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Aliados contra el maltrato animal: Del bienestar animal a la protección penal
Aliados contra el maltrato animal: Del bienestar animal a la protección penal
Aliados contra el maltrato animal: Del bienestar animal a la protección penal
Libro electrónico319 páginas4 horas

Aliados contra el maltrato animal: Del bienestar animal a la protección penal

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A pesar de que, debido a que muchos animales mueren antes de ser atendidos por una protectora o una institución municipal, es imposible calcular el número de abandonos que se producen cada verano. “El futuro de un perro o gato abandonado es triste, doloroso e incierto, pues aparte de padecer hambre, sed, enfermedades, agotamiento y un gran deterioro físico y psicológico, muchos son utilizados en peleas salvajes o acaban atropellados en la carretera, lo que, además del sufrimiento del animal, puede provocar accidentes mortales para los ocupantes del vehículo”. Tener en casa un guacamayo, una boa, un chimpancé, un mapache, un Kinkajou o un escorpión es una moda que, además de peligrosa para sus dueños, resulta muy perjudicial para estas especies y la biodiversidad en general. Estos animales son una pequeña muestra de una extensa lista repleta de muchos otros tipos. Un perro o gato  que ha sido maltratado puede mostrarse triste, depresivo o repetir de forma compulsiva determinados comportamientos, como el ladrar a todas horas. El maltrato, físico o psicológico, deja secuelas en el perro o gato que lo ha sufrido. El comportamiento de un animal que ha padecido abusos por parte de su dueño cambia, en especial si éstos se prolongan durante meses o años. Un can desconfiado, con problemas para relacionarse con otros animales o personas de su entorno, e incluso ciertos tipos de agresividad, puede estar indicando que el perro ha sido maltratado y que, por lo tanto, que necesita ayuda. 
    
IdiomaEspañol
EditorialGRGS
Fecha de lanzamiento19 jun 2023
ISBN9791222421056
Aliados contra el maltrato animal: Del bienestar animal a la protección penal

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    Aliados contra el maltrato animal - Alvarez Claudia

    Aliados contra el maltrato animal

    Del bienestar animal a la protección penal

    INDICE

    Introducción

    TEMA 1. Señales de maltrato

    TEMA 2. Reconocer un maltratado

    TEMA 3. Perro maltratado: cómo denunciarlo

    TEMA 4. Del bienestar animal a la protección penal

    TEMA 5. Mayor interés hacia el bienestar animal

    TEMA 6. Aliados contra el maltrato

    TEMA 7. Cachorros de usar y tirar: ¿no éramos los mejores amigos de los animales?

    TEMA 8. Divorcio con perro o gato en casa, ¿con quién se queda el animal?

    TEMA 9. Animales salvajes: por qué no deberías tenerlos de mascota

    TEMA 10. Negligencia veterinaria: ¿Cómo actuar?

    TEMA 11. Sanciones por maltratar animales

    DESARROLLO

    INTRODUCCIÓN

    El maltrato hacia los animales es un problema grave que no solo afecta a los perros y gatos víctimas. Es un problema global que incumbe a todos, advierten los veterinarios. Y es que los investigadores científicos han demostrado la relación entre el maltrato animal y el maltrato humano. Por eso, en este artículo los veterinarios piden colaboración para aumentar la conciencia social contra el maltrato hacia los animales, mejores leyes y mayores sanciones, con el fin de ayudar a prevenir el daño hacia los animales. Los canes (y felinos) maltratados necesitan ayuda urgente. «El maltrato hacia los animales es un problema global. Pero aún hay más: la relación entre el maltrato animal y el maltrato humano está demostrada. Y esta es una razón más, y no menor, para luchar por el bienestar de los perros y gatos (y otros animales), así como para unirnos para evitarlo».

    Cuando un perro o gato maltratado llega a la clínica, el veterinario tiene un papel esencial en la detección de situaciones de daño físico y psicológico contra los animales. Y eso es especialmente relevante en los casos donde se produce maltrato animal con daños físicos que exigen ayuda médica. El doctor entonces no solo establece la naturaleza y extensión de las lesiones derivadas del maltrato, sino que también establece criterios para valorar el daño y aplicar el tratamiento necesario.

    La crueldad hacia los animales debe considerarse un problema global, pues los investigadores han demostrado la relación entre el maltrato animal y el maltrato humano, y en particular la violencia de género y la doméstica en general. Por ello, los veterinarios, junto con otros profesionales, tienen un papel vital en reconocer no solo la situación de maltrato animal, sino también para ayudar a personas que pueden ser objeto de maltrato. El maltrato, por tanto, debe considerarse como una entidad con distintas expresiones, dentro de las cuales está el maltrato animal.

    Y, ante todo, lo importante es prevenir el daño. La concienciación social es una herramienta necesaria contra el maltrato hacia los animales. Los ciudadanos deben ser más sensibles a los problemas de crueldad hacia perros y gatos y otros animales vulnerables al daño físico y psicológico infringido por personas malintencionadas. Pero, ¿cómo lograrlo? La formación y educación de la sociedad en materia de bienestar animal es muy importante. Y, en este sentido, los veterinarios también pueden ser una pieza clave.

    Pero, ¿cómo reconocer el maltrato animal en la clínica veterinaria? Los veterinarios pueden, y deben, jugar un papel cada vez más importante en el bienestar animal y en la lucha contra la crueldad hacia los animales. Por ello, contar con algunas herramientas que les ayuden a detectar pronto las situaciones de riesgo resulta esencial. Entre ellas, es importante crear y poner en práctica protocolos relativos al bienestar animal que permitan no solo dar con las situaciones de riesgo para los amigos de cuatro patas, sino también resolver problemas y promover las buenas prácticas cuando hay animales en casa. Una de ellas sería la tenencia responsable de perros y gatos, así como de otros animales.

    Para reconocer este maltrato, y ser capaces de prevenirlo, el veterinario debe adquirir a lo largo de su periodo formativo (grado, postgrado y especializado) una formación científica de calidad en las distintas disciplinas que constituyen la llamada Ciencia del Bienestar Animal, que es interdisciplinaria por naturaleza. Esta formación continuada debe constituir un pilar fundamental en la actualización de sus conocimientos. . «La profesión veterinaria se encuentra abocada a liderar la lucha por el bienestar animal con todas sus herramientas técnicas y científicas frente a la otra cara de la moneda: el maltrato animal», los profesionales de la medicina veterinaria deben unir esfuerzos con los de fiscales, cuerpos de seguridad, otras profesiones sanitarias, círculos universitarios, asociaciones protectoras de animales en una lucha por el bienestar animal que, aunque se antoja larga, no hay que perder. «Los veterinarios estan en condiciones de reconocer cuándo se produce el maltrato animal: podemos actuar como peritos forenses en la lucha contra el maltrato y, por ende, en la consecución del bienestar animal».

    Abusar de un perro o infringirle daño, además de ser una conducta cruel y deplorable, está prohibido ,y castigado. Ante una situación de maltrato, la denuncia puede partir de un ciudadano particular, aunque también se pueden canalizar a través de las numerosas asociaciones de protección animal que existen. Las multas por abusar de un can varían en cada región autónoma, que aprueba sus propias normas de protección de animales domésticos. El Código Penal considera delito el maltrato del perro, y lo castiga con hasta un año de cárcel. La denuncia por maltrato puede partir de un ciudadano particular, o bien canalizarse a través de una asociación de protección animal.

    Un discurso efectivo contra el maltrato del animal debe contar con experiencias reales y con las dosis adecuadas, y racionadas, de pasión. La lucha contra el maltrato ejercido sobre el perro incluye acciones como colaborar con una asociación protectora, poner en marcha un blog en Internet y organizar eventos para sensibilizar sobre la importancia de la protección de nuestras mascotas. En este último caso, conviene preparar un discurso eficiente con el que sensibilizar, que sea capaz de transmitir el mensaje con eficiencia y fuerza.

    La pasión no basta para articular un mensaje efectivo con el que comunicar la importancia de frenar el maltrato hacia el perro. La gravedad del problema debe llegar al público que escucha, y para transmitir el mensaje con fuerza conviene apoyarse en datos actuales. Crear un esquema sencillo en papel para ordenar las ideas clave de su discurso sobre maltrato animal es esencial para no trabarse o quedarse bloqueado durante la intervención. Partir de una experiencia propia o cercana que refleje el abuso sufrido por un can, puede ser usado como hilo conductor para guiar su discurso. Abusar de un perro o infringirle daño, además de ser una conducta cruel y deplorable, está prohibido,y castigado. . Los maltratadotes de animales domésticos, entre ellos el perro, se enfrentan a penas de entre tres meses y un año de cárcel, como recoge nuestro Código Penal. Además, las diferentes leyes de protección animal de las comunidades autónomas recogen las multas y sanciones correspondientes al abuso hacia el can.

    Conocer las señales que pueden advertir de que un perro está siendo maltratado ayuda a incrementar la sensibilidad que sentimos hacia esa cruel conducta. Debe advertir de las graves secuelas que permanecen tras los episodios de violencia repetidos, y que pueden no desaparecer del todo a lo largo de la vida del animal. La desconfianza extrema y el problema para relacionarse con las personas que le rodean es uno de los indicios más evidentes de un posible maltrato en el perro.

    Los comportamientos compulsivos, como acciones repetidas sin motivo aparente a diferentes horas del día, los ladridos excesivos o sin sentido a todo tipo de superficies son otros síntomas que avisan de un probable abuso.

    El miedo que experimenta un perro ante las situaciones de crueldad puede explicar que ciertos animales maltratados sientan temor a la hora de salir a la calle: cualquier ruido puede ser motivo de pánico. La falta de actividad física, la tristeza o una actitud depresiva pueden estar asimismo avisando de que el animal sufre episodios de violencia. Conocer estos traumas ayuda a sensibilizarse sobre la gravedad del problema. Mientras que utilizar un mensaje directo y real es un camino casi seguro para lograr transmitir su discurso contra el maltrato hacia el perro.

    Aunque el panorama de los abusos contra canes e sea triste y desolador, cuando organice o surja una charla en contra el maltrato no debe quedase plantado en el pesimismo. Su discurso debe motivar, y lograr que las personas que escuchan se unan al, en general, silencioso y difuso movimiento social contra el maltrato a los animales. Ofrecer soluciones a las conductas de maltrato al perro ayuda a sentirse animado para continuar la lucha contra esta lacra. En este sentido, proporcionar el contacto de algunas asociaciones protectoras que luchan contra el maltrato es una buena idea. Pasar una hoja para recabar firmas contra el maltrato es otra forma de convertir el encuentro en algo más dinámico y participativo.

    Consejos:

    La pasión no basta para articular un mensaje efectivo. Para transmitir el mensaje con fuerza conviene apoyarse en datos, cuanto más actuales mejor.

    Cree un esquema sencillo en un papel: le ayudará a ordenar las ideas clave de su discurso sobre maltrato animal.

    Parta de una experiencia propia o cercana que refleje el abuso sufrido por un can: su discurso será más real y sincero.

    Recuerde que conocer las señales que pueden advertir de que un perro está siendo maltratado ayuda a incrementar la sensibilidad que hacia esa cruel conducta.

    Los comportamientos compulsivos como los ladridos excesivos son uno de los síntomas que avisan de un probable abuso.

    Tradicionalmente los animales eran considerados como meras cosas y objetos materiales, por lo tanto las lesiones o la muerte de ellos, en la legislación española se regulaba como un delito o una falta de daños de carácter patrimonial. Esta idea a cerca de los animales, se ha visto modificada a lo largo del tiempo, debido a la labor de concienciación sobre la importancia de su protección, dejando atrás las doctrinas antropológicas, para orientarse en teorías cada vez más centradas en la protección del animal, entendido como tal. Muestra de ello, es la Declaración Universal de los Derechos de los Animales proclamada el 15 de octubre de 1978 mediante la cual se promovieron los derechos de los animales por medio de la regulación legal o en el ámbito europeo con el Protocolo sobre la protección y el bienestar de los animales, anexo al Tratado constitutivo de la Comunidad Europea de 1997 o las resoluciones del Parlamento Europeo sobre bienestar y estatuto de los animales de 21 de enero de 1994 y 6 de junio de 1996, mediante los cuales, se reconoce que los animales tienen derechos y gozan de dignidad. El aumento del interés en el ámbito internacional y nacional, junto a la ineficacia del Derecho Administrativo Español, que se encargaba de su regulación, promovió el cambio de tutela que fue llevada a cabo por parte del ámbito penal y de esta manera, otorgando una mayor seguridad jurídica. En el mundo el interés de la sociedad por la protección de los animales, se puede ver reflejado en la creación de diversas asociaciones animalistas que trabajan día a día en proyectos que contribuyen a disminuir las situaciones en las que los animales se encuentran desprotegidos o sufriendo algún tipo de maltrato. La función de las protectoras, a diferencia de las perreras, es muy importante para la tutela de los animales abandonados, puesto que no solo acogen y cuidan a los animales, sino que se ocupan de ellos durante el tiempo que tardan en ser adoptados por familias de acogida. Después de la adopción, las protectoras realizan un seguimiento continuo para comprobar que los animales se adaptan de manera correcta y que el trato recibido es el adecuado, con ello evitando posibles abandonos y procurando el bienestar de los animales en todo momento. Por el contrario la función de las perreras, es similar, en el sentido en el que acogen también animales, pero a diferencia de las protectoras, en las perreras no se encargan de acoger a los animales por un tiempo indefinido; sino solo hasta que transcurra un plazo, que normalmente está preestablecido, tras el cual, el animal es sacrificado.

    Las actuaciones de grupos animalistas resultan esenciales para concienciar a la sociedad sobre la importancia de proteger a los animales, ya que son las que se encargan de difundir campañas de sensibilización y de información a la población, promover cambios y participar en los marcos legislativos, impulsar plataformas de participación a favor del respeto hacia los animales o en la mayoría de los casos, interponer denuncias ante las autoridades sobre casos en los que se presume que existe un delito de maltrato o abandono animal.

    Pero al mismo tiempo, es posible observar cómo en algunas circunstancias, sectores animalistas radicales, realizan acciones ilícitas, como pueden ser delitos de lesiones hacia las personas que consideran que atentan contra los animales o delitos de odio por medio de la promulgación de ―discursos de odio con la finalidad de incitar a realizar actos violentos y hostiles.

    En el Derecho Romano, los animales no gozaron de ninguna protección o ley especial contra su maltrato hasta la llegada del emperador Constantino. De hecho, jurídicamente. estaban equiparados a las cosas y compartían estatuto jurídico con todos aquellos sujetos u objetos que no tenían personalidad jurídica, como lo eran los esclavos, los niños o las mujeres4. El emperador, con su llegada, promulgó una orden que prohibía arrear con palos o varas a aquellos caballos que eran utilizados en la posta pública5. Por su parte, en el derecho germánico los animales tenían la consideración de puros componentes patrimoniales, y se castigaban duramente actividades como la caza furtiva y el hurto de ciertos animales. Es decir, se protegían y reafirmaban los derechos de los cazadores o de los dueños de determinados animales, pero en ningún momento existieron derechos propios de los animales o normas dirigidas a su protección directa. La Edad Media no fue distinta y se caracterizó por su falta de sensibilidad y mal trato hacia los animales. Es difícil encontrar alguna norma que sancionara directamente los malos tratos a algún animal y, en caso de encontrarla, y al igual que en el Derecho germánico, lo que se valoraba era el valor que pudiera suponer el animal para el ser humano antes que el propio animal en sí mismo. Durante esta época, en Europa se dio un suceso digno de mención, y es la sucesión de varios procesos penales contra animales a los que se consideraba culpables de cometer ciertos delitos o estragos públicos y que más tarde eran condenados y ejecutados como si de seres humanos se tratase, algo que puede llevar a pensar que los animales gozaban de una personalidad jurídica propia. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, la razón por la que se iniciaban dichos procesos contra determinados animales tenía su fundamento en la convicción de que éstos eran criaturas demoníacas y criminales que merecían toda clase de represalias, llegando incluso a la pena de muerte, práctica que se propagó por varios países europeos hasta el siglo XIX.

    Fue Aristóteles el que, tomando como base la ideología realista que le caracterizaba, aceptó la evidencia y afirmó que el comportamiento de los niños desde su infancia, en referencia a su alma, no difiere prácticamente nada del alma de las bestias durante ese período . Sin embargo, el primer atisbo de entendimiento entre seres humanos y animales se dio en el cristianismo propugnado por Santo Tomás de Aquino, quien consideraba que incluso los animales irracionales son sensibles al dolor. Santo Tomás utilizó este argumento para calificar de injusta la crueldad hacia los animales, afirmando que el hecho de ser cruel con los animales puede llevar a comportarse de la misma manera con los propios seres humanos. Otra postura destacable dentro del cristianismo era la de San Francisco de Asís, quien tomó la decisión de hacerse vegetariano con el objetivo de evitar alimentarse de animales, a los que consideraba criaturas de Dios. De hecho, su apoyo a la ecología, su rechazo al maltrato y cautividad de quien consideraba sus hermanos menores, llevó al Papa Juan Pablo II a proclamar a San Francisco de Asís Patrono de los animales y de los Ecologistas en 1980. Concretamente, una frase que salió de los labios de este sano fue la siguiente Los animales son mis amigos y yo no me como a mis amigos. Con la llegada del racionalismo y autores como Descartes o Kant, se dan los primeros pasos hacia la consideración de los animales como seres sujetos a una tutela jurídico penal. A ojos de la corriente racionalista, los seres humanos y los animales se diferencian en que los primeros poseen alma, razón y entendimiento, lo que les faculta para distinguir entre el bien y el mal, mientras que los animales, si bien son capaces de expresar su sufrimiento, lo hacen como una simple reacción mecánica, ya que tienen la consideración de meros objetos o herramientas. Es precisamente esa aparente superioridad del ser humano la que le obliga moralmente a cuidar y no maltratar a los animales, ya que lo contrario sería un acto indigno. Esta corriente racionalista ha tenido una gran influencia a la hora de orientar jurídicamente la cuestión del maltrato animal en general y, más concretamente, en el orden penal. Concretamente, y a falta de protección por parte de los textos normativos, fue la jurisprudencia la que comenzó a castigar el maltrato animal al estimar que la crueldad contra los animales era una muestra de perversidad merecedora de castigo. Esto supuso un giro importante en la perspectiva sobre la protección de los animales, ya que ahora no era el supuesto interés económico que tenían los animales lo que importaba de ellos, como si se tratara de seres sin personalidad, sino que se comenzó a tratar animales como seres con vida propia y a castigar el incumplimiento de algunos deberes con respecto a ellos. Otro gran avance con respecto al maltrato animal se dio con el utilitarismo de finales del siglo XVIII con autores como Bentham, Darwin o Schopenhauer. Para los pensadores de esta corriente, tanto el ser humano como los animales son un elemento más de la naturaleza, independientemente de que los seres humanos sean seres inteligentes y racionales. En esta línea, tanto unos como otros poseen la capacidad de experimentar distintas sensaciones y sentimientos, como el sufrimiento la soledad, el dolor o la necesidad, lo que hace necesaria una posición de respeto hacia el otro9. Este reconocimiento de ciertos intereses y derechos de los animales que propugnó la corriente utilitarista dejó su huella en los códigos y leyes del siglo XIX, particularmente en los de Derecho inglés, uno de los pioneros en tratar la regulación de los malos tratos a animales y que inspiró las legislaciones de diferentes países en esta materia. Durante el siglo XIX destacan también autores como Henry Salt, que publicó en 1892 la primera obra íntegra sobre la defensa racional de los animales: Animals’ Rights: Considered in Relation to Social Progress. En este libro, Salt argumenta que el simple bienestar es insuficiente para los animales, y que éstos deben tener derechos y libertades. Salt también criticaba la matanza de animales con el objetivo de ser convertidos en alimento, así como prácticas como la caza o la experimentación

    Todos, en mayor o menor medida, por acción o por omisión, mentimos. Lo hacemos en la medida que no decimos lo que pensamos o que decimos lo que no pensamos o no sabemos, o incluso lo que sabemos incierto. La pérdida de la espontaneidad es un proceso evolutivo cuyas etapas vamos consumiendo desde niños, conforme se asienta en nosotros la convicción de que la sinceridad no siempre es posible ni conveniente porque puede causar perjuicios al receptor de la comunicación, o al propio emisor.

    Hay mentiras socialmente más positivas que ciertas verdades incontestables: son muchas las situaciones en que una mentira sabiamente trasmitida genera un efecto beneficioso, o cuando menos paliativo, como para que establezcamos categorías morales radicales sobre esta aparente dicotomía ética: verdad-mentira. Si a esto unimos que todos, antes o después, mentimos u ocultamos verdades relevantes, quizá convendría desdramatizar el hecho de la mentira para poder así abordarlo con más sensatez y sentido de la medida.

    La intención cuenta, y mucho

    Según el diccionario mentir es decir algo que no es verdad con intención de engañar. Y si buscamos una definición más académica, nos topamos con expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, cree o piensa. Así que quien engaña o confunde sin ser consciente de hacerlo, no miente: simplemente trasmite a los demás su propia equivocación.

    La relación que cada persona mantiene con la mentira -además de decir mucho de ella-, es bien distinta a la de los demás. Hay quienes sólo recurren a la mentira cuando es compasiva, o cuando les proporciona resultados positivos sin generar engaño importante o si se trata de un asunto banal. Y también los hay que mienten a menudo, casi por costumbre y sólo en temas poco relevantes. Pero no podemos olvidar a quienes mienten esporádicamente pero a conciencia, generando daño a los demás o persiguiendo beneficios personales. Y también los hay que mienten, o callan verdades necesarias, por timidez, por vergüenza o por falta de carácter.

    Por último, citemos a los mentirosos patológicos, que mienten con una facilidad pasmosa, ya sea por conveniencia ya por una absoluta y cínica falta de respeto a la verdad.

    ¿Por qué mentimos?

    Algunas personas no mienten nunca (o casi nunca) por razones bien distintas de la ética: por miedo a ser descubiertos, por pereza (no hay que recordar los detalles de la mentira en el futuro), por orgullo (¿cómo voy a caer yo tan bajo?)… Pero, si lo pensamos bien, razones bien similares son las que pueden impulsarnos a mentir u omitir, en determinadas circunstancias, lo que pensamos o sabemos. Porque verdades como puños muy inoportunas, o que ofenden o incordian. Tan importante como el hecho de mentir o decir la verdad es la intención con que se hace una u otra cosa. Y he ahí el verdadero dilema moral. Una mentira que a nadie daña o incluso reporta beneficio a su destinatario puede ser más defendible que una verdad que causa dolor innecesariamente. Mentimos por muchas razones: por conveniencia, odio, compasión, envidia, egoísmo, o por necesidad, o como defensa ante una agresión… pero dejando al margen su origen o motivación, no todas las mentiras son iguales. Las menos convenientes para nuestra psique son las mentiras en que incurrimos para no responsabilizarnos de las consecuencias de nuestros actos. Y las menos admisibles son las que hacen daño, las que equivocan y las que pueden conducir a que el receptor adopte decisiones que le perjudican. Concluyamos, por tanto, que los dos parámetros esenciales para medir la gravedad de la mentira son la intención que la impulsa y el efecto que causa.

    Ocultar y falsear

    Quien oculta la verdad retiene parte de una información que para el interlocutor puede ser interesante pero, en sentido estricto, no falta a la verdad. Sin embargo, quien falsea la realidad da un paso más, al emitir una información falsa con etiqueta de real. Resulta más fácil mentir por omisión (no se necesita urdir historias inciertas, y hay menos posibilidades de ser descubierto) y socialmente este tipo de engaño se tiene por menos censurable, a pesar de que puede resultar tanto o más dañino e inmoral que la mentira activa. Se recurre asimismo al falseamiento cuando se ocultan emociones o sentimientos que aportan información relevante al interlocutor, en la medida que pueden inducirle a error de interpretación o a iniciar acciones inadecuadas.

    También podemos mentirnos a nosotros mismos, por evitar asumir alguna responsabilidad, o por temor a encarar una situación problemática, o por la dificultad que no supone reconocer un sentimiento o emoción. Invariablemente, antes o después, este autoengaño nos lleva a mentir a los demás.

    Otras formas de mentir son las verdades a medias (el mentiroso niega parte de la verdad o sólo informa de parte de ella) y las verdades retorcidas, en las que se dice la verdad pero de un modo tan exagerado o irónico que el interlocutor, casi ridiculizado, la toma por no cierta.

    La mentira tiene sus clases

    La mentira racional persigue un interés concreto, es malévola y se emite con al intención de perjudicar o

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