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Decisiones en conservación y restauración: Reflexiones desde la formación y la práctica profesional
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Libro electrónico331 páginas3 horas

Decisiones en conservación y restauración: Reflexiones desde la formación y la práctica profesional

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El libro reúne a especialistas interesados en compartir nociones conceptuales, mecanismos, metodologías y conflictos actuales de la conservación y restauración de objetos culturales, con la finalidad de transparentar sus procedimientos e interrogantes.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 jul 2023
ISBN9786075397665
Decisiones en conservación y restauración: Reflexiones desde la formación y la práctica profesional

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    Decisiones en conservación y restauración - Gabriela Valerie Yolanda Laura Magdalena Luis Fanny María Yareli Isabel Daniel Patricia Tania Ana Lizeth Peñuelas Guerrero Magar Meurs Madrid Alanís Suárez Pareyón Aveleyra Castañeda Hernández Amaro C

    Lo que dicen nuestras decisiones, a manera de presentación

    ———•———

    Gabriela Peñuelas Guerrero*

    Tomamos decisiones todo el tiempo, algunas tienen un menor o mayor impacto e importancia en nuestra vida diaria; si bien solemos detenernos ante las que implican una consecuencia fuera de lo ordinario. Sucede lo mismo en nuestra vida profesional, de manera constante optamos por resolver de una u otra forma un proceso y recuperamos apenas algo de él. Desde hace poco más de veinte años se ha comenzado a discutir, compartir y publicar la manera en la que se construyen ciertas determinaciones en materia de conservación y restauración; incluso se han establecido programas como Sharing Conservation Decisions del International Center for the Study of the Preservation and Restoration of Cultural Property (iccrom), que comenzó como un llamado a mejorar la comunicación entre el conocido triángulo de las áreas involucradas en la conservación: humanidades, ciencias y restauración. Con el tiempo, esta preocupación ha adquirido matices que amplían los aspectos que se planteaban de acuerdo con las necesidades de la conservación (Antomarchi, 2018: 5).

    Este tipo de empresas puso de manifiesto varios señalamientos; uno de los más relevantes es que para construir conocimiento colectivo se necesita compartir el mecanismo de decisión, además de los resultados de la investigación aplicada al caso en estudio y de nuestra intervención. También permitió enfatizar que divulgar la decisión es una necesidad de la disciplina para socializar nuestra labor con todos aquellos que desean saber cómo y quién solicitó la intervención, quién otorgó los recursos económicos o humanos, además de los procesos técnicos realizados. Con los años se ha privilegiado la difusión entre especialistas dejando en segundo término a los demás interesados.

    Otra de las ganancias de exponer el proceso de toma de decisión es que se visibiliza al restaurador o restauradora que decidió de tal o cual manera; sin duda, es un acto de madurez disciplinar, los colegas estamos listos para el debate, la crítica y el diálogo, se trata de abrir y transparentar nuestro proceder, y de alejarnos más de aquello guardado de manera celosa. Aún a principios de la primera década del siglo xxi se nos enseñaba que el restaurador debía quedar en el anonimato, que su acción debía ser visible a cierta distancia, pero su intervención debería disimularse, en otras palabras, no debíamos figurar, lo importante es y había sido las obras de arte o los artefactos de civilizaciones pasadas.

    En la aproximación basada en el objeto, como Dean Sully (2013) denomina a dicha forma de actuar, se intuye un restaurador que poco interactúa con los otros, salvo con los especialistas del triángulo antes mencionado. Desde esta perspectiva, Marie Berducou (2018) ubica a Viollet-le-Duc, Ruskin, Boito y Riegl, quienes buscaban la preservación del material original y respetar las adiciones históricamente significativas; con el restauro crítico, el discurso se centra en las obras o trabajos artísticos, aunque no en exclusiva, se señala el respeto por el material original como centro y se pregunta ¿cómo se puede considerar la historia material de estos objetos dentro de la intervención? (Berducou, 2018: 161). A esta herencia teórica sin duda le debemos que el rol del restaurador sea el de un especialista que incorpora elementos de las humanidades y las ciencias, y recupera la sensibilidad estética para intervenir. Aunque el restaurador como sujeto queda disminuido, no se considera que pueda errar, sólo acertar o que deba comunicar su proceso ante los distintos actores que hoy en día se reconocen.

    El reconocimiento de distintas comunidades vinculadas con los bienes culturales, ajenos y distintos a los especialistas y fuera de los museos, fue el resultado de las discusiones internacionales que permitieron la firma del Documento de Nara sobre autenticidad (1994) (Stovel, 2008) o esfuerzos regionales como el del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (icomos) de Australia para sitios de significación cultural, mejor conocida como la Carta de Burra (1999). Sin duda, estas reflexiones habrían tenido cursos distintos sin las aportaciones de Miriam Clavir (2002), Herb Stovel (2005), Gamini Wijesuriya (2010), entre muchos otros. La variedad de estas posturas permitió abrir el debate para muchos temas, entre ellos hablar de las maneras en que decidimos.

    En este panorama la restauración está vinculada a muchas personas: quien la solicita, quien la realiza, quien la paga –que no siempre es quien la solicita–, a veces es el Estado, o una comunidad pequeña, en ocasiones buscan exhibir o continuar con el uso del objeto o sólo para apreciarlo. Ante tanta variedad estoy convencida de que también aceptamos que se puede pensar distinto y actuar diferente, por lo que no todos los restauradores llegaremos al mismo lugar con los mismos elementos. En este contexto cuestionarnos cómo se toman las decisiones, cuándo se decide y por qué se decidió así se vuelven interrogantes relevantes.

    Como veremos a lo largo de la publicación, se decide todo el tiempo, aunque se enfaticen distintos momentos que se reconocen importantes durante la restauración. Revelar estos mecanismos por los cuales se elige una opción sobre otra requiere claridad y conciencia de dicha elección. En otras palabras, presupone una restauradora o restaurador que conoce la postura teórica, significado e implicaciones de los conceptos que emplea, así como los beneficios, ventajas, desventajas y límites de los tratamientos y materiales que propone y que desea realizar, que conoce el contexto y que sabe con quién quiere y debe compartir esta información. En mi opinión, hablar del proceso y los aspectos que se involucran en las decisiones permite a las y los restauradores reconocer que su labor puede ser objetiva, pero jamás neutra, que responde a su bagaje y contexto, que alguien más pudo haber tomado otro camino y, por lo tanto, es deseable, necesario y legítimo compartir los elementos, puntos de vista y la discusión que permitió dicha elección.

    En México, en la actualidad, contamos con distintas publicaciones periódicas especializadas en conservación y restauración de patrimonio, otras tantas dedicadas al estudio del patrimonio y los museos, en todas ellas escriben restauradores. Sin embargo, seguía pendiente un espacio que tuviera como eje la toma de decisión, sin importar si se trataba de restauración de metales, de conservación arqueológica o restauración urbana. Así, se retomaron algunas ideas y disertaciones presentadas en el coloquio sobre toma de decisiones en conservación y restauración en el cual participaron arquitectos restauradores, sociólogos, restauradores de bienes muebles de distintas especialidades, así como restauradores que forman a los futuros restauradores, organizado por Renata Schneider por medio de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del Instituto Nacional de Antropología e Historia (cncpc-inah) en febrero de 2017.

    Este encuentro permitió visibilizar la variedad de formas, alcances y propósitos que se pueden presentar en el marco de la conservación y restauración del patrimonio: desde los procesos que el gremio reconoce como tradicionales, por ejemplo, la reintegración, o algunos que pueden generar debate como el reenterramiento o la valoración de objetos a raíz de su restauración. También permitió observar las implicaciones materiales que adquiere una decisión de restauración o conservación, pues tras el cambio en la apariencia del objeto se encadenan modificaciones de uso, de relevancia para quienes ese bien es significativo. Además, se nombraron distintos factores y actores que se consideran para tomar decisiones, los usuarios o los personajes más representativos de la comunidad vinculada a los bienes culturales, los especialistas, incluidos restauradores, arqueólogos, físicos, químicos, biólogos, sociólogos, antropólogos, museógrafos; es decir, los grupos con intereses diversos en el ámbito de los bienes culturales.

    A raíz de esta diversidad de enfoques y aproximaciones surgió la necesidad de conformar un volumen que recuperara la variedad de las preocupaciones que permean en la restauración en México. Se convocó a los especialistas interesados a discutir sobre la toma de decisiones. El resultado es una publicación de doce capítulos dividida en dos partes. La primera expone las distintas aristas de la formación en restauración: lo que se ha aprendido con la práctica; los cuestionamientos que los docentes nos hacemos todos los días al enseñar a futuros restauradores; y los mecanismos que se han generado para enseñar a tomar decisiones. El segundo apartado, más extenso, aborda el ámbito profesional, el lector encontrará revisiones históricas de la manera en que el diálogo interdisciplinario ha permitido establecer líneas de conservación, análisis de factores en los que se puede o no realizar algún tratamiento, propuestas conceptuales y exposición de casos prácticos donde se desmenuza la manera de decidir.

    El libro abre con una contribución que reúne los dos aspectos que el restaurador combina todo el tiempo, la sensibilidad y la estructura académica. En la primera parte, la autora nos comparte una serie de lecciones que ha aprendido de distintos colegas en más de veinte años de trayectoria internacional, al tiempo que le recuerda al lector la esencia de la disciplina: la necesidad de trabajar de manera interdisciplinaria, para ello nos invita a ser humildes, honestos, receptivos, respetuosos y constantes. No es un decálogo de principios, pero sí una llamada para continuar con una profesión sui generis como lo es la restauración. Por otro lado, reflexiona en torno a los distintos momentos presentes en el proceso de decisión; Valerie Magar distingue tres momentos clave: de actividad y de recolección de información, de pausa y reflexión, así como de emitir juicios. Para ella, es un ir y venir entre las situaciones objetivas y las que involucran a nuestra subjetividad a partir de interpretaciones, donde producimos hipótesis y propuestas de todo tipo, en donde nuestra formación, contexto y experiencia se ponen en juego. A partir de estos señalamientos nos presenta una guía del proceso de conservación y gestión del patrimonio cultural, entendido como un ciclo continuo que busca la preservación del patrimonio. En este modelo Magar recupera la comprensión del bien a intervenir, su significado e importancia, los cambios e impactos de su estado de conservación, las medidas de conservación y gestión, así como el plan y la consecuente ejecución de acciones para llevarlo a cabo; señala la documentación y la comunicación de resultados, el mantenimiento, monitoreo, evaluación y revisión de las acciones. Sirve este texto como una aproximación general a la conservación y restauración del patrimonio, donde se vincula la formación con el ejercicio profesional.

    Para entrar al terreno de lo formativo, el segundo capítulo es un testimonio singular y subjetivo en el cual se recuperan las vivencias y experiencia de quien examina uno de los espacios más emblemáticos de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía Manuel del Castillo Negrete (encrym): el Seminario-Taller de Restauración de Pintura de Caballete. Con un enfoque crítico, Yolanda Madrid da voz al estudiantado y los docentes, por medio de conversaciones y el análisis de informes, nos presenta una revisión histórica que reflexiona sobre el doble juego que adquiere el error en la formación de los restauradores. Por un lado, se interviene el patrimonio cultural original con carácter único, por lo que el trabajo debería garantizarse sin equivocaciones, al tiempo que cualquier actividad humana está cargada de una fuerte posibilidad de errar, y justo en esa frustración la enseñanza suele ser más significativa.

    El tercer capítulo es una contribución que analiza los retos y alcances que Laura Suárez Pareyón ha detectado en la enseñanza en la encrym desde un nuevo marco de actuación señalado por el Modelo de Formación para la Licenciatura en Restauración de 2013, basado en competencias, cuya premisa principal busca que el estudiantado aprenda en la práctica y el personal docente sea una guía, un acompañamiento. ¿Qué necesita saber el profesional de la restauración para enseñar a restaurar a partir de competencias?, con esta pregunta, la autora pone de manifiesto una de las características de los profesores de restauración, quienes en principio son restauradores, y sólo en algunos casos cuentan con posgrados en pedagogía o educación, pero son los menos.

    El cuarto artículo profundiza en el ejercicio reflexivo que permite al estudiantado ejercitarse en el empleo de distintos textos como referentes teóricos para tomar decisiones. A su vez, Magdalena Castañeda nos llama la atención sobre el carácter hermenéutico planteado por Cesare Brandi (1989) y Paul Philippot (1976), entre otros, para entender las transformaciones de los objetos que se restaurarán; en ese sentido, recalca la especificidad de las pinturas de caballete donde con los años se ha desdibujado la importancia de la sensibilidad y empatía con la corporeidad de quien observa, la vivencia de la relación de ese sujeto con la imagen como uno de los factores a considerar en la interpretación de este tipo de objetos. La autora pide favorecer la apreciación de las relaciones plásticas, es decir, la luz, la composición, el volumen, las pinceladas, para comprender la pintura y sus transformaciones, no sólo buscar encontrar un estado ideal único como lo plantea Barbara Appelbaum (2007), ya que, en su opinión, sería reducir el objeto a una única interpretación.

    El quinto capítulo, último de la sección dedicada a la formación, evidencia los mecanismos en los que los seminarios-taller han operado por mucho tiempo para atender a las solicitudes de restauración y, al mismo tiempo, lograr cumplir con los objetivos de enseñanza de una institución que forma parte del inah y que, por lo tanto, debe estar en sintonía con la misión del instituto. Fanny Unikel y Luis Amaro nos indican algunos aspectos de la complejidad de enseñar a restaurar esculturas policromadas en cuarto semestre de la licenciatura en Restauración, los elementos didácticos que les han permitido construir con el estudiantado formas de decidir a partir de la observación, de establecer un problema de conservación, indagar con distintas técnicas de investigación, obtener datos, analizar e interpretarlos para plantear soluciones y evaluarlas conforme a los principios y criterios tanto teóricos como técnicos y materiales, siempre respecto del contexto actual y el uso del patrimonio. La riqueza del texto es que da voz a intervenciones realizadas por distintas generaciones, mostrando la complejidad de los casos que sirven para aprender mientras se restaura.

    La segunda parte está dedicada al ejercicio profesional, donde la variedad es tan amplia como las posibilidades de conservar bienes que representan algo digno de conservar en el discurso local, nacional o sentimental de cierto grupo. La restauración, desde su concepción como disciplina, se reconoce como una actividad crítica basada en la interdisciplina. Los autores podrán coincidir que los aspectos químicos, físicos y los históricos o arqueológicos han estado presentes desde el siglo xix para acompañar a la restauración, donde la suma de saberes siempre es en favor de la comprensión del objeto. En este sentido, el sexto artículo revisa el trabajo compartido entre los restauradores y los arqueólogos para conservar y construir espacios de diálogo. María Barajas recupera los criterios de intervención que guiaron las labores de conservación durante los últimos 40 años, y señala los cambios sustantivos a lo largo de los proyectos del Templo Mayor de Tenochtitlan. La autora cuestiona sobre el impacto de las decisiones en la materialidad de lo que se busca conservar, por ejemplo, mantener en su sitio los elementos adosados a pesar de las condiciones ambientales de la Ciudad de México; la validez del reenterramiento tras el registro minucioso o la posibilidad de realizar ventanas arqueológicas. Una de las aportaciones de este trabajo es el énfasis en la claridad de los límites y compromisos en un contexto de trabajo interdisciplinario para garantizar los recursos materiales, económicos y humanos en aras de la conservación del patrimonio en cuestión.

    De la mano del artículo anterior, la siguiente contribución revisa documentos internacionales en materia arqueológica para aterrizarlos en procesos que han sido polémicos en México, como el reenterramiento. Yareli Jáidar enfatiza que las necesidades de conservación deben relacionarse siempre con las posibles acciones, los recursos y la evaluación del proceso de intervención. Resulta interesante su reflexión, ya que presenta distintos escenarios que se plantean al inicio del trabajo de intervención; las posibles vías de solución; la evaluación de cada alternativa, y la manera en que puede cambiar la situación durante la intervención, una constante en la labor del restaurador: mantenerse alerta ante el cambio que será la única constante. Propone, al cerrar el capítulo, algunos lineamientos básicos de conservación respecto de las ventanas arqueológicas que abonan a la toma de decisiones para fundamentar y delimitar este tipo de intervenciones.

    El siguiente capítulo continúa con la visión arqueológica de conservación; Isabel Medina-González discute e incorpora distintos elementos para la toma de decisiones y el fortalecimiento del juicio crítico del restaurador y ocupa como punto de partida la propuesta de Marie Berducou (1996), en cuanto a la estabilidad, integridad y accesibilidad como vértices de una tríada donde los distintos principios y metaprincipios causarán tensiones. Para ello, la restauradora analiza los principios que limitan las acciones de conservación, como son la estabilidad, integridad, legibilidad, legitimidad y precautoriedad para vincularlo a los criterios señalados por distintos autores. Sin duda, una de las aportaciones de este texto es el cuestionamiento constante a lo que hemos dado por hecho en nuestra práctica, y una sugerente invitación a poner en juego las nociones tradicionales con nuevos planteamientos.

    Con este antecedente es posible revisar la pertinencia, así como las implicaciones de considerar ejes conceptuales para tomar decisiones, como la integridad, la autenticidad, la materia y el concepto del objeto a restaurar. En ese tenor, la discusión de los criterios aplicados a diversos casos de restauración conforma los últimos apartados de este volumen. En el noveno capítulo Daniel Sánchez cuestiona los límites de la reintegración, una disputa clásica en la práctica y sobre la que en pocas ocasiones el lector puede conocer los motivos y fundamentos que llevaron al restaurador o al grupo de restauradores a tomar cierta decisión. En un mundo en el que buscamos enfatizar la responsabilidad de nuestras acciones, es interesante encontrar textos que nos expliquen paso a paso lo que guío una restauración. En este caso, la imagen de una Virgen de Guadalupe sirve de ejemplo para cuestionar el nivel de intervención cuando la pintura de caballete presentaba pérdidas de 40%. En un ejercicio donde el proceso técnico por fuerza requiere del análisis crítico y la sensibilidad de quienes lo ejecutan para lograr la intervención.

    En esa misma línea, el lector encontrará capítulos donde las indagaciones históricas vinculadas con la materialidad de las piezas guían paso a paso las intervenciones, en las cuales las decisiones impactan en la valoración del patrimonio restaurado. En ese sentido, hay dos contribuciones donde los restauradores tomaron como punto de partida el reconocimiento del objeto como guía. Patricia de la Garza y Tania Estrada remarcan tres ejes fundamentales de la indagación y del proceso de decisión de un libro de coro de 1715: el conocimiento de los materiales y la técnica de factura, el estado de conservación y el contexto que derivan en la interpretación, lo que les permitió la construcción de distintas vías de intervención.

    Establecer la autenticidad del estandarte escocés de las Brigadas Internacionales fue el eslabón que permitió a Daniel Sánchez proceder a su conservación. Así, los autores nos presentan de una manera transparente y cotidiana sus reflexiones del ejercicio práctico.

    El volumen cierra con un ejemplo de arte contemporáneo donde también Lizeth Mata expone distintas vías de acción propuestas por el equipo de restauración y su evaluación, al incorporar elementos en la discusión como el papel del artista vivo. La autora refiere las diferencias entre el arte tradicional y el contemporáneo, donde el primero suele privilegiar el aspecto material, aunque no sea la única manera de aproximarse al patrimonio (Sully, 2013), mientras que el arte contemporáneo, muy similar al patrimonio en uso o vivo, abre cuestionamientos relevantes sobre la funcionalidad o la autenticidad, ¿qué sucede cuando el material original importa menos que el concepto? Para este tipo de bienes artísticos la función, la intención de creación, el significado, el derecho moral y patrimonial, el contexto de exhibición son aspectos que cobran relevancia para decidir en beneficio de la obra y su conservación.

    Por último, recupero un fragmento de una

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