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Los sorprendentes anillos mágicos
Los sorprendentes anillos mágicos
Los sorprendentes anillos mágicos
Libro electrónico164 páginas1 hora

Los sorprendentes anillos mágicos

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En Los sorprendentes anillos mágicos, Sara, su hermano Miguel y su amiga Camila, junto a otros niños del mundo del sol, deberán descubrir la procedencia e intenciones de extraños seres que han invadido aquel maravilloso lugar desbordante de magia, poniendo en juego su existencia.
Esta novela completa la maravillosa tetralogía iniciada con El anillo mágico y su continuación, El regreso del circo y El secreto del anillo mágico. Cuatro historias con unidad argumental, pero que pueden ser leídas en forma independiente.
Aunque escrita para niños y adolescentes, esta historia, creada por Alfredo Gaete Briseño, también logra encantar a los lectores adultos, sorprendiéndolos con situaciones y emociones que han olvidado en el rutinario ajetreo de sus vidas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 dic 2023
ISBN9789564091068
Los sorprendentes anillos mágicos

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    Los sorprendentes anillos mágicos - Alfredo Gaete Briseño

    Capítulo 1

    Superposición de cuartos

    Sara observaba la cajita sin atreverse a abrirla. Lamentó que su amiga Camila hubiera decidido regresar a su casa y en ese momento, de seguro, estaba en la misma situación que ella: sentada, con el pequeño envase de terciopelo azul en sus manos sobre la falda.

    ¿Qué poderes tendrían, realmente, esos anillos? Una ola de alegría la recorrió al saberse digna de tan honorable regalo proveniente de sus amigas del mundo del sol y sobre todo del mismísimo mago; más contenta, aun, porque Camila también había recibido el suyo.

    Recordó los últimos acontecimientos. Por muchas explicaciones que les había dado el mago, que les resultaron imposibles de digerir, más que claridad en el desarrollo de los acontecimientos, en su cabeza surgía gran cantidad de inquietudes. Volvió a pensar en Camila y, sin dudarlo, supuso que sentía algo similar. A la enorme amistad que las unía, se sumaba este gran acontecimiento. Sus pensamientos condujeron a sus pequeños dedos hacia las orillas de la cajita y la abrió con cuidado. Sus ojos se agrandaron y brillaron con la misma intensidad que cuando aquellos habitantes de ese maravilloso mundo de aire limpio y cálido sol que acariciaba sin dañar, las habían premiado, y ellas puesto sus miradas en los anillos que deslumbraban con su magnífica luminosidad y cambios de colores como si agradecieran por encontrarse en sus manos. Detuvo sus pensamientos en Sofía, Alicia y Delia. Le pareció increíble cómo en tan poco tiempo se habían hecho tan cercanas… Sintió una necesidad imperiosa de regresar pronto a ese mundo llamado con justicia del sol; pensó en los portales, el tiovivo, la feria de diversiones, el río, el bote, la casa jardín, las cavernas, el sorprendente árbol en que vivía Sofía… Rememoró lo impresionada que estaba cuando al entregarles las joyas, les había hablado de las gemelas del circo, su mamá y la relación con su anillo, y la emoción que la embargó al pensar de inmediato en su hermano Miguel, quien regresaba a su mente junto a las historias que le había contado, en apariencia sacadas de su imaginación para cobrar vida. Sonrió. Volvían con más fuerza y la incentivaron para de nuevo alegrarse por tener en sus manos la mejor prueba de haber estado en aquel lugar mágico, y no solo eso, como redundancia existían los portales y ese mundo en que nadie creería a menos que pusiera los pies sobre su magnífico suelo. ¿Qué diría Miguel si tuviera la oportunidad de desprenderlos de la tierra para volar? Sus delgados labios se arquearon más y de paso recordó a la genial Mary Poppins. Así como lo hacía ella en la pantalla grande ante toda la humanidad, podría exhibir a Miguel su propia historia. Y no en el cine, sino en la vida misma. Sí, tenía pruebas irrefutables de la veracidad de lo que le contaría. Además, sería ella quien le revelaría por qué las gemelas podían hacer sus maravillosos trucos y comunicarse con su mamá. Suspiró, ansiosa por verlo pronto. Aquellos pensamientos la condujeron a pensar también en el poder de los sueños, esa vida paralela que le había permitido conectar con el mago y aumentar los extraordinarios poderes que permitía aquel fantástico mundo.

    Regresó a su mente Camila. Ante ellas se abría ese maravilloso universo de increíbles opciones para profundizar en forma inigualable su comunicación y amistad. Los portales, los sueños y los anillos correspondían a una dimensión que superaba con creces cualquier espacio misterioso que hubieran podido imaginar. Recordó las palabras de Sofía al entregarles los anillos: Utilícenlos con sabiduría, esa propia de los niños, y jamás olviden que sus ingredientes principales son la inocencia y la alegría. Volvió a pensar en aquel sorprendente mundo y en las aventuras que ahí habían vivido, y se preguntó adónde las llevarían las que comenzaban a perfilarse.

    Cogió con delicadeza la hermosa joya y la introdujo en su dedo anular. Sintió el cosquilleo producido por su vibración al acomodarse, mientras sus cinco piedras preciosas cambiaban de colores, recorriendo con velocidad las tonalidades de un potente arco iris. Lamentó no poder usarlo ante otras personas, en especial sus padres, pues sería incapaz de responder al torbellino de preguntas que se le vendría encima… Pero con su hermano, sería otra cosa. Sonrió una vez más; él, sí creería con facilidad en su historia y entendería a cabalidad sus inquietudes… ¿o no? Aquella incógnita la sacudió, pero de inmediato recapacitó: tenía el anillo y podría llevarlo a los portales y a aquel mundo mágico… ¿Podría? ¿Estaría permitido? Por primera vez cayó en la cuenta de que en ese lugar parecía no haber hombres… salvo el mago, pero… ¿se le podía considerar uno de ellos?

    Se preguntó qué haría Camila en esos instantes, ¿también se lo habría puesto? De pronto, percibió en su cuerpo una sensación muy extraña, al tiempo que su cuarto también se comportaba de manera rara; le pareció como si otro similar se superpusiera. Sintió un leve mareo y pestañeó con fuerza varias veces, tratando de liberarse de esa extraña sensación y despejar de los ojos aquella visión, pero no pudo. Los contornos de la habitación se hacían más singulares aún, parecían perder su rigidez al adquirir una particular duplicidad. De pronto, su pasmo fue absoluto: a su lado apareció una silueta que con lentitud definió su forma; en medio de la impresión, recordó que tenía cierta similitud a lo que ocurría cada vez que el mago aparecía. También que, en ese otro mundo, el del sol, bastaba con evocar su presencia para que apareciera. Dio un respingo: junto a ella, sentada, estaba Camila, quien miraba con expresión de sorpresa el anillo que relucía en su dedo. Aquella visión duró apenas un par de segundos y todo volvió a la normalidad. En la mente de Sara, inmovilizada por la impresión, muchas ideas cruzaron como torbellinos que se entrelazaban. Recordó las historias que Miguel le contaba sobre la magia de las gemelas del circo y comenzó a comprender la incalculable dimensión contenida en el anillo. Se preguntó si Camila en efecto estaría mirando el suyo en su dedo anular… De pronto, la extraordinaria sensación de superposición de cuartos se repitió. Esta vez, Sara deseó con fuerza que su amiga estuviera con ella para poder contarle lo que estaba viviendo.

    Camila, una vez más apareció sentada a su lado, esta vez se le hizo mucho más real, y en un impulso se atrevió a tocarla. Recordó cuando lo había hecho en los sueños con el mago y cómo su mano entraba en su cuerpo sin dejar después la más mínima huella. Al palpar el brazo, se sorprendió:  su mano quedó detenida por la manga de su pijama. Más confundida, aun, se preguntó cómo podía ser aquello. Estaba ahí, era de carne y hueso…

    —¡Increíble!

    Camila la miraba en silencio con unos ojos tan grandes como jamás le había visto. Observó que dejaba escapar una sonora risa nerviosa que de inmediato ocultó con sus manos. Al poco rato descubrió su boca.

    —Sí, increíble.

    Se tocaron en forma atolondrada, como si sus manos no aceptaran la situación.

    —Estaba pensando en ti y apareciste.

    —Yo también lo hacía en ti, y también apareciste aquí, y estás sentada en mi cama.

    —No, en la mía.

    —O sea, ¿tú y yo acá, y tú y yo allá?

    —Es muy raro, pero sin duda obra de los anillos; creo que tenemos mucho que aprender de ellos.

    —Bien, guardémoslos y más tarde nos juntamos para ponernos de acuerdo en qué debemos hacer.

    Antes de recibir una respuesta, Camila dirigió la mirada hacia la puerta.

    —¡Está abierta…! ¡La puerta, Sara, la puerta!

    Había sido tan impactante todo lo ocurrido esa mañana, que había olvidado cerrarla. De un salto se puso de pie con la intención de correr hacia esta, pero lo que vio la detuvo anonadada: Camila se hacía transparente hasta desaparecer y el cuarto volvía a la normalidad. Apenas se repuso, la cerró. Quitó el anillo con delicadeza de su dedo, lo guardó en la cajita y la dejó en el cajón de su cómoda. A punto de cerrarlo, escuchó un par de golpes en la puerta. Lo empujó con fuerza y se quedó parada en silencio, como si esperara algo.

    Los golpes se repitieron.

    ¿Quién podría ser? Su mamá jamás se comportaba en forma tan delicada y era muy temprano para que hubiera regresado su papá; por otro lado, si fuera Camila… pero eso le pareció imposible, la habría anunciado su mamá con un par de gritos… En su mente surgió la imagen de Miguel, pero no había avisado que iría, claro que le encantaba dar sorpresas; ante la posibilidad de que fuese él, dejó salir un suave chillido mezcla de alegría y nervios, y corrió hacia la puerta. Al abrirla, vio en su cara esa encantadora sonrisa que lo caracterizaba.

    Miguel soltó la manilla de la maleta, estiró sus brazos y ella saltó para de inmediato ser elevada por los aires, mientras la besaba en sus rojas mejillas.

    —¡Llegaste! ¡Tengo tanto que contarte…!

    —Está bien, está bien, pero déjame entrar a mi dormitorio y dejar las cosas. Luego podremos sentarnos por ahí

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