Un cambio de vida
Por Ander Arzamendi
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En esta autobiografía de un chico trans, narrada en tercera persona, conoceremos la historia de alguien que durante su infancia y adolescencia, emotivas y sicológicamente difíciles, se da cuenta que no es igual al resto de la gente; que hay algo que no le permite estar bien del todo consigo mismo y menos aún con los demás. Pero poco a poco irá conociéndose y trasformando su vida con tenacidad y fatiga. Gracias a tener muy claro qué es lo que quiere, al no darse por vencido, y a tener a su lado a quien lo ama por lo que es, logrará encontrar la serenidad, aunque algunas cosas sigan todavía siendo muy dolorosas.
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Un cambio de vida - Ander Arzamendi
CAPÍTULO 1
MÉXICO
Este libro podría empezar en muchos momentos, pero es posible que este, nos sirva. Eva se despierta en Ciudad de México, que amanece con tonos anaranjados, entre el bullicio de los coches y la charla constante de todo el que allí vive; parece que nadie se detuvo a dormir ni un sólo segundo. Está terminando de preparase para ir a la escuela. Tenía siete años, era la primera semana del nuevo curso y no quería ir. A pesar de lo pequeña que es tiene muy claro que no quiere que se rían de ella o que la riñan por jugar con los niños; no entiende por qué tiene que jugar con muñecas cuando a ella le gusta más jugar al fútbol o al baloncesto, y aún entiende menos por qué tiene que ponerse esa maldita falda que a su madre tanto le gusta,. Es incómoda, no le gusta, menos mal que consiguió que sus padres la entendiesen en esto y aceptasen que no se la ponga todos los días.
Es bastante obvio que Eva no está del todo a gusto con cómo tiene que comportarse, a pesar de su corta edad pero parece que nadie quiere verlo. Al fin y al cabo, no podemos olvidar la época en la que empieza esta historia y que la gente, en ese momento, no se planteaba que las cosas pudiesen ser diferentes.
Cuando Eva cumple diez años sus padres la cambian de escuela. Resulta que ahora va a empezar en una donde algunos famosos llevan a sus hijos, eso podría significar que entonces sería una escuela mucho más tranquila, en la que los profesores no fuesen tan estrictos, pero nada más lejos de la realidad. En esta escuela las normas son mucho más estrictas y eso a Eva, como os podéis imaginar, no le hace ninguna gracia, por fin había conseguido acostumbrarse a su anterior escuela y ahora tenía que volver a empezar… Antes de ir a ese nuevo lugar, Eva se prepara en casa, un sitio que tampoco es el más cómodo del mundo; su hermano pequeño llora y su padre le riñe, a eso de los golpes es algo a lo que no se ha acostumbrado todavía ni cree que pueda hacerlo.
Eva se da cuenta muy pronto de que las cosas no van a cambiar sino que van a empeorar irremediablemente. Es una niña a la que siempre le ha costado hacer amigos. Eso de no tener los gustos que establece la sociedad lo pone todo un poco más difícil, pero es que, además, en esta escuela no van a permitirle ser libre ni un sólo segundo. De los cuchicheos a los que ya se había acostumbrado pasa en muy pocos días a los gritos e insultos por los pasillos. Mientras ella crece sin querer hacerlo, viendo cómo su cuerpo cambia sin su consentimiento, tiene que aguantar continuos –– ¡mamarracha!, pero ¿tú qué eres, un niño o una niña? Y millones de insultos y burlas más que nadie, pero menos aún una niña, tendría que escuchar. En su casa las cosas tampoco eran buenas, Eva está harta de los reproches de su madre por ser poco femenina, de las constantes peleas con su hermano y de los gritos de su padre. La verdad es que no tiene muy claro si prefiere las burlas constantes de los compañeros o la incomprensión de su casa.
Cuando en clase la mandan a levantarse para hacer algún ejercicio a la pizarra, Eva sabe que comienza un rato de burlas y risas que es bastante insoportable. Los actos que suceden en esta mala obra teatral propia del infierno son: en el momento en que ella mueve la silla para levantarse se escucha ya la primera risa. Se va preparando mentalmente porque sabe que nunca se queda en una sola; mientras camina cabizbaja intentando hacer oídos sordos a los comentarios, pero no puede -a cualquier niña le entrarían ganas de llorar- a Eva en realidad de lo que le entran ganas es de tirarles una tiza en la cabeza a sus compañeros. Al final, este teatro termina con una Eva poco concentrada en lo que dice el profesor, con una pequeña bronca con él y una amenaza de que llamará a sus padres. Así vuelve a su pupitre a esperar a que pasen los minutos para que se olviden de ella un rato. Tardan pero, al final, se vuelve invisible por unos minutos.
Es bastante impresionante, y digno de una novela aparte, ver cómo pasa de rápido el tiempo cuando eres adolescente, el colegio en seguida termina y empieza una nueva etapa dentro de un instituto al que te toca enfrentarte a cosas que eres incapaz de imaginar. Me pregunto cómo reaccionaría un adulto a tantos cambios y nuevos estímulos. Vamos a lo importante: que Eva ella empieza su nuevo instituto y, aunque le encantaría pensar que, al final, las cosas van a ser distintas, sabe que no. Sus compañeros son los mismos pijos que llevan metiéndose con ella desde siempre, así que por mucho que el escenario sea diferente, las relaciones sociales no lo serán.
Para su sorpresa, los pupitres aquí no son individuales sino que hay que compartirlos con alguien. En un primer momento, su cuerpo comienza a temblar, puede tocarle con tanta gente que la odia que no sabe muy bien cómo reaccionar. La profesora dice su nombre y señala un par de mesas donde debe sentarse. Eva mira fijamente. Ese será su sitio durante todo el año; pase lo que pase y sea quien sea quien que estará a sus espaldas en una de esas sillas. Se acerca como un robot, mira al frente sin mirar, prefiere no reconocer a la persona, quizá suelte un gruñido de desaprobación y se queje con la profesora de que la han sentado con la marimacha, la profesora ceda y la dejen sola y así nadie se meterá con ella y…
Los pensamientos de Eva se ven interrumpidos por un tímido saludo de una niña que no conoce para nada. Ambas están quietas, no se mueven, algo las paraliza desde la distancia temporal y física. Me aventuro a decir que a ambas lo que las paraliza es el miedo, el miedo a lo desconocido, al posible daño pero también el miedo a conocer a gente buena por una sola vez; esto es algo en lo que no pensamos porque parece que siempre será bueno pero da mucho miedo.
Las chicas se quedan en silencio y, con pocas palabras al principio, yendo sin prisa, Eva y Ana Laura se van haciendo muy buenas amigas y confidentes. Por fin la suerte se había puesto de su lado y la había colocado al lado a una chica buena, que compartía algunos de sus gustos pero que, sobre todo, no la juzgaba por su forma de ser. Ana Laura le presentó a sus amigas Paula, Adriana e Inma. Con todas se llevaba muy bien pero la relación que tenían Ana Laura, Paula y ella era especial.
Con este grupo de amigas Eva comenzó a vivir el instituto de forma completamente diferente con respecto a la escuela. Ellas se convirtieron en su grupo de seguridad, sin querer hicieron que el Bulismo terminara, y ella nunca supo bien cómo agradecérselo, aunque en realidad sí lo hizo pero con la inconsciencia que te da la adolescencia.
A las chicas les gusta ir de fiesta e ir acompañadas por sus novios o lo que fuesen. Pero hay un problema y es que a estas alturas Eva ya sabe que a ella no le gustan los chicos; pero ahora mismo no es viable decir nada de esto, así que cada vez que van a una fiesta ella lleva a su primo de acompañante para que nadie diga nada. Tiene que hacer ver que encaja como sea en su grupo de amigas, tanto es así que accede, de muy buena gana, a escaparse de clase o a esconderse a fumar. Todo esto provoca que su rendimiento escolar baje y comience a tener problemas con sus padres que no terminarán hasta que ella no madure un poco y se dé cuenta de que no está haciendo las cosas bien.
Sentirse diferente en la adolescencia es algo que no es fácil de gestionar, si ya le costaba en el colegio, ahora con sus amigas incluso más. A veces es inevitable que Eva se pregunte por qué no se siente igual que las demás, ella no tiene ni idea qué es lo que pasa, y la gente que la rodea todavía menos.
De nuevo, todo pasa muy rápido y de pronto se ven todas las amigas teniendo que decidir qué es lo que querrán hacer en el futuro. Hace cuatro días estaban conociéndose y ahora de repente parece que son adultas. Es a Ana Laura y a Paula a las primeras personas a las que les cuenta que quiere estudiar aviación, que lo tiene muy claro, y son ellas también quienes la animan a que se lo diga a su padre.
Esto es lo que más miedo le da a Eva. Su amiga Ana Laura la anima a que se lo diga ya, le dice que su padre es muy majo, y es verdad, Javier -así se llama- tiene sus cosas; educa de una manera con la que Eva no está muy de acuerdo pero también quiere entenderla y darle todo lo que ella quiera, así que sin darle muchas más vueltas, va a contárselo, y tal y como había predicho Ana Laura, su padre se alegra, no por la aviación, a él eso le da un poco igual, sino por verla tan convencida de lo que quiere hacer, con tanta seguridad.
En seguida la inscribe en la escuela de aviación y así, al inicio del curso siguiente, comienza a estudiar toda la parte teórica. Le está yendo muy bien, se aplica y