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Bandas fuera, bandas dentro: Organizaciones juveniles de calle en Iberoamérica
Bandas fuera, bandas dentro: Organizaciones juveniles de calle en Iberoamérica
Bandas fuera, bandas dentro: Organizaciones juveniles de calle en Iberoamérica
Libro electrónico370 páginas5 horas

Bandas fuera, bandas dentro: Organizaciones juveniles de calle en Iberoamérica

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Las «bandas» o «pandillas» han reemergido con fuerza en el debate público los últimos años. Titulares morbosos sobre los incidentes más sangrientos encabezan las portadas de los medios de comunicación; parlamentarios y representantes públicos llaman al orden y a la necesidad de «contención» de un objeto social, cuya naturaleza es descrita como intrínsecamente violenta. El llamado a la «mano dura» parece ser el único medio para la contención de una juventud en conflicto. No obstante, poco se conoce acerca de cómo es la vida al interior de las agrupaciones, la diversidad de prácticas, identificaciones, sentidos y formas de cotidianeidad que habitan en los grupos de distintos territorios del globo. Poco se conocen, también, las experiencias de mediación que han acontecido en países como España o Ecuador, que abren vías de resolución a los conflictos de manera pacífica y superan la óptica criminalizadora apostando por el diálogo.
¿Qué ha funcionado y qué ha fallado de estas experiencias? ¿Es la mano dura una vía efectiva para terminar con la conflictividad juvenil? ¿Cuáles han sido los efectos del diálogo y la mediación con los grupos? ¿Qué abordajes consideramos más útiles de cara al futuro?
IdiomaEspañol
EditorialNed Ediciones
Fecha de lanzamiento16 may 2023
ISBN9788419407078
Bandas fuera, bandas dentro: Organizaciones juveniles de calle en Iberoamérica

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    Bandas fuera, bandas dentro - Sonia Páez de la Torre

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    © Sonia Páez de la Torre, Begoña Aramayona y Eduard Ballesté Isern (eds.), 2023

    © Del prólogo: Sonia Páez de la Torre

    © Del epílogo: Carles Feixa

    Corrección: Marta Beltrán Bahón

    Montaje de cubierta: Juan Pablo Venditti

    Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

    © Ned ediciones, 2023

    Primera edición: mayo, 2023

    Proyecto LEBAN: Este proyecto ha recibido financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación, en el marco del Plan Nacional I+D+I, Convocatoria 2019: Retos Investigación. [PID2019-110893RB-I00]. http://www.upf.edu/web/leban

    TRANSGANG Project: Este proyecto ha recibido financiación del European Research Council (ERC) en el marco del programa de Investigación e Innovación de la Unión Europea HORIZON 2020, grant agreement No 742705. www.upf.edu/web/transgang

    logo-UPF.tif       logo-ministerio.tif       logo-ERC.tif

    Preimpresión: Fotocomposición gama, sl

    ISBN:978-84-19407-07-8

    La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del copyright está prohibida bajo el amparo de la legislación vigente.

    Ned Ediciones

    www.nedediciones.com

    ÍNDICE

    Prólogo. ¿Legalizar las bandas? Sonia Páez de la Torre

    Introducción. Más allá de castigar o reformar: nuevas agendas en el estudio de las agrupaciones juveniles de calle.Begoña Aramayona y Eduard Ballesté Isern

    PARTE I: Bandas, sociedad y Big Data

    Pandillas: intervención y control. Apuntes sobre tres realidades distintas. Sonia Páez de la Torre, Sabina Puig y Miquel Úbeda

    ¿Cómo me ves si ni siquiera me conoces? Una encuesta sobre las percepciones sociales de las bandas juveniles en España, Ecuador y El Salvador. Roger Soler, Anna Sanmartín y Héctor Grad

    Bandas en el ágora virtual. Análisis de las percepciones sobre grupos juveniles de calle en las redes sociales. Ariadna Fernández, Xavier Moraño y Xavier Guiteras

    PARTE II: Juventudes y bandas en España

    «Modelo Barcelona»: relatos y recorridos de los grupos juveniles de calle. Eduard Ballesté Isern, Begoña Aramayona y Sonia Páez de la Torre

    Madrid: «Bandas fuera», punitivismo y exclusión como paradigma de intervención. Begoña Aramayona, María Oliver y Héctor Grad

    «Los Tribus y los Domis»: la trayectoria de los Trinitarios y los Dominican Don’t Play en Madrid. Katia Núñez

    PARTE III

    Juventudes y bandas en El Salvador, Ecuador y Marruecos

    El Salvador sin tregua: la cristalización de la Mano Dura y sus efectos. Alberto Martínez y Candy Chévez

    Ecuador: la difícil integración societal de las agrupaciones juveniles de calle. René Unda Lara

    Espacio urbano y violencia: paradojas de la percepción social de los grupos juveniles de calle en Marruecos. José Sánchez-García, Rachid Touhtou, Celia Premat, Xavier Moraño y Xavier Guiteras

    PARTE IV

    Género, políticas públicas y reducción de la violencia

    Bandas, mujeres y cuerpos. Participación formal e informal de las mujeres en las bandas. María Oliver, Candy Chévez y Nele Hansen

    Bitácoras de acción: buenas prácticas y políticas preventivo-proyectivas con pandillas y agrupaciones juveniles de calle. Virginia Prades, Ángela Carbonell, Alba Benages, Sara Martínez-Gregorio, Mercedes Botija y José Javier Navarro-Pérez

    Epílogo. Guerra y paz en las bandas juveniles. Carles Feixa

    Postscriptum. Carles Feixa

    Biografías de autores

    Bibliografía

    PRÓLOGO.

    ¿LEGALIZAR LAS BANDAS?

    SONIA PÁEZ DE LA TORRE

    ¿Tiene sentido hablar de bandas hoy? ¿Es lo mismo decir «banda» en España que en el Salvador o en Ecuador? ¿Qué imaginarios existen en torno a las bandas y a sus miembros? ¿Por qué y cómo se entrelazan estos sentidos? ¿Quiénes los fabrican y desde dónde? ¿Se puede legalizar a estas agrupaciones o integrar a sus participantes en nuestras sociedades? Estos han sido algunos de los interrogantes que nos han convocado a lo largo de estos tres años de investigación.¹ En ese camino, hemos dialogado interna y externamente, tanto con la comunidad científica como con actores a quienes la problemática les ha interesado o les ha afectado directamente. Estos espacios de trabajo, estudio e intercambio nos han permitido responder algunas de nuestras preguntas, hacernos otras y avanzar, de este modo, en investigaciones que venimos realizando, desde distintas perspectivas y con distintos colaboradores hace casi veinte años.²

    Poner en el centro la legalización nos ha impulsado a discutir cuestiones muy complejas y hasta ontológicas que nos han llevado a reflexionar sobre las bondades y las incomodidades que hay detrás de la flexibilización de las fronteras, sobre los desafíos que supone la convivencia y sobre el necesario cuestionamiento de las certezas con las que tendemos a señalar a los bárbaros y distinguirlos de los civilizados. En este proceso hemos imaginado mundos menos desiguales, más justos y, sobre todo, más pacíficos que acaso puedan abrazar la enorme diversidad cultural que conforma el tejido de las sociedades actuales.

    Bandas fuera, bandas dentro es un esfuerzo colectivo por recoger la historia, en clave retrospectiva, de las agrupaciones juveniles de calle, o familias de calle, en España, Ecuador y El Salvador, tres territorios iberoamericanos donde el discurso sobre las «bandas», «pandillas» o «gangs» ha operado como dispositivo de gobernanza política, mediática y social sin igual en las últimas dos décadas. La atención cíclica que han desencadenado las alarmas provocadas por los medios de comunicación, en lo que va del presente siglo, ha desatado pánicos morales que han incidido, alternadamente, en la aplicación de políticas de mano dura (mayoritariamente) o de políticas inclusivas (minoritariamente) en los distintos contextos. Cuando los gobiernos —muchas veces presionados por la opinión pública—optan por dejar fuera a las bandas, activan los mecanismos de seguridad represivos y convierten al objeto «banda» en un «enemigo» a erradicar. Operación que borra la relación que este fenómeno tiene con el sistema capitalista contemporáneo y las causas estructurales como la violencia económica, la desigualdad, la exclusión social y la marginalidad urbana que engendran estas formaciones (Moreno Hernández, 2019; Feixa et al., 2021). En cambio, las experiencias que han apostado por las bandas dentro, contrarrestando los enfoques deshumanizantes, han brindado propuestas integradoras, oportunidades formativas, laborales y participativas con provechosos resultados para las juventudes y sus comunidades (Brotherton y Gude, 2018; Feixa y Andrade, 2020). Sin embargo, tanto las políticas de segregación como las que han trabajado desde una perspectiva más contenedora tienen claras limitaciones. A grandes rasgos, baste puntualizar que las primeras no han resuelto los problemas de raíz y han generado incluso mayor violencia; las segundas no han sido sostenidas en el tiempo y además han sido rechazadas por ciertos sectores de la sociedad y de las mismas agrupaciones. Por eso, uno de los objetivos de este libro es analizar los efectos de estas experiencias y hacer un balance sobre lo que ha funcionado y lo que ha fallado, ensayando propuestas y bosquejando lo que puede ser útil para encontrar otras (o nuevas) maneras de intervenir en estos conflictos.

    El surgimiento de las «agrupaciones juveniles urbanas», siguiendo la terminología de Saskia Sassen (2017), o de las «subculturas callejeras», siguiendo a Brotherton y Gude (2018), se remonta a principios del siglo XX y está relacionado con los procesos de globalización que se fueron desarrollando a lo largo de la centuria y que han traído aparejados grandes desigualdades sociales, precarización laboral y desplazamientos poblacionales; favoreciendo el crecimiento de ciertos sectores sociales y la pauperización de otros, junto con la centralización de determinados espacios urbanos y la consecuente marginalización de otros, dando como resultado nuevas formas de sociabilización. Las ciudades se han vuelto densas y en las orillas de sus murallas, imaginariamente construidas y simbólicamente existentes, conviven una diversidad de actores, en ocasiones procedentes de universos diferentes, que luchan por subsistir frente a un sistema que los oprime y excluye. Así, la conformación de agrupaciones o culturas juveniles de calle es una manifestación que emerge como respuesta a la desterritorialización y que se emplaza como manera de cohabitar la ciudad. La lucha por la subsistencia y la violencia que produce la exclusión genera prácticas e interacciones que pueden funcionar cooperativa, solidaria y afectivamente frente a las carencias materiales y al sufrimiento provocado por el abandono socioestatal. A su vez, estas mismas prácticas e interacciones pueden también ser conflictivas y problemáticas en tanto generan enfrentamientos entre distintas agrupaciones y con otros agentes sociales que se sienten amenazados o que desde las estructuras de poder hegemónico buscan intervenir, ya sea erradicando, ya sea mediando, en estas realidades que atentan contra el orden establecido (Reguillo, 1995; Queirolo-Palma, 2017).

    A lo largo de su evolución, las «culturas juveniles urbanas» han bebido de diversas tradiciones que les han sido útiles para expresar sus identidades. Unas «identidades híbridas» en las que, como señalan Feixa y Canelles (2006: 21-22) se entrelazan tradiciones locales y globales cuyas matrices son diferentes: la norteamericana que tiene sus orígenes en el modelo «gang», vinculada al proceso de urbanización de los Estados Unidos y la identidad étnica de las segundas y terceras generaciones de jóvenes cuyos antecedentes familiares eran migrantes realidad que ha sido investigada en el clásico estudio etnográfico realizado por Thrasher (1927/2021); la latinoamericana, representada por el modelo de «pandillas», expresión social fruto de la exclusión, la segregación y la discriminación que emerge en vecindarios o barrios delimitados geográficamente; la transnacional, encarnada por los «estilos juveniles subculturales» y conocida en España como «tribus urbanas», que emerge en contextos nacionales y que, a partir de los movimientos migratorios se propaga internacionalmente (como la estética punk, el heavy metal o el rap), entrando en contacto con la «escena juvenil global» de la que los jóvenes toman «elementos materiales e inmateriales»; y la tradición virtual, importada por las identidades juveniles que se difunden desde el ciberespacio, convirtiéndose en marcas que son consumidas por jóvenes en distintos puntos del globo y se transforman en «identidades nómadas» que fusionan elementos culturales de distintos territorios.

    Un acercamiento más actual a estas prácticas y realidades, que emerge de la inspiración y el estudio de la obra de Thrasher (1927/2021), y que pretende orientar el estudio de las bandas transnacionales, puede encontrarse en la propuesta que han hecho Feixa et al. (2019) desde el proyecto TRANSGANG destacando la naturaleza, la función y las dinámicas de estas agrupaciones:

    Una banda (transnacional) es un grupo intersticial formado en su origen espontáneamente e integrado después mediante el conflicto. Se caracteriza por el siguiente tipo de comportamiento: encuentros cara a cara (y online), peleas (y diversión), movimientos en el espacio como si fuera una unidad (y búsqueda de espacios íntimos), conflictos (y alianzas) con grupos similares y planificación. El resultado de este comportamiento colectivo es el desarrollo de una tradición, una estructura interna no reflexiva (y el establecimiento de reglas para regular los intercambios con otras bandas e instituciones), espíritu de equipo, solidaridad moral, conciencia de grupo e identidad vinculada al territorio (ya sea en su lugar de origen, en su nuevo hogar o en el ciberespacio) (Feixa et al., 2019: 46).

    Alineados con el posicionamiento de ciertos sectores de la academia que han visto la necesidad de revertir el estigma asociado al concepto «banda» (Ballesté, 2022) y sobre todo con los avances producidos en el marco de las últimas investigaciones, en este libro elegimos referirnos a las bandas de un modo genérico con el nombre de «grupos juveniles de calle» (Brotherton y Barrios, 2004; Feixa et al., 2019) ya que a lo largo de sus páginas se abordan agrupaciones de diferentes contextos y formatos. Cabe, además, centrar la problemática de estas agrupaciones juveniles en el marco del modelo económico, político y social neoliberal salvaje que caracteriza al siglo XXI. Un modelo en el que las formas del Estado se han desdibujado y en el que el control se ejerce a partir de las esferas judiciales, legislativas y ejecutivas y el indiscutible poder de los mass media, que representan la realidad e influyen en la opinión pública. La función de estas instituciones se centra en nombrar, etiquetar, legislar y advertir en torno a las actuaciones desviadas de la sociedad. Un modus operandi que garantiza la (ansiada) seguridad y perpetúa un juego en el que la reglas (generalmente ambiguas) las imponen casi siempre los mismos y que ha conducido a la criminalización y estigmatización de estos grupos, sometidos a vigilancia y castigo.

    Durante los últimos años, los discursos del odio, la intolerancia y las grietas sociales han aumentado. Esto puede evidenciarse en los comentarios que se lanzan en los foros abiertos de los entornos digitales mediáticos y en las manifestaciones discursivas en las redes sociales como Twitter y Facebook emitidos por sujetos anónimos y también por actores políticos que representan a determinados sectores de la sociedad. En la lucha por la producción de significados (Walsh, 2002), la academia y los medios de comunicación tienen un papel fundamental en tanto son catalizadores de sentido. Mientras que la mayoría de los medios trabaja con informes policiales, la espectacularización del fenómeno, la explotación de la violencia, la deshumanización de los pandilleros y lo que de consumible puede tener el fenómeno, parte de la academia se ha ubicado en el polo de la interrogación y la búsqueda de relación entre los fenómenos sociales y las condiciones o los factores que lo producen como problemática. Desde nuestro lugar, creemos que es importante subrayar que las realidades de estos jóvenes en todos los contextos que se abordan en este libro están atravesadas por diversas violencias inter-personales y sobre todo estructurales. Por lo tanto, es preciso entender el objeto «banda» como producto o reflejo de estas problemáticas. Teniendo en cuenta los efectos negativos de las políticas punitivas, no podemos dejar de señalar la necesidad de incluir a las «bandas», a los excluidos, a los que quedan fuera, en la búsqueda de solución para estos conflictos.

    1. El proyecto en el que se enmarca este libro se titula LEBAN: ¿Legalizar las bandas? La constitución de asociaciones a partir de agrupaciones juveniles de calle en España, Ecuador y El Salvador: evaluación y prospectiva (2000-2025). Plan Nacional I+D+i. Convocatoria 2019: Retos Investigación. Investigador Principal: Carles Feixa. 2020-2023 [PID2019-110893RB-I00]. En el mismo han participado los siguientes investigadores e investigadoras: Adam Brisley, Alberto Martínez, Ángela Carbonell, Anna Sanmartin, Ariadna Fernández-Planells, Begoña Aramayona, Candy Chévez, Celia Premat, César Andrade, Eduard Ballesté Isern, Elisabeth Fuentes, Héctor Grad, José Javier Navarro, José Sánchez García Katia Núñez, Manuel Torres, Margot Mecca, María Oliver, Mercedes Botija, Miquel Úbeda, Nele Hansen, Patricia Tudela, Raúl Calvo Soler, René Unda Lara, Roger Soler-Martí, Sabina Puig y Sonia Páez de la Torre.

    2. La trayectoria en el estudio sobre bandas del Investigador Principal, Carles Feixa, y parte del equipo, se remonta a finales de 1990 y principios de los 2000. Estas investigaciones se han transformado en diversos proyectos, siendo uno de las primeros JOVLAT: ¿Reyes y Reinas Latinos? Jóvenes de origen latinoamericano en España (2006-2008; Plan Nacional I+D+I) y uno de los más recientes y, sobre todo, más relevantes TRANSGANG: «Transnational Gangs as Agents of Mediation: Experiences of Conflict Resolution in Street Youth Organizations in Southern Europe, North Africa and the Americas (2018-2023; European Research Council Advanced Grant, H2020-ERC-AdG-742705), cuyos resultados también se han tenido en cuenta en la elaboración del presente libro. En todas estas investigaciones se ha buscado comprender la función social, política, económica y cultural de las prácticas y relaciones de agrupaciones juveniles en distintos territorios y desde perspectivas transnacionales.

    INTRODUCCIÓN. MÁS ALLÁ DE CASTIGAR O REFORMAR: NUEVAS AGENDAS EN EL ESTUDIO DE LAS AGRUPACIONES JUVENILES DE CALLE

    BEGOÑA ARAMAYONA Y EDUARD BALLESTÉ ISERN

    En las últimas tres décadas, el discurso público sobre las «bandas» o «pandillas» se ha movido en un terreno polarizado, relativamente estéril y, sobre todo, muy resbaladizo. La dificultad para poder abordar el fenómeno de las agrupaciones juveniles de calle desde un debate sosegado responde al clima de creciente polarización general que habitamos desde hace más de veinte años. No parece casual que las «bandas» o «pandillas» se hayan convertido en el objeto protagonista desde el que operan discursos de producción de odio, y a través del cual se consolidan políticas criminalizadoras, punitivitas, y estigmatizantes contra la juventud subalterna —a menudo, también, crecientemente racializada— en distintas urbes del planeta.

    En nuestra experiencia, cada vez que se produce la muerte de un «pandillero», o cada vez que las pandillas protagonizan algún escenario de violencia explícita, suelen pasar dos cosas. Por un lado, los medios más reaccionarios desatan un ingente interés por describir, morbosamente, todos los escabrosos detalles del incidente, los códigos y rituales de las agrupaciones protagonistas, el color de la piel, el origen migratorio de los encausados, el número y características de las armas o el barrio en el que se producen los hechos. Por otra parte, los medios de corte más progresista dedican grandes esfuerzos en conseguir la voz de un «experto» que les «brinde luz» sobre el porqué y que desvele la caja mágica de las soluciones; como si de una receta de aplicación de medidas se tratara. No obstante, no deja de llamarnos la atención cómo esta atención pública, vehiculada a través de la alarma generada por los medios, se realiza de manera puntual (al calor de los incidentes), superficial (con intervenciones de minutos en televisión o pequeñas páginas en un diario) y, sobre todo, siempre alejada de la voz de sus verdaderos protagonistas (los miembros de las agrupaciones). La alarma social que generan las bandas, altavoceada por medios de comunicación y discursos políticos de manera puntual, sesgada e instrumentalizada, camina de la mano de un persistente desinterés por la realidad de las agrupaciones juveniles en particular, y de las juventudes subalternas y en los márgenes en general, en el día a día de nuestras sociedades.

    Las bandas o pandillas se han convertido en un dispositivo de producción de discurso y gobernanza a escala mundial sin igual. En los últimos veinte años se han construido diferentes aproximaciones discursivas y de abordaje institucional al fenómeno en diversos territorios y países. En general, la aproximación institucional a la hora de lidiar con las bandas se ha movido en dos grandes estrategias. Por una parte, el modelo criminalizador de «mano dura» o «bandas fuera», consistente en la aplicación puntual o sistemática de procesos de persecución, vigilancia, represión y castigo de las agrupaciones. Esta estrategia, representada en el contexto de este libro a través de los casos paradigmáticos de Madrid (España) y El Salvador, centra su enfoque de intervención en el necesario combate bélico contra el «enemigo», que debe ser expulsado o eliminado. Por otra parte, la aproximación de «mano blanda» o «bandas dentro» se caracteriza por una apuesta por procesos de diálogo y mediación entre las agrupaciones y una diversidad de actores institucionales, cuya finalidad más inmediata ha solido ser la inclusión de las agrupaciones —o de algunos de sus miembros o sectores— en procesos de integración social por canales institucionales. De esta línea son paradigmáticos los casos del «Modelo Barcelona» donde, entre 2006 y 2008, ciertos sectores de las agrupaciones Latin Kings & Queens y Ñetas constituyeron asociaciones civiles con carácter jurídico, así como el caso ecuatoriano, que derivó también en la formalización de la «Corporación de Reyes y Reinas Latinos» e, incluso, en la incorporación de uno de sus miembros en la Asamblea Nacional durante el gobierno correísta. Para el lector interesado en construir horizontes de futuro más esperanzadores, una mirada rápida sobre estas dos propuestas de intervención podría llevar a la conclusión de que las vías de integración o «mano blanda» son las ideales para solucionar el problema de las bandas. No obstante, el alcance, las oportunidades, los límites y las consecuencias de estas experiencias a menudo son mucho más complejos, intrincados y borrosos, un aspecto que aspira a clarificar el volumen que presentamos aquí.

    Para empezar, es preciso abordar la cuestión de las bandas o pandillas desde la nomenclatura. Las diferentes aproximaciones institucionales al fenómeno de las bandas o pandillas se han sostenido en base a la construcción y distribución de imágenes, definiciones y etiquetas que han explicado y delimitado lo que son o han sido las bandas, lo que hacen o han hecho sus miembros y el porqué de su existencia (Williams, 2015; Fraser y Hagedorn, 2018). El objeto «banda» se ha convertido en un terreno de producción de discursos resbaladizo, ya que la relación entre quien tiene legitimidad para hablar sobre el tema, y quien tiene acceso a la producción de discursos públicos, genera una tensión difícil de resolver. En ese sentido, encontramos que el desde dónde se interroga al objeto «banda» es fundamental: más allá de las versiones estrictamente estigmatizantes y criminalizadoras que habitualmente toman forma en los medios de comunicación tradicionales, en acalorados debates públicos y en informes policiales, las voces que apuestan por, como mínimo, un abordaje no punitivista contra las agrupaciones suelen encontrarse en un terreno relativamente hostil. En esta aventura se encuentran habitualmente aquellos miembros de la academia que, desde disciplinas como la antropología, la sociología, la psicología social, las ciencias políticas, la criminología crítica o los estudios urbanos, procuran comprender el fenómeno desde una visión crítica, que atienda a las violencias y desigualdades estructurales que subyacen socialmente en la constitución y en las dinámicas de las agrupaciones (Feixa et al., 2006; Feixa et al., 2021), a los factores identitarios y sentidos de pertenencia (Scandroglio, 2009), al rol de las bandas en tanto producción de discursos de orden (Queirolo-Palmas, 2017), y en las dinámicas de control y gobernanza (Ballesté y Feixa, 2022) o de acumulación del neoliberalismo urbano (Aramayona y Nofre, 2021). Cuando estas voces «expertas» son llamadas a intervenir en el discurso público a través de medios y prensa escrita suelen encontrarse en un terreno hostil, en el que habitualmente se invierten más esfuerzos por deconstruir visiones estereotipadas de las agrupaciones («no tienen un fin delictivo» o «castigarles, vía policial o judicial, no es la solución») que por realizar análisis pormenorizados sobre las causas de la constitución de los grupos y desvelar potenciales abordajes más allá del clásico reformales («no son malos chicos, hay que darles oportunidades»). Ciertas preguntas suelen quedar en un segundo plano como, por ejemplo, en qué medida la violencia que ejercen estos jóvenes es producto o consecuencia del escenario de violencia sostenida (estructural, social, económica y racial) que estos mismos chavales y chavalas encarnan en la larga onda de acumulación de procesos de desposesión de los últimos cinco siglos.

    De entre todos los agentes que componen la producción del relato dominante sobre las bandas, normalmente los propios miembros han tenido una capacidad limitada, cuando no inexistente, tanto para definirse a sí mismos como para participar de esas representaciones públicas como un agente más en igualdad de condiciones. Con notables excepciones (véase, por ejemplo El Rey. Diario de un Latin King, coescrito por Carles Feixa y César Andrade y publicado en esta misma editorial), es difícil encontrar relatos en bruto de miembros de las agrupaciones. Tanto por el silenciamiento recurrente que han sufrido sus voces, como por la necesidad de instalarse en espacios normalizados desde los que poder elaborar discursos aceptados, pocas veces se ha dispuesto de voces directas, no mediadas y con suficiente altavoz que permitieran a los propios jóvenes protagonistas definir sus necesidades, sus dificultades, las violencias vividas y las reclamaciones políticas de trasfondo existentes. La habitual ausencia de estas voces también impacta claramente en las valoraciones que se pueden hacer de las políticas públicas y las aproximaciones que se han realizado al fenómeno. Así, la disyuntiva entre los posibles efectos de los dos caminos de abordaje institucional más recurrentes en dicha materia —su criminalización o su integración— aparece limitada otra vez por los agentes que generan valoraciones sobre estas temáticas.

    Por otra parte, nos parece imprescindible recuperar y discutir las principales etiquetas y nociones que centran el cuerpo de estudio. Por un lado, el concepto banda —importado del anglosajón gangs— a través de su macroexposición mediática, tanto en medios de comunicación como también en producciones audiovisuales de diversa índole, ha apuntalado un imaginario común que suele ir vinculado a violencias, delincuencias y crímenes. Esa imagen mediática ha sido utilizada o nutrida por los propios agentes políticos interesados en su combate y erradicación a la hora de desarrollar políticas, o en el uso instrumental del discurso sobre bandas —actualmente también ampliado a los MENAS³— como chivos expiatorios de procesos de crisis estructural (véanse, por ejemplo, las intervenciones de partidos de ultraderecha como Vox y sus campañas de señalamiento en transportes públicos en Madrid). Por otro lado, como contrapartida, distintos esfuerzos protagonizados fundamentalmente por voces académicas, de ciertos partidos políticos progresistas o por entidades del tercer sector, han buscado desarticular esa noción estigmatizadora y marginalizante a través de la producción de nuevos conceptos: entre otros, conceptos como «grupos juveniles de calle» (Feixa et al., 2019) u «organizaciones de calle» (Brotherton, 2003) han buscado revertir esa lógica y proponer nuevas significaciones que busquen alejarse de la (re)producción de esos imaginarios criminales. Aun así, este ejercicio de cierta resistencia académica también ha significado muchas veces una pérdida de concreción sobre la cuestión y una distorsión de las referencias utilizadas. Tanto es así que los y las propias jóvenes que forman o han formado parte de estos grupos se identifican a ellos mismos explícitamente como miembros o exmiembros de una «banda». Aunque dicha identificación sea solo con la etiqueta y no con los atributos que le acompañan, sigue siendo el marco común identificativo para los propios jóvenes y la forma de reconocerse.

    Más allá de la nomenclatura, creemos firmemente que la principal herramienta para desligar la etiqueta «banda» del estigma que recae sobre ella es la producción de imágenes alternativas, heterogéneas y complejas que traten de dotarla de más significados de los que actualmente dominan en el campo. Es decir, frente al discurso homogeneizador y totalizante del que a menudo adolece el discurso público sobre las «bandas», o en su versión desestigmatizadora, sobre las «agrupaciones juveniles de calle», consideramos imprescindible ponerle nombre y apellidos a las diferentes realidades que aparecen al tratar las formas heterogéneas de organización de la juventud en los márgenes: Latin Kings & Queens, Ñetas, DDPs, Trinitarios, Bloods, Back Panthers, Mara Salvatrucha, entre otras. Organizaciones todas ellas diversas y singulares en origen, trayectoria, filosofía política, rituales y códigos que, no obstante, comparten un mismo patrón: su raison d’être como sostén material

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