Dulce María Serret: Tras las huellas de su obra pedagógica
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estremeció la capital con sus presentaciones. Ya en Santiago funda, junto a otros intelectuales del momento, varias instituciones para el desarrollo de la música de concierto; la principal fue el Conservatorio Provincial de Música de Oriente. A partir de entonces, se entregó a la enseñanza y la promoción de esta manifestación artística.
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Comentarios para Dulce María Serret
1 clasificación1 comentario
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Sorprende que este libro esté tan bien documentado. El autor refleja muy bien la personalidad de Dulce María Serret y el ambiente cultural musical anterior a la llamada "revolución" cubana de 1959.
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Dulce María Serret - Severiano Alfonso Lolo Troisi
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la webwww.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
Edición y emplane: Orestes Solís Yero
Diseño de colección: Marta Mosquera
Diseño de cubierta: Orlando Hechavarría Ayllón
Ilustración de cubierta: Retrato de Dulce María Serret, de Juan Emilio Hernández Giro
Conversión a ebook: Idalmis Valdés Herrera
© Severiano Alfonso Lolo Troisi, 2012
© Sobre la presente edición:
Editorial Oriente, 2023
ISBN 9789591112873
Instituto Cubano del Libro
J. Castillo Duany No. 356
Santiago de Cuba
E-mail: edoriente@cubarte.cult.cu
editorialoriente.wordpress.com
www.facebook.com/editorialoriente.scu
Índice de contenido
Un espíritu selecto: Dulce María Serret
Agradecimientos
Prefacio
Nacimiento y primeros años
Inicios en la música y las clases con Hubert de Blanck en La Habana
Europa la recibe y le abre las puertas
Santiago de Cuba la acoge nuevamente
El Conservatorio Provincial de Música de Oriente
Una sala de conciertos para Santiago de Cuba
Academias incorporadas al Conservatorio Provincial de Música de Oriente
La Coral de Santiago de Cuba
Dulce María Serret en La Habana
La Sociedad Filarmónica de Santiago de Cuba
La labor pedagógica de Dulce María Serret se conoce en La Habana
La llegada de los cincuenta trae expectativas
Epílogo
ANEXOS
Anexo 1. Renocimientos y condecoraciones
Anexo 2. Talento artístico extranjero que trabajó en el Conservatorio Provincial de Música
Anexo 3. Artículos de Dulce María Serret publicados en Azul
Los villancicos
Comentario sobre la enseñanza de la técnica pianística
Músicos de nuestro ayer
Cuba y sus músicos
TESTIMONIO GRÁFICO
Bibliografía
Fuentes de archivo
Datos del autor
A mis padres, Alfonso y Carmen,
quienes me enseñaron a trabajar y a pensar.
Un espíritu selecto:
Dulce María Serret
Desde hace unos pocos años conocía de la consagrada labor de Severiano Lolo por rescatar, para las nuevas generaciones, la personalidad artística y educativa de Dulce María Serret. Lo movían recuerdos amados y su admiración por aquella maestra excepcional, que le dio la virtud de cultivar la música. Quise siempre exaltar aquel propósito, tan loable a los ojos de cualquiera que conozca el papel esencial que ella desempeñó en los progresos culturales de Santiago de Cuba entre los años veinte y sesenta del siglo xx.
Como mujer, más allá de su tarea educativa y promocional, Dulce María es una personalidad atractiva y digna de ser estudiada: en primer lugar, porque superó las vicisitudes de un nacimiento fuera de las normas que regían la sociedad que le correspondió vivir a comienzos de la República, en la que se desdeñaban a los hijos ilegítimos; en segundo lugar, porque sus primeros pasos infantiles fueron en una zona rural santiaguera y, finalmente, por la tenacidad que demostró a lo largo de su vida.
Nunca sabremos quién financió los movimientos de la corta familia integrada por la tía
Anita, Antonio y ella cuando se decidió la mudanza para la capital oriental. Lo cierto es que, iniciados en la educación artística en Santiago de Cuba, el traslado a La Habana fue aprovechado al máximo por ambos hermanos.
El periplo europeo por Madrid y París le conferiría una amplia visión de la cultura universal, particularmente musical, y le aseguraría un prestigio excepcional en la pianística. Acogida en recitales de diferentes países europeos, y a su regreso también en La Habana, estuvo consciente de la imposibilidad de vivir exclusivamente del teclado y, por sus profesores, supo que la enseñanza era una senda para garantizar la subsistencia. Insertada en Santiago de Cuba, a finales de los años veinte del pasado siglo, en un medio social favorable y ávido de perfeccionamiento ilustrado, logró éxitos en sus empresas, sin lugar a duda, gracias a la agudeza e inteligente perspectiva adquirida en las plazas foráneas. Se distinguió por lo más novedoso de la pedagogía aplicada a la educación musical, adaptada a las características de nuestro país.
Por supuesto, Dulce María no apostó únicamente a la técnica más depurada adquirida en su aprendizaje allende el Atlántico, también lo hizo al sentido de utilidad para su patria chica, a su conciencia de ser criolla y a su voluntad de hacerse imprescindible en el desarrollo de la cultura.
Rumores infundados corrían entre algunas personas respecto a la forma mediante la cual había obtenido la aprobación para su Conservatorio Provincial de Música de Oriente; los que así pensaban eran lo suficientemente necios para menospreciar la vitalidad de aquella mujer, su disposición para desafiar los obstáculos en aras de alcanzar sus objetivos de beneficio para la sociedad santiaguera.
Así trabajó por una sala de conciertos, por una coral, por una sociedad filarmónica y por la incorporación de otras academias orientales al Conservatorio Provincial de Música, etcétera. Educó a cientos de artistas y maestros, proporcionó goces sonoros no solo a Santiago de Cuba sino a toda la provincia de Oriente y al país en general.
Este libro de Lolo bien merece estar entre los más importantes de la colección Mariposa de la Editorial Oriente, porque permite acercarse a la grandeza de una mujer que se impuso por su inteligencia y su arte para perpetuarse en el selecto grupo de predilectos de la comunidad santiaguera, por su entrega absoluta a su progreso cultural. En el transcurso de casi medio siglo, Dulce María Serret sembró una simiente que fructificó en el saber estético cubano.
Olga Portuondo Zúñiga
Marzo 2011
Agradecimientos
Escribir este libro sobre la vida y la labor pedagógica de Dulce María Serret supuso varios años de lectura, investigación y consulta. Resultó necesaria la colaboración de muchas personas.
Mi primer encuentro con ella ocurrió entre los años 1956 y 1957, en esa época yo era alumno de una notable profesora de Santiago de Cuba, la señora Aida Casellas de Pereira. Con Aida cursé años de estudio de Piano y, por su sugerencia, mi madre me inscribió como alumno del Conservatorio Provincial de Música de Oriente. Fue así como pasé a formar parte de los alumnos que tenía Dulce María a su cargo. Mi interés por la música se multiplicó entonces y, poco a poco, me sentí atraído por la personalidad de esa magnífica mujer que dejó sus lauros en Europa para dedicarse a la docencia en esta tierra. Durante años he sentido la necesidad de dar a conocer la vida dedicada a la música y a la docencia de esta profesora, que dio lo mejor de sí a muchas generaciones de músicos y que considero ejemplo para la cultura cubana.
Quiero expresar mi enorme gratitud a la doctora Olga Portuondo Zúñiga, quien me pidió la realización de este libro, al igual que a Rafael Duharte Jiménez por su apoyo incondicional.
Un agradecimiento especial a Teresa Gutiérrez Calzado y María Isabel Prado Asef por sus atinadas observaciones, así como a todas aquellas personas que tuvieron que ver con la publicación del libro.
A Nancy Giraudy Rodríguez, de la Oficina del Conservador de la Ciudad; al arquitecto Manuel Odio Garcés, y a Lissette González Giraudy, por su apoyo y su tiempo.
A mis amigos de siempre.
Gracias.
Prefacio
La ciudad de Santiago de Cuba tiene el privilegio de poseer una vasta historia, rica en figuras e instituciones, que la hacen poseedora de reconocimientos incuestionables, obtenidos a lo largo de sus ya casi cinco siglos de fundada, y que contribuyen a enriquecer el patrimonio cultural, a la vez que enaltecen la identidad nacional.
Muchos investigadores, conscientes de la necesidad de rescatar y revalorizar el estudio de las historias locales, han tratado de recoger en sus crónicas parte de estas para una mejor comprensión de aspectos de la ciudad y de los hombres que en ella vivieron, con el propósito de que las generaciones de hoy y de mañana agradezcan el saberlas; sin embargo, una parte de estos trabajos no se conocen por su poca difusión. Corresponde ahora dejar constancia de una figura paradigmática de nuestra cultura, la pianista y pedagoga Dulce María Serret Danger, que se distingue en las primeras décadas de la República por prestigiar con su labor no solo a esta ciudad, sino a nuestro país.
Santiago de Cuba vio nacer y crecer la obra de esta mujer que durante más de medio siglo alumbró a la ciudad y entregó lo mejor de su quehacer artístico y pedagógico; pero, a pesar de ello, no hay una historia escrita que refleje y valore los aspectos significativos sobre ella y que permita conocer mejor su labor, solo recuerdos y algún que otro comentario de la que otrora dedicó tantos años al trabajo educativo para que las sucesivas generaciones pudieran instruirse en el arte de la música.
La figura de Dulce María Serret hoy solo habita en la memoria de los que la conocieron, tal parece que se hubiesen borrado en el tiempo su imagen y las huellas de su obra. De ahí, la necesidad de comprenderla en su contexto para lograr ubicarla en nuestra actualidad sociocultural, para que las nuevas generaciones puedan valorarla en toda su dimensión y conceptuarla como una personalidad de nuestra cultura.
La vida de Dulce María Serret no pertenece a los que tuvieron la dicha de compartir con ella, sino que le corresponde a la posteridad, y es a ella precisamente a quien hay que legársela. Esta es la razón por la cual ponemos este texto en manos del lector, que no pretende en modo alguno historiar las ideas sobre ella, ni mucho menos intenta hacer un estudio de su vida, pero sí reclamar su reconocimiento y militancia pública, y servir de homenaje a quien fuera una de las pedagogas más notables de la ciudad de Santiago de Cuba.
Al fallecer, el 30 de mayo de 1989, tenía noventa y un años. Su pérdida produjo una honda conmoción en el entorno cultural cubano y llenó de duelo el ambiente musical de Santiago de Cuba. La cultura cubana perdió a una de sus más valiosas exponentes, formadora de grandes talentos de la música y a una loable pianista.
Dulce nunca se casó ni tuvo hijos, dejó como legitimario de sus bienes al señor Miguel Vaillant Madaula, primo segundo de ella, quien se mantuvo a su lado buena parte de sus días. El heredero conservó muchos objetos que pertenecieron a Dulce María; entre ellos, las condecoraciones y reconocimientos que recibió por su labor, además de varios álbumes que contienen fotos, documentos y crónicas de viejos periódicos con pasajes de su vida; toda una memoria cuidadosamente recogida y guardada en un armario, ajena por completo al tiempo.
La valía de todo