividad. […] La ética se encarna en los valores, […] se remite a un aquí y un ahora a una comunidad humana, a un ser en comunidad.

    Entonces, la ética es la experiencia de sentido que hala toda nuestra existencia y acciones, la cual en el mundo actual puede ser de alteridad que nos plenifica o de egocentrismo que nos frustra y disuelve.¹⁰ Este último no es una ficción ni mucho menos, sucede cuando las personas persiguen su interés individualista a expensas de otros conformando un estilo común de comportamiento moral negativo, o cuando hacen sufrir a sus congéneres, hallándonos de esta manera en la esfera del mal ético. […] Todos nosotros tenemos la capacidad de ejercer el mal.¹¹ La diferencia entre la alteridad y el egocentrismo es marcada cuando se valora de modo positivo o negativo, deseable o rechazable, bueno o malo,¹² y esta valoración integra el corazón de la moral. Valoramos desde el sentido, el cual creamos, desarrollamos y por el que optamos, todo esto gracias a nuestro talante libre, creativo, consciente, reflexivo, trascendente y responsable.

    Ser ético no es un programa que perpetua la ganancia individual, ni una exigencia de un inevitable auto sacrificio. La valoración conductual no es un régimen de estricta optimización de lo útil […] tampoco es un sistema de derechos individuales absolutos […] La moral es una búsqueda de toda la vida, para responder a los otros con la mejor voluntad de renunciar a todo interés egoísta.¹³

    Valorar significa optar y asumir o rechazar y censurar, lo que constituye la fuente de la existencia humana, por esto la ética determina toda la vida.¹⁴ Sin excepción, a personas y comunidades las constituyen dos fuerzas que se hallan en lo más hondo de su interior: la alteridad y el egocentrismo. Al respecto, Allen dice: Yo no tengo una justificación para rechazar la ética, tampoco tengo excusas para ello. Yo no soy mentalmente incompetente. Yo no fui criada en un hogar inmoral con progenitores incompetentes. Yo simplemente hago el mal.¹⁵ Se trata, entonces, de enamorarnos de la fraternidad y dejarnos llevar por ella,¹⁶ rechazando el individualismo. De esta forma la alteridad se coloca en el centro de la experiencia y la ciencia ética, y buena parte de las diversas escuelas morales actuales la asumen, como lo demostraremos en las páginas que siguen.

    Ser hombre implica dirigirse hacia algo o alguien distinto de uno mismo, bien sea para realizar un valor, bien para alcanzar un sentido o para encontrar a otro ser humano. Cuanto más se olvida uno de sí mismo —al entregarse a una causa o a la persona amada—, más humano se vuelve y más perfecciona sus capacidades. Por el contrario, cuanto más se empeña el hombre en conseguir la autorrealización, más se le escapa, pues la verdadera autorrealización es el efecto profundo del cumplimiento del sentido de la vida. En otras palabras, la autorrealización no se logra como un fin, sino que es el legítimo fruto de la trascendencia.¹⁷

    Según nuestro sentido y su consecuente conducta construiremos una humanidad incluyente y que nos realice en totalidad, u otra excluyente donde abunde la pobreza, el fracaso y la frustración de las grandes mayorías, generada por sectores sociales egoístas amangualados con opresores poderes económicos y sociales.¹⁸ Todo esto es la ética como experiencia, la cual deviene ciencia ética, dada su gran trascendencia y urgencia de ser sistematizada para aplicarla y vivirla de la mejor manera.¹⁹

    La vida en un campo de concentración desgarraba el alma humana y exponía a la luz los abismos interiores ¿Sorprende que en esa profundidad las cualidades humanas estén compuestas, en su íntima naturaleza, de bien y de mal? El límite que separa el bien del mal, y que imaginariamente atraviesa todo el ser humano, llega hasta las más hondas profundidades del alma y aparece incluso en el fondo del abismo que se pone de manifiesto en el campo de concentración.

    La historia nos brindó la oportunidad de conocer la naturaleza humana quizá como ninguna otra generación ¿Qué es, en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es quien ha inventado las cámaras de gas, pero también el que ha entrado en ellas con paso firme, musitando una oración.²⁰

    Ahora bien, la ciencia ética forma parte de la filosofía y la teología. En la primera, la sistemática de la valoración comportamental se desenvuelve en un marco humanista ilimitado. En la segunda, el abordaje se realiza desde una confesión religiosa determinada. En la primera parte de nuestra investigación abordamos tanto la ética filosófica como la teológica. Existen formulaciones valorativas comportamentales en la ciencia de la sabiduría sin una referencia a una institucionalidad religiosa, ya que la fe en un Dios es gratuita y es indebido en absoluto imponerla. En cambio, partimos libremente desde la vivencia divina en la reflexión sistemática de la fe, donde de todas maneras la ética filosófica es insoslayable, puesto que aporta elementos imprescindibles.

    Por ende, abocaremos escuelas éticas relevantes tanto filosóficas como teológicas. En lo que se refiere a las últimas hemos escogido la moral cristiana, ya que esta es la religión mayoritaria en nuestro país, y tiene mucho que aportarnos en la realización de nuestro propósito, como lo argumentaremos en su momento. La ética evangélica, cuyo eje es la encarnación e historización de Dios Madre y Padre, por su Espíritu, en Jesucristo, el cual constituye la persona por excelencia que sus seguidores buscamos vivir a diario, requiere por tanto ubicarse en y desde lo humano. La ética filosófica se halla en esta ubicación y, por lo que acabamos de verificar, esta es referente impostergable en la construcción del saber valorativo conductual desde Jesús.

    Lo anterior lo vemos en el momento radical que cada persona tiene todos los días: levantarse de la cama para empezar su jornada. En ese instante lo único real es el sueño y el deseo de continuar durmiendo; sin embargo, renunciamos a esta realidad y nos erguimos para abocar nuestro cotidiano. Esto muestra que hay algo más allá del sueño que nos saca de la cama y que en ese momento no está presente en nuestro lecho. Ese algo es el sentido.

    Nos levantamos porque nos entusiasman los más diversos sentidos o motivos para existir, realizando una serie de actitudes y conductas que constituyen el núcleo de nuestras vidas. La lista de estos motivos es muy diversa y variopinta: luchar por la familia, el conyugue, los hijos; desarrollar la ciencia o el arte; acumular dinero o poder solo para mí utilizando todos los medios, hasta los legales; realizar el paradigma deificado de la cosmética y la gimnasia corporal halado por su sino del 90-60-90; contruir un mundo justo; practicar solidaridad; vivir la experiencia de Jesús o de un Dios, etc.

    Cuando nos levantamos lo único que existe en ese momento es el sueño; sin embargo, uno o la conjunción de varios de los motivos enumerados nos sacan de la cama, o sea que confiamos en que tal motivo o motivos nos satisface y nos lleva a realizar comportamientos, es decir una ética. Al inicio de la jornada el motivo no está ahí, confiamos o tenemos fe que vale la pena y esa fe es la que nos lanza a desarrollar una moralidad. Este motivo o motivos conforman el sentido que vale para cada uno, para nosotros, y por esto constituye el valor o los valores éticos.

    La lista de valores morales, de aquello que vale para cada cual y que mueve a actuar es muy diversa. En el mundo actual esos valores son el dinero, el poder, la arrogancia, las adicciones, la solidaridad, la justicia o la dignidad humana. Unos nos aniquilan (el mal), y otros nos traen convivencia feliz e incluyente para todos (el bien).

    Lo que está bien, o que está bien hecho es aquello que responde a una expectativa, lo que es perfecto en el sentido propio de la palabra (terminado), lo que aprobamos. […] Lo que está bien equivale a plantear un principio de existencia y de sentido, que suele tener relación […] siempre con una ética. La noción de bien, sin embargo, puede ser utilizada de manera relativa y califica aquello que es útil para la realización de un fin superior […] v.gr. el interés general o el bien común.²¹

    En este punto vale la pena advertir que me estoy ubicando en un análisis de tipo puramente antropológico y filosófico, donde no entra ninguna dinámica de las diversas religiones como instituciones formalmente constituidas. Desde este tipo de análisis todos somos creyentes y tenemos una fe puesta en ese sentido que nos hace vivir conductualmente. Entonces, los que carecen de una fe o sentido, los pura y químicamente ateos, ya están muertos, porque quien no tiene motivos para vivir no se puede levantar de la cama, vive una patología psiquiátrica que se denomina depresión profunda, la cual, si no se puede superar, ineludiblemente lleva al suicidio que genera el absoluto desespero y angustia de la carencia de sentido.

    En el hombre la búsqueda del sentido de su vida constituye una fuerza primaria, no una racionalización secundaria de sus impulsos instintivos. Este sentido es único y específico, en cuanto es uno mismo quien tiene que encontrarlo; únicamente así logra el hombre un significado que satisfaga su voluntad.²²

    Muchos son los hechos que podría traer para verificar esta constatación. El testimonio de Clara Rojas es de particular impacto a este propósito. Clara, junto con Ingrid Betancur, estuvo secuestrada por las FARC durante seis años, teniendo que soportar las peores condiciones. En cautiverio Clara tuvo un hijo que le fue arrebatado siendo bebe, y con quien se volvió a abrazar luego de su liberación y del suceso de las peores peripecias. En una entrevista que le hizo la revista Semana el 9 de abril del 2011, testimonia ella: Una persona vive o muere dependiendo de la motivación, de qué lo impulsa todas las mañanas para levantarse. En mi caso es mi Emanuel. La pregunta que le hago es: ¿cuál es la motivación que usted tiene para ponerse en pie?.²³

    Salta a la vista cómo el sentido y sus valores generan y determinan la moral. Por ende, una reflexión ética tiene como criterio capital insoslayable el sentido y los valores que asumimos. Solo desde el ángulo antropológico y filosófico este sentido es Dios, palabra que proviene del latín Deus y del griego Theos, que significa, ‘sentido, motivo de vivir, absoluto que mueve la existencia’. En este ámbito, no tener sentido es ser ateo. Asimismo, nos hallamos en una dinámica religiosa. El término religión viene de dos expresiones latinas: re-ligare, en castellano ‘re-ligar’ o ‘re-unir’; se trata de una doble unión o de la vinculación de dos términos. El primero es el hecho de despertar para comenzar el día y el deseo de seguir durmiendo; y el segundo, el sentido que nos saca de la cama y nos lanza a encontrarnos con el otro, a construir existencia humana. Y esto es una religión en acción.

    He hablado de diversos tipos de motivos para existir. En cuanto a estos, es muy importante tomar conciencia de que se dan motivos sólidos o baladís. Así como en las inversiones de los ahorros en las cuales se empeña en buscar instituciones sólidas y no efímeras para invertirlos, lo mismo pasa con la ética como totalidad de la vida. Para esta debo elegir motivos sólidos y no efímeros, pues estos podrían conducir al absurdo del vacío. Idolizar el dinero o el poder es un paso en falso, porque estos son un oropel que llega y se va. Endiosar la cosmética y gimnasia corporal femenina o masculina es una mala inversión existencial, porque en estos asuntos, luego de los 60 años, todo ineludiblemente se cae, así hagamos 10 horas de gimnasia diaria. Con todo, queda claro, entonces, que el sentido y los valores²⁴ son la fuente de la ética y su referente fundamental y constitutivo.

    Notas

    ¹ La ética aboca la voluntad, el comportamiento y la responsabilidad humanas, evaluando que es bueno y que es malo. La moral busca responder las siguientes preguntas centrales: ¿Existen reglas morales objetivas de conducta? ¿Cuál es el fundamento desde el cual podemos determinar si una conducta es buena o mala? ¿Tenemos una voluntad autónoma? ¿Cuáles son los límites que determinan hasta donde somos responsables de nuestras acciones? ¿Pueden nuestras decisiones éticas ser indiferentes respecto a aquellos afectados por ellas?. Spark Charts, Philosophy (New York: Spark publishing, 2014), 1. Traducción propia.

    ² "El fenómeno moral consiste en la experiencia que viven todos los hombres (y que han aprendido a captar a través de la educación y de la cultura), de que algunas de las acciones que realizan repercuten en otras personas de manera particular. De hecho, vinculan a ellas la intención de querer el bien o el mal de los otros; además, lo que hacen corresponde al bien de los otros en cuanto intentan corregir lo que está equivocado. Francesco Compagnoni, Ética" en Diccionario teológico enciclopédico (Navarra: Verbo Divino, 2002), 344-345.

    ³ Michael Slote, Problems of moral philosophy en The Oxford Companion to Philosophy (New York: Oxford University Press, 2005), 627. Traducción propia.

    ⁴ Giovanni Fornero, Altro en Dizionario di filosofía (Milano: utet, 2012), 121. Traducción propia.

    ⁵ Fornero, Altro, 121.

    ⁶ Robin Downie, Human evil en The Oxford Companion to Philosophy (New York: Oxford University Press, 2005), 273. Traducción propia.

    ⁷ Downie, Human evil, 273.

    ⁸ Marco Antonio Velilla, La ética y la defensa de lo público (Bogotá: Planeta, 2013), 731.

    ⁹ Laurence Hansen-Love, Diccionario de filosofía de la A a la Z (Bogotá: Panamericana, 2017), 175.

    ¹⁰ Véase Alberto Hernández, Ética actual y profesional (Ciudad de México: Thomson, 2006); Carlos Novoa, La urgencia de la ética y el derecho (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2012); Velilla, La ética y la defensa de lo público.

    ¹¹ Downie, Human evil, 273. Traducción propia.

    ¹² El mal es un asunto de la responsabilidad libre y consciente por parte de la persona. […] Solo la iniquidad provocada por un humano de forma autónoma tiene una connotación moral. […] La relacionalidad constituye al hombre y la maldad se refiere a su vinculación con el prójimo y el mundo: él crea su entorno del cual tiene que dar cuenta estando llamado a protegerlo y recrearlo. La posibilidad de vida sobre la tierra es una responsabilidad humana, por lo tanto, la coexistencia personal y social depende de las condiciones que mujeres y hombres crean en la historia. Sergio Bastianel, Moralità personale nella storia (Roma: Pontificia Università Gregoriana, 2019), 13. Traducción propia.

    ¹³ Anita Allen, The New Ethics (New York: Miramax Books, 2004), 7. Traducción propia.

    ¹⁴ La ética es asunto de todos los ciudadanos, pues trata de los valores que rigen nuestra forma de vida, de lo bueno y lo malo, no menos que de la diversidad de planteamientos globales de la existencia plasmados en diferentes culturas. Peter Singer, Compendio de ética (Madrid: Alianza Editorial, 1995), contraportada.

    ¹⁵ Allen, The New Ethics, 12. Traducción propia.

    ¹⁶ La praxis de la alteridad, el amor, la solidaridad, en una palabra, del bien, anima y plenifica la existencia de las personas en su relación con la totalidad de la vida y con sus semejantes. En el ámbito estructural la solidaridad afina la delicadeza espiritual en el cuidado personal del cuerpo y la psiquis, dentro de las relaciones entre mujeres y hombres, y para las atingencias del sujeto con el medio ambiente y la sociedad. José Roque Junges, Evento Cristo e açāo humana. Temas fundamentais da ética teológica (São Leopoldo: Editora Unisinos, 2001), 357. Traducción propia.

    ¹⁷ Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido (Barcelona: Herder, 2015), 139.

    ¹⁸ Velilla, La ética y la defensa de lo público.

    ¹⁹ La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica, pero a veces parecen solo apéndices agregados desde fuera para completar un discurso político sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral. ¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema! Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles. Francisco, Exhortación apostólica, Evangelii gaudium (24 de noviembre de 2013), No. 203. Para una visión panorámica introductoria sobre la ciencia ética sugiero: Hans Küng, Ética mundial. Una guía para descubrir los valores que todos tenemos en común (Bogotá: El Tiempo, 2010); Fernando Savater, Ética para Amador (Barcelona: Ariel, 2009); Novoa, La urgencia de la ética y el derecho.

    ²⁰ Frankl, El hombre en búsqueda de sentido, 115.

    ²¹ Hansen-Love, Diccionario de filosofía de la A a la Z, 60-61.

    ²² Frankl, El hombre en búsqueda de sentido, 167.

    ²³ Semana, abril 10 a 17, 2011, Bogotá, 10.

    ²⁴ Es sobre todo la capacidad de valorar éticamente lo que constituye el talante típico del sujeto humano, y sin esta capacidad el sujeto moral carecería de un tipo de profundidad que consideramos esencial para la humanidad, sin la cual la comunicación personal y social resultaría imposible. Charles Taylor, Human Agency and Language, Philosophical Papers I (Cambridge: Cambridge University Press, 1985), 31. Traducción propia.

    Escuelas ético-filosóficas

    Las escuelas ético-filosóficas que analizaremos son la teoría de la acción comunicativa, la alteridad, la posmodernidad, el pragmatismo, el utilitarismo, Immanuel Kant, el neocontractualismo, la hermenéutica, el iusnaturalismo y la analítica.

    La teoría de la acción comunicativa: entre todos construimos la ética

    La teoría de la acción comunicativa¹ o ética discursiva verifica la necesidad de la constitución de consensos en la elaboración de cualquier camino humano. Por consenso no se entiende la suma de votos o conformaciones mayoritarias de cualquier manera, sino, ante todo, la dialéctica entre las diversas corrientes valorativas comportamentales, o la pluralidad de una comunidad, para hallar puntos compartidos, que hagan posible la convivencia humana en sus más diversos ámbitos y la solución de los problemas que nos tocan a todas las personas sobre la tierra, los cuales solo en común podemos abocar.

    Hablamos de problemas mortales como la guerra, las dolorosas injusticias del comercio internacional, las más diversas discriminaciones (mujeres, pobres, extranjeros, ancianos, niños, homosexuales y otros), el desastre ecológico, la sostenibilidad y la vigencia del derecho internacional, entre otros.² Ante ello, se trata de la construcción de un mínimo que acate toda la humanidad o la comunidad respectiva y donde, al mismo tiempo, cada grupo humano pueda mantener sus propios modelos morales. Eso sí, no es posible unificar a todas las mujeres y hombres en uno de estos modelos específicos.

    Según el propio Habermas, una ética del discurso es una ética deontológica, cognoscitiva, formalista y universalista.³ El hecho de orientarse por normas la hace una ética deontológica. Su talante cognitivo consiste en el hecho de que la legitimidad de sus normas puede ser constatada de manera análoga a la verdad de sus enunciados. "Su formalismo y universalismo se manifiestan en el hecho de no definir valores, ni normas concretas, sino ofrecer solamente un criterio formal o principio de discurso, que permite llegar a engendrar normas que se pretendan universalmente válidas".⁴

    Finalmente, es una ética procedimental, ya que define un procedimiento por el cual todos pueden participar en la creación de estas normas validas universalmente. La meta es que en conjunto los miembros de la comunidad local, nacional o internacional, efectivamente participen en este devenir creativo. Los procesos formulados en el presente párrafo conforman la ética discursiva.

    En la ética discursiva y otras escuelas de la ciencia ética se cree que la Declaración Universal de los Derechos Humanos personales y sociales de 1948⁶ es un buen primer consenso ético mínimo mundial, el cual deberá evolucionar con el correr de los tiempos, las culturas y las sociedades.

    En este desenvolvimiento, la acción comunicativa le apuesta a la centralidad de la persona, del otro, y a su plena e integral realización como el norte último de todo su concurso. Al hablar del otro hablamos de otredad o

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