20 AÑOS DAN PARA MUCHO en cualquier aspecto de la vida, pero los últimos 20 han acelerado especialmente todas las preocupaciones que, a comienzos de este siglo, empezaban a hacerse patentes en lo que se refiere al modo en que producimos las cosas que usamos. Por ejemplo, revisando sistemas que empezaban a resultar obsoletos, como la cultura consumista del ‘usar y tirar’ que, apoyada en la obsolescencia programada, permite que los objetos se fabriquen con fecha de caducidad, útiles por un tiempo estipulado; y replanteando, a la vez, los modos de fabricar y por tanto de diseñar.
Todo lo que nos rodea ha sido diseñado por alguien, a veces bien y con excesiva frecuencia mal. Y no se diseña mal o bien porque se consiga que un mueble, una lámpara o un objeto sea más bonito