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A Pesar De Los Canallas
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A Pesar De Los Canallas
Libro electrónico195 páginas2 horas

A Pesar De Los Canallas

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A PESAR DE LOS CANALLAS es la segunda novela de Eulalia Boya Balet. Inspirada en la vida misma, llevará al lector a realizar una serie de reflexiones sobre el sentido de la existencia, el amor, la familia. El texto se enriquece con citas de célebres filósofos y poetas, que se entrecruzan en las reflexiones del autor. Muchas referencias a pinturas y artistas sublimes reflejan el espíritu que impregna la vida y las experiencias artísticas de Eulalia.
Este relato, lleno de poesía, filosofía, acontecimientos duros, momentos gratos, entretenidos e incluso divertidos, atrapará, seguro, al lector.

Eulalia Boya Balet nace en Zaragoza, España. Entorno católico. Estudia Ciencias de la Empresa con francés e inglés  y trabaja en la librería familiar. De vocación literaria, cursa un año de filología francesa, inglesa y alemana. Aprende ruso y alemán. Marcha a Heidelberg. Posteriormente, se dirige a Palma de Mallorca para trabajar como azafata de vuelo. Regresa a Madrid, para ser actriz. Se casa con un ingeniero holandés, yéndose a Holanda. Vuelan a México por el trabajo de él. De retorno a Holanda, el esposo decide divorciarse. Más tarde, le brinda la posibilidad de volver. Esto falla igualmente. Obtiene y conserva a día de hoy, la nacionalidad holandesa. Años después, se casa con un ingeniero químico. Pronto ella quiere el divorcio. Independizada en todos los órdenes, comienza su singladura, hasta hoy, encontrándose feliz. Redacta la primera novela, TE SIENTA BIEN LA SOLEDAD, dedicada a su primer marido. Igualmente, escribe poemas, ensayos, relatos cortos… Antes del COVID, su segunda novela: A PESAR DE LOS CANALLAS. 
Además de actuar, le gusta cantar, recitar y con casi ochenta años, está llena de proyectos. Actualmente, hace Pilates de máquinas, una hora, dos veces por semana. Regresa caminando: otra hora.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 mar 2023
ISBN9791220138895
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    A Pesar De Los Canallas - Eulalia Boya Balet

    CAPÍTULO 1

    Me llamo Juana Fernández Navarro. Me faltan cinco días para cumplir setenta y siete años.

    Soy viuda. No tengo hijos. SOY FELIZ.

    También tengo una ENFERMEDAD MENTAL que en este país, por supuesto se llamaría LOCURA.

    SOY BIPOLAR

    Es decir, puedo tener subidas o bajadas en mi estado de ánimo, pero todo es reconducible con un buen o una buena psiquiatra. Por fortuna yo ya hace años la encontré.

    También es imprescindible además, una medicación adecuada.

    Hace bastante tiempo me libré de PELIGROS TERRIBLES más dolorosos que la propia muerte. 

    Ellos esos peligros tremendos, que no conocí hasta que CASI hubieron pasado, me habrían privado de la LIBERTAD, lo que más amo en esta vida después de Dios. 

    Soy consciente de que Dios no está de moda. Pero la moda pasa y Él permanece.

    Llamo falta de libertad, desde luego, a no poder tomar tú misma las propias decisiones. A que esto lo hagan otros por ti. Peor aún, si a ello se añaden limitaciones mayores. Me estremece sólo pensarlo.

    Únicamente hay algo que me reconcilia con mi enfermedad, y es que ésta, ni en los momentos más obscuros y agudos de su discurrir. En ninguna de sus peores crisis me haría ser agresiva y sobre todo mortalmente agresiva para con los que me rodean. Sólo puedo volcar esa agresividad contra mí misma.

    Puedo intentar suicidarme, incluso conseguirlo, pero NUNCA esa agresividad mortal, se volverá contra mi prójimo.

    Esto es para mí un GRAN ALIVIO.

    No obstante, por ese miedo a mis conciudadanos, he permanecido en el armario, como los gay, estos prácticamente setenta y siete años. O, habida cuenta que mi enfermedad comenzó a manifestarse con veinticuatro, bastantes menos.

    Hay muy pocas amigas y aún menos amigos, partícipes de mi secreto.

    Evidentemente alguna o alguno, sí. Y también habrá quien se haya enterado por haberme visto, años ha, en un momento de crisis.

    Me alegré mucho de la revolución gay. Lamento enormemente que las personas sufran por la razón que sea. Pero ellos, el colectivo gay se apoyaron unos a otros y lo consiguieron juntos.

    Ignoro qué ocurrirá conmigo que tengo la osadía de salir de mi escondite SOLA y a pecho descubierto.

    ¿Seré insultada por los que me rodean? Cuando menos espero que muchos de aquellos que me conocen, inmediatamente digan: Ya me parecía a mí. Siempre he notado algo raro en ella…

    Para mi tranquilidad y mi fuerza, todos estos episodios terroríficos, están recogidos escrupulosamente con datos exactos, nombres, apellidos, cartas- testimonio etc., y narrados cronológicamente por un PSIQUIATRA- cuya intervención fue decisiva-. Guardándolos en su registro un NOTARIO.

    NADIE podrá decir NUNCA que he MENTIDO.

    Pero hoy, después de casi cuarenta años de riguroso silencio, necesitaba expulsar de una vez por todas, tanto DOLOR, tanta impotencia, tanta ignominia, tanta TRAICIÓN.

    No hace mucho tiempo, un especialista, comentaba que en los países de alto nivel como Suiza y el conjunto de los Nórdicos, ir al psicólogo o incluso al psiquiatra, aumentaba la puntuación en el currículum del trabajador, y la empresa valoraba a éste más, ya que conociéndose él en profundidad, su reacción también era mejor, ante imprevistos peligrosos, extraños o excepcionales, que la de aquellos que nunca hacían esta clase de consultas y desconocían absolutamente sus reacciones. 

    Me faltan cinco días para cumplir setenta y siete años, sí. Pero me sobran ganas de vivir. A puñados como los jóvenes. Me gustan las nubes, el cielo sombreado de manchones grises y también los pajarillos. Los atardeceres mustios o esta primavera ambivalente de lluvia y sol. Además, ¡cómo no!, las flores, la naturaleza en su conjunto y a la par los engranajes turbulentos de esta gran ciudad. Y desde luego y sobre todo como ya dije antes LA LIBERTAD. Ésta que ahora disfruto aunque con la sombra del miedo a poderla perder. Ésa sombra que quisiera abortar.

    Me encanta Madrid. Sé que la hubiera elegido a ojos cerrados entre muchas otras de su género. Esta ciudad castiza situada en el centro del triángulo de la piel de toro, esta urbe que no cesa jamás su actividad, ¿cómo es posible que cubra con un manto denso, infranqueable y acolchado todas las voces, todos los pasos, todos los cláxones, el rechinar de las llantas en el asfalto, las notas musicales que va perdiendo algún vehículo con su radio sin apagar?

    Quizá porque su marcha, su trabajo, su actividad normal, ya no existe. Está prohibido en el actual confinamiento al que casi todos nos vemos sometidos. La Madrid actual no puede ser alegre. De golpe se ha vuelto silenciosa y triste. Llena de miedo. Hostil. Antes tenía el sabor añejo de los mejores vinos, y la gracia y la simpatía del sur, de Andalucía.

    La soledad, la soledad, la soledad duerme… Y mi soledad escapa de mi mano, mi soledad está despierta, no sabe de soledades, ni de angustias. Mi soledad, por fin, elige quedarse conmigo antes que irse a la deriva.

    CAPÍTULO 2 

    Quisiera TENDER UNA MANO, a todas esas personas que como yo, jamás dicen el COLOR de su enfermedad, ni la ESPECIALIDAD de su consulta médica, y sólo a escondidas, tragan sus pastillas, sin delante de otros, ponerles nombre o apellido.

    Me gustaría adelantar el día, en que a ESTE

    COLECTIVO, DEL QUE MIENTRAS VIVA, FORMARÉ PARTE, se nos mire con la misma naturalidad que a un paciente cardíaco, diabético o hipertenso. Deseo ser positiva y valiente. Quiero romper- ahora tan de moda- una lanza por ello. No me resigno-si hablo- a ser eternamente señalada, vilipendiada, burlada…

    En mi haber, un sinfín de anécdotas curiosas, chispeantes o cómicas. Mi mente es fiel testigo de todas ellas. No necesito más.

    Recuerdo por ejemplo una vecina, cercano al mío su apartamento, que se lamentaba y luchaba por convencerme de que su sobrino era bipolar. No sabes lo que cambia. De pronto está de una manera, luego de la contraria. Estoy segura que es bipolar… Yo conocía perfectamente al chaval desde niño. Activo, emprendedor, simpático… Para entonces, ya casado y con una niña. Se crio sin madre. Visitaba poco a la tía, y ésta, bastante sola, se empecinaba en cargarle a toda costa aquel San Benito. Mirándola silenciosa, todo mi ser gritaba: No te esfuerces Mariana, la bipolar soy yo, pero extrañamente nunca se te ha ocurrido.

    Cuando volví de Holanda, definitivamente divorciada, aunque ya había pasado allá el duelo-el divorcio fue largo-, mi ánimo empezó a decaer. Quería a mi exmarido. Constantemente lo echaba de menos. No te lo puedes permitir, fue mi decisión. Indagué posibilidades y descubrí las Agencias Matrimoniales. Me alisté en una de ellas como si fuera al frente, y empecé a conocer señores más o menos interesantes. Entre ellos un psicólogo agradable y culto que confesó sin cortarse un ápice, salir con tres chicas a la vez. Cada una teníamos un apodo para él. Yo era la sofisticada. Reí la primera vez que me nombró así. Siempre había pensado que era-que soy- absolutamente natural. Él se ratificaba en su calificativo.

    Una tarde vino muy alarmado: Sabes, a fulanita, la he tachado de mi lista. Tomaba Litio- medicación específica para la bipolaridad-. Y como a Mariana, hube de sonreír sin un gesto. Si él supiera que la sofisticada .... hubiera saltado por encima del volante de su coche. Pero no lo hizo, y nuestra relación amistosa duró bastante tiempo, alternando ambos eso sí, con otras parejas. Más adelante, alguien entró en su vida con fuerza, y nos perdimos el rastro.

    18

    ¿Seguirán juntos? ¿Serán felices? ¿Habrán muerto? La vida es un misterio enorme, lleno de misterios menores y aún pequeñitos. Y dentro de ella, estamos todos los seres vivos. Sin duda todos los de este planeta tierra, ahora envenenada por el gigante y dantesco Corona-virus. Y muchos más venenos aún, entre otros el plástico que lanzamos a los mares. Y nuestra BRUTAL AMBICIÓN.

    CAPÍTULO 3 

    Continúa la primavera. Sábado 28 de marzo. La luz, la primera del día, se quiere colar por las rendijas de mi persiana, pero no la dejo. Ésta sigue entornada desde anoche. Así entra menos frío. Lejos el uhu de las palomas, al que paulatinamente me voy acostumbrando.

    Son pertinaces en este ronco sonido.

    Antes las detestaba. Ahora soy consciente de que hay en mí menos rechazo. Y como dicen de las piedras del camino que al entrechocarse van redondeando sus aristas, de ese modo el fastidio, el encono, por el para mí graznar de esos pájaros se ha tornado menos virulento, son menos irritantes a mi oído humano. De niña me gustaban. No ésas. Las blancas, que sabe Dios dónde habrán ido a parar.

    Me resigno a lo que tengo.

    Hace un ratito, en el dintel de la ventana donde jugaban inalterablemente dos de ellas acariciándose, picoteándose las plumas en recorridos lentos, veo ahora una solitaria, aislada, silenciosa.

    ¿La habrá abandonado su palomo? Indago mientras mis ojos van de los escritos al dintel y de nuevo a los escritos.

    En una pirueta desaparece. Contemplo sólo un segundo el espacio vacío. Y al cabo sin esperarlas aparece una, dos, tres… juegan brevemente y se van. Pero más allá vuelvo a percibir el uhu, uhu, uhu de las ya lejanas.

    Mucho más dulce, el trino de los pajarillos. Ni unos ni otros se van a contagiar del Covid19. Curioso, ya que está en el aire que respiran… 

    CAPÍTULO 4 

    Cuando conocí al que luego fue mi marido, yo ya tomaba pastillas para dormir.

    Mis problemas de sueño, empezaron muy jovencita, con sólo diez y siete o diez y ocho años. Concretamente al salir del colegio. A los catorce descubrí mi vocación: actriz. Fue en una función protagonizada en el propio colegio: La estrella de Sevilla, de Lope de Vega. Sólo que aquella tragedia, la hicimos en vis cómica. Tuvo gran éxito. Niñas y monjas caían de su silla muertas de risa. En ese momento lo entendí: Quería ser actriz. No había ninguna otra cosa que pudiera interesarme más. Y mientras nosotras dos, sonreíamos a los aplausos, mi mente recorría escenarios invisibles, metiéndose ilusionada en la piel de infinitos personajes que habrían de llegar después.

    El choque con la realidad, fue áspero y contundente. Zaragoza, no dejaba de ser una ciudad de provincias, y mi madre una mujer de ideas claras y fuertes. ¿Qué locuras estaba diciendo? ¿Cómo podía desde un colegio religioso de muy estrictas normas, hablar de aquel inframundo, para ella poco menos que un prostíbulo? Y además, ¿cómo me atrevía a opinar a mi edad? "Estudiarás Peritaje Mercantil-actual Diplomada en

    Ciencias de la Empresa- y luego trabajarás en la librería. En cuestión educacional mamá hablaba ex cátedra. Sus decisiones no eran cuestionables ni negociables. Con o sin agrado, había que aceptar. Inexorablemente. No es que fuera un ser despótico, sabía ser cariñosa y TIERNA pero en lo relativo a nuestra educación, las reglas- sus reglas claro- habían de cumplirse. Nos enseñó algunas máximas importantes: Cuando el deber me llama, sólo escucho su voz … Y muchas más que todavía recuerdo. Aparte de un sinfín de proverbios catalanes- lo era su madre- que aunque podría repetir en mi" catalán, desde luego, ignoro absolutamente cómo se

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