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Diarios íntimos
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Libro electrónico112 páginas3 horas

Diarios íntimos

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En estos Diarios íntimos, que ella define como "el espejo de mis sentimientos", caben poesía, confesión, testimonio, relato y epístola. La mayor parte del tiempo el destinatario es su amante, pero también se dirige en estas páginas desgarradas al "querido diario", a ella misma en un soliloquio fatalista, al "canalla" de su marido, , al dolor con mayúsculas y al mismísimo dios. Estos diarios son también la manifestación de la culpa, del remordimiento, de la tensión constante con el qué dirán. Y el espacio donde la escritora ensaya su coqueteo con el suicidio, que concretará cinco años después de recuperar la libertad. Pero aunque Teresa Wilms Montt parece vivir adelantada a su tiempo, no puede escapar de la época que le corresponde. Y contra ella, contra esa realidad opresora, la escritora rivaliza y da una batalla que se expresa con la intensidad de una mente ebria y una agitadísima sangre en las páginas de estos precursores Diarios íntimos.
IdiomaEspañol
EditorialAlquimia
Fecha de lanzamiento1 ene 2015
ISBN9789569974052
Diarios íntimos

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    Diarios íntimos - Teresa Wilms Montt

    Teresa Wilms Montt

    Diarios íntimos

    ISBN: 978-956-9974-05-2

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    Diarios íntimos

    Teresa Wilms Montt

    Diarios íntimos

    Teresa Wilms Montt

    De esta edición

    © Alquimia Ediciones, 2015

    Colección: Umbrales de memoria

    Transcripción: Patricio Alvarado y Julieta Marchant

    Edición general y notas: Julieta Marchant

    Coordinación de colección: Guido Arroyo González

    Diseño editorial y fotomontajes: Estudio Navaja

    Prólogo

    N. DEL E.: El siguiente volumen reúne los cuatro manuscritos de diarios íntimos de Teresa Wilms Montt publicados en Obras completas. Libro del camino (Grijalbo, 1994). Se han corregido algunas erratas y errores de puntuación, cotejado detalles con la edición de Lo que no se ha dicho –antología publicada por Editorial Nascimento en 1922– y compuesto notas que colaboran a la comprensión. Las fechas, que en los originales tenían distintos formatos, fueron uniformadas, agregándoles los años correspondientes, aunque siempre manteniendo los datos adicionales que la autora iba anotando y los errores de continuidad. También se han conservado los usos y la ortografía de los diarios originales. Se agradece la colaboración de Erika Marrero en la precisión de las notas y de León Felipe Alarcón en las traducciones del francés.

    Preciosa sangre

    Es posible resumir los intensísimos veintiocho años de vida de Teresa Wilms Montt en menos de diez líneas. De sangre aristocrática, descendiente de cuatro presidentes de la república, segunda de siete hermanas, nace en Viña del Mar en 1893. Lectora prematura, trilingüe, se casa a los diecisiete años sin consentimiento de sus padres, simpatiza con el anarquismo, es acusada de adulterio por su marido e internada en un convento en Santiago y alejada de sus hijas. Huye a Buenos Aires con el poeta Vicente Huidobro, publica cinco libros –cuatro de prosa poética y uno de cuentos–, recibe aplausos de los círculos intelectuales, coquetea con la vanguardia europea, es adicta a los somníferos y al opio, intenta matarse dos veces sin éxito y a la tercera, el 24 de diciembre de 1921, en París, lo consigue.

    Diez líneas de existencia y un correlato preciso en las páginas que dejó escritas. No solo en los libros publicados, sino especialmente en sus diarios, donde fue registrando desde muy temprano sus experiencias vitales y los primeros balbuceos en la poesía. Dado el carácter confesional de sus textos, el diálogo entre vida y literatura resulta evidente. Aunque la producción literaria de Wilms Montt no pueda ser leída al pie de la letra como el depósito de un sino trágico, su escritura da cuenta de una visión del mundo muy propia, muy consciente de las adversidades, y entrega ciertas claves que permiten dibujar un mapa del tiempo y de la escritora inserta con dificultad en aquellas coordenadas. Las páginas de sus diarios, especialmente, nos permiten ver a una mujer con carácter, insumisa, desfasada de su época, incomprendida por el medio, que enfrenta a una sociedad patriarcal, en extremo conservadora. A la prisionera de un sistema sexista, que la castiga una y otra vez. A una muchacha de alcurnia, que parte rebelándose contra su clase y su familia: Me dijeron que en casa mis padres me maldecían y que había muerto para ellos, que no podía contar con nadie en el mundo, porque era la más corrompida de las mujerzuelas, apunta el 13 de noviembre de 1915, recluida en el convento de la Preciosa Sangre, donde escribe la mayor parte de sus diarios. Y, de paso, pone en duda las creencias religiosas que le han inculcado. Ella quiere creer que cree, pero sabe que no es cierto: Yo, que soy incrédula y que tengo mis ideas arraigadas más que las raíces de una encina vieja, me dejo seducir por el cuento de las doctrinas de Cristo y rezo e imploro, como si realmente creyera (...). El día que sufra el desengaño, seré la escéptica, la atea, con mis tristes verídicas ideas. ¡Nada, nada!.

    Ese es uno de los aspectos que destaca Luis Oyarzún en el capítulo Lo que no se dijo de su libro Temas de la cultura chilena, publicado en 1967. El escritor estima que el registro confesional de Wilms Montt lleva en sí un fundamento literario perdurable y que hay elementos innovadores en su desgarrada escritura. ¿No es nueva, al menos entre nosotros, esa obsesión de la nada, el escepticismo radical que se mezcla a intermitentes esperanzas cifradas en otro mundo, y esa especie de juicio de la historia y de la cultura, que se introduce subrepticiamente en la expresión misma de los sentimientos más íntimos?, se pregunta Oyarzún. El comentario cobra especial signi cación si lo empalmamos con el propio registro del autor en sus a lados apuntes del Diario íntimo, donde despliega una visión igualmente apasionada y suspicaz. Así, por ejemplo, en una entrada de 1961: No quiero vivir sin inspiración. Me aplastan los libros, mi avidez por todo lo insustancial, mi actividad y mi persona, mis kilos de más, mi debilidad de carácter ante mí mismo, mi falta de caridad, mi tendencia al goce y al escepticismo.

    Pero la transgresión de Wilms Montt, ya lo vemos, va por otras sendas. Porque la escritora sabe que infringe también las normas sexistas de su entorno, aunque sus concepciones sean espontáneas, muchas veces contradictorias, y carezcan de mayores elaboraciones teóricas. Escúchenla: Mi opinión sobre las mujeres es tristísima y muchas veces me avergüenzo de ser mujer... Sin ser malas lo aparentan, son débiles, orgullosas, profundamente estúpidas y vanas. ¡Son animales de costumbre!. Y a continuación: Las mujeres somos vehementes, y por eso inconstantes. Luego, entre la rebeldía y la sumisión internalizada, la autora con esa que sueña con ser actriz. Y escribe: Lástima que en nuestro país sean tan mal miradas las mujeres que siguen la carrera teatral, pero como yo no tengo prejuicios que respetar y honras y nombre que guardar, espero aprovechar la libertad en que me deja el divorcio, y con permiso de mi amante dedicarme por completo a mi arte.

    Con permiso de mi amante: esa frase resume acaso las tensiones de la escritora. Tiene un amante, es decir, infringe las normas, pero sigue dependiendo del permiso del hombre para hacer lo que le dé la gana en términos profesionales. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con la elección de uno de sus primeros seudónimos: Tebal. Te de Teresa y bal de Balmaceda: autonomía y subordinación paralelas. Es la naturalización de una conducta demasiado arraigada en la época, incluso para una mujer como Wilms Montt.

    En sus diarios –que ella de ne como el espejo de mis sentimientos– caben poesía, confesión, testimonio, relato y epístola. La mayor parte del tiempo el destinatario es su amante, pero también se dirige en estas páginas desgarradas al querido diario, a sí misma en un soliloquio fatalista, al canalla de su marido, a la vida imbécil de animal degenerada, al Dolor con mayúscula y al mismísimo Dios: ... tú que fuiste el salvador del mundo, que sufriste siendo Dios-Hombre, sabiendo que el cielo te esperaba, sufriste tres días; yo llevo un mes, qué digo, una vida y sin esperanzas de terminar. Yo soy criatura humana débil y pecadora.

    Estos diarios son también la manifestación de la culpa, del remordimiento, de la tensión constante con el qué dirán. Y el espacio donde la escritora ensaya su coqueteo con el suicidio, que concretará cinco años después de recuperar la libertad. Alusiones a veces sutiles e ingenuas y otras muy directas, que anidan una idea romántica de la muerte: Siento verdadero sensualismo en morir, escribe. Se obsesiona con la oscuridad, la angustia, el negro fantasma que se enseñorea en mi cerebro. Ella sabe que su equilibrio es precario, pero no tiene herramientas su cientes para dar pasos más rmes. Mi cerebro, antes inagotable de ideas salvadoras, hoy se niega a discurrir; parece un cerebro ebrio, dormido, enfermo, deja registrado en sus cuadernos del convento. Y más adelante, en su errancia europea, cree distinguir tres manchas negras dentro de su mente: el amor, el dolor y la muerte. Y entonces se observa

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